Salud de la mujer y repre­sión patriarcal

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La vio­len­cia, la opre­sión sobre las muje­res ha sido la más dura­de­ra, la más exten­di­da en el tiem­po, por lo que cree­mos nece­sa­rio dete­ner­nos en los pro­ce­sos his­tó­ri­cos que lo han ori­gi­na­do. Enten­der cómo empe­zó el patriar­ca­do, al menos en sus aspec­tos más esen­cia­les, cómo con­ti­nuó y sus cau­sas, nos ayu­da­rán a rever­tir esta situa­ción a tra­vés del cono­ci­mien­to y la acción. El sis­te­ma patriar­cal supu­so, y aún supo­ne, una situa­ción de opre­sión y sufri­mien­to de las muje­res,… que requie­re un esfuer­zo de supe­rar obje­ti­va y sub­je­ti­va­men­te toda una pra­xis que ha pesa­do sobre las cabe­zas de muje­res –y de hom­bres– duran­te mile­nios1.

Nadie pue­de negar que el patriar­ca­do es un pro­ce­so his­tó­ri­co: Esto es, tie­ne un comien­zo y, por tan­to, pue­de tener un fin. Hay con­sen­so en que dicho pro­ce­so se ini­ció con la divi­sión sexual del tra­ba­jo en los anti­guos gru­pos huma­nos caza­do­res-reco­lec­to­res, esen­cial para su super­vi­ven­cia: La repro­duc­ción –el naci­mien­to de niños y niñas y sus pri­me­ros cui­da­dos– per­mi­tía que el gru­po no se extin­guie­ra2. Esta pri­me­ra divi­sión sexual del tra­ba­jo se pro­du­jo en situa­ción de cier­ta igual­dad, pero con­for­me las socie­da­des se fue­ron desa­rro­llan­do y acu­mu­lan­do pro­duc­ción se fue ges­tan­do y acen­tuan­do la divi­sión social, la apa­ri­ción de cla­ses socia­les y las luchas por los terri­to­rios más ricos. En este pro­ce­so, la sexua­li­dad de las muje­res, es decir, sus capa­ci­da­des sexua­les y repro­duc­ti­vas, se con­vir­tió en una mercancía.
La inves­ti­ga­do­ra Ger­da Ler­ner des­ta­ca las con­tri­bu­cio­nes de Fede­ri­co Engels y del mar­xis­mo en gene­ral sobre este tema pero cri­ti­ca las corrien­tes mar­xis­tas que insis­ten en subor­di­nar las rela­cio­nes de sexo a las rela­cio­nes de cla­se3. El desa­rro­llo de la agri­cul­tu­ra duran­te el neo­lí­ti­co impul­só el «inter­cam­bio de muje­res» entre tri­bus, no solo para evi­tar las gue­rras a tra­vés de alian­zas matri­mo­nia­les, sino tam­bién por­que las socie­da­des con más muje­res podían pro­du­cir más pobla­ción, más fuer­za pro­duc­ti­va. La auto­ra des­ta­ca como hechos más pro­ba­bles en los orí­ge­nes del patriar­ca­do el aumen­to de la gue­rra entre tri­bus duran­te perio­dos de esca­sez eco­nó­mi­ca que pro­pi­cia­ra el ascen­so al poder de los hom­bres con éxi­tos mili­ta­res. La tri­bu que tuvie­ra más chi­cas que chi­cos incre­men­ta­ría más rápi­da­men­te su pobla­ción, ase­gu­ran­do su super­vi­ven­cia, lo que lle­va a supo­ner que la pri­me­ra apro­pia­ción de pro­pie­dad pri­va­da fue la del tra­ba­jo repro­duc­tor de las muje­res4. Más allá de que fue pri­me­ro si la pro­pie­dad pri­va­da y la for­ma­ción de cla­ses socia­les o la domi­na­ción de la muje­res, el hecho es que la acu­mu­la­ción o exce­den­te de pro­duc­ción, la sofis­ti­ca­ción de las gue­rras y sus boti­nes, inclui­do la con­quis­ta de muje­res por par­te de las éli­tes mili­ta­res mas­cu­li­nas, fue­ron ele­men­tos esen­cia­les en el ori­gen del patriarcado.
Con la for­ma­ción de los pri­me­ros esta­dos, las socie­da­des ya eran más com­ple­jas y pre­sen­ta­ban una divi­sión sexual del tra­ba­jo que no solo se basa­ba en las dife­ren­cias bio­ló­gi­cas, sino tam­bién en las jerár­qui­cas y en el poder de algu­nos hom­bres sobre otros hom­bres y sobre todas las muje­res. Los tes­ti­mo­nios his­tó­ri­cos, nos seña­la Ger­da, hacen pen­sar que el pro­ce­so de escla­vi­za­ción se desa­rro­lló con las pri­sio­ne­ras de gue­rra. A cada pue­blo le lle­vó su tiem­po per­ca­tar­se de que se podía redu­cir a la escla­vi­tud a los seres huma­nos y con­tro­lar­los por otros medios dis­tin­tos a la fuer­za bru­ta. En el caso de las muje­res uno de esos medios fue la vio­la­ción de las pri­sio­ne­ras con el fin de «domi­nar­las» a ellas y «cas­trar» a sus hom­bres (en los casos que fue­ran ani­qui­la­dos total­men­te en la con­quis­ta). De hecho, la prác­ti­ca de vio­lar a las muje­res es un ras­go carac­te­rís­ti­co de las gue­rras y las con­quis­tas des­de el segun­do mile­nio antes de nues­tra era (ANE) has­ta el pre­sen­te. Pero vea­mos lo que dice Ger­da Ler­ner sobre la escla­vi­tud femenina:

Pien­so que la escla­vi­tud sexual de las muje­res cau­ti­vas fue en reali­dad el pri­mer paso hacia el desa­rro­llo y la ela­bo­ra­ción de ins­ti­tu­cio­nes patriar­ca­les, tales como el matri­mo­nio patriar­cal, y su ideo­lo­gía con­co­mi­tan­te de depo­si­tar el «honor» feme­nino en la castidad….Al subor­di­nar a las muje­res de su pro­pio gru­po y más tar­de a las cau­ti­vas, los hom­bres apren­die­ron el poder sim­bó­li­co del con­trol sexual sobre los otros hom­bres y ela­bo­ra­ron el len­gua­je sim­bó­li­co con el que expre­sar domi­nio y crear una cla­se de per­so­nas psi­co­ló­gi­ca­men­te escla­vi­za­das5.

La escla­vi­tud que se desa­rro­lló con los boti­nes de gue­rra repre­sen­tó una mez­cla de racis­mo y sexis­mo a la vez, y con­so­li­dó la for­ma­ción de cla­ses socia­les. Es por eso que la cla­se no es una cons­truc­ción apar­te del géne­ro, sino que más bien la cla­se se expre­sa en fun­ción del géne­ro. Es una rela­ción no lineal en don­de la cla­se domi­nan­te era por defi­ni­ción mas­cu­li­na y en las dis­tin­tas cla­ses socia­les la domi­na­ción mas­cu­li­na esta­ba ase­gu­ra­da por los dis­tin­tos pode­res de la épo­ca. Y al igual que las reli­gio­nes con sus sim­bo­lo­gías han apo­ya­do y poten­cia­do a las cla­ses domi­nan­tes de los dife­ren­tes modos de pro­duc­ción has­ta la actua­li­dad, la opre­sión de la mujer fue igual­men­te jus­ti­fi­ca­da con toda una serie de ideas reli­gio­sas y creen­cias que per­mi­tió que la supe­rio­ri­dad y poder mas­cu­lino se vie­ra como «natu­ral»6.
Pero, ¿cómo se trans­for­mó el sis­te­ma patriar­cal en la for­ma­ción de nues­tro sis­te­ma socio-polí­ti­co actual?

  1. Cruz-Rojo, C., Gil de San Vicen­te, I: Dere­chos huma­nos como arma de des­truc­ción masi­va, Boltxe, 2015. p. 385.
  2. El desa­rro­llo cada vez mayor del cere­bro colec­ti­vo del homo sapiens deter­mi­nó que la infan­cia y todo el pro­ce­so de apren­di­za­je fue­ra mayor en los infan­tes huma­nos, esto jun­to al mayor núme­ro de par­tos deter­mi­nó la nece­si­dad de la divi­sión sexual del trabajo.
  3. Ler­ner, G: El ori­gen del patriar­ca­do, Edi­to­rial Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na, 1990, p. 46.
  4. Ler­ner, G.: El ori­gen del patriar­ca­do, Edi­to­rial Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 1990, p. 83.
  5. Ler­ner, G.: El ori­gen del patriar­ca­do, Edi­to­rial Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 1990, p. 128.
  6. Son muchos los aná­li­sis his­tó­ri­cos y antro­po­ló­gi­cos que mues­tran la fun­ción de la reli­gión como for­ma de cana­li­zar los sen­ti­mien­tos y afec­tos de la gen­te, pero tam­bién como for­ma de man­te­ner la ideo­lo­gía en el poder, inclui­da la patriar­cal. Ger­da Ler­ner hace un desa­rro­llo exhaus­ti­vo de como las dio­sas y los dio­ses se fue­ron trans­for­man­do en un solo dios todo pode­ro­so y varón en la for­ma­ción del patriar­ca­do y las cla­ses socia­les con su rey-dios y empe­ra­do­res varones.

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