Fidel y los inte­lec­tua­les en la revo­lu­ción cubana

Dis­cur­so pro­nun­cia­do por el coman­dan­te Fidel Cas­tro Ruz, pri­mer minis­tro del Gobierno Revo­lu­cio­na­rio y Secre­ta­rio del PURSC, como conl­cu­sión de las reunio­nes con los inte­lec­tua­les cuba­nos, efec­tua­das en la Biblio­te­ca Nacio­nal, el 16, 23 y 30 de junio de 1961.

Com­pa­ñe­ras y compañeros:

Des­pués de tres sesio­nes en que se ha esta­do dis­cu­tien­do este pro­ble­ma, en que se han plan­tea­do muchas cosas de inte­rés, que muchas de ellas han sido dis­cu­ti­das aun­que otras hayan que­da­do sin res­pues­ta —aun­que mate­rial­men­te era impo­si­ble abor­dar todas y cada una de las cosas que se han plan­tea­do — , nos ha toca­do a noso­tros, a la vez, nues­tro turno; no como la per­so­na más auto­ri­za­da para hablar sobre esta mate­ria, pero sí, tra­tán­do­se de una reu­nión entre uste­des y noso­tros, por la nece­si­dad de que expre­se­mos aquí tam­bién algu­nos pun­tos de vista.

Tenía­mos mucho inte­rés en estas dis­cu­sio­nes. Creo que lo hemos demos­tra­do con eso que lla­man una gran pacien­cia (RISAS). Y en reali­dad no ha sido nece­sa­rio nin­gún esfuer­zo heroi­co, por­que para noso­tros ha sido una dis­cu­sión ins­truc­ti­va y, sin­ce­ra­men­te, ha sido tam­bién amena.

Des­de lue­go que en este tipo de dis­cu­sión en la cual noso­tros for­ma­mos par­te tam­bién, los hom­bres del gobierno —o por lo menos par­ti­cu­lar­men­te en este caso, en el mío— no esta­mos en las mejo­res ven­ta­jas para dis­cu­tir sobre las cues­tio­nes en que uste­des se han espe­cia­li­za­do. Noso­tros, por el hecho de ser hom­bres de gobierno y ser agen­tes de esta Revo­lu­ción, no quie­re decir que este­mos obli­ga­dos …Qui­zás esta­mos obli­ga­dos, pero en reali­dad no quie­re decir que ten­ga­mos que ser peri­tos sobre todas las mate­rias. Es posi­ble que si hubié­se­mos lle­va­do a muchos de los com­pa­ñe­ros que han habla­do aquí a algu­na reu­nión del Con­se­jo de Minis­tros a dis­cu­tir los pro­ble­mas con los cua­les noso­tros esta­mos más fami­lia­ri­za­dos, se habrían vis­to en una situa­ción simi­lar a la nuestra.

Noso­tros hemos sido agen­tes de esta Revo­lu­ción, de la revo­lu­ción eco­nó­mi­co-social que está tenien­do lugar en Cuba. A su vez, esa revo­lu­ción eco­nó­mi­co-social tie­ne que pro­du­cir inevi­ta­ble­men­te tam­bién una revo­lu­ción cul­tu­ral en nues­tro país.

Por nues­tra par­te, hemos tra­ta­do de hacer algo. Qui­zás en los pri­me­ros ins­tan­tes de la Revo­lu­ción había otros pro­ble­mas más urgen­tes que aten­der. Podría­mos hacer­nos tam­bién una auto­crí­ti­ca al afir­mar que había­mos deja­do un poco de lado la dis­cu­sión de una cues­tión tan impor­tan­te como esta.

No quie­re decir que la había­mos olvi­da­do del todo: esta dis­cu­sión —que qui­zás el inci­den­te a que se ha hecho refe­ren­cia aquí reite­ra­da­men­te con­tri­bu­yó a ace­le­rar­la— ya esta­ba en la men­te del gobierno. Des­de hacía meses tenía­mos el pro­pó­si­to de con­vo­car a una reu­nión como esta para ana­li­zar el pro­ble­ma cul­tu­ral. Los acon­te­ci­mien­tos que han ido suce­dien­do —y sobre todo los últi­mos acon­te­ci­mien­tos— fue­ron la cau­sa de que no se hubie­se efec­tua­do con ante­rio­ri­dad. Sin embar­go, el gobierno revo­lu­cio­na­rio había ido toman­do algu­nas medi­das que expre­sa­ban nues­tra preo­cu­pa­ción por este problema.

Algo se ha hecho, y varios com­pa­ñe­ros en el gobierno en más de una oca­sión han insis­ti­do en la cues­tión. Por lo pron­to pue­de decir­se que la Revo­lu­ción en sí mis­ma tra­jo ya algu­nos cam­bios en el ambien­te cul­tu­ral: las con­di­cio­nes de los artis­tas han variado.

Yo creo que aquí se ha insis­ti­do un poco en algu­nos aspec­tos pesi­mis­tas. Creo que aquí ha habi­do una preo­cu­pa­ción que se va más allá de cual­quier jus­ti­fi­ca­ción real sobre este pro­ble­ma. Casi no se ha insis­ti­do en la reali­dad de los cam­bios que han ocu­rri­do con rela­ción al ambien­te y a las con­di­cio­nes actua­les de los artis­tas y de los escritores.

Com­pa­rán­do­lo con el pasa­do, es incues­tio­na­ble que los artis­tas y escri­to­res cuba­nos no se pue­den sen­tir como en el pasa­do, y que las con­di­cio­nes del pasa­do eran ver­da­de­ra­men­te depri­men­tes en nues­tro país para los artis­tas y escritores.

Si la Revo­lu­ción comen­zó tra­yen­do en sí mis­ma un cam­bio pro­fun­do en el ambien­te y en las con­di­cio­nes, ¿por qué rece­lar de que la Revo­lu­ción que nos tra­jo esas nue­vas con­di­cio­nes para tra­ba­jar pue­da aho­gar esas con­di­cio­nes? ¿Por qué rece­lar de que la Revo­lu­ción vaya pre­ci­sa­men­te a liqui­dar esas con­di­cio­nes que ha traí­do consigo?

Es cier­to que aquí se está dis­cu­tien­do un pro­ble­ma que no es un pro­ble­ma sen­ci­llo. Es cier­to que todos noso­tros tene­mos el deber de ana­li­zar­lo cui­da­do­sa­men­te. Esto es una obli­ga­ción tan­to de uste­des como de nosotros.

No es un pro­ble­ma sen­ci­llo, pues­to que es un pro­ble­ma que se ha plan­tea­do muchas veces y se ha plan­tea­do en todas las revo­lu­cio­nes. Es una made­ja —pudié­ra­mos decir— bas­tan­te enre­da­da, y no es fácil de des­en­re­dar esa made­ja. Es un pro­ble­ma que tam­po­co noso­tros vamos fácil­men­te a resolver.

Los dis­tin­tos com­pa­ñe­ros han expre­sa­do aquí un sin­nú­me­ro de pun­tos de vis­ta, y los han expre­sa­do cada uno de ellos con sus argumentos.

El pri­mer día habla un poco de temor a entrar en el tema, y por eso fue nece­sa­rio que noso­tros les pidié­se­mos a los com­pa­ñe­ros que abor­da­ran el tema, que aquí cada cual expli­ca­ra sus temo­res, que aquí cada cual dije­ra lo que le inquietaba.

En el fon­do, si no nos hemos equi­vo­ca­do, el pro­ble­ma fun­da­men­tal que flo­ta­ba aquí en el ambien­te era el pro­ble­ma de la liber­tad para la crea­ción artís­ti­ca. Tam­bién cuan­do han visi­ta­do a nues­tro país dis­tin­tos escri­to­res, sobre todo no solo escri­to­res lite­ra­rios, sino escri­to­res polí­ti­cos, nos han abor­da­do esta cues­tión más de una vez. Es indis­cu­ti­ble que ha sido un tema dis­cu­ti­do en todos los paí­ses don­de han teni­do lugar revo­lu­cio­nes pro­fun­das como la nuestra.

Casual­men­te, un rato antes de regre­sar a este salón, un com­pa­ñe­ro nos traía un folle­to don­de en la por­ta­da o al final apa­re­ce un peque­ño diá­lo­go sos­te­ni­do con noso­tros por Sar­tre y que el com­pa­ñe­ro Lisan­dro Ote­ro reco­gió con el títu­lo de Con­ver­sa­cio­nes en la Lagu­na, en Revo­lu­ción, mar­tes 8 de mar­zo de 1960. Una cues­tión simi­lar nos plan­teó en otra oca­sión Wright Mills, el escri­tor norteamericano.

Debo con­fe­sar que en cier­to sen­ti­do estas cues­tio­nes nos aga­rra­ron a noso­tros un poco des­pre­ve­ni­dos. Noso­tros no tuvi­mos nues­tra Con­fe­ren­cia de Yenán con los artis­tas y escri­to­res cuba­nos duran­te la Revo­lu­ción. En reali­dad esta es una revo­lu­ción que se ges­tó y lle­gó al poder en un tiem­po —pue­de decir­se— récord. Al revés de otras revo­lu­cio­nes, no tenía todos los pro­ble­mas resuel­tos. Y una de las carac­te­rís­ti­cas de la Revo­lu­ción ha sido, por eso, la nece­si­dad de enfren­tar­se a muchos pro­ble­mas apresuradamente.

Y noso­tros somos como la Revo­lu­ción, es decir, que nos hemos impro­vi­sa­do bas­tan­te. Por eso no pue­de decir­se que esta Revo­lu­ción haya teni­do ni la eta­pa de ges­ta­ción que han teni­do otras revo­lu­cio­nes, ni los diri­gen­tes de la Revo­lu­ción la madu­rez inte­lec­tual que han teni­do los diri­gen­tes de otras revoluciones.

Noso­tros cree­mos que hemos con­tri­bui­do en la medi­da de nues­tras fuer­zas a los acon­te­ci­mien­tos actua­les de nues­tro país. Noso­tros cree­mos que con el esfuer­zo de todos esta­mos lle­van­do ade­lan­te una ver­da­de­ra revo­lu­ción, y que esa revo­lu­ción se desa­rro­lla y pare­ce lla­ma­da a con­ver­tir­se en uno de los acon­te­ci­mien­tos impor­tan­tes de este siglo. Sin embar­go, a pesar de esa reali­dad, noso­tros, que hemos teni­do una par­ti­ci­pa­ción impor­tan­te en esos acon­te­ci­mien­tos, no nos cree­mos teó­ri­cos de las revo­lu­cio­nes ni inte­lec­tua­les de las revoluciones.

Si los hom­bres se juz­gan por sus obras, tal vez noso­tros ten­dría­mos dere­cho a con­si­de­rar­nos con el méri­to de la obra que la Revo­lu­ción en sí mis­ma sig­ni­fi­ca, y sin embar­go no pen­sa­mos así. Y creo que todos debié­ra­mos tener una acti­tud simi­lar. Cua­les­quie­ra que hubie­sen sido nues­tras obras, por meri­to­rias que pue­dan pare­cer, debe­mos empe­zar por situar­nos en esa posi­ción hon­ra­da de no pre­su­mir que sabe­mos más que los demás, de no pre­su­mir que hemos alcan­za­do todo lo que se pue­de apren­der, de no pre­su­mir que nues­tros pun­tos de vis­ta son infa­li­bles y que todos los que no pien­sen exac­ta­men­te igual están equi­vo­ca­dos. Es decir, que noso­tros debe­mos situar­nos en esa posi­ción hon­ra­da, no de fal­sa modes­tia, sino de ver­da­de­ra valo­ra­ción de lo que noso­tros cono­ce­mos. Por­que si nos situa­mos en ese pun­to, creo que será más fácil mar­char acer­ta­da­men­te hacia ade­lan­te. Y creo que si todos nos situa­mos en ese pun­to —uste­des y noso­tros — , enton­ces, ante esa reali­dad, des­apa­re­ce­rán acti­tu­des per­so­na­les y des­apa­re­ce­rá esa cier­ta dosis de per­so­na­lis­mo que pone­mos en el aná­li­sis de estos problemas.

En reali­dad, ¿qué sabe­mos noso­tros? En reali­dad noso­tros todos esta­mos apren­dien­do. En reali­dad noso­tros todos tene­mos mucho que aprender.

Y noso­tros no hemos veni­do aquí, por ejem­plo, a ense­ñar. Noso­tros hemos veni­do tam­bién a aprender.

Había cier­tos mie­dos en el ambien­te, y algu­nos com­pa­ñe­ros han expre­sa­do esos temo­res. En reali­dad a veces tenía­mos la impre­sión de que está­ba­mos soñan­do un poco, tenía­mos la impre­sión de que noso­tros no hemos aca­ba­do de poner bien los pies sobre la tie­rra. Por­que si algu­na preo­cu­pa­ción a noso­tros nos embar­ga aho­ra, si algún temor, es con res­pec­to a la Revo­lu­ción mis­ma. La gran preo­cu­pa­ción que todos noso­tros debe­mos tener es la Revo­lu­ción en sí mis­ma. ¿O es que noso­tros cree­mos que hemos gana­do ya todas las bata­llas revo­lu­cio­na­rias? ¿Es que noso­tros cree­mos que la Revo­lu­ción no tie­ne enemi­gos? ¿Es que noso­tros cree­mos que la Revo­lu­ción no tie­ne peligros?

¿Cuál debe ser hoy la pri­me­ra preo­cu­pa­ción de todo ciu­da­dano? ¿La preo­cu­pa­ción de que la Revo­lu­ción vaya a des­bor­dar sus medi­das, de que la Revo­lu­ción vaya a asfi­xiar el arte, de que la Revo­lu­ción vaya a asfi­xiar el genio crea­dor de nues­tros ciu­da­da­nos, o la preo­cu­pa­ción por par­te de todos debe ser la Revo­lu­ción mis­ma? ¿Los peli­gros reales o ima­gi­na­rios que pue­dan ame­na­zar el espí­ri­tu crea­dor, o los peli­gros que pue­dan ame­na­zar a la Revo­lu­ción misma?

No se tra­ta de que noso­tros vaya­mos a invo­car ese peli­gro como un sim­ple argu­men­to. Noso­tros seña­la­mos que el esta­do de áni­mo de todos los ciu­da­da­nos del país y que el esta­do de áni­mo de todos los escri­to­res y artis­tas revo­lu­cio­na­rios, o de todos los escri­to­res y artis­tas que com­pren­den y jus­ti­fi­can a la Revo­lu­ción, es qué peli­gros pue­dan ame­na­zar a la Revo­lu­ción y qué pode­mos hacer por ayu­dar a la Revolución.

Noso­tros cree­mos que la Revo­lu­ción tie­ne toda­vía muchas bata­llas que librar, y noso­tros cree­mos que nues­tro pri­mer pen­sa­mien­to y nues­tra pri­me­ra preo­cu­pa­ción debe ser qué hace­mos para que la Revo­lu­ción sal­ga vic­to­rio­sa. Por­que lo pri­me­ro es eso: lo pri­me­ro es la Revo­lu­ción mis­ma. Y des­pués, enton­ces, preo­cu­par­nos por las demás cuestiones.

Esto no quie­re decir que las demás cues­tio­nes no deban preo­cu­par­nos, pero que el esta­do de áni­mo nues­tro —tal como es al menos el nues­tro— es preo­cu­par­nos fun­da­men­tal­men­te pri­me­ro por la Revolución.

El pro­ble­ma que aquí se ha esta­do dis­cu­tien­do —y que lo vamos a abor­dar— es el pro­ble­ma de la liber­tad de los escri­to­res y de los artis­tas para expre­sar­se. El temor que aquí ha inquie­ta­do es si la Revo­lu­ción va a aho­gar esa liber­tad, es si la Revo­lu­ción va a sofo­car el espí­ri­tu crea­dor de los escri­to­res y de los artistas.

Se habló aquí de la liber­tad for­mal. Todo el mun­do estu­vo de acuer­do en el pro­ble­ma de la liber­tad for­mal. Es decir, todo el mun­do estu­vo de acuer­do —y creo que nadie duda— acer­ca del pro­ble­ma de la liber­tad formal.

La cues­tión se hace más sutil y se con­vier­te ver­da­de­ra­men­te en el pun­to esen­cial de la cues­tión, cuan­do se tra­ta de la liber­tad de con­te­ni­do. Es ahí el pun­to más sutil, por­que es el que está expues­to a las más diver­sas inter­pre­ta­cio­nes. Es el pun­to más polé­mi­co de esta cues­tión: si debe haber o no una abso­lu­ta liber­tad de con­te­ni­do en la expre­sión artística.

Nos pare­ce que algu­nos com­pa­ñe­ros defien­den ese pun­to de vis­ta. Qui­zás el temor a eso que lla­ma­ban prohi­bi­cio­nes, regu­la­cio­nes, limi­ta­cio­nes, reglas, auto­ri­da­des para deci­dir sobre la cuestión.

Per­mí­tan­me decir­les en pri­mer lugar que la Revo­lu­ción defien­de la liber­tad, que la Revo­lu­ción ha traí­do al país una suma muy gran­de de liber­ta­des, que la Revo­lu­ción no pue­de ser por esen­cia enemi­ga de las liber­ta­des; que si la preo­cu­pa­ción de alguno es que la Revo­lu­ción vaya a asfi­xiar su espí­ri­tu crea­dor, que esa preo­cu­pa­ción es inne­ce­sa­ria, que esa preo­cu­pa­ción no tie­ne razón de ser.

¿Dón­de pue­de estar la razón de ser de esa preo­cu­pa­ción? Pue­de ver­da­de­ra­men­te preo­cu­par­se por este pro­ble­ma quien no esté segu­ro de sus con­vic­cio­nes revo­lu­cio­na­rias. Pue­de preo­cu­par­se por ese pro­ble­ma quien ten­ga des­con­fian­za acer­ca de su pro­pio arte, quien ten­ga des­con­fian­za acer­ca de su ver­da­de­ra capa­ci­dad para crear.

Y cabe pre­gun­tar­se si un revo­lu­cio­na­rio ver­da­de­ro, si un artis­ta o inte­lec­tual que sien­ta la Revo­lu­ción y que esté segu­ro de que es capaz de ser­vir a la Revo­lu­ción pue­de plan­tear­se este pro­ble­ma. Es decir, que el cam­po de la duda no que­da ya para los escri­to­res y artis­tas ver­da­de­ra­men­te revo­lu­cio­na­rios; el cam­po de la duda que­da para los escri­to­res y artis­tas que sin ser con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios no se sien­tan tam­po­co revo­lu­cio­na­rios (APLAUSOS).

Y es correc­to que un escri­tor y artis­ta que no sien­ta ver­da­de­ra­men­te como revo­lu­cio­na­rio se plan­tee ese pro­ble­ma, es decir, que un escri­tor y artis­ta hones­to, hones­to, que sea capaz de com­pren­der toda la razón de ser y la jus­ti­cia de la Revo­lu­ción, se plan­tee este pro­ble­ma. Por­que el revo­lu­cio­na­rio pone algo por enci­ma de todas las demás cues­tio­nes, el revo­lu­cio­na­rio pone algo por enci­ma aun de su pro­pio espí­ri­tu crea­dor, es decir: pone la Revo­lu­ción por enci­ma de todo lo demás. Y el artis­ta más revo­lu­cio­na­rio sería aquel que estu­vie­ra dis­pues­to a sacri­fi­car has­ta su pro­pia voca­ción artís­ti­ca por la Revo­lu­ción (APLAUSOS).

Nadie ha supues­to nun­ca que todos los hom­bres o todos los escri­to­res o todos los artis­tas ten­gan que ser revo­lu­cio­na­rios, como nadie pue­de supo­ner que todos los hom­bres o todos los revo­lu­cio­na­rios ten­gan que ser artis­tas, ni tam­po­co que todo hom­bre hones­to, por el hecho de ser hones­to, ten­ga que ser revo­lu­cio­na­rio. Revo­lu­cio­na­rio es tam­bién una acti­tud ante la vida, revo­lu­cio­na­rio es tam­bién una acti­tud ante la reali­dad exis­ten­te. Y hay hom­bres que se resig­nan a esa reali­dad, hay hom­bres que se adap­tan a esa reali­dad; y hay hom­bres que no se pue­den resig­nar ni adap­tar a esa reali­dad y tra­tan de cam­biar­la: por eso son revolucionarios.

Pero pue­de haber hom­bres que se adap­ten a esa reali­dad y ser hom­bres hones­tos, solo que su espí­ri­tu no es un espí­ri­tu revo­lu­cio­na­rio, solo que su acti­tud ante la reali­dad no es una acti­tud revo­lu­cio­na­ria. Y pue­de haber, por supues­to, artis­tas —y bue­nos artis­tas— que no ten­gan ante la vida una acti­tud revolucionaria.

Y es pre­ci­sa­men­te para ese gru­po de artis­tas e inte­lec­tua­les para quie­nes la Revo­lu­ción en sí cons­ti­tu­ye un hecho impre­vis­to, un hecho nue­vo, un hecho que inclu­so pue­de afec­tar su áni­mo pro­fun­da­men­te. Es pre­ci­sa­men­te para ese gru­po de artis­tas y de inte­lec­tua­les que la Revo­lu­ción pue­de cons­ti­tuir un pro­ble­ma que se le plantea.

Para un artis­ta o inte­lec­tual mer­ce­na­rio, para un artis­ta o inte­lec­tual des­ho­nes­to, no sería nun­ca un pro­ble­ma. Ese sabe lo que tie­ne que hacer, ese sabe lo que le intere­sa, ese sabe hacia don­de tie­ne que mar­char­se. El pro­ble­ma lo cons­ti­tu­ye ver­da­de­ra­men­te para el artis­ta o el inte­lec­tual que no tie­ne una acti­tud revo­lu­cio­na­ria ante la vida y que, sin embar­go, es una per­so­na honesta.

Cla­ro está que quien tie­ne esa acti­tud ante la vida, sea o no sea revo­lu­cio­na­rio, sea o no sea artis­ta, tie­ne sus fines, tie­ne sus obje­ti­vos. Y todos noso­tros pode­mos pre­gun­tar­nos sobre esos fines y esos obje­ti­vos. Esos fines y esos, obje­ti­vos se diri­gen hacia el cam­bio de esa reali­dad, esos fines y esos obje­ti­vos se diri­gen hacia la reden­ción del hom­bre; es pre­ci­sa­men­te el hom­bre, el seme­jan­te, la reden­ción de su seme­jan­te, lo que cons­ti­tu­ye el obje­ti­vo de los revolucionarios.

Si a los revo­lu­cio­na­rios nos pre­gun­tan qué es lo que más nos impor­ta, noso­tros dire­mos: el pue­blo. Y siem­pre dire­mos: el pue­blo. El pue­blo en su sen­ti­do real, es decir, esa mayo­ría del pue­blo que ha teni­do que vivir en la explo­ta­ción y en el olvi­do más cruel. Nues­tra preo­cu­pa­ción fun­da­men­tal siem­pre serán las gran­des mayo­rías del pue­blo, es decir, las cla­ses opri­mi­das y explo­ta­das del pue­blo. El pris­ma a tra­vés del cual noso­tros lo mira­mos todo es ese: para noso­tros será bueno lo que sea bueno para ellos; para noso­tros será noble, será bello y será útil todo lo que sea noble, sea útil y sea bello para ellos.

Si no se pien­sa así, si no se pien­sa por el pue­blo y para el pue­blo, es decir, si no se pien­sa y no se actúa para esa gran masa explo­ta­da del pue­blo, para esa gran masa a la que se desea redi­mir, enton­ces sen­ci­lla­men­te no se tie­ne una acti­tud revo­lu­cio­na­ria. Al menos ese es el cris­tal a tra­vés del cual noso­tros ana­li­za­mos lo bueno y lo útil y lo bello de cada acción.

Com­pren­de­mos que debe ser una tra­ge­dia para alguien que com­pren­da esto y, sin embar­go, se ten­ga que reco­no­cer inca­paz de luchar por eso. Noso­tros somos o cree­mos ser hom­bres revo­lu­cio­na­rios; quien sea más artis­ta que revo­lu­cio­na­rio no pue­de pen­sar exac­ta­men­te igual que noso­tros. Noso­tros lucha­mos por el pue­blo y no pade­ce­mos nin­gún con­flic­to, por­que lucha­mos por el pue­blo y sabe­mos que pode­mos lograr los pro­pó­si­tos de nues­tras luchas.

El pue­blo es la meta prin­ci­pal. En el pue­blo hay que pen­sar pri­me­ro que en noso­tros mis­mos. Y esa es la úni­ca acti­tud que pue­de defi­nir­se como una acti­tud ver­da­de­ra­men­te revolucionaria.

Y para aque­llos que no pue­dan tener o no ten­gan esa acti­tud, pero que son per­so­nas hon­ra­das, es para quie­nes cons­ti­tu­ye el pro­ble­ma a que hacía­mos refe­ren­cia. Y de la mis­ma mane­ra que para ellos la Revo­lu­ción cons­ti­tu­ye un pro­ble­ma, ellos cons­ti­tu­yen tam­bién para la Revo­lu­ción un pro­ble­ma del cual la Revo­lu­ción debe preocuparse.

Aquí se seña­ló con acier­to el caso de muchos escri­to­res y artis­tas que no eran revo­lu­cio­na­rios, pero que sin embar­go eran escri­to­res y artis­tas hones­tos; que ade­más que­rían ayu­dar a la Revo­lu­ción; que ade­más a la Revo­lu­ción le intere­sa­ba su ayu­da; que que­rían tra­ba­jar para la Revo­lu­ción y que a su vez a la Revo­lu­ción le intere­sa­ba que ellos apor­ta­ran sus cono­ci­mien­tos y su esfuer­zo en bene­fi­cio de la mis­ma. Es más fácil apre­ciar esto cuan­do se ana­li­zan los casos pecu­lia­res. Y entre esos casos pecu­lia­res hay un sin­nú­me­ro de casos que no son tan fáci­les de analizar.

Pero aquí habló un escri­tor cató­li­co, plan­teó lo que a él le preo­cu­pa­ba, y lo dijo con toda cla­ri­dad. El pre­gun­tó si él podía hacer una inter­pre­ta­ción des­de su pun­to de vis­ta idea­lis­ta de un pro­ble­ma deter­mi­na­do, o si él podía escri­bir una obra defen­dien­do esos pun­tos de vis­ta suyos; él con toda fran­que­za seña­ló si den­tro de un régi­men revo­lu­cio­na­rio él podía expre­sar­se den­tro de esos sen­ti­mien­tos, de acuer­do con esos sen­ti­mien­tos. Plan­teó el pro­ble­ma de una for­ma que pue­de con­si­de­rar­se sim­bó­li­ca; a él lo que le preo­cu­pa­ba era saber si él podía escri­bir de acuer­do con esos sen­ti­mien­tos o de acuer­do con esa ideo­lo­gía, que no era pre­ci­sa­men­te la ideo­lo­gía de la Revo­lu­ción; que él esta­ba de acuer­do con la Revo­lu­ción en las cues­tio­nes eco­nó­mi­cas o socia­les, pero que tenía una posi­ción filo­só­fi­ca dis­tin­ta a la filo­so­fía de la Revolución.

Y ese es un caso digno de tener­se muy en cuen­ta, por­que es pre­ci­sa­men­te un caso repre­sen­ta­ti­vo de esa zona de escri­to­res y de artis­tas que tenían una dis­po­si­ción favo­ra­ble con res­pec­to a la Revo­lu­ción y que desea­ban saber qué gra­do de liber­tad tenían, den­tro de las con­di­cio­nes revo­lu­cio­na­rias, para expre­sar­se de acuer­do con esos sentimientos.

Ese es el sec­tor que cons­ti­tu­ye para la Revo­lu­ción el pro­ble­ma, de la mis­ma mane­ra que la Revo­lu­ción cons­ti­tu­ye para ellos un pro­ble­ma. Y es deber de la Revo­lu­ción preo­cu­par­se por esos casos, es deber de la Revo­lu­ción preo­cu­par­se por la situa­ción de esos artis­tas y de esos escri­to­res. Por­que la Revo­lu­ción debe tener la aspi­ra­ción de que mar­chen jun­to a ella no solo todos los revo­lu­cio­na­rios, no solo todos los artis­tas e inte­lec­tua­les revo­lu­cio­na­rios. Es posi­ble que los hom­bres y las muje­res que ten­gan una acti­tud real­men­te revo­lu­cio­na­ria ante la reali­dad, no cons­ti­tu­yan el sec­tor mayo­ri­ta­rio de la pobla­ción: los revo­lu­cio­na­rios son la van­guar­dia del pue­blo. Pero los revo­lu­cio­na­rios deben aspi­rar a que mar­che jun­to a ellos todo el pue­blo. La Revo­lu­ción no pue­de renun­ciar a que todos los hom­bres y muje­res hones­tos, sean o no escri­to­res o artis­tas, mar­chen jun­to a ella; la Revo­lu­ción debe aspi­rar a que todo el que ten­ga dudas se con­vier­ta en revo­lu­cio­na­rio; la Revo­lu­ción debe tra­tar de ganar para sus ideas a la mayor par­te del pue­blo; la Revo­lu­ción nun­ca debe renun­ciar a con­tar con la mayo­ría del pue­blo, a con­tar no solo con los revo­lu­cio­na­rios, sino con todos los ciu­da­da­nos hones­tos, que aun­que no sean revo­lu­cio­na­rios —es decir, que no ten­gan una acti­tud revo­lu­cio­na­ria ante la vida — , estén con ella. La Revo­lu­ción solo debe renun­ciar a aque­llos que sean inco­rre­gi­ble­men­te reac­cio­na­rios, que sean inco­rre­gi­ble­men­te contrarrevolucionarios.

Y la Revo­lu­ción tie­ne que tener una polí­ti­ca para esa par­te del pue­blo, la Revo­lu­ción tie­ne que tener una acti­tud para esa par­te de los inte­lec­tua­les y de los escri­to­res. La Revo­lu­ción tie­ne que com­pren­der esa reali­dad, y por lo tan­to debe actuar de mane­ra que todo ese sec­tor de los artis­tas y de los inte­lec­tua­les que no sean genui­na­men­te revo­lu­cio­na­rios, encuen­tren que den­tro de la Revo­lu­ción tie­nen un cam­po para tra­ba­jar y para crear; y que su espí­ri­tu crea­dor, aun cuan­do no sean escri­to­res o artis­tas revo­lu­cio­na­rios, tie­ne opor­tu­ni­dad y tie­ne liber­tad para expre­sar­se. Es decir, den­tro de la Revolución.

Esto sig­ni­fi­ca que den­tro de la Revo­lu­ción, todo; con­tra la Revo­lu­ción, nada. Con­tra la Revo­lu­ción nada, por­que la Revo­lu­ción tie­ne tam­bién sus dere­chos; y el pri­mer dere­cho de la Revo­lu­ción es el dere­cho a exis­tir. Y fren­te al dere­cho de la Revo­lu­ción de ser y de exis­tir, nadie —por cuan­to la Revo­lu­ción com­pren­de los intere­ses del pue­blo, por cuan­to la Revo­lu­ción sig­ni­fi­ca los intere­ses de la nación ente­ra — , nadie pue­de ale­gar con razón un dere­cho con­tra ella. Creo que esto es bien claro.

¿Cuá­les son los dere­chos de los escri­to­res y de los artis­tas, revo­lu­cio­na­rios o no revo­lu­cio­na­rios? Den­tro de la Revo­lu­ción, todo; con­tra la Revo­lu­ción, nin­gún dere­cho (APLAUSOS).

Y esto no sería nin­gu­na ley de excep­ción para los artis­tas y para los escri­to­res. Esto es un prin­ci­pio gene­ral para todos los ciu­da­da­nos, es un prin­ci­pio fun­da­men­tal de la Revo­lu­ción. Los con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios, es decir, los enemi­gos de la Revo­lu­ción, no tie­nen nin­gún dere­cho con­tra la Revo­lu­ción, por­que la Revo­lu­ción tie­ne un dere­cho: el dere­cho de exis­tir, el dere­cho a desa­rro­llar­se y el dere­cho a ven­cer. ¿Quién pudie­ra poner en duda ese dere­cho de un pue­blo que ha dicho ¡Patria o Muer­te!, es decir, la Revo­lu­ción o la muer­te, la exis­ten­cia de la Revo­lu­ción o nada, de una Revo­lu­ción que ha dicho ¡Ven­ce­re­mos!? Es decir, que se ha plan­tea­do muy seria­men­te un pro­pó­si­to, y por res­pe­ta­bles que sean los razo­na­mien­tos per­so­na­les de un enemi­go de la Revo­lu­ción, mucho más res­pe­ta­bles son los dere­chos y las razo­nes de una revo­lu­ción tan­to más, cuan­to que una revo­lu­ción es un pro­ce­so his­tó­ri­co, cuan­to que una revo­lu­ción no es ni pue­de ser obra del capri­cho o de la volun­tad de nin­gún hom­bre, cuan­to que una revo­lu­ción solo pue­de ser obra de la nece­si­dad y de la volun­tad de un pue­blo. Y fren­te a los dere­chos de todo un pue­blo, los dere­chos de los enemi­gos de ese pue­blo no cuentan.

Cuan­do hablá­ba­mos de los casos extre­mos, noso­tros lo hacía­mos sen­ci­lla­men­te para expre­sar con más cla­ri­dad nues­tras ideas. Ya dije que entre esos casos extre­mos hay una gran varie­dad de acti­tu­des men­ta­les y hay tam­bién una gran varie­dad de preo­cu­pa­cio­nes. No sig­ni­fi­ca nece­sa­ria­men­te que alber­gar algu­na preo­cu­pa­ción sig­ni­fi­que no ser revo­lu­cio­na­rio. Noso­tros hemos tra­ta­do de defi­nir las acti­tu­des esenciales.

La Revo­lu­ción no pue­de pre­ten­der asfi­xiar el arte o la cul­tu­ra, cuan­do una de las metas y uno de los pro­pó­si­tos fun­da­men­ta­les de la Revo­lu­ción es desa­rro­llar el arte y la cul­tu­ra, pre­ci­sa­men­te para que el arte y la cul­tu­ra lle­guen a ser un ver­da­de­ro patri­mo­nio del pue­blo. Y al igual que noso­tros hemos que­ri­do para el pue­blo una vida mejor en el orden mate­rial, que­re­mos para el pue­blo una vida mejor tam­bién en el orden espi­ri­tual, que­re­mos para el pue­blo una vida mejor en el orden cul­tu­ral. Y lo mis­mo que la Revo­lu­ción se preo­cu­pa del desa­rro­llo de las con­di­cio­nes y de las fuer­zas que per­mi­tan al pue­blo la satis­fac­ción de todas sus nece­si­da­des mate­ria­les, noso­tros que­re­mos desa­rro­llar tam­bién las con­di­cio­nes que per­mi­tan al pue­blo la satis­fac­ción de todas sus nece­si­da­des culturales.

¿Que el pue­blo tie­ne un nivel bajo de cul­tu­ra? ¿Que un por­cen­ta­je alto del pue­blo no sabe leer ni escri­bir? Tam­bién un por­cen­ta­je alto del pue­blo pasa ham­bre, o al menos vive o vivía en con­di­cio­nes duras, vivía en con­di­cio­nes de mise­ria; una par­te del pue­blo care­ce de un gran núme­ro de bie­nes mate­ria­les que son para ellos indis­pen­sa­bles, y noso­tros tra­ta­mos de pro­pi­ciar las con­di­cio­nes para que todos esos bie­nes mate­ria­les lle­guen al pue­blo. De la mis­ma mane­ra debe­mos pro­pi­ciar las con­di­cio­nes para que todos esos bie­nes cul­tu­ra­les lle­guen al pueblo.

No quie­re decir eso que el artis­ta ten­ga que sacri­fi­car el valor de sus crea­cio­nes y que nece­sa­ria­men­te ten­ga que sacri­fi­car esa cali­dad. ¡No quie­re decir eso! Quie­re decir que tene­mos que luchar en todos los sen­ti­dos para que el crea­dor pro­duz­ca para el pue­blo y el pue­blo a su vez ele­ve su nivel cul­tu­ral que le per­mi­ta acer­car­se tam­bién a los creadores.

No se pue­de seña­lar una regla de carác­ter gene­ral: todas las mani­fes­ta­cio­nes artís­ti­cas no son exac­ta­men­te de la mis­ma natu­ra­le­za; y a veces hemos plan­tea­do aquí las cosas como si todas las mani­fes­ta­cio­nes artís­ti­cas fue­sen exac­ta­men­te de la mis­ma natu­ra­le­za. Hay expre­sio­nes del espí­ri­tu crea­dor que por su pro­pia natu­ra­le­za pue­den ser mucho más ase­qui­bles al pue­blo que otras mani­fes­ta­cio­nes del espí­ri­tu crea­dor. Por eso no se pue­de seña­lar una regla gene­ral, ¿por­que en qué expre­sión artís­ti­ca es que el artis­ta tie­ne que ir al pue­blo y en cuál el pue­blo tie­ne que ir al artis­ta? ¿Se pue­de hacer una afir­ma­ción de carác­ter gene­ral en ese sen­ti­do? ¡No! Sería una regla dema­sia­do simple.

Hay que esfor­zar­se en todas las mani­fes­ta­cio­nes por lle­gar al pue­blo, pero a su vez hay que hacer todo lo que esté al alcan­ce de nues­tras manos para que el pue­blo pue­da com­pren­der cada vez más y mejor. Creo que ese prin­ci­pio no con­tra­di­ga las aspi­ra­cio­nes de nin­gún artis­ta, mucho menos si se tie­ne en cuen­ta que los hom­bres crean para sus con­tem­po­rá­neos. No se diga que hay artis­tas pen­san­do en la pos­te­ri­dad por­que, des­de lue­go sin el pro­pó­si­to de con­si­de­rar nues­tro jui­cio infa­li­ble ni mucho menos, creo que quien así pien­se se está auto­su­ges­tio­nan­do (APLAUSOS).

Y eso no quie­re decir que quien tra­ba­je para sus con­tem­po­rá­neos ten­ga que renun­ciar a la pos­te­ri­dad de su obra, por­que pre­ci­sa­men­te crean­do para sus con­tem­po­rá­neos, inde­pen­dien­te­men­te inclu­so de que sus con­tem­po­rá­neos lo hayan com­pren­di­do o no, es que las obras han adqui­ri­do un valor his­tó­ri­co y un valor universal.

Noso­tros no esta­mos hacien­do una Revo­lu­ción para las gene­ra­cio­nes veni­de­ras; noso­tros esta­mos hacien­do una Revo­lu­ción con esta gene­ra­ción y por esta gene­ra­ción, inde­pen­dien­te­men­te de que los bene­fi­cios de esta obra bene­fi­cien a las gene­ra­cio­nes veni­de­ras y se con­vier­ta en un acon­te­ci­mien­to his­tó­ri­co. Noso­tros no esta­mos hacien­do una revo­lu­ción para la pos­te­ri­dad; esta Revo­lu­ción pasa­rá a la pos­te­ri­dad por­que es una revo­lu­ción para aho­ra y para los hom­bres y las muje­res de aho­ra (APLAUSOS).

¿Quién nos segui­ría a noso­tros si estu­vié­se­mos hacien­do una revo­lu­ción para las gene­ra­cio­nes veni­de­ras? Tra­ba­ja­mos y crea­mos para nues­tros con­tem­po­rá­neos, sin que esto le qui­te a nin­gu­na crea­ción artís­ti­ca el méri­to de aspi­rar a la eternidad.

Esas son ver­da­des que todos debe­mos ana­li­zar con hon­ra­dez, y creo que hay que par­tir de cier­tas ver­da­des fun­da­men­ta­les para no sacar con­clu­sio­nes erró­neas. Y no vemos noso­tros que haya moti­vos de preo­cu­pa­cio­nes para nin­gún artis­ta o escri­tor honrado.

Noso­tros no somos enemi­gos de la liber­tad. Nadie aquí es enemi­go de la liber­tad. ¿A quién teme­mos? ¿Qué auto­ri­dad es la que teme­mos que vaya a asfi­xiar nues­tro espí­ri­tu crea­dor? ¿Qué com­pa­ñe­ros del Con­se­jo Nacio­nal de Cultura?

De la impre­sión que noso­tros per­so­nal­men­te tene­mos de las con­ver­sa­cio­nes con los com­pa­ñe­ros del Con­se­jo Nacio­nal de Cul­tu­ra, hemos obser­va­do pun­tos de vis­ta y sen­ti­mien­tos que son muy aje­nos a las preo­cu­pa­cio­nes que aquí se plan­tea­ron acer­ca de limi­ta­cio­nes, doga­les, y cosas por el esti­lo, al espí­ri­tu crea­dor. Nues­tra con­clu­sión es que los com­pa­ñe­ros del Con­se­jo Nacio­nal están tan preo­cu­pa­dos como todos uste­des de que se logren las mejo­res con­di­cio­nes para que ese espí­ri­tu crea­dor de los artis­tas y de los inte­lec­tua­les se desarrolle.

¿Sen­ti­mos el temor de la exis­ten­cia de un orga­nis­mo nacio­nal, que es un deber de la Revo­lu­ción y del Gobierno Revo­lu­cio­na­rio con­tar con un órgano alta­men­te cali­fi­ca­do que esti­mu­le, fomen­te, desa­rro­lle y orien­te, sí, orien­te ese espí­ri­tu crea­dor? ¡Lo con­si­de­ra­mos un deber! ¿Y eso aca­so pue­de cons­ti­tuir un aten­ta­do al dere­cho de los escri­to­res y de los artis­tas? Eso pue­de cons­ti­tuir una ame­na­za al dere­cho de los escri­to­res y de los artis­tas por el temor de que se come­ta una arbi­tra­rie­dad o un exce­so de auto­ri­dad? De la mis­ma mane­ra pode­mos alber­gar el temor que al pasar por un semá­fo­ro el poli­cía nos agre­da, de la mis­ma mane­ra pode­mos alber­gar el temor a que el juez nos con­de­ne, de la mis­ma mane­ra pode­mos alber­gar el temor de que la fuer­za exis­ten­te en el poder revo­lu­cio­na­rio come­ta un acto de vio­len­cia con­tra noso­tros; es decir que ten­dría­mos enton­ces que preo­cu­par­nos de todas esas cosas. Y, sin embar­go, la acti­tud del ciu­da­dano no es lo de creer que el mili­ciano va a dis­pa­rar con­tra él, de que el juez lo va a san­cio­nar o de que el poder va a ejer­cer la vio­len­cia con­tra su persona.

La exis­ten­cia de una auto­ri­dad en el orden cul­tu­ral no sig­ni­fi­ca que haya una razón para preo­cu­par­se del abu­so de esa auto­ri­dad, por­que, ¿quién es el que quie­re o el que desea que esa auto­ri­dad cul­tu­ral no exis­ta? Por el mis­mo camino podría aspi­rar a que no exis­tie­ra la mili­cia, que no exis­tie­ra la poli­cía, que no exis­tie­ra el poder del Esta­do y que inclu­so no exis­tie­ra el Esta­do. Y si a alguien le preo­cu­pa tan­to que no exis­ta la menor auto­ri­dad esta­tal, enton­ces que no se preo­cu­pe, que ten­ga pacien­cia, que ya lle­ga­rá el día en que el Esta­do tam­po­co exis­ta (APLAUSOS).

Tie­ne que exis­tir un con­se­jo que orien­te, que esti­mu­le, que desa­rro­lle, que tra­ba­je para crear las mejo­res con­di­cio­nes para el tra­ba­jo de los artis­tas y de los inte­lec­tua­les, ¿y quién es el pri­mer defen­sor de los intere­ses de los artis­tas y de los inte­lec­tua­les si no ese mis­mo con­se­jo? ¿Quién es el que pro­po­ne leyes y sugie­re medi­das de todo orden para ele­var esas con­di­cio­nes si no el Con­se­jo Nacio­nal de Cul­tu­ra? ¿Quién pro­po­ne una ley de impren­ta nacio­nal para sub­sa­nar esas defi­cien­cias que se han seña­la­do aquí? ¿Quién pro­po­ne la crea­ción del lns­ti­tu­to de Etno­lo­gía y Fol­klo­re si no pre­ci­sa­men­te el Con­se­jo Nacio­nal? ¿Quién abo­ga por­que se dis­pon­ga de los pre­su­pues­tos y de las divi­sas nece­sa­rias para traer libros, que hace muchos meses que no entran en el país, para adqui­rir mate­rial para que los pin­to­res y los artis­tas plás­ti­cos pue­dan tra­ba­jar? ¿Quién se preo­cu­pa de los pro­ble­mas eco­nó­mi­cos, es decir, de las con­di­cio­nes mate­ria­les de los artis­tas? ¿Qué orga­nis­mo es el que se preo­cu­pa por toda una serie de nece­si­da­des actua­les de los escri­to­res y de los artis­tas? ¿Quién defien­de en el seno del gobierno los pre­su­pues­tos, las edi­fi­ca­cio­nes y los pro­yec­tos, pre­ci­sa­men­te para ele­var el nivel de las con­di­cio­nes y de las cir­cuns­tan­cias en que uste­des vayan a tra­ba­jar? Es pre­ci­sa­men­te el Con­se­jo Nacio­nal de Cultura.

¿Por qué mirar a ese con­se­jo con reser­va? ¿Por qué mirar a esa auto­ri­dad como una supues­ta auto­ri­dad que va pre­ci­sa­men­te a hacer lo con­tra­rio a limi­tar nues­tras con­di­cio­nes, a asfi­xiar nues­tro espí­ri­tu crea­dor? Se con­ci­be que se preo­cu­pa­ran de esa auto­ri­dad aque­llos que no tuvie­ran pro­ble­mas de nin­gu­na cla­se, pero en reali­dad quie­nes pue­dan apre­ciar la nece­si­dad de toda la ges­tión y de todo el tra­ba­jo que tie­ne que hacer ese con­se­jo no lo mira­rían jamás con reser­va, y ade­más por­que el con­se­jo tie­ne tam­bién una obli­ga­ción con el pue­blo y tie­ne una obli­ga­ción con la Revo­lu­ción y con el Gobierno Revo­lu­cio­na­rio, que es cum­plir los obje­ti­vos para los cua­les fue crea­do, y tie­ne tan­to inte­rés en el éxi­to de su tra­ba­jo como cada artis­ta tie­ne inte­rés tam­bién en el éxi­to del suyo.

No sé si se me que­da­rán algu­nos de los pro­ble­mas fun­da­men­ta­les que aquí se seña­la­ron. Se dis­cu­tió mucho el pro­ble­ma de la pelí­cu­la. Yo no he vis­to la pelí­cu­la: ten­go deseos de ver la pelí­cu­la (RISAS), ten­go curio­si­dad por ver la pelí­cu­la. ¿Que fue mal­tra­ta­da la pelí­cu­la? En reali­dad creo que nin­gu­na pelí­cu­la ha reci­bi­do tan­tos hono­res y que nin­gu­na pelí­cu­la se ha dis­cu­ti­do tan­to (RISAS).

Aun­que noso­tros no hemos vis­to esa pelí­cu­la nos hemos remi­ti­do al cri­te­rio de una serie de com­pa­ñe­ros que han vis­to la pelí­cu­la, entre ellos el cri­te­rio del com­pa­ñe­ro Pre­si­den­te, el cri­te­rio de dis­tin­tos com­pa­ñe­ros del Con­se­jo Nacio­nal de Cul­tu­ra. De más está decir que es un cri­te­rio y es una opi­nión que mere­ce para noso­tros todo el res­pe­to, pero hay algo que creo que no se pue­de dis­cu­tir, y es el dere­cho esta­ble­ci­do por la ley a ejer­cer la fun­ción que en este caso desem­pe­ñó el Ins­ti­tu­to del Cine o la comi­sión revi­so­ra. ¿Se dis­cu­te aca­so ese dere­cho del gobierno? ¿Tie­ne o no tie­ne dere­cho el gobierno a ejer­cer esa fun­ción? Para noso­tros en este caso la fun­ción fun­da­men­tal es, pri­me­ro, si exis­tía o no exis­tía ese dere­cho por par­te del gobierno. Se podrá dis­cu­tir la cues­tión del pro­ce­di­mien­to, cómo se hizo, si no fue ami­ga­ble, si pudo haber sido mejor un pro­ce­di­mien­to de tipo amis­to­so; se pue­de has­ta dis­cu­tir si fue jus­ta o no jus­ta la deci­sión; pero hay algo que no creo que dis­cu­ta nadie, y es el dere­cho del gobierno a ejer­cer esa fun­ción. Por­que si impug­na­mos ese dere­cho enton­ces sig­ni­fi­ca­ría que el gobierno no tie­ne dere­cho a revi­sar las pelí­cu­las que vayan a exhi­bir­se ante el pue­blo. Y creo que ese es un dere­cho que no se discute.

Hay ade­más algo que todos com­pren­de­mos per­fec­ta­men­te: que entre las mani­fes­ta­cio­nes de tipo inte­lec­tual o artís­ti­co hay algu­nas que tie­nen una impor­tan­cia en cuan­to a la edu­ca­ción del pue­blo o a la for­ma­ción ideo­ló­gi­ca del pue­blo, supe­rior a otros tipos de mani­fes­ta­cio­nes artís­ti­cas, y no creo que nadie ose dis­cu­tir que uno de esos medios fun­da­men­ta­les e impor­tan­tí­si­mos es el cine, como lo es la televisión.

¿Y en reali­dad pudie­ra dis­cu­tir­se en medio de la Revo­lu­ción el dere­cho que tie­ne el gobierno a regu­lar, revi­sar y fis­ca­li­zar las pelí­cu­las que se exhi­ban al pue­blo? ¿Es aca­so eso lo que se está dis­cu­tien­do? ¿Y se pue­de con­si­de­rar eso una limi­ta­ción o una fór­mu­la prohi­bi­ti­va, el dere­cho del Gobierno Revo­lu­cio­na­rio a fis­ca­li­zar esos medios de divul­ga­ción que tan­ta influen­cia tie­nen en el pue­blo? Si noso­tros impug­na­mos ese dere­cho del Gobierno Revo­lu­cio­na­rio esta­ría­mos incu­rrien­do en un pro­ble­ma de prin­ci­pios, por­que negar esa facul­tad al Gobierno Revo­lu­cio­na­rio sería negar­le al gobierno su fun­ción y su res­pon­sa­bi­li­dad, sobre todo en medio de una lucha revo­lu­cio­na­ria, de diri­gir al pue­blo y de diri­gir a la Revolución.

Y a veces ha pare­ci­do que se impug­na­ba ese dere­cho del gobierno. Y en reali­dad si se impug­na ese dere­cho del gobierno noso­tros opi­na­mos que el gobierno tie­ne ese dere­cho. Y si tie­ne ese dere­cho pue­de hacer uso de ese dere­cho; lo pue­de hacer equi­vo­ca­da­men­te. Eso no quie­re decir que sea infa­li­ble el gobierno. El gobierno actuan­do en ejer­ci­cio de un dere­cho o de una fun­ción que le corres­pon­da no tie­ne que ser nece­sa­ria­men­te infalible.

Pero, ¿quién es el que tie­ne tan­tas reser­vas con res­pec­to al gobierno? ¿Quién es el que tie­ne tan­tas dudas? ¿Quién es el que tie­ne tan­ta sos­pe­cha con res­pec­to al Gobierno Revo­lu­cio­na­rio y quién es el que des­con­fía tan­to del Gobierno Revo­lu­cio­na­rio, que aun cuan­do pen­sa­ra que esta­ba equi­vo­ca­da una deci­sión suya pien­se que cons­ti­tu­ye un peli­gro y cons­ti­tu­ye un ver­da­de­ro moti­vo de terror el pen­sar que el gobierno pue­da siem­pre equi­vo­car­se? No estoy afir­man­do, ni mucho menos, que el gobierno se haya equi­vo­ca­do en esa deci­sión, lo que estoy afir­man­do es que el gobierno actua­ba en uso de un dere­cho; tra­to de situar­me en el lugar de los que tra­ba­ja­ron en esa pelí­cu­la, tra­to de situar­me en el áni­mo de los que hicie­ron la pelí­cu­la, y tra­to de com­pren­der inclu­so su pena, su dis­gus­to, su dolor de que la pelí­cu­la no se hubie­se exhibido.

Cual­quie­ra pue­de com­pren­der eso per­fec­ta­men­te. Pero hay que com­pren­der que se actuó en uso de un dere­cho, y que fue cri­te­rio que con­tó con el res­pal­do de com­pa­ñe­ros com­pe­ten­tes y com­pa­ñe­ros res­pon­sa­bles del gobierno, y que en reali­dad no hay dere­cho fun­da­do para des­con­fiar del espí­ri­tu de jus­ti­cia y de equi­dad de los hom­bres del Gobierno Revo­lu­cio­na­rio, por­que el Gobierno Revo­lu­cio­na­rio no ha dado razo­nes para que alguien pue­da poner en duda su espí­ri­tu de jus­ti­cia y de equidad.

No pode­mos pen­sar que sea­mos per­fec­tos. Inclu­so no pode­mos pen­sar que sea­mos aje­nos a pasio­nes. ¿Pudie­ran algu­nos seña­lar que deter­mi­na­dos com­pa­ñe­ros del gobierno sean apa­sio­na­dos o no sean aje­nos a pasio­nes, y los que tal cosa crean pue­den ver­da­de­ra­men­te ase­gu­rar que ellos tam­po­co sean aje­nos a pasio­nes? ¿Y se les pue­de impug­nar acti­tu­des de tipo per­so­nal a algu­nos com­pa­ñe­ros sin acep­tar siquie­ra que esas opi­nio­nes pue­dan estar teñi­das tam­bién por acti­tu­des de tipo per­so­nal? Aquí podría­mos decir aque­llo de que quien se sien­ta per­fec­to o se sien­ta ajeno a las pasio­nes, que tire la pri­me­ra piedra.

Creo que ha habi­do per­so­na­lis­mo y pasión en la dis­cu­sión. ¿En estas dis­cu­sio­nes no ha habi­do per­so­na­lis­mo y no ha habi­do pasión? Es que todos abso­lu­ta­men­te aquí vinie­ron des­po­ja­dos de pasio­nes y de per­so­na­lis­mos? ¿Es que todos abso­lu­ta­men­te hemos veni­do des­po­ja­dos tam­bién de espí­ri­tu de gru­po? ¿Es que no ha habi­do corrien­tes y ten­den­cias den­tro de esta dis­cu­sión? Eso no se pue­de negar. Si un niño de seis años hubie­se esta­do sen­ta­do aquí, se habría dado cuen­ta tam­bién de las dis­tin­tas corrien­tes y de los dis­tin­tos pun­tos de vis­ta y de las dis­tin­tas pasio­nes que se esta­ban debatiendo.

Los com­pa­ñe­ros han dicho muchas cosas, han dicho cosas intere­san­tes; algu­nos han dicho cosas bri­llan­tes. Todos han sido muy eru­di­tos (RISAS). Pero por enci­ma de todo ha habi­do una reali­dad: la reali­dad mis­ma de la dis­cu­sión y la liber­tad con que todos han podi­do expre­sar­se y defen­der sus pun­tos de vis­ta; la liber­tad con que todos han podi­do hablar y expo­ner aquí sus cri­te­rios en el seno de una reu­nión amplia —y que ha sido más amplia cada día — , de una reu­nión que noso­tros enten­de­mos que es una reu­nión posi­ti­va, de una reu­nión don­de pode­mos disi­par toda una serie de dudas y de preocupaciones.

Y que ha habi­do que­re­llas, ¿quién lo duda? (RISAS) Y que ha habi­do gue­rras y gue­rri­tas aquí en el seno de los escri­to­res y artis­tas, ¿quién lo duda? (RISAS) Y que ha habi­do crí­ti­cas y super­crí­ti­cas ¿quién lo duda? Y que algu­nos com­pa­ñe­ros han ensa­ya­do sus armas y han pro­ba­do sus armas a cos­ta de otros com­pa­ñe­ros, ¿quién lo duda?

Aquí han habla­do los heri­dos y han expre­sa­do su que­ja sen­ti­da con­tra lo que han esti­ma­do ata­ques injus­tos. Afor­tu­na­da­men­te no han pasa­do los cadá­ve­res, sino los heri­dos (RISAS); com­pa­ñe­ros inclu­so con­va­le­cien­tes toda­vía de las heri­das reci­bi­das (RISAS). Y algu­nos de ellos pre­sen­ta­ban como una evi­den­te injus­ti­cia el que se les haya ata­ca­do con caño­nes de grue­so cali­bre sin poder siquie­ra ripos­tar el fuego.

Que ha habi­do crí­ti­cas duras, ¿quién lo duda? Y en cier­to sen­ti­do aquí se plan­teó ese pro­ble­ma. Y esos pro­ble­mas noso­tros no pode­mos pre­ten­der dilu­ci­dar­los con dos pala­bras. Pero creo que de las cosas que se plan­tea­ron aquí, una de las más correc­tas es que el espí­ri­tu de la crí­ti­ca debía ser cons­truc­ti­vo, debía ser posi­ti­vo, y no des­truc­tor. Eso, has­ta los que no enten­de­mos nada abso­lu­ta­men­te de crí­ti­ca, lo vemos cla­ro. Por algo la pala­bra crí­ti­ca ha veni­do a ser sinó­ni­mo de ata­que, cuan­do real­men­te no quie­re decir eso, no tie­ne que que­rer decir eso. Pero cuan­do a alguien le dicen: Fulano te cri­ti­có, ense­gui­da se pone bra­vo antes de pre­gun­tar qué dijo (Risas). Es decir, que lo des­tru­yó. Es decir, que debe haber un prin­ci­pio en la crí­ti­ca: que sea constructiva.

Si en reali­dad a cual­quie­ra de noso­tros que hemos esta­do un poco aje­nos a estos pro­ble­mas o a estas luchas, a estos ensa­yos y prue­bas de armas, nos expli­can el caso de algu­nos com­pa­ñe­ros que casi han esta­do al bor­de de una depre­sión insal­va­ble, es posi­ble que sim­pa­ti­ce­mos con las víc­ti­mas; por­que tene­mos esa ten­den­cia a sim­pa­ti­zar con las víctimas.

Noso­tros aquí, sin­ce­ra­men­te, no hemos que­ri­do sino con­tri­buir a la com­pren­sión y a la unión de todos. Y hemos tra­ta­do de evi­tar pala­bras que sir­van para herir a nadie ni para des­alen­tar a nadie. Pero es incues­tio­na­ble un hecho: que pue­den dar­se casos de esas luchas o con­tro­ver­sias, en que no exis­ta igual­dad de con­di­cio­nes para todos.

Eso por par­te de la Revo­lu­ción no pue­de ser jus­to. La Revo­lu­ción no les pue­de dar armas a unos con­tra otros, la Revo­lu­ción no les debe dar armas a unos con­tra otros. Noso­tros cree­mos que los escri­to­res y artis­tas deben tener todos opor­tu­ni­dad de mani­fes­tar­se; noso­tros cree­mos que los escri­to­res y artis­tas, a tra­vés de su aso­cia­ción, deben tener un maga­zi­ne cul­tu­ral amplio, al que todos ten­gan acceso.

¿No les pare­ce que eso sería una cosa justa?

La Revo­lu­ción pue­de poner esos recur­sos, no en manos de un gru­po: la Revo­lu­ción pue­de y debe poner esos recur­sos de mane­ra que pue­dan ser amplia­men­te uti­li­za­dos por todos los escri­to­res y artistas.

Uste­des van a cons­ti­tuir pron­to la Aso­cia­ción de Artis­tas, van a con­cu­rrir a un con­gre­so. No sé si se dis­cu­ti­rán o no las cues­tio­nes que plan­tea­ba el com­pa­ñe­ro Wal­te­rio sobre Aran­go y Parre­ño y sobre Saco (RISAS); pero sabe­mos que se van a reu­nir. Y una de las cosas que noso­tros pro­po­ne­mos es que la Aso­cia­ción de Artis­tas, adon­de deben acu­dir todos con espí­ri­tu ver­da­de­ra­men­te cons­truc­ti­vo… Por­que si alguien pien­sa que se le quie­re eli­mi­nar, por­que si alguien pien­sa que se le quie­re aho­gar, noso­tros pode­mos ase­gu­rar­le que está abso­lu­ta­men­te equi­vo­ca­do. Por eso debe cele­brar­se ese con­gre­so con espí­ri­tu ver­da­de­ra­men­te cons­truc­ti­vo, y pue­de cele­brar­se. Y cree­mos que uste­des son capa­ces de cele­brar en ese espí­ri­tu ese con­gre­so. Que se orga­ni­ce una fuer­te aso­cia­ción de artis­tas y de escri­to­res —y ya era hora — , y que uste­des orga­ni­za­da­men­te con­tri­bu­yan con todo su entu­sias­mo a las tareas que les corres­pon­den en la Revo­lu­ción. Y que sea un orga­nis­mo amplio, de todos los artis­tas y escritores.

Cree­mos que esa sería una fór­mu­la para que cuan­do nos vol­va­mos a reu­nir —y cree­mos que debe­mos vol­ver­nos a reu­nir (APLAUSOS)… Por lo menos noso­tros no debe­mos pri­var­nos volun­ta­ria­men­te del pla­cer y de la uti­li­dad de estas reunio­nes, que para noso­tros han cons­ti­tui­do tam­bién un moti­vo de aten­ción sobre todos estos pro­ble­mas. Tene­mos que vol­ver­nos a reu­nir. ¿Qué sig­ni­fi­ca eso? Pues que tene­mos que seguir dis­cu­tien­do estos pro­ble­mas. Es decir, que va a haber algo que debe ser moti­vo de tran­qui­li­dad para todos, y es cono­cer el inte­rés que tie­ne el gobierno por los pro­ble­mas y, al mis­mo tiem­po, la opor­tu­ni­dad esta de dis­cu­tir en una asam­blea amplia todas estas cuestiones.

Nos pare­ce que eso debe ser un moti­vo de satis­fac­ción para los escri­to­res y para los artis­tas. Y con eso noso­tros tam­bién segui­re­mos toman­do infor­ma­ción y adqui­rien­do mejo­res cono­ci­mien­tos por nues­tra parte.

El Con­se­jo Nacio­nal debe tener tam­bién otro órgano de divul­ga­ción. Creo que eso va situan­do las cosas en su lugar. Y eso no se pue­de lla­mar cul­tu­ra diri­gi­da ni asfi­xia al espí­ri­tu crea­dor artís­ti­co. ¿A quién que ten­ga los cin­co sen­ti­dos y ade­más sea artis­ta de ver­dad le pue­de preo­cu­par que esto cons­ti­tu­ya asfi­xia al espí­ri­tu crea­dor? La Revo­lu­ción quie­re que los artis­tas pon­gan el máxi­mo esfuer­zo en favor del pue­blo, quie­re que pon­gan el máxi­mo de inte­rés y de esfuer­zo en la obra revo­lu­cio­na­ria. Y cree­mos que es una aspi­ra­ción jus­ta de la Revolución.

¿Quie­re decir que le vamos a decir aquí a la gen­te lo que tie­ne que escri­bir? No. Que cada cual escri­ba lo que quie­ra. Y si lo que escri­be no sir­ve, allá él; si lo que pin­ta no sir­ve, allá él. Noso­tros no le prohi­bi­mos a nadie escri­bir sobre el tema que quie­ra escri­bir. Al con­tra­rio: que cada cual se expre­se en la for­ma que esti­me per­ti­nen­te, y que expre­se libre­men­te el tema que desea expre­sar. Noso­tros apre­cia­re­mos su crea­ción siem­pre a tra­vés del pris­ma y del cris­tal revo­lu­cio­na­rio: ese tam­bién es un dere­cho del Gobierno Revo­lu­cio­na­rio, tan res­pe­ta­ble como el dere­cho de cada cual a expre­sar lo que desee expresar.

Hay una serie de medi­das que se están toman­do, algu­nas de las cua­les hemos señalado.

Para los que se preo­cu­pa­ban por el pro­ble­ma de la impren­ta nacio­nal: efec­ti­va­men­te, la impren­ta nacio­nal, orga­nis­mo recién crea­do, que tuvo que sur­gir en con­di­cio­nes de tra­ba­jo difí­ci­les, por­que tuvo que comen­zar a tra­ba­jar en un perió­di­co que de repen­te se cerra­ba —y noso­tros estu­vi­mos pre­sen­tes el día en que ese perió­di­co se con­vir­tió en el pri­mer taller de la impren­ta nacio­nal con todos sus obre­ros y redac­to­res — , y que ade­más ha teni­do que publi­car una serie de obras de tipo mili­tar, sabe­mos que tie­ne defi­cien­cias y que serán sub­sa­na­das, a cuyos fines se ha pre­sen­ta­do ya una ley al gobierno para crear den­tro de la impren­ta nacio­nal dis­tin­tas edi­to­ria­les, de mane­ra que no haya por qué repe­tir­se las que­jas que se han expues­to en esta reu­nión sobre la impren­ta nacional.

Y tam­bién se están toman­do o se van a tomar los acuer­dos per­ti­nen­tes a los efec­tos de adqui­rir libros, de adqui­rir mate­rial para el tra­ba­jo; es decir, resol­ver todos esos pro­ble­mas que han preo­cu­pa­do a los escri­to­res y a los artis­tas y en lo cual el Con­se­jo Nacio­nal de Cul­tu­ra ha insis­ti­do mucho, por­que uste­des saben que en el Esta­do hay dis­tin­tos depar­ta­men­tos y dis­tin­tas ins­ti­tu­cio­nes, y que den­tro del Esta­do cada cual recla­ma y aspi­ra a poder con­tar con los recur­sos nece­sa­rios para cum­plir sus fun­cio­nes cabalmente.

Noso­tros que­re­mos seña­lar algu­nos aspec­tos en los cua­les se ha avan­za­do ya, y que deben ser moti­vo de alien­to para todos noso­tros, como ha sido el éxi­to alcan­za­do, por ejem­plo, con la orques­ta sin­fó­ni­ca, que ha sido recons­trui­da, rein­te­gra­da total­men­te, y que no sola­men­te ha alcan­za­do nive­les ele­va­dos en el orden artís­ti­co, sino tam­bién en el orden revo­lu­cio­na­rio, por­que hay cin­cuen­ta miem­bros de la orques­ta sin­fó­ni­ca que son mili­cia­nos. El ballet de Cuba tam­bién se ha recons­trui­do y aca­ba de hacer una gira por el extran­je­ro, don­de cose­cha­ron la admi­ra­ción y el reco­no­ci­mien­to de todos los pue­blos don­de tra­ba­ja­ron. Está tenien­do éxi­to el con­jun­to de dan­za moder­na, y ha reci­bi­do tam­bién elo­gios valio­sí­si­mos en Euro­pa. La biblio­te­ca nacio­nal, por su par­te, tam­bién está desa­rro­llan­do una polí­ti­ca en favor de la cul­tu­ra, en favor de esas cosas que les preo­cu­pa­ban a uste­des de des­per­tar el inte­rés del pue­blo por la músi­ca, por la pin­tu­ra; ha cons­ti­tui­do un depar­ta­men­to de pin­tu­ra, con el obje­to de dar a cono­cer las obras al pue­blo; un depar­ta­men­to de músi­ca, un depar­ta­men­to juve­nil, una sec­ción tam­bién para niños. Noso­tros un rato antes de pasar a este salón estu­vi­mos visi­tan­do el depar­ta­men­to de la biblio­te­ca nacio­nal para niños, vimos el núme­ro de niños que ya están aso­cia­dos, el tra­ba­jo que se está desa­rro­llan­do allí y los ade­lan­tos que ha logra­do la biblio­te­ca nacio­nal, que ade­más cons­ti­tu­yen un moti­vo para que el gobierno le faci­li­te los recur­sos que nece­si­te para seguir desa­rro­llan­do esa labor. La impren­ta nacio­nal es ya una reali­dad y, con las nue­vas for­mas de orga­ni­za­ción que se le van a dar es ya tam­bién una con­quis­ta de la Revo­lu­ción, que con­tri­bui­rá extra­or­di­na­ria­men­te a la pre­pa­ra­ción del pueblo.

El ins­ti­tu­to del cine es tam­bién una reali­dad. Duran­te toda esta pri­me­ra eta­pa, fun­da­men­tal­men­te, se han hecho las inver­sio­nes nece­sa­rias para dotar­lo de los equi­pos mate­ria­les que nece­si­ta para tra­ba­jar. Al menos la Revo­lu­ción ha esta­ble­ci­do las bases de la indus­tria del cine, lo cual cons­ti­tu­ye un gran esfuer­zo si se tie­ne en cuen­ta que no se tra­ta de un país indus­tria­li­za­do el nues­tro, que ha sig­ni­fi­ca­do sacri­fi­cios la adqui­si­ción de todos esos equi­pos. Que ade­más, si en cuan­to al cine no hay más faci­li­da­des, no obe­de­ce a una polí­ti­ca res­tric­ti­va del gobierno, sino sen­ci­lla­men­te a la esca­sez de los recur­sos eco­nó­mi­cos actua­les para crear un movi­mien­to de afi­cio­na­dos que per­mi­ta el desa­rro­llo de todos los talen­tos en el cine, y que será pues­to en prác­ti­ca cuan­do se pue­da con­tar con esos recur­sos. La polí­ti­ca en el ins­ti­tu­to del cine será de dis­cu­sión y ade­más de emu­la­ción entre los dis­tin­tos equi­pos de trabajo.

No se pue­de juz­gar toda­vía en sí la tarea del ins­ti­tu­to del cine. No ha podi­do toda­vía dis­po­ner de tiem­po para rea­li­zar una obra que pue­da ser juz­ga­da, pero ha tra­ba­ja­do, y noso­tros sabe­mos que una serie de docu­men­ta­les hechos por el ins­ti­tu­to del cine han con­tri­bui­do gran­de­men­te a divul­gar en el extran­je­ro la obra de la Revolución.

Pero lo que intere­sa des­ta­car es que las bases para la indus­tria del cine ya están esta­ble­ci­das. Se ha rea­li­za­do tam­bién una labor de publi­ci­dad, con­fe­ren­cias, de exten­sión cul­tu­ral a tra­vés de los dis­tin­tos orga­nis­mos; pero que al fin esto no es nada com­pa­ra­do con lo que pue­de hacer­se y con lo que la Revo­lu­ción aspi­ra a desarrollar.

Hay toda­vía una serie de cues­tio­nes que intere­san a los escri­to­res y artis­tas por resol­ver, hay pro­ble­mas de orden mate­rial; es decir, hay pro­ble­mas de orden eco­nó­mi­co. No son las con­di­cio­nes de antes. Hoy no exis­te aquel peque­ño sec­tor pri­vi­le­gia­do que adqui­ría las obras de los artis­tas, a pre­cios de mise­ria por cier­to, ya que más de un artis­ta ter­mi­nó en la indi­gen­cia y en el olvi­do. Que­dan por enca­rar y resol­ver esos pro­ble­mas que debe resol­ver­los el Gobierno Revo­lu­cio­na­rio y que debe ser preo­cu­pa­ción del Con­se­jo Nacio­nal de Cul­tu­ra, así como tam­bién el pro­ble­ma de los artis­tas que hay que ya no pro­du­cen y que están com­ple­ta­men­te des­am­pa­ra­dos, garan­ti­zar­le al artis­ta no solo las con­di­cio­nes mate­ria­les ade­cua­das, sino tam­bién la garan­tía de que no ten­drán que preo­cu­par­se de cuan­do ya ellos no pue­dan trabajar.

En cier­to sen­ti­do, ya la reor­ga­ni­za­ción que se le dio al ins­ti­tu­to de los dere­chos de auto­res ha teni­do como con­se­cuen­cia que una serie de auto­res que esta­ban sien­do mise­ra­ble­men­te explo­ta­dos y cuyos dere­chos eran bur­la­dos, cuen­ten hoy con ingre­sos que les han per­mi­ti­do a muchos de ellos salir de la situa­ción de pobre­za extre­ma en que se encontraban.

Son pasos que ha dado la Revo­lu­ción, pero que no sig­ni­fi­can sino algu­nos pasos que deben pre­ce­der a otros pasos para crear las mejo­res condiciones.

Hay la idea tam­bién de orga­ni­zar algún sitio de des­can­so y de tra­ba­jo para los artis­tas y los escritores.

En cier­ta oca­sión, cuan­do noso­tros andá­ba­mos un poco pere­gri­nan­do por todo el terri­to­rio nacio­nal, se nos había ocu­rri­do la idea de cons­truir un barrio en un lugar muy her­mo­so de Isla de Pinos, una aldea en medio de los pina­res —en ese tiem­po está­ba­mos pen­san­do esta­ble­cer algún tipo de pre­mio para los mejo­res escri­to­res y artis­tas pro­gre­sis­tas del mun­do — , como un pre­mio y sobre todo como un home­na­je a esos escri­to­res y artis­tas; pro­yec­to que no tomó cuer­po pero que pue­de ser revi­vi­do para hacer un repar­to o una aldea, un reman­so de paz que invi­te a des­can­sar, que invi­te a escri­bir (APLAUSOS). Y yo creo que bien vale la pena que los artis­tas, entre ellos los arqui­tec­tos, comien­cen a dibu­jar y a con­ce­bir el lugar de des­can­so ideal para un escri­tor o un artis­ta, y a ver si se ponen de acuer­do en eso (RISAS).

El Gobierno Revo­lu­cio­na­rio está dis­pues­to a poner de su par­te los recur­sos en algu­na par­te­ci­ta del pre­su­pues­to aho­ra que todo está pla­ni­fi­cán­do­se. Y será la pla­ni­fi­ca­ción una limi­ta­ción al espí­ri­tu crea­dor de noso­tros, los revo­lu­cio­na­rios? Por­que en cier­to sen­ti­do no se olvi­den que noso­tros, revo­lu­cio­na­rios un poco por la libre, nos vemos aho­ra ante la reali­dad de la pla­ni­fi­ca­ción; y eso tam­bién nos plan­tea a noso­tros un pro­ble­ma, por­que has­ta aho­ra hemos sido espí­ri­tus crea­do­res de ini­cia­ti­vas revo­lu­cio­na­rias y de inver­sio­nes tam­bién revo­lu­cio­na­rias que aho­ra hay que pla­ni­fi­car. Que no vayan a creer que esta­mos exen­tos de los pro­ble­mas, y que, des­de nues­tro pun­to de vis­ta, pudié­ra­mos tam­bién pro­tes­tar con­tra eso.

Es decir que ya se sabrá lo que se va a hacer el año que vie­ne, el otro año, el otro año. ¿Quién va a dis­cu­tir que hay que pla­ni­fi­car la eco­no­mía? Pero que den­tro de esa pla­ni­fi­ca­ción cabe el cons­truir un sitio de des­can­so para los escri­to­res y artis­tas, y ver­da­de­ra­men­te sería una satis­fac­ción el que la Revo­lu­ción pudie­ra con­tar esa rea­li­za­ción entre las obras que está rea­li­zan­do. Noso­tros hemos esta­do aquí preo­cu­pa­dos por la situa­ción actual de los escri­to­res y artis­tas, un poco nos hemos olvi­da­do de las pers­pec­ti­vas del futu­ro. Y noso­tros, que no tene­mos por qué que­jar­nos de uste­des, sin embar­go tam­bién le hemos dedi­ca­do algún ins­tan­te a pen­sar en los artis­tas y en los escri­to­res del futu­ro, y pen­sa­mos lo que serán si se vuel­ven a reu­nir —como deben vol­ver­se a reu­nir— hom­bres del gobierno, en el futu­ro, den­tro de cin­co, den­tro de diez años —no quie­re decir que ten­ga­mos que ser noso­tros exac­ta­men­te — , con los escri­to­res y los artis­tas, cuan­do haya adqui­ri­do la cul­tu­ra el extra­or­di­na­rio desa­rro­llo que aspi­ra­mos alcan­zar, con los escri­to­res y los artis­tas del futu­ro, cuan­do sal­gan los pri­me­ros fru­tos del plan de aca­de­mias y de escue­las que hay actualmente.

Mucho antes de que se plan­tea­ran estas cues­tio­nes ya venía el Gobierno Revo­lu­cio­na­rio preo­cu­pán­do­se por la exten­sión de la cul­tu­ra al pueblo.

Noso­tros hemos sido siem­pre muy opti­mis­tas. Creo que sin ser opti­mis­ta no se pue­de ser revo­lu­cio­na­rio, por­que las difi­cul­ta­des que una Revo­lu­ción tie­ne que ven­cer son muy serias. ¡Y hay que ser opti­mis­tas! Un pesi­mis­ta nun­ca podría ser revolucionario.

Había dis­tin­tos orga­nis­mos del Esta­do pro­pios de la pri­me­ra eta­pa de la Revo­lu­ción. La Revo­lu­ción ha teni­do sus eta­pas. La Revo­lu­ción tuvo su eta­pa en que una serie de ini­cia­ti­vas dima­na­ban de una serie de orga­nis­mos; has­ta el INRA esta­ba rea­li­zan­do acti­vi­da­des de exten­sión cul­tu­ral. No deja­mos de cho­car con el Tea­tro Nacio­nal inclu­so, por­que ellos esta­ban hacien­do un tra­ba­jo y noso­tros de repen­te está­ba­mos hacien­do otro por nues­tra cuen­ta. Ya todo eso va encua­drán­do­se den­tro de una organización.

Y así, en nues­tros pla­nes, con res­pec­to a los cam­pe­si­nos de las coope­ra­ti­vas y de las gran­jas, sur­gió la idea de lle­var la cul­tu­ra al cam­po, a las gran­jas y a las coope­ra­ti­vas. ¿Cómo? Pues tra­yen­do cam­pe­si­nos para con­ver­tir­los en ins­truc­to­res de músi­ca, de bai­le, de tea­tro. Los opti­mis­tas sola­men­te pode­mos lan­zar ini­cia­ti­vas de ese tipo.

Pues, ¿cómo des­per­tar en el cam­pe­sino la afi­ción por el tea­tro, por ejem­plo? ¿Dón­de esta­ban los ins­truc­to­res? ¿De dón­de los sacá­ba­mos para enviar, por ejem­plo, a 300 gran­jas del pue­blo y a 600 coope­ra­ti­vas?, cosa que estoy segu­ro de que todos uste­des esta­rán de acuer­do en que si se logra es posi­ti­vo, y sobre todo para empe­zar a des­cu­brir en el pue­blo los talen­tos y con­ver­tir al pue­blo tam­bién en autor y en crea­dor, por­que en defi­ni­ti­va el pue­blo es el gran creador.

No debe­mos olvi­dar­nos de eso, y no debe­mos olvi­dar­nos tam­po­co de los miles y miles de talen­tos que se habrán per­di­do en nues­tros cam­pos y en nues­tras ciu­da­des por fal­ta de con­di­cio­nes y de opor­tu­ni­da­des para desa­rro­llar­se, que son como aque­llos genios ocul­tos, los genios dor­mi­dos que esta­ban espe­ran­do la mano de seda —no quie­ro yo ser muy eru­di­to aquí — , que vinie­ran a des­per­tar­los, a formarlos.

En nues­tros cam­pos, de eso esta­mos todos segu­ros —a menos que noso­tros pre­su­ma­mos que somos los más inte­li­gen­tes que hemos naci­do en este país, y empie­zo por decir que no pre­su­mo de tal cosa. Muchas veces he pues­to como ejem­plo el hecho de que en el lugar don­de yo nací, entre unos 1.000 niños, fui el úni­co que pudo estu­diar una carre­ra uni­ver­si­ta­ria, mal estu­dia­da, por cier­to, no sin librar­me de atra­ve­sar por una serie de cole­gios de curas, etcé­te­ra, etcé­te­ra (RISAS).

Yo no quie­ro lan­zar aquí nin­gún ana­te­ma con­tra nadie, ni mucho menos. Sí digo que ten­go el mis­mo dere­cho que tuvo alguien a decir —alguien aquí que vino y dijo lo que que­ría decir él tam­bién, que­jar­se — : Yo ten­go dere­cho a que­jar­me.

Alguien habló de que fue for­ma­do por la socie­dad bur­gue­sa. Yo pue­do decir que fui for­ma­do por algo peor toda­vía: que fui for­ma­do por lo peor de la reac­ción, y don­de una bue­na par­te de los años de mi vida se per­die­ron en el oscu­ran­tis­mo, en la supers­ti­ción y en la men­ti­ra, en la épo­ca aque­lla en que no lo ense­ña­ban a uno a pen­sar, sino que lo obli­ga­ban a creer.

Creo que cuan­do al hom­bre se le pre­ten­de trun­car la capa­ci­dad de pen­sar y razo­nar lo con­vier­ten, de un ser humano, en un ani­mal domes­ti­ca­do (APLAUSOS). No me suble­vo con­tra los sen­ti­mien­tos reli­gio­sos del hom­bre. Res­pe­ta­mos esos sen­ti­mien­tos, res­pe­ta­mos el dere­cho del hom­bre a la liber­tad de creen­cia y de cul­to. Eso no quie­re decir que el mío me lo hayan res­pe­ta­do; yo no tuve nin­gu­na liber­tad de creen­cia ni de cul­to, sino que me impu­sie­ron una creen­cia y un cul­to y me estu­vie­ron domes­ti­can­do duran­te doce años (RISAS).

Natu­ral­men­te que ten­go que pen­sar con un poco de que­ja en los años que yo pude haber emplea­do, en esa épo­ca en que en los jóve­nes exis­te la mayor dosis de inte­rés y de curio­si­dad por las cosas, haber emplea­do todos esos años en el estu­dio sis­te­má­ti­co y que me per­mi­tie­ran adqui­rir esa cul­tu­ra que hoy los niños de Cuba van a tener amplia­men­te la opor­tu­ni­dad de adquirir.

Es decir que, a pesar de todo eso, el úni­co que pudo, entre mil, sacar un títu­lo uni­ver­si­ta­rio, tuvo que pasar por ese molino de pie­dra don­de de mila­gro no lo tri­tu­ra­ron a uno men­tal­men­te para siem­pre. Así que el úni­co entre mil tuvo que pasar por todo eso. ¿Por qué? Ah, por­que era el úni­co entre mil a quien le podían pagar el cole­gio pri­va­do para que estu­dia­ra en el campo.

Aho­ra, ¿por eso yo me voy a creer que yo era el más apto y el más inte­li­gen­te entre los mil? Yo creo que somos un pro­duc­to de selec­ción, pero no tan natu­ral como social. Social­men­te fui selec­cio­na­do para ir a la uni­ver­si­dad, y social­men­te estoy aquí hablan­do aho­ra, por un pro­ce­so de selec­ción social, no natural.

La selec­ción social dejó en la igno­ran­cia quién sabe a cuán­tas dece­nas de miles de jóve­nes supe­rio­res a todos noso­tros; esa es una ver­dad. Y el que se crea artis­ta tie­ne que pen­sar que por ahí se pue­den haber que­da­do sin ser artis­tas muchos mejo­res que él —espe­ro que Gui­llén no se pon­ga bra­vo por eso que estoy dicien­do (RISAS). Si no admi­ti­mos eso, esta­re­mos en la luna. Noso­tros somos unos pri­vi­le­gia­dos en medio de todo, por­que no naci­mos hijos del carre­te­ro. Y no sola­men­te somos pri­vi­le­gia­dos por eso.

Pero en fin, lo que iba a decir —y des­pués les pue­do decir en qué otra cosa somos pri­vi­le­gia­dos— es que eso demues­tra la can­ti­dad enor­me de inte­li­gen­cias que se han per­di­do sen­ci­lla­men­te por la fal­ta de opor­tu­ni­dad. Vamos a lle­var la opor­tu­ni­dad a todas esas inte­li­gen­cias, vamos a crear las con­di­cio­nes que per­mi­tan que todo talen­to artís­ti­co o lite­ra­rio o cien­tí­fi­co o de cual­quier orden pue­da desarrollarse.

Y pien­sen lo que sig­ni­fi­ca la Revo­lu­ción que tal cosa per­mi­ta y que ya des­de aho­ra mis­mo, des­de el pró­xi­mo cur­so, alfa­be­ti­za­do todo el pue­blo, con escue­las en todos los luga­res de Cuba, con cam­pa­ñas de segui­mien­to y con la for­ma­ción de los ins­truc­to­res que per­mi­tan cono­cer y des­cu­brir todas las cali­da­des. Y esto no es más que para empe­zar. Es que todos esos ins­truc­to­res en el cam­po sabrán qué niño tie­ne voca­ción e indi­ca­rán a qué niño hay que becar para lle­var­lo a la Aca­de­mia Nacio­nal de Arte; pero, al mis­mo tiem­po, van a des­per­tar el gus­to artís­ti­co y la afi­ción cul­tu­ral en los adultos.

Y algu­nos ensa­yos que se han hecho demues­tran la capa­ci­dad que tie­ne el cam­pe­sino y el hom­bre del pue­blo para asi­mi­lar las cues­tio­nes artís­ti­cas, asi­mi­lar la cul­tu­ra y poner­se inme­dia­ta­men­te a pro­du­cir. Y hay com­pa­ñe­ros que han esta­do en algu­nas coope­ra­ti­vas, que han logra­do ya que los coope­ra­ti­vis­tas ten­gan su gru­po tea­tral. Y, ade­más, ha que­da­do demos­tra­do recien­te­men­te, con las repre­sen­ta­cio­nes de dis­tin­tos luga­res de la repú­bli­ca y los tra­ba­jos artís­ti­cos que rea­li­za­ron los hom­bres y muje­res del pue­blo. Pues cal­cu­len lo que sig­ni­fi­ca­rá cuan­do ten­ga­mos un ins­truc­tor de tea­tro, un ins­truc­tor de músi­ca y un ins­truc­tor de bai­le en cada coope­ra­ti­va y en cada gran­ja del pueblo.

En el cur­so solo de dos años podre­mos enviar 1.000 ins­truc­to­res —más de 1.000 — , para tea­tro, para dan­za y para música.

Se han orga­ni­za­do las escue­las, ya están fun­cio­nan­do, e ima­gí­nen­se cuan­do haya 1.000 gru­pos de bai­le, de músi­ca y de tea­tro en toda la isla, en el cam­po —no esta­mos hablan­do de la ciu­dad, en la ciu­dad resul­ta un poqui­to más fácil — , lo que eso sig­ni­fi­ca­rá en exten­sión cultural.

Por­que han habla­do aquí algu­nos de que es nece­sa­rio ele­var el nivel del pue­blo. ¿Pero cómo? El Gobierno Revo­lu­cio­na­rio se ha preo­cu­pa­do de eso, y el Gobierno Revo­lu­cio­na­rio está crean­do esas con­di­cio­nes para que, den­tro de algu­nos años, la cul­tu­ra, el nivel de pre­pa­ra­ción cul­tu­ral del pue­blo se haya ele­va­do extraordinariamente.

Hemos esco­gi­do esas tres ramas, pero se pue­den seguir esco­gien­do y se pue­de seguir tra­ba­jan­do para desa­rro­llar la cul­tu­ra en todos los aspectos.

Ya esa escue­la está fun­cio­nan­do, y los com­pa­ñe­ros que tra­ba­jan en la escue­la están satis­fe­chos del ade­lan­to de ese gru­po de futu­ros ins­truc­to­res. Pero, ade­más, ya se empe­zó a cons­truir la Aca­de­mia Nacio­nal de Arte, apar­te de la Aca­de­mia Nacio­nal de Artes Manua­les. Que, por cier­to, Cuba va a poder con­tar con la más her­mo­sa aca­de­mia de arte de todo el mun­do. ¿Por qué? Por­que esa aca­de­mia va situa­da en el repar­to resi­den­cial más her­mo­so del mun­do, don­de vivía la bur­gue­sía más lujo­sa del mun­do. Y allí, en el mejor repar­to de la bur­gue­sía más osten­to­sa y más lujo­sa y más incul­ta —dicho sea de paso— (RISAS Y APLAUSOS)… por­que en nin­gu­na de esas casas fal­ta un bar, por lo demás no se preo­cu­pa­ban —sal­vo excep­cio­nes — , de los pro­ble­mas cul­tu­ra­les; vivían de una mane­ra increí­ble­men­te fabu­lo­sa. Y vale la pena dar­se una vuel­ta por allí para que vean cómo vivía esa gen­te, ¡pero no sabían qué extra­or­di­na­ria aca­de­mia de arte esta­ban cons­tru­yen­do! (RISAS)

Y eso es lo que que­da­rá de lo que hicie­ron, por­que los alum­nos van a vivir en las casas que eran resi­den­cias de los millo­na­rios, no vivi­rán enclaus­tra­dos; vivi­rán como en un hogar, y enton­ces asis­ti­rán a las cla­ses en la aca­de­mia. La aca­de­mia va a estar situa­da en el medio del Country Club, don­de un gru­po de arqui­tec­tos-artis­tas han dise­ña­do una obra —¿están por ahí? Reti­ro lo dicho— (RISAS), han dise­ña­do las cons­truc­cio­nes que se van a rea­li­zar; ya empe­za­ron, tie­nen el com­pro­mi­so de ter­mi­nar­lo para el mes de diciem­bre; ya tene­mos 300.000 pies de cao­ba y de made­ras pre­cio­sas para los mue­bles. Está en el medio del cam­po de golf, en una natu­ra­le­za que es un ensue­ño, y ahí va a estar situa­da la Aca­de­mia Nacio­nal de Arte, con 60 resi­den­cias a los alre­de­do­res, con el círcu­lo social al lado que, a su vez, tie­ne come­do­res, salo­nes, pis­ci­na y tam­bién una zona para visi­tan­tes, don­de los pro­fe­so­res extran­je­ros que ven­gan a ayu­dar­nos podrán alber­gar­se, y con capa­ci­dad has­ta para 3.000 niños, es decir, 3.000 beca­rios, y con la aspi­ra­ción de que comien­ce a fun­cio­nar el pró­xi­mo cur­so. E inme­dia­ta­men­te tam­bién comen­za­rá a fun­cio­nar la Aca­de­mia Nacio­nal de Artes Manua­les con otras tan­tas resi­den­cias, en otro cam­po de golf y con otra cons­truc­ción simi­lar. Es decir, serán las aca­de­mias de tipo nacio­nal —no quie­re decir que sean las úni­cas escue­las ni mucho menos— don­de irán beca­dos aque­llos jóve­nes que demues­tren mayor capa­ci­dad, sin que les cues­te a sus fami­lias abso­lu­ta­men­te nada, y van a tener las con­di­cio­nes idea­les para desarrollarse.

Cual­quie­ra qui­sie­ra aho­ra ser un mucha­cho para ingre­sar en una de esas aca­de­mias. ¿Es o no es cier­to? (EXCLAMACIONES DE: ¡Segu­ro!).

Aquí se habló de pin­to­res que se toma­ban un café con leche, que esta­ban 15 días a café con leche. Cal­cu­len qué con­di­cio­nes tan dis­tin­tas. Y enton­ces nos dirán si el espí­ri­tu crea­dor encon­tra­rá o no encon­tra­rá las mejo­res con­di­cio­nes para desa­rro­llar­se: ins­truc­ción, vivien­da, ali­men­ta­ción, cul­tu­ra gene­ral, por­que irán allí des­de los ocho años y reci­bi­rán jun­to con la pre­pa­ra­ción artís­ti­ca una cul­tu­ra general.

¿Y desea­re­mos o no desea­re­mos noso­tros que esos mucha­chos se desa­rro­llen allí ple­na­men­te en todos los órdenes?

Esas son, más que ideas o sue­ños, reali­da­des ya de la Revo­lu­ción: los ins­truc­to­res que se están pre­pa­ran­do, las escue­las nacio­na­les que se están pre­pa­ran­do, más las escue­las para afi­cio­na­dos, que tam­bién se fundarán.

Por eso es impor­tan­te la Revo­lu­ción. Por­que, ¿cómo pudié­ra­mos hacer esto sin revo­lu­ción? ¿Vamos a supo­ner que noso­tros tene­mos el temor de que se nos mar­chi­te nues­tro espí­ri­tu crea­dor, estru­ja­do por las manos des­pó­ti­cas de la revo­lu­ción sta­li­nia­na? (RISAS )

Seño­res, no vale la pena pen­sar en el futu­ro? ¿Que nues­tras flo­res se mar­chi­ten cuan­do esta­mos sem­bran­do flo­res por todas par­tes, cuan­do esta­mos for­jan­do esos espí­ri­tus crea­do­res del futu­ro? ¿Y quién no cam­bia­ría el pre­sen­te —¡quién no cam­bia­ría inclu­so su pro­pio pre­sen­te!— por ese futu­ro? (APLAUSOS.) ¿Quién no sacri­fi­ca­ría lo suyo por ese futu­ro y quién que ten­ga sen­si­bi­li­dad artís­ti­ca no está dis­pues­to, igual que el com­ba­tien­te que mue­re en una bata­lla sabien­do que él mue­re, que él deja de exis­tir físi­ca­men­te para abo­nar con su san­gre el camino del triun­fo de sus seme­jan­tes, de su pueblo?

Pien­sen en el com­ba­tien­te que mue­re pelean­do: sacri­fi­ca todo lo que tie­ne, sacri­fi­ca su vida, sacri­fi­ca su fami­lia, sacri­fi­ca su espo­sa, sacri­fi­ca sus hijos. ¿Para qué? Para que poda­mos hacer todas estas cosas. ¿,Y quién que ten­ga sen­si­bi­li­dad huma­na, sen­si­bi­li­dad artís­ti­ca no pien­sa que por hacer eso vale la pena hacer los sacri­fi­cios que sean necesarios?

Mas la Revo­lu­ción no pide sacri­fi­cios de genios crea­do­res. Al con­tra­rio, la Revo­lu­ción dice: pon­gan ese espí­ri­tu crea­dor al ser­vi­cio de esta obra sin temor de que su obra sal­ga trun­ca. Pero si algún día usted pien­sa que su obra pue­de salir trun­ca, diga: bien vale la pena que mi obra que­de trun­ca para hacer una obra como esta que tene­mos delan­te (APLAUSOS PROLONGADOS).

Al con­tra­rio: le pedi­mos al artis­ta que desa­rro­lle has­ta el máxi­mo su esfuer­zo crea­dor. Que­re­mos crear al artis­ta y al inte­lec­tual esas con­di­cio­nes. Por­que si esta­mos que­rien­do crear­las para el futu­ro, ¿cómo no vamos a que­rer­las para los actua­les artis­tas e intelectuales?

Les esta­mos pidien­do que las desa­rro­llen en favor de la cul­tu­ra pre­ci­sa­men­te y en favor del arte, en fun­ción de la Revo­lu­ción, por­que la Revo­lu­ción sig­ni­fi­ca pre­ci­sa­men­te más cul­tu­ra y más arte. Les pedi­mos que pon­gan su gra­ni­to de are­na en esta obra que, al fin y al cabo, será una obra de esta generación.

La gene­ra­ción veni­de­ra será mejor que noso­tros, pero noso­tros sere­mos los que habre­mos hecho posi­ble esa gene­ra­ción mejor. Noso­tros sere­mos for­ja­do­res de esa gene­ra­ción futu­ra. Noso­tros, esta gene­ra­ción, sin eda­des, no es cues­tión de eda­des. ¿Para qué vamos a entrar a dis­cu­tir ese pro­ble­ma tan deli­ca­do? (RISAS )

Es que cabe­mos todos. Por­que esta es obra de todos noso­tros: tan­to de los bar­bu­dos como de los lam­pi­ños; de los que tie­nen abun­dan­te cabe­lle­ra, o de los que no tie­nen nin­gu­na, o la tie­nen blan­ca. Esta es la obra de todos nosotros.

Vamos a echar una gue­rra con­tra la incul­tu­ra; vamos a librar una bata­lla con­tra la incul­tu­ra; vamos a des­per­tar una irre­con­ci­lia­ble que­re­lla con­tra la incul­tu­ra, y vamos a batir­nos con­tra ella y vamos a ensa­yar nues­tras armas.

¿Que alguno no quie­ra cola­bo­rar? ¡Y qué mayor cas­ti­go que pri­var­se de la satis­fac­ción de lo que se está hacien­do hoy!

Noso­tros hablá­ba­mos de que éra­mos pri­vi­le­gia­dos. ¡Ah!, por­que había­mos podi­do apren­der a leer y a escri­bir, ir a una escue­la, a un ins­ti­tu­to, ir a una uni­ver­si­dad, o por lo menos adqui­rir los rudi­men­tos de ins­truc­ción sufi­cien­tes para poder hacer algo. ¿Y no nos pode­mos lla­mar pri­vi­le­gia­dos por estar vivien­do en medio de una revo­lu­ción? ¿Es que aca­so no nos dedi­cá­ba­mos con extra­or­di­na­rio inte­rés a leer acer­ca de las revo­lu­cio­nes? ¿Y quién no se leyó con ver­da­de­ra sed las narra­cio­nes de la Revo­lu­ción Fran­ce­sa, o la his­to­ria de la Revo­lu­ción Rusa? ¿Y quién no soñó algu­na vez en haber sido tes­ti­go pre­sen­cial de aque­llas revoluciones?

A mí, por ejem­plo, me pasa­ba algo. Cuan­do leía la Gue­rra de Inde­pen­den­cia, yo sen­tía no haber naci­do en aque­lla épo­ca y me sen­tía ape­na­do de no haber sido un lucha­dor por la inde­pen­den­cia y no haber vivi­do aque­lla his­to­ria. Por­que todos noso­tros hemos leí­do las cró­ni­cas de la gue­rra y de la lucha por la inde­pen­den­cia con ver­da­de­ra pasión. Y envi­diá­ba­mos a los inte­lec­tua­les y a los artis­tas y a los gue­rre­ros y a los lucha­do­res y a los gober­nan­tes de aque­lla época.

Sin embar­go, nos ha toca­do el pri­vi­le­gio de vivir y ser tes­ti­gos pre­sen­cia­les de una autén­ti­ca revo­lu­ción, de una revo­lu­ción cuya fuer­za es ya una fuer­za que se desa­rro­lla fue­ra de las fron­te­ras de nues­tro país, cuya influen­cia polí­ti­ca y moral está hacien­do estre­me­cer y tam­ba­lear­se al impe­ria­lis­mo en este con­ti­nen­te (APLAUSOS). De don­de la Revo­lu­ción Cuba­na se con­vier­te en el acon­te­ci­mien­to más impor­tan­te de este siglo para la Amé­ri­ca Lati­na, en el acon­te­ci­mien­to más impor­tan­te des­pués de las gue­rras de inde­pen­den­cia que tuvie­ron lugar en el siglo XIX: ver­da­de­ra era nue­va de reden­ción del hombre.

Por­que, ¿qué fue­ron aque­llas gue­rras de inde­pen­den­cia sino la sus­ti­tu­ción del domi­nio colo­nial por el domi­nio de las cla­ses domi­nan­tes y explo­ta­do­ras en todos esos paí­ses? Y nos ha toca­do vivir un acon­te­ci­mien­to his­tó­ri­co. Se pue­de decir que el segun­do gran acon­te­ci­mien­to his­tó­ri­co ocu­rri­do en los últi­mos tres siglos en la Amé­ri­ca Lati­na, del cual los cuba­nos somos acto­res. Y que mien­tras más tra­ba­je­mos más será la Revo­lu­ción como una lla­ma inapa­ga­ble, y más esta­rá lla­ma­da a desem­pe­ñar un papel his­tó­ri­co trascendental.

Y uste­des, escri­to­res y artis­tas, han teni­do el pri­vi­le­gio de ser tes­ti­gos pre­sen­cia­les de esta revo­lu­ción. Cuan­do una revo­lu­ción es un acon­te­ci­mien­to tan impor­tan­te en la his­to­ria huma­na, que bien vale la pena vivir una revo­lu­ción aun­que sea solo para ser tes­ti­gos de ella. Ese tam­bién es un pri­vi­le­gio, que los que no son capa­ces de com­pren­der estas cosas, los que se dejan tupir, los que se dejan con­fun­dir, los que se dejan ato­lon­drar por la men­ti­ra, pues renun­cian a ella.

¿Qué decir de los que han renun­cia­do a ella, y qué pen­sar de ellos, sino con pena, que aban­do­nan este país en ple­na efer­ves­cen­cia revo­lu­cio­na­ria para ir a sumer­gir­se en las entra­ñas del mons­truo impe­ria­lis­ta, don­de no pue­de tener vida nin­gu­na expre­sión del espíritu?

Y han aban­do­na­do la Revo­lu­ción para ir allá. Han pre­fe­ri­do ser pró­fu­gos y deser­to­res de su patria a ser aun­que sea espectadores.

Y uste­des tie­nen la opor­tu­ni­dad de ser más que espec­ta­do­res: de ser acto­res de esa revo­lu­ción, de escri­bir sobre ella, de expre­sar­se sobre ella.

¿Y las gene­ra­cio­nes veni­de­ras qué les pedi­rán a uste­des? Podrán rea­li­zar mag­ní­fi­cas obras artís­ti­cas des­de el pun­to de vis­ta téc­ni­co. Pero si a un hom­bre de la gene­ra­ción veni­de­ra le dicen que un escri­tor, que un inte­lec­tual —es decir, un hom­bre den­tro de cien años— de esta épo­ca vivió en la Revo­lu­ción indi­fe­ren­te a ella y no expre­só la Revo­lu­ción, y no fue par­te de la Revo­lu­ción, será difí­cil que lo com­pren­da nadie, cuan­do en los años veni­de­ros habrá tan­tos y tan­tos que­rien­do pin­tar la Revo­lu­ción y que­rien­do escri­bir sobre la Revo­lu­ción y que­rien­do expre­sar­se sobre la Revo­lu­ción, reco­pi­lan­do datos e infor­ma­cio­nes para saber qué pasó, cómo fue, cómo vivían.

En días recien­tes noso­tros tuvi­mos la expe­rien­cia de encon­trar­nos con una ancia­na de 106 años que había aca­ba­do de apren­der a leer y a escri­bir, y noso­tros le pro­pu­si­mos que escri­bie­ra un libro. Había sido escla­va, y noso­tros que­ría­mos saber cómo un escla­vo vio el mun­do cuan­do era escla­vo, cuá­les fue­ron sus pri­me­ras impre­sio­nes de la vida, de sus amos, de sus compañeros.

Creo que pue­de escri­bir una cosa tan intere­san­te que nin­guno de noso­tros la pode­mos escri­bir. Y es posi­ble que en un año se alfa­be­ti­ce y ade­más escri­ba un libro a los 106 años —¡esas son las cosas de las revo­lu­cio­nes!— y se vuel­va escri­to­ra y ten­ga­mos que traer­la aquí a la pró­xi­ma reu­nión (RISAS y APLAUSOS). Y enton­ces Wal­te­rio ten­ga que admi­tir­la como uno de los valo­res de la nacio­na­li­dad del siglo XIX (RISAS Y APLAUSOS).

¿Quién pue­de escri­bir mejor que ella lo que vivió el escla­vo? ¿Y quién pue­de escri­bir mejor que uste­des el pre­sen­te? Y cuán­ta gen­te empe­za­rá a escri­bir en el futu­ro sin vivir esto, a dis­tan­cia, reco­gien­do escritos.

Y no nos apre­su­re­mos en juz­gar la obra nues­tra, que ya ten­dre­mos jue­ces de sobra. Y a lo que hay que temer­le no es a ese supues­to juez auto­ri­ta­rio, ver­du­go de la cul­tu­ra, ima­gi­na­rio, que hemos ela­bo­ra­do aquí. Teman a otros jue­ces mucho más temi­bles: ¡Teman a los jue­ces de la pos­te­ri­dad, teman a las gene­ra­cio­nes futu­ras que serán, al fin y al cabo, las encar­ga­das de decir la últi­ma pala­bra! (OVACION.)

[Depar­ta­men­to de ver­sio­nes taqui­grá­fi­cas del Gobierno Revolucionario.]

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