Vio­len­cia paren­tal: Refle­xio­nes sobre la domi­na­ción adulta

La domi­na­ción adul­ta opri­me pro­fun­da­men­te a los jóve­nes. Se sabe que hoy los niños son espe­cial­men­te vul­ne­ra­bles y viven bajo el domi­nio de un esta­tu­to del menor que con el pre­tex­to de la pro­tec­ción, les pri­va del ejer­ci­cio de los dere­chos fun­da­men­ta­les que se les reco­no­cen a los mayo­res, a los adul­tos. Este esta­tu­to del menor rati­fi­ca de hecho muchas suje­cio­nes y final­men­te muchas vio­len­cias. La fami­lia es así la ins­ti­tu­ción más cri­mi­nó­ge­na que exis­te, aun­que la escue­la tam­bién es un ámbi­to pri­vi­le­gia­do de ejer­ci­cio de un orden adul­to opre­si­vo. El libro deY­ves Bon­nar­del, La domi­na­tion adul­te [La domi­na­ción adul­ta], recuer­da las muchas luchas (nor­mal­men­te silen­cia­das) que lle­van a cabo los meno­res con­tra su con­di­ción, con­tra las dis­cri­mi­na­cio­nes basa­das en la edad y por la igual­dad polí­ti­ca. Al dar­les la pala­bra pone tam­bién en tela de jui­cio tan­to las ideas de infan­cia y de pro­tec­ción como la de mino­ría de edad. Se cues­tio­na ade­más la pro­pia noción de edu­ca­ción. Nos invi­ta de for­ma iné­di­ta a un autén­ti­co via­je revo­lu­cio­na­rio en el seno de las rela­cio­nes adultos/​niños del que no sale indem­ne nues­tra visión del mun­do. Pro­po­ne­mos un extrac­to de este libro útil que vuel­ve a abrir en cam­po de refle­xión cerra­do duran­te dema­sia­do tiem­po, un extrac­to dedi­ca­do a la noción del bien del niño que casi siem­pre acom­pa­ña y legi­ti­ma la domi­na­ción adulta.

No insis­ti­ré en las vio­len­cias que tie­nen efec­tos pal­pa­bles, visi­bles, que son las que más nos cho­can y que de hecho son emble­má­ti­cas de la con­di­ción de infan­cia: en efec­to, se supo­ne que aho­ra los cas­ti­gos cor­po­ra­les están reser­va­dos a los niños. Se prohí­ben y repri­men (al menos teó­ri­ca­men­te) para cual­quier otra cate­go­ría de seres humanos.

Esta vio­len­cia físi­ca hacia los niños es mone­da corrien­te: azo­tar, bajar los pan­ta­lo­nes, abo­fe­tear, pelliz­car, arras­trar por la fuer­za, tirar de los bra­zos, del pelo, de las pier­nas, fus­ti­gar, pegar, estran­gu­lar, ence­rrar, ais­lar, pri­var del acce­so al baño, pri­var de comi­da (o de pos­tre, de tele­vi­sión, de sali­das, de dine­ro de bol­si­llo…) o, por el con­tra­rio, la ali­men­ta­ción for­za­da… La lis­ta pare­ce infi­ni­ta1. Oli­vier Mau­rel deta­lla igual­men­te más de seten­ta pala­bras popu­la­res dife­ren­tes que des­cri­ben modos de vio­len­cia hacia los niños. Creo que en nin­gún otro domi­nio, apar­te pro­ba­ble­men­te del sexo, se deno­ta seme­jan­te inven­ti­va en el voca­bu­la­rio. Un son­deo de SOFRES rea­li­za­do en Fran­cia en 1999 para la aso­cia­ción Édu­quer sans frap­per [Edu­car sin pegar] nos da una idea de lo gene­ra­li­za­do de la vio­len­cia: el 84% de las per­so­nas encues­ta­das pegan a sus hijos2.

Cada año en Fran­cia los padres matan entre 400 y 700 meno­res (es decir, uno o dos al día)3 e hie­ren gra­ve­men­te a varias de dece­nas de miles. Pone­mos de relie­ve que entre el 93% y 96% de los casos son los padres quie­nes son res­pon­sa­bles de la vio­len­cia físi­ca, de la cruel­dad men­tal o de negli­gen­cias gra­ves4.

Los niños per­te­ne­cen tan­to a sus pro­ge­ni­to­res que estos tie­nen el dere­cho evi­den­te a inter­ve­nir en sus cuer­pos e inclu­so a muti­lar­los5, sobre todo si eso per­mi­te mar­car su per­te­nen­cia a un lina­je, a una comu­ni­dad, a un géne­ro, a una reli­gión, etc: pien­so en la cir­cun­ci­sión, pero sobre todo en prác­ti­cas real­men­te muti­la­do­ras, como la abla­ción o infi­bu­la­ción, o inclu­so en inter­ven­cio­nes médi­cas a niños inter­se­xua­dos (para adap­tar qui­rúr­gi­ca­men­te su sexo bio­ló­gi­co a la idea que uno se hace de uno u otro sexo). Del mis­mo modo, algu­nos padres no dudan en hacer pier­cings, tatua­jes y ope­ra­cio­nes de ciru­gía plás­ti­ca a sus hijos… Tie­nen todo el derecho.

En cam­bio, se supo­ne que hoy exis­te una­ni­mi­dad en con­tra de otros tipos de apro­pia­ción de los cuer­pos, las vio­len­cias sexua­les, aun­que se con­ce­den muy pocos medios para con­tra­rres­tar­los efi­caz­men­te. Es una reali­dad gene­ra­li­za­da. En el con­jun­to de paí­ses desa­rro­lla­dos entre el 5 y el 10% de las niñas y chi­cas ado­les­cen­tes han sufri­do agre­sio­nes sexua­les por par­te de un hom­bre de su fami­lia; ade­más, todas las inves­ti­ga­cio­nes coin­ci­den en que estos datos están sub­es­ti­ma­dos en rela­ción al fenó­meno6. En el 80% de los casos son cier­ta­men­te los miem­bros de la fami­lia, padre, madre o padras­tro, quie­nes con más fre­cuen­cia son auto­res de los abu­sos sexua­les. Des­de los 4 años los abu­sos sexua­les se con­vier­ten en el mal­tra­to prin­ci­pal en el caso de las niñas7. Los niños tam­bién son víc­ti­mas fre­cuen­tes, aun­que la can­ti­dad sea menor. Tam­bién en estos casos las con­se­cuen­cias sobre la vida de las innu­me­ra­bles per­so­nas con­cer­ni­das son muy gra­ves. El fenó­meno, des­cu­bier­to y hecho públi­co por el movi­mien­to femi­nis­ta, ha resul­ta­do ser de tal mag­ni­tud que no se pue­de seguir hablan­do ino­cen­te­men­te de abu­sos: es con­sus­tan­cial al poder adul­to y muy par­ti­cu­lar­men­te patriar­cal. Del dere­cho de pro­pie­dad siem­pre ha deri­va­do el dere­cho de per­na­da. Patri­zia Romi­to deta­llas más muchas estra­te­gias segui­das para exo­ne­rar a los hom­bres de la fami­lia de la vio­len­cia y las violaciones:

Resul­ta que como los hom­bres vio­len­tos eran dema­sia­do nume­ro­sos y dema­sia­do nor­ma­les para ser cri­mi­na­li­za­dos y cas­ti­ga­dos, se optó por la estra­te­gia que con­sis­te en medi­ca­li­zar y pro­fe­sio­na­li­zar el fenó­meno. Los exper­tos inven­ta­ron a este efec­to el con­cep­to de fami­lias inces­tuo­sas para encu­brir […] la espan­to­sa reali­dad de los niños vio­la­dos por su padre8.

La auto­ra da otros muchos ejem­plos de estas estra­te­gias del silen­cio. Y lo que se borra no es solo el ori­gen muy mayo­ri­ta­ria­men­te mas­cu­lino de las vio­len­cias, sino tam­bién su base muy mayo­ri­ta­ria­men­te fami­liar. Los medios de comu­ni­ca­ción y la opi­nión públi­ca siguen cen­tran­do la aten­ción gene­ral y, sobre todo, la indig­na­ción en los vio­la­do­res aje­nos a la fami­lia, mucho menos nume­ro­sos que aque­llos que se lla­man los alle­ga­dos. E indig­nán­do­se así selec­ti­va­men­te se dis­po­ne de algu­nos árbo­les para ocul­tar el bos­que. Ade­más, cuan­to más vio­len­ta es la indig­na­ción más pare­ce que se es inca­paz de des­en­tra­ñar las cau­sas estruc­tu­ra­les del desas­tre para cen­trar­se solo en los auto­res indi­vi­dua­les, cri­mi­na­li­za­dos y pato­lo­gi­za­dos. Estos son obje­to de una ren­co­ro­sa pues­ta en esce­na colec­ti­va que de buen gra­do aca­ba­ría en lin­cha­mien­to, mien­tras que, por el con­tra­rio, se pro­te­ge por medio de una omer­ta gene­ral a los padres o tíos, her­ma­nos, abue­los y ami­gos de la fami­lia.

Prác­ti­ca­men­te nadie pien­sa en acu­sar a las estruc­tu­ras socia­les que orga­ni­zan las con­di­cio­nes de subor­di­na­ción (la con­di­ción feme­ni­na y la con­di­ción de la infan­cia) que son las con­di­cio­nes pre­vias nece­sa­rias de las vio­la­cio­nes y de las vio­len­cias. Sin embar­go, el patriar­ca­do, es decir, más pre­ci­sa­men­te en lo que aquí nos con­cier­ne, la estruc­tu­ra fami­liar, y el esta­tu­to del menor, son lo que en este domi­nio son las ins­ti­tu­cio­nes cri­mi­na­les en tan­to que garan­ti­zan a los abu­sa­do­res su poder y su impu­ni­dad, y pri­van a las víc­ti­mas poten­cia­les de cual­quier posi­bi­li­dad de resistencia.

Si se excep­túa la vio­len­cia sexual, muchas otras vio­len­cias infli­gi­das se jus­ti­fi­can por la edu­ca­ción. De hecho, la casi tota­li­dad de los mode­los edu­ca­ti­vos o peda­gó­gi­cos pre­di­can el recur­so a una u otra for­ma de vio­len­cia, y es total­men­te lógi­co. Así, se habla con razón de las vio­len­cias edu­ca­ti­vas ordi­na­rias en la que des­de hace poco se inclu­ye, ade­más de las vio­len­cias físi­cas, las vio­len­cias psicológicas.

Los adul­tos hablan de buen gra­do de cas­ti­go, una pala­bra que sobre todo se uti­li­za res­pec­to a los niños (los psi­có­lo­gos, el per­so­nal judi­cial y los tra­ba­ja­do­res socia­les hablan más bien de san­ción cuan­do men­cio­nan a los adul­tos). Una pala­bra para desig­nar las vio­len­cias, lisa y lla­na­men­te. Sea cual sea la pala­bra, en la vida de los meno­res no hay nada más corrien­te que estos cas­ti­gos: a decir ver­dad, en la mayo­ría de las fami­lias se les cas­ti­ga con toda la fuer­za. Con esta idea de cas­ti­go los adul­tos tra­tan de legi­ti­mar la domi­na­ción que ejer­cen. Los niños pue­den come­ter fal­tas des­obe­de­cien­do o, sim­ple­men­te, vivien­do (movién­do­se, hacien­do rui­do, levan­tan­do la vis­ta, etc.) y su fal­ta atrae un cas­ti­go jus­to. Una retó­ri­ca pro­pia de todas las domi­na­cio­nes. En un libro que muy acer­ta­da­men­te se titu­la Pour­quoi fau­drait-il punir? [¿Por qué habría que cas­ti­gar?]9 Cathe­ri­ne Baker demues­tra muy bien que no exis­te nin­gu­na jus­ti­fi­ca­ción que se sos­ten­ga para la idea de cas­ti­go. Su libro solo abor­da el cas­ti­go a tra­vés de la idea de regu­la­ción penal de lo social, a saber, lo que se deno­mi­na el sis­te­ma penal, aun­que, por supues­to, sus crí­ti­cas fun­da­men­ta­les tam­bién valen para los cas­ti­gos ejer­ci­dos tan­to con­tra los meno­res como con­tra los criminales.

Quien bien te quie­re te hará llo­rar. Eso es tam­bién lo que decían (dicen) los mari­dos a sus muje­res. Un pan­fle­to con­tra los malos tra­tos supues­ta­men­te diri­gi­do a los niños se esfuer­za des­de la pri­me­ra pági­na en pone las cosas en cla­ro ponien­do el siguien­te epígrafe:

No hay que con­fun­dir cas­ti­go y mal­tra­to10.

Se anti­ci­pa inme­dia­ta­men­te a cual­quier malin­ter­pre­ta­ción peligrosa:

Nece­si­tas hablar y ser escu­cha­do. Sabes que un cas­ti­go, si está jus­ti­fi­ca­do, no es un mal­tra­to. Cuan­do es jus­to es una mues­tra de inte­rés, una prue­ba de amor.

No se tra­ta de que el niño al que se habla recha­ce los cas­ti­gos ni tam­po­co que esté resen­ti­do con sus padres. Una vez cla­ri­fi­ca­do y reafir­ma­do lo esen­cial, aho­ra se pue­de hablar de los malos tra­tos. El pan­fle­to apro­ve­cha enton­ces para hablar del artícu­lo 19 de la Con­ven­ción [de los Dere­chos] del Niño que, sin embar­go, esti­pu­la que los Esta­dos par­tes adop­ta­rán todas las medi­das legis­la­ti­vas, socia­les y edu­ca­ti­vas apro­pia­das para pro­te­ger al niño con­tra toda for­ma de per­jui­cio (¡sic!) o abu­so psí­qui­co o men­tal, des­cui­do o tra­to negli­gen­te, malos tra­tos o explo­ta­ción, inclui­do el abu­so sexual, mien­tras el niño se encuen­tre bajo la cus­to­dia de los padres, de un repre­sen­tan­te legal o de cual­quier otra per­so­na que lo ten­ga a su car­go. ¡Aca­ba­mos de ver cómo no solo el Esta­do sino tam­bién las aso­cia­cio­nes de pro­tec­ción de la infan­cia fir­man­tes inter­pre­tan la Convención!

La impreg­na­ción en la violencia

No hay nada de mis­te­rio­so ni de inevi­ta­ble en la invi­si­bi­li­dad y el silen­cio sobre las vio­len­cias sufri­das o ejer­ci­das, todo es cues­tión de prác­ti­ca y, por lo tan­to, de lógi­ca y de peda­go­gía. Lo mis­mo ocu­rre con la vio­len­cia psi­co­ló­gi­ca y la vio­len­cia físi­ca. […] Las tor­tas o azo­tai­nas que reci­bi­mos de los padres para que apren­da­mos a escu­char a los adul­tos y como reac­ción a una ton­te­ría que hemos hecho nos hacen inte­rio­ri­zar des­de la infan­cia la jus­ti­fi­ca­ción de la vio­len­cia. […] El tabú sobre la vio­len­cia con­yu­gal se expli­ca por la inco­mo­di­dad gene­ra­li­za­da a la hora de denun­ciar algo que todos nos hemos acos­tum­bra­do a callar y que impi­de reve­lar el peso suce­si­vo de las mil y una expe­rien­cias ante­rio­res de silen­cio, Dorothée Dussy: Le Ber­ceau des domi­na­tions. Anth­ro­po­lo­gie de l’inceste, 201311.

La mayo­ría de los niños evo­lu­cio­nan en un uni­ver­so puni­ti­vo, en un cli­ma de vio­len­cia, de sos­pe­cha, de ame­na­zas y expe­ri­men­tan coti­dia­na­men­te una gran inse­gu­ri­dad (des­con­fian­za, mie­do y estrés). Como hemos vis­to, cuan­do este cli­ma de vio­len­cia lo ejer­ce un mari­do sobre su mujer las femi­nis­tas lo ana­li­zan como el esta­ble­ci­mien­to de una (re)presión cuyo obje­ti­vo es ani­qui­lar a la mujer para some­ter­la y con­tro­lar­la. Se con­ci­be enton­ces como una pie­za cen­tral de los dis­po­si­ti­vos de la domi­na­ción. No hay razón por no uti­li­zar el mis­mo tipo de aná­li­sis en lo que con­cier­ne a las rela­cio­nes adultos/​niños. Ade­más, los adul­tos no lo nie­gan, segu­ros como están de tener dere­cho: a fin de cuen­tas, todas las jus­ti­fi­ca­cio­nes dadas se resu­men en exi­gir y obte­ner obe­dien­cia, mos­trar quien man­da y obte­ner la paz. Esta paz es lo que los ale­ma­nes lla­man la Friedhofs­frie­den: la paz de los cemen­te­rios. Es la paz de los domi­nan­tes, basa­da en una paci­fi­ca­ción cuya vio­len­cia se bana­li­za, se invi­si­bi­li­za. Esta paz es el resul­ta­do de una gue­rra per­ma­nen­te hacia a los niños.

Un movi­mien­to cada vez más impor­tan­te se pone como obje­ti­vo la abo­li­ción de la vio­len­cia edu­ca­ti­va. Así, en Fran­cia el Obser­va­toi­re de la vio­len­ce édu­ca­ti­ve ordi­nai­re (OVÉO, Obser­va­to­rio de la vio­len­cia edu­ca­ti­va ordi­na­ria) hace un exce­len­te tra­ba­jo de infor­ma­ción y aná­li­sis. Des­gra­cia­da­men­te, tam­bién a este movi­mien­to le cues­ta denun­ciar, más allá de las vio­len­cias psi­co­ló­gi­cas o físi­cas, más fáci­les de con­de­nar, las vio­len­cias impu­tables a las pro­pias ins­ti­tu­cio­nes, por el hecho mis­mo de su exis­ten­cia. Así, se habla mucho de vio­len­cias en la escue­la, pero más rara­men­te de vio­len­cias de la escue­la. Y es que el pun­to de vis­ta de los meno­res no es el de los mayo­res, los intere­ses de los niños no se corres­pon­den con los de los adul­tos. Estos últi­mos son quie­nes tie­nen el poder y su dis­cur­so es el que se imprime.

Para los niños la vio­len­cia en la escue­la no es exclu­si­va de los alum­nos, sino que pro­vie­ne tan­to de las ins­ti­tu­cio­nes como de los docen­tes. Para ellos los actos vio­len­tos entre alum­nos son actos raros. Este dis­cur­so difie­re del que man­tie­nen los docen­tes […]12.

En todo caso, se está muy lejos de incluir en las vio­len­cias edu­ca­ti­vas ordi­na­rias la más impor­tan­te, la que hace posi­ble todas las demás: ¿no es la mino­ría de edad un esta­do de vio­len­cia per­ma­nen­te debi­do a que pri­va al no mayor de todo poder sobre su vida? ¿No cons­ti­tu­yen las impo­si­cio­nes que deri­van de este esta­tu­to de menor (impo­si­ción fami­liar por una par­te, esco­lar por otra) unas impo­si­cio­nes gra­ví­si­mas, que están garan­ti­za­das como dere­chos, pero que, como vere­mos, son con­tra­rias a los dere­chos huma­nos? No pode­mos dejar de vol­ver sobre estos pro­ble­mas. Tam­bién la pro­pia edu­ca­ción, en sí mis­ma, pue­de difí­cil­men­te no ser con­si­de­ra­da una vio­len­cia. Dedi­co a esta cues­tión un capí­tu­lo de este ensa­yo dado lo mucho que la rela­ción edu­ca­ti­va ani­da actual­men­te en el cen­tro de las rela­cio­nes adultos/​niños.

Por últi­mo, ¿la dis­cri­mi­na­ción en razón de la edad, en tan­to que ideo­lo­gía des­pec­ti­va y dis­cri­mi­na­to­ria, no es una vio­len­cia tan­to como el racis­mo o el sexis­mo? Es sabi­do que estos últi­mos tie­nen unos efec­tos des­ta­ca­bles sobre el psi­quis­mo de aque­llas per­so­nas que los pade­cen en tér­mi­nos, sobre todo, de infra­va­lo­ra­ción de uno mis­mo, de depre­sión, etc. Estos efec­tos están bien docu­men­ta­dos y son los que sufre cual­quier cate­go­ría estig­ma­ti­za­da, opri­mi­da y domi­na­da13.

Lo que hay que poner en tela de jui­cio son los sis­te­mas socia­les y no sim­ples dis­fun­cio­nes en las rela­cio­nes inter­per­so­na­les. Aquí no nos intere­sa denun­ciar los abu­sos ni a unos indi­vi­duos par­ti­cu­lar­men­te odio­sos en sus for­mas de actuar, sino unas estruc­tu­ras socia­les, mate­ria­les y men­ta­les. Una ilus­tra­ción de esta dimen­sión social la ofre­ce este tipo de vio­len­cia sis­te­má­ti­ca, gene­ra­li­za­da, que vie­ne a coro­nar a las demás, a ter­mi­nar el tra­ba­jo de demo­li­ción empren­di­do: un niño no pue­de encon­trar ayu­da y siem­pre se que­da ais­la­do, sin defen­sa ni ayu­da fren­te a poder tirá­ni­co que pade­ce. Todo el mun­do es cóm­pli­ce del poder adul­to, o bien apo­yán­do­lo acti­va­men­te o bien no inter­vi­nien­do. Debi­do a ello a las jóve­nes víc­ti­mas les resul­ta impo­si­ble cual­quier solu­ción cons­truc­ti­va o cual­quier hui­da, a menos de sumir­se en lo que les pare­ce que es la ile­ga­li­dad (y que no es sino la clan­des­ti­ni­dad, pero con todos los ries­gos que gene­ra14). Ali­ce Miller des­ta­ca con insis­ten­cia que inclu­so una soli­da­ri­dad dis­cre­ta de un tes­ti­go cari­ta­ti­vo, inclu­so una son­ri­sa leve de con­ni­ven­cia o de con­tri­ción pue­de cam­biar enor­me­men­te las cosas para la joven per­so­na víc­ti­ma de las vio­len­cias: la mane­ra como se recu­pe­re de lo que ha sufri­do será a veces total­men­te revo­lu­cio­na­da15.

En lo indi­vi­dual las vio­len­cias sus­ci­tan un impor­tan­te sen­ti­mien­to de injus­ti­cia, que no se podrá cal­mar. Lo más fre­cuen­te es que se ten­ga que renun­ciar, con un dolor reno­va­do, a la sed de jus­ti­cia. Hans Zulli­ger enu­me­ra otras con­se­cuen­cias de las vio­len­cias: Resis­ten­cia pasi­va, secre­ta o decla­ra­da, cóle­ra, furor, odio, sed de ven­gan­za, sadis­mo por una par­te, disi­mu­lo, hipo­cre­sía, acti­tu­des mali­cio­sas y ras­tre­ras, mie­dos mal­sa­nos, ideas de muer­te y maso­quis­mo por otra16.

Las vio­len­cias tie­nen, ade­más, gra­ves efec­tos a lar­go plazo:

Cuan­do el estrés es a la vez ele­va­do, de lar­ga dura­ción y/​o repe­ti­do en un lar­go perio­do, como es el caso con la vio­len­cia edu­ca­ti­va físi­ca y psi­co­ló­gi­ca, no solo dis­mi­nu­ye la resi­lien­cia, la capa­ci­dad de resis­ten­cia y de acos­tum­brar­se al estrés (y se podría ima­gi­nar tam­bién que decre­ce de mane­ra expo­nen­cial y no lineal), sino que las reac­cio­nes de defen­sa o de hui­da dejan de fun­cio­nar y se trans­for­man en estrés trau­má­ti­co, con apa­tía (depre­sión) y/​o vio­len­cia des­truc­ti­va o auto­des­truc­ti­va17.

Inclu­so las lla­ma­das vio­len­cias cor­po­ra­les lige­ras (azo­tes, etc.), las que no dejan hue­llas en el cuer­po, pue­den en cam­bio dejar secue­las psi­co­ló­gi­cas, según una encues­ta cana­dien­se rea­li­za­da en 2012 con 35.000 per­so­nas de vein­te años y más18. Un argu­men­to que se pue­de opo­ner a quie­nes afir­man que un buen azo­te nun­ca le ha hecho daño a nadie.

Des­de tiem­po inme­mo­rial nues­tras socie­da­des se basan en la nega­ción y el recha­zo de las vio­len­cias paren­ta­les, la mayo­ría de las veces de las vio­len­cias paternas.

Unos meca­nis­mos bien cono­ci­dos aho­ra hacen que se silen­cien o en todo caso se mini­mi­cen: repre­sión de las emo­cio­nes, olvi­do o nega­ción de las vio­len­cias sufri­das, para pro­te­ger a los padres, por deseo de vivir la pro­pia vida, por­que se cree que (a toda cos­ta) hay que per­do­nar para poder vivir en paz.

La exi­gen­cia de per­dón que se impo­ne a los niños pare­ce tener unos efec­tos total­men­te destructores:

En estos tes­ti­mo­nios apa­re­ce cla­ra­men­te que el per­dón y la com­pren­sión (en el sen­ti­do de que se excu­sa a los padres sin que uno se con­ce­da el dere­cho de sen­tir el sufri­mien­to pade­ci­do, con el fin de libe­rar­se de él) impi­die­ron la cura­ción de estos adul­tos, les impi­die­ron lle­var a cabo la vida que hubie­ran que­ri­do o podi­do tener19.

En efec­to, todos los adul­tos viven con las secue­las psi­co­ló­gi­cas, pero tam­bién físi­cas, de las vio­len­cias que han pade­ci­do de niños. Cada vez se sabe tra­tar mejor estas secue­las, aun­que los pro­ce­sos de cura­ción sean len­tos y labo­rio­sos, y aun­que la mayo­ría de noso­tros nos que­de­mos en la nega­ción y no empren­da­mos tra­ba­jo alguno al res­pec­to, con lo que per­ma­ne­ce­mos pre­sos de esque­mas here­da­dos direc­ta­men­te de las injus­ti­cias vividas.

Pero no pode­mos con­ten­tar­nos con curar las vio­len­cias. Lo que es nece­sa­rio es pre­ve­nir­las y no se pre­vie­nen ni con la repre­sión ni con la mora­li­za­ción, sino eli­mi­nan­do las con­di­cio­nes socia­les que son su terreno abonado.

¿Por qué no nos resul­ta evi­den­te la injus­ti­cia? En efec­to, des­de hace siglos se pri­va a los niños de lo esen­cial del poder que podrían tener sobre sus vidas, se les des­pre­cia y se les domi­na, opri­me y explo­ta. El actual secues­tro edu­ca­ti­vo de los meno­res es un lejano ava­tar de su anti­gua sumi­sión a su padre. A su apro­pia­ción patriar­cal para la explo­ta­ción pri­va­da suce­dió su apro­pia­ción social para la for­ma­ción gene­ral al ser­vi­cio de la socie­dad. La ins­tru­men­ta­li­za­ción ha pasa­do de ser par­ti­cu­lar a ser social. Los tiem­pos han cam­bia­do, pero la apro­pia­ción ha per­ma­ne­ci­do. Y con la apro­pia­ción, la opre­sión y la explo­ta­ción. De paso estas se han invi­si­bi­li­za­do: los úni­cos mode­los de apro­pia­ción, opre­sión y explo­ta­ción que se reco­no­cen como tales son pre­ci­sa­men­te aque­llos que hoy han des­apa­re­ci­do casi com­ple­ta­men­te en nues­tras socie­da­des. Estos tér­mi­nos no se podrían apli­car a la situa­ción que pre­va­le­ce en nues­tros paí­ses avan­za­dos.

No obs­tan­te, es evi­den­te que los niños están opri­mi­dos: no pue­den hacer lo que quie­ren y deben sufrir lo que no desean. ¡Pero es por su bien! Por eso ya no se pue­de lla­mar con jus­ti­cia una opre­sión. Por lo que se refie­re a ser explo­ta­dos, des­de el momen­to en que tam­bién es por su bien tam­po­co se pue­de hablar sen­sa­ta­men­te de explo­ta­ción, sin ape­nas dete­ner­se en el hecho de que pre­ci­sa­men­te su bien no está defi­ni­do por los pro­pios meno­res, sino por aque­llos que tie­nen poder sobre ellos.

En ade­lan­te se supo­ne que el inte­rés del niño se encuen­tra en el cen­tro del dis­po­si­ti­vo familiar:

Artícu­lo 371 – 1 del Códi­go civil:

La auto­ri­dad paren­tal es un con­jun­to de dere­chos y debe­res que tie­nen por fina­li­dad el inte­rés del niño. Per­te­ne­ce a los padres has­ta la mayo­ría de edad o la eman­ci­pa­ción del niño para pro­te­ger su segu­ri­dad, su salud y su mora­li­dad, para garan­ti­zar su edu­ca­ción y per­mi­tir su desa­rro­llo, en el res­pe­to debi­do a su per­so­na. Los padres aso­cian al niño a las deci­sio­nes que le con­cier­nen. Según su edad y su gra­do de madurez.

La noción actual de bien del niño es una noción des­en­car­na­da, eva­nes­cen­te, hecha de mane­ra vario­pin­ta, fun­da­men­tal­men­te arbi­tra­ria. Está des­co­nec­ta­da de la reali­dad de los niños, pero en cam­bio a los intere­ses domi­nan­tes de la socie­dad establecida.

El bien del niño, el inte­rés supe­rior del niño no tie­nen casi rela­ción algu­na con los intere­ses reales de los niños, sean cua­les sean; muy al con­tra­rio, gene­ral­men­te se opo­nen a ellos. Tan­to si se quie­ren que­dar en la cama soñan­do en vez de levan­tar­se para ir al cole­gio, como si pre­fie­ren jugar a estu­diar, decir pala­bro­tas, con­du­cir un coche o lo que sea, las prohi­bi­cio­nes dic­ta­das serían muy difí­ci­les de jus­ti­fi­car por su pro­pio bien. Solo se podrá hacer argu­men­tan­do una espe­ci­fi­ci­dad enig­má­ti­ca que haría que el tra­ba­jo de los niños fue­ra inno­ble mien­tras que el de los adul­tos sería nor­mal, que un niño con car­né de con­du­cir con­du­je­ra un coche segui­ría sien­do peli­gro­so mien­tras que si lo con­du­je­ra un adul­to no ten­dría peli­gro, que jurar sería mons­truo­so en una boca ino­cen­te… El inte­rés supe­rior del niño solo es supe­rior en el sen­ti­do de que pri­ma sobre el inte­rés de los niños.

Como la pro­pia noción de infan­cia, la noción de inte­rés supe­rior es una noción difu­sa, no defi­ni­da y gene­ral20, bien hecha para que parez­ca inves­ti­da de una dig­ni­dad par­ti­cu­lar, siem­pre supe­rior a los viles intere­ses pro­sai­cos de los niños que real­men­te exis­ten. Intere­ses meno­res, no serios, abs­te­ner­se. Por su bien, uno se arro­ga el dere­cho de des­per­tar­los o man­dar­los a la cama, se deci­den los hora­rios de sus comi­das, el tiem­po que dedi­can a la tele­vi­sión o a los jue­gos de vídeo, a sus ocu­pa­cio­nes más triviales.

Pre­ci­sa­men­te unas cons­ta­ta­cio­nes de este tipo, que de buen gra­do se con­si­de­ran irri­so­rias cuan­do se tra­ta pre­ci­sa­men­te de niños, pero que con toda jus­ti­cia se con­si­de­ra­rían de inme­dia­to abso­lu­ta­men­te indig­nan­tes si se tuvie­ran que sufrir como adul­tos, son las que lle­va­ron a un gru­po de niños y ado­les­cen­tes de Ber­lín a orga­ni­zar su lucha con­tra el esta­tu­to del menor:

Todo empe­zó con algu­nas pre­gun­tas sim­ples, por ejem­plo, ¿tie­nen dere­cho los padres a obli­gar­te a poner­te una ropa que tú no quie­res poner­te? ¿Cuán­do se debe ir a la cama? ¿Tie­ne dere­cho un pro­fe­sor a prohi­bir­te ir al ser­vi­cio duran­te la cla­se? Rápi­da­men­te se relle­nó todo un cues­tio­na­rio con­cer­nien­te a los pro­ble­mas de los jóve­nes. Ocu­rrió en 1992. El gru­po que hizo este tra­ba­jo se lla­mó Kin­de­rRÄchTs­ZÄn­ker (defen­so­res de los dere­chos de los niños), con abre­via­tu­ras. Des­de enton­ces en la aso­cia­ción Netz­werk Spiel/​Kultur Prenz­lauer Berg e.V. exis­te un pro­yec­to en el que unos ado­les­cen­tes se ocu­pan de la igual­dad de los seres huma­nos, con inde­pen­den­cia de su edad.

Jun­to a las injus­ti­cias coti­dia­nas a las que se enfren­tan muchos jóve­nes, se die­ron cuen­ta rápi­da­men­te de varios pro­ble­mas de orden gene­ral que con­cier­nen a toda la socie­dad: ¿de dón­de toman los padres el dere­cho a dar órde­nes a sus hijos? ¿Tie­ne sen­ti­do enviar a los niños a la escue­la a la fuer­za? […]21.

Cuan­do los niños son toda­vía peque­ños no tie­nen el mis­mo domi­nio que noso­tros de los usos socia­les, de los usos y cos­tum­bres (cómo hablar correc­ta­men­te, cómo com­por­tar­se…) y al no tener expe­rien­cia, no siem­pre com­pren­den cla­ra­men­te los peli­gros poten­cia­les. Aún así, eso no sig­ni­fi­ca que no sepan (y muy pro­ba­ble­men­te mejor que noso­tros) lo que es bueno para ellos. John Holt des­ta­ca lo siguien­te, que me pare­ce fundamental:

La ver­dad es que no pode­mos decir de una vez por todas quién, padres, pro­fe­so­res, ase­so­res jurí­di­cos, psi­có­lo­gos, con­se­je­ros de fami­lia, jue­ces u otros, sabe qué es pre­fe­ri­ble para un niño. En los domi­nios impor­tan­tes nadie lo pue­de saber mejor que el pro­pio niño. No hace fal­ta tener mucha edad ni ser muy inte­li­gen­te para dis­tin­guir a los ami­gos de los enemi­gos, para sen­tir quién te detes­ta, es cruel con­ti­go y te per­ju­di­ca. Cual­quier niño de cin­co años dife­ren­cia entre una maes­tra bue­na y una maes­tra mala. Solo los adul­tos son lo bas­tan­te estú­pi­dos como para creer que, de un modo u otro, la maes­tra mala hace bien al niño. Los pro­pios adul­tos no esta­rían dis­pues­tos a per­ma­ne­cer en com­pa­ñía de per­so­nas que les des­pre­cian y son crue­les con ellos, no se lo pen­sa­rían ni un ins­tan­te. Sola­men­te a pro­pó­si­to de ter­ce­ros y, sobre todo, jóve­nes, deci­mos que el sufri­mien­to no hace sufrir ver­da­de­ra­men­te, que en reali­dad es bené­fi­co. Aho­ra bien, un niño tie­ne tan­to dere­cho como cual­quie­ra de ale­jar­se de todos aque­llos que le hacen daño para acer­car­se a los seres de los que cree poder obte­ner el bien22.

John Holt afir­ma aquí que en lo que con­cier­ne a aspec­tos fun­da­men­ta­les de sus pro­pias vidas no hay edad de la razón que val­ga, no hay por qué cons­ta­tar una capa­ci­dad de dis­cer­ni­mien­to antes de tener en cuen­ta lo que quie­ren los niños… Como cual­quier per­so­na, son per­fec­ta­men­te capa­ces de dis­cer­nir lo que nece­si­tan o no, y de expre­sar lo que quie­ren, lo que han deci­di­do23. Con toda jus­ti­cia se con­fía ple­na­men­te en la capa­ci­dad de cual­quier ani­mal peque­ño de reco­no­cer lo que es bueno para él, pero se nie­ga esta con­fian­za a los seres huma­nos jóvenes.

Negar­se a cons­ta­tar y acep­tar que el niño sabe lo que es bueno para él es domi­na­ción: Sabe­mos mejor que él lo que debe hacer, lo que es bueno para él. Acep­tar esto sin haber expe­ri­men­ta­do nun­ca con­fian­za es bur­lar­se com­ple­ta­men­te de él. Quie­nes recha­zan la domi­na­ción se con­ce­den la posi­bi­li­dad de ase­gu­rar­se de que, efec­ti­va­men­te, sus hijos no son ni invá­li­dos ni cre­ti­nos. En el peor de los casos care­cen de unos cono­ci­mien­tos que si se los apor­tá­ra­mos cuan­do los nece­si­tan y los piden, esos cono­ci­mien­tos les per­mi­ti­rían tomar real­men­te unas deci­sio­nes con todo el dis­cer­ni­mien­to necesario.

En efec­to, exis­ten casos pre­ci­sos en los que se pue­de pen­sar que fulano no es razo­na­ble y corre peli­gro de poner irre­fle­xi­va­men­te su vida en peli­gro o de herir­se gra­ve­men­te, en que zutano quie­re sui­ci­dar­se por un moti­vo que des­de fue­ra nos pare­ce total­men­te irri­so­rio (una rup­tu­ra amo­ro­sa, por ejem­plo). Uno tam­bién se pue­de ver lle­va­do a inter­ve­nir pun­tual­men­te de mane­ra auto­ri­ta­ria ante per­so­nas cer­ca­nas o ante un des­co­no­ci­do en la calle, sin tener nun­ca, ade­más, la segu­ri­dad de tener razón. Pero, afor­tu­na­da­men­te, no se pue­de gene­ra­li­zar de la exis­ten­cia de casos par­ti­cu­la­res: no se ponen estos ejem­plos como pre­tex­to para poner bajo tute­la a los o las ami­gas ni a los con­gé­ne­res, ni para diri­gir­los en todo… Estas situa­cio­nes siguen sien­do excep­cio­na­les y con toda jus­ti­cia se hace todo lo posi­ble para que sigan sién­do­lo, excep­to en lo que con­cier­ne a los niños.

Por el bien del niño se le hace tra­ba­jar más tiem­po duran­te la sema­na que un asa­la­ria­do nor­mal, se le hace lle­var unas mochi­las tan pesa­das y per­ma­ne­cer sen­ta­dos tan­to tiem­po que aca­ban con esco­lio­sis. Como hemos vis­to, por el bien del niño no se duda en obli­gar­le a per­ma­ne­cer en una fami­lia que le opri­me o le des­tru­ye , en un hogar deses­pe­ran­te y en una escue­la en la que se empo­bre­ce. Por su bien se ve obli­ga­do a per­se­guir unos obje­ti­vos que no son los suyos, por unos medios que no pue­de ele­gir, en unas con­di­cio­nes de las que gene­ral­men­te hui­ría si tuvie­ra la posi­bi­li­dad de hacer­lo; en resu­men, está explo­ta­do, como lo está cual­quier per­so­na cuan­do debe uti­li­zar su tiem­po, su aten­ción, sus fuer­zas y sus capa­ci­da­des en per­se­guir un obje­ti­vo que no es el suyo.

La fic­ción de un bien del niño inde­fi­ni­do no tie­ne sen­ti­do. Se hubie­ra que tomar­lo en serio, enton­ces por lo menos habría que defi­nir­lo con pre­ci­sión. Aho­ra bien, esta noción jus­ti­fi­ca seme­jan­tes ata­ques a las nocio­nes de igual­dad y de liber­tad (que se supo­ne son los cimien­tos de nues­tra socie­dad), ata­ques que en otras cir­cuns­tan­cias serían con­si­de­ra­dos injus­tos e indig­nan­tes, que debe­ría­mos tener­la muy en cuen­ta. Tene­mos que con­si­de­rar si real­men­te este bien del niño jus­ti­fi­ca estas dero­ga­cio­nes del dere­cho común que sig­ni­fi­can nada menos que pri­va­cio­nes de dere­cho. Aho­ra bien, nun­ca se hacen estan pre­ci­sio­nes, la noción de bien del niño nun­ca se deta­lla y al ser inde­ter­mi­na­da per­mi­te todas las mani­pu­la­cio­nes24. Debi­do a ello, todo el mun­do se con­ten­ta con esta ambi­güe­dad: a todas luces, esta noción de bien del niño sir­ve prin­ci­pal­men­te para jus­ti­fi­car el dominio.

Post scríp­tum

Este tex­to es un extrac­to del libro de Yves Bon­nar­del, La domi­na­tion adul­te, que reco­men­da­mos encarecidamente.

Algu­nas citas complementarias:

Para Fran­cia la encues­ta nacio­nal sobre las vio­len­cias hacia las muje­res da, antes de los 18 años, una tasa del 6% de las muje­res que han pade­ci­do una agre­sión sexual (apar­te de la vio­la­ción) y del 3,7% que han sido víc­ti­mas de una vio­la­ción o de un inten­to de vio­la­ción antes de la mis­ma edad. Así, el 9,7% de las muje­res fran­ce­sas antes de los 18 años cono­cen un abu­so sexual sea de la natu­ra­le­za que sea. Por lo que se refie­re a los hom­bres, pare­ce que un 4,6% ha cono­ci­do abu­sos de este tipo antes de la edad de de 18 años, André Cia­val­di­ni: Les Agres­sions sexue­lles. Don­nées épi­dé­mio­lo­gi­ques géné­ra­les25.

Todos los días, cer­ca de su casa, un buen padre de fami­lia se acues­ta con su hiji­ta de nue­ve años. O a veces ella sim­ple­men­te le hace una peque­ña fela­ción. O es un tío con su sobrino; una her­ma­na mayor con su her­ma­na menor.. […] Apro­ve­chán­do­se de lo real y de la bana­li­dad de los abu­sos sexua­les come­ti­dos en niños, […] el inces­to es estruc­tu­ra­dor del orden social. […] No es nece­sa­rio que se cepi­llen a todos para que el inces­to sal­pi­que a todo el mun­do. […] Cada uno está impreg­na­do, en la cuna, de las rela­cio­nes de domi­na­ción cons­ti­tu­ti­vas de las rela­cio­nes fami­lia­res […] En tan­to que ejer­ci­cio ero­ti­za­do de la domi­na­ción, el inces­to es un ele­men­to cla­ve de la recon­duc­ción de las rela­cio­nes de domi­na­ción y de explo­ta­ción, Dorothée Dussy: Le Ber­ceau des domi­na­tions. Anth­ro­po­lo­gie de l’inceste, 201326.

Una bue­na cam­pa­ña con­tra el inces­to debe­ría mos­trar a los padres los lími­tes de la inti­mi­dad del niño, expli­can­do, por ejem­plo, que hay que cerrar la puer­ta del cuar­to de baño duran­te la ducha, afir­ma Annie Gau­diè­re, direc­to­ra gene­ral de la orga­ni­za­ción Allô enfan­ce mal­trai­tée (telé­fono 119), en Le Mon­de de 22 de febre­ro. Así pues, ¿las lla­ma­das tele­fó­ni­cas reci­bi­das en el 119 reve­la­ban unas situa­cio­nes de vida has­ta ese pun­to dife­ren­tes de lo que des­cri­ben las víc­ti­mas de inces­to que se han hecho adul­tas como para que Annie Gau­diè­re reduz­ca el abu­so sexual intra­fa­mi­liar a una cues­tión de una puer­ta abier­ta? La encues­ta etno­grá­fi­ca y la con­sul­ta en medio hos­pi­ta­la­rio per­mi­ten esta­ble­cer una cons­ta­ta­ción segu­ra: el abu­sa­dor abre la puer­ta, aun­que esté cerra­da; oca­sio­nal­men­te la rom­pe. La mayo­ría de las veces impi­de a su víc­ti­ma toda velei­dad posi­ble de cerrar la puerta.

En la inti­mi­dad y en la con­fi­den­cia­li­dad es don­de hay que luchar con­tra el inces­to, no crean­do bom­bo mediá­ti­co, afir­ma tam­bién la coor­di­na­do­ra de SOS-inces­te-pour-revi­vre. Por con­si­guien­te, en inte­rés del niño habría que pre­ser­var el silen­cio, la ver­güen­za, el secre­to, que son unos alia­dos pre­cio­sos del abu­so sexual.

La vis­ta de estos encar­tes publi­ci­ta­rios podría blo­quear su capa­ci­dad de comu­ni­car, afir­ma por últi­mo el vice­pre­si­den­te de la aso­cia­ción Enfan­ce et Par­ta­ge. Has­ta la fecha de apa­ri­ción de estos encar­tes los niños víc­ti­mas de abu­sos sexua­les no se comu­ni­ca­ban más. Las víc­ti­mas de inces­to no men­cio­nan el inces­to en el exte­rior de la fami­lia y lo men­cio­nan poco en el inte­rior de la fami­lia, en todo caso no lo hacen mien­tras son niños. Sus her­ma­nos, sus her­ma­nas y las otras per­so­nas que coha­bi­tan con ellos tam­po­co lo men­cio­nan. Ni duran­te la infan­cia ni des­pués, cuan­do cada uno se ha con­ver­ti­do en adul­to. Prue­ba de ello son las pocas denun­cias de agre­so­res inces­tuo­sos o los pocos careos en pro­por­ción a los cien­tos de miles de agre­sio­nes. Muy mar­gi­nal­men­te, algu­nos denun­cian los abu­sos de los que ellos, o algún alle­ga­do, han sido víc­ti­mas, cuan­do sur­ge el ries­go de que las agre­sio­nes sexua­les se repro­duz­can en un niño de la siguien­te gene­ra­ción, por par­te del mis­mo agre­sor o por par­te de otro. Si se con­ta­bi­li­za un 6% de víc­ti­mas de abu­sos sexua­les intra­fa­mi­lia­res, que es lo más bajo de la hor­qui­lla pro­pues­ta por las encues­tas cuan­ti­ta­ti­vas (entre ellas la recien­te encues­ta ENVEFF), para 60 millo­nes de fran­ce­ses supo­ne al menos tres millo­nes seis­cien­tas mil víc­ti­mas; por con­si­guien­te, es más pro­ba­ble que los agre­so­res se cuen­ten por millo­nes que por cien­tos de miles. Aho­ra bien, según las cifras pro­por­cio­na­das por Obser­va­toi­re d’action socia­le décen­tra­li­sée (ODAS, Obser­va­to­rio de acción social des­cen­tra­li­za­da), la can­ti­dad de denun­cias por abu­sos sexua­les de niños gira en torno a las 5.500 al año de media en los cin­co últi­mos años. Por lo tan­to, la suma de todas las denun­cias efec­tua­das des­de que el Esta­do esta­ble­ció el pro­ce­di­mien­to no supera el 1% de la can­ti­dad de víc­ti­mas de inces­to en Fran­cia. Los niños víc­ti­mas de abu­sos sexua­les en su fami­lia se callan por­que el silen­cio que rodea a esta prác­ti­ca de su vida coti­dia­na, pro­ba­ble­men­te acom­pa­ña­da de ame­na­zas, les ense­ña a callar­se27.

En noviem­bre de 2002 Juan Miguel Petit, rela­tor de la Comi­sión de Dere­chos Huma­nos de la ONU, visi­ta Fran­cia en un con­tex­to lamen­ta­ble: des­de hace varios meses algu­nas madres fran­ce­sas huyen de su país para ofre­cer a sus hijos la pro­tec­ción que la jus­ti­cia no les pro­por­cio­nó. Tras esta visi­ta siguie­ron dos infor­mes, uno pre­li­mi­nar y publi­ca­do a fina­les de 2002, segui­do de un infor­me com­ple­men­ta­rio en octu­bre de 2003. El rela­tor hace en ellos una cons­ta­ta­ción tris­te: Las per­so­nas que sos­pe­chan casos de agre­sio­nes sexua­les con­tra sus hijos y las denun­cian corren el ries­go de ser acu­sa­das de men­tir o de mani­pu­lar a los niños con­cer­ni­dos y se les ame­na­za con pro­ce­di­mien­tos judi­cia­les o con san­cio­nes admi­nis­tra­ti­vas por difa­ma­ción si sus acu­sa­cio­nes no con­du­cen a la con­de­na del supues­to agre­sor. Juan Miguel Petit con­ti­núa: En cada vez más casos padres sepa­ra­dos […] deci­den lle­var a su hijo fue­ra de Fran­cia en vez de ple­gar­se a una deci­sión judi­cial que […] expon­dría a la víc­ti­ma a nue­vos ata­ques sexua­les. Sin embar­go, des­de hace mucho tiem­po algu­nas aso­cia­cio­nes denun­cian las dis­fun­cio­nes del sis­te­ma judi­cial fran­cés, Hélè­ne Pal­ma y Léo Thiers-Vidal: Vio­len­ces intra­fa­mi­lia­les sur enfants: le rap­por­teur de l’ONU en Fran­ce, 200428.

El sín­dro­me de alie­na­ción parental

Muchos padres vio­len­tos y/​o abu­sa­do­res hacen refe­ren­cia al sín­dro­me de alie­na­ción paren­tal y al sín­dro­me del recuer­do fal­so según los cua­les el niño es rehén de la madre duran­te el perio­do de con­flic­to y de sepa­ra­ción, es mani­pu­la­do e impu­ta al padre vio­len­cias para que este no obten­ga la cus­to­dia e inclu­so se le denie­gue el dere­cho a las visi­tas. Al igual que la impu­tación de recuer­do fal­so se tra­ta de una mane­ra de inva­li­dar de for­ma arbi­tra­ria la pala­bra no solo de la madre, sino de los pro­pios niños. Estos padres reci­ben el apo­yo de exper­tos que no dudan en men­tir des­ca­ra­da­men­te para apo­yar­los y decla­rar, por ejem­plo, que el 90% de las decla­ra­cio­nes de malos tra­tos sexua­les son exce­si­vas29. Las con­se­cuen­cias de estas men­ti­ras son espan­to­sas: Una encues­ta hecha en 2004 por el pro­fe­sor Jay Sil­ver­man de la Uni­ver­si­dad de Har­vard con­fir­ma que el 54% de los expe­dien­tes de cus­to­dia que impli­ca­ban vio­len­cia docu­men­ta­da vie­ron con­fiar la cus­to­dia de los niños al agre­sor y que en casi todos los casos este últi­mo ale­ga­ba alie­na­ción paren­tal30. Hoy algu­nas madres empren­den pro­ce­di­mien­tos de divor­cio tras la reve­la­ción de abu­sos sexua­les o de vio­len­cias ejer­ci­das con­tra sus hijos y se ven obli­ga­das por el juez para los niños a con­ce­der un dere­cho de visi­ta al padre. Algu­nas que se nie­gan aca­ban encar­ce­la­das por no pre­sen­ta­ción del niño. Otras pre­fie­ren aban­do­nar el terri­to­rio nacional…

Yves Bon­nar­del

29 de abril de 2016

Fuen­te: les mots sont importants

[Tra­du­ci­do del fran­cés para Boltxe Kolek­ti­boa por Bea­triz Mora­les Bastos.]

  1. Se pue­de encon­trar una lis­ta muy lar­ga en Oli­vier Mau­rel: Oui, la Natu­re humai­ne est bon­ne! Com­ment la vio­len­ce édu­ca­ti­ve ordi­nai­re la per­ver­tit depuis des millé­nai­res, Robert Laf­font, 2009.

  2. Ibid., p. 44. El autor expo­ne que en todo el mun­do del 80 al 90% de los niños son víc­ti­ma de vio­len­cia edu­ca­ti­va, una vio­len­cia que adquie­re la for­ma de cas­ti­gos cor­po­ra­les en oca­sio­nes extre­ma­da­men­te brutales.

  3. Oli­vier Mau­rel: Obser­va­toi­re de la vio­len­ce édu­ca­ti­ve ordi­nai­re (http://​oveo​.org/). No he podi­do encon­trar las cifras de las heri­das gra­ves, por lo tan­to se tra­ta de una esti­ma­ción por mi parte.

  4. Éric Bellamy, Mar­ce­li­ne Gabel y Hélè­ne Padieu: Pro­tec­tion de l’enfance: mieux com­pren­dre les cir­cuits, mieux con­naî­tre les dan­gers, infor­me de ODAS/​SNATEM, abril de 1999.

  5. Tam­po­co dudan en matar­los al nacer: se cal­cu­la que en todo el mun­do fal­tan unos 60 millo­nes de muje­res, algo impu­table a los infan­ti­ci­dios de niñas, esen­cial­men­te en India y China.

  6. Patri­zia Romi­to: Un Silen­ce de mor­tes. La vio­len­ce mas­cu­li­ne occul­tée, Syllep­se, 2006, p. 20. Duran­te las pri­me­ras encues­tas rea­li­za­das en Esta­dos Uni­dos, Dia­na Rus­sel (1999) des­cu­brió que el 28% de las muje­res entre­vis­ta­das habían sufri­do agre­sio­nes sexua­les antes de los 12 años, casi todas por par­te de hom­bres del entorno fami­liar o al menos que for­ma­ban par­te del círcu­lo de per­so­nas cer­ca­nas a la fami­lia (op. cit., p. 37) ¿Quié­nes son los auto­res de estas agre­sio­nes sexua­les a niños y niñas meno­res? Casi siem­pre hom­bres. La pro­por­ción osci­la entre el 98% y el 83% según la vio­len­cia que se haya per­pe­tra­do con­tra niños o niñas. (op. cit., p. 38).

  7. Éric Bellamy, Mar­ce­li­ne Gabel y Hélè­ne Padieu: op. cit.

  8. Ibid. p. 20.

  9. Cathe­ri­ne Baker: Pour­quoi fau­drait-il punir? Sur l’abolition du sys­tè­me pénal, tahin party, 2004.

  10. Mal­trai­ter les enfants, ce n’est pas très humain, [No es muy humano mal­tra­tar a los niños] pan­fle­to con­ce­bi­do, rea­li­za­do, difun­di­do y finan­cia­do en la déca­da de 1990 por el minis­te­rio de Asun­tos Socia­les, de Salud y de la Ciu­dad, por el minis­te­rio de Juven­tud y Depor­te, por el Comi­té Fran­cés para de Edu­ca­ción para la Salud, por la Fun­da­ción para la Infan­cia y por Allo Enfan­ce Mal­trai­tée.

  11. Op. cit., p. 36.

  12. Cléo­pâ­tre Mon­tan­don: De l’étude de la socia­li­sa­tion des enfants à la socio­lo­gie de l’enfance: néces­si­té ou illu­sion épis­té­mo­lo­gi­que?, en Régi­ne Siro­ta (dir.): Élé­ments pour une socio­lo­gie de l’enfance, Pres­ses uni­ver­si­tai­res de Ren­nes, 2006, p. 43.

  13. Simo­ne de Beau­voir: Le Deu­xiè­me Sexe, Galli­mard, 1949; Frantz Fanon: Peaux noi­res, mas­ques blancs, Seuil, 1952; Albert Mem­mi: L’Homme domi­né, Payot, 1973 y Le Racis­me, Galli­mard, 1982; Ali­ce Miller: C’est pour ton bien, op. cit.; Chris­ti­ne Delphy: Clas­ser, domi­ner. Qui sont les autres?, La Fabri­que, 2008.

  14. La fuga no se con­si­de­ra deli­to pero se supo­ne que la poli­cía debe devol­ver al menor fuga­do a casa de sus padre. En otros paí­ses euro­peos no ocu­rre lo mis­mo; en Ingla­te­rra a par­tir de los 16 años,en Dina­mar­ca a par­tir de los 15 años, en Gre­cia a par­tir de los 14 años, en Aus­tria a cual­quier edad el menor pue­de aban­do­nar el domi­ci­lio fami­liar sin auto­ri­za­ción de sus padres y no está obli­ga­do a vol­ver a él (Pie­rre Lenoel: La pla­ce des enfants dans la socié­té et les droits per­son­nels des mineurs, se pue­de des­car­gar en la pági­na web del juez para los niños Jean-Pie­rre Rosen­cz­veig (http://​www​.rosen​cz​veig​.com/).

  15. Ali­ce Miller: op. cit.

  16. La Psy­cha­naly­se à l’école, pp. 44 – 45, cita­do por Danie­lle Milhaud-Cap­pe: Freud et le Mou­ve­ment de Péda­go­gie psy­cha­naly­ti­que (1908−1937), Vrin, 2007.

  17. Pági­na web de OVÉO.

  18. Anó­ni­mo: Les châ­ti­ments cor­po­rels légers accrois­sent le ris­que de trou­bles men­taux, pági­na web de OVÉO (http://​www​.oveo​.org/).

  19. Ibid.

  20. Man­fred Lie­bel: Enfants, droits et cito­yen­ne­té, op. cit., p. 43.

  21. Pour l’Égalité entre les adul­tes et les enfants. Recueil de tex­tes du grou­pe Krätzä, folle­to publi­ca­do por L’enfance buis­son­niè­re (https://​enfan​ce​-buis​son​nie​re​.poi​vron​.org/​K​i​Osk).

  22. John Holt: S’Évader de l’enfance. Les besoins et les droits des enfants, trad. Lau­rent Jos­pin, peti­te bibliothè­que payot, 1976, p. 190 [Reedi­ción L’Instant pré­sent, 2015].

  23. Un juris­ta afir­ma, ade­más, que esta noción de dis­cer­ni­mien­to no debe­ría sig­ni­fi­car que el niño dis­po­ne del cono­ci­mien­to de todos los por­me­no­res del asun­to, sino que es capaz de for­mar su pro­pia opi­nión al res­pec­to, Man­fred Lie­bel: Enfants, droits et cito­yen­ne­té, op. cit., p. 43.

  24. El Comi­té de los Dere­chos del Niño de las Nacio­nes Uni­das cri­ti­ca la noción capaz de dis­cer­ni­mien­to que da vía libre a la posi­bi­li­dad de negar a un niño [los dere­chos esti­pu­la­dos por la Con­ven­ción Inter­na­cio­nal de Dere­chos del Niño] (Pie­rri­ne Robin: Échos du débat fra­nçais sur les droits de l’enfant y Man­fred Lie­bel: Enfants, droits et cito­yen­ne­té, op. cit., p. 41). Pero al Esta­do fran­cés le impor­tan un ble­do las reco­men­da­cio­nes de dicho Comi­té, tan­to en esta mate­ria como en otras.

  25. (http://​psy​doc​-fr​.bro​ca​.inserm​.fr/​c​o​n​f​&​r​m​/​C​o​n​f​/​c​o​n​f​a​g​r​s​e​x​/​R​a​p​p​o​r​t​s​E​x​p​e​r​t​s​/​C​i​a​v​a​l​d​i​n​i​.​h​tml).

  26. Dorothée Dussy: Le Ber­ceau des domi­na­tions. Anth­ro­po­lo­gie de l’inceste, libro 1, ed. La Dis­cus­sion, 2013, pp. 11 – 12. La auto­ra tam­bién diri­gió la edi­ción del impor­tan­te L’inceste. Bilan des savoirs, La Dis­cus­sion, 2013.

  27. Dorothée Dussy y Marc Shelly: Inces­te, faut-il réa­gir ou désin­for­mer?, L’Humanité, 25 de mar­zo de 2005 (http://​www​.huma​ni​te​.fr/​n​o​d​e​/​2​9​5​808); cita­do en Sophie Perrin: L’Inceste. Anth­ro­po­lo­gie d’une entre­pri­se de démo­li­tion sys­té­ma­ti­que de la per­son­ne – Fran­ce XXe-XXIe siè­cle, memo­ria de más­ter 1 de antro­po­lo­gía diri­gi­do por Fra­nçois Laplan­ti­ne y Axel Guioux, 2008 (http://​sophia​.perrin​.free​.fr/​t​e​l​e​c​h​a​r​g​e​m​e​n​t​.​htm).

  28. Artícu­lo publi­ca­do en el blog de Domi­ni­que Ferriè­res, en Média­part (http://​bit​.ly/​1​1​R​7​fhx).

  29. Léo Thiers-Vidal: Ça se pas­se près de chez vous: des filles inces­tueu­ses aux mères alié­nan­tes, en Rup­tu­re anar­chis­te et trahi­son pro-fémi­nis­te, ed. Bam­bu­le, 2013, p.191; Las famo­sas ale­ga­cio­nes pro­ve­nien­tes de niños son excep­cio­na­les, afir­man tam­bién Miche­lle Rou­yer y Domi­ni­que Giro­det: Abus sexuels, en L’Enfant mal­trai­té, Pie­rre Strauss, Michel Man­ciaux et alii, Fleu­rus, 1993, p. 257; Jean-Yves Hayez expli­ca lo mis­mo en Les abus sexuels com­mis sur des mineurs d’âge; inces­te et abus sexuels extra­fa­mi­liaux, Psy­chia­trie de l’enfant, 1992, 14, p. 38 er ss. Según las esta­dís­ti­cas poli­cia­les, los casos de fabu­la­ción son muy raros y solo supo­nen apro­xi­ma­da­men­te el 2%: Rosely­ne Nérac-Croi­sier (Collec­tif), Le Mineur et le droit pénal, L’Harmattan, col. Logi­ques juri­di­ques, 1998, p. 72; por últi­mo Clau­dia Jan­kesch: La ver­dad sale más fácil­men­te de la boca de los niños que de la del adul­to, mar­zo de 2009 (http://​veri​te​li​bre​.blogs​pot​.fr/​2​0​0​9​/​0​6​/​l​a​-​v​e​r​i​t​e​-​s​u​r​-​l​e​s​-​a​l​l​e​g​a​t​i​o​n​s​-​d​a​b​u​s​.​h​tml).

  30. Sarah Chil­dress: Figh­ting Over the Kids, en News­week, 2007, cita­do por Jac­que­li­ne Phé­lip: Syn­dro­me d’aliénation paren­ta­le et/​ou alié­na­tion paren­ta­le, en la pági­na web L’enfant d’abord (http://​www​.len​fant​da​bord​.org/​l​e​n​f​a​n​t​-​d​a​b​o​rd/).

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