A pro­pó­si­to de nego­cia­dos y corrup­ción, un tex­to de Marx

La corrup­ción está de nue­vo, en Argen­ti­na, en los pri­me­ros pla­nos del deba­te. En una nota ante­rior (Corrup­ción y capi­ta­lis­mo), la hemos tra­ta­do a par­tir de su rela­ción con la acu­mu­la­ción de rique­za y el Esta­do. Escri­bía­mos: Los meca­nis­mos de la corrup­ción posi­bi­li­tan que frac­cio­nes del capi­tal mejo­ren sus posi­cio­nes fren­te a sus com­pe­ti­do­res, y tam­bién que per­so­na­jes caren­tes de recur­sos se con­vier­tan, casi de la noche a la maña­na, en gran­des capi­ta­lis­tas. Es una his­to­ria repe­ti­da, que reco­no­ce tres pasos carac­te­rís­ti­cos: el saqueo ori­gi­na­rio, el blan­queo del dine­ro… y la pues­ta en mar­cha del nego­cio lega­li­za­do.

Dado que los frau­des des­de el Esta­do –la obra públi­ca es una vía tan tra­di­cio­nal como pri­vi­le­gia­da- repre­sen­tan des­víos de flu­jos de plus­va­lía, ali­men­tan cons­tan­te­men­te la deu­da públi­ca. Esta, a su vez, da lugar a nue­vos nego­cia­dos y enri­que­ci­mien­tos; lo que a su vez incre­men­ta la deu­da, en una espi­ral cre­cien­te. Por eso, perió­di­ca­men­te estos estro­pi­cios pue­den lle­var, en paí­ses atra­sa­dos, a defaults, con los que se liqui­dan valo­res insos­te­ni­bles y se des­car­ga la cri­sis en el pue­blo… para vol­ver a empe­zar con la ron­da de frau­des, nego­cia­dos y más deu­da públi­ca. Aun­que no se tra­ta solo de nego­cia­dos con la obra públi­ca; tam­bién está el Esta­do hacien­do la vis­ta gor­da en el trá­fi­co de dro­gas, de per­so­nas, de armas y otros bie­nes y ser­vi­cios. Y la eva­sión o elu­sión de impues­tos, vía paraí­sos fis­ca­les u otras manio­bras. A lo que hay que sumar los nego­cia­dos finan­cie­ros y cam­bia­rios. En este últi­mo res­pec­to, el caso recien­te más bru­tal fue la ven­ta de dóla­res a futu­ro, en los últi­mos meses del gobierno K, por el Ban­co Cen­tral, a un pre­cio mucho más bajo que el que regía en el mer­ca­do. Una ope­ra­ción que da lugar a que más de 70.000 millo­nes de pesos (equi­va­len­tes a casi 5000 millo­nes de dóla­res) estén sien­do trans­fe­ri­dos des­de el sec­tor públi­co a los bol­si­llos de inver­so­res pri­va­dos avi­sa­dos.

Por lo tan­to, un enfo­que que par­ta del carác­ter de cla­se del gas­to y la deu­da públi­ca, y de los intere­ses de cla­se que se jue­gan en esos frau­des y manio­bras espe­cu­la­ti­vas, debe­ría ayu­dar a enten­der por qué no exis­te dife­ren­cia cua­li­ta­ti­va entre lo que roba y coimea el capi­tal-esta­tis­ta pues­to a fun­cio­na­rio nacio­nal y popu­lar; y lo que roba y coimea el neo­li­be­ral-agen­te de los yan­quis y del capi­tal finan­cie­ro, pues­to a fun­cio­na­rio del Esta­do serio y res­pon­sa­ble. Y que tam­po­co hay dife­ren­cia entre el enri­que­ci­mien­to súbi­to de los inver­so­res avi­sa­dos que posi­bi­li­ta el pri­me­ro, y el que posi­bi­li­ta el segundo.

A los fines de sumar ele­men­tos de jui­cio que ayu­den a ese nece­sa­rio abor­da­je mate­ria­lis­ta, en lo que sigue pre­sen­to un resu­men de la crí­ti­ca de Marx –en Las luchas de cla­ses en Fran­cia– a las polí­ti­cas aso­cia­das a las deu­das del Esta­do y el défi­cit públi­co en Fran­cia. El lec­tor podrá adver­tir que, por deba­jo de las adap­ta­cio­nes de épo­ca lógi­cas y nece­sa­rias, la esen­cia per­ma­ne­ce. En Argen­ti­na siglo XXI se tra­ta de la mis­ma pros­ti­tu­ción, el mis­mo enga­ño des­ver­gon­za­do, la mis­ma sed de rique­zas, no por la pro­duc­ción, sino por el esca­mo­teo de la rique­za ya exis­ten­te de otros de las que habla­ba el autor de El Capi­tal al des­cri­bir los gobier­nos fran­ce­ses de media­dos del siglo XIX.

El rei­na­do de los ban­que­ros y la deu­da pública

En Las luchas de cla­ses en Fran­cia Marx ana­li­za el régi­men de Luis Feli­pe, la revo­lu­ción de 1848, y los gobier­nos y con­flic­tos pos­te­rio­res que lle­va­ron al triun­fo de Luis Bona­par­te. Comien­za seña­lan­do que con Luis Feli­pe no había rei­na­do la bur­gue­sía fran­ce­sa, sino una frac­ción de ella, los ban­que­ros, los gran­des inver­so­res de la Bol­sa, los mag­na­tes de los ferro­ca­rri­les, de las minas de car­bón y hie­rro, y de la gran pro­pie­dad rural; lo que se cono­cía como la aris­to­cra­cia finan­cie­ra. Esta aris­to­cra­cia domi­na­ba el Esta­do, al que uti­li­za­ba como palan­ca para el enri­que­ci­mien­to: Ins­ta­la­da en el trono, dic­ta­ba leyes a las Cáma­ras, dis­tri­buía car­gos públi­cos, des­de los minis­te­rios has­ta las ven­tas de taba­co.

Encon­tra­mos aquí un aná­li­sis de cla­se del mane­jo del Esta­do, a par­tir del cual se com­pren­de la deu­da públi­ca. Esta no sur­ge del aire, ya que es fun­cio­nal a las manio­bras de enri­que­ci­mien­to de la aris­to­cra­cia finan­cie­ra: Des­de el comien­zo, la penu­ria finan­cie­ra puso a la monar­quía de julio bajo la depen­den­cia de la alta bur­gue­sía. Una depen­den­cia que sería fuen­te inago­ta­ble de un cre­cien­te males­tar finan­cie­ro. Y aquí Marx hace una obser­va­ción fun­da­men­tal: Es impo­si­ble subor­di­nar la ges­tión del Esta­do al inte­rés de la pro­duc­ción nacio­nal, sin esta­ble­cer el equi­li­brio del pre­su­pues­to, es decir, el equi­li­brio entre los gas­tos y los ingre­sos del Esta­do (énfa­sis aña­di­do). Por este moti­vo, la bur­gue­sía indus­trial, la cla­se obre­ra y los peque­ños pro­pie­ta­rios, pedi­rán el gobierno bara­to.

Sin embar­go, era impo­si­ble lograr el equi­li­brio sin herir los intere­ses de los que eran sos­te­nes del sis­te­ma domi­nan­te y sin reor­ga­ni­zar la dis­tri­bu­ción de impues­tos, esto es, sin des­car­gar el cos­to fis­cal sobre la mis­ma gran bur­gue­sía. Pero la alta bur­gue­sía tenía un inte­rés direc­to en el endeu­da­mien­to, ya que el défi­cit del Esta­do era el obje­to mis­mo de [las] espe­cu­la­cio­nes [finan­cie­ras] y el pues­to prin­ci­pal de su enri­que­ci­mien­to. Es que cada nue­vo emprés­ti­to –que se reno­va­ba cada cua­tro o cin­co años- daba lugar a nue­vas opor­tu­ni­da­des para esquil­mar al Esta­do, al que se man­te­nía siem­pre al bor­de de la ban­ca­rro­ta: Cada nue­vo emprés­ti­to daba una nue­va opor­tu­ni­dad para des­va­li­jar al públi­co que colo­ca­ba sus capi­ta­les en ren­tas sobre el Esta­do, por medio de ope­ra­cio­nes bur­sá­ti­les, en el secre­to de las cua­les esta­ban ini­cia­dos el Gobierno y la mayo­ría de las Cáma­ras.

De esta mane­ra los espe­cu­la­do­res se apro­ve­cha­ban de las fluc­tua­cio­nes vio­len­tas de los pre­cios de los títu­los, y el défi­cit se man­te­nía ele­va­do. Sien­do el défi­cit pre­su­pues­ta­rio de inte­rés direc­to de la frac­ción de la bur­gue­sía en el poder, se expli­ca el hecho de que el pre­su­pues­to extra­or­di­na­rio, en los últi­mos años del gobierno de Luis Feli­pe, haya sobre­pa­sa­do en mucho al doble de su mon­to bajo Napo­león…. De mane­ra que el défi­cit es fun­cio­nal a los intere­ses de la frac­ción de la bur­gue­sía en el poder. La idea se refuer­za ense­gui­da: Ade­más, pasan­do de esa mane­ra enor­mes sumas entre las manos del Esta­do, daban lugar a frau­du­len­tos con­tra­tos de entre­ga, a corrup­cio­nes, a mal­ver­sa­cio­nes y esta­fas de todo tipo. Un saqueo de los fon­dos públi­cos que se reno­va­ba en deta­lle en los tra­ba­jos públi­cos. De ahí que la obra públi­ca, las cons­truc­cio­nes de líneas ferro­via­rias, los gas­tos públi­cos en gene­ral, se cons­ti­tu­ye­ran en otras tan­tas fuen­tes de enri­que­ci­mien­to. Las Cáma­ras [legis­la­ti­vas] arro­ja­ban sobre el Esta­do las car­gas prin­ci­pa­les y ase­gu­ra­ban el maná dora­do a la aris­to­cra­cia finan­cie­ra espe­cu­la­do­ra. No exis­te, por par­te de Marx, la menor con­ce­sión a los empre­sa­rios, fue­ran con­tra­tis­tas de obra públi­ca o inver­so­res en ferro­ca­rri­les, que se enri­que­cían gra­cias a sus víncu­los con el Esta­do. La situa­ción de con­jun­to es des­cri­ta en los siguien­tes términos:

En tan­to que la aris­to­cra­cia finan­cie­ra dic­ta­ba leyes, diri­gía las ges­tio­nes del Esta­do, dis­po­nía de todos los pode­res públi­cos cons­ti­tui­dos, domi­na­ba la opi­nión públi­ca por la fuer­za de los hechos y por la pren­sa en todas las esfe­ras, des­de la Cor­te has­ta el café bor­gne [lugar de reu­nión de gen­te de nego­cios] se repro­du­cía la mis­ma pros­ti­tu­ción, el mis­mo enga­ño des­ver­gon­za­do, la mis­ma sed de rique­zas, no por la pro­duc­ción, sino por el esca­mo­teo de la rique­za ya exis­ten­te de otros. En otros tér­mi­nos, no había gene­ra­ción de valor y rique­za por incre­men­to de la base pro­duc­ti­va, sino saqueo, tras­pa­so de rique­za de unas manos a otras (pue­de enri­que­cer­se este aná­li­sis con los con­cep­tos de tra­ba­jo pro­duc­ti­vo e impro­duc­ti­vo que Marx desa­rro­lla­ría lue­go en El Capi­tal). Sigue el texto:

Espe­cial­men­te en la cús­pi­de de la socie­dad bur­gue­sa es don­de la har­tu­ra de las con­cu­pis­cen­cias más mal­sa­nas y más des­or­de­na­das se des­en­ca­de­na­ba y entra­ba a cada ins­tan­te en con­flic­to con las leyes bur­gue­sas mis­mas, pues allí es don­de la frui­ción del goce se hace cra­pu­leu­se, don­de el oro, el lodo y la san­gre se mez­clan con toda natu­ra­li­dad. La aris­to­cra­cia finan­cie­ra, en su modo de ganan­cias como en sus goces, no es otra cosa que la resu­rrec­ción del pro­le­ta­ria­do del ham­pa en las cimas de la socie­dad bur­gue­sa. Pro­le­ta­ria­do del ham­pa pue­de leer­se como el lum­pen; es posi­ble que este pasa­je haya ins­pi­ra­do a auto­res muy pos­te­rio­res (Baran, Gun­der Frank) a hablar de la lum­pen bur­gue­sía para refe­rir­se a for­mas para­si­ta­rias de enri­que­ci­mien­to de frac­cio­nes de la cla­se dominante.

El gobierno sur­gi­do de la Revo­lu­ción de Febrero

El aná­li­sis de Marx sobre la polí­ti­ca del Gobierno de uni­dad nacio­nal sur­gi­do del triun­fo de febre­ro de 1848, con res­pec­to a la deu­da, con­ser­va el mis­mo ses­go crí­ti­co, a pesar de que la revo­lu­ción era diri­gi­da ante todo con­tra la aris­to­cra­cia finan­cie­ra. Des­pués de seña­lar que el cré­di­to públi­co des­can­sa sobre la creen­cia de que el Esta­do se deja explo­tar por los pres­ta­mis­tas, y que la lucha de la cla­se obre­ra pone en cues­tión esa cre­di­bi­li­dad, Marx apun­ta que a fin de eli­mi­nar toda sos­pe­cha sobre la volun­tad de cum­plir con las deu­das deja­das por el régi­men ante­rior, el Gobierno pagó a los acree­do­res antes de que ven­cie­ran los pla­zos lega­les de reem­bol­so. Es el argu­men­to que se repe­ti­ría una y otra vez, ase­gu­rar a los capi­ta­lis­tas que se cum­plen los con­tra­tos. El aplo­mo bur­gués, la segu­ri­dad de los capi­ta­lis­tas, se des­per­ta­ron brus­ca­men­te cuan­do vie­ron la pre­su­ro­sa ansie­dad con la cual se tra­ta­ba de com­prar su con­fian­za.

Pero esto agra­vó la situa­ción finan­cie­ra del Gobierno pro­vi­so­rio. Y como el défi­cit de algún lado hay que cubrir­lo, el Gobierno des­car­gó el peso sobre los peque­ños bur­gue­ses, los emplea­dos y los obre­ros. Los depó­si­tos en caja de aho­rro que supe­ra­ban los 100 fran­cos fue­ron decla­ra­dos no reem­bol­sa­bles en dine­ro, y se entre­ga­ron bonos del Teso­ro en su lugar. Bonos que los aho­rris­tas se vie­ron obli­ga­dos a ven­der a los finan­cie­ros con­tra los que se había hecho la Revo­lu­ción de Febre­ro. El Gobierno tam­bién trans­for­mó los ban­cos pro­vin­cia­les en sucur­sa­les del Ban­co de Fran­cia, al que con­ce­dió un emprés­ti­to garan­ti­za­do con una hipo­te­ca sobre los bos­ques fis­ca­les. Y por últi­mo, aumen­tó el impues­to a los cam­pe­si­nos. Los cam­pe­si­nos son los que tuvie­ron que pagar los gas­tos de la Revo­lu­ción de Febre­ro y entre ellos la con­tra­rre­vo­lu­ción tomó su prin­ci­pal con­tin­gen­te.

En con­clu­sión, en este aná­li­sis el défi­cit y la deu­da públi­ca no caen del cie­lo. Son expli­ca­dos en un con­tex­to social pre­ci­so, el modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta, y res­pon­den a lógi­cas de cla­se defi­ni­das. La corrup­ción, aso­cia­da al gas­to públi­co y la deu­da, debe­ría abor­dar­se des­de la mis­ma perspectiva.

Rolan­do Astarita

14 de abril de 2016

Fuen­te: Rolan­do Astarita

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