La amnis­tía no es solo un per­dón x Fer­mín Gongeta

La amnis­tía no es solo un per­dón, sino el reco­no­ci­mien­to y la rec­ti­fi­ca­ción de una infrac­ción y deli­to judi­cial y polí­ti­co. (Kar­buts. Tras mi jui­cio mili­tar)

La decla­ra­ción, deci­sión, o con­ce­sión de una amnis­tía (indul­to o per­dón, según María Moli­ner) por par­te de un gobierno, debe ir para­le­lo con el enjui­cia­mien­to de todos aque­llos jue­ces y tri­bu­na­les que impu­sie­ron penas sin prue­bas feha­cien­tes, con decla­ra­cio­nes obte­ni­das bajo tor­tu­ra o con obje­ti­vos de ven­gan­za o des­qui­te, muy lejos de la supues­ta vera­ci­dad de los hechos que se impu­tan a los detenidos.

Para hacer jus­ti­cia no es sufi­cien­te que se anu­len las penas, las ya cum­pli­das o a medio cum­plir. Es jus­to y nece­sa­rio que se esta­blez­ca y asu­ma la vera­ci­dad de los hechos, y las fal­se­da­des pre­sen­ta­das por poli­cías y fis­ca­les, y admi­ti­das impu­ne­men­te por jue­ces y gobiernos.

Más aún, o tal vez en pri­mer lugar: lo que es impres­cin­di­ble no es que se decre­te o con­ce­da una amnis­tía, sino que se dero­guen las leyes jurí­di­cas y pena­les que per­mi­tie­ron las sen­ten­cias, y se encau­se a quie­nes las impu­sie­ron, y se les impon­ga res­pon­sa­bi­li­da­des penales.

Una edi­to­rial de El País escri­bía: «La ile­ga­li­dad no pro­por­cio­na legi­ti­mi­dad».

¡Bella expre­sión! Pero debe­ría estar sus­ti­tui­da por otra que indi­ca­ra que «la lega­li­dad no siem­pre pro­por­cio­na legi­ti­mi­dad», pues­to que en muchas oca­sio­nes, la lega­li­dad no es sino abu­so de poder.

«Tú eres ETA. Yo soy ETA. Noso­tros somos ETA. Solo ellos no son ETA. En esen­cia, nos divi­di­mos en dos gru­pos: los “ciu­da­da­nos de bien” (mar­ca regis­tra­da) y el res­to, los eta­rras. En esa nue­va cla­si­fi­ca­ción enfu­re­ci­da que ele­va un gra­do o dos a cual­quier ges­to de disi­den­cia, la mani­fes­ta­ción pací­fi­ca es una alga­ra­bía, la resis­ten­cia pací­fi­ca se trans­for­ma en vio­len­cia y la vio­len­cia, aun­que sea solo ver­bal o inclu­so ima­gi­na­ria, se cali­fi­ca de terro­ris­mo o gol­pis­mo, según el día»

Escri­bía con pleno acier­to y valen­tía Igna­cio Esco­lar en octu­bre del 2012.

Por mi par­te, cuan­do gri­to gora Euz­ka­di Ta Aska­ta­su­na, esto es, gora ETA, gri­to con cla­ri­dad la exi­gen­cia de una liber­tad abso­lu­ta para mí, para todo el pue­blo, el mío, del que me sien­to soli­da­rio, por­que es el pue­blo al que pertenezco.

Sí, el juez Gar­zón tenía razón tam­bién, aun­que con pen­sa­mien­to per­ver­ti­do, pre­ten­dien­do cul­mi­nar el geno­ci­dio de mi pue­blo. En Eus­kal Herria, todo movi­mien­to social y polí­ti­co que defien­da las liber­ta­des del pue­blo, su dere­cho a la exis­ten­cia, edu­ca­ción, len­gua inclui­da, por supues­to; dere­cho a un tra­ba­jo digno y racio­nal­men­te remu­ne­ra­do, hos­pi­ta­les, o más bién una correc­ta aten­ción sani­ta­ria; esto es, todo lo que los habi­tan­tes de este pue­blo pre­ci­se­mos, todo ello es Eus­kal Herria y liber­tad, Eus­ka­di Ta Askatasuna.

Cla­ro que el juez Gar­zón, como hoy toda una cater­va de jue­ces, polí­ti­cos y, por supues­to poli­cías de todo pela­je, man­tie­nen que la Liber­tad de Eus­kal Herria está mejor en su silen­cio, en la acep­ta­ción dis­ci­pli­na­da de todas y cada una de las deci­sio­nes de Madrid, sean leyes, decre­tos, deten­cio­nes, denun­cias arbi­tra­rias, y con­de­nas delez­na­bles. Es lo que bus­ca y con­si­gue el poder.

127 fami­lia­res y ami­gos de pre­sos, cita­dos a decla­rar como tes­ti­gos, en algu­nos cuar­te­les de la guar­dia civil. Esto no es bochor­no­so, sino anti­hu­mano, degra­dan­te, y una for­ma de actua­ción al más puro esti­lo auto­ri­ta­rio y fascista.

«No hay que rela­ti­vi­zar las posi­bi­li­da­des de cam­bio real ni antes, ni des­pués de las elec­cio­nes espa­ño­las» Escri­be alguien, sin aña­dir que la dere­cha espa­ño­la nun­ca cam­bia­rá, por­que ni sabe, ni pue­de, ni quie­re hacer­lo. He aquí el argumento.

En su escri­to, Dis­cur­so sobre la ser­vi­dum­bre volun­ta­ria, Étien­ne de La Boé­tie en 1562, indi­ca­ba que:

«Hay tres tipos de tira­nos. Unos rei­nan por elec­ción del pue­blo, otros por la fuer­za de las armas, y los del ter­cer tipo rei­nan por suce­sión de cas­ta… Los que son ele­gi­dos por el pue­blo, le tra­tan como toro a domar; los con­quis­ta­do­res, como si fue­se su pre­sa; y los que lle­gan al trono por suce­sión, como reba­ño de escla­vos que les per­te­ne­ce por natu­ra­le­za».

Al rei­no espa­ñol le han caí­do, y no como pre­mio, los tres tipos de tira­nía tras la des­truc­ción de la República.

«Resul­ta increí­ble –pro­si­gue Étien­ne- ver cómo el pue­blo, una vez que se encuen­tra some­ti­do, cae fre­cuen­te­men­te en un olvi­do tan pro­fun­do de su liber­tad que le resul­ta impo­si­ble des­per­tar para con­quis­tar­la. Sir­ve tan bien y tan volun­ta­ria­men­te que se diría que no solo ha per­di­do su liber­tad, sino que ha gana­do su ser­vi­dum­bre.»

Ten­go ante mí, un tex­to de la pren­sa dia­ria, sobre la polí­ti­ca a seguir por los ciu­da­da­nos de Eus­kal Herria, que me pare­ce con­tra­dic­to­rio. «Habrá que estar en Madrid con la exi­gen­cia del res­pe­to a los dere­chos de este pue­blo» escri­be el arti­cu­lis­ta, para indi­car en su últi­mo párra­fo, como arre­pin­tién­do­se del pri­me­ro «los dere­chos de este pue­blo no depen­den de la com­po­si­ción coyun­tu­ral de las ins­ti­tu­cio­nes espa­ño­las».

Y es en base a esta afir­ma­ción, que me pre­gun­to ¿para qué acu­dir, enton­ces, a las ins­ti­tu­cio­nes del rei­no espa­ñol, si la con­se­cu­ción de mis liber­ta­des no depen­den de mi pre­sen­cia o ausen­cia en las ins­ti­tu­cio­nes de Madrid?

El tirano, dice Étien­ne, se des­com­pon­dría por sí mis­mo, a con­di­ción de que el país no con­sin­tie­ra en ser­vir­le. No se tra­ta de qui­tar­le nada, sino de no dar­le nada… Es el pue­blo quien se escla­vi­za y se degüe­lla a sí mis­mo; quien pudien­do esco­ger entre estar some­ti­do o ser libre, recha­za la liber­tad y admi­te el yugo; quien con­sien­te su pro­pio mal o más bien lo busca.

Sí, lo pri­me­ro que debié­ra­mos tener en nues­tro cora­zón es la fir­me deci­sión de recu­pe­rar nues­tros dere­chos naturales.

Esta maña­na, como otras muchas, me he des­per­ta­do sobre­sal­ta­do, pero en esta oca­sión me encon­tra­ba en medio de un super­mer­ca­do. No sé si era el Eros­ki o Carrefour.

Era fin de mes, y el súper esta­ba lleno de gen­te, sobre todo de per­so­nas mayo­res; la mayor par­te eran jubi­la­dos, quie­nes cobran sus pagas antes de lle­gar el últi­mo día.

Y es que cuan­do se acer­ca cada fin de mes, espe­ra­mos con ansia reci­bir nues­tra liber­tad eco­nó­mi­ca, la paga con­quis­ta­da con nues­tro tra­ba­jo, para poder sobre­vi­vir el mes siguien­te. Nos ade­lan­ta­mos lle­nan­do nues­tros carros con ali­men­tos, en base al dine­ro que nos pro­por­cio­na la empre­sa o el gobierno, y que por dere­cho con­quis­ta­do, nos pertenece.

Pero tam­bién nos per­te­ne­ce con pleno dere­cho, la liber­tad de pen­sa­mien­to, de expre­sión, y de acción, den­tro de los lími­tes que noso­tros mis­mos nos seña­le­mos como pue­blo, sin impo­si­cio­nes. No pode­mos per­mi­tir que nues­tro carro inte­rior esté vacío. Y sabe­mos que la liber­tad no se com­pra con la paga de fin de mes.

Sí, sobre mi sobre­sal­to matu­tino… Era un sue­ño, pero en el que lle­vá­ba­mos más de una año. Cada últi­mo domin­go de mes, la gran masa del pue­blo, de Eus­kal Herria, nos mani­fes­tá­ba­mos a las 11 de la maña­na, en cada una de las sie­te capi­ta­les de pro­vin­cia. No en cada pue­blo, no, por­que nos dis­per­sa­mos, e ir a la capi­tal nos cues­ta poco dine­ro, y así nos vemos más. Y gri­tá­ba­mos, y se nos oye más, y exigíamos.

Sí, gri­tá­ba­mos ¡Amnis­tía Ta Aska­ta­su­na! Y tam­bién ¡Gora Eus­kal Herria ta Askatasuna!

Y es que úni­ca­men­te se con­si­gue vivir en liber­tad si nos acos­tum­bra­mos a ello. Nos han ense­ña­do a vivir en opre­sión y sumi­sión com­ple­ta. Así que úni­ca­men­te sabe­mos obe­de­cer. Y nues­tra obe­dien­cia la hemos trans­for­ma­do, como idio­tas en pre­sun­ta liber­tad. ¿La liber­tad de perros enjau­la­dos? ¿De pre­sos mori­bun­dos, sin jui­cios jus­tos? … ¿Pue­de ser cier­to que todos los últi­mos domin­gos de mes, duran­te al menos todo un año, para empe­zar, nos mani­fes­te­mos exi­gien­do la liber­tad a la que tene­mos dere­cho? ¿Nos acos­tum­bra­ría­mos a ser libres?

Fer­min Gongeta

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