Stathis Kouvelakis – Miembro del Comité central de Syriza
[traducción rotekeil ]
Al votar a favor del nuevo memorándum, el Gobierno y la mayoría del grupo parlamentario de Syriza no sólo se han despedido de la política de izquierdas, sino de la política en sí. Al tomar esta decisión, no sólo se han deshecho del programa de Syriza, o de los compromisos que el Gobierno hizo para con el pueblo griego.
Han pisoteado el “no” que votó el pueblo griego, que hace apenas dos semanas rechazaba el paquete de austeridad de Juncker, que era una versión mucho más moderada que el vergonzoso acuerdo del 12 de julio. Han ignorado la oposición de la mayoría del comité central de su propio partido, el único órgano colectivo elegido en el congreso del partido y que responde a la voluntad colectiva de los miembros.
Hay, sin embargo, algo más que los aspectos ya mencionados y que al mismo tiempo va más allá de ellos: al seguir esta vía, el Gobierno y su mayoría parlamentaria han negado la misma idea de la política, basada en el concepto de tomar la responsabilidad de una elección, es decir, el mantenerse fiel a una decisión política.
Hace poco hemos visto sucesos que no tenían precedentes, no sólo bajo estándares griegos, sino también internacionales. El nuevo Ministro de Finanzas, Euclid Tsakalotos, por ejemplo, declaró en el parlamento el día después de firmar el acuerdo que era el peor día de su vida, y que aunque “no sabía” si era “lo correcto”, ellos “no tenían otra opción”.
“No sabe” si “hizo lo correcto”, pero aún así lo hizo. No sólo aceptó el acuerdo, ¡sino que pidió a sus colegas y camaradas para que hicieran lo mismo! Todo esto en nombre de no tener otras opciones – en otras palabras “No hay alternativa” [There Is No Alternative, TINA], una frase que no sólo encarna la negación de cualquier idea de izquierdas, pero también entraña la disolución última de la noción de política, una noción que descansa en el hecho de que siempre hay alternativas y opciones posibles.
Es el primer ministro mismo, sin embargo, el que ofreció el ejemplo más claro de esta operación de auto-negación de la responsabilidad. Alexis Tsipras declaró a la cadena pública ERT que “está en desacuerdo” con el acuerdo y que no “cree” en él. También justificó su actuación afirmando que no tenía ninguna otra opción.
Sin embargo, ni una sola vez formuló la pregunta: ¿cómo, después de cinco meses y medio en el poder y con el 62% del pueblo apoyándole en el referéndum anti-austeridad, se quedó sin ninguna otra opción que la de rendirse al paquete de austeridad que es peor que el anterior?
A pesar mostrar su desaprobación por el acuerdo, Tsipras le pidió a los miembros de Syriza en el Parlamento que le ayudasen en su violación flagrante del mandato popular y de la soberanía nacional, amenazando con dimitir si no recibía apoyo unánime. Algo que, por supuesto, acabó sin cumplir a pesar de enfrentarse a un sólido rechazo de 39 diputados.
Pero con la declaración que emitió el 16 de julio, ha avanzado un paso más en la misma dirección. Si nadie ponga en duda que estaba sometido a una extorsión cruel, Tsipras afirma que entonces el no apoyarle implica un rechazo de compartir la responsabilidad. Y esto “entra en conflicto con los principios de camaradería y solidaridad, e infringe una herida abierta entre nuestras filas”.
En otras palabras, debido a que Tsipras sucumbió a una extorsión incuestionable, le pidió a los diputados de su partido que le siguieran en su movimiento catastrófico. Como si la realidad de la extorsión automáticamente equivaliese a la ausencia de otras opciones aparte de la que él había tomado.
La suposición que se oculta aquí es de nuevo el TINA, pero expresada en términos de psicología y emociones individuales, en la forma de pedir el apoyo a alguien que ha “aguantado tanto durante los últimos seis meses” y que, como el resto de sus camaradas, está atormentado por un “dilema de conciencia hacia nuestros principios, valores y posiciones comunes y hacia nuestras referencias ideológicas”.
Aún así, en la política y en la actividad social en general, lo que cuentan no son los dilemas o las intenciones internas (sean nobles o no), ni la culpa, o los pensamientos latentes, sino las acciones y su contenido. No es ninguna casualidad que las palabras “memorándum” o “acuerdo” se hallen ausentes de la declaración de Tsipras. El propósito de este giro mediático (1) no es el de defender una decisión política, sino el de arrancar una identificación emocional con un líder que sufre tribulaciones.
Pero también es un medio hacia un fin esencial, que es la estigmatización de los “rebeldes” del partido, como gente que está minando al “primer Gobierno de izquierdas del país”. De nuevo, la esencia de la política, es decir, el desacuerdo con una decisión, se ofusca. No se trata de rendirse o de rechazar la austeridad, permanecer fiel o no al mandato popular del 25 de enero y 5 de julio, o mantener o violar el programa y los compromisos del Gobierno y de Syriza – simplemente se trata de prestar apoyo emocional al líder.
Esta abolición de la misma sustancia del discurso político es una confesión de una debilidad profunda. La legitimidad del tercer acuerdo de rescate – esto es, de otro paquete de austeridad draconiana – no es meramente más débil que la de los dos anteriores. Es, simplemente, inexistente.
A diferencia de 2010 y 2012, en 2015 la única razón de ser de la fuerza política en el poder es la de derrocar las mismas políticas a las que ahora se ha atado. Por lo tanto, la única amenaza real para “el primer Gobierno de izquierdas del país” – y para Syriza como tal – no es de ningún “enemigo interior”, sino de la capitulación suicida a la austeridad y la perpetuación del gobierno de la Troika.
La reciente experiencia griega nos muestra que la terapia de choque neoliberal que acompaña a los “acuerdos de rescate” no sólo devora a los gobiernos y primeros ministros, sino también a los partidos que los aplican. La recomposición del Gobierno, con la retirada de los cuatro ministros de la Plataforma de Izquierdas, y la dimisión de otros dos miembros del gabinete, nos da una buena imagen de la división que se ha abierto ahora en el interior de Syriza.
Los medios mainstream, que se han convertido ahora en el principal canal a través de los cuales el spin del Gobierno se comunica al público, hablan abiertamente de una futura “purga”. Su primera víctima bien podría ser la carismática presidenta del Parlamento, Zoe Kostantopoulou, que votó “no” al acuerdo y que apoya abiertamente declarar el impago de la deuda y la ruptura total con el dominio de la Troika.
Mientras tanto, Tsipras, que también es presidente de Syriza, sigue rechazando el convocar al comité central del partido, aún cuando la mayoría de sus miembros han pedido en un comunicado conjunto que rechazan el acuerdo. Esta violación de las más elementales normas de funcionamiento de un partido es un signo muy preocupante de lo que nos espera.
Syriza se halla ahora en una encrucijada, y el futuro se decidirá en las próximas semanas.
- Aquí Kouvelakis utiliza el término inglés, común en relaciones públicas y comunicación política, de “spin”. El “spin” vendría a ser la estrategia para conseguir influenciar a la opinión pública sobre una cuestión determinada, a través de presentar los hechos de forma sesgada (presentando únicamente los que convienen para que se apoye/rechace una posición, etc.).