Entrevista a Irma Leites, activista social uruguaya y crítica con el Frente Amplio.
Trabajaba en una textil y estudiaba secundaria en el turno nocturno cuando empezó a militar en organizaciones de izquierdas a los 15 años. Con el inicio de la dictadura a Uruguay Irma Leites fue detenida y torturada para pertenecer al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN‑T). Nueve años de prisión y tres años de exilio en Suecia hicieron que continuara firme en su convicción revolucionaria y antiautoritaria. Totalmente en desacuerdo con la integración del MLN‑T en la coalición del Frente Amplio, Leites abandonó este partido en 1989. Hoy tiene 62 años, sigue luchando desde fuera de las instituciones y continúa reclamando justicia para los miles de compañeras de lucha que continúan desaparecidas. Me recibe en las escaleras de la Facultad de la República, en Montevideo, en la mano un mate y una sonrisa familiar.
Empezaste a militar de muy joven y la lucha te ha deparado varias trabas; ¿cómo ha evolucionado tu pensamiento en estos 50 años de activismo?
Mi formación como revolucionaria fue siempre muy autodidacta y autónoma y siempre intenté mantener la cabeza por este camino, intentando vivir según pienso. Creo que la evolución de mi pensamiento ha tendido a ir hacia más libertad, hacia más profundidad. Por ejemplo, integré un movimiento que consideraba que la revolución pasaba necesariamente por una etapa de liberación nacional, cosa que hoy no pienso. Esta visión todavía bebía mucho de una concepción burguesa de los procesos de cambio, hoy en día opino que las rupturas son rupturas o no lo son, que no hay que pasar por un desarrollo capitalista para hacer la revolución.
¿Es decir que ahora no coincides ni con el MLN‑T de hoy ni con el MLN‑T de los setenta?Yo me voy oficialmente del MLN‑T en el 1989. Al salir de la cárcel, en el extranjero me dediqué a estudiar qué había pasado en el movimiento: no se trataba solo de una derrota militar, fue sobre todo ideológica y política. Y una derrota estratégica de la cual formaron parte todos los movimientos de liberación nacional. El MLN‑T de aquí formaba parte de un movimiento internacional nacido a partir de algunas líneas generales históricas creadas por la Organización Latinoamericana de Solidaridad y hacia el socialismo (OLAS). Y fue la Conferencia Tricontinental, en 1966, en Cuba, la que analizó que en los países de menor desarrollo capitalista había la necesidad de crear estos movimientos de liberación nacional con una intención socialista. Más tarde hemos podido comprobar como la mayoría de los dirigentes históricos de estos movimientos ahora conforman la base capitalista y son buenos funcionarios del capitalismo. Por lo tanto había alguna raíz en aquel planteamiento que estaba errada, del mismo modo que sigue estando errada la idea de estos partidos «de izquierdas» que son parte de lo que hoy fortalece el sistema en su esencia opressiva.
Cuando muchos compañeros de lucha volvimos al país y se dio la posibilidad de encontrarnos de nuevo, en el 1985, vinimos con la idea de elaborar una nueva hipótesis de revolución que superara la otra pero la mayoría de los dirigentes históricos, Mujica, Marenales, Huidobro, venían con la idea de que había que integrarse en el Frente Amplio, que había que hacer una organización legal y que había que ir por el camino electoral. Yo no compartía nada de esto, así que me marché. No compartía ni siquiera la síntesis superficial que ellos hacían de la derrota militar y el desmantelamiento del MLN‑T en 1972. Tampoco quería ningún cargo electoral; no quería una institucionalización de la lucha. A partir de ese momento participo de la lucha en las organizaciones y movimientos sociales, creando colectivos y espacios de reflexión común fuera de los partidos etc.
¿Cómo podríamos resolver esta voluntad, no de liberación nacional si no de liberación social, como salir del papel de mano de obra económica que tiene América Latina dentro de la división mundial del trabajo?
A través de la revolución social. Con ella estaríamos justamente combatiendo las cadenas de esta división internacional del trabajo que nos coloca dentro de fronteras conflictivas, que asigna según la conveniencia del capitalismo diferentes funciones. Está claro que una revolución social con sus particularidades, porque es diferente la clase oprimida de Alemania que la de Uruguay, Argentina o España. Los movimientos de liberación nacional, en nombre del desarrollo económico y a través de vínculos que eran y son muy coloniales, abandonaron las definiciones de combate a la opresión, este fue uno de los grandes errores. Hoy este combate pasa para destruir todos los poderes hegemónicos que generan este desastre social y ecológico.
El pasado 20 de mayo, 100.000 personas se dirigieron hacia Montevideo en la «Marcha del Silencio» que se realiza desde hace veinte años, con consignas como Basta de impunidad o Verdad, Memoria y Nunca Más, con gobiernos de Sanguinetti, Alcalde, Tabaré Vázquez o Mujica. ¿Que estos gobiernos no hayan cambiado la situación de los desaparecidos en Uruguay significa que han amparado los delitos de la dictadura o que no han tenido el poder para hacerlo?
Bien, aquí hay dos factores. Por un lado creo que los gobiernos se han incorporado a los grupos de poder, se han convertido en nuevos ricos o nuevos poderosos, con todo el que esto significa. Por otro lado, a mí me parece que no hay una voluntad política de revisar realmente el terrorismo de Estado. Yo, que entiendo que las democracias son una dictadura de clase, creo que ellos son absolutamente cómplices de no haber tomado todos los datos que les dieron los testigos, sin ir más lejos. Este país es muy pequeño, si con la Plenaria Memoria y Justicia –de la que formo parte desde su creación en 2000- tenemos identificados además de a 560 militares, y sabemos incluso donde viven, ¿cómo puede ser que el Estado y el poder judicial no puedan identificarlos? Estos diez años de Frente Amplio han borrado incluso huellas ya esclarecidas: ¡la Plenaria ha aportado datos sobre terrenos donde había fosas donde recientemente se ha edificado!
El terrorismo de Estado no fue derrotado, fue pactado, y este pacto incluye la no ejecución de condenas a los culpables de lo que sucedió durante los años 70 y 80, pero también de lo que pasa ahora. Las prisiones de Uruguay hoy son terroríficas, el sistema de los hogares de menores es parecido al de los campos de concentración, los jóvenes están prácticamente todo el día encerrados.
Es chocante sentir afirmar esto de un gobierno ‑el predecesor al actual- encabezado por una persona que vivió encarcelada durante 15 años bajo esta dictadura.
Sí, es chocante y es muy grave. Por eso es terrible. Al acabar la dictadura, del 85 al 89 yo milité con ellos, con Mujica, con Marenales, éramos compañeros, estábamos juntos en el Comité Central, por lo tanto para mí, no es solo doloroso sino que es una angustia todo lo que ha pasado. Escuchar hoy de la boca de Huidobro que los que andamos por la avenida 18 de julio en la Marcha del Silencio somos unos resentidos es doloroso. Y más todavía escuchar como le apoya Guillermo Cedrez, torturador denunciado que estaba en la Cárcel de Mujeres durante la dictadura, máximo responsable de las fuerzas armadas actualmente como presidente del Centro Militar, un hombre que sigue negando la existencia del Plan Cóndor. Escuchar el discurso maravilloso de Mujica, en los organismos internacionales y aquí también, escuchar sus reflexiones sobre el dinero, el consumismo y la importancia de la sencillez para mí lo único que hace es alentar una leyenda que no se sustenta en ninguna de sus políticas.
Los seres humanos nos definimos por nuestras acciones y no por nuestras palabras. Él de alguna manera ha seguido un proceso hacia la justificación de la explotación, del imperialismo y hasta de figuras como Bush. Podemos ver a Mujica abrazándose con Bush, con Rockerfeller, con George Soros, y podemos verle afirmar que estos hombres para él son un paradigma del mundo de hoy y que son imprescindibles para el mundo de hoy. Hay que escuchar todo el que dice y hace Mujica.
Hay muchas teorías que intentan explicar desde la comprensión lo que ha pasado con Mujica. Él fue de los presos políticos que estuvo en peores condiciones puesto que estuvo secuestrado en calidad de rehén, estuvo 9 años encerrado en un agujero. Entonces muchos hablan de este síndrome de Estocolmo en el que el secuestrado, torturado, se enamora de su opresor… Yo no creo esto: yo creo que existe una utilización de la figura de Mujica por parte del Estado capitalista y de los partidos tradicionales uruguayos, el Partido Blanco y el Partido Colorado, para conseguir encantar la sociedad. Hay una visión bastante clara de que en esta etapa del neoliberalismo, desde las potencias dominantes, desde los Estados Unidos, se necesitaban al frente de los gobiernos de América Latina a personas que representaran otra idea de la sociedad. Jugando con el que hicieron en el pasado, se utiliza a estas figuras. Vivimos en una sociedad tan podrida, tan consumista, superficial e indiferente, que al final del camino quedan pocos personajes que puedan acaparar el control de las luchas sociales actuales.
Dilma Rousseff fue torturada por la dictadura brasileña, Michelle Bachellet por la dictadura de Pinochet…
Estoy convencida que aquí hay una estrategia muy trabajada, hay una formación y un estudio de estos personajes para conseguir que cumplan un papel que en otra coyuntura cumplirían con mucho más coste represivo, con mucha más crítica, los mismos partidos tradicionales. Muchas reformas que han hecho los gobiernos de Tabaré y Mujica, de haber sido hechas por las derechas tradicionales, aquí habría habido levantamientos populares. Que Mujica o Huidobro te digan que es imposible anular la Ley de Impunidad es diferente que te lo diga el Partido Nacional, porque ellos te hablan como si estuvieran en la misma situación que cualquier ciudadano.
Estamos hablando de disciplinamiento y de control social, de utilizar el pasado de manera demagógica para sostener el presente, para sostener el sistema. Utilizar el lenguaje revolucionario para lo que necesita el capitalismo. Esta comunicación que tiene Mujica con la gente, con la cual se acerca a la clase trabajadora, a los estudiantes, este vínculo construido está al servicio de la opresión. Su figura está al servicio de la opresión, él coloniza la cabeza de la gente, domestica y disciplina la cabeza de la gente porque no haya un desarrollo diferente.
¿Son igual de importantes la lucha para recordar que la lucha para construir?
Justo venimos reflexionando en la plenaria sobre el momento que vivimos, en que muchos de los que la conformamos estamos más o menos en los últimos años de nuestras vidas, quizá por eso luchamos fuerte para hacer memoria, y nos preguntamos, ¿que estamos construyendo? Nos han rebajado mucho el mundo; antes soñábamos en una sociedad libre y socialista, en una humanidad en la que no hubiera oprimidos ni opresores. Hay que empezar a hablar de esto nuevamente, las experiencias vividas no pueden hacernos superar el ideal primero, hay que volver a soñar. No hay que dejar que el sueño del socialismo quede rebajado al plato de comida para los niños. Hay que darles el plato por ahora, está claro, pero el hambre de millones de personas tiene que ver con la riqueza de pocos, por eso nosotros hacemos escraches, muy conocidos en el Estado español, y también hacemos una cosa que denominamos rescates. Acción directa.
Berta Camprubí, Montevideo
2 de julio de 2015
Directa (https://directa.cat/)
[Traducido del catalán por Boltxe Kolketiboa.)