El trono no es un jue­go- Mar­ce­lo Álvarez

Reco­noz­co que hay cosas que me supe­ran, que me sacan la mala hos­tia has­ta que se me ve en la cara. O como decia alguien «ton­te­rias las justas».

Hace dos dias ha sido el 14 de Abril, fecha en que se ha cele­bra­do un nue­vo ani­ver­sa­rio de la pro­cla­ma­ción aquel otro 14 de Abril de 1931 de la II Repú­bli­ca, un régi­men que sin ser nin­gu­na pana­cea; con arran­car sien­do bur­gué­sa, cen­tra­lis­ta y muchas cosas más si ence­rra­ba en si una poten­cial de liber­tad y liber­ta­des que esta­ba sobre todo cimen­ta­do en la lucha que los sec­to­res popu­la­res y entre ellos tam­bien sec­to­res mayo­ri­ta­rios de la cla­se obre­ra habia desa­rro­lla­do para «traer­la».

Con todo y bur­gue­sa, con todo y cen­tra­lis­ta, esa Repú­bli­ca sig­ni­fi­có de hecho la espe­ran­za de una vida mejor, tan­to en lo per­so­nal como en lo colec­ti­vo, para millo­nes de per­so­nas, de obre­ros, de muje­res, de cam­pe­si­nos… ale­ja­dos de aque­lla semi­feu­da­li­dad omni­pre­sen­te que aún regia las rela­cio­nes eco­nó­mi­cas, socia­les, poli­ti­cas.. e inclu­so per­so­na­les en gran par­te del terri­to­rio penin­su­lar de la mano de los caci­ques, la Igle­sia, el ejer­ci­to colo­nial y la Guar­dia Civil. No fue lo que era la Repú­bli­ca en sí como algo «ya hecho» lo que sus­ci­tó la sim­pa­tía y la ener­gia de las masas, sino la poten­cia­li­dad que ence­rra­ba, esa posi­bi­li­dad de lo que «habia de ir hacien­do­se», de ir apren­dien­do la liber­tad y prac­ti­can­do lo que se iba aprendiendo…

Por ello la ata­ca­rian des­pues con saña y pare­dón, con cár­cel y cune­ta. Por ello tan­tos y tan­tas la defen­de­rian con balas y poe­sia, con uñas y dien­tes, con su pro­pio sufri­mien­to y más aún, con el de los suyos. Por ello la ven­gan­za. Por ello las lagri­mas y las ausen­cias. Por ello la memoria.

Y aho­ra, en los dias que rodean a una fecha como esa, a un refe­ren­te polí­ti­co, social e his­tó­ri­co como ese, tene­mos que asis­tir a un esper­pen­to pro­ta­go­ni­za­do por alguien que es el refe­ren­te mediá­ti­co más impor­tan­te de «Pode­mos», esa for­ma­ción que decia haber naci­do «para rom­per el con­sen­so del 78», un con­sen­so que como es bien sabi­do tenia como prin­ci­pal obje­ti­vo aquel «cam­biar algo para que nadie cam­bie» al final de la dic­ta­du­ra fran­quis­ta ase­gu­ran­do la per­vi­ven­cia del domi­nio y de los intere­ses de quie­nes la habian levan­ta­do con­tra la Repú­bli­ca, de quie­nes fren­te a la volun­tad de nues­tros abue­los y abue­las de echar a la Monar­quia ‑algo que ade­más hicie­ron con el voto en la mano- rever­ti­rian esa deter­mi­na­ción a tra­ves de un gol­pe de esta­do, de una dic­ta­du­ra de cua­ren­ta años y de esta diz­que demo­cra­cia pos­te­rior que tene­mos y que sigue sus­ten­tan­do sin nin­gún empa­cho el retorno impues­to «manu mili­ta­ri» de una Monar­quia des­te­rra­da en su momen­to por el Pueblo.

Algo serio, no? Tan serio como la vida. Tan serio como la muerte.

Tan serio como para que uno se sien­ta ofen­di­do y esta­fa­do cuan­do uno ve la bana­li­za­ción de algo asi a tra­ves de un ges­to como el pro­ta­go­ni­za­do «mano a mano» por Pablo Ige­sias ‑lider «de Pode­mos»- y Feli­pe IV, here­de­ro real y Real de aque­lla invo­lu­ción anti­de­mo­crá­ti­ca que dura des­de el 18 de Julio de 1936. Un ges­to que a mi al menos, vis­tas las fotos y el acto en que se enmar­ca­ron, no me sugie­ren el más leve refle­jo ni de pro­tes­ta ni de rup­tu­ra, sino un cole­gueo de dos «guays» de la bue­na socie­dad, de dos niña­tos cada uno de su cla­se, de dos miem­bros de «la éli­te» -¿la vie­ja y nue­va cas­ta qui­zás?- uno for­mal y el otro «dis­co­lo»… En fin: una fic­ción de pro­tes­ta en torno a un jue­go de ficción.

Pero el trono no es un jue­go, nun­ca nin­guno lo es.

Y este aún menos.

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