4 millo­nes de muer­tos en Afga­nis­tán, Pakis­tán e Irak des­de 1990

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Vis­tas des­de Asia, las gue­rras occi­den­ta­les no han apor­ta­do ayu­da ni demo­cra­cia. Tam­po­co han ven­ga­do los aten­ta­dos del 11 de sep­tiem­bre de 2001. Sólo han sem­bra­do muer­te y desolación.

Un impor­tan­te estu­dio demues­tra que la «gue­rra con­tra el terro­ris­mo» enca­be­za­da por Esta­dos Uni­dos ha mata­do a 2 millo­nes de per­so­nas. Pero sólo se tra­ta de un con­teo par­cial de las muer­tes de las que Occi­den­te es res­pon­sa­ble en Irak y Afga­nis­tán des­de hace más de 2 décadas.

El mes pasa­do, Phy­si­cians for Social Res­pon­si­bi­lity (PSR), pres­ti­gio­sa ONG con sede en Washing­ton DC, publi­có un estu­dio cla­ve [dis­po­ni­ble para su des­car­ga a tra­vés del víncu­lo que apa­re­ce al final de este tra­ba­jo]. Ese estu­dio demues­tra que el balan­ce sobre las pér­di­das de vidas huma­nas de más de una déca­da de «gue­rra con­tra el terro­ris­mo», des­de los aten­ta­dos del 11 de sep­tiem­bre de 2001, se ele­va como míni­mo a 1,3 millo­nes de muer­tos. Según esta ONG, ese con­teo podría alcan­zar inclu­so los 2 millones.

Publi­ca­do por un equi­po de doc­to­res que obtu­vo el Pre­mio Nobel de la Paz [En 1985, cuan­do ganar ese pre­mio toda­vía sig­ni­fi­ca­ba algo. Nota de la Red Vol­tai­re.], este infor­me de 97 pági­nas es el pri­mer con­teo del núme­ro total de bajas civi­les pro­vo­ca­das por las inter­ven­cio­nes «anti­te­rro­ris­tas» des­ata­das bajo la égi­da de Esta­dos Uni­dos con­tra Irak, Afga­nis­tán y Pakistán.

Este infor­me del PSR fue redac­ta­do por un equi­po inter­dis­ci­pli­na­rio de exper­tos de pri­me­ra línea en mate­ria de salud públi­ca, entre los que se encuen­tra el Dr. Robert Gould, direc­tor a car­go de la sen­si­bi­li­za­ción y la edu­ca­ción de los pro­fe­sio­na­les de la salud en Cen­tro Médi­co de Uni­ver­si­dad de Cali­for­nia (San Fran­cis­co). Entre sus redac­to­res tam­bién pode­mos citar al pro­fe­sor Tim Taka­ro, quien ense­ña en la Facul­tad de Cien­cias de la Salud de la Uni­ver­si­dad Simon Fra­ser (Cana­dá).

Sin embar­go, este estu­dio ha sido casi total­men­te igno­ra­do por los medios de difu­sión angló­fo­nos [al igual que por la pren­sa fran­có­fo­na y por la pren­sa en espa­ñol. Nota de la Red Vol­tai­re.]. Se tra­ta del pri­mer inten­to –rea­li­za­do por una orga­ni­za­ción mun­dial­men­te pres­ti­gio­sa– de pre­sen­tar un cálcu­lo cien­tí­fi­ca­men­te rea­li­za­do del núme­ro de per­so­nas muer­tas a cau­sa de la «gue­rra con­tra el terro­ris­mo» des­ata­da por Esta­dos Uni­dos [, Fran­cia] y Gran Bretaña.

Cui­da­do con las lagunas

El Dr. Hans von Spo­neck, ex secre­ta­rio gene­ral adjun­to de la ONU, des­cri­be este infor­me del PSR como una

«impor­tan­te con­tri­bu­ción para redu­cir el abis­mo entre los esti­ma­dos con­fia­bles sobre las víc­ti­mas de la gue­rra –en par­ti­cu­lar la cifra de civi­les en Irak, Afga­nis­tán y Pakis­tán– y los balan­ces ten­den­cio­sos, mani­pu­la­dos e inclu­so falsificados».

Este estu­dio con­tie­ne un reexa­men cien­tí­fi­co de los anti­guos esti­ma­dos sobre el núme­ro de víc­ti­mas de la «gue­rra con­tra el terro­ris­mo». En el caso de Irak, el estu­dio es par­ti­cu­lar­men­te crí­ti­co al refe­rir­se al balan­ce habi­tual­men­te cita­do por los gran­des medios de difu­sión, o sea los 110 000 muer­tos que expo­ne el Iraq Body Count (IBC). Esas cifras se obtu­vie­ron median­te el con­teo de las bajas civi­les anun­cia­das en los medios de pren­sa. Pero el PSR ha encon­tra­do gra­ves lagu­nas y otros pro­ble­mas meto­do­ló­gi­cos en esa for­ma de conteo.

Por ejem­plo, de los 40 000 cadá­ve­res ente­rra­dos en Nayaf des­de el ini­cio de la gue­rra de Irak en 2003, el IBC con­tó sola­men­te 1 354 muer­tos en esa ciu­dad duran­te el mis­mo perio­do. Ese ejem­plo indi­ca la gran dife­ren­cia entre las cifras del IBC en la ciu­dad de Nayaf y el balan­ce real. En este caso, las cifras reales son 30 veces superiores.

La base de datos del IBC está lle­na de esas dife­ren­cias [entre las cifras que regis­tra y la reali­dad]. En otro ejem­plo, esta orga­ni­za­ción regis­tró sola­men­te 3 incur­sio­nes aéreas en cier­to momen­to de 2005. En reali­dad, la can­ti­dad de ata­ques aéreos había aumen­ta­do aquel año de 25 a 120. Nue­va­men­te, los datos refle­ja­dos son 40 veces infe­rio­res a la realidad.

Según el infor­me del PSR, el con­tro­ver­ti­do estu­dio de la revis­ta bri­tá­ni­ca The Lan­cet, que había esti­ma­do en 655 000 el núme­ro de muer­tos en Irak entre 2003 y 2006 –y en más de 1 millón has­ta hoy, median­te una extra­po­la­ción– esta­ba pro­ba­ble­men­te mucho más cer­ca de la reali­dad que las cifras del IBC. En reali­dad, este infor­me con­fir­ma un cua­si con­sen­so entre los epi­de­mió­lo­gos sobre la con­fia­bi­li­dad del estu­dio publi­ca­do en The Lan­cet.

A pesar de una serie de crí­ti­cas jus­ti­fi­ca­das, la meto­do­lo­gía esta­dís­ti­ca apli­ca­da en ese tra­ba­jo es el mode­lo uni­ver­sal­men­te reco­no­ci­do para deter­mi­nar la can­ti­dad de muer­tos en las zonas de con­flic­to. Por cier­to, es la que uti­li­zan los gobier­nos y las agen­cias internacionales.

Una nega­ción politizada

El PSR ana­li­zó tam­bién la meto­do­lo­gía y las con­clu­sio­nes de otros estu­dios que indi­can un balan­ce infe­rior de pér­di­das huma­nas, como un artícu­lo del New England Jour­nal of Medi­ci­ne que tam­bién con­tie­ne cier­ta can­ti­dad de lagunas.

El men­cio­na­do artícu­lo no tie­ne en cuen­ta las cifras de las pro­vin­cias más afec­ta­das por las ope­ra­cio­nes mili­ta­res, o sea Bag­dad, al-Anbar y Nini­ve. En reali­dad, el artícu­lo del New England Jour­nal of Medi­ci­ne se basa en los datos erró­neos del IBC al extra­po­lar las cifras sobre esas regio­nes. Y tam­bién impu­so «res­tric­cio­nes moti­va­das por razo­nes polí­ti­cas» a la reco­lec­ción y aná­li­sis de los datos. Por ejem­plo, las entre­vis­tas fue­ron rea­li­za­das por el minis­te­rio ira­quí de Salud, en aquel momen­to «total­men­te depen­dien­te de la poten­cia ocu­pan­te». Bajo la pre­sión de Esta­dos Uni­dos– ese minis­te­rio ira­quí se había nega­do a publi­car sus datos sobre las muer­tes de ira­quíes ofi­cial­men­te registradas.

En par­ti­cu­lar, el PSR ana­li­zó las ale­ga­cio­nes de Michael Spa­get, John Slo­bo­da y otros crí­ti­cos que des­cri­bie­ron como «frau­du­len­tos» los méto­dos de reco­gi­da de datos del estu­dio de The Lan­cet. Según la ONG, tales argu­men­tos care­cen de fundamento.

Las pocas «crí­ti­cas legí­ti­mas», según el PSR, «no afec­tan la cre­di­bi­li­dad de los resul­ta­dos de las inves­ti­ga­cio­nes de The Lan­cet en su con­jun­to. Esas cifras siguen sien­do los mejo­res esti­ma­dos actual­men­te dis­po­ni­bles». Las con­clu­sio­nes de «The Lan­cet» tam­bién se ven corro­bo­ra­das por los datos de un nue­vo estu­dio rea­li­za­do por la revis­ta cien­tí­fi­ca PLOS Medi­ci­ne, que con­ta­bi­li­zó 500 000 víc­ti­mas de la gue­rra en Irak. En total, el PSR ha logra­do deter­mi­nar que la can­ti­dad más pro­ba­ble de muer­tos civi­les en ese país des­de 2003 ascien­de a 1 millón.

El estu­dio del PSR agre­ga a ese balan­ce al menos 220 000 muer­tos en Afga­nis­tán y 80 000 en Pakis­tán, víc­ti­mas direc­tas o indi­rec­tas de la cam­pa­ña mili­tar enca­be­za­da por Esta­dos Uni­dos. En otras pala­bras, esta ONG pre­sen­ta un «esti­ma­do con­ser­va­dor» que se ele­va a 1,3 millo­nes de muer­tos en Irak, Afga­nis­tán y Pakis­tán. Sin embar­go, las cifras reales podrían fácil­men­te «sobre­pa­sar los 2 millo­nes».

Pero el pro­pio estu­dio del PSR tam­bién pre­sen­ta cier­tas lagu­nas. Pri­me­ra­men­te, la «gue­rra con­tra el terro­ris­mo» ini­cia­da des­pués del 11 de sep­tiem­bre de 2001 no era nada nue­vo sino una sim­ple pro­lon­ga­ción de las polí­ti­cas inter­ven­cio­nis­tas ya ini­cia­das ante­rior­men­te en Irak y Afganistán.

Por otra lado, la caren­cia de datos sobre Afga­nis­tán sig­ni­fi­ca que el estu­dio del PSR pro­ba­ble­men­te sub­es­ti­mó el balan­ce de bajas huma­nas en ese país.

Irak

La gue­rra de Irak no comen­zó en 2003 sino en 1991, con la pri­me­ra gue­rra del Gol­fo, a la que siguió la apli­ca­ción de un régi­men de san­cio­nes impues­to a tra­vés de la ONU.

Un estu­dio ante­rior del pro­pio PSR, rea­li­za­do por la enton­ces demó­gra­fa del Buró de Cen­sos de Esta­dos Uni­dos Beth Dapon­te, ha demos­tra­do que la can­ti­dad de muer­tes de ira­quíes pro­vo­ca­das por la pri­me­ra gue­rra del Gol­fo se ele­va­ba a cer­ca de 200 000, prin­ci­pal­men­te víc­ti­mas civi­les [1]. Aquel estu­dio fue cen­su­ra­do por las autoridades.

Des­pués de la reti­ra­da de la coa­li­ción enca­be­za­da por Esta­dos Uni­dos, [la pri­me­ra gue­rra del Gol­fo] pro­si­guió en el plano eco­nó­mi­co, a tra­vés de las san­cio­nes de la ONU, impues­tas por Esta­dos Uni­dos y Gran Bre­ta­ña. El pre­tex­to que se invo­có para jus­ti­fi­car aque­llas san­cio­nes fue impe­dir que el pre­si­den­te Sadam Husein logra­se tener acce­so a los ele­men­tos nece­sa­rios para la fabri­ca­ción de posi­bles armas de des­truc­ción masi­va. Pero bajo aquel embar­go, los bie­nes cuyo acce­so se prohi­bió a Irak incluían gran can­ti­dad de pro­duc­tos de pri­me­ra nece­si­dad, indis­pen­sa­bles para la pobla­ción civil.

Cifras de la ONU, que nun­ca han sido pues­tas en dudas, demues­tran que alre­de­dor de 1,7 millo­nes de civi­les ira­quíes murie­ron por cau­sa de ese bru­tal régi­men de san­cio­nes impues­to por Occi­den­te y que la mitad de esos muer­tos fue­ron niños [2].

Y pare­ce que las san­cio­nes tenían como obje­ti­vo pro­vo­car esa gran can­ti­dad de muer­tos. Entre los bie­nes prohi­bi­dos [a Irak] por las san­cio­nes de la ONU esta­ban los pro­duc­tos quí­mi­cos y el equi­pa­mien­to esen­cial para el fun­cio­na­mien­to del sis­te­ma ira­quí de tra­ta­mien­to del agua. El pro­fe­sor Tho­mas Nagy, de la Escue­la de Comer­cia de la Uni­ver­si­dad Geor­ge Washing­ton, des­cu­brió un docu­men­to secre­to de la agen­cia de inte­li­gen­cia del Pen­tá­gono (la DIA, Defen­ce Inte­lli­gen­ce Agency), docu­men­to que, según el pro­fe­sor Nagy, constituye

«un plan ini­cial de geno­ci­dio con­tra el pue­blo iraquí».

En un artícu­lo cien­tí­fi­co redac­ta­do en el mar­co de la Aso­cia­ción de Inves­ti­ga­do­res sobre los Geno­ci­dios de la Uni­ver­si­dad de Mani­to­ba (Cana­dá), el pro­fe­sor Nagy expli­có que el docu­men­to de la DÍA reve­la­ba con «lujo deta­lles, un méto­do per­fec­ta­men­te ope­ra­cio­nal para “degra­dar com­ple­ta­men­te el sis­te­ma de tra­ta­mien­to de aguas” de toda una nación» a lo lar­go de una déca­da. De esa mane­ra, la polí­ti­ca de san­cio­nes crearía

«las con­di­cio­nes favo­ra­bles a la amplia pro­pa­ga­ción de enfer­me­da­des, como epi­de­mias de gran enver­ga­du­ra (…) liqui­dan­do así gran par­te de la pobla­ción ira­quí» [3].

Por con­si­guien­te, sólo en el caso de Irak, la gue­rra de Esta­dos Uni­dos con­tra ese país mató 1,9 millo­nes de ira­quíes, des­de 1991 has­ta 2003. Y a par­tir de 2003 se regis­tran más o menos 1 millón de muer­tes más. Así que la agre­sión de Esta­dos Uni­dos con­tra Irak cos­tó en total cer­ca de 3 millo­nes de vidas de iraquíes.

Afga­nis­tán

En Afga­nis­tán, el núme­ro total de víc­ti­mas men­cio­na­do en el esti­ma­do del PSR tam­bién pare­ce estar muy por deba­jo de la reali­dad. Seis meses des­pués de la cam­pa­ña de bom­bar­deos de 2001, el perio­dis­ta del Guar­dian Jonathan Stee­le reve­ló que entre 1 300 y 8 000 afga­nos habían sido víc­ti­mas mor­ta­les direc­tas [4]. Stee­le agre­ga­ba que las con­se­cuen­cias de la gue­rra habían pro­vo­ca­do un exce­so de mor­ta­li­dad al pro­vo­car la muer­te de unas 50 000 personas.

En su libro, Body Count: Glo­bal Avoi­da­ble Mor­ta­lity Sin­ce 1950, el pro­fe­sor Gideon Pol­ya apli­có la mis­ma meto­do­lo­gía que el Guar­dian para ana­li­zar los datos anua­les de mor­ta­li­dad de la Divi­sión de Pobla­ción de la ONU [5]. Así pudo cal­cu­lar las cifras plau­si­bles del exce­so de mor­ta­li­dad en Afga­nis­tán. Bio­quí­mi­co reti­ra­do de la Uni­ver­si­dad de La Tro­be (Mel­bour­ne, Aus­tra­lia), Pol­ya lle­gó a la con­clu­sión de que el total de dece­sos evi­ta­bles en Afga­nis­tán –país en esta­do de gue­rra per­ma­nen­te des­de 2001 y some­ti­do a las pri­va­cio­nes que le impo­ne el ocu­pan­te– se ele­va­ba a 3 millo­nes (entre los que se cuen­tan los falle­ci­mien­tos de 900 000 niños de menos de 5 años).

Aun­que nin­gu­na revis­ta uni­ver­si­ta­ria publi­có los des­cu­bri­mien­tos del pro­fe­sor Pol­ya, el estu­dio que pre­sen­ta en Body Count, su libro de 2007, ha sido reco­men­da­do por Jac­que­li­ne Carri­gan, pro­fe­so­ra de socio­lo­gía de la Uni­ver­si­dad del Esta­do de Cali­for­nia [6]. Jac­que­li­ne Carri­gan ha pre­sen­ta­do este estu­dio como «una mina de datos sobre la situa­ción glo­bal de la mor­ta­li­dad» en una rese­ña publi­ca­da en la revis­ta Socia­lism and Demo­cracy de las edi­cio­nes uni­ver­si­ta­rias Routledge.

Como en el caso de Irak, la inter­ven­ción de Esta­dos Uni­dos en Afga­nis­tán comen­zó, mucho antes del 11 de sep­tiem­bre de 2001, en 1992 bajo la for­ma de una ayu­da mili­tar, logís­ti­ca y finan­cie­ra clan­des­ti­na de Esta­dos Uni­dos a los tali­ba­nes. Aque­lla ayu­da secre­ta favo­re­ció la con­quis­ta vio­len­ta de cer­ca del 90% del terri­to­rio afgano por par­te de los tali­ba­nes [7].

En 2001, la Aca­de­mia Nacio­nal de Cien­cias publi­có un infor­me titu­la­do For­ced Migra­tion and Mor­ta­lity [8]. En ese estu­dio, Ste­ven Hansch –epi­de­mió­lo­go de pri­mer plano y direc­tor de Relief Inter­na­tio­nal– sub­ra­ya­ba que el incre­men­to de la mor­ta­li­dad pro­vo­ca­do en los años 1990 por las con­se­cuen­cias de la gue­rra había deja­do entre 200 000 y 2 millo­nes de muer­tos en Afga­nis­tán. Por supues­to, la Unión Sovié­ti­ca es en par­te res­pon­sa­ble de la devas­ta­ción de la infra­es­truc­tu­ra civil de ese país, la cual creó las bases de ese desas­tre humanitario.

Al adi­cio­nar­las, esas cifras sugie­ren que en Afga­nis­tán el balan­ce total de las con­se­cuen­cias direc­tas e indi­rec­tas de las ope­ra­cio­nes esta­dou­ni­den­ses [y occi­den­ta­les] des­de el ini­cio de los años 1990 has­ta el día de hoy podría ser esti­ma­do entre 3 y 5 millo­nes de muertos.

La nega­ción

Según las cifras que aca­ba­mos de estu­diar, el total de muer­tes pro­vo­ca­das por las inter­ven­cio­nes occi­den­ta­les en Irak y Afga­nis­tán des­de los años 1990 –entre las muer­tes pro­vo­ca­das direc­ta­men­te por la gue­rra y las que se deben a las pri­va­cio­nes pro­vo­ca­das a lar­go pla­zo por la gue­rra– podría ele­var­se a unos 4 millo­nes: 2 millo­nes de muer­tos en Irak entre 1990 y 2003 y 2 millo­nes a cau­sa de la «gue­rra con­tra el terro­ris­mo». Si toma­mos en cuen­ta los ele­va­dos esti­ma­dos sobre el exce­so de mor­ta­li­dad [con­se­cuen­cia de la gue­rra] en Afga­nis­tán, este balan­ce podría ele­var­se inclu­so a 6 u 8 millo­nes de muertos.

Es posi­ble que esas cifras sean dema­sia­do altas pero nun­ca podre­mos saber­lo con cer­te­za. En efec­to, las polí­ti­cas de las fuer­zas arma­das de Esta­dos Uni­dos y de Gran Bre­ta­ña con­sis­ten en no con­ta­bi­li­zar las muer­tes de civi­les pro­vo­ca­das por sus ope­ra­cio­nes, muer­tes con­si­de­ra­das como inci­den­tes sin interés.

Debi­do a la gra­ve caren­cia de datos en Irak, a la cua­si total inexis­ten­cia de archi­vos en Afga­nis­tán así como a la indi­fe­ren­cia de los gobier­nos occi­den­ta­les ante todo lo con­cer­nien­te a las muer­tes de civi­les, resul­ta lite­ral­men­te impo­si­ble deter­mi­nar la ver­da­de­ra can­ti­dad de falle­ci­mien­tos que esas inter­ven­cio­nes han provocado.

Al no exis­tir ni la más míni­ma posi­bi­li­dad de com­pro­bar­las, esas cifras pro­por­cio­nan esti­ma­dos plau­si­bles basa­dos en la apli­ca­ción de la meto­do­lo­gía esta­dís­ti­ca basa­da en las mejo­res prue­bas dis­po­ni­bles –aún tra­tán­do­se de prue­bas par­ti­cu­lar­men­te esca­sas. A fal­ta de datos pre­ci­sos, estos esti­ma­dos nos pro­por­cio­nan una idea de la mag­ni­tud de la destrucción.

La mayo­ría de esas muer­tes fue­ron jus­ti­fi­ca­das invo­can­do la lucha con­tra la tira­nía y con­tra el terro­ris­mo. Sin embar­go, gra­cias al silen­cio cóm­pli­ce de los medios masi­vos de difu­sión, la mayo­ría de la ciu­da­da­nía no tie­ne la menor idea del ver­da­de­ro alcan­ce de este terror per­ma­nen­te que la tira­nía esta­dou­ni­den­se y bri­tá­ni­ca impu­so en Afga­nis­tán e Irak, en nom­bre de los ciu­da­da­nos de Esta­dos Uni­dos y del Rei­no Unido.

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Docu­men­tos adjuntos

[1] “Toting the Casual­ties of War”, Bloom­berg Busi­ness, 5 de febre­ro de 2013.

[2] Behind the War on Terror: Wes­tern Secret Stra­tegy and the Strug­gle for Iraq, Nafeez M. Ahmed, New Society Publishers, 1º de sep­tiem­bre de 2003).

[3] “The Role of Iraq Water Treat­ment Vul­ne­ra­bi­li­ties in Hal­ting One Geno­ci­de and Pre­ven­ting Others”, Tho­mas J. Nagy, Asso­cia­tion of Geno­ci­de Scho­lars, 12 de junio de 2001.

[4] “For­got­ten vic­tims”, Jonathan Stee­le, The Guar­dian, 20 de mayo de 2002.

[5] Body Count Glo­bal Avoi­da­ble Mor­ta­lity Sin­ce 1950, Gideon Pol­ya, G.M. Pol­ya, Mel­bour­ne (2007).

[6] “Body Count: Glo­bal Avoi­da­ble Mor­ta­lity Sin­ce 1950”, Jac­que­li­ne Carri­gan, Socia­lism and Demo­cracy, 13 de abril de 2011.

[7] “Isla­mic Sta­te is the can­cer of modern capi­ta­lism”, Nafeez M. Ahmed, Midd­le East Eye, 27 de mar­zo de 2015.

[8] For­ced Migra­tion and Mor­ta­lity, Holly E. Reed and Char­les B. Keely, Edi­tors; Round­ta­ble on the Demo­graphy of For­ced Migra­tion; Com­mit­tee on Popu­la­tion; Divi­sion of Beha­vio­ral and Social Scien­ces and Edu­ca­tion; Natio­nal Research Coun­cil (2001).

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