Mujer inte­gral, no mer­can­cía- Mire­ya Andrade

Crea­do en Mar­tes, 24 Febre­ro 2015 09:34
Por Mire­ya Andra­de, Dele­ga­ción de Paz de las FARC-EP 

“Cuan­do los hom­bres se callan es nues­tro deber
levan­tar la voz en nom­bre de nues­tros ideales”
Cla­ra Zetkin.

Aun­que a dia­rio se habla de la igual­dad de opor­tu­ni­da­des entre hom­bres y muje­res y de las tan­tas leyes que se pro­mul­gan en este sen­ti­do, la ver­dad es que la per­ni­cio­sa per­ma­nen­cia del patriar­ca­do limi­ta y estre­cha cons­cien­te e incons­cien­te­men­te las opor­tu­ni­da­des nece­sa­rias para el desa­rro­llo eco­nó­mi­co, polí­ti­co, social y cul­tu­ral de la mujer.

Para nadie es un secre­to que inclu­so en las socie­da­des que se dicen “avan­za­das”, aun la edu­ca­ción y for­ma­ción en el hogar corres­pon­de a un mode­lo don­de pre­do­mi­na la liber­tad para los hom­bres y la abier­ta o vela­da sumi­sión para las mujeres.

Des­de niños se pre­pa­ran a los hom­bres para man­dar, estar en la calle y por todos los medios evi­tar estar en los queha­ce­res domés­ti­cos, los cua­les están reser­va­dos solo para la mujer, ini­cian­do con los dife­ren­tes jue­gos, la taci­ta de te, la casi­ta de muñe­cas, la coci­na y los rei­na­dos de belle­za entre otros. A los niños, entre tan­to, se les indu­ce mas a la prác­ti­ca de depor­tes como el fút­bol, a con­du­cir carros y otros vehícu­los, a usar jue­gos de video, etc. Y todo ello va afian­zan­do el ambien­te machis­ta y misó­gino que lue­go se repro­du­ce en todos los ámbi­tos de la vida social.

Una de las for­mas de man­te­ner la acti­tud de pre­pon­de­ran­cia de los varo­nes y negar a las muje­res como suje­tos, es ofre­cer a la mujer como mer­can­cía: des­de muy peque­ñas un alto por­cen­ta­je de niñas son inci­ta­das por la pro­pa­gan­da, la nece­si­dad o el deseo de figu­rar a con­ver­tir­se en mode­los o rei­nas de belle­za. Pasan sus días en sesio­nes de pasa­re­la, maqui­lla­je, gla­mour con el “sue­ño” sem­bra­do muchas veces des­de el ámbi­to fami­liar, de par­ti­ci­par en los gran­des “even­tos” nacio­na­les e inter­na­cio­na­les, lo cual con­vier­ten en su ideal.

Pero tam­bién en las regio­nes, muni­ci­pios y vere­das exis­te la ver­sión crio­lla de estas mis­mas cir­cuns­tan­cias que influ­yen en la pre­ser­va­ción de las dis­tin­tas varian­tes de la nega­ción de la mujer como suje­to, hacién­do­les echar raí­ces hacia lo más pro­fun­do de una men­ta­li­dad colec­ti­va que ter­mi­na vien­do como nor­mal la repre­sen­ta­ción públi­ca de la mujer, de su cuer­po, a la mane­ra de obje­to y no de ser humano inte­gral. Se mul­ti­pli­ca su espec­ta­cu­la­ri­dad y su uso en el plano del pla­cer visual ya no sola­men­te mas­cu­li­na sino del con­jun­to del entra­ma­do social.

Aho­ra con la masi­fi­ca­ción de las redes socia­les, no son solo los “rei­na­dos” sino tam­bién el ofre­cer su vir­gi­ni­dad, su belle­za y su cuer­po a cam­bio de dine­ro o de matri­mo­nios. En Colom­bia, para nadie es un secre­to que, muchas de las mode­los, rei­nas de belle­za, pre­sen­ta­do­ras y estu­dian­tes, son empu­ja­das a ven­der su belle­za como tram­po­lín para lograr ubi­car­se en pues­tos de tra­ba­jo o con­ver­tir­se en damas de com­pa­ñía de empre­sa­rios, mafio­sos y extran­je­ros. Y sin duda, es el con­tex­to del sis­te­ma el que pro­pi­cia tal situa­ción, a tra­vés de la fami­lia, los medios de comu­ni­ca­ción, la igle­sia, la sexua­li­dad, el mode­lo impues­to de femi­ni­dad, mater­ni­dad y masculinidad.

Exis­ten tam­bién miles de pági­nas dedi­ca­das a ofer­tar tra­ba­jo en el exte­rior para muje­res bellas, que en últi­mas resul­tan engan­cha­das en mafias de tra­ta de per­so­nas, pros­ti­tu­ción y some­ti­mien­to a ban­das cri­mi­na­les, lejos de sus hogares.

Se uti­li­zan las muje­res como diver­sión y al ver­las de esta mane­ra, jamás podrán ser valo­ra­das como igua­les, pues al con­si­de­rar que son mer­can­cía, se las colo­ca en el esce­na­rio de la ofer­ta y la deman­da. Y si la mane­ra de obser­var y poseer a las muje­res es tra­tar­las como mer­can­cía, no hay for­ma que se con­ju­gue con­se­cuen­te­men­te el tema de la igualdad.

Esta situa­ción que es con­sus­tan­cial a las socie­da­des de cla­se, se des­va­ne­ce en paí­ses que cons­tru­yen el socia­lis­mo, como es de espe­rar­se en una socie­dad huma­nis­ta, sin explo­ta­ción, que toma como valor supre­mo al ser humano en liber­tad, inde­pen­dien­te­men­te de su con­di­ción de raza, géne­ro o con­cep­ción polí­ti­ca o filo­só­fi­ca. Un impor­tan­te refe­ren­te lo cons­ti­tu­ye Cuba ‑y en su tiem­po lo fue la Unión Soviética‑, en don­de se han gene­ra­do con­di­cio­nes socia­les, eco­nó­mi­cas, polí­ti­cas y cul­tu­ra­les que esti­mu­lan y pro­pi­cian el avan­ce hacia la equi­dad de género.

Sin embar­go, en cual­quier situa­ción tene­mos la obli­ga­ción de remo­ver las pato­lo­gías gene­ra­das por el sis­te­ma patriar­cal. Debe­mos ini­ciar des­de el hogar, con la edu­ca­ción y el buen ejem­plo, actuan­do en con­se­cuen­cia con lo que anhe­la­mos en cuan­to a supe­rar el machis­mo y el orden mis­mo de explo­ta­ción de cla­ses que lo for­ta­le­ce. En tal sen­ti­do, la lucha por ele­var los dere­chos de la mujer, no es una gue­rra con­tra los hom­bres sino una alian­za con ellos en la bús­que­da con­jun­ta de tales obje­ti­vos en el mar­co del esta­ble­ci­mien­to de la jus­ti­cia social; para el caso colom­biano, en el mar­co de la supera­ción de la mise­ria, la des­igual­dad y la caren­cia de la demo­cra­cia que afec­tan a las mayo­rías sin impor­tar que sean hom­bres o muje­res. Ese es el camino, el de la lucha con apo­yo mutuo para hacer de nues­tro pla­ne­ta un mun­do mejor.

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