Tor­tu­ra y reso­lu­ción del con­flic­to- Xabier Makazaga

En Eus­kal Herria, cár­cel y exi­lio ha esta­do siem­pre ínti­ma­men­te liga­dos a la tor­tu­ra. Miles de vas­cos han sufri­do exi­lio y/​o cár­cel debi­do a la tor­tu­ra, y no pocos los siguen sufrien­do, por­que han sido con­de­na­dos, o pue­den ser­lo, debi­do a cau­sas judi­cia­les con­ta­mi­na­das por dicha lacra. Una lacra que, según se reco­no­ce a nivel inter­na­cio­nal, ha sido habi­tual en las deten­cio­nes inco­mu­ni­ca­das rela­cio­na­das con el con­flic­to vasco.

Por eso, aho­ra que es tiem­po de solu­cio­nes, es de pura jus­ti­cia que se empie­ce a repa­rar esa injus­ti­cia y a las miles de víc­ti­mas que ha cau­sa­do. Tan­to a las direc­ta­men­te tor­tu­ra­das, como a quie­nes han sufri­do o sufren cár­cel y/​o exi­lio a cau­sa de ello. Y un buen modo de comen­zar dicha repa­ra­ción sería sin duda la abso­lu­ta inva­li­da­ción de todas las cau­sas con­ta­mi­na­das, de una u otra for­ma, por la tor­tu­ra. Una medi­da que sería sin duda de gran ayu­da en la reso­lu­ción del conflicto.

Tam­bién en mi caso, fue la tor­tu­ra la que me empu­jó al exi­lio, en 1981. No vi otro reme­dio, por­que sabía de sobra que resis­tir a unos tor­tu­ra­do­res espe­cia­li­za­dos es una ver­da­de­ra proeza, y si me tor­tu­ra­ban no sólo ter­mi­na­ría en pri­sión, sino que difí­cil­men­te podría evi­tar “can­tar” a gen­te que a su vez sería dete­ni­da, tor­tu­ra­da y encar­ce­la­da, a no ser que con­si­guie­ran poner­se fue­ra del alcan­ce de los tor­tu­ra­do­res, en el exilio.

Tomar esa deci­sión de exi­liar­se es bien difí­cil, pero vivir con el temor per­ma­nen­te a la tor­tu­ra y las con­se­cuen­cias que podría tener una más que even­tual “can­ta­da” nor­mal­men­te aún lo es más. Sobre todo, si al ries­go per­so­nal se le aña­de el que podrían sufrir otras per­so­nas, en muchos casos muy que­ri­das. Miles de vas­cos se han teni­do que enfren­tar a ese dile­ma. Por un lado, el páni­co a la tor­tu­ra. Por el otro, la dura opción del exi­lio que no hizo sino endu­re­cer­se según pasa­ban los años.

Enci­ma, el exi­lio no ha sido siem­pre efi­caz a la hora de evi­tar ser tor­tu­ra­do. Cien­tos de exi­lia­dos vas­cos entre­ga­dos a los tor­tu­ra­do­res espa­ño­les así lo ates­ti­guan. Y tam­bién los depor­ta­dos por las auto­ri­da­des fran­ce­sas a diver­sos paí­ses, que han vivi­do duran­te lar­gos años con el mie­do ins­ta­la­do en su cuer­po, temien­do que esos tor­tu­ra­do­res lle­ga­ran cual­quier día a “inte­rro­gar­les”. Tenían moti­vos de sobra para ello, por­que, en enero de 1986, una doce­na de tor­tu­ra­do­res espa­ño­les lle­vó has­ta el mis­mí­si­mo infierno a dos de ellos que se encon­tra­ban depor­ta­dos en Ecuador.

Aho­ra bien, la peor de las angus­tias que hemos sufri­do los exi­lia­dos vas­cos duran­te déca­das es la de que nos secues­tra­ran, tor­tu­ra­ran por tiem­po inde­fi­ni­do y nos hicie­ran des­apa­re­cer, como les suce­dió a Joxean Lasa y Joxi Zaba­la. Ambos fue­ron secues­tra­dos en Baio­na el 16 de octu­bre de 1983, tras­la­da­dos a un edi­fi­cio ofi­cial de Donos­tia, La Cum­bre, y tor­tu­ra­dos has­ta arran­car­les todo cuan­to sabían e inclu­so ima­gi­na­ban. Des­pués, agen­tes de la Guar­dia Civil del cuar­tel de Intxau­rron­do, al man­do de Galin­do, los ase­si­na­ron y ente­rra­ron en cal viva, a fin de hacer­los des­apa­re­cer para siempre.

En 1976 y 1980 les ocu­rrió sin duda algo bien simi­lar a otro par de exi­lia­dos. El pri­mer des­apa­re­ci­do fue Eduar­do Moreno Ber­ga­retxe “Per­tur” y cua­tro años des­pués corrió su mis­ma terri­ble suer­te José Miguel Etxe­be­rria “Napa­rra”. En el caso de Lasa y Zaba­la, sus fami­lias pudie­ron al menos recu­pe­rar los cadá­ve­res de ambos más de once años des­pués de que des­apa­re­cie­ran. Las fami­lias de Per­turNapa­rra no han podi­do tener has­ta aho­ra ni siquie­ra ese consuelo.

Apar­te de esos cua­tro secues­tros de exi­lia­dos, en aque­lla épo­ca hubo bas­tan­tes inten­tos más y la psi­co­sis de ter­mi­nar como ellos afec­tó pro­fun­da­men­te al colec­ti­vo de exi­lia­dos. Una cosa era morir a cau­sa de una de las múl­ti­ples accio­nes de gue­rra sucia que se pro­du­cían enton­ces, y otra bien dis­tin­ta caer vivo en manos de quie­nes iban a tener todo el tiem­po del mun­do para tor­tu­rar­nos. Un cal­va­rio en el que íba­mos a desear una y otra vez la muer­te sin que esta ter­mi­na­ra de llegar.

El ries­go de tener el mis­mo horri­ble final que Per­tur, Napa­rra, Lasa y Zaba­la ha mar­ca­do la vida de los exi­lia­dos. Un ries­go en el que la tor­tu­ra tenía un terri­ble pro­ta­go­nis­mo, y fue nues­tra prin­ci­pal fuen­te de pesa­di­llas: el páni­co a caer vivo en manos de quie­nes sin duda nos lle­va­rían al peor de los infier­nos, y podrían man­te­ner­nos allí por tiem­po indefinido.

Es lo que segu­ra­men­te le suce­dió tam­bién a Jon Anza, quien había asi­mis­mo huí­do a Ipa­rral­de para evi­tar estar al alcan­ce de los tor­tu­ra­do­res espa­ño­les. Su com­pa­ñe­ra lo vio por últi­ma vez el 18 de abril de 2009 en la esta­ción de Baio­na. Tomó allí el tren para diri­gir­se a Tou­lou­se, don­de des­apa­re­ció, y su cadá­ver no apa­re­ció has­ta diez meses des­pués, en una morgue.

Esa angus­tio­sa posi­bi­li­dad de ser secues­tra­do, ha esta­do acom­pa­ña­da ade­más por otra que los exi­lia­dos hemos vis­to mate­ria­li­zar­se innu­me­ra­bles veces: la entre­ga a los tor­tu­ra­do­res espa­ño­les. Una posi­bi­li­dad que ha per­ma­ne­ci­do siem­pre abier­ta des­de que, el 30 de enero de 1979, las auto­ri­da­des fran­ce­sas entre­ga­ron a sie­te exi­lia­dos que fue­ron some­ti­dos a un ver­da­de­ro calvario.

La res­pon­sa­bi­li­dad de dichas auto­ri­da­des en las tor­tu­ras sufri­das por tan­tos y tan­tos entre­ga­dos a los tor­tu­ra­do­res espa­ño­les es inne­ga­ble. Y tam­bién en la angus­tia a la que ha teni­do que hacer con­ti­nua­men­te fren­te el colec­ti­vo de exi­lia­dos, debi­do al temor a dichas entre­gas. Por no hablar de la obvia res­pon­sa­bi­li­dad de las auto­ri­da­des fran­ce­sas en la gue­rra sucia que ha cos­ta­do la vida a dece­nas de exi­lia­dos. En algu­nos casos, como el de los secues­tros y des­apa­ri­cio­nes, de mane­ra espe­cial­men­te cruel.

Hay que decir­lo alto y fuer­te: el Esta­do espa­ñol ha tor­tu­ra­do y ase­si­na­do a un mon­tón de exi­lia­dos vas­cos, con la cola­bo­ra­ción del Esta­do fran­cés, y por eso se nie­gan ambos esta­dos a que una Comi­sión de la Ver­dad inda­gue al res­pec­to. Por­que le tie­nen tan­to páni­co a la ver­dad como noso­tros a la tortura.

Esa Comi­sión de la Ver­dad sería de gran ayu­da para que las víc­ti­mas del terro­ris­mo de Esta­do fran­co-espa­ñol pue­dan con­tar su ver­dad, toda su ver­dad, y para que reci­ban la jus­ti­cia y repa­ra­ción, con garan­tías de no repe­ti­ción, que ambos esta­dos les deben. Una repa­ra­ción que debe­ría prio­ri­zar la abso­lu­ta inva­li­da­ción de todas las cau­sas judi­cia­les con­ta­mi­na­das por la tortura.

En el caso de los exi­lia­dos, se debe­rían inva­li­dar todas las órde­nes de deten­ción, euro­ór­de­nes y extra­di­cio­nes en las que la tor­tu­ra haya con­ta­mi­na­do, de una u otra for­ma, los pro­ce­di­mien­tos. Sea por­que dichos exi­lia­dos fue­ron tor­tu­ra­dos en su día, o por­que lo fue­ron otras per­so­nas que los invo­lu­cra­ron en sus decla­ra­cio­nes. O por cual­quier otra for­ma de contaminación.

Ésa fue la pri­me­ra de las medi­das que soli­ci­tó en Bia­rritz, el 15 de junio del 2013, el Colec­ti­vo de Exiliad@s Polític@s Vasc@s que ese día mos­tró su fir­me com­pro­mi­so para avan­zar en el camino de la reso­lu­ción de las con­se­cuen­cias del con­flic­to y enfren­ta­mien­to que ha sufri­do y sufre Eus­kal Herria.

Esa medi­da ayu­da­rá muchí­si­mo en la reso­lu­ción de las con­se­cuen­cias del con­flic­to, y por eso es tan nece­sa­rio adop­tar­la, para dis­po­ner de una bue­na base sobre la que cons­truir de for­ma com­par­ti­da esa nue­va socie­dad demo­crá­ti­ca que tan­to anhe­la­mos. Una socie­dad en la que no se deje res­qui­cio alguno a la tor­tu­ra y nun­ca nadie pue­da ser encar­ce­la­do por moti­vos polí­ti­cos, ni ver­se obli­ga­do a exiliarse.

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