Los gobiernos de Cuba y EEUU anunciaron a través de sus respectivos presidentes un proceso de restablecimiento y normalización de relaciones entre ambos Estados.
Hace 53 años el imperialismo estadounidense optó por una política de cerco, agresión y bloqueo a la Revolución Cubana, que se ha traducido en enormes daños y perjuicios para ese hermano país y su heroico pueblo.
Ahora, el gobierno de Barak Obama, camino a ser desplazado, ha decidido cambiar de política cuando la misma luce agotada e ineficaz para lograr la completa revocación contrarrevolucionaria de ese proceso caribeño.
EEUU recula para posiblemente emprender otro tipo de contraofensiva, a su entender más eficaz; contando además con las presiones empresariales internas que ambicionan entrar al ya abierto mercado cubano y aprovechar su benévola ley de inversiones extranjeras; y dando por descontado que el mal mayor causado a Cuba ya se produjo.
Cuba, que resistió dignamente, logra avanzar liberándose parcialmente de ese cruel bloqueo y conquistando la plena libertad de sus patriotas encerrados vilmente en las cárceles del imperio.
Habrá que ver en qué consistirá esa nueva estrategia imperialista y como será desplegada en lo adelante.
Habrá que ver hasta dónde llega el consenso interno bipartidista en EEUU y, sobretodo, el consenso en su poder permanente: grandes corporaciones, Wall Street, Pentágono, CÍA… en medio de la crisis de decadencia que afecta gravemente al sistema imperialista-capitalista y lo induce a una política altamente destructiva en muchas parte del mundo.
Habrá que ver cómo procederán las grandes corporaciones gringas y sus agencias en el marco de esa apertura y esa nueva relación.
Habrá qué ver que acepta Cuba y qué no, y cómo operara la competencia inversionista y comercial estadounidense frente al avance de China, Rusia y Brasil hacia ese país.
Igual se habrán de poner en práctica parte del poder imperial nuevas formas de penetración, de ablandamiento político, de promoción de fuerzas opositoras, de aprovechamiento de las dificultades y descontentos, facilitados por esa distensión diplomática en medio el estancamiento y la crisis que afecta al modelo estatista cubano combinado con modalidades de privatización.
El tema del bloqueo, en caso de que se desmonte totalmente, dejará de ser tanto problema real como pretexto para explicar las limitaciones económicas, obviando otras causas estructurales del modelo imperante y sus reformas en curso.