Al habla con Freddy Krue­ger- Juan Manuel Olarieta

Si antes de escri­bir esto me fro­to las manos no es por entu­sias­mo sino por­que aún no me he sacu­di­do de enci­ma el frío de los cala­bo­zos de la Direc­ción Gene­ral de la Guar­dia Civil, que me lle­vó a acor­dar­me de cuan­do Cer­van­tes, que tam­bién estu­vo en la cár­cel, dijo aque­llo de que en tales luga­res “toda inco­mo­di­dad tie­ne su asien­to”. Tam­bién me acor­dé de Miguel Her­nán­dez pre­so, de Lor­ca ase­si­na­do, de Macha­do muer­to en el exlio, e inclu­so de Lope de Vega, tam­bién per­se­gui­do, de Que­ve­do… Me pre­gun­té si a lo lar­go de la his­to­ria aquí ha habi­do alguien a quien no hayan pues­to los gri­lle­tes por hacer, decir o escri­bir. ¡Qué asco de país!

Me dejó estu­pe­fac­to el juez de la Audien­cia Nacio­nal, Eloy Velas­co, cuan­do me pre­gun­tó con qué inten­ción había yo dicho lo que dije. Des­pués de una noche sin dor­mir creo que no estu­ve a la altu­ra de la pre­gun­ta, así que lo haré des­de aquí: Señor Juez, lo dije con la mejor intención.
Cual­quier cosa que dije­se, por­que des­pués de pasar una noche en vela no logra­ba acor­dar­me de nada. Se lo juro.

Hace ya tiem­po que en la Audien­cia Nacio­nal ven­go escu­chan­do pre­gun­tas acer­ca de la «inten­ción» con la que se hacen o dicen las cosas, lo cual me tras­la­da a las peo­res pesa­di­llas medie­va­les de la Inqui­si­ción, de las que este país no aca­ba de des­ha­cer­se. Nadie pue­de juz­gar la con­cien­cia de nadie. En el Impe­rio Romano, don­de hubo muchos y muy gran­des juris­tas, había una nor­ma que decía «Cogi­ta­tio­nes poe­nam nemo pati­tur» que ya me habrán escu­cha­do reci­tar en latín en algún jui­cio y que aho­ra les tra­duz­co a mi mane­ra: «Los pen­sa­mien­tos no pue­den delin­quir».

Las pala­bras sólo moles­tan a quien está acos­tum­bra­do a escu­char­se a sí mis­mo y no quie­re oir nada más, lo que en Espa­ña ocu­rre con el Esta­do, el rey, sus ins­ti­tu­cio­nes, orga­nis­mos, auto­ri­da­des y capa­ta­ces. En los medios de comu­ni­ca­ción sólo se oyen a sí mis­mos y por eso casi pare­ce nor­mal que cual­quier fra­se que se sal­ga de ahí les sue­ne como el más horren­do de los crímenes.

Pero, ¿saben Uste­des una cosa? Creo que no se han ente­ra­do de algo: en este país, a dife­ren­cia del res­to del mun­do, los tri­bu­na­les se lla­man «audien­cias» por­que están para oir a la gen­te. Un jui­cio no es un reci­tal que dan el CSI, los poli­cías o los peri­tos, sino que a los acu­sa­dos tam­bién les gus­ta que se les pres­te un poco de atención.

Cuan­do el juez me pre­gun­tó por unas pala­bras pro­nun­cia­das hace más de un año, me aper­ci­bí de que duran­te todo este tiem­po han esta­do (el juez y el fis­cal con la ayu­da de la Guar­dia Civil), fra­guan­do una cau­sa cri­mi­nal a espal­das de tres acu­sa­dos, lo cual, apar­te de que está muy feo, es ile­gal, y no lar­ga­ré aquí todo el reper­to­rio de vio­la­cio­nes que han come­ti­do por­que las debe­rían cono­cer lo mis­mo que yo.

Los acu­sa­dos no sólo tene­mos dere­cho a decir «la últi­ma pala­bra» cuan­do nos van a poner la soga en el cue­llo, sino que tene­mos dere­cho a decir­la des­de el prin­ci­pio, y me pare­ce muy tris­te tener que recor­dar a un juez y a un fis­cal que si se empe­ñan en com­ba­tir la ile­ga­li­dad, empie­cen a dar ejem­plo y com­ba­tan sus pro­pias ile­ga­li­da­des. Enton­ces los demás empe­za­re­mos a creer en lo que hacen Ustedes.

Señor Juez: si lo que diji­mos los acu­sa­dos hace un año cons­ti­tu­ye un horren­do deli­to, ¿por qué no eli­mi­nan de inter­net aque­llos sitios que repro­du­cen nues­tras pala­bras? Pues­tos a cen­su­rar y a tapar la boca…
¿por qué no cerrar los ser­vi­do­res?, ¿por qué no encar­ce­lar tam­bién a quien los ha inser­ta­do en ellos?

Le repi­to a Usted que la ban­de­ra de la Repú­bli­ca Popu­lar no es más que eso exac­ta­men­te, y no la ver­sión tunea­da que a Usted le han con­ta­do, a saber, que es la ban­de­ra de los GRAPO. Para aper­ci­bir­se de ello, en lugar de escu­char can­tos de sire­na, no tie­ne más que pasear­se por una mani­fest­ción cual­quie­ra y hacer­se esta pre­gun­ta a sí mis­mo: todos esos que por­tan la ban­de­ra de la Repú­bli­ca Popu­lar, ¿son mili­tan­tes de los GRAPO?, ¿sim­pa­ti­zan­tes?, ¿del entorno?, ¿esta­mos rodea­dos de terro­ris­tas por todas partes?

Les digo a Uste­des lo que ya le he pues­to por escri­to al Tri­bu­nal Supre­mo: la ver­da­de­ra natu­ra­le­za de este Esta­do vie­ne dada por muchos deta­lles sig­ni­fi­ca­ti­vos, como el de que el enal­te­ci­mien­to del terro­ris­mo y las inju­rias al rey son un cri­men, pero la exal­ta­cion del geno­ci­dio nazi no lo es, y no digo más por­que a buen entendedor…

Cuan­do el juez me leyó, una tras otra, las fra­ses entre­sa­ca­das que yo había pro­nun­cia­do en la Casa de la Cul­tu­ra de un Ayun­ta­mien­to, es decir, en unos loca­les ofi­cia­les, por un ins­tan­te me asus­té de mí mis­mo, me vi como una ase­sino en serie, como Freddy Krue­ger en la pelí­cu­la Pesa­di­lla en Elm Street, has­ta que caí en la cuen­ta de que ese no era yo sino un resu­men que hace la Guar­dia Civil de mis pala­bras, en don­de más dos horas de expli­ca­cio­nes se sim­pli­fi­can en sólo 30 segun­dos por arte de magia, un ver­da­de­ro caso de inge­nie­ría judi­cial, que es igual que la inge­nie­ría con­ta­ble de algu­nas empresas.

Por lo tan­to, aho­ra me ten­go que diri­gir a la Guar­dia Civil: una fra­se es la uni­dad dia­léc­ti­ca del tex­to y el con­tex­to. Un tex­to sin con­tex­to no sig­ni­fi­ca nada, o sig­ni­fi­ca cual­quier cosa. Uste­des le entre­gan al juez un CD con la gra­ba­ción com­ple­ta del acto, pero tie­nen que tener en cuen­ta que el juez no va escu­char una char­la que dura varias horas. No pue­de per­der su pre­cia­do tiem­po en escu­char­nos a noso­tros por­que tie­ne otras cosas más impor­tan­tes que hacer. El tri­bu­nal tam­po­co va escu­char­nos a noso­tros, ni va a per­der el tiem­po oyen­do una char­la de dos horas sobre los pre­sos polí­ti­cos. Se que­da­rían dor­mi­dos por­que es un asun­to que no les intere­sa nada. Por eso, en el futu­ro, ade­más de hacer un com­pen­dio de fra­ses incen­dia­rias, a cada cual más tre­men­da, es mejor que incu­yan tam­bién un poco del con­tex­to en el que se pro­nun­cia­ron para que se entien­dan mejor. De esa mane­ra no haría fal­ta que el juez pre­gun­ta­ra por las inten­cio­nes, sean bue­nas o malas.

Bueno, ten­go que ter­mi­nar por­que me he enro­lla­do y no he habla­do de lo que debe­ría: la lucha arma­da, la gue­rri­lla, el terro­ris­mo y la vio­len­cia revo­lu­cio­na­ria. Habrá que dejar­lo para la con­ti­nua­ción de la saga, que se titu­la­rá El retorno de Freddy Krue­ger (si la Audien­cia Nacio­nal no lo impide).

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