Arau­ca­nía, región plurinacional

Chile pueblo mapuche

Resu­men Latinoamericano/​El Des­con­cier­to - El vier­nes 5 de sep­tiem­bre del 2014 en Val­pa­raí­so un suce­so impor­tan­te para las aspi­ra­cio­nes polí­ti­cas del pue­blo mapu­che y otros pue­blos indí­ge­nas de Chi­le, tuvo lugar. En su últi­ma sec­ción amplia­da y al bor­de de con­cluir sus fun­cio­nes, la Comi­sión Pre­si­den­cial para Des­cen­tra­li­za­ción apro­bó “decla­rar región plu­ri­na­cio­nal y mul­ti­cul­tu­ral” a la región de la Arau­ca­nía, medi­da que se mate­ria­li­za­ría a tra­vés de un “Esta­tu­to”, resul­ta­do de un pro­ce­so de conversación/​negociación (desea­ble­men­te cons­ti­tu­yen­te) entre los dis­tin­tos gru­pos nacio­na­les que com­po­nen dicha socie­dad regio­nal. Esto es, entre quie­nes repre­sen­tan la nación esta­tal: los chi­le­nos, y quie­nes repre­sen­tan la nación étni­ca: los mapuche.

El Esta­tu­to, en el espí­ri­tu de la reso­lu­ción, debe­ría dis­cu­tir y acor­dar el nom­bre de la región y sus auto­ri­da­des. Has­ta aho­ra cono­ce­mos dicha región como Arau­ca­nía, pero este es un nom­bre que deri­va de “arau­cano” y ha sido des­de siem­pre impues­to sin con­sul­ta a los mapu­che, como un acto más de domi­na­ción-colo­ni­za­ción. Si el sen­ti­do del nom­bre de la región fue hacer un home­na­je al pue­blo mapu­che, reco­no­ci­do como una de las raí­ces de la nación esta­tal, ya es hora de cam­biar­lo por la deno­mi­na­ción que los pro­pios mapu­che le dan a ese terri­to­rio: Wall­ma­pu. De esa for­ma no solo se hace home­na­je a dicho pue­blo, sino tam­bién se corri­ge una acti­tud de carác­ter colo­nial, de con­quis­ta y domi­na­do­ra de par­te de las eli­tes de la nación esta­tal, que no ayu­da a mejo­rar las rela­cio­nes entre comu­ni­da­des étni­cas o nacionales.

Tam­bién debe­ría que­dar con­sig­na­do en el Esta­tu­to la recu­pe­ra­ción de gen­ti­li­cios pro­pios de la len­gua mapu­che, que deno­mi­na­ron la zona antes de que el Esta­do comen­za­ra su colo­ni­za­ción con pobla­ción exóge­na en el siglo XIX. Y la adop­ción de sím­bo­los regio­na­les pro­pios y dis­tin­ti­vos res­pec­to de otras regio­nes. La ban­de­ra mapu­che, adop­ta­da ya por varios muni­ci­pios de la región vía decre­tos muni­ci­pa­les que obli­gan a izar­la en deter­mi­na­das fechas o bien calen­da­rio corri­do, podría ser uno de ellos. A nivel sim­bó­li­co este pro­ce­so podría ayu­dar a crear un sen­ti­do de inte­gra­ción mejor que el que hoy exis­te, en la medi­da en que la comu­ni­dad étni­ca que se sien­te domi­na­da y exclui­da, desa­rro­lle una per­cep­ción de ser tole­ra­da, com­pren­di­da y res­pe­ta­da bajo el techo común de una región con más de una nacio­na­li­dad: plurinacional.

El reco­no­ci­mien­to de un nue­vo esta­tus para el mapu­zu­gun como len­gua ofi­cial de la región Wall­ma­pu (si se adop­ta­ra ese nom­bre), es otro ingre­dien­te que se acon­se­ja abor­de un Esta­tu­to. Las len­guas no mue­ren por­que sí, o por­que por una inex­pli­ca­ble razón la pobla­ción deja de hablar­la. Las len­guas están some­ti­das a los mis­mos pro­ce­sos que las rela­cio­nes entre colec­ti­va­des étni­cas. Si una len­gua debe vivir bajo con­di­cio­nes de domi­na­ción (es decir la pobla­ción que habla esa len­gua está domi­na­da), gra­fi­ca­da en la exclu­sión de su uso en la edu­ca­ción, los ser­vi­cios públi­co, los medios, etc., sus pro­ba­bi­li­da­des de desa­rro­llo serán pre­ca­rias y podría enfren­tar la muer­te. Caso con­tra­rio, si se abren los espa­cios para uso en los ámbi­tos antes men­cio­na­dos, pue­de ser reflo­ta­da y moder­ni­za­da. En regio­nes mul­ti­cul­tu­ra­les y mul­ti­lin­gües es nece­sa­rio ofre­cer garan­tías a las mani­fes­ta­cio­nes cul­tu­ra­les de los gru­pos más vul­ne­ra­bles, a tra­vés de pro­ce­sos que garan­ti­cen por ley que sus mani­fes­ta­cio­nes no serán dis­cri­mi­na­das sino más bien reco­no­ci­das y tole­ra­das como un patri­mo­nio de la región.

Lo ante­rior con­lle­va la idea de hacer lo posi­ble para que la pobla­ción étni­ca­men­te domi­na­da y vul­ne­ra­da pue­da par­ti­ci­par en la ins­ti­tu­cio­na­li­dad polí­ti­ca de la región plu­ri­ét­ni­ca. De mane­ra que el Esta­tu­to debe­ría con­sig­nar, del mis­mo modo, la par­ti­ci­pa­ción mapu­che no solo bajo las for­ma­li­da­des impues­tas a todos bajo un cri­te­rio uni­ver­sa­lis­ta: for­mar par­ti­dos polí­ti­cos por ejem­plo (como si los valo­res para cada cul­tu­ra huma­na, sub­cul­tu­ras e inclu­so gru­pos, cla­ses, etc. den­tro de una socie­dad mayor fue­ran los mis­mos). Sino tam­bién bajo sus for­mas tra­di­cio­na­les de orga­ni­za­ción, como lo indi­ca el Dere­cho Inter­na­cio­nal y los tra­ta­dos fir­ma­dos por Chi­le. La región y el país debe irse acos­tum­bran­do cada vez más a la tri­lo­gía del dere­cho nos gobier­na, que impli­ca que no solo las Leyes Nacio­na­les rigen para todos los ciu­da­da­nos, sino tam­bién las que ha sido pac­ta­das en acuer­dos que el país ha hecho en el ámbi­to de sus rela­cio­nes inter­na­cio­nal o lo que lla­ma­mos Dere­cho Inter­na­cio­nal (C169, por ejem­plo), y las leyes con­sue­tu­di­na­rias que dicho Dere­cho Inter­na­cio­nal pide sean res­pe­ta­das en rela­ción con los pue­blos indígenas.

Final­men­te, un Esta­tu­to de región plu­ri­ét­ni­ca debe con­si­de­rar la deno­mi­na­ción de muni­ci­pios indí­ge­nas para aque­llos muni­ci­pios que ten­gan un alto por­cen­ta­je de pobla­ción mapu­che, ayma­ra, kawas­kar, etc. (sobre el 50% por decir un núme­ro), de mane­ra de con­cen­trar allí esfuer­zos por nive­lar la cali­dad de vida de los ciu­da­da­nos del lugar con la media regio­nal. Debe­ría con­si­de­rar­se a ese nivel la posi­bi­li­dad de modi­fi­car, cuan­do sea nece­sa­rio, las fron­te­ras entre muni­ci­pios para hacer­las coin­ci­dir lo mejor posi­ble con terri­to­rios indí­ge­nas, para impe­dir que fami­lias exten­di­das o gru­pos de paren­tes­co que­den bajo juris­dic­cio­nes dife­ren­tes. E incor­po­rar a la región muni­ci­pios colin­dan­tes de otras regio­nes, que expe­ri­men­ten pro­ble­mas de divi­sión de gru­pos de paren­tes­co o bien deseen inte­grar­se a la región plu­ri­ét­ni­ca, cues­tión que se haría siguien­do los pro­to­co­los que la situa­ción ame­ri­ta de acuer­do al dere­cho vigen­te. Y, si qui­zás lo más impor­tan­te en tér­mi­nos de ins­ti­tu­cio­na­li­dad, lo sea el hecho de que por un perio­do de 20 años a lo menos, y mien­tras los mapu­che y toda la comu­ni­dad regio­nal se adap­tan al nue­vo esce­na­rio de rela­cio­nes, los mapu­che debe­rían tener una repre­sen­ta­ción pro­por­cio­nal a su peso socio­ló­gi­co en el Par­la­men­to, Asam­blea, Core o Trawn regio­nal (nom­bre que debe­rán deci­dir cuán­do se cons­ti­tu­yan). Y, desea­ble, en los con­se­jos municipales.

Con todo, la Comi­sión Des­cen­tra­li­za­ción, que como bien sabe­mos repre­sen­ta a todo el espec­tro polí­ti­co esta­to­na­cio­nal, en una mues­tra de aper­tu­ra a la tole­ran­cia étni­ca, de valo­ra­ción de la demo­cra­cia con inclu­sión étni­ca, y de volun­tad de gene­rar nue­vos esce­na­rios para mejo­rar la vida polí­ti­ca, social, eco­nó­mi­ca y cul­tu­ral del país, ha deci­di­do acon­se­jar a la Pre­si­den­ta, a su gobierno y al país, pro­vo­car los cam­bios nece­sa­rios en mate­ria rela­cio­nes entre gru­pos étni­cos, nacio­na­les o pue­blos, para el bien común del país. Una vez que se entre­gue el docu­men­to ofi­cial a la Pre­si­den­ta las pri­me­ras sema­nas de octu­bre, depen­de­rá exclu­si­va­men­te de ella, su gobierno y los polí­ti­cos en gene­ral, reco­ger este con­se­jo y dar­le sali­da. Será la opor­tu­ni­dad de apre­ciar cuán lejos lle­ga el com­pro­mi­so de dichos suje­tos polí­ti­cos con los pue­blos indí­ge­nas, a quie­nes en su pro­gra­ma ya han pro­me­ti­do con­si­de­rar sus deman­das de autonomía.

Una nota final en la pro­pues­ta abre la posi­bi­li­dad de que otras áreas o regio­nes del país ten­gan un esta­tus simi­lar, en la medi­da que sus pobla­cio­nes indí­ge­nas así lo deman­den y las eli­tes de la nación esta­tal de dichos luga­res ‑usual­men­te en el poder- sus­cri­ban la idea. Pero como sue­le ocu­rrir en los pro­ce­sos polí­ti­cos, si los pue­blos indí­ge­nas no son capa­ces de arti­cu­lar­se con esta reso­lu­ción de la Comi­sión, pre­sio­nar y jugár­se­la por dar­le sali­da a esta pro­pues­ta de Región y Chi­le dife­ren­te, tam­bién podría lan­gui­de­cer bajo una mon­ta­ña polí­ti­ca de bue­nas inten­cio­nes, que nun­ca verán la luz. Los pue­blos indí­ge­nas tie­nen mucho que decir en esto y jugar su car­ta en la acción política.

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