¿Por qué edi­tar el «¿Qué hacer?» en Eus­kal Herria?- Iña­ki Gil de San Vicente

Repe­tir a Lenin al pie de la letra es la mejor mane­ra de trai­cio­nar­lo […] Lenin nun­ca se repi­tió a sí mis­mo […] es un hom­bre que se hace auto­crí­ti­cas en la medi­da en que la reali­dad cri­ti­ca su teoría.

1. Pre­sen­ta­ción

De la mano de Boltxe Libu­ruak tene­mos a nues­tra dis­po­si­ción una edi­ción vas­ca de este odia­do y des­co­no­ci­do libro que lle­va el títu­lo de “¿Qué hacer?”, obra sin embar­go admi­ra­da por quie­nes lo han estu­dia­do con rigor sufi­cien­te, ubi­cán­do­lo en su con­tex­to socio­his­tó­ri­co e inte­grán­do­lo en el pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio mun­dial. Para cuan­do lo redac­tó con 32 años de edad, Lenin tenía una base teó­ri­ca supe­rior a la media de las per­so­nas que lucha­ban con­tra el zaris­mo aun­que por impon­de­ra­bles his­tó­ri­cos y polí­ti­cos des­co­no­cía obras mar­xis­tas muy impor­tan­tes, algu­nas de las cua­les no lle­ga­ría a leer nun­ca. Una de las cosas que lla­man la aten­ción del “¿Qué hacer?” y en gene­ral de toda la obra del «joven» Lenin es pre­ci­sa­men­te su capa­ci­dad para com­pen­sar esas limi­ta­cio­nes obje­ti­vas e insu­pe­ra­bles en aque­lla épo­ca con el desa­rro­llo de un méto­do esen­cial­men­te mar­xis­ta a pesar de las inevi­ta­bles lagu­nas de su pensamiento.

1. Pre­sen­ta­ción

2. Bases teó­ri­cas en Marx y Engels

3. Apor­ta­cio­nes del últi­mo Engels

4. Crí­ti­ca, feti­chis­mo y burocracia

5. Paci­fis­mo y socialdemocracia

6. Con­tex­tua­li­zan­do el ¿Qué hacer?

7. ¿Qué dice real­men­te el ¿Qué hacer??

8. Pro­fun­di­zan­do en el ¿Qué hacer?

9. Lenin, bol­che­vis­mo y burocracia

10. La actua­li­dad de la revolución

11. Resu­men

12. Con­clu­sión

Repe­tir a Lenin al pie de la letra es la mejor mane­ra de trai­cio­nar­lo […] Lenin nun­ca se repi­tió a sí mis­mo […] es un hom­bre que se hace auto­crí­ti­cas en la medi­da en que la reali­dad cri­ti­ca su teo­ría[1].

1. Pre­sen­ta­ción

De la mano de Boltxe Libu­ruak tene­mos a nues­tra dis­po­si­ción una edi­ción vas­ca de este odia­do y des­co­no­ci­do libro que lle­va el títu­lo de ¿Qué hacer?, obra sin embar­go admi­ra­da por quie­nes lo han estu­dia­do con rigor sufi­cien­te, ubi­cán­do­lo en su con­tex­to socio­his­tó­ri­co e inte­grán­do­lo en el pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio mun­dial. Para cuan­do lo redac­tó con 32 años de edad, Lenin tenía una base teó­ri­ca supe­rior a la media de las per­so­nas que lucha­ban con­tra el zaris­mo aun­que por impon­de­ra­bles his­tó­ri­cos y polí­ti­cos des­co­no­cía obras mar­xis­tas muy impor­tan­tes, algu­nas de las cua­les no lle­ga­ría a leer nun­ca. Una de las cosas que lla­man la aten­ción del ¿Qué hacer? y en gene­ral de toda la obra del «joven» Lenin es pre­ci­sa­men­te su capa­ci­dad para com­pen­sar esas limi­ta­cio­nes obje­ti­vas e insu­pe­ra­bles en aque­lla épo­ca con el desa­rro­llo de un méto­do esen­cial­men­te mar­xis­ta a pesar de las inevi­ta­bles lagu­nas de su pensamiento.

Lenin mili­ta­ba en gru­pos ile­ga­les con muchas difi­cul­ta­des para crear una visión teó­ri­ca que hicie­ra de hilo de Ariad­na a pesar de que la inte­lec­tua­li­dad aca­dé­mi­ca refor­mis­ta publi­ca­ba tex­tos abs­tru­sos e ino­fen­si­vos, tole­ra­dos en bue­na medi­da por la cen­su­ra zaris­ta. Fue en este cal­do de cul­ti­vo, en medio de la repre­sión y la clan­des­ti­ni­dad, siem­pre entre deba­tes y dis­cu­sio­nes, en don­de tras casi una déca­da de estu­dios socio­eco­nó­mi­cos y polí­ti­cos, redac­tó el ¿Qué hacer?: aquí radi­ca uno de los secre­tos de su fuer­za y a la vez del odio que sus­ci­ta. Las obras mar­xis­tas que deli­mi­tan las fron­te­ras insal­va­bles con la bur­gue­sía, han sido escri­tas en estas con­di­cio­nes, o en peo­res. Mien­tras que la cla­se domi­nan­te dis­po­ne de reba­ños de inte­lec­tua­les asa­la­ria­dos «pro­gre­sis­tas» e inclu­so «crí­ti­cos» que fabri­can las mer­can­cías ideo­ló­gi­cas de usar y tirar, las cla­ses y nacio­nes explo­ta­das han de ela­bo­rar sus teo­rías y estra­te­gias en las peo­res con­di­cio­nes imaginables.

Algo pare­ci­do suce­día medio siglo des­pués en un con­tex­to muy dife­ren­te. Lea­mos lo que dice un docu­men­to de 1968 en el que se narra el ori­gen de ETA:

En 1952 un gru­po de estu­dian­tes de Gui­puz­coa y Biz­kaia se reúnen en Bil­bao. Abso­lu­ta­men­te solos sin nin­gún apo­yo, sin nin­gu­na ayu­da, se plan­tean el pro­ble­ma vas­co. […] Y des­de esta pri­me­ra char­la se exi­gen unos méto­dos de segu­ri­dad (incóg­ni­to, pun­tua­li­dad, tra­ba­jo metó­di­co, etcé­te­ra) que hoy nos pare­ce el ABC de la orga­ni­za­ción clan­des­ti­na, pero que enton­ces eran radi­cal­men­te nue­vos en los ambien­tes aber­tza­les y no sola­men­te en los juveniles.

Des­de los pri­me­ros tiem­pos se comen­zó a redac­tar un órgano interno EKIN (padre del KEMEN actual) para uso exclu­si­vo de los mili­tan­tes que se con­fec­cio­na­ba tam­bién a máqui­na. Por eso al prin­ci­pio se nos cono­ció «como los de EKIN» y des­pués sim­ple­men­te como EKIN. Duran­te los pri­me­ros cua­tro años, nues­tra acti­vi­dad fue total­men­te cerra­da, de pura for­ma­ción, sin nin­gu­na pro­pa­gan­da y menos aún, sin nin­gu­na acción. Nues­tra acti­vi­dad se cen­tra­ba en crear gru­pos y más gru­pos (abier­tos y cerra­dos) con una doble misión: 1) for­ma­ción inte­lec­tual de los miem­bros de la orga­ni­za­ción; 2) comien­zo de la crea­ción de las bases de un movi­mien­to vas­co ver­da­de­ra­men­te clan­des­tino[2].

Aquí apa­re­cen par­te de los rudi­men­tos de la teo­ría mar­xis­ta de la orga­ni­za­ción. No tene­mos sufi­cien­tes datos, pero nos extra­ña­ría mucho que aque­llos estu­dian­tes tuvie­ran acce­so a una copio­sa y plu­ral biblio­gra­fía mar­xis­ta que les per­mi­tie­ra dis­po­ner de un cono­ci­mien­to más pro­fun­do de la pro­ble­má­ti­ca orga­ni­za­ti­va. Posi­ble­men­te sin saber­lo, o en base a una muy peque­ña base teó­ri­ca, los miem­bros del gru­po EKIN acer­ta­ron con com­po­nen­tes de la teo­ría mar­xis­ta del par­ti­do. Tal vez alguno de ellos o varios leye­ran el ¿Qué hacer? pero el pro­ble­ma radi­ca­ba, como aho­ra, en que este tex­to de Lenin solo es ple­na­men­te com­pren­si­ble si se estu­dia bajo el pris­ma dia­léc­ti­co de lo par­ti­cu­lar y de lo gene­ral, es decir, en su con­tex­to his­tó­ri­co par­ti­cu­lar y a la vez en su con­te­ni­do nuclear que per­mi­te y obli­ga a tras­cen­der lo par­ti­cu­lar, lo espe­cí­fi­co de la situa­ción rusa de entre 1893 – 1902, inclu­so 1905 como fecha del sal­to cua­li­ta­ti­vo que no pode­mos deta­llar aquí, y a com­pren­der el inne­ga­ble apor­te gene­ral del libro.

Algo pare­ci­do debe­mos hacer, por ejem­plo, con la teo­ría de J. Mar­tí sobre el Par­ti­do Revo­lu­cio­na­rio Cubano escri­ta en 1892 en la que aun man­te­nién­do­se den­tro de una con­cep­ción demo­crá­ti­co-radi­cal se acer­ca a algu­nas tesis mar­xis­tas[3]. Toda­vía más pró­xi­mo está el sis­te­ma orga­ni­za­ti­vo lle­va­do a la prác­ti­ca por, entre otros, Babeuf, Buo­na­rrot­ti y Blan­qui, repre­sen­tan­tes del comu­nis­mo utó­pi­co que defen­dían la nece­si­dad de la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do y de una orga­ni­za­ción clan­des­ti­na que lle­va­se a cabo la insu­rrec­ción revo­lu­cio­na­ria pero sin con­tar ape­nas con el pue­blo explo­ta­do[4].

Inclu­so pode­mos retro­ce­der has­ta las sec­tas secre­tas que orga­ni­za­ban las insu­rrec­cio­nes popu­la­res en el nor­te de Ita­lia, como la de los Ciom­pi en la Flo­ren­cia de 1378, con­tra las que solo la tor­tu­ra más sal­va­je podía des­tro­zar el secre­to de la insu­rrec­ción, aplas­tán­do­la[5]. Que­re­mos decir que la expe­rien­cia de lucha clan­des­ti­na y polí­ti­ca más o menos orga­ni­za­da reco­rre la his­to­ria de la lucha con­tra la explo­ta­ción des­de los anti­guos tiem­pos, como narra Tucí­di­des sobre las tác­ti­cas repre­si­vas espar­ta­nas para aca­bar con la resis­ten­cia clan­des­ti­na de los pue­blos escla­vi­za­dos[6]. Como vere­mos, en el ¿Qué hacer? Lenin reco­no­ce abier­ta­men­te la capa­ci­dad del pue­blo para apren­der for­mas de lucha polí­ti­ca clan­des­ti­na más o menos efec­ti­vas ante la repre­sión, antes de que apa­re­cie­ra el mar­xis­mo. En un libro de pró­xi­ma apa­ri­ción se expon­drá con más deta­lle esta pro­ble­má­ti­ca con efec­tos direc­tos sobre la capa­ci­dad no solo de lucha prác­ti­ca, como es obvio, sino tam­bién sobre la capa­ci­dad de crear teo­ría revo­lu­cio­na­ria que argu­men­te el por­qué de los obje­ti­vos his­tó­ri­cos por los que se lucha.

Dicho lo ante­rior, vol­va­mos a los estu­dian­tes vas­cos que en lo más duro de la repre­sión fran­quis­ta crea­ron EKIN. Pode­mos resu­mir en cin­co pun­tos los rudi­men­tos de la teo­ría de la orga­ni­za­ción que apa­re­cen en el párra­fo cita­do: el ori­gen de cla­se de los pri­me­ros mili­tan­tes, es decir, el deba­te sobre el «ori­gen exte­rior de la con­cien­cia revo­lu­cio­na­ria»; la impor­tan­cia de la clan­des­ti­ni­dad; la impor­tan­cia de un órgano cen­tral de lucha teó­ri­co-polí­ti­ca; la impor­tan­cia de la for­ma­ción teó­ri­ca y polí­ti­ca; y la impor­tan­cia del tra­ba­jo estra­té­gi­ca­men­te pla­ni­fi­ca­do. En el tex­to de pró­xi­ma apa­ri­ción vere­mos cómo EKIN acer­tó de pleno en lo bási­co de la teo­ría mar­xis­ta aun­que lo hicie­ra en sus embrio­nes y par­cial­men­te, y tam­bién cómo la evo­lu­ción pos­te­rior de las for­mas tác­ti­cas orga­ni­za­ti­vas desa­rro­lló y adap­tó estos pun­tos a la reali­dad vas­ca cam­bian­te. Sin duda este fue uno de los gran­des logros del deci­si­vo pro­ce­so his­tó­ri­co que ya se está defi­nien­do como «lar­go V Bil­tzar». Logro por­que la base que reco­rre los cin­co pun­tos no es otra que la teo­ría de la orga­ni­za­ción como ins­tru­men­to deci­si­vo para la exis­ten­cia de la con­cien­cia polí­ti­ca teó­ri­ca­men­te asentada.

Poco des­pués en otro docu­men­to en el que se expo­ne bre­ve­men­te el por qué, el para qué y el cómo de la revo­lu­ción vas­ca, y tras expli­car­se tres nor­mas bási­cas de la prác­ti­ca mili­tan­te en aque­lla épo­ca ‑for­ma­ción, dis­ci­pli­na y clan­des­ti­ni­dad- se argu­men­tan cin­co razo­nes que demues­tran la nece­si­dad de la con­cien­cia polí­ti­ca, de la «poli­ti­za­ción» del mili­tan­te: una, por­que la no poli­ti­za­ción hace la «cabe­za inmó­vil y dura como las rocas»; dos, por­que la no poli­ti­za­ción crea «mili­tan­tes-vele­tas» que se dejan lle­var por cual­quier idea; tres, por­que la no poli­ti­za­ción inca­pa­ci­ta al mili­tan­te para pasar bue­na infor­ma­ción a la direc­ción; cua­tro, por­que la no poli­ti­za­ción fre­na la ini­cia­ti­va ya que impi­de la for­ma­ción, y «la for­ma­ción nos da obje­ti­vi­dad en gran­des dosis»; y cin­co, por­que «el mili­tan­te no poli­ti­za­do es mucho más peli­gro­so que el poli­ti­za­do en las caí­das y en los inte­rro­ga­to­rios». En sín­te­sis, con­clu­ye el tex­to: «La res­pi­ra­ción es al hom­bre como la poli­ti­za­ción es al mili­tan­te» [7].Es difí­cil encon­trar una sín­te­sis tan exac­ta de par­tes fun­da­men­ta­les del ¿Qué hacer? y del pen­sa­mien­to de Lenin en su generalidad.

Sin pro­fun­di­zar aho­ra mucho en el enri­que­ci­mien­to teó­ri­co del «lar­go V Bil­tzar» en lo que con­cier­ne a la teo­ría del par­ti­do, sí debe­mos dete­ner­nos en el Zutik! nº 65 de 1975, en el que, de nue­vo, se con­fir­ma el mar­xis­mo pro­fun­do del «lar­go V Bil­tzar» en esta cues­tión, es decir, inte­grar la teo­ría del par­ti­do den­tro de la teo­ría de la revo­lu­ción como prác­ti­ca pre­sen­te, como tác­ti­ca coti­dia­na y no solo como estra­te­gia a lar­go pla­zo. Efec­ti­va­men­te, en este Zutik! se deba­te con la corrien­te p‑m escin­di­da de ETA, y se deba­te sobre cómo ha de ser la orga­ni­za­ción aten­dien­do, antes que nada, a la pre­via defi­ni­ción del pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio en el con­tex­to de la épo­ca. O sea, pri­me­ro hay que defi­nir el «fren­te anti­oli­gár­qui­co» que ha de aglu­ti­nar a la mayor can­ti­dad posi­ble de fuer­zas demo­crá­ti­cas, pro­gre­sis­tas y revo­lu­cio­na­rias que se opo­nen a la dic­ta­du­ra de la oli­gar­quía fran­quis­ta, y des­pués ha de carac­te­ri­zar­se la orga­ni­za­ción que debe impul­sar­lo, y no a la inver­sa. Es muy sig­ni­fi­ca­ti­vo que la pri­me­ra con­di­ción del par­ti­do revo­lu­cio­na­rio ha de ser la de poseer una teo­ría asen­ta­da en el mate­ria­lis­mo dia­léc­ti­co[8].

Al mar­gen de las gran­des dife­ren­cias espa­cio-tem­po­ra­les que sepa­ra­ban a los redu­ci­dos y débi­les gru­pos bol­che­vi­ques de 1902 de los débi­les y redu­ci­dos gru­pos aber­tza­les medio siglo más tar­de, sor­pren­de la iden­ti­dad sus­tan­ti­va con el leni­nis­mo tal cual lo ha resu­mi­do muy correc­ta­men­te C. Bér­to­lo en un tex­to que lue­go vere­mos: infor­ma­ción-for­ma­ción y acción clan­des­ti­na. En las con­di­cio­nes repre­si­vas bru­ta­les de 1952 el solo hecho de rea­li­zar cur­sos clan­des­ti­nos de infor­ma­ción-for­ma­ción era ya una acción com­ba­ti­va. Pero lo más sig­ni­fi­ca­ti­vo en la con­fir­ma­ción prác­ti­ca de las tesis leni­nis­tas es que esa juven­tud vas­ca no había reci­bi­do pre­via­men­te nin­gu­na for­ma­ción teó­ri­co-polí­ti­ca sobre la clan­des­ti­ni­dad, por­que el nacio­na­lis­mo bur­gués de la épo­ca ape­nas lo sen­tía en sus car­nes debi­do a su pasi­vi­dad, y por­que las orga­ni­za­cio­nes mar­xis­tas y socia­lis­tas ape­nas existían.

Fue, en pri­me­ra ins­tan­cia, un apren­di­za­je empí­ri­co refor­za­do al poco tiem­po por la lec­tu­ra de tex­tos ade­cua­dos, pero tam­bién impul­sa­do des­de un ini­cio por la memo­ria anti­rre­pre­si­va y de lucha del pue­blo vas­co cons­trui­da tras mucho tiem­po de sacri­fi­cio. Y sor­pren­de tam­bién el que la evo­lu­ción de la izquier­da aber­tza­le pos­te­rior siguie­ra las mis­mas pau­tas de las orga­ni­za­cio­nes bol­che­vi­ques de abrir­se a las masas, de rela­cio­nar per­ma­nen­te­men­te la «orga­ni­za­ción» con el «movi­mien­to» a pesar de todas las difi­cul­ta­des y errores.

Empleo ambos tér­mi­nos entre­co­mi­lla­dos y en cur­si­vas por­que es así como lo hace Lenin cuan­do dice en el ¿Qué hacer?: «La cen­tra­li­za­ción de las fun­cio­nes clan­des­ti­nas de la orga­ni­za­ción no impli­ca en modo alguno la cen­tra­li­za­ción de todas las fun­cio­nes del movi­mien­to»[9]. En las estric­tas exi­gen­cias de clan­des­ti­ni­dad la impres­cin­di­ble cen­tra­li­za­ción orga­ni­za­ti­va de la van­guar­dia no debía supo­ner la corres­pon­dien­te cen­tra­li­za­ción estric­ta del movi­mien­to obre­ro, popu­lar, cul­tu­ral, social, etcé­te­ra, sino que debía res­pe­tar su liber­tad de acción como úni­ca garan­tía de avan­ce revolucionario.

Cuan­do se ate­nua­ba la repre­sión y la bur­gue­sía tole­ra­ba más liber­ta­des bajo la pre­sión movi­li­za­da de las masas, enton­ces la «orga­ni­za­ción» se abría al «movi­mien­to», estre­cha­ba lazos con este pero man­te­nien­do su ori­gi­na­li­dad y espe­ci­fi­ci­dad polí­ti­ca y los sufi­cien­tes hábi­tos clan­des­ti­nos, por­que el mili­tan­te que se guía por el ¿Qué hacer? «está siem­pre en pri­me­ra línea, exci­tan­do el des­con­ten­to polí­ti­co en todas las cla­ses, des­per­tan­do a los dor­mi­dos, espo­lean­do a los reza­ga­dos y pro­por­cio­nan­do hechos y datos de todo géne­ro para desa­rro­llar la con­cien­cia polí­ti­ca y la acti­vi­dad polí­ti­ca del pro­le­ta­ria­do»[10]. El ¿Qué hacer? es par­te de la his­to­ria y de la natu­ra­le­za del inde­pen­den­tis­mo socia­lis­ta vas­co aun­que aho­ra haya sec­to­res del sobe­ra­nis­mo y del inde­pen­den­tis­mo inter­cla­sis­ta que renie­guen del pasa­do. Por esto y por más hay que releer a Lenin, y no solo el ¿Qué hacer?; pero antes de pasar direc­ta­men­te a este libro es muy con­ve­nien­te fijar algu­nas bases.

2. Bases teó­ri­cas en Marx y Engels 

Deter­mi­na­das corrien­tes polí­ti­cas con­tra­rias a la nece­si­dad del par­ti­do revo­lu­cio­na­rio han cri­ti­ca­do que exis­ta una liga­zón inter­na entre babeu­vis­mo, jaco­bi­nis­mo, blan­quis­mo, mar­xis­mo y leni­nis­mo en lo con­cer­nien­te a la teo­ría de la orga­ni­za­ción[11]. No es este espa­cio para des­ba­ra­tar esta tesis cuyo prin­ci­pal error es des­co­no­cer el cam­bio cua­li­ta­ti­vo intro­du­ci­do por el mar­xis­mo con res­pec­to a la creen­cia ante­rior de que las revo­lu­cio­nes las pue­den orga­ni­zar, rea­li­zar y diri­gir redu­ci­das mino­rías orga­ni­za­das en sec­tas secre­tas no implan­tas en el seno del pue­blo. Las bre­ves citas arri­ba ofre­ci­das, que pode­mos ampliar has­ta el can­san­cio, sobre las rela­cio­nes entre las cla­ses explo­ta­das y las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­ras deben ser sufi­cien­tes para des­au­to­ri­zar ese tópi­co, pero con­vie­ne releer lo que expli­ca G. Pro­cac­ci sobre qué enten­dían por jaco­bi­nis­mo los mar­xis­tas de esta épo­ca para com­pren­der la total dife­ren­cia entre la defi­ni­ción ofi­cial, aca­dé­mi­ca y bur­gue­sa de jaco­bi­nis­mo, y la mar­xis­ta, sobre todo la de Lenin y Grams­ci[12], en la que lo fun­da­men­tal radi­ca en la ágil inter­ac­ción per­ma­nen­te entre el par­ti­do y las masas. G. Ach­car[13], por su par­te, demues­tra cómo Marx y Engels cono­cían las dife­ren­cias entre la ver­sión domi­nan­te del jaco­bi­nis­mo y los aspec­tos posi­ti­vos del babeu­vis­mo, des­au­to­ri­zan­do toda super­fi­cia­li­dad a la hora de meter estas corrien­tes en un mis­mo saco.

Jac­que­li­ne Russ ha inves­ti­ga­do las rela­cio­nes entre el comu­nis­mo utó­pi­co y el mar­xis­mo. En lo que res­pec­ta a Blan­qui, la auto­ra sos­tie­ne que el uto­pis­mo blan­quis­ta mues­tra una de sus dife­ren­cias fun­da­men­ta­les con el mar­xis­mo en la cues­tión de las rela­cio­nes del par­ti­do clan­des­tino insu­rrec­cio­na­lis­ta con la cla­se tra­ba­ja­do­ra, con el pue­blo explo­ta­do. Afir­ma que el blan­quis­mo tie­ne dosis de auto­ri­ta­ris­mo, de «socia­lis­mo “por arri­ba”», de pater­na­lis­mo diri­gis­ta con res­pec­to a las cla­ses explo­ta­das[14]. E. Man­del ha mos­tra­do por un lado las con­ti­nui­da­des y dis­con­ti­nui­da­des entre Babeuf, Weitling, Blan­qui y otros, y Marx y Engels. El autor sin­te­ti­za tres méri­tos de estas corrien­tes en lo polí­ti­co-orga­ni­za­ti­vo: la con­cien­cia de la nece­si­dad de la acción polí­ti­ca; la defen­sa de la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria; y la defen­sa de la tra­di­ción y la con­ti­nui­dad revo­lu­cio­na­ria. Pero a la vez sin­te­ti­za cin­co erro­res: creer que la lucha polí­ti­ca ema­na de una mino­ría redu­ci­dí­si­ma secre­ta­men­te orga­ni­za­da; una orga­ni­za­ción secre­ta y eli­tis­ta; con una visión insu­rrec­cio­na­lis­ta en la que el pue­blo no diri­ge la insu­rrec­ción; y el des­dén por la eco­no­mía hacen que los obje­ti­vos a alcan­zar por la insu­rrec­ción sean utó­pi­cos como en Blan­qui o refor­mis­tas como en Weitling. Por su par­te, Man­del resu­me en cua­tro pun­tos su inter­pre­ta­ción de la teo­ría polí­ti­co-orga­ni­za­ti­va de Marx y Engels: la acción polí­ti­ca, la con­quis­ta del poder, ha de ser obra de las cla­ses explo­ta­das; por esto, la mejor for­ma orga­ni­za­ti­va es la legal, aun­que la ile­gal ha de apli­car­se en con­di­cio­nes de repre­sión y mien­tras esta dure; es prio­ri­ta­ria la auto­or­ga­ni­za­ción del pro­le­ta­ria­do, recha­zan­do el auto­ri­ta­ris­mo y el eli­tis­mo; la eman­ci­pa­ción polí­ti­ca y la eman­ci­pa­ción socio­eco­nó­mi­ca están estre­cha­men­te com­bi­na­das[15].

Antes de pasar a lo esen­cial de la teo­ría de Marx y Engels sobre la orga­ni­za­ción, hay que decir que en su tiem­po el sen­ti­do de la pala­bra «par­ti­do» «…era el de tomar par­ti­do en un con­flic­to, par­ti­ci­par en una corrien­te de ideas, a menu­do liga­da a una publi­ca­ción más que a una for­ma de orga­ni­za­ción bien defi­ni­da»[16]. En aque­lla épo­ca toda­vía no exis­tía el sis­te­ma par­la­men­ta­rio actual, ni sus ins­ti­tu­cio­nes y sis­te­mas lega­les corres­pon­dien­tes, y el sufra­gio uni­ver­sal esta­ba res­trin­gi­do a la bur­gue­sía y a las frac­cio­nes más inte­gra­das y alie­na­das de la cla­se obre­ra, las que cobra­ban deter­mi­na­dos suel­dos, estan­do exclui­das las muje­res, etcétera.

Es muy fre­cuen­te leer que «exis­te un vacío» en Marx sobre tal o cual cues­tión; en el caso de la teo­ría del par­ti­do tam­bién se sos­tie­ne lo mis­mo aun­que esta gene­ra­li­za­ción exce­si­va se corri­ge al adver­tir que: «La equi­vo­ci­dad del tér­mino par­ti­do en el dis­cur­so de Marx debe tomar­se en cuen­ta para no incu­rrir en lec­tu­ras ana­cró­ni­cas, es decir, para no atri­buir al voca­blo valor semán­ti­co dife­ren­te al que tie­ne en el uso que el autor le asig­na»[17], error garra­fal muy fre­cuen­te en quie­nes des­co­no­cen o recha­zan la fle­xi­bi­li­dad con­cep­tual de la dia­léc­ti­ca mar­xis­ta. Pese a esto, ya en los pri­me­ros tex­tos de Marx y Engels pode­mos encon­trar ideas bási­cas de la fun­ción del sis­te­ma orga­ni­za­ti­vo, lo que expli­ca una de las bases per­ma­nen­tes de la teo­ría mar­xis­ta de la orga­ni­za­ción o del par­ti­do. Al mar­gen, aho­ra, de que se apli­que en una nación opri­mi­da o no, radi­ca en sal­var los pro­ble­mas y obs­tácu­los que impi­den o retra­san que la «con­cien­cia para sí» de la cla­se tra­ba­ja­do­ra se una con su «con­cien­cia en sí».

Esta difi­cul­tad reco­rre toda la obra de Marx y Engels y apa­re­ce níti­da­men­te expues­ta en La ideo­lo­gía ale­ma­na, a pesar de las limi­ta­cio­nes de este tex­to, en la insis­ten­cia que hacen sus auto­res en que «lo que al ver­da­de­ro comu­nis­ta le impor­ta es derro­car lo que exis­te»[18]. Sen­ta­da esta base esen­cial que reco­rre­rá toda la obra pos­te­rior, afirman:

La ausen­cia de ver­da­de­ras luchas de par­ti­do, prác­ti­cas y apa­sio­na­das, en Ale­ma­nia, hizo que el movi­mien­to social se con­vir­tie­ra tam­bién, al prin­ci­pio, en un movi­mien­to pura­men­te lite­ra­rio. El ver­da­de­ro socia­lis­mo es el movi­mien­to lite­ra­rio social más aca­ba­do, que, habien­do sur­gi­do sin nin­gún inte­rés real de par­ti­do, se empe­ña, aho­ra que se ha for­ma­do el par­ti­do comu­nis­ta, en sub­sis­tir a pesar de él. Es fácil de com­pren­der que, des­de que exis­te un ver­da­de­ro par­ti­do comu­nis­ta en Ale­ma­nia, los ver­da­de­ros socia­lis­tas irán con­vir­tién­do­se cada vez más en peque­ños bur­gue­ses como públi­co y en impo­ten­tes y enca­na­lla­dos lite­ra­tos como repre­sen­tan­tes de ese públi­co[19].

Este volu­mi­no­so tex­to fue escri­to en 1845. Nos hemos limi­ta­do a expo­ner lo que enten­de­mos como las carac­te­rís­ti­cas cen­tra­les que en él apa­re­cen escri­tas sobre lo bási­co de la teo­ría del par­ti­do: una, su obje­ti­vo his­tó­ri­co irre­nun­cia­ble; y otra, y a par­tir de aquí, la ten­den­cia his­tó­ri­ca a que cual­quier movi­mien­to o par­ti­do «socia­lis­ta» dege­ne­re en una cana­lla peque­ño bur­gue­sa impo­ten­te si aban­do­na la lucha prác­ti­ca y deri­va en sim­ple acción pro­pa­gan­dís­ti­ca. Ten­ga­mos en cuen­ta que en 1845 lo que Marx y Engels deno­mi­na­ban «movi­mien­to pura­men­te lite­ra­rio» era lo mis­mo que lo que aho­ra deno­mi­na­mos «movi­mien­to pura­men­te pro­pa­gan­dís­ti­co», es decir, un movi­mien­to exclu­si­va­men­te dedi­ca­do a la pro­pa­gan­da ideo­ló­gi­ca, en vez del dedi­ca­do a la lucha prác­ti­ca y teó­ri­ca orien­ta­da a «derro­car lo que existe».

La pro­pa­gan­da cul­tu­ra­lis­ta, al esti­lo del socia­lis­mo utó­pi­co, no debe ser el méto­do del par­ti­do comu­nis­ta, sino que este debe ser las luchas prác­ti­cas y apa­sio­na­das. Apa­re­ce aquí una carac­te­rís­ti­ca que será mil veces nega­da por las creen­cias refor­mis­tas y posi­ti­vis­tas: que la pasión, la ilu­sión, la dedi­ca­ción ple­na, no deben ser com­po­nen­tes de la vida par­ti­da­ria. Por tan­to, cual­quier idea del par­ti­do que rom­pa la uni­dad entre las emo­cio­nes y las luchas prác­ti­cas, y que úni­ca­men­te se cen­tre en la pro­pa­gan­da, como la social­de­mo­cra­cia y el refor­mis­mo en gene­ral, esta idea no cabe en la teo­ría de la organización.

Pero como suce­de con la pro­ble­má­ti­ca de las cla­ses socia­les, del Esta­do, del poder, de la dia­léc­ti­ca, por ejem­plo, en la exten­sa obra de Marx y Engels no apa­re­ce sis­te­ma­ti­za­da una espe­cie de «teo­ría del par­ti­do revo­lu­cio­na­rio». Sin embar­go, sí exis­ten abun­dan­tí­si­mos comen­ta­rios, aná­li­sis y suge­ren­cias que, sin­te­ti­za­das y refor­za­das por las tam­bién muy abun­dan­tes apor­ta­cio­nes de Engels al res­pec­to, per­mi­ten ela­bo­rar al menos la esen­cia de una teo­ría mar­xis­ta de la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria. De hecho, par­te de esta esen­cia ya apa­re­ce expues­ta en el segun­do capí­tu­lo del Mani­fies­to del Par­ti­do Comu­nis­ta, par­te que según M. Johns­to­ne con­sis­te en «la pre­ten­sión de los comu­nis­tas al lide­raz­go de la cla­se tra­ba­ja­do­ra sobre la base de su con­cien­cia teó­ri­ca, lo que per­te­ne­ce a la esen­cia de esta con­cep­ción»[20].

Duran­te estos pocos años, van per­fi­lan­do el núcleo de la teo­ría del par­ti­do, núcleo que L. Magri en su céle­bre y nece­sa­rio tex­to expo­ne así: «Que el pro­ble­ma de la orga­ni­za­ción de un par­ti­do revo­lu­cio­na­rio ‑decía Marx- solo pue­de abor­dar­se a par­tir de una teo­ría de la revo­lu­ción», y por tan­to, ha de man­te­ner­se siem­pre una per­ma­nen­te inter­ac­ción entre la teo­ría y la prác­ti­ca, «nun­ca pue­den fijar­se dog­má­ti­ca­men­te» exi­gien­do siem­pre una reela­bo­ra­ción con­ti­nua y un desa­rro­llo per­ma­nen­te[21]. Pero este núcleo no es inmó­vil, pétreo, sino que lle­va en su inte­rior una muy rica fle­xi­bi­li­dad que le per­mi­te des­ple­gar una com­ple­ja dia­léc­ti­ca de esen­cia y fenó­meno, de con­te­ni­do y con­ti­nen­te res­pon­dien­do a las nece­si­da­des de cada perío­do, apa­re­cien­do nue­vos mode­los orga­ni­za­ti­vos que nos remi­ten a las expre­sio­nes del núcleo bási­co. Según M. Johns­to­ne estos momen­tos o mode­los con­cre­tos son: «a) la peque­ña orga­ni­za­ción inter­na­cio­nal de cua­dros comu­nis­tas (la Liga de los Comu­nis­tas (1847−1852); b) el «par­ti­do» caren­te de orga­ni­za­ción (duran­te el reflu­jo del movi­mien­to obre­ro – déca­da de 1850 y prin­ci­pios de la de 1860); c) la amplia fede­ra­ción inter­na­cio­nal de orga­ni­za­cio­nes obre­ras (Pri­me­ra Inter­na­cio­nal – 1864 – 1872); d) el par­ti­do mar­xis­ta nacio­nal de masas (Social­de­mo­cra­cia ale­ma­na – déca­das de 1870, 1880 y prin­ci­pios de la de 1890); e) el amplio par­ti­do nacio­nal de los tra­ba­ja­do­res (Gran Bre­ta­ña y los Esta­dos Uni­dos – déca­da de 1880 y comien­zos de la de 1890) basa­do en el mode­lo car­tis­ta»[22].

Des­de una pers­pec­ti­va algo dife­ren­te, Bali­bar vie­ne a decir lo mis­mo que M. Johns­to­ne al ana­li­zar la teo­ría del par­ti­do en Marx y en Engels. Según él, en ambos revo­lu­cio­na­rios coexis­ten dos mode­los no con­tra­dic­to­rios sino com­ple­men­ta­rios de par­ti­do polí­ti­co: el real, cogi­do de los par­ti­dos y orga­ni­za­cio­nes exis­ten­tes en su épo­ca, y el que hay que cons­truir, el nece­sa­rio polí­ti­ca y teó­ri­ca­men­te para hacer la revo­lu­ción. Esta visión dia­léc­ti­ca del par­ti­do es inse­pa­ra­ble de la visión crí­ti­ca que ambos tenían del Esta­do bur­gués, al que tam­bién ana­li­zan dia­léc­ti­ca­men­te. De este modo, la teo­ría del par­ti­do y la teo­ría del Esta­do están uni­das inex­tri­ca­ble­men­te, dan­do paso a la dia­léc­ti­ca entre el «par­ti­do-con­cien­cia» y el «par­ti­do-orga­ni­za­ción»[23]. Un com­po­nen­te de esta dia­léc­ti­ca, el de la con­cien­cia, tie­ne la fun­ción de ace­le­rar el sal­to de la con­cien­cia-en-sí a con­cien­cia-para-sí, y el otro com­po­nen­te, el orga­ni­za­ti­vo, el de ace­le­rar el avan­ce de la con­cien­cia-para-sí, con­cien­cia polí­ti­ca revo­lu­cio­na­ria, hacia la toma del poder y la des­truc­ción del Esta­do burgués.

D. Ben­saïd sos­tie­ne que ambos ami­gos con­ce­bían el par­ti­do como algo inter­me­dio entre la rigu­ro­sa serie­dad mili­tan­te, teó­ri­ca, polí­ti­ca, clan­des­ti­na, etcé­te­ra, de las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias que ellos habían cono­ci­do y en la que habían mili­ta­do, La Liga de los Jus­tos, y la for­ma orga­ni­za­ti­va de la social­de­mo­cra­cia de su épo­ca. Un algo inter­me­dio que fue­se la resul­tan­te de la nega­ción de sus limi­ta­cio­nes y la sín­te­sis dia­léc­ti­ca de sus cua­li­da­des. Ade­más, no hacían un feti­che pétreo e into­ca­ble de la for­ma exter­na de ese mode­lo, pro­pi­cian­do los cam­bios que fue­ran nece­sa­rios al variar las con­di­cio­nes de la lucha de cla­ses, pero en esta ágil fle­xi­bi­li­dad nun­ca renun­cia­ron al dere­cho de la liber­tad de crí­ti­ca y a la nece­si­dad del rigor y fir­me­za teó­ri­co-polí­ti­ca, por­que, según el autor: «Para Marx y Engels las for­mas pasan y per­ma­ne­ce el espí­ri­tu»[24].

Las apa­ren­tes dife­ren­cias abso­lu­tas que inco­mu­ni­ca­rían entre sí a estas fases, momen­tos o mode­los, a estas «for­mas», anu­lan­do toda posi­bi­li­dad de una teo­ría bási­ca, de un «espí­ri­tu», des­apa­re­cen cuan­do com­pren­de­mos que es la per­ma­nen­te inter­co­ne­xión entre «des­po­tis­mo del capi­tal, revo­lu­ción polí­ti­ca y eman­ci­pa­ción social del tra­ba­jo»[25] la que nos expli­ca la impor­tan­cia cla­ve de la teo­ría de la orga­ni­za­ción que lle­ga a expre­sar­se y mate­ria­li­zar­se en las for­mas orga­ni­za­ti­vas polí­ti­co-esta­ta­les y eco­nó­mi­cas anta­gó­ni­cas a las bur­gue­sas, como fue la Comu­na de 1871. Apre­cia­mos las insal­va­bles dife­ren­cias que sepa­ra la teo­ría mar­xis­ta del par­ti­do de la teo­ría bur­gue­sa leyen­do a A. Pena­bian­co, en espe­cial el capí­tu­lo dedi­ca­do a la his­to­ria de la social­de­mo­cra­cia ale­ma­na y de los par­ti­dos comu­nis­tas fran­cés y ale­mán[26], en don­de no se hace nin­gu­na refe­ren­cia a los cri­te­rios teó­ri­cos arri­ba expues­tos, des­co­no­cién­do­los u olvidándolos.

En la obra de estos dos revo­lu­cio­na­rios, la cues­tión de la orga­ni­za­ción, aun­que par­cia­li­za­da, sí man­tie­ne la cons­tan­te de la esen­cia y el fenó­meno, de lo gene­ral y de lo par­ti­cu­lar. Según A. Prior Olmos la cons­tan­te radi­ca­ría en que:

El par­ti­do no es para Marx el here­de­ro del «sal­va­dor supre­mo» bur­gués, pro­pio de los uto­pis­tas, es la van­guar­dia del pro­le­ta­ria­do que lucha por eman­ci­par­se; es el ins­tru­men­to de la toma de con­cien­cia y de la acción revo­lu­cio­na­ria de las masas. Su papel no es el de obrar en lugar o «por enci­ma» de la cla­se obre­ra, sino el de orien­tar a esta hacia el camino de su auto­li­be­ra­ción, hacia la revo­lu­ción comu­nis­ta de masas.

Cabe enten­der el par­ti­do como ins­tan­cia inter­me­dia entre el indi­vi­duo y la cla­se. El indi­vi­duo no pue­de refe­rir­se a la tota­li­dad de la reali­dad. Solo la cla­se pue­de hacer­lo. El par­ti­do, en tan­to por­ta­dor de la con­cien­cia de cla­se, pue­de mediar entre el indi­vi­duo y la cla­se. De esta for­ma, la volun­tad colec­ti­va pue­de ser un fac­tor acti­vo y cons­cien­te de desa­rro­llo his­tó­ri­co. […] con la inter­ven­ción del par­ti­do, el pro­ce­so his­tó­ri­co cobra nue­vas pers­pec­ti­vas, lo que no deja de tener rela­ción con el pro­pio méto­do dia­léc­ti­co[27].

En este asun­to, como en todos, lo gené­ti­co-estruc­tu­ral de la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria se man­tie­ne en lo bási­co, pero apa­re­cien­do con for­mas espe­cí­fi­cas según momen­tos y cir­cuns­tan­cias, es decir, debe­mos des­cu­brir la esen­cia de la teo­ría inves­ti­gan­do las cons­tan­tes que apa­re­cen en lo his­tó­ri­co-gené­ti­co. Por ejem­plo, tene­mos el silen­cia­do Men­sa­je del Comi­té Cen­tral a la Liga de los Comu­nis­tas, de 1850, en el que des­de el pri­mer párra­fo se reco­no­ce la efec­ti­vi­dad prác­ti­ca de la «pri­mi­ti­va y sóli­da orga­ni­za­ción de la Liga» que actuó como «van­guar­dia», pero que sin embar­go se fue debi­li­tan­do mien­tras se for­ta­le­cía la orga­ni­za­ción polí­ti­ca de la peque­ña bur­gue­sía. No dicen en qué medi­da ese debi­li­ta­mien­to fue debi­do a la repre­sión y/​o a otros fac­to­res pero sí hablan de los muer­tos en com­ba­te, de los hui­dos y refu­gia­dos en Lon­dres y de su reor­ga­ni­za­ción pos­te­rior tras la derro­ta; pero sí argu­men­tan crí­ti­ca­men­te que gran par­te de los comu­nis­tas «creían que ya había pasa­do la épo­ca de las socie­da­des secre­tas y que bas­ta­ba con la sola acti­vi­dad públi­ca»[28].

Siguen dicien­do que por este debi­li­ta­mien­to interno, el «par­ti­do obre­ro per­día su úni­ca base fir­me, a lo sumo con­ser­va­ba su orga­ni­za­ción en algu­nas loca­li­da­des, para fines pura­men­te loca­les, y por eso, en el movi­mien­to gene­ral, cayó por ente­ro bajo la influen­cia y la direc­ción de los demó­cra­tas peque­ño­bur­gue­ses», e insis­ten en que hay que reor­ga­ni­zar el par­ti­do obre­ro sobre una base fir­me, «de la mane­ra más orga­ni­za­da, más uná­ni­me y más inde­pen­dien­te si no quie­re ser de nue­vo explo­ta­do por la bur­gue­sía»[29], y que para poder ven­cer en la olea­da revo­lu­cio­na­ria que se ave­ci­na y no ser aplas­ta­dos por la trai­ción de la peque­ña bur­gue­sía, el pue­blo debe estar arma­do y tener su pro­pia orga­ni­za­ción, con la «crea­ción de una orga­ni­za­ción inde­pen­dien­te y arma­da de la cla­se obre­ra»[30].

Todo el docu­men­to está reco­rri­do por una lec­ción apren­di­da en la derro­ta de 1848 – 1849: la deci­si­va inde­pen­den­cia polí­ti­ca de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, del pue­blo en su con­jun­to, por­que tam­bién se inte­gran los pro­le­ta­rios agrí­co­las, está uni­da a la exis­ten­cia de un par­ti­do obre­ro de van­guar­dia, la Liga de los Comu­nis­tas, orga­ni­za­do de tal for­ma que no pue­da ser debi­li­ta­do por los ata­ques repre­si­vos, y dota­do de una con­cien­cia polí­ti­ca y teó­ri­ca cla­ra que le impi­da caer en el can­to de sire­na de la demo­cra­cia bur­gue­sa: «Para noso­tros no se tra­ta de refor­mar la pro­pie­dad pri­va­da, sino de abo­lir­la; no se tra­ta de paliar los anta­go­nis­mos de cla­se, sino de abo­lir las cla­ses, no se tra­ta de mejo­rar la socie­dad exis­ten­te, sino de esta­ble­cer una nue­va»[31].

Engels apu­ra la inves­ti­ga­ción crí­ti­ca sobre las cau­sas de la derro­ta para encon­trar lec­cio­nes revo­lu­cio­na­rias en dos vibran­tes artícu­los escri­tos a fina­les de junio de 1848. En el pri­me­ro de ellos, ade­lan­ta magis­tral­men­te una de las cons­tan­tes pro­pa­gan­dís­ti­cas jus­ti­fi­ca­do­ras de todas las repre­sio­nes pos­te­rio­res: la des­ca­li­fi­ca­ción éti­co-moral abso­lu­ta de la cau­sa revo­lu­cio­na­ria: «La bur­gue­sía no decla­ró que los obre­ros fue­sen enemi­gos comu­nes a los que hay que ven­cer, sino que los con­si­de­ró enemi­gos de la socie­dad, a los cua­les se des­tru­ye. Difun­dió la afir­ma­ción absur­da que a los obre­ros ‑a los cua­les ellos mis­mos habían empu­ja­do vio­len­ta­men­te a la insu­rrec­ción- solo les habría intere­sa­do el saqueo, el incen­dio y el ase­si­na­to»[32]. En mayor o en menor medi­da, todas las repre­sio­nes con­cre­tas por peque­ñas que sean se basan en esa acu­sa­ción: las per­so­nas repri­mi­das son enemi­gas de la socie­dad y deben ser des­trui­das. La dema­go­gia bur­gue­sa sobre el supues­to obje­ti­vo huma­ni­ta­rio de «rein­ser­ción social» del sis­te­ma car­ce­la­rio, es una men­ti­ra. Inme­dia­ta­men­te des­pués Engels hace un comen­ta­rio de per­ma­nen­te valor his­tó­ri­co, al que vol­ve­re­mos lue­go, sobre el error desas­tro­so del pue­blo insur­gen­te al ser débil en su res­pues­ta a la bar­ba­rie burguesa.

En el este mis­mo artícu­lo, Engels ade­lan­ta tam­bién una cons­tan­te que reapa­re­ce siem­pre que las repre­sio­nes se endu­re­cen: la for­ma­ción de gru­pos de mato­nes y ase­si­nos de extre­ma dere­cha, extraí­dos de las capas socia­les más empo­bre­ci­das y embru­te­ci­das: «La Guar­dia Nacio­nal, reclu­ta­da en su mayor par­te en los lum­pen de París, se ha trans­for­ma­do ya, al poco tiem­po de exis­tir, gra­cias a los bue­nos suel­dos que reci­be, en la guar­dia pre­to­ria­na de los gober­nan­tes actua­les. Los lum­pen orga­ni­za­dos han dado su bata­lla con­tra los pro­le­ta­rios des­or­ga­ni­za­dos […] solo algu­nos gru­pos de la Guar­dia Móvil, com­pues­tos de obre­ros ver­da­de­ros, se pasa­ron al otro lado»[33].

En el segun­do artícu­lo, Engels aplau­de el efec­ti­vo sis­te­ma orga­ni­za­ti­vo del pue­blo antes de la revo­lu­ción[34], sis­te­ma casi para-mili­tar que le faci­li­tó res­pon­der des­de el ini­cio de la lucha. Sin embar­go, cuan­do Engels ana­li­za la espe­cial fero­ci­dad de la con­tra­rre­vo­lu­ción, afir­ma que: «El pue­blo no esta­ba pre­pa­ra­do para luchar con­tra tales pro­ce­di­mien­tos. Se encon­tra­ba inde­fen­so y recha­za­ba la úni­ca reac­ción efi­caz, el incen­dio, por­que con­tra­ria­ba sus nobles sen­ti­mien­tos. El pue­blo des­co­no­cía has­ta enton­ces este méto­do arge­lino de hacer la gue­rra en el cora­zón de París. Por eso cedió, y su pri­mer retro­ce­so sig­ni­fi­có su derro­ta»[35]. Aun­que Engels no estu­dia explí­ci­ta­men­te el pro­ble­ma repre­si­vo, sí abre tres vías de inves­ti­ga­ción teó­ri­ca deci­si­vas: una, que el pue­blo debe cono­cer los sis­te­mas repre­si­vos bur­gue­ses para no ser sor­pren­di­do y derro­ta­do, para ven­cer­los; dos, que no hay que retro­ce­der nun­ca, repi­tien­do lo que había dicho ya en el artícu­lo pre­ce­den­te; y tres, que su direc­ta refe­ren­cia a la fero­ci­dad fran­ce­sa con­tra el pue­blo arge­lino nos pre­pa­ra para lo que lue­go vere­mos acer­ca de las doc­tri­nas de con­tra­in­sur­gen­cia y de su direc­ta rela­ción con las represiones.

Se ha sos­te­ni­do que Marx y Engels, impac­ta­dos por el fra­ca­so de sus expec­ta­ti­vas, aban­do­na­ron deli­be­ra­da­men­te la mili­tan­cia polí­ti­ca orga­ni­za­da duran­te la déca­da de 1850 y comien­zos de la de 1860 para dedi­car­se al estu­dio del capi­ta­lis­mo, con lo que se demos­tra­ría que no es nece­sa­rio per­te­ne­cer siquie­ra a un peque­ñi­to gru­po orga­ni­za­do polí­ti­ca­men­te para poder seguir defi­nién­do­se como revo­lu­cio­na­rio. En reali­dad, nun­ca aban­do­na­ron las rela­cio­nes polí­ti­cos-inte­lec­tua­les con un efi­caz gru­po, pero sobre todo vol­ca­ron su vida en la mili­tan­cia teó­ri­co-polí­ti­ca en gru­po con dis­ci­pli­na inter­na asu­mi­da por sus miem­bros, ya que sin esta dis­ci­pli­na inter­na «todo se irá al demo­nio…» según el pro­pio Marx[36].

Muchos años des­pués Engels se ven­gó de quie­nes les habían cri­ti­ca­do por «trai­do­res» recor­dan­do que: «La demo­cra­cia vul­gar espe­ra­ba que el esta­lli­do vol­vie­se a pro­du­cir­se de la noche a la maña­na; noso­tros decla­ra­mos ya en oto­ño de 1850, que por lo menos la pri­me­rae­ta­pa del perío­do revo­lu­cio­na­rio había ter­mi­na­do y que has­ta que no esta­lla­se una nue­va cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial no había nada que espe­rar. Y esto nos valió el ser pros­cri­tos y ana­te­ma­ti­za­dos como trai­do­res a la revo­lu­ción por los mis­mos que lue­go, casi sin excep­ción, hicie­ron las paces con Bis­marck, siem­pre que Bis­marck cre­yó que mere­cían ser toma­dos en con­si­de­ra­ción»[37].

Ese «no había nada que hacer» se refie­re a las muy peno­sas con­di­cio­nes en las que ten­dría que rea­li­zar­se una muy limi­ta­da acción polí­ti­ca en un entorno tan hos­til y podri­do inter­na­men­te como el de la emi­gra­ción for­za­da tras una derro­ta aplas­tan­te. Ambos ami­gos, sobre todo Marx, cono­cían las con­di­cio­nes de la emi­gra­ción, endu­re­ci­das por la reali­dad de la derro­ta. Algu­na corres­pon­den­cia epis­to­lar entre ellos man­te­ni­da en aquel tiem­po leí­da sin con­tex­tua­li­zar, pue­de dar la sen­sa­ción de que aban­do­na­ron toda mili­tan­cia, pero F. Meh­ring, el mejor bió­gra­fo, se ha encar­ga­do de demos­trar que: «Marx y Engels no tenían, ni por aso­mo, la inten­ción de apar­tar­se total­men­te de las luchas polí­ti­cas, aun­que no qui­sie­ran mez­clar­se en las dis­cor­dias de los emi­gra­dos. No aban­do­na­ban su cola­bo­ra­ción con los órga­nos car­tis­tas ni pen­sa­ban tam­po­co, ni mucho menos, en resig­nar­se a la des­apa­ri­ción de la Nue­va Revis­ta del Rin»[38]. No hace fal­ta decir que los ser­vi­cios poli­cia­les esta­ban muy al corrien­te de sus actividades.

Marx dejó cla­ro lo deci­si­vo que había sido este ter­cer perío­do para su mili­tan­cia inte­lec­tual, y lo que había sacri­fi­ca­do duran­te años. Con­tes­tan­do a la car­ta de un vie­jo ami­go, dijo: «… ¿Qué por qué nun­ca le con­tes­té? Por­que estu­ve duran­te todo este tiem­po con un pie en la tum­ba. Por eso tenía que emplear todo momen­to en que podía tra­ba­jar para poder ter­mi­nar el tra­ba­jo al cual he sacri­fi­ca­do mi salud, mi feli­ci­dad en la vida y mi fami­lia. Espe­ro que esta expli­ca­ción no requie­ra más deta­lles. Me río de los lla­ma­dos hom­bres “prác­ti­cos” y de su sabi­du­ría. Si uno resol­vie­ra ser un buey, podría, des­de lue­go, dar la espal­da a las ago­nías de la huma­ni­dad y mirar por su pro­pio pelle­jo. Pero yo me habría con­si­de­ra­do real­men­te no prác­ti­co si no hubie­se ter­mi­na­do por com­ple­to mi libro, por lo menos en borra­dor»[39]. Aquí tene­mos una expli­ca­ción bri­llan­te de lo que es la mili­tan­cia teórico-política.

3. Apor­ta­cio­nes del últi­mo Engels

Para no exten­der­nos dema­sia­do vamos a dar un sal­to has­ta enero de 1882 cuan­do en una car­ta a Berns­tein, Engels sos­tie­ne que «nun­ca he ocul­ta­do mi opi­nión de que las masas ale­ma­nas son mucho mejo­res que los seño­res que las con­du­cen, en espe­cial des­de que el mane­jo de la pren­sa y la agi­ta­ción había hecho que el par­ti­do se trans­for­ma­se en una vaca leche­ra que les pro­veía de man­te­ca; y esto en el pre­ci­so ins­tan­te en que Bis­marck y la bur­gue­sía car­nea­ban repen­ti­na­men­te a la vaca»[40]. La nece­si­dad de la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria de van­guar­dia apa­re­ce expues­ta de for­ma indi­rec­ta en la car­ta de Engels a Bebel de agos­to de 1883:

No se deje enga­ñar a nin­gún pre­cio cre­yen­do que aquí hay un ver­da­de­ro movi­mien­to pro­le­ta­rio. Sé que Liebk­necht tra­ta de enga­ñar­se a sí mis­mo sobre esto y a todo el mun­do, sin fun­da­men­to alguno. Los ele­men­tos actual­men­te acti­vos pue­den adqui­rir impor­tan­cia des­de el momen­to en que han acep­ta­do nues­tro pro­gra­ma teó­ri­co adqui­rien­do así una base, pero siem­pre que sur­ja un movi­mien­to espon­tá­neo entre los obre­ros y que logren obte­ner su con­trol. Mien­tras tan­to segui­rán sien­do seres indi­vi­dua­les, tras los cua­les no hay otra cosa que una mez­co­lan­za de sec­tas con­fu­sas, res­tos del gran movi­mien­to car­tis­ta. Y, apar­te de lo impre­vi­si­ble, apa­re­ce­rá aquí un movi­mien­to obre­ro real­men­te gene­ral, solo cuan­do los obre­ros se den cuen­ta que el mono­po­lio mun­dial ejer­ci­do por Ingla­te­rra se ha quebrado.

La par­ti­ci­pa­ción en el domi­nio del mer­ca­do mun­dial fue y sigue sien­do la base de la inca­pa­ci­dad polí­ti­ca de los obre­ros ingle­ses. Cola de la bur­gue­sía en la explo­ta­ción eco­nó­mi­ca de ese mono­po­lio, pero com­par­tien­do con todo sus ven­ta­jas, en polí­ti­ca son natu­ral­men­te la cola del «gran Par­ti­do Libe­ral», que por su par­te les dedi­ca peque­ñas aten­cio­nes, reco­no­ce que los sin­di­ca­tos y las huel­gas son fac­to­res legí­ti­mos, ha aban­do­na­do su lucha a favor de la jor­na­da de tra­ba­jo ili­mi­ta­da y le ha con­ce­di­do el voto a la mayo­ría de los obre­ros de bue­na posi­ción. Pero una vez que Nor­te­amé­ri­ca y la com­pe­ten­cia com­bi­na­da de los demás paí­ses indus­tria­les hayan pro­vo­ca­do una bue­na bre­cha en este mono­po­lio (y en el hie­rro esto está suce­dien­do rápi­da­men­te, pero por des­gra­cia toda­vía no ha ocu­rri­do en el algo­dón) usted verá algo aquí[41].

En verano de 1884 Engels le dice por escri­to a Kautsky que no supon­dría pro­ble­ma alguno el cie­rre de la revis­ta ofi­cial del par­ti­do Neue Zeit por­que se ha con­ver­ti­do en el medio de expre­sión de una cas­ta inte­lec­tual que escri­be lo que quie­re en medio de la repre­sión, mien­tras que las fuer­zas revo­lu­cio­na­rias no pue­den hacer­lo al estar fue­ra de la ley, por lo que la revis­ta ofi­cial del par­ti­do ha sido «gra­dual­men­te infec­ta­da de filan­tro­pía, huma­ni­ta­ris­mo, sen­ti­men­ta­lis­mo y todos los demás vicios con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios […] Gen­te que no quie­re apren­der nada a fon­do, y que solo quie­re hacer lite­ra­tu­ra sobre la lite­ra­tu­ra y con moti­vo de la lite­ra­tu­ra»[42]. Pocos meses des­pués arre­me­te de nue­vo con­tra los «cul­tos» peque­ño bur­gue­ses e inte­lec­tua­les que copan apa­ra­tos y direc­cio­nes del par­ti­do; se con­gra­tu­la de que en las elec­cio­nes recien­tes hayan sido ele­gi­dos muchos obre­ros, y sos­tie­ne que si hay que ela­bo­rar pro­gra­mas para legis­lar se reali­cen «sin con­si­de­ra­ción algu­na con los pre­jui­cios peque­ño­bur­gue­ses», pro­po­nien­do que los cam­bios tác­ti­cos que habrá que intro­du­cir cuan­do des­apa­rez­ca la Ley anti­so­cia­lis­ta faci­li­ten «la con­duc­ción de las masas sin que, con ello, que­den en sus pues­tos los malos diri­gen­tes»[43]. O sea, Engels pro­po­ne la depu­ra­ción de los diri­gen­tes reformistas.

Una expo­si­ción ade­lan­ta­da en die­ci­sie­te años de lo que será la teo­ría leni­nis­ta del par­ti­do de van­guar­dia, apa­re­ce en una car­ta de Engels a Sor­ge de fina­les de 1886. En ella Engels estu­dia la evo­lu­ción de la lucha de cla­ses en los Esta­dos Uni­dos; advier­te que: «Las masas deben tener tiem­po y opor­tu­ni­dad para desa­rro­llar­se y úni­ca­men­te pue­den tener la opor­tu­ni­dad de hacer­lo si tie­nen su pro­pio movi­mien­to ‑no impor­ta en qué for­ma siem­pre que ten­gan su pro­pio movi­mien­to- al que hacen pro­gre­sar por sus pro­pios erro­res y apren­dien­do de sus heri­das»[44]. Com­pa­ra la situa­ción nor­te­ame­ri­ca­na con la fran­ce­sa y recuer­da el papel de la Liga Comu­nis­ta en las aso­cia­cio­nes obre­ras de 1848, y dice:

Pero es pre­ci­sa­men­te aho­ra que se hace doble­men­te nece­sa­rio tener ahí unas pocas per­so­nas que estén de nues­tro lado, bien fir­mes en lo que res­pec­ta a la teo­ría y a la tác­ti­ca, y que tam­bién sepan escri­bir y hablar en inglés; por­que, por bue­nas razo­nes his­tó­ri­cas, los nor­te­ame­ri­ca­nos son un mun­do remo­to en todas las cues­tio­nes teó­ri­cas, y si bien no arras­tran ins­ti­tu­cio­nes medie­va­les euro­peas, siguen estan­do en cam­bio bajo el peso de can­ti­dad de tra­di­cio­nes medie­va­les, reli­gión, dere­cho inglés común (feu­dal), supers­ti­cio­nes, espi­ri­tis­mo: en una pala­bra, toda cla­se de imbe­ci­li­da­des que no per­ju­di­can direc­ta­men­te a los nego­cios y que son aho­ra muy úti­les para vol­ver estú­pi­das a las masas. Y si hay cer­ca gen­te de men­ta­li­dad teó­ri­ca­men­te cla­ra, que pue­da expli­car­les a tiem­po las con­se­cuen­cias de sus pro­pios erro­res y hacer­les com­pren­der que todo movi­mien­to que no ten­ga en vis­ta cons­tan­te­men­te y como obje­ti­vo final la des­truc­ción del sis­te­ma asa­la­ria­do está des­ti­na­do a des­ca­rri­lar­se y fra­ca­sar, enton­ces pue­den evi­tar­se muchas ton­te­rías y pue­de acor­tar­se con­si­de­ra­ble­men­te el pro­ce­so[45].

En enero de 1887 Engels es aún más pre­ci­so sobre la teo­ría de la orga­ni­za­ción apli­ca­da, tam­bién en este caso, a la lucha de cla­ses en Esta­dos Uni­dos: tras insis­tir en que la cla­se obre­ra nor­te­ame­ri­ca­na en for­ma­ción ha de apren­der por ella mis­ma, con la ayu­da de otras expe­rien­cias euro­peas más desa­rro­lla­das, afir­ma que: «Creo que toda nues­tra expe­rien­cia ha mos­tra­do que es posi­ble tra­ba­jar jun­to con el movi­mien­to gene­ral de la cla­se obre­ra en cada una de sus eta­pas sin ceder u ocul­tar nues­tra pro­pia posi­ción e inclu­so nues­tra orga­ni­za­ción, y temo que si los ale­ma­nes nor­te­ame­ri­ca­nos eli­gen una línea dis­tin­ta come­te­rán un gra­ve error»[46].

Sie­te años más tar­de, Engels sigue man­te­nien­do la mis­ma teo­ría sobre la orga­ni­za­ción de van­guar­dia. En una car­ta a Tura­ti reco­no­ce que el par­ti­do socia­lis­ta ita­liano es aún dema­sia­do joven y dema­sia­do débil en una eco­no­mía con fuer­te pre­sen­cia cam­pe­si­na y un pro­le­ta­ria­do peque­ño, y añade:

En con­se­cuen­cia, los socia­lis­tas toman par­te acti­va en todas las fases de la lucha entre las dos cla­ses, sin per­der de vis­ta con ello el hecho de que esas fases son tan solo otros tan­tos pasos pre­li­mi­na­res para el gran obje­ti­vo pri­mor­dial: la con­quis­ta del poder polí­ti­co por el pro­le­ta­ria­do, como medio para orga­ni­zar una nue­va socie­dad. Su pues­to está al lado de quie­nes luchan por la obten­ción de un pro­gre­so inme­dia­to que al mis­mo tiem­po sir­va a los intere­ses de la cla­se obre­ra. Acep­tan todos esos pasos polí­ti­cos o socia­les pro­gre­si­vos, pero úni­ca­men­te como cuo­tas. Por lo tan­to, con­si­de­ran a todo movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio o pro­gre­sis­ta como un paso más en el logro de su fina­li­dad pro­pia; y es tarea espe­cial de ellos impul­sar más hacia ade­lan­te a otros par­ti­dos revo­lu­cio­na­rios y, en el caso de que uno de ellos resul­te ven­ce­dor, cui­dar los intere­ses del pro­le­ta­ria­do. Esta tác­ti­ca, que nun­ca pier­de de vis­ta el gran obje­ti­vo final, nos aho­rra a los socia­lis­tas el des­en­ga­ño a los cua­les los demás par­ti­dos de menor visión ‑sean repu­bli­ca­nos o socia­lis­tas sen­ti­men­ta­les que con­fun­den lo que es una mera eta­pa con el obje­ti­vo final del avan­ce- sucum­ben inevi­ta­ble­men­te[47].

Elvi­ra Con­chei­ro, que pres­ta espe­cial aten­ción a las apor­ta­cio­nes de Engels, sos­tie­ne que este revo­lu­cio­na­rio, y tam­bién Marx, desa­rro­lla una teo­ría del par­ti­do en dos nive­les, la del «par­ti­do en sen­ti­do efí­me­ro» y la del «par­ti­do en sen­ti­do his­tó­ri­co» La auto­ra des­cri­be el con­tex­to socio­eco­nó­mi­co del capi­ta­lis­mo indus­trial euro­peo de la segun­da mitad del siglo XIX y sos­tie­ne que en estas con­di­cio­nes la for­ma efí­me­ra del par­ti­do res­pon­de a las nece­si­da­des tác­ti­cas, cam­bian­tes, de modo que esas for­mas apa­re­cen, se adap­tan y cam­bian, y des­apa­re­cen, extin­guién­do­se para dejar espa­cio a nue­vas for­mas efí­me­ras. Sin embar­go, las for­mas fuga­ces y cadu­cas, cam­bian­tes, del par­ti­do tie­nen en su inte­rior tres cons­tan­tes que dan cuer­po al «par­ti­do en sen­ti­do his­tó­ri­co»: «1) la con­cep­tua­li­za­ción del pro­le­ta­ria­do como una cla­se espe­cí­fi­ca del capi­ta­lis­mo, con intere­ses defi­ni­dos pero de pro­yec­ción uni­ver­sal; 2) el aná­li­sis de los par­ti­dos polí­ti­cos como expre­sión de intere­ses mate­ria­les que se con­fron­tan en la socie­dad, y 3) el reco­no­ci­mien­to de la capa­ci­dad pro­pia de los tra­ba­ja­do­res para orga­ni­zar­se y actuar con el fin de supe­rar el orden social pre­va­le­cien­te»[48].

La auto­ra sos­tie­ne, con razón, que lo esen­cial del «par­ti­do en sen­ti­do his­tó­ri­co» ya está enun­cia­do en los pri­me­ros tex­tos de Engels. Si nos fija­mos, la tri­ple carac­te­ri­za­ción del par­ti­do en su sen­ti­do his­tó­ri­co se cen­tra en un pun­to deci­si­vo que mar­ca la dife­ren­cia insal­va­ble entre la teo­ría revo­lu­cio­na­ria y la refor­mis­ta en su esen­cia bási­ca: exis­te un anta­go­nis­mo irre­con­ci­lia­ble entre la cla­se bur­gue­sa y la cla­se tra­ba­ja­do­ra que afec­ta a la tota­li­dad de las for­mas de expre­sión, aun­que estas se mues­tren con apa­rien­cias tan dis­tin­tas que, a sim­ple vis­ta, sea muy difí­cil des­cu­brir su deno­mi­na­dor común, su iden­ti­dad sustantiva.

A lo lar­go de su vida, Engels, y Marx, insis­tie­ron incan­sa­ble­men­te en esta con­tra­dic­ción irre­so­lu­ble y en sus efec­tos polí­ti­cos y orga­ni­za­ti­vos, y en la nece­si­dad de que cual­quier «for­ma efí­me­ra», tran­si­to­ria y pasa­je­ra de orga­ni­za­ción polí­ti­ca tenía sin embar­go que par­tir de esa con­tra­dic­ción obje­ti­va y vol­ver a ella. El papel de la con­cien­cia revo­lu­cio­na­ria orga­ni­za­da polí­ti­ca­men­te tie­ne como obje­ti­vo fun­da­men­tal man­te­ner visi­ble en todo momen­to esa con­tra­dic­ción obje­ti­va en cual­quie­ra de las múl­ti­ples for­mas dife­ren­tes de expre­sión externa.

4. Crí­ti­ca, feti­chis­mo y burocracia 

Aho­ra debe­mos estu­diar otra carac­te­rís­ti­ca esen­cial del con­cep­to mar­xis­ta de par­ti­do que apa­re­ce como cons­tan­te irre­nun­cia­ble a lo lar­go de toda la vida de Marx y de Engels, y que Lenin asu­mió y desa­rro­lló. Nos refe­ri­mos a la orga­ni­za­ción como ins­tru­men­to cla­ve en la lucha con­tra el feti­chis­mo, con­tra la men­ta­li­dad buro­crá­ti­ca y sumi­sa, obe­dien­te, con­tra la alie­na­ción, por decir­lo de mane­ra har­to com­pren­si­ble. Des­de el ini­cio de sus obras, des­de sus crí­ti­cas a la monar­quía, a la reli­gión, a la buro­cra­cia, el derecho/​necesidad de la liber­tad de crí­ti­ca es un ele­men­to con­sus­tan­cial al mar­xis­mo, y por tan­to a todas y cada una de las for­mas tác­ti­cas y tran­si­to­rias de orga­ni­za­ción política.

No es casua­li­dad que el lla­ma­do «joven» Marx esco­gie­ra a Epi­cu­ro como mode­lo de sus refle­xio­nes crí­ti­cas. F. Mar­ko­vits ha mos­tra­do la rela­ción entre la pra­xis atea, crí­ti­ca y cien­tí­fi­ca ‑sal­van­do las dis­tan­cias- de Epi­cu­ro[49], per­se­gui­do por todos los pode­res más reac­cio­na­rios, y la pos­te­rior pra­xis mar­xis­ta que fusio­na la cien­cia con la polí­ti­ca y la éti­ca. Sin duda, la teo­ría de la orga­ni­za­ción de Marx y Engels se basa tam­bién en este epi­cu­reís­mo de dig­na y éti­ca lucha radi­cal con­tra la oscu­ri­dad supers­ti­cio­sa. Y si bien el epi­cu­reís­mo pos­te­rior nun­ca fue un movi­mien­to de resis­ten­cia polí­ti­ca[50], tam­bién es cier­to que la crí­ti­ca epi­cu­rea­na «a la tota­li­dad de las supers­ti­cio­nes»[51] es un ele­men­to vital en la polí­ti­ca mar­xis­ta organizada.

La teo­ría del par­ti­do de Marx y Engels, inclu­ye por tan­to e inevi­ta­ble­men­te una radi­cal crí­ti­ca de la iner­cia buro­crá­ti­ca pre­sen­te inclu­so en la per­so­na­li­dad colec­ti­va e indi­vi­dual, y tam­bién en las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias. Des­de muy pron­to Marx escribió:

La buro­cra­cia es un círcu­lo del que nadie pue­de esca­par. Su jerar­quía es una jerar­quía de saber. La cús­pi­de con­fía a los círcu­los infe­rio­res el cono­ci­mien­to de lo sin­gu­lar, mien­tras que los círcu­los infe­rio­res con­fían a la cús­pi­de el cono­ci­mien­to de lo gene­ral; y así se enga­ñan mutua­men­te […] La buro­cra­cia posee en pro­pie­dad pri­va­da el ser del Esta­do, la esen­cia espi­ri­tual de la socie­dad. El espí­ri­tu gene­ral de la buro­cra­cia es el secre­to, el mis­te­rio guar­da­do hacia den­tro por la jerar­quía, hacia fue­ra por la soli­da­ri­dad del Cuer­po. Mos­trar el espí­ri­tu del Esta­do, inclu­so la con­vic­ción cívi­ca le pare­ce así a la buro­cra­cia una trai­ción a su mis­te­rio. La auto­ri­da­des por tan­to el prin­ci­pio de su saber y la divi­ni­za­ción de la auto­ri­dad su con­vic­ción. Solo que en el seno de la buro­cra­cia el espi­ri­tua­lis­mo se con­vier­te en cra­so­ma­te­ria­lis­mo, en el mate­ria­lis­mo de la obe­dien­cia pasi­va, de la fe en la auto­ri­dad, del meca­nis­mo de una acción for­mal fija, de prin­ci­pios, opi­nio­nes y cos­tum­bres inmo­bles […] El Esta­do solo exis­te en la for­ma de diver­sos espí­ri­tus buro­crá­ti­cos fijos, cuya úni­ca cohe­ren­cia es la subor­di­na­ción y la obe­dien­cia pasi­va[52].

Cam­bia­mos la pala­bra «Esta­do» por las de «par­ti­do» u «orga­ni­za­ción» y ape­nas nota­re­mos dife­ren­cias sus­tan­cia­les. Como vemos, una de las carac­te­rís­ti­cas de la buro­cra­cia polí­ti­ca es el secre­tis­mo infor­ma­ti­vo, el con­trol del cono­ci­mien­to y del saber, su mono­po­li­za­ción. Otra, uni­da a la ante­rior, es que la buro­cra­cia solo fun­cio­na con gen­te de orden, en defi­ni­ti­va, con seres des­per­so­na­li­za­dos y caren­tes de volun­tad que obe­de­cen y callan, pero que tam­bién defien­den sus intere­ses de cas­ta. La expe­rien­cia mues­tra el enor­me poder de la buro­cra­cia de los par­ti­dos; peor, mues­tra cómo va selec­cio­nan­do a los miem­bros ele­gi­dos para tra­ba­jar a suel­do del par­ti­do, asa­la­ria­dos de la buro­cra­cia; cómo va de-for­man­do su men­ta­li­dad antes crí­ti­ca has­ta vol­ver­los sumi­sos y egoís­tas debi­do a los suel­dos que cobran. La «pos­tra­ción supers­ti­cio­sa ante la auto­ri­dad», ade­más de recor­dar­nos a Epi­cu­ro, nos remi­te a la asun­ción pasi­va y obe­dien­te de la auto­ri­dad en gene­ral, o por decir­lo cru­da­men­te, de «la figu­ra del Amo»[53].

¿Cómo ven­cer a la buro­cra­cia des­de el ins­tan­te en que empie­za a sur­gir en el seno de la orga­ni­za­ción, del par­ti­do? De varias for­mas, todas ellas inter­re­la­cio­na­das y a la vez inse­pa­ra­bles de la máxi­ma poten­cia­ción de la demo­cra­cia socia­lis­ta en la socie­dad, en las cla­ses explo­ta­das y en el par­ti­do, cues­tión que por obvia y exten­sa no la desa­rro­lla­mos aquí. Ambos ami­gos sabían muy bien por expe­rien­cia pro­pia que siem­pre es nece­sa­ria una dis­ci­pli­na cons­cien­te para el buen fun­cio­na­mien­to de una orga­ni­za­ción, para que esta no sea una jau­la de gri­llos y en 1859 Marx insis­te en la dis­ci­pli­na inter­na «o todo se irá al demo­nio…»[54]. Pero la dis­ci­pli­na inter­na no pue­de basar­se en la obe­dien­cia sumi­sa, en la ausen­cia de crí­ti­ca cons­truc­ti­va, al con­tra­rio: En 1868 Marx fue con­tun­den­te: «Don­de el obre­ro es buro­crá­ti­ca­men­te dis­ci­pli­na­do des­de la infan­cia y cree en la auto­ri­dad y en los orga­nis­mos ubi­ca­dos por enci­ma de él, lo más impor­tan­te es ense­ñar­le a actuar con inde­pen­den­cia»[55], inde­pen­den­cia sin la cual no rom­pe­rá con la «figu­ra del Amo» que pudre su con­cien­cia. Actuar con inde­pen­den­cia es actuar con liber­tad, es supe­rar median­te la pra­xis la dis­ci­pli­na buro­crá­ti­ca a la auto­ri­dad supe­rior, buro­cra­cia men­tal intro­du­ci­da des­de la infancia.

Marx y Engels eran muy cons­cien­tes del terri­ble poder de deglu­ción y asi­mi­la­ción del capi­ta­lis­mo ya que, entre otras muchas razo­nes, «jun­to a las mise­rias moder­nas, nos ago­bia toda una serie de mise­rias here­da­das, fru­to de la super­vi­ven­cia de tipos de pro­duc­ción anti­quí­si­mos y ya cadu­cos, con todo su séqui­to de rela­cio­nes polí­ti­cas y socia­les ana­cró­ni­cas. No solo nos ator­men­tan los vivos, sino tam­bién los muer­tos. Le mort sai­sit le vif!»[56]. La orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria ha de pro­pa­gar la cons­cien­cia lúci­da y crí­ti­ca que supere las mise­rias here­da­das. Para apren­der a actuar inde­pen­dien­te­men­te, libe­ra­da de la dis­ci­pli­na buro­crá­ti­ca, de la creen­cia en la auto­ri­dad y en los pode­res supe­rio­res, el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio ha de impul­sar «una revo­lu­ción den­tro de las cabe­zas de las masas obre­ras»[57], como afir­ma­ba Engels tras ana­li­zar muchas expe­rien­cias ante­rio­res y cons­ta­tar la limi­ta­da efec­ti­vi­dad con­cien­cia­do­ra de medi­das inclu­so pro­gre­sis­tas como las nacio­na­li­za­cio­nes de empre­sas por el Esta­do burgués.

En 1877 Marx vuel­ve sobre el mis­mo pro­ble­ma de la obe­dien­cia a la auto­ri­dad y hacien­do exten­si­ble a Engels su opi­nión afir­ma que ellos nun­ca han bus­ca­do la popu­la­ri­dad, que sien­ten repug­nan­cia por todo cul­to a la per­so­na­li­dad, que siem­pre se nega­ron a dar publi­ci­dad a las nume­ro­sas loas que reci­bie­ron, y que des­de que ini­cia­ron de jóve­nes su mili­tan­cia comu­nis­ta pusie­ron la con­di­ción de que se eli­mi­na­rían de sus Esta­tu­tos todo lo rela­cio­na­do con el «cul­to a la autoridad»:

[…] No me eno­jo (según dice Hei­ne) y Engels tam­po­co. No damos un peni­que por la popu­la­ri­dad. Como prue­ba de ello cita­ré, por ejem­plo, el siguien­te hecho: por repug­nan­cia a todo cul­to a la per­so­na­li­dad yo, duran­te la exis­ten­cia de la Inter­na­cio­nal, nun­ca per­mi­tía que lle­ga­sen a la publi­ci­dad los nume­ro­sos men­sa­jes con el reco­no­ci­mien­to de mis méri­tos, con que me moles­ta­ban des­de dis­tin­tos paí­ses: inclu­so nun­ca les res­pon­día, si pres­cin­di­mos de las amo­nes­ta­cio­nes que les hacía. La pri­me­ra afi­lia­ción, mía y de Engels, a la socie­dad secre­ta de los comu­nis­tas se reali­zó bajo la con­di­ción de que se eli­mi­na­ría de los Esta­tu­tos todo lo que con­tri­buía a la pos­tra­ción supers­ti­cio­sa ante la auto­ri­dad. (Las­sa­lle pro­ce­día más tar­de de modo exac­ta­men­te con­tra­rio)[58].

A. Prior Olmos es autor de una pro­fun­da inves­ti­ga­ción sobre el pro­ble­ma de la liber­tad en el mar­xis­mo, y con­cre­ta­men­te en Marx. En un momen­to de su obra afir­ma que: «Marx hubie­ra recha­za­do sin duda el abe­rran­te cul­to a la per­so­na­li­dad a que ha sido some­ti­da su figu­ra duran­te gene­ra­cio­nes ente­ras y que tie­ne mucho que ver con el estan­ca­mien­to y aun retro­ce­so (por las defor­ma­cio­nes tan comu­nes) que la meto­do­lo­gía “mar­xis­ta” ha sufri­do duran­te el siglo XX, al pun­to que son con­ta­das las obras ori­gi­na­les y fres­cas pro­du­ci­das por sus segui­do­res»[59]. Aun­que aquí la anun­cia, des­gra­cia­da­men­te este autor desa­rro­lla poco la malig­na cone­xión entre buro­cra­cia y cul­to a la per­so­na­li­dad, el empo­bre­ci­mien­to teó­ri­co y polí­ti­co, y la deri­va pri­me­ro refor­mis­ta y lue­go fre­cuen­te­men­te reac­cio­na­ria de la buro­cra­cia adu­la­do­ra de la «figu­ra del Amo» antes referida.

En 1882, Engels rei­vin­di­ca la nece­si­dad de apren­der y atre­ver­se a estar en mino­ría cuan­do lo que está en jue­go es la esen­cia revo­lu­cio­na­ria de la orga­ni­za­ción ame­na­za­da por la buro­cra­ti­za­ción paci­fis­ta y refor­mis­ta: «Hallar­se por un momen­to en mino­ría con un pro­gra­ma correc­to ‑en tan­to orga­ni­za­ción- es mejor que tener un gran núme­ro de segui­do­res, que solo nomi­nal­men­te pue­den ser con­si­de­ra­dos como par­ti­da­rios»[60]. Y en 1889 insis­te en que «el par­ti­do obre­ro se basa en las crí­ti­cas más agu­das de la socie­dad exis­ten­te; la crí­ti­ca es su ele­men­to vital; ¿cómo pue­de, enton­ces, evi­tar él mis­mo las crí­ti­cas, prohi­bir las con­tro­ver­sias? ¿Es posi­ble que deman­de­mos de los demás liber­tad de pala­bra solo para eli­mi­nar­la inme­dia­ta­men­te den­tro de nues­tras pro­pias filas?»[61].

La defen­sa de la liber­tad y de la nece­si­dad del deba­te colec­ti­vo se expre­só en la crí­ti­ca «bas­tan­te acer­ba»[62] que Engels hizo al borra­dor del Pro­gra­ma de Erfurt cuyo Con­gre­so se cele­bró en 1891, crí­ti­ca que fue sua­vi­za­da por la buro­cra­cia del par­ti­do, la mis­ma que cen­su­ró y ocul­tó impres­cin­di­bles opi­nio­nes de Engels sobre la valía de la vio­len­cia revo­lu­cio­na­ria a pesar de las trans­for­ma­cio­nes exter­nas en los sis­te­mas de domi­na­ción capi­ta­lis­ta escri­tas en 1894 – 1895, pese a las pro­tes­tas de aquél[63]. Estas y otras muchas refe­ren­cias a la liber­tad y al pen­sa­mien­to crí­ti­co den­tro de la mili­tan­cia revo­lu­cio­na­ria entron­can direc­ta­men­te con el pro­ble­ma de la repre­sión en su glo­ba­li­dad, ya que hacen refe­ren­cia a que el ideal de vida de un revo­lu­cio­na­rio es la lucha por la liber­tad, a que la sumi­sión es una des­gra­cia, a que el ser­vi­lis­mo es el peor defec­to humano según Marx[64], es decir jus­to lo opues­to que la aco­mo­da­ti­cia tran­qui­li­dad poli­ti­que­ra que acep­ta la «nor­ma­li­dad demo­crá­ti­ca» tal cual la defi­ne el orden burgués.

Sin duda, es la mul­ti-cau­sal mez­co­lan­za astu­ta y per­ver­sa entre mie­do, tran­qui­li­dad, sumi­sión y ser­vi­lis­mo, nor­ma­li­dad y dis­fru­te pasi­vo de los «dere­chos demo­crá­ti­cos», la que expli­ca la faci­li­dad con la que triun­fa la infil­tra­ción poli­cial en la direc­ción de las orga­ni­za­cio­nes, sin­di­ca­tos y par­ti­dos de la opo­si­ción legal para impul­sar en su inte­rior el paci­fis­mo socio­po­lí­ti­co, cul­tu­ral y éti­co. El embrión del par­ti­do social­de­mó­cra­ta ale­mán esta­ba con­tro­la­do polí­ti­ca­men­te por los ser­vi­cios secre­tos de Bis­marck que habían infil­tra­do al pin­tor Eichler nada menos que en el car­go de pre­si­den­te del comi­té orga­ni­za­dor[65] del pri­mer Par­ti­do Socia­lis­ta ale­mán en 1863. Este agen­te infil­tra­do pro­pa­gó la idea de que el Esta­do era un ins­tru­men­to neu­tral que podía y que­ría ayu­dar al pro­le­ta­ria­do a mejo­rar su suer­te por medio del coope­ra­ti­vis­mo y otros méto­dos, de mane­ra que la ins­tau­ra­ción de la «jus­ti­cia social» se rea­li­za­ría pací­fi­ca y normalmente.

5. Paci­fis­mo y socialdemocracia 

Apro­ve­chan­do los efec­tos de este cán­cer paci­fis­ta, Bis­marck, en repre­sen­ta­ción de la bur­gue­sía ale­ma­na, recu­rrió a la pro­vo­ca­ción mediá­ti­ca para repri­mir a la social­de­mo­cra­cia ale­ma­na entre 1878 y 1890. Dos revo­lu­cio­na­rios no socia­lis­tas pusie­ron algu­nas bom­bas dan­do así la posi­bi­li­dad a la pren­sa para que, «fomen­tan­do el his­te­ris­mo»[66], exi­gie­se un gol­pe repre­si­vo ile­ga­li­za­dor de la social­de­mo­cra­cia en un con­tex­to de cre­cien­te lucha de cla­ses por los efec­tos de la cri­sis socio­eco­nó­mi­ca. Bis­marck se había ade­lan­ta­do a los acon­te­ci­mien­tos ins­ti­gan­do el mie­do y la his­te­ria en sec­to­res con­ser­va­do­res y poco con­cien­cia­dos, pillan­do des­pre­ve­ni­da a la social­de­mo­cra­cia[67]. Ade­más, fue una ley que pue­de defi­nir­se como «gol­pe blan­do» si por «gol­pe duro» enten­de­mos el terror nazi de medio siglo más tar­de. Aho­ra se man­tu­vie­ron abier­tas las «ins­ti­tu­cio­nes demo­crá­ti­cas bási­cas» del «Esta­do social» como el par­la­men­to, los ayun­ta­mien­tos, la vida sin­di­cal, toda la pren­sa excep­to la ile­ga­li­za­da, etcé­te­ra. Sin embar­go, el que fue­ra un «gol­pe blan­do» no impi­dió la «rápi­da des­or­ga­ni­za­ción del par­ti­do, así como de los sin­di­ca­tos sos­pe­cho­sos de ideas socia­lis­tas. Pero la repre­sión fue mucho más amplia, pues­to que nume­ro­sos hom­bres de empre­sa encon­tra­ron en dicha ley el pre­tex­to para des­pe­dir a obre­ros socia­lis­tas o para hacer­les fir­mar, ame­na­zán­do­les con el des­pi­do, decla­ra­cio­nes con­de­na­to­rias del socia­lis­mo»[68].

El par­ti­do social­de­mó­cra­ta, pasa­dos los pri­me­ros gol­pes, res­pon­dió de varias for­mas, de las cua­les vamos a citar dos: una, fue orga­ni­zar gru­pos clan­des­ti­nos que for­ma­ban una orga­ni­za­ción ile­gal que dis­tri­buía entre la mili­tan­cia y los gru­pos obre­ros sim­pa­ti­zan­tes la pren­sa del par­ti­do, sus perió­di­cos y revis­tas, repar­ti­dos «por hom­bres de con­fian­za a los que un ser­vi­cio de segu­ri­dad, la «Más­ca­ra de Ace­ro», pro­te­gía con­tra los agen­tes de la poli­cía impe­rial y los esqui­ro­les»[69]. Y la otra, con­sis­tió en impul­sar la mayor can­ti­dad posi­ble de movi­mien­tos socia­les, popu­la­res, cul­tu­ra­les, etcé­te­ra, que for­ma­ron una den­sa y exten­sa red de cla­se en la que los mili­tan­tes clan­des­ti­nos podían actuar con suma faci­li­dad: «Se mul­ti­pli­ca­ron las aso­cia­cio­nes cora­les y depor­ti­vas, los clubs de juga­do­res de car­tas y fuma­do­res, y las cajas de soco­rro volun­ta­rio, a la vez que una gran can­ti­dad de lite­ra­tu­ra apa­ren­te­men­te recrea­ti­va, como Unterhal­tungs­baltt (Perió­di­co Recrea­ti­vo) de Bruns­wick, man­te­nía en las con­cien­cias el con­cep­to de socia­lis­mo. Los méto­dos de lucha clan­des­ti­na fue­ron per­fec­cio­na­dos en los con­gre­sos de Zurich (1882) y de Copenha­gue (1883). Y así como las elec­cio­nes de 1881 habían supues­to un gra­ve retro­ce­so de los votos socia­lis­tas (312.000), las de 1884, con 550.000 votos y 24 esca­ños, cons­ti­tu­ye­ron un reso­nan­te éxi­to»[70].

Engels ha deja­do varias opi­nio­nes sobre este lar­go perío­do repre­si­vo. En la car­ta a J. P. Bec­ker mues­tra su júbi­lo por el hecho de que la repre­sión ha ale­ja­do del par­ti­do a bue­na par­te de la cas­ta inte­lec­tual que cre­cía en su inte­rior y ha ser­vi­do para que la juven­tud obre­ra que: «es mucho mejor que casi todos sus líde­res» demues­tre su capa­ci­dad logran­do así que «las cosas van mejor que nun­ca»[71]. Nue­ve meses más tar­de, Engels envía otra car­ta a Bec­ker en la que sos­tie­ne que:

La poli­cía le ha abier­to a nues­tra gen­te un cam­po real­men­te esplén­di­do: la inin­te­rrum­pi­da lucha con­tra la poli­cía mis­ma. Esta se rea­li­za siem­pre y en todas par­tes con gran éxi­to y, lo que es mejor, con gran humor. Los poli­cías son derro­ta­dos y obli­ga­dos a bus­car deses­pe­ra­da­men­te una tran­sac­ción. Y yo creo que esta lucha es la más útil en las actua­les cir­cuns­tan­cias. Sobre todo man­tie­ne encen­di­do en nues­tros mucha­chos el odio al enemi­go. Peo­res tro­pas que la poli­cía ale­ma­na no podrían enviar­se a nues­tro encuen­tro; inclu­so allí don­de tie­nen todas las posi­bi­li­da­des de ganar sufren una derro­ta moral, y entre nues­tros mucha­chos cre­ce día a día la con­fian­za en la vic­to­ria[72].

Todo indi­ca­ba que la juven­tud obre­ra y las masas tra­ba­ja­do­ras esta­ban des­bor­dan­do la muy estre­cha lega­li­dad tole­ra­da por el «gol­pe blan­do» a pesar de que, como hemos vis­to, la patro­nal apro­ve­cha­se el mie­do al des­em­pleo y a la repre­sión para impo­ner abju­ra­cio­nes del socia­lis­mo. El gobierno ale­mán se basó en la mis­ma polí­ti­ca patro­nal pero a esca­la de todo el Esta­do, al exi­gir a la social­de­mo­cra­cia que abju­ra­se del dere­cho a la revo­lu­ción para poder ser lega­li­za­da. Engels se opu­so fron­tal y deci­di­da­men­te a seme­jan­te clau­di­ca­ción, expli­can­do que acep­tar esa exi­gen­cia supon­dría un gol­pe demo­le­dor para el ascen­so de la con­cien­cia radi­cal de la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Sos­tu­vo ade­más que «el dere­cho a la revo­lu­ción exis­tió ‑de lo con­tra­rio los gober­nan­tes actua­les no serían lega­les- pero a par­tir de aho­ra no podrá exis­tir más»[73] si se acep­ta la exi­gen­cia bur­gue­sa. Y tras expli­car quie­nes son los bur­gue­ses y cómo han lle­ga­do al poder, continúa:

Y esos son los par­ti­dos que nos exi­gen que noso­tros, solo a noso­tros de entre todos, decla­re­mos que en nin­gu­na cir­cuns­tan­cia recu­rri­re­mos a la fuer­za, y que nos some­te­re­mos a toda opre­sión, a todo acto de vio­len­cia, no solo cuan­do sea legal mera­men­te en la for­ma ‑legal según lo juz­gan nues­tros adver­sa­rios- sino tam­bién cuan­do sea direc­ta­men­te ilegal.

Por cier­to que nin­gún par­ti­do ha renun­cia­do al dere­cho de resis­ten­cia arma­da, en cier­tas cir­cuns­tan­cias, sin men­tir. Nin­guno ha sido capaz de renun­ciar jamás a ese dere­cho al que se lle­ga en últi­ma instancia.

Pero una vez que se lle­gue a dis­cu­tir las cir­cuns­tan­cias en las cua­les un par­ti­do se reser­va este dere­cho, el jue­go está gana­do. Enton­ces pue­de hablar­se con cla­ri­dad. Y espe­cial­men­te un par­ti­do al que se ha decla­ra­do que no tie­ne dere­chos, un par­ti­do, en con­se­cuen­cia, al que se ha indi­ca­do direc­ta­men­te, des­de arri­ba, el camino de la revo­lu­ción. Tal decla­ra­ción de ile­ga­li­dad pue­de repe­tir­se dia­ria­men­te en la for­ma en que ocu­rrió una vez. Exi­gir una decla­ra­ción incon­di­cio­nal de esta cla­se de un par­ti­do tal, es total­men­te absurdo.

Solo el poder es res­pe­ta­do, y úni­ca­men­te mien­tras sea­mos un poder sere­mos res­pe­ta­dos por el filis­teo. Quien haga con­ce­sio­nes no podrá seguir sien­do una poten­cia y será des­pre­cia­do por él. La mano de hie­rro pue­de hacer­se sen­tir en un guan­te de ter­cio­pe­lo, pero debe hacer­se sen­tir. El pro­le­ta­ria­do ale­mán se ha con­ver­ti­do en un par­ti­do pode­ro­so, que sus repre­sen­tan­tes sean dig­nos de él[74].

A media­dos de la déca­da de 1880 era toda­vía redu­ci­do el sec­tor del par­ti­do dis­pues­to a cum­plir la exi­gen­cia bur­gue­sa de abju­ra­ción del dere­cho a la revo­lu­ción para poder vol­ver a la lega­li­dad, pero ese sec­tor ya exis­tía y con el tiem­po iría cre­cien­do has­ta salir en defen­sa del impe­ria­lis­mo ale­mán en 1914. Su aumen­to iba uni­do al for­ta­le­ci­mien­to del revi­sio­nis­mo. Una de las bases socia­les del lega­lis­mo revi­sio­nis­ta y clau­di­ca­cio­nis­ta era el aumen­to de los par­la­men­ta­rios social­de­mó­cra­tas de extrac­ción peque­ño­bur­gue­sa en las con­di­cio­nes repre­si­vas de la ley anti­so­cia­lis­ta: «Pero el “ele­men­to peque­ño-bur­gués” en sen­ti­do pro­pio se halla­ba repre­sen­ta­do sobre todo en la frac­ción par­la­men­ta­ria. Sus com­po­nen­tes habían alcan­za­do su posi­ción den­tro del par­ti­do en la épo­ca de la ley con­tra los socia­lis­tas ya que a ellos no les afec­ta­ban las repre­sa­lias en for­ma de des­pi­dos dada su inde­pen­den­cia eco­nó­mi­ca»[75].

Una inde­pen­den­cia eco­nó­mi­ca que les per­mi­tía dis­po­ner de tiem­po libre y de cier­ta expe­rien­cia admi­nis­tra­ti­va[76], dos ven­ta­jas que les faci­li­tan acce­der a pues­tos inter­nos en el par­ti­do, fun­cio­na­ri­zán­do­se. Ven­ta­jas deci­si­vas refor­za­das por la casi inexis­ten­te for­ma­ción teó­ri­ca mar­xis­ta del par­ti­do: en 1905 ape­nas el 10% de sus miem­bros poseían algún cono­ci­mien­to de mar­xis­mo[77], mien­tras que los subs­crip­to­res a la revis­ta teó­ri­ca Neue Zeit no sobre­pa­sa­ba el 1,5% de la militancia.

Para los obje­ti­vos de nues­tra inves­ti­ga­ción, lo fun­da­men­tal del pro­ble­ma que tra­ta­mos, la rela­ción entre revi­sio­nis­mo, repre­sión y derro­ta, radi­ca en que el aumen­to del revi­sio­nis­mo en el par­ti­do social­de­mó­cra­ta ale­mán no se debió tan­to a las medi­das de refor­ma social deci­di­das por la frac­ción domi­nan­te de la bur­gue­sía, como sobre todo a la mis­ma fuer­za inte­gra­do­ra que empie­za en el refor­mis­mo par­la­men­ta­ris­ta y aca­ba en el revi­sio­nis­mo prác­ti­co que apo­ya al impe­ria­lis­mo y que ase­si­na a los excom­pa­ñe­ros de mili­tan­cia en 1918. Tie­ne razón J. Droz cuan­do argu­men­ta que la cau­sa deter­mi­nan­te de la vic­to­ria del revi­sio­nis­mo fue la cre­cien­te volun­tad de alian­za par­la­men­ta­ria con la peque­ña-bur­gue­sía para obte­ner mejo­ras socia­les, en una fase de expan­sión eco­nó­mi­ca y de ten­sio­nes inter­im­pe­ria­lis­tas en aumen­to a comien­zos del siglo XX[78]. El nacio­na­lis­mo colo­nia­lis­ta y lue­go impe­ria­lis­ta ale­mán fue otra fuer­za que ace­le­ró la deri­va revi­sio­nis­ta: ya en 1871 Wilhelm Liebk­necht se vio obli­ga­do a decla­rar que: «Nos acu­sáis de no tener patria, voso­tros que nos la habéis qui­ta­do»[79], en denun­cia de la pro­pa­gan­da nacio­na­lis­ta bur­gue­sa que acu­sa­ba al socia­lis­mo de ser enemi­go de Alemania.

Por últi­mo, la repre­sión tam­bién jugó un papel cen­tral en el for­ta­le­ci­mien­to del lega­lis­mo y del paci­fis­mo par­la­men­ta­ris­ta, como ha demos­tra­do M. Gal­ce­ran al expli­car que la con­tro­ver­sia con Engels, en la que el par­ti­do cen­su­ró y mani­pu­ló su pen­sa­mien­to, demues­tra los lími­tes de la demo­cra­cia bur­gue­sa de la épo­ca y «saca a relu­cir el mie­do cons­tan­te a un nue­vo perío­do de excep­ción»[80] que des­tro­za­ría el apa­ra­to buro­crá­ti­co reins­tau­ran­do la dura lucha clan­des­ti­na. La polí­ti­ca del mie­do y la repre­sión físi­ca se man­tu­vie­ron des­pués de 1894, cuan­do Gui­ller­mo II aban­do­nó las «velei­da­des refor­mis­tas» y vol­vió al con­ser­va­du­ris­mo, de modo que «el inmo­vi­lis­mo polí­ti­co y la repre­sión con­tra los sin­di­ca­tos y el par­ti­do socia­lis­ta fue­ron ras­gos domi­nan­tes de la nue­va eta­pa. Su efec­to, la exten­sión del des­con­ten­to, visi­ble tan­to en el incre­men­to de la con­flic­ti­vi­dad social y en el for­ta­le­ci­mien­to de las filas sin­di­ca­lis­tas y social­de­mó­cra­tas como en las cam­pa­ñas pro­mo­vi­das por los sec­to­res pro­gre­sis­tas»[81], aun­que sin resul­ta­dos sig­ni­fi­ca­ti­vos debi­do a la cerra­zón bur­gue­sa. Recor­de­mos que fue en este perío­do cuan­do tuvo lugar la olea­da revo­lu­cio­na­ria de 1905. Pues bien, el mie­do a la repre­sión, si bien no para­li­zó la lucha de cla­ses sino al con­tra­rio, sí refor­zó la buro­cra­ti­za­ción revi­sio­nis­ta y lega­lis­ta del par­ti­do socialdemócrata.

Las corrien­tes paci­fis­tas inte­lec­tua­lis­tas eran mayo­ri­ta­ria­men­te domi­nan­tes, si no total­men­te, en los gru­pos que se defi­nían socia­lis­tas y «mar­xis­tas» en Rusia e Ita­lia a fina­les del siglo XIX. Como ha expli­ca­do B. Gus­tafs­son en la direc­ción del par­ti­do socia­lis­ta ita­liano no había nin­gún obre­ro antes de 1890 y des­pués siguió sien­do amplia­men­te mayo­ri­ta­ria la tesis paci­fis­ta de que «a muchos les pare­cía lle­gar al socia­lis­mo “con l’accordo di tut­ti, con la per­sua­sio­nes e con l’amore”». Y en Ita­lia como en Rusia se con­si­de­ró en esta épo­ca al mar­xis­mo «como una for­ma pací­fi­ca y legal del socia­lis­mo»[82]. Y si del paci­fis­mo avan­za­mos a la fun­ción del sin­di­ca­lis­mo y del coope­ra­ti­vis­mo en socia­lis­tas de la épo­ca como Sorel, Cro­ce, Som­bart y otros, nos encon­tra­mos con que, para esta pode­ro­sa corrien­te: «el núcleo del socia­lis­mo era pre­ci­sa­men­te la lucha eco­nó­mi­ca del movi­mien­to obre­ro y no la lucha polí­ti­ca»[83].

Las tesis paci­fis­tas y apo­lí­ti­cas domi­nan­tes en esta épo­ca en el movi­mien­to socia­lis­ta euro­peo venías refor­za­das por el com­por­ta­mien­to ante­rior del par­ti­do social­de­mó­cra­ta duran­te su ile­ga­li­za­ción. Entre 1879 y 1890 la direc­ción del par­ti­do ale­mán ile­ga­li­za­do tomó la vía de la des­mo­vi­li­za­ción y del apa­ci­gua­mien­to: «En nin­gún momen­to hay lla­ma­mien­tos con­cre­tos, ni refe­ren­cias a la pre­ca­rie­dad de la lega­li­dad ale­ma­na de la épo­ca, como si real­men­te exis­tie­ra un Esta­do de dere­cho que aho­ra se veía ame­na­za­do por el decre­to y como si el sufra­gio uni­ver­sal fue­ra una reali­dad que hubie­ra que pre­ser­var por enci­ma de todo, sin nin­gún aná­li­sis de los modos y obje­ti­vos polí­ti­cos con que en su momen­to había sido intro­du­ci­do. Bebel, y lo mis­mo la pren­sa, habla­ba en el mis­mo espa­cio polí­ti­co que la bur­gue­sía, a la cual, cla­ra­men­te iban diri­gi­dos sus dis­cur­sos»[84]. Este len­gua­je hue­co y pom­po­so ser­vía tam­bién para refor­zar la inte­gra­ción en la «nor­ma­li­dad demo­crá­ti­ca» del apa­ra­to interno y del apa­ra­to ins­ti­tu­cio­nal, inclui­do el sin­di­ca­lis­ta, cada vez más absor­bi­do por la polí­ti­ca bur­gue­sa, por los acuer­dos, pac­tos y cesio­nes per­ma­nen­tes en par­la­men­tos y alcal­días[85], y cada vez con mejo­res suel­dos y con­di­cio­nes de tra­ba­jo com­pa­ra­dos con el res­to de la cla­se obrera.

6. Con­tex­tua­li­zan­do el ¿Qué hacer? 

El ¿Qué hacer?, y la ente­ra obra de Lenin, solo es com­pren­si­ble si se le ana­li­za en el pro­ce­so gene­ral de enri­que­ci­mien­to del mar­xis­mo en las nue­vas con­di­cio­nes de la lucha revo­lu­cio­na­ria rusa y mun­dial en pleno trán­si­to de la fase colo­nia­lis­ta a la fase impe­ria­lis­ta. Con­for­me estu­dia­ban más pro­fun­da­men­te el capi­ta­lis­mo, Marx y Engels fue­ron dán­do­se cuen­ta de que la revo­lu­ción comen­za­ría no en Ingla­te­rra, como habían creí­do en un prin­ci­pio, sino en Orien­te. En 1877 Marx advir­tió a Sor­ge que: «Esta vez la revo­lu­ción empe­za­rá en Orien­te, que ha sido has­ta aho­ra for­ta­le­za inex­pug­na­ble y ejér­ci­to de reser­va de la con­tra­rre­vo­lu­ción»[86]. Según Levre­ro, ambos amigos:

Supie­ron des­cu­brir correc­ta­men­te el sig­ni­fi­ca­do del pro­gre­si­vo des­pla­za­mien­to del núcleo del movi­mien­to socia­lis­ta revo­lu­cio­na­rio del cen­tro hacia la peri­fe­ria del mun­do capi­ta­lis­ta: no solo no se opu­sie­ron, en nom­bre de algu­na ideo­lo­gía obre­ris­ta, a dicho desa­rro­llo, sino que, al con­tra­rio, supie­ron indi­car a la tota­li­dad del movi­mien­to los pro­fun­dos moti­vos ‑el desa­rro­llo des­igual y la cri­sis del capi­ta­lis­mo- que pre­si­dían esa his­tó­ri­ca evo­lu­ción. […] Marx y Engels reco­no­cie­ron abier­ta­men­te y teo­ri­za­ron que el desa­rro­llo del movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio seña­la­ba la ten­den­cia de que «el cam­po» ase­dia­ba las «ciu­da­des» del capi­ta­lis­mo. Dedu­cían de esta ten­den­cia la cer­te­za de la cri­sis del capi­ta­lis­mo y la ineluc­ta­bi­li­dad de la revo­lu­ción socia­lis­ta. Los hechos pos­te­rio­res a 1917 han con­fir­ma­do ple­na­men­te su pre­vi­sión cien­tí­fi­ca[87].

Una mez­cla de deli­be­ra­da men­ti­ra e igno­ran­cia doc­ta ocul­ta intere­sa­da­men­te este deci­si­vo acier­to estra­té­gi­co del mar­xis­mo que expli­ca la evo­lu­ción mun­dial de la lucha de cla­ses. Los redu­ci­dos gru­pos de mar­xis­tas rusos reci­ben sobre sus espal­das y sus con­cien­cias la ingen­te tarea de luchar en un con­tex­to mina­do por todas las con­tra­dic­cio­nes posi­bles del modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta a fina­les del siglo XIX. Lenin es cons­cien­te de esta reali­dad y la asu­me casi des­de que ini­cio mis­mo del ¿Qué hacer?:

Al pro­le­ta­ria­do ruso le espe­ran prue­bas incon­men­su­ra­ble­men­te más duras: ten­drá que luchar con­tra un mons­truo, en com­pa­ra­ción con el cual pare­ce un ver­da­de­ro pigmeo la ley de excep­ción de un país cons­ti­tu­cio­nal. La his­to­ria nos ha impues­to aho­ra una tarea inme­dia­ta, que es la más revo­lu­cio­na­ria de todas las tareas inme­dia­tas del pro­le­ta­ria­do de cual­quier otro país. El cum­pli­mien­to de esta tarea, la demo­li­ción del más pode­ro­so baluar­te no solo de la reac­ción euro­pea, sino tam­bién (pode­mos decir­lo hoy) de la reac­ción asiá­ti­ca, con­ver­ti­ría al pro­le­ta­ria­do ruso en la van­guar­dia del pro­le­ta­ria­do revo­lu­cio­na­rio inter­na­cio­nal. Y tene­mos dere­cho a espe­rar que con­quis­ta­re­mos este títu­lo de honor, que se mere­cie­ron ya nues­tros pre­de­ce­so­res, los revo­lu­cio­na­rios de los años seten­ta, si sabe­mos infun­dir a nues­tro movi­mien­to, mil veces más vas­to y pro­fun­do, la mis­ma deci­sión abne­ga­da y la mis­ma ener­gía[88].

Fue pre­ci­sa­men­te en esos años seten­ta del siglo XIX cuan­do Marx y Engels com­pren­die­ron que la revo­lu­ción se des­pla­za­ba a Orien­te desa­rro­llan­do así lo esen­cial de la teo­ría que más ade­lan­te desa­rro­lla­ría Lenin, como hemos vis­to, insis­tien­do en otra idea bási­ca igual­men­te marxista:

De la revo­lu­ción mis­ma no debe uno for­mar­se la idea de que sea un acto úni­co (como, por lo vis­to se ima­gi­nan los Nadezh­kin), sino de que es una suce­sión rápi­da de explo­sio­nes más o menos vio­len­tas, alter­nan­do como perío­dos de cal­ma más o menos pro­fun­da. Por tan­to, el con­te­ni­do fun­da­men­tal de las acti­vi­da­des de la orga­ni­za­ción de nues­tro par­ti­do, el cen­tro de gra­ve­dad de estas acti­vi­da­des debe con­sis­tir en una labor que es posi­ble y nece­sa­ria tan­to duran­te el perío­do de la explo­sión más vio­len­ta como duran­te el de la cal­ma más com­ple­ta, a saber: en una labor de agi­ta­ción polí­ti­ca uni­fi­ca­da en toda Rusia que arro­je luz sobre todos los aspec­tos de la vida y que se diri­ja a las más gran­des masas[89].

La teo­ría del par­ti­do revo­lu­cio­na­rio que Lenin per­ge­ña embrio­na­ria­men­te en el ¿Qué hacer? está pen­sa­da para una lar­ga épo­ca revo­lu­cio­na­ria en la que se inter­ca­lan fases explo­si­vas o de ascen­so de las luchas y fases de cal­ma pro­fun­da o de retro­ce­so de las luchas y de apa­ren­te vic­to­ria bur­gue­sa. Los mili­tan­tes del par­ti­do han de guiar­se, con­si­guien­te­men­te, por una teo­ría capaz de asu­mir esa dure­za, sus fluc­tua­cio­nes y sus cam­bios pero tam­bién la per­sis­ten­cia de una explo­ta­ción que for­ma la esen­cia del capi­ta­lis­mo al que se com­ba­te. Por esto, Lenin recha­za la blan­da y refor­mis­ta tesis de Mar­tov sobre que cual­quie­ra pue­de per­te­ne­cer al par­ti­do con tal de reco­no­cer­lo. Con las vul­ga­ri­za­cio­nes sim­pli­fi­ca­do­ras pos­te­rio­res, se ha redu­ci­do este deba­te estra­té­gi­co al cho­que entre dos mode­los de par­ti­do, el del «par­ti­do mili­tar» supues­ta­men­te teo­ri­za­do por Lenin, y el del «par­ti­do de masas» de Mar­tov[90]. Se ha abu­sa­do intere­sa­da­men­te de la ter­mi­no­lo­gía de com­ba­te emplea­da por Lenin para, des­de un paci­fis­mo ren­di­do, qui­tar­le car­ga y poten­cial teó­ri­co y fuer­za polí­ti­ca y éti­ca al ¿Qué hacer?

Los men­che­vi­ques «sos­te­nían que el par­ti­do, cuyos miem­bros se reclu­ta­rían por adhe­sión, debía estar amplia­men­te abier­to a los sim­pa­ti­zan­tes; des­de el pun­to de vis­ta teó­ri­co, se incli­na­ban hacia la demo­cra­cia libe­ral y creían que debían mos­trar­se “aco­ge­do­res”, sin exi­gir que cada afi­lia­do per­te­ne­cie­se efec­ti­va­men­te a una orga­ni­za­ción del par­ti­do […] que­rían for­mar un par­ti­do simi­lar a la social­de­mo­cra­cia ale­ma­na»[91]. Según N. Geras: «En la con­cep­ción de Lenin, el par­ti­do no es un cuer­po amor­fo y difu­so de sim­pa­ti­zan­tes oca­sio­na­les, es un par­ti­do de acti­vis­tas, de cua­dros, que pre­ten­de, dicho de otro modo, reu­nir a la van­guar­dia pro­le­ta­ria con con­cien­cia de cla­se, y no sim­ple­men­te disol­ver­se en el nivel de con­cien­cia de la cla­se tal cual es»[92]. Pen­sa­mos que no es casua­li­dad que la for­ma orga­ni­za­ti­va men­che­vi­que atra­je­ra más a los inte­lec­tua­les pro­gre­sis­tas que a los obre­ros revo­lu­cio­na­rios, y vice­ver­sa, que la bol­che­vi­que atra­je­se más a los obre­ros revo­lu­cio­na­rios que a inte­lec­tua­les pro­gre­sis­tas[93].

Lenin pro­po­ne algo total­men­te dis­tin­to: «La con­cep­ción de par­ti­do de Lenin tenía dos polos uni­dos dia­léc­ti­ca­men­te: a) una estric­ta selec­ción de los miem­bros del par­ti­do sobre la base de su con­cien­cia de cla­se; b) la total soli­da­ri­dad con y el apo­yo a todos los opri­mi­dos y explo­ta­dos en el seno de la socie­dad capi­ta­lis­ta. Lenin insis­tía en que no había que mez­clar cosas dis­tin­tas: era mili­tan­te de la orga­ni­za­ción el que efec­ti­va­men­te asu­mía un com­pro­mi­so polí­ti­co orga­ni­za­do»[94] sabien­do que se enfren­ta­ba a una muy lar­ga y com­ple­ja lucha revo­lu­cio­na­ria en la que podía ser dete­ni­do, tor­tu­ra­do y des­te­rra­do, o asesinado.

Par­tien­do de esta reali­dad, la teo­ría que se ela­bo­re debe ser ágil, fle­xi­ble, adap­ta­ble a los cam­bios de fases, a los avan­ces y retro­ce­sos, o sea una teo­ría ela­bo­ra­da con el méto­do dia­léc­ti­co, o lo que es lo mis­mo, los mili­tan­tes bol­che­vi­ques han de tener una espe­cial for­ma­ción filo­só­fi­ca, polí­ti­ca y éti­ca. Como vere­mos, este esen­cial con­te­ni­do dia­léc­ti­co hace que el ¿Qué hacer? fue­ra solo el ini­cio de una teo­ría más amplia y en per­ma­nen­te adap­ta­ción y enri­que­ci­mien­to has­ta la muer­te de Lenin, no pudién­do­se redu­cir su teo­ría del par­ti­do solo a este libro como tan fre­cuen­te­men­te se ha hecho, y menos aún al tér­mino de «par­ti­do mili­tar». Tie­ne, por tan­to, ple­na razón F. Ver­cam­men cuan­do sos­tie­ne que:

En el Ter­cer Con­gre­so (1905), Lenin pole­mi­zó con vio­len­cia con­tra los que, en nom­bre del mis­mo tex­to -(el ¿Qué hacer?)-, se opo­nían a la afi­lia­ción masi­va de tra­ba­ja­do­res y a la elec­ción demo­crá­ti­ca de los órga­nos de direc­ción. En 1907, acep­tó que se reedi­ta­ra el folle­to en una colec­ción de artícu­los, Doce años, pero aña­dien­do un pró­lo­go que lo sitúa total­men­te en el pasa­do. Cual­quier inten­to pos­te­rior de reim­pri­mir­lo con fines edu­ca­ti­vos tro­pe­zó con su recha­zo. Así, en 1920, cuan­do en los círcu­los diri­gen­tes de la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta (IC) se vol­vió a pro­po­ner la reedi­ción para edu­car a los «jóve­nes» comu­nis­tas, pre­fi­rió, en medio de la gue­rra civil, escri­bir otro folle­to: El izquier­dis­mo, enfer­me­dad infan­til del comu­nis­mo (pri­ma­ve­ra de 1920), más cir­cuns­tan­cial pero con algu­nas sín­te­sis madu­ra­das duran­te vein­te años.

En 1921, en el Ter­cer Con­gre­so de la IC, el comu­nis­ta ale­mán Koe­nen, con el apo­yo de Lenin, pre­sen­to e hizo apro­bar una reso­lu­ción sobre La estruc­tu­ra, los méto­dos y las acti­vi­da­des de los par­ti­dos comu­nis­tas, que un año más tar­de Lenin (auto) cri­ti­ca­rá dura­men­te[95].

Lo dicho por F. Ver­cam­men ha sido tam­bién ade­lan­ta­do por otros his­to­ria­do­res, de entre los cua­les aho­ra solo recu­rri­mos a N. Geras al afir­mar que «en 1905, cuan­do Lenin que­ría abrir el par­ti­do en el sen­ti­do de que había a la sazón masas de obre­ros en lucha que en su opi­nión debían tener un lugar en un par­ti­do más abier­to y mayor, encon­tró opo­si­ción entre los cua­dros bol­che­vi­ques, los hom­bres de los comi­tés, edu­ca­dos en los argu­men­tos del ¿Qué hacer? que acu­sa­ban a Lenin de que­rer jugar a la demo­cra­cia. Otro ejem­plo, la reac­ción sec­ta­ria de muchos cua­dros bol­che­vi­ques al sur­gi­mien­to de aque­llas ins­ti­tu­cio­nes espon­tá­neas, no-par­ti­da­rias, que fue­ron los soviet»[96]. Hemos esco­gi­do esta cita de este inves­ti­ga­dor, entre las muchas idén­ti­cas de otros estu­dio­sos, por­que esta anun­cia una cons­tan­te que reapa­re­ce­rá en los años pos­te­rio­res y que no pode­mos ana­li­zar en este tex­to: los fre­cuen­tes cho­ques entre la mayo­ría de la direc­ción bol­che­vi­que y una mino­ría diri­gi­da por Lenin, que a veces fue una mino­ría muy mino­ri­ta­ria, o sea, el ape­go de la mayo­ría de la direc­ción a las tesis del pasa­do y su difi­cul­tad para com­pren­der y acep­tar las nue­vas ideas del gru­pi­to de Lenin.

Sobre la tan mani­pu­la­da his­to­ria del bol­che­vis­mo es nece­sa­rio leer a P. Broué cuan­do advier­te de que han exis­ti­do tres orga­ni­za­cio­nes dis­tin­tas bajo la deno­mi­na­ción de «par­ti­do bol­che­vi­que»: el par­ti­do entre 1903 – 1911, la frac­ción bol­che­vi­que inter­na a este par­ti­do, y el par­ti­do des­de 1912 que daría un sal­to en 1917 al cam­biar de nom­bre e inte­grar otras fuer­zas polí­ti­cas[97]. Insis­te en el deba­te de 1905 sobre si abrir o no el par­ti­do a los obre­ros sin par­ti­do, entre Lenin par­ti­da­rio de hacer­lo y Rykov par­ti­da­rio de no hacer­lo: el deba­te lo per­dió Lenin pero la diná­mi­ca revo­lu­cio­na­ria en la calle va con­ven­cien­do al par­ti­do que hay que abrir­se a la cla­se obre­ra[98]. La for­ma­ción clan­des­ti­na, y la adap­ta­bi­li­dad y capa­ci­dad de apren­der de sus erro­res y de abrir­se a lo nue­vo per­mi­ti­rá a los bol­che­vi­ques supe­rar uno a uno los devas­ta­do­res gol­pes repre­si­vos, de modo que: «El par­ti­do que toma el poder en octu­bre de 1917 es la pro­lon­ga­ción del par­ti­do naci­do en 1912 y de la frac­ción pos­te­rior a 1903. Es sin embar­go com­ple­ta­men­te dis­tin­to […] Los bol­che­vi­ques mues­tran bue­na cara a las corrien­tes extra­ñas que se unen a su orga­ni­za­ción. Es ver­dad que ellos mis­mos no for­man un blo­que mono­lí­ti­co: sobre quin­ce titu­la­res que vie­nen direc­ta­men­te de la orga­ni­za­ción pro­pia­men­te bol­che­vi­que, sie­te por lo menos, han, en el pasa­do, esta­do en con­flic­to con Lenin sobre tal o cual cues­tión»[99].

Si la evo­lu­ción del par­ti­do social­de­mó­cra­ta ruso es mucho más com­ple­ja y enre­ve­sa­da de lo que se cree, otro tan­to suce­de con el pen­sa­mien­to de Lenin sobre el par­ti­do. Dicho a muy gran­des ras­gos, es inne­ga­ble que exis­ten tres gran­des fases gene­ra­les en la evo­lu­ción teó­ri­ca de su prác­ti­ca orga­ni­za­ti­va: la pri­me­ra, la que se expre­sa en el ¿Qué hacer?, escri­to en la pri­me­ra mitad de 1902; la segun­da, la que se expre­sa en el apren­di­za­je tras la revo­lu­ción de 1905 y los cam­bios pos­te­rio­res; y, la ter­ce­ra y últi­ma, la que se expre­sa en el apren­di­za­je de la revo­lu­ción de 1917, que se man­tie­ne has­ta su muer­te a comien­zos de 1924. Pero en las tres se man­tie­ne una iden­ti­dad bási­ca: cerrar­se ante la repre­sión en los momen­tos de reflu­jo y abrir­se a la cla­se obre­ra y a otras izquier­das revo­lu­cio­na­rias con las que se ha dis­cu­ti­do en el pasa­do en los momen­tos de ascen­so de la lucha de clases.

Por eso, si tuvié­ra­mos que sin­te­ti­zar en dos pala­bras su apor­ta­ción, diría­mos for­zan­do un poco el símil, que es un «par­ti­do acor­deón» en su for­ma exter­na, es decir, fle­xi­ble, dúc­til, adap­ta­ble a las nece­si­da­des de cada momen­to, capaz de cerrar­se como un puño fren­te a la repre­sión que está a pun­to de exter­mi­nar­lo, y de abrir­se al poco tiem­po a las nue­vas nece­si­da­des, inte­grán­do­las, pero man­te­nien­do su iden­ti­dad de van­guar­dia cen­tra­li­za­da. Tam­bién podría­mos hacer­lo dicien­do que, des­de otra pers­pec­ti­va, es una «orga­ni­za­ción red» ya que inclu­so en los peo­res momen­tos repre­si­vos, en el inmen­so y mal comu­ni­ca­do impe­rio zaris­ta, los esca­sos gru­pi­tos bol­che­vi­ques actua­ban como nudos de red en el débil flu­jo de infor­ma­cio­nes, pro­pues­tas, crí­ti­cas y accio­nes clan­des­ti­nas. Pero en el inte­rior y al mar­gen de esas adap­ta­cio­nes, con­ser­va unas cons­tan­tes fun­da­men­ta­les. Así se com­pren­de que:

Es sin duda el carác­ter de masa del par­ti­do en los cen­tros indus­tria­les la con­fian­za que le dan la mayo­ría de los obre­ros cons­cien­tes lo que expli­ca la atmós­fe­ra ultra-demo­crá­ti­ca que pre­va­le­ce en sus filas duran­te los meses que pre­ce­den y los que siguen inme­dia­ta­men­te a la toma del poder. El par­ti­do bol­che­vi­que ‑hay que admi­tir­lo aun si eso con­tra­di­ce la ima­gen de Epi­nal- cono­ce y acep­ta la indis­ci­pli­na: Zino­viev y Kame­nev divul­gan y des­aprue­ban la deci­sión de pasar a la insu­rrec­ción: el Comi­té Cen­tral los inti­ma… a no vol­ver a empe­zar. Reco­mien­zan sin embar­go, y Kame­nev enca­be­za duran­te algu­nos días, una opo­si­ción más amplia con­tra la deci­sión de cons­ti­tuir un gobierno pura­men­te bol­che­vi­que: comi­sa­rios del pue­blo y miem­bros del Comi­té Cen­tral votan en el Con­gre­so de los soviets con­tra las posi­cio­nes de la mayo­ría, las posi­cio­nes del par­ti­do. No es sino des­pués de esta extra­va­gan­cia que el Comi­té Cen­tral toma la ini­cia­ti­va de reem­pla­zar a Kame­nev por Sverd­lov en la pre­si­den­cia del Comi­té eje­cu­ti­vo de los soviets. Los ata­ques más vio­len­tos de Lenin cae­rán sobre los «deser­to­res», los que renun­cian: no se tra­ta de excluir, sino de atraer de vuel­ta al par­ti­do a los indis­ci­pli­na­dos. Los mis­mos fenó­me­nos se repro­du­cen duran­te la dis­cu­sión sobre la paz y las tra­ta­ti­vas de Brest-Litovsk en 1918. La ofi­ci­na regio­nal de Mos­cú y su dia­rio com­ba­ten públi­ca­men­te la posi­ción guber­na­men­tal, Buja­rin y su gru­po de «comu­nis­tas de izquier­da» publi­can un dia­rio que ata­ca con balas rojas a la direc­ción del par­ti­do y de los soviets. El Comi­té Cen­tral les garan­ti­za la liber­tad de expre­sión total en el inte­rior: espe­ra­rá, sin tomar san­cio­nes, que los opo­si­to­res aban­do­nen por ellos mis­mos su ini­cia­ti­va exte­rior y se esfuer­za por convencerlos.

En reali­dad, duran­te ese perío­do revo­lu­cio­na­rio, la polí­ti­ca bol­che­vi­que es some­ti­da todos los días a la crí­ti­ca o a la apro­ba­ción de los obre­ros, de los sol­da­dos y de los cam­pe­si­nos en las asam­bleas gene­ra­les, los míti­nes, las reunio­nes de sin­di­ca­tos o de soviet[100].

V. Ser­ge escri­be que en los peo­res momen­tos de 1918 – 1919, el par­ti­do «se adap­ta rigu­ro­sa­men­te a las nece­si­da­des del momen­to […] Pero su pen­sa­mien­to con­ti­nua vigo­ro­so y libre. Aco­ge a los que has­ta el día ante­rior habían sido anar­quis­tas y social­re­vo­lu­cio­na­rios de izquier­da […] Era tan poco for­za­da la auto­ri­dad de Lenin, y las cos­tum­bres demo­crá­ti­cas eran tan vigo­ro­sas den­tro de la revo­lu­ción, que nadie dis­cu­tía el dere­cho de cual­quier revo­lu­cio­na­rio recién lle­ga­do a mani­fes­tar rotun­da­men­te su pen­sa­mien­to fren­te al jefe del par­ti­do»[101]. La capa­ci­dad de adap­ta­ción se verá con­fir­ma­da poco tiem­po des­pués, cuan­do haya que res­pon­der con extre­ma urgen­cia a la deba­cle socio­eco­nó­mi­ca cau­sa­da por la gue­rra, por el sabo­ta­je y el terro­ris­mo blan­co, por el secu­lar atra­so cul­tu­ral, etcé­te­ra. Hay que abrir el par­ti­do al exte­rior para movi­li­zar todas las fuer­zas demo­crá­ti­cas y por eso la con­sig­na en verano de 1921 es: «Más ini­cia­ti­va e inde­pen­den­cia local, más fuer­zas para las loca­li­da­des, más aten­ción a la expe­rien­cia prác­ti­ca»[102]. No es posi­ble acti­var un plan así sin una orga­ni­za­ción sufi­cien­te­men­te pre­pa­ra­da para absor­ber crea­ti­va y auto­crí­ti­ca­men­te el tsu­na­mi de nue­vas crí­ti­cas, repro­ches y apor­ta­cio­nes de todo tipo que le lle­ga­ran del exterior.

Lenin sus­ten­tó la teo­ría del par­ti­do en un pro­fun­do estu­dio del modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta en gene­ral y de la for­ma­ción eco­nó­mi­co-social rusa en con­cre­to, estu­dio rea­li­za­do en los años ante­rio­res a la publi­ca­ción del ¿Qué hacer? no con un fin abs­trac­ta­men­te teo­ri­cis­ta, al esti­lo de los rea­li­za­dos por los «mar­xis­tas lega­les», sino con un obje­ti­vo estra­té­gi­co para la prác­ti­ca polí­ti­ca: defi­nir el suje­to revo­lu­cio­na­rio y el carác­ter de cla­se de la revo­lu­ción, o sea, dilu­ci­dar si el suje­to era el cam­pe­si­na­do abru­ma­do­ra­men­te domi­nan­te o el muy redu­ci­do pro­le­ta­ria­do, y si, por tan­to, la revo­lu­ción sería estric­ta­men­te demo­crá­ti­co-bur­gue­sa o socia­lis­ta en esen­cia, al mar­gen de sus fases inter­nas. El ¿Qué hacer? no podía ser escri­to antes de haber resuel­to ese pro­ble­ma deci­si­vo. Para ello Lenin se embar­có en una sis­te­má­ti­ca inves­ti­ga­ción y a la vez en un impla­ca­ble deba­te polí­ti­co con las corrien­tes popu­lis­tas y lega­lis­tas, ambas cosas a la vez por­que van uni­das den­tro de la defi­ni­ción del mar­xis­mo como filo­so­fía de la pra­xis, den­tro de la teo­ría mar­xis­ta del cono­ci­mien­to en suma.

Sien­do cier­to que en aque­lla épo­ca Lenin tenía en muy alta esti­ma a Ple­ja­nov, Kautsky y otros, carac­te­ri­za­dos por su meca­ni­cis­mo eco­no­mi­cis­ta bar­ni­za­do por una muy débil páti­na de dia­léc­ti­ca mal com­pren­di­da, no lo es menos que tam­bién desa­rro­lló un «ori­gi­nal» méto­do dia­léc­ti­co que anu­la­ba el deter­mi­nis­mo: «Des­de su pri­me­ra inter­ven­ción teó­ri­ca, por con­si­guien­te, Lenin toma una posi­ción de cier­ta ori­gi­na­li­dad. Aun­que en sus tra­ba­jos se advier­te la influen­cia del enfo­que cien­tis­ta, posi­ti­vis­ta […] la mar­ca de esta influen­cia coexis­te en Lenin, con­tra­dic­to­ria­men­te, con una dia­léc­ti­ca viva, muy mar­xia­na»[103]. Fue esa dia­léc­ti­ca viva la que le per­mi­tió demos­trar que la cla­se obre­ra era el suje­to revo­lu­cio­na­rio, que aun sien­do una redu­ci­da mino­ría por­ta­ba en su inte­rior todos los valo­res socia­les, por lo que podía guiar al cam­pe­si­na­do y al res­to del pue­blo al socia­lis­mo: «La dis­tin­ción que ahí hace Lenin entre la figu­ra del obre­ro (el pro­le­ta­ria­do fabril) y el con­jun­to de la masa pro­le­ta­ria es esen­cial para ver que esa visión estra­té­gi­ca tie­ne una sóli­da fun­da­men­ta­ción socio­ló­gi­ca»[104].

Al defi­nir al cam­pe­si­na­do como el alia­do esen­cial de la cla­se obre­ra Lenin se dis­tan­ció del mar­xis­mo aca­de­mi­cis­ta, «legal», para acer­car­se a los popu­lis­tas rusos, abrien­do así una muy fruc­tí­fe­ra vía que demos­tra­ría su efec­ti­vi­dad prác­ti­ca y teó­ri­ca en las revo­lu­cio­nes cam­pe­si­nas y de libe­ra­ción anti­im­pe­ria­lis­ta en las que el lla­ma­do «popu­lis­mo» jugó un papel cla­ve[105]. Sus­ten­tó este logro en una muy acer­ta­da apli­ca­ción del méto­do mar­xis­ta a la expan­sión capi­ta­lis­ta en Rusia, insis­tien­do en el papel del Esta­do-nación bur­gués en la expan­sión del capi­ta­lis­mo[106] y a la vez en la cie­ga nece­si­dad del capi­ta­lis­mo de des­bor­dar los estre­chos lími­tes del Esta­do-nación para expan­dir­se colo­ni­zan­do, explo­tan­do y sub­yu­gan­do otros pue­blos como ele­men­tos con­sus­tan­cial a su «misión his­tó­ri­ca». Lenin da tan­ta impor­tan­cia a este segun­do com­po­nen­te de la depre­da­ción capi­ta­lis­ta que dice que su inves­ti­ga­ción requie­re de otra «obra espe­cial»[107]. Sin duda, nos encon­tra­mos aquí ante la pri­me­ra expo­si­ción embrio­na­ria pero sis­te­má­ti­ca del vital papel de la libe­ra­ción nacio­nal de los pue­blos opri­mi­dos para el triun­fo socia­lis­ta, como se con­fir­ma­rá muy poco des­pués, en 1900, cuan­do la inva­sión de Chi­na por Rusia, que ade­más de ser una agre­sión inacep­ta­ble con­tra el pue­blo chino, tam­bién iba en detri­men­to del «pue­blo tra­ba­ja­dor» ruso[108].

La ori­gi­na­li­dad de la viva dia­léc­ti­ca de Lenin cho­ca fron­tal­men­te con el recha­zo total de la dia­léc­ti­ca mate­ria­lis­ta por el «mar­xis­mo legal»[109] que acep­ta un neo­kan­tis­mo y el posi­ti­vis­mo cien­tis­ta; la ori­gi­na­li­dad de Lenin apa­re­ce tam­bién en su per­ma­nen­te aten­ción al deno­mi­na­do «fac­tor sub­je­ti­vo» median­te un estu­dio crí­ti­co de las con­tra­dic­cio­nes socia­les inser­tas en la «heren­cia»[110] cul­tu­ral y polí­ti­ca de las masas opri­mi­das en las duras con­di­cio­nes de la explo­ta­ción dic­ta­to­rial zaris­ta. El valor dado al «fac­tor sub­je­ti­vo» como fuer­za mate­rial es reafir­ma­do en el ¿Qué hacer? jus­to cuan­do refle­xio­na­ba, deba­tía y escri­bía sobre el poten­cial libe­ra­dor de la «lar­ga his­to­ria» de la expe­rien­cia clan­des­ti­na anti­za­ris­ta que había for­ja­do pau­tas de com­por­ta­mien­to váli­das[111]. Seme­jan­te refle­xión no fue casual ni úni­ca, sino que se ins­cri­bía en una com­pren­sión dia­léc­ti­ca del mar­xis­mo en la que, como vere­mos, facul­ta­des del pen­sa­mien­to humano menos­pre­cia­das como «sub­je­ti­vas» tie­nen un fun­da­men­tal papel en la teo­ría del conocimiento.

Com­pa­ra­do con los mar­xis­tas rusos de aque­lla épo­ca, Lenin fue un ade­lan­to en todos los sen­ti­dos, aun­que aho­ra sea pues­to en cues­tión has­ta su mar­xis­mo sobre­va­lo­ran­do su acer­ca­mien­to al popu­lis­mo y redu­cien­do prác­ti­ca­men­te a nada la ori­gi­na­li­dad de su viva dia­léc­ti­ca[112], denun­cia rea­li­za­da des­de una pers­pec­ti­va exte­rior y des­con­tex­tua­li­za­da. Sin embar­go, fue­ron las con­tra­dic­cio­nes socia­les las que faci­li­ta­ron a Lenin su dis­tan­cia­mien­to teó­ri­co del popu­lis­mo: por un lado, las apor­ta­cio­nes de Mar­tov en 1894; por otro lado, la inuti­li­dad polí­ti­ca de la heroi­ca olea­da de luchas en 1895 – 1896; y, por últi­mo, las con­ver­sa­cio­nes con Axel­rod sobre la evo­lu­ción capi­ta­lis­ta[113]. Estas refle­xio­nes fue­ron simul­tá­neas a la ela­bo­ra­ción de sus escri­tos eco­nó­mi­cos entre 1893 y 1899 en los que el popu­lis­mo y el «mar­xis­mo legal» son cri­ti­ca­dos implacablemente.

Aquí tene­mos un ejem­plo del méto­do inte­lec­tual de Lenin una y otra vez apli­ca­do: reco­ger toda la infor­ma­ción posi­ble sobre las con­tra­dic­cio­nes de la reali­dad, sumer­gir­se has­ta la raíz en ellas y en su mis­mo inte­rior ela­bo­rar una alter­na­ti­va sin­té­ti­ca supe­rior que era de nue­vo some­ti­da a auto­crí­ti­ca. Resul­ta­do de este méto­do fue que acer­tó como nadie lo hizo en las líneas ten­den­cia­les fuer­tes que se agu­di­za­ron has­ta esta­llar en 1905, vién­do­se con­fir­ma­da en la impre­sio­nan­te moder­ni­dad del muy con­cen­tra­do foco indus­trial ruso que for­ma­ba un archi­pié­la­go en un océano capi­ta­lis­ta: «Las gran­des empre­sas con mil o más tra­ba­ja­do­res emplea­ban solo al 18 por 100 de los tra­ba­ja­do­res en Esta­dos Uni­dos, pero más del 41 por 100 en Rusia»[114], y esta con­cen­tra­ción y moder­ni­za­ción se inten­si­fi­có has­ta la revo­lu­ción de 1917. El ¿Qué hacer?, escri­to en la pri­me­ra mitad de 1902, es pro­duc­to de ese méto­do, y por eso Lenin some­tió a auto­crí­ti­ca su pro­pia obra nada más apa­re­cer reali­da­des nue­va en 1905 y pos­te­rior­men­te, como hemos dicho arriba.

Tenien­do en cuen­ta todo esto, J. Salem pue­de afir­mar que para Lenin, «una revo­lu­ción está hecha por una “serie” de bata­llas; corres­pon­de al par­ti­do de van­guar­dia faci­li­tar en cada eta­pa una con­sig­na adap­ta­da a la situa­ción obje­ti­va; a él incum­be reco­no­cer el “momen­to opor­tuno” de la insu­rrec­ción»[115]. El ¿Qué hacer? es la base sobre la que des­can­sa­rá la fle­xi­bi­li­dad del par­ti­do para cap­tar los «momen­tos opor­tu­nos» e inci­dir en ellos; sobre todo en la era de las masas, en la que la polí­ti­ca comien­za allí don­de se encuen­tran millo­nes de hom­bres, inclu­so dece­nas de millo­nes, lo que pro­du­ce un «des­pla­za­mien­to ten­den­cial de los focos de la revo­lu­ción hacia los paí­ses domi­na­dos»[116].

El pode­río pra­xís­ti­co de Lenin se sus­ten­ta a su vez en lo deci­si­vo, en lo que ni la bur­gue­sía ni el refor­mis­mo per­do­nan a Lenin: «La revo­lu­ción es una gue­rra, y la polí­ti­ca es, de mane­ra gene­ral, com­pa­ra­ble al arte mili­tar»[117]. Es esto exac­ta­men­te lo que sos­tie­ne D. Ben­saïd al defi­nir la teo­ría de Lenin sobre el par­ti­do como la teo­ría que ele­va lo polí­ti­co al cen­tro del pro­ble­ma, por lo que el par­ti­do ha de ser una reali­dad orga­ni­za­ti­va per­ma­nen­te que actúe como «par­ti­do estra­te­ga»[118], y tam­bién es idén­ti­co en el fon­do a la muy cono­ci­da tesis de que el par­ti­do leni­nis­ta es un «ins­tru­men­to de com­ba­te»[119]. Aho­ra bien, las rela­cio­nes entre gue­rra, estra­te­gia, poder y polí­ti­ca, que son cier­tas, en modo alguno auto­ri­zan a come­ter el error sim­pli­fi­ca­dor de redu­cir el par­ti­do bol­che­vi­que a «par­ti­do militar».

Muy pocos mar­xis­tas has­ta enton­ces tenían una con­cep­ción tan lúci­da y radi­cal, es decir, correc­ta, de lo que es, cómo se orga­ni­za tác­ti­ca­men­te y se pien­sa estra­té­gi­ca­men­te la revo­lu­ción comu­nis­ta. Arri­ba hemos habla­do de la nece­si­dad de la for­ma­ción teó­ri­ca, polí­ti­ca y éti­ca del mili­tan­te nece­sa­rio para la teo­ría de Lenin de la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria, vea­mos por qué es así leyen­do al pro­pio Lenin pre­ci­sa­men­te en esta cues­tión de la «gue­rra» y de la «estra­te­gia mili­tar» en su pro­fun­do sen­ti­do polí­ti­co: «Las denun­cias polí­ti­cas son pre­ci­sa­men­te una decla­ra­ción de gue­rra al gobierno, de la mis­ma mane­ra que las denun­cias de tipo eco­nó­mi­co son una decla­ra­ción de gue­rra al fabri­can­te. Y la impor­tan­cia moral de esta decla­ra­ción de gue­rra es tan­to mayor cuan­to más amplia y vigo­ro­sa es la cam­pa­ña de denun­cias, cuan­to más nume­ro­sa y deci­di­da es la cla­se social que decla­ra la gue­rra para empe­zar­la»[120].

7. ¿Qué dice real­men­te el ¿Qué hacer?? 

Una lec­tu­ra del ¿Qué hacer? sin gafas de plo­mo, sin nin­guno de los dos erro­res típi­cos del dog­ma­tis­mo, el que le ido­la­tra y el que le odia, mues­tra que:

Pri­me­ro, Lenin ela­bo­ró su pri­me­ra ver­sión de la teo­ría orga­ni­za­ti­va, el ¿Qué hacer?, pen­san­do en apli­car a la Rusia de enton­ces lo bási­co del mar­xis­mo sobre todo en lo rela­cio­na­do con la direc­ción revo­lu­cio­na­ria de un amplí­si­mo blo­que social com­pues­to por las amplias masas tra­ba­ja­do­ras y explo­ta­das, por el pue­blo tra­ba­ja­dor, por todas aque­llas per­so­nas que sufren cual­quier for­ma de opre­sión, repre­sión y domi­na­ción, que pasan ham­bre y mise­ria por­que son la ««ple­be» de las ciu­da­des, que sufren incul­tu­ra, que pade­cen per­se­cu­ción reli­gio­sa, malos tra­tos en los cuar­te­les y el «tra­to cuar­te­le­ro» a estu­dian­tes e inte­lec­tua­les, etcé­te­ra, es decir, con­tra «todas estas mani­fes­ta­cio­nes de opre­sión y miles de otras aná­lo­gas que no tie­nen rela­ción direc­ta con la lucha «eco­nó­mi­ca»»[121]. Es muy impor­tan­te rese­ñar que son luchas con­tra injus­ti­cias no direc­ta­men­te rela­cio­na­das con la lucha «eco­nó­mi­ca» por­que así se insis­te en el con­cep­to cla­ve de la tota­li­dad social for­ma­da por reali­da­des que si bien en últi­mo aná­li­sis nos remi­ten a la estruc­tu­ra eco­nó­mi­ca, tam­bién tie­nen otras carac­te­rís­ti­cas espe­cí­fi­cas pero no opues­tas a la lucha eco­nó­mi­ca; enten­di­do esto, com­pren­de­re­mos más fácil­men­te el papel deci­si­vo de la con­cien­cia polí­ti­ca como quin­tae­sen­cia de todas esas injus­ti­cias, veja­cio­nes y oprobios.

Sobre todo enten­de­re­mos que la con­cien­cia polí­ti­ca es impres­cin­di­ble para diri­gir las alian­zas con la peque­ña bur­gue­sía, cla­se emo­cio­nal­men­te ines­ta­ble, eco­nó­mi­ca­men­te egoís­ta y polí­ti­ca­men­te con­ser­va­do­ra. Mien­tras que Lenin redac­ta­ba el ¿Qué hacer? tam­bién escri­bía que: «Pode­mos (y debe­mos) seña­lar de for­ma posi­ti­va el carác­ter con­ser­va­dor de la peque­ña bur­gue­sía. Y úni­ca­men­te en for­ma con­di­cio­nal debe­mos hablar de su carác­ter revo­lu­cio­na­rio. solo tal for­mu­la­ción res­pon­de­rá exac­ta­men­te a todo el espí­ri­tu de la doc­tri­na de Marx»[122].Pero el mayo­ri­ta­rio carác­ter con­ser­va­dor de la peque­ña bur­gue­sía, y su mino­ri­ta­rio carác­ter revo­lu­cio­na­rio, no debe ser obs­tácu­lo para inten­tar inte­grar esta cla­se en la estra­te­gia de las masas tra­ba­ja­do­ras y explo­ta­das. La con­di­ción que exi­gía Lenin menos de un mes des­pués del tex­to cita­do no era otra de que se demar­car­se con rigor e insis­ten­cia en que era el pro­le­ta­ria­do, la cla­se obre­ra, la que debe diri­gir cla­ra y deci­di­da­men­te al pue­blo y a los peque­ños pro­duc­to­res[123].

Pues bien, esta mis­ma preo­cu­pa­ción bási­ca sigue estan­do pre­sen­te dos déca­das más tar­de aun­que en un con­tex­to dife­ren­te. En mar­zo de 1922, con el poder esta­tal en manos de un par­ti­do y un pro­le­ta­ria­do ago­ta­dos por las suce­si­vas gue­rras y desas­tres natu­ra­les sos­te­ni­dos des­de 1914, Lenin insis­te en varias cues­tio­nes que nos remi­ten siem­pre al estre­cha­mien­to de rela­cio­nes entre la orga­ni­za­ción pro­le­ta­ria y las amplias masas explo­ta­das, inclu­so sec­to­res de la bur­gue­sía: for­ma­ción teó­ri­ca y estu­dio de la nue­va reali­dad, capa­ci­ta­ción, lucha con­tra la buro­cra­cia y sobre todo, inte­grar en el par­ti­do a los que no mili­tan en él[124]. Nada sus­tan­cial a la teo­ría orga­ni­za­ti­va ha cam­bia­do en vein­te años, aun­que sí lo han hecho aspec­tos con­cre­tos que adquie­ren o pier­den impor­tan­cia según las circunstancias.

Segun­do, como ya hemos dicho arri­ba, en nin­gún momen­to qui­so impo­ner su mode­lo orga­ni­za­ti­vo al res­to de par­ti­dos y movi­mien­tos revo­lu­cio­na­rios, sino que varias veces insis­tió en que era la apli­ca­ción de la teo­ría mar­xis­ta a las excep­cio­na­les con­di­cio­nes con­cre­tas de la lucha en el impe­rio zaris­ta. Un ejem­plo muy ilus­tra­ti­vo y escla­re­ce­dor lo tene­mos en el temas de las rela­cio­nes entre la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria, o par­ti­do ‑Lenin emplea indis­tin­ta­men­te ambos tér­mi­nos, y en un momen­to has­ta lle­ga a decir que «para mí la deno­mi­na­ción no tie­ne impor­tan­cia»[125]-, y los sin­di­ca­tos, pre­ci­san­do que el «yugo de la auto­cra­cia»[126] impo­ne con­di­cio­nes espe­cia­les que no exis­ten en paí­ses con demo­cra­cia bur­gue­sa más o menos asen­ta­da; y otro lo tene­mos cuan­do poco antes, al hablar de las rela­cio­nes entre la clan­des­ti­ni­dad de los revo­lu­cio­na­rios y la no clan­des­ti­ni­dad de las orga­ni­za­cio­nes sin­di­ca­les y popu­la­res, insis­te en que se refie­re «cla­ro está, solo a la Rusia auto­crá­ti­ca»[127].

Podría­mos citar una doce­na, como míni­mo, de pre­ci­sio­nes idén­ti­cas de Lenin sobre la espe­ci­fi­ci­dad rusa de su pro­pues­ta orga­ni­za­ti­va, lo cual no anu­la el que sí asu­mie­ra los prin­ci­pios gene­ra­les de la teo­ría orga­ni­za­ti­va desa­rro­lla­da des­de Marx y Engels, así como las lec­cio­nes que podían extraer­se de la memo­ria de lucha de los pue­blos. Una de las razo­nes de fon­do que expli­can por qué Lenin recha­za­ba toda dog­ma­ti­za­ción sagra­da e inmo­vi­lis­ta del ¿Qué hacer? no es otra que su radi­cal opo­si­ción a toda buro­cra­cia, más en con­cre­to: «Si hay un obje­ti­vo que cru­za per­ma­nen­te­men­te el iti­ne­ra­rio de Lenin es el com­ba­te con­tra todos los obs­tácu­los buro­crá­ti­cos que se inter­po­nen al desa­rro­llo revo­lu­cio­na­rio del movi­mien­to obre­ro y de las masas. Es una lucha con­tra todo tipo de regi­men­ta­ción»[128]. Hemos leí­do abun­dan­tes tesis del «últi­mo Engels» sobre la nece­si­dad de res­pe­tar las expe­rien­cias y nece­si­da­des de cada pue­blo en el momen­to de crear sus orga­ni­za­cio­nes, y Lenin era total y cons­cien­te­men­te engel­siano en esta cues­tión, como en todas: al igual que el res­to de mar­xis­tas, ellos sabían que toda impo­si­ción orga­ni­za­ti­va dege­ne­ra rápi­da­men­te en el buro­cra­tis­mo, y por eso se nega­ron siem­pre a impo­ner fal­sas solu­cio­nes mágicas.

Ter­ce­ro, en con­tra de lo que se afir­ma, el ¿Qué hacer? se basa en una noción mar­xis­ta nada cerra­da, ni mecá­ni­ca, ni dog­má­ti­ca, sino pre­ci­sa­men­te en todo lo con­tra­rio, en una visión de la pra­xis revo­lu­cio­na­ria en la que la valen­tía inte­lec­tual e inves­ti­ga­do­ra sir­ven para crear nue­vas reali­da­des. Cri­ti­can­do el mie­do a pen­sar y hacer que se escon­de en el cul­to a la espon­ta­nei­dad, afir­ma: «El cul­to a la espon­ta­nei­dad ori­gi­na una espe­cie de temor de apar­tar­nos un poqui­tín de lo que sea “acce­si­ble” a las masas, un temor de subir dema­sia­do por enci­ma de la sim­ple satis­fac­ción de sus nece­si­da­des direc­tas e inme­dia­tas. ¡No ten­gan mie­do, seño­res! ¡Recuer­den uste­des que en mate­ria de orga­ni­za­ción esta­mos a un nivel tan bajo que es absur­da has­ta la pro­pia idea de que poda­mos subir dema­sia­do alto!»[129]. Hay que per­der el mie­do a pen­sar más allá de lo visi­ble y de lo per­mi­ti­do entran­do en lo invi­si­ble y prohi­bi­do, en lo real en definitiva.

Lenin rezu­ma­ba heu­rís­ti­ca: escri­bió «¡Hay que soñar!», y sigue dicien­do: «He escri­to estas pala­bras y me he asus­ta­do»[130] para de inme­dia­to paro­diar áci­da­men­te la cua­dra­tu­ra men­tal y cega­ta de quie­nes no acep­tan la vital tarea de la ima­gi­na­ción y del sue­ño, del deseo, en la ela­bo­ra­ción teó­ri­ca, denun­cian­do la pobre­za men­tal y la impo­ten­cia en la ima­gi­na­ción de un mun­do nue­vo que aho­ga al movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio en aquel tiem­po. Años des­pués, vuel­ve a insis­tir en el papel de la ima­gi­na­ción, la fan­ta­sía y has­ta la capa­ci­dad oní­ri­ca en el pro­ce­so de pen­sa­mien­to al leer a Aris­tó­te­les[131], como ele­men­tos nece­sa­rios para el méto­do dia­léc­ti­co. Y más tar­de: «Debe­mos estu­diar minu­cio­sa­men­te los bro­tes de lo nue­vo, pres­tar­les la mayor aten­ción, favo­re­cer y “cui­dar” por todos los medios el cre­ci­mien­to de estos débi­les bro­tes […] Es pre­ci­so apo­yar todos los bro­tes de lo nue­vo, entre los cua­les la vida se encar­ga­rá de selec­cio­nar los más viva­ces»[132].

Cuar­to, la capa­ci­dad heu­rís­ti­ca tien­de a fallar, o a ser muy limi­ta­da en las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias. Al ini­cio del ¿Qué hacer? cri­ti­ca el con­ser­va­du­ris­mo de las izquier­das: «En efec­to, pare­ce que nadie ha pues­to en duda has­ta aho­ra que la fuer­za del movi­mien­to con­tem­po­rá­neo resi­de en el des­per­tar de las masas (y, prin­ci­pal­men­te del pro­le­ta­ria­do indus­trial), y su debi­li­dad en la fal­ta de con­cien­cia y de espí­ri­tu de ini­cia­ti­va de las direc­cio­nes revo­lu­cio­na­rias»[133]. Mar­xis­tas ante­rio­res ya se habían dado cuen­ta de que la acti­va­ción de las masas des­bor­da a las débi­les direc­cio­nes caren­tes de ini­cia­ti­va; lue­go, en otras muchas oca­sio­nes vol­ve­ría a repe­tir­se el retra­so de las orga­ni­za­cio­nes con res­pec­to a la ini­cia­ti­va popu­lar. Lenin acier­ta en un pun­to crí­ti­co y advier­te de sus demo­le­do­res ries­gos; para evi­tar­los, para corre­gir­los: «Cuan­to más cre­ce la lucha espon­tá­nea de las masas, incom­pa­ra­ble­men­te mayor, es el impe­ra­ti­vo de ele­var con rapi­dez la con­cien­cia en la labor teó­ri­ca, polí­ti­ca y orgá­ni­ca de la social­de­mo­cra­cia»[134].

El ¿Qué hacer? reite­ra la nece­si­dad de que las orga­ni­za­cio­nes ten­gan ini­cia­ti­va, tomen la direc­ción de los pro­ce­sos, apor­ten solu­cio­nes revo­lu­cio­na­rias a las pre­gun­tas de las cla­ses explo­ta­das, no ten­gan mie­do a pen­sar, y es tre­men­da­men­te duro en esa crí­ti­ca: «Pero los revo­lu­cio­na­rios se han reza­ga­do de la cre­cien­te acti­vi­dad de las masas tan­to en sus “teo­rías” como en su labor, no han logra­do crear una orga­ni­za­ción per­ma­nen­te que fun­cio­ne sin inte­rrup­cio­nes y sea capaz de diri­gir todo el movi­mien­to»[135]. Lenin entre­co­mi­lla la pala­bra «teo­rías» para ridi­cu­li­zar pre­ci­sa­men­te eso, las «teo­rías» que van por detrás de las masas.

Quin­to, no hay que echar nun­ca las cul­pas de los erro­res y limi­ta­cio­nes del par­ti­do al pue­blo. Más aún: «Debe­mos cul­par­nos a noso­tros mis­mos, a nues­tro retra­so con res­pec­to al movi­mien­to de las masas, de no haber sabi­do aún orga­ni­zar denun­cias lo sufi­cien­te­men­te amplias, suges­ti­vas y rápi­das con­tra todas esas igno­mi­nias. Si lo hace­mos (y debe­mos y pode­mos hacer­lo) el obre­ro más atra­sa­do com­pren­de­rá o sen­ti­rá que el estu­dian­te y el miem­bro de una sec­ta reli­gio­sa, el mujik o el escri­tor son veja­dos y atro­pe­lla­dos por esa mis­ma fuer­za tene­bro­sa que tan­to le opri­me y le sojuz­ga a él en cada paso de su vida […] Hemos hecho toda­vía muy poco, casi nada, para lan­zar entre las masas obre­ras denun­cias de actua­li­dad y en todos los domi­nios. Muchos de noso­tros ni siquie­ra com­pren­de­mos aún esta obli­ga­ción nues­tra y segui­mos espon­tá­nea­men­te tras la «monó­to­na lucha coti­dia­na» en el estre­cho mar­co de la lucha fabril […] Y nues­tra misión de publi­cis­tas social­de­mó­cra­tas con­sis­te en ahon­dar, exten­der e inten­si­fi­car las denun­cias polí­ti­cas y la agi­ta­ción polí­ti­ca»[136].

Sex­to, uno de esos dog­mas era el de que la teo­ría del par­ti­do has­ta ese momen­to domi­nan­te no tenía ape­nas rela­ción con los obje­ti­vos revo­lu­cio­na­rios y con la evo­lu­ción del con­tex­to his­tó­ri­co-polí­ti­co, sien­do en cier­ta for­ma intem­po­ral, está­ti­ca, váli­da siem­pre al mar­gen de los cam­bios socia­les. Lenin des­tru­ye este dog­ma y vuel­ve a lo bási­co de Marx y Engels: la orga­ni­za­ción ha de evo­lu­cio­nar den­tro de la evo­lu­ción real, y lo teo­ri­za des­de el ini­cio del ¿Qué hacer?, mos­tran­do la len­ta cons­truc­ción del par­ti­do, sus difi­cul­ta­des, la exi­gen­cia de una visión inter­na­cio­nal de la teo­ría orga­ni­za­ti­va y de la for­ma­ción teó­ri­ca para supe­rar las difi­cul­ta­des que sur­jan, y es muy sig­ni­fi­ca­ti­vo que recu­rra al ejem­plo de la repre­sión de la social­de­mo­cra­cia ale­ma­na[137]. En las pági­nas pos­te­rio­res Lenin vuel­ve a la per­ma­nen­te evo­lu­ción de las cues­tio­nes que pro­po­ne a la vez que denun­cia la pasi­vi­dad y quie­tud inte­lec­tual de los popu­lis­tas. Al final del libro sin­te­ti­za el reco­rri­do his­tó­ri­co en tres perío­dos de lucha polí­ti­ca expli­can­do sus pecu­lia­ri­da­des, acer­tan­do en el resul­ta­do último:

Igno­ra­mos cuan­do aca­ba­rá el ter­cer perío­do y empe­za­rá el cuar­to (que anun­cian ya, en todo caso, nume­ro­sos pre­sa­gios). Del cam­po de la his­to­ria pasa­mos aquí al terreno de lo pre­sen­te y, en par­te, de lo futu­ro. Pero tene­mos la fir­me con­vic­ción de que el cuar­to perío­do ha de con­du­cir al afian­za­mien­to del mar­xis­mo mili­tan­te, que la social­de­mo­cra­cia rusa sal­drá vigo­ri­za­da de la cri­sis, que la reta­guar­dia opor­tu­nis­ta será «rele­va­da» por un ver­da­de­ro des­ta­ca­men­to de van­guar­dia de la cla­se más revo­lu­cio­na­ria»[138]. Lo más sig­ni­fi­ca­ti­vo es que Lenin es cons­cien­te des­de el ini­cio de que ese cuar­to perío­do o fase his­tó­ri­ca que comien­za va a some­ter a las cla­ses explo­ta­das rusas a bru­ta­les situa­cio­nes y prue­bas que ha de supe­rar orga­ni­zán­do­se por­que se enfren­ta a lo más pode­ro­so de la reac­ción euro­pea y asiá­ti­ca, y que esta lucha podría con­ver­tir­las «en la van­guar­dia del pro­le­ta­ria­do revo­lu­cio­na­rio inter­na­cio­nal»[139].

Sép­ti­mo, por tan­to, su teo­ría orga­ni­za­ti­va bus­ca adap­tar al espe­cial con­tex­to zaris­ta lo esen­cial del mar­xis­mo. Y aquí apa­re­ce el cru­cial deba­te sobre los lími­tes del «eco­no­mis­mo», es decir, de redu­cir la lucha de cla­ses a la sim­ple lucha por las refor­mas estric­ta­men­te eco­nó­mi­cas, de mejo­ras sala­ria­les y sin­di­ca­les, las que se ciñen a las cues­tio­nes labo­ra­les entre la patro­nal y el pro­le­ta­ria­do, des­de­ñan­do y recha­zan­do total­men­te otras for­mas de lucha, fun­da­men­tal y deci­si­va­men­te la lucha polí­ti­ca por la toma del poder y por la des­truc­ción del Esta­do opre­sor. Lenin insis­te macha­co­na­men­te en que el par­ti­do ha de poli­ti­zar la lucha obre­ra y popu­lar, ha de mos­trar a las cla­ses explo­ta­das que la sim­ple acción sin­di­cal refor­mis­ta, siem­pre nece­sa­ria pero subor­di­na­da a la lucha revo­lu­cio­na­ria como la par­te lo está al todo[140], no con­du­ce a nada deci­si­vo si está ais­la­da por­que el pro­ble­ma cla­ve es la pose­sión del «Esta­do como fuer­za polí­ti­ca orga­ni­za­da», por­que lo deci­si­vo es «des­truir el régi­men social que obli­ga a los des­po­seí­dos a ven­der­se a los ricos», para lo cual «debe­mos empren­der una inten­sa labor de edu­ca­ción polí­ti­ca de la cla­se obre­ra, de desa­rro­llo de su con­cien­cia polí­ti­ca»[141].

Lenin no había leí­do las obras de Marx y Engels sobre la ideo­lo­gía como visión inver­ti­da, fal­sa pero «his­tó­ri­ca­men­te nece­sa­ria» de la reali­dad, y debi­do a la influen­cia del posi­ti­vis­mo eco­no­mi­cis­ta tam­po­co pres­tó aten­ción a la fun­da­men­tal crí­ti­ca mar­xis­ta del feti­chis­mo de la mer­can­cía, por lo que es com­pren­si­ble su creen­cia de que el ape­go a la lucha sala­rial, eco­no­mi­cis­ta, sin­di­cal-refor­mis­ta y apo­lí­ti­ca se basa­ra en el poder de la ideo­lo­gía bur­gue­sa y en la debi­li­dad de la ideo­lo­gía socia­lis­ta[142], tesis insu­fi­cien­te pero com­pren­si­ble en su con­tex­to teó­ri­co e his­tó­ri­co. Sin embar­go, esta debi­li­dad ‑que ha traí­do efec­tos nega­ti­vos en los que no pode­mos entrar aho­ra- es par­cial­men­te con­tes­ta­da en par­tes des­co­no­ci­das del ¿Qué hacer? como la exten­sa nota en la que insis­te en la nece­si­dad de estu­diar los datos lega­les y ofi­cia­les para denun­ciar la explo­ta­ción obre­ra por deba­jo de la pri­me­ra impre­sión par­cial y ais­la­da, ya que los obre­ros «solo cono­cen una sec­ción de una gran fábri­ca»[143]. Aquí Lenin se acer­ca mucho al pro­ce­so de con­cien­cia­ción anti­fe­ti­chis­ta que, entre otras cosas, bus­ca aprehen­der la tota­li­dad con­tra­dic­to­ria lo que exi­ge supe­rar la par­cia­li­dad super­fi­cial y por ello enga­ño­sa, fal­sa, ideo­ló­gi­ca en el sen­ti­do mar­xis­ta de ideo­lo­gía como «con­cien­cia inver­ti­da», como «fal­sa con­cien­cia necesaria».

Para poner sobre sus pies a la con­cien­cia y para supe­rar la pos­tra­da ado­ra­ción feti­chis­ta al sala­rio, al refor­mis­mo sin­di­ca­lis­ta y al apo­li­ti­cis­mo, la cla­se obre­ra ha de cono­cer el pro­ce­so ente­ro de su alie­na­ción vital, que no solo su explo­ta­ción eco­nó­mi­ca, tam­bién su opre­sión polí­ti­ca y domi­na­ción cul­tu­ral. Lenin no se can­sa de insis­tir en esta alter­na­ti­va aún des­co­no­cien­do que así se acer­ca a la crí­ti­ca mar­xis­ta del feti­chis­mo. Si bien en esta épo­ca Lenin toda­vía no ha estu­dia­do ple­na­men­te la dia­léc­ti­ca de la tota­li­dad ‑lo hará des­de 1914‑, sí la emplea en la práctica:

Al obre­ro se le pue­de dotar de con­cien­cia polí­ti­ca de cla­se solo des­de fue­ra, es decir, des­de fue­ra de la lucha eco­nó­mi­ca, des­de fue­ra del cam­po de las rela­cio­nes entre obre­ros y patro­nos. La úni­ca esfe­ra de que se pue­den extraer esos cono­ci­mien­tos es la esfe­ra de las rela­cio­nes de todas las cla­ses y sec­to­res socia­les con el Esta­do y el Gobierno, la esfe­ra de las rela­cio­nes de todas las cla­ses entre sí. Por eso, a la pre­gun­ta de qué hacer para dotar de cono­ci­mien­tos polí­ti­cos a los obre­ros no se pue­de dar úni­ca­men­te la res­pues­ta con que se con­ten­tan, en la mayo­ría de los casos, los mili­tan­tes dedi­ca­dos a la labor prác­ti­ca, sin hablar ya de quie­nes, entre ellos, son pro­pen­sos al «eco­no­mis­mo», a saber: «Hay que ir a los obre­ros». Para apor­tar a los obre­ros cono­ci­mien­tos polí­ti­cos, los social­de­mó­cra­tas deben ir a todas las cla­ses de la pobla­ción, deben enviar a todas par­tes des­ta­ca­men­tos de su ejér­ci­to[144].

Lenin habla de esfe­ras sepa­ra­das, la eco­nó­mi­ca, la polí­ti­ca, etcé­te­ra, sugi­rien­do que exis­te exte­rio­ri­dad entre ellas, lo que da pie a una inter­pre­ta­ción faci­lo­na en el sen­ti­do de abso­lu­ta inco­mu­ni­ca­ción. Como aho­ra nos cen­tra­mos en el ¿Qué hacer?, más ade­lan­te vol­ve­re­mos al pro­ble­ma de las esfe­ras. Una lec­tu­ra de prin­ci­pio a fin del párra­fo mues­tra que no es así, que Lenin plan­tea cla­ra­men­te la exis­ten­cia de una tota­li­dad englo­ban­te de cada una de las esfe­ras en par­ti­cu­lar. El fal­so pro­ble­ma del «afue­ra» se resuel­ve enten­dien­do que Lenin se refie­re a unas sub-esfe­ras con auto­no­mía rela­ti­va pero inte­gra­das, sub­su­mi­das en una esfe­ra supe­rior que las deter­mi­na fun­da­men­tal­men­te gra­cias al poder del Esta­do y del gobierno, que garan­ti­zan con su poder que la bur­gue­sía siga sien­do la pro­pie­ta­ria de las fuer­zas pro­duc­ti­vas. Vis­to el fal­so pro­ble­ma des­de la dia­léc­ti­ca de la tota­li­dad, Lenin está en lo cier­to, como lo ha demos­tra­do la his­to­ria. Aquí nos encon­tra­mos ante el mis­mo méto­do tram­po­so que emplean con Marx en el cru­cial tema de si la cla­se obre­ra tie­ne patria o no: tro­cean el párra­fo com­ple­to, aís­lan el que les con­vie­ne y exco­mul­gan al enemigo.

Por si fue­ra poco, en el ¿Qué hacer? sí apa­re­cen expli­ca­cio­nes más abier­ta­men­te basa­das en la dia­léc­ti­ca de la tota­li­dad: «Pues tam­bién los obre­ros cul­tos de nues­tro país han des­ple­ga­do en estos últi­mos años “de modo casi exclu­si­vo una lucha eco­nó­mi­ca”. Esto por una par­te. Por otra, tam­po­co las masas apren­de­rán jamás a des­ple­gar la lucha polí­ti­ca mien­tras no ayu­de­mos a for­mar­se a los diri­gen­tes de esta lucha, pro­ce­den­tes tan­to de los obre­ros cul­tos como de los inte­lec­tua­les; y estos diri­gen­tes pue­den for­mar­se exclu­si­va­men­te enjui­cian­do de modo sis­te­má­ti­co y coti­diano todos los aspec­tos de nues­tra vida polí­ti­ca, todas las ten­ta­ti­vas de pro­tes­ta y lucha de las dis­tin­tas cla­ses y por diver­sos moti­vos»[145]. Que­da cla­ro aquí que Lenin tie­ne una visión tota­li­zan­te de la reali­dad social, que no sepa­ra e inco­mu­ni­ca arbi­tra­ria­men­te sub-tota­li­da­des, sub-esfe­ras, sino que siem­pre las ve como par­tes de un sis­te­ma superior.

Octa­vo, guián­do­se por el méto­do dia­léc­ti­co y antes de pro­fun­di­zar en la pro­pues­ta orga­ni­za­ti­va, Lenin insis­te en dos cosas inter­re­la­cio­na­das: que siem­pre hay con­di­cio­nes para aumen­tar la con­cien­cia polí­ti­ca por­que siem­pre exis­ten varios tipos de con­cien­cia espon­tá­nea, de espon­ta­neis­mo, ya que «en el fon­do, el “ele­men­to espon­tá­neo” no es sino la for­ma embrio­na­ria de lo cons­cien­te»[146]; dicho de otro modo, siem­pre exis­ten posi­bi­li­da­des de con­cien­cia­ción y lucha polí­ti­ca por­que ésta late embrio­na­ria­men­te en el espon­ta­neis­mo de las masas, por lo tan­to, la orga­ni­za­ción ha de estar capa­ci­ta­da para inter­ve­nir en el inte­rior del espon­ta­neis­mo. Uni­do a esto y recal­can­do lo que ya se ha dicho, la segun­da cosa en la que insis­te es que la orga­ni­za­ción ha de estar pre­sen­te en todas las reali­da­des en la que el pue­blo y todas las cla­ses son explo­ta­das, sufren injus­ti­cias y opre­sio­nes: «…por el dere­cho de huel­ga, por la supre­sión de todos los obs­tácu­los jurí­di­cos que se opo­nen al movi­mien­to coope­ra­ti­vis­ta y sin­di­cal, por la pro­mul­ga­ción de leyes de pro­tec­ción de la mujer y del niño, por el mejo­ra­mien­to de las con­di­cio­nes de tra­ba­jo median­te una legis­la­ción sani­ta­ria y fabril, etcé­te­ra»[147].

Noveno, Lenin es muy pre­ci­so al insis­tir en que el par­ti­do revo­lu­cio­na­rio ha de impul­sar el «desa­rro­llo poli­fa­cé­ti­co de la con­cien­cia polí­ti­ca del pro­le­ta­ria­do […] Debe­mos “ir a todas las cla­ses de la pobla­ción” como teó­ri­cos, como pro­pa­gan­dis­tas, como agi­ta­do­res y como orga­ni­za­do­res»[148]. Quie­re decir esto que la orga­ni­za­ción ha de ser poli­va­len­te y su mili­tan­cia poli­fa­cé­ti­ca, mul­ti­la­te­ral, capaz de prac­ti­car todas las expre­sio­nes de con­cien­cia­ción polí­ti­ca en for­mas teó­ri­cas, pro­pa­gan­dís­ti­cas, agi­ta­do­ras y orga­ni­za­do­ras, por­que sus mili­tan­tes han de ser «líde­res polí­ti­cos en todas las mani­fes­ta­cio­nes de la lucha múl­ti­ple, que sepan, en el momen­to nece­sa­rio, “dic­tar un pro­gra­ma posi­ti­vo de acción” a los estu­dian­tes en efer­ves­cen­cia, a los des­con­ten­tos de los zemst­vos, a los miem­bros indig­na­dos de las sec­tas reli­gio­sas, a los maes­tros de escue­la lesio­na­dos en sus intere­ses, etcé­te­ra»[149]. Arri­ba hemos habla­do del mili­tan­te omnis­cien­te y ubi­cuo, y vol­ve­mos aho­ra sobre este mis­mo asun­to pero con más profundidad

Déci­mo, el par­ti­do leni­nis­ta no recha­za la lucha por la refor­ma, por la con­quis­ta de dere­chos demo­crá­ti­cos y mejo­ras de todo tipo: «La social­de­mo­cra­cia revo­lu­cio­na­ria siem­pre ha inclui­do e inclu­ye en sus acti­vi­da­des las luchas por las refor­mas. Pero no uti­li­za la agi­ta­ción “eco­nó­mi­ca” exclu­si­va­men­te para recla­mar al gobierno toda cla­se de medi­das; la uti­li­za tam­bién (y en pri­mer tér­mino) para exi­gir que deje de ser un gobierno auto­crá­ti­co. Ade­más, con­si­de­ra un deber pre­sen­tar al gobierno esta exi­gen­cia no solo en el terreno de la lucha eco­nó­mi­ca, sino a sí mis­mo en el terreno de todas las mani­fes­ta­cio­nes en gene­ral de la vida socio­po­lí­ti­ca. En una pala­bra, subor­di­na la lucha por las refor­mas, como la par­te al todo, a la lucha revo­lu­cio­na­ria por la liber­tad y el socia­lis­mo»[150].

Undé­ci­mo, lle­ga­do a este pun­to de su estu­dio sobre la orga­ni­za­ción, Lenin aña­de que «la poli­cía, como es natu­ral, cono­ce casi siem­pre a todos los diri­gen­tes prin­ci­pa­les»[151], debi­do sobre todo a los «méto­dos arte­sa­na­les» de la lucha clan­des­ti­na. Sos­tie­ne que los obre­ros dan ejem­plos de ener­gía y abne­ga­ción pro­di­gio­sas, que pue­den deci­dir y son los úni­cos que lo pue­den hacer, el pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio, pero que la «lucha con­tra la poli­cía polí­ti­ca exi­ge cua­li­da­des espe­cia­les, exi­ge revo­lu­cio­na­rios pro­fe­sio­na­les»[152], y hace hin­ca­pié en que el par­ti­do ha de preo­cu­par­se de que su mili­tan­cia espe­cia­li­za­da sur­ja pre­ci­sa­men­te de esos obre­ros tan com­ba­ti­vos y enér­gi­cos. ¿Qué entien­de Lenin por revo­lu­cio­na­rios pro­fe­sio­na­les y cómo es y debe ser el pro­ce­so de su sur­gi­mien­to des­de el inte­rior de la lucha obre­ra y popular?:

Una huel­ga secre­ta es impo­si­ble para quie­nes par­ti­ci­pan en ella o ten­gan rela­ción inme­dia­ta con ella. Pero para las masas de obre­ros rusos, esta huel­ga pue­de ser (y lo es en la mayo­ría de los casos) «secre­ta» por­que el gobierno se preo­cu­pa­rá de cor­tar toda rela­ción con los huel­guis­tas, se preo­cu­pa­rá de hacer impo­si­ble toda difu­sión de noti­cias sobre la huel­ga. Y aquí es nece­sa­ria «la lucha con­tra la poli­cía polí­ti­ca», una lucha espe­cial, una lucha que jamás podrá sos­te­ner acti­va­men­te una masas tan amplia como la que par­ti­ci­pa en las huel­gas. Esta lucha deben orga­ni­zar­la, «según todas las reglas del arte», per­so­nas cuya pro­fe­sión sea la acti­vi­dad revo­lu­cio­na­ria. La orga­ni­za­ción de esta lucha no se ha hecho menos nece­sa­ria por­que las masas se incor­po­ren espon­tá­nea­men­te al movi­mien­to. Al con­tra­rio: la orga­ni­za­ción se hace, por eso, más nece­sa­ria, por­que noso­tros, los socia­lis­tas, fal­ta­ría­mos a nues­tras obli­ga­cio­nes direc­tas ante las masas si no supié­ra­mos impe­dir que la poli­cía haga secre­ta (y si a veces nos pre­pa­rá­se­mos noso­tros mis­mos en secre­to) cual­quier huel­ga o mani­fes­ta­ción. Y sabre­mos hacer­lo pre­ci­sa­men­te por­que las masas que se des­pier­tan espon­tá­nea­men­te des­ta­ca­rán tam­bién de su seno a más y más «revo­lu­cio­na­rios pro­fe­sio­na­les» (siem­pre que no se nos ocu­rra invi­tar a los obre­ros de dife­ren­tes mane­ras, al inmo­vi­lis­mo)[153].

Aun­que aquí Lenin hable en un con­tex­to de repre­sión y dic­ta­du­ra zaris­ta, en la que las huel­gas están prohi­bi­das y las ile­ga­les que se rea­li­zan son silen­cia­das e invi­si­bi­li­za­das por los medios de pren­sa bur­gue­ses y por el gobierno, sin embar­go, no por ello pier­de vigen­cia lo esen­cial de su tesis: la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria es nece­sa­ria inclu­so den­tro de una demo­cra­cia bur­gue­sa. Pero Lenin no se limi­ta al ejem­plo de la huel­ga, valio­so por sí mis­mo, extien­de su argu­men­to a la tota­li­dad de la lucha de cla­ses sin­te­ti­zán­do­lo en cin­co pun­tos: 1) no pue­de haber movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio sóli­do sin una orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria esta­ble; 2) cuan­to más amplio sea el movi­mien­to más nece­sa­ria es la orga­ni­za­ción; 3) esa orga­ni­za­ción ha de estar com­pues­ta, «en lo fun­da­men­tal», por revo­lu­cio­na­rios pro­fe­sio­na­les; 4) en una dic­ta­du­ra la orga­ni­za­ción ha de ser selec­ta para no dejar­se «cazar» por la poli­cía; y 5) tan­to «mayor» será enton­ces el núme­ro de per­so­nas que pue­dan cola­bo­rar de algu­na for­ma con el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio[154]. Dicho de otro modo: «Un ejér­ci­to de hom­bres obli­ga­dos “por ofi­cio” a ser ubi­cuos y omnis­cios. Y noso­tros, par­ti­do de lucha con­tra toda opre­sión eco­nó­mi­ca, polí­ti­ca, social y nacio­nal, pode­mos y debe­mos encon­trar, reu­nir, for­mar, movi­li­zar y poner en cam­pa­ña un ejér­ci­to así de hom­bres omni­sa­pien­tes ¡pero eso está toda­vía por hacer!»[155].

Y duo­dé­ci­mo, la teo­ría leni­nis­ta de la orga­ni­za­ción tam­bién abar­ca el deci­si­vo pro­ble­ma de las orga­ni­za­cio­nes lega­les, sean sin­di­ca­les u otras, abier­tas a todos los sec­to­res, sos­te­nien­do que debe exis­tir una dia­léc­ti­ca entre la ampli­tud de masas de estas orga­ni­za­cio­nes con la rigu­ro­sa selec­ti­vi­dad de la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria. Lenin cri­ti­ca impla­ca­ble­men­te la idea de los eco­no­mi­cis­tas de regu­lar has­ta el míni­mo deta­lle -«cons­ta de cin­cuen­ta y dos artícu­los»[156]- la for­ma y el con­te­ni­do de estas orga­ni­za­cio­nes lega­les, con­fian­do por su par­te en la sabia expe­rien­cia de las masas en lucha; pero sí insis­te en crear orga­ni­za­cio­nes inter­me­dias, más selec­tas que las de masas y menos que la revo­lu­cio­na­ria estric­ta, que sir­van de puen­te entre las luchas auto­or­ga­ni­za­das y la orga­ni­za­ción comu­nis­ta[157].

Aquí Lenin vuel­ve a demos­trar­nos su enor­me capa­ci­dad de apren­der de la expe­rien­cia colec­ti­va y de otros tesis inclu­so enfren­ta­das a las suyas, pero de las que apren­de, ya que esta pro­pues­ta tie­ne su basa­men­to teó­ri­co incues­tio­na­ble en el aná­li­sis rea­li­za­do por dos obre­ros sobre los tres nive­les de con­cien­cia en la cla­se explo­ta­da: revo­lu­cio­na­rios cons­cien­tes; sec­tor inter­me­dio, que a menu­do se intere­sa más por los pro­ble­mas polí­ti­cos que por los eco­nó­mi­cos; y el res­to de las masas explo­ta­das[158]. Una de las fun­cio­nes de este sec­tor inter­me­dio es crear orga­ni­za­cio­nes puen­te entre el par­ti­do y la cla­se tra­ba­ja­do­ra menos consciente.

8. Pro­fun­di­zan­do en el ¿Qué hacer? 

Podría­mos hacer­nos una idea de la natu­ra­le­za dia­léc­ti­ca del méto­do de Lenin en el con­cre­to pro­ble­ma de la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria, si estu­diá­se­mos los deba­tes sos­te­ni­dos con los men­che­vi­ques a raíz la revo­lu­ción de 1905 que puso a prue­ba el ¿Qué hacer? V. Stra­da ha estu­dia­do este perío­do y pre­ci­sa­men­te en el aspec­to de la fle­xi­bi­li­dad de Lenin lo extien­de has­ta 1917 cuan­do Trotsky com­pren­de la valía de las tesis orga­ni­za­ti­vas de Lenin y Lenin la valía de las tesis de Trotsky sobre la revo­lu­ción bol­che­vi­que: «…las posi­cio­nes de Lenin esta­ban en con­ti­nuo movi­mien­to, aun­que eran fie­les a una rigu­ro­sa lógi­ca inter­na»[159].

Seme­jan­te capa­ci­dad de adap­tar­se a los cam­bios for­ma­les man­te­nien­do su rigu­ro­so méto­do de pen­sa­mien­to, su lógi­ca inter­na, era y es la que sos­tie­ne la correc­ción de las tesis de Lenin. La elas­ti­ci­dad y adap­ta­bi­li­dad de la for­ma orga­ni­za­ti­va bol­che­vi­que, res­pe­tuo­sa siem­pre has­ta lo máxi­mo posi­ble en cada con­tex­to de lucha de las dis­cu­sio­nes más abier­tas y demo­crá­ti­cas en su inte­rior, excep­tuan­do, lógi­ca­men­te, la impres­cin­di­ble segu­ri­dad inter­na en cada perío­do, fue uno de los secre­tos de su deci­si­va capa­ci­dad de recu­pe­ra­ción prác­ti­ca, polí­ti­ca y teó­ri­ca des­pués de cada perío­do de debi­li­dad cau­sa­da por la repre­sión, por el bajón de las luchas socia­les y popu­la­res, etcé­te­ra. La pro­pia Rosa Luxem­burg reco­no­ció esta vir­tud bol­che­vi­que[160].

Para sin­te­ti­zar lo esen­cial de la teo­ría leni­nis­ta de la orga­ni­za­ción antes que nada ten­dría­mos que lle­gar has­ta el «últi­mo» Lenin para dis­po­ner de la sufi­cien­te pers­pec­ti­va his­tó­ri­ca, obje­ti­vo que des­bor­da a este ensa­yo. Solo con esta pano­rá­mi­ca gene­ral podría­mos cap­tar la hon­du­ra de su pen­sa­mien­to, y ten­dría­mos ade­más que recu­rrir siem­pre a su domi­nio de la dia­léc­ti­ca de los con­tra­rios «como prin­ci­pio des­truc­ti­vo»[161], de la ley de la nega­ción de la nega­ción, de su visión «no meca­ni­cis­ta ni eco­no­mi­cis­ta de la reali­dad ‑com­ple­ja, movi­ble, con­tra­dic­to­ria»[162], ya que Lenin sabía per­fec­ta­men­te que «la revo­lu­ción es la nega­ción de una nega­ción que se lla­ma capi­ta­lis­mo»[163]. Según Raya Duna­yevs­ka­ya un méri­to de Lenin fue apli­car la nega­ción de la nega­ción como núcleo de su méto­do dia­léc­ti­co, sin el cual no hubie­ra ela­bo­ra­do sus teo­rías del impe­ria­lis­mo, de la opre­sión nacio­nal, del Esta­do, de la filo­so­fía revo­lu­cio­na­ria, etcé­te­ra, des­de 1914 has­ta su Tes­ta­men­to[164] pasan­do por la teo­ría de la «orga­ni­za­ción»[165].

Tam­po­co pode­mos exten­der­nos en el sig­ni­fi­ca­do de la ley de la nega­ción de la nega­ción, y por tan­to en el sen­ti­do de la nega­ción del capi­ta­lis­mo como «nega­ti­vi­dad abso­lu­ta». Dicho de otro modo, la dia­léc­ti­ca de la orga­ni­za­ción es la prác­ti­ca de la nega­ti­vi­dad abso­lu­ta del capi­ta­lis­mo, su nega­ción radi­cal, y es así por la mis­ma esen­cia del méto­do, o en pala­bras de Raya Duna­yevs­ka­ya: «¿Qué es la dia­léc­ti­ca sino el movi­mien­to tan­to de las ideas como de las masas en movi­mien­to para lograr la trans­for­ma­ción de la socie­dad?»[166]. La auto­or­ga­ni­za­ción de las masas en movi­mien­to es inse­pa­ra­ble del movi­mien­to de la orga­ni­za­ción inser­ta en las masas, como demues­tra el ¿Qué hacer?

F. Jame­son tam­bién plan­tea las rela­cio­nes entre la nega­ción de la nega­ción y el ¿Qué hacer? Para este autor la «insi­dio­sa nega­ti­vi­dad hege­lia­na» es «ese poder de la nega­ción que para Hegel es el motor mis­mo de la his­to­ria ‑el “tra­ba­jo y el sufri­mien­to de lo nega­ti­vo”- y el cora­zón de la con­tra­dic­ción, el prin­ci­pio onto­ló­gi­co de Hegel, para decir­lo de algún modo, que es la fuer­za pri­ma­ria del mun­do»[167]. Más ade­lan­te, tras expli­car que la teo­ría de Lenin sobre el par­ti­do debe ser ade­cua­da al capi­ta­lis­mo con­tem­po­rá­neo, sos­tie­ne que sin embar­go es some­ti­da a un silen­cio y ocul­ta­ción sis­te­má­ti­ca por las fuer­zas polí­ti­cas e inte­lec­tua­les[168]. La res­pues­ta a las razo­nes que expli­can seme­jan­te cer­co asfi­xian­te con­tra Lenin en gene­ral y con­tra su teo­ría del par­ti­do, nos la ofre­ce F. Jame­son un poco más ade­lan­te al decir­nos que «la lec­ción del ¿Qué hacer?» es una lec­ción estra­té­gi­ca que con­sis­te en «cap­tar el valor con­ti­nuo de una estra­te­gia que con­sis­te en sub­ra­yar incan­sa­ble­men­te la dife­ren­cia entre obje­ti­vos sis­té­mi­cos y gra­dua­les, la mile­na­ria dife­ren­cia­ción (¿y has­ta dón­de se remon­ta la his­to­ria?), entre revo­lu­ción y refor­ma»[169].

El valor cru­cial de la nega­ti­vi­dad ha sido expues­to por A. Prior Olme­do en su núcleo:

Lo esen­cial de la teo­ría de Marx pro­ce­de de su con­si­de­ra­ción del pro­le­ta­ria­do como nega­ti­vi­dad, como ele­men­to cons­cien­te que pue­de alte­rar, con su acti­vi­dad, la base obje­ti­va en la que se halla inser­to […] De su pro­pia nega­ti­vi­dad, de su con­tes­ta­ción del esta­do de cosas exis­ten­tes (inclui­dos sus amos, la bur­gue­sía), el pro­le­ta­ria­do obtie­ne su fuer­za y pone las con­di­cio­nes que per­mi­ti­rán la cons­truc­ción de la nue­va socie­dad sobre las rui­nas de la actual. […] En la lucha de cla­ses, el pro­le­ta­ria­do se con­vier­te en suje­to his­tó­ri­co, pro­du­cien­do la nega­ción de su exis­ten­cia y su reem­pla­zo por otro esta­do de cosas»[170]. Si el pro­le­ta­ria­do es la nega­ti­vi­dad abso­lu­ta del orden explo­ta­dor, su sis­te­ma orga­ni­za­ti­vo ha de ser la nega­ti­vi­dad abso­lu­ta de la orga­ni­za­ción burguesa.

A par­tir de esto, sí pode­mos sin­te­ti­zar a Lenin en esta cues­tión dicien­do que, pri­me­ro, es una teo­ría para la con­cien­cia­ción polí­ti­ca revo­lu­cio­na­ria que, como tal, no pue­de sur­gir auto­má­ti­ca­men­te de la con­cien­cia refor­mis­ta de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, sino que requie­re y exi­ge una pre­pa­ra­ción teó­ri­co-polí­ti­ca espe­cial; en sí mis­ma, esta teo­ría ya esta­ba ela­bo­ra­da en el mar­xis­mo de fina­les del siglo XIX[171]. Y segun­do, como hemos vis­to al hablar de la teo­ría de Marx sobre la dia­léc­ti­ca entre par­ti­do y Esta­do, en Lenin esta dia­léc­ti­ca avan­za un paso más, pro­fun­di­za has­ta el núcleo del pro­ble­ma orga­ni­za­ti­vo como pro­ble­ma revo­lu­cio­na­rio, es decir y emplean­do aquí la tesis de Lukács, el par­ti­do como el medio orga­ni­za­do para hacer pre­sen­te entre las cla­ses explo­ta­das el pro­ble­ma de «la actua­li­dad de la revo­lu­ción», es decir, que «la revo­lu­ción se ha con­ver­ti­do en el pro­ble­ma cru­cial del movi­mien­to obre­ro»[172] aun­que la revo­lu­ción con­cre­ta en un país con­cre­to no esté en ese perío­do inme­dia­to a la vuel­ta de la esqui­na. Vol­ve­re­mos al final a esta cues­tión nada su impor­tan­cia estratégica.

Pero esta reali­dad obje­ti­va no es sub­je­ti­va­men­te visua­li­za­da en un prin­ci­pio por la mayo­ría de la cla­se explo­ta­da sino solo por sec­to­res con­cien­cia­dos rela­ti­va­men­te peque­ños. Para ace­le­rar la con­cien­cia­ción de la mayo­ría hacia la toma del poder, la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria se ha de carac­te­ri­zar, pri­me­ro, por «la cla­ri­dad teó­ri­ca y la fir­me­za sufi­cien­tes» para no des­viar­se del camino aun­que se que­de en mino­ría, y segun­do, el par­ti­do «debe seguir sien­do elás­ti­co y recep­ti­vo» para ilu­mi­nar todas las situa­cio­nes ambi­guas, con­fu­sas y nue­vas, por­que «en la esen­cia de la his­to­ria radi­ca la pro­duc­ción cons­tan­te de lo nue­vo» por lo que «todo dog­ma­tis­mo en la teo­ría y toda rigi­dez en la orga­ni­za­ción sean funes­tas para el par­ti­do»[173].

Lukács, ade­más de demos­trar que Lenin fue el pri­me­ro y duran­te mucho tiem­po el úni­co[174] revo­lu­cio­na­rio que se atre­vió con la tarea de ade­cuar, a las con­di­cio­nes del capi­ta­lis­mo de comien­zos del siglo XX, las ideas socia­lis­tas, mar­xis­tas y social­de­mó­cra­tas sobre el par­ti­do, sobre la teo­ría de la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria, valen­tía y méri­to teó­ri­co-polí­ti­co ape­nas reco­no­ci­do, tam­bién acla­ró que exis­ten, entre otras, dos gran­des dife­ren­cias de su teo­ría del par­ti­do com­pa­ra­da con el res­to: una, que la leni­nis­ta insis­te en la cre­cien­te «dife­ren­cia­ción eco­nó­mi­ca» den­tro del pro­le­ta­ria­do, es decir, en la com­ple­ji­za­ción cre­cien­te de las frac­cio­nes que for­man la cla­ses obre­ra en su con­jun­to; y, otra, que la teo­ría del par­ti­do de Lenin insis­te en la nece­sa­ria «coope­ra­ción revo­lu­cio­na­ria del pro­le­ta­ria­do con las otras cla­ses en el mar­co de la nue­va pers­pec­ti­va his­tó­ri­ca tra­za­da»[175]. Y más en con­cre­to: «Si el pro­le­ta­ria­do quie­re ven­cer en esta lucha, debe apo­yar y sos­te­ner toda lucha, debe apo­yar y sos­te­ner toda corrien­te que coad­yu­ve a la des­com­po­si­ción de la socie­dad bur­gue­sa, pro­cu­ran­do inte­grar todo movi­mien­to ele­men­tal, de cual­quier capa opri­mi­da, por poco cla­ro que sea, en el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio gene­ral»[176].

Por su par­te, M. Johns­to­ne expo­ne la dege­ne­ra­ción eco­no­mi­cis­ta de los par­ti­dos de la II Inter­na­cio­nal, de su visión «casi fata­lis­ta, de un cre­ci­mien­to inexo­ra­ble», y la con­tra­po­ne a la de Lenin: «Por con­tras­te, en la con­cep­ción del par­ti­do por par­te de Lenin hubo siem­pre un fuer­te ele­men­to acti­vis­ta al que el pro­pio Lenin atri­buía una gran impor­tan­cia teó­ri­ca y prác­ti­ca. Tal como en Marx y Engels, en Lenin es posi­ble encon­trar tam­bién más de un “mode­lo” de par­ti­do, aun­que todos ellos con­si­de­ran la exis­ten­cia de una van­guar­dia cen­tra­li­za­da que tra­ba­je para fun­dir la teo­ría y la con­cien­cia socia­lis­ta con el movi­mien­to obre­ro espon­tá­neo»[177]. No hace fal­ta for­zar la lógi­ca para encon­trar los estre­chos lazos que conec­tan la pasión con el acti­vis­mo; como tam­po­co es nece­sa­rio para des­cu­brir los que exis­ten entre la insis­ten­cia en la orga­ni­za­ción públi­ca y secre­ta a la vez que plan­tean Marx y Engels en su céle­bre Men­sa­je al Comi­té Cen­tral arri­ba cita­do y la van­guar­dia cen­tra­li­za­da pro­pues­ta por Lenin. Y en otro tex­to Johns­to­ne afirma:

Sería un error gra­ve con­si­de­rar a Lenin como un sim­ple «orga­ni­za­dor», o redu­cir su mode­lo de par­ti­do a un sim­ple mode­lo orga­ni­za­ti­vo. Como vere­mos más ade­lan­te, en Lenin, como tam­bién en Marx y Engels, los mode­los de par­ti­do son más de uno. Basán­do­se en sus aná­li­sis teó­ri­cos y en su valo­ra­ción polí­ti­ca de las diver­sas con­di­cio­nes pre­do­mi­nan­tes en un momen­to dado en un deter­mi­na­do país, Lenin se orien­tó unas veces hacia un par­ti­do res­trin­gi­do de cua­dros y otras hacia un gran par­ti­do de masas, con estruc­tu­ras inter­nas que fue­ron des­de el ver­ti­cis­mo cons­pi­ra­ti­vo has­ta la más amplia demo­cra­cia. Aun con­ser­van­do siem­pre sus carac­te­rís­ti­cas de fon­do ‑escri­bía Lenin en 1913‑, el par­ti­do «ha sabi­do ade­cuar sus for­mas a las con­di­cio­nes cam­bian­tes, ha sabi­do modi­fi­car­las según las exi­gen­cias del momen­to». Común a todos estos mode­los era la idea de una van­guar­dia cen­tra­li­za­da com­pro­me­ti­da con la tarea de fun­dir la teo­ría y la con­cien­cia socia­lis­ta con el movi­mien­to espon­tá­neo de los tra­ba­ja­do­res[178].

Man­del habla de ««vicios» del bol­che­vis­mo»[179] pre­sen­tes ya en los mar­xis­tas ante­rio­res a Lenin, que pode­mos resu­mir en varios pun­tos: la nece­si­dad de una orga­ni­za­ción cen­tra­li­za­da y dis­ci­pli­na­da; la nece­si­dad de la inde­pen­den­cia polí­ti­ca del par­ti­do obre­ro; la nece­si­dad de la lucha polí­ti­co-teó­ri­ca del par­ti­do con­tra la ideo­lo­gía peque­ño-bur­gue­sa; la nece­si­dad de selec­cio­nar a la mili­tan­cia en base a su for­ma­ción polí­ti­co-teó­ri­ca para que no se dilu­yan los obje­ti­vos revo­lu­cio­na­rios y refor­zar la dis­ci­pli­na cons­cien­te y cen­tra­li­za­da en los perío­dos de repre­sión y cer­co polí­ti­co-poli­cial. Este mis­mo autor sos­tie­ne que Lenin basa su teo­ría de la orga­ni­za­ción en tres teo­rías con­cre­tas: que la revo­lu­ción esta­lla­rá tem­prano o tar­de, y que hay que pre­pa­rar­se para ello; que la con­cien­cia revo­lu­cio­na­ria se desa­rro­lla de for­ma dis­con­ti­nua y con­tra­dic­to­ria; y que el mar­xis­mo fusio­na el méto­do cien­tí­fi­co de pen­sar con la prác­ti­ca de la lucha de cla­ses median­te la pra­xis pacien­te de la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria[180].

L. Magri tam­bién insis­te en las apor­ta­cio­nes espe­cí­fi­cas de Lenin, en su capa­ci­dad para dar una res­pues­ta «mucho más radi­cal»[181] que la de Marx al pro­ble­ma de la fusión entre la con­cien­cia polí­ti­ca revo­lu­cio­na­ria que la apor­ta el par­ti­do y la con­cien­cia refor­mis­ta-sala­rial, eco­no­mi­cis­ta, de la cla­se obre­ra. La radi­ca­li­dad de la res­pues­ta y su acier­to his­tó­ri­co inne­ga­ble con­fir­man que «los prin­ci­pios que regu­la­ron el par­ti­do leni­nis­ta, de modo cohe­ren­te con las pre­mi­sas teó­ri­cas de las que este par­te, son sobre todo los siguien­tes: par­ti­do de cla­se, par­ti­do de van­guar­dia, par­ti­do de lucha y, por lo tan­to, uni­ta­rio y dis­ci­pli­na­do. Pues bien, a nues­tro jui­cio, estos prin­ci­pios, en for­ma reno­va­da, no solo pue­den con­ti­nuar rigien­do el par­ti­do revo­lu­cio­na­rio de nue­vo tipo, sino que inclu­so pue­den encon­trar en él una apli­ca­ción prác­ti­ca más amplia y cohe­ren­te de la que era posi­ble en el pasa­do»[182].

Par­tien­do de estas bases pode­mos ya refle­xio­nar sobre el fal­so pro­ble­ma de la supues­ta «con­cien­cia des­de fue­ra» tan acha­ca­do a Lenin, con­cien­cia que pene­tra­ría en la esfe­ra eco­nó­mi­ca des­de la esfe­ra polí­ti­ca, etcé­te­ra. Antes que nada es nece­sa­rio acla­rar qué se entien­de por «esfe­ra polí­ti­ca», como hemos dicho arri­ba, por­que la ideo­lo­gía bur­gue­sa nos lle­va a un gra­ve error. J. P. Gar­cía Bri­gos defi­ne así el con­cep­to mar­xis­ta de «esfe­ra política»:

La esfe­ra polí­ti­ca iden­ti­fi­ca pro­ce­sos com­ple­jos (con­jun­to de pro­ce­sos polí­ti­cos) de aprehen­sión (iden­ti­fi­ca­ción, valo­ra­ción, sis­te­ma­ti­za­ción,…) de las nece­si­da­des socia­les (de un gru­po sec­tor, estra­to, cla­se, ins­ti­tu­ción, orga­nis­mo social en gene­ral) y de orga­ni­za­ción y direc­ción de los recur­sos (obje­tua­les y huma­nos) de los acto­res socia­les (indi­vi­duos, gru­pos, orga­ni­za­cio­nes, par­ti­dos, ins­ti­tu­cio­nes de todo tipo, orga­nis­mos socia­les en gene­ral) para dar res­pues­tas a esas nece­si­da­des, sobre las bases de las posi­bi­li­da­des del sis­te­ma dado y el cum­pli­mien­to de los obje­ti­vos del pro­yec­to colec­ti­vo en cues­tión[183].

Como se apre­cia, por un lado, el con­cep­to de esfe­ra polí­ti­ca es tan amplio y a la vez con­cre­to que a la fuer­za tie­ne inter­re­la­cio­nes e inter­co­ne­xio­nes con otras «esfe­ras exte­rio­res» como la estric­ta­men­te eco­nó­mi­ca, cul­tu­ral, etcé­te­ra, y, por otro lado, plan­tea direc­ta­men­te el pro­ble­ma de la solu­ción de las nece­si­da­des socia­les de toda índo­le, lo que le con­vier­te en el pun­to cen­tral que cohe­sio­na a todas las sub-esfe­ras res­tan­tes. Des­de esta pers­pec­ti­va, enten­de­mos mejor a A. Shan­dro cuan­do des­me­nu­za las crí­ti­cas anti­le­ni­nis­tas y plan­tea la solu­ción en el nudo gor­diano de la lucha de cla­ses como cho­que mor­tal entre fuer­zas polí­ti­cas irre­con­ci­lia­bles en su uni­dad y lucha de con­tra­rios, nivel éste en el que tan­to el par­ti­do revo­lu­cio­na­rio como la cla­se tra­ba­ja­do­ra deben ser cons­cien­tes de que se jue­gan su futu­ro. Vis­ta así la his­to­ria, des­de la nega­ti­vi­dad abso­lu­ta del sis­te­ma explo­ta­dor que supo­ne la revo­lu­ción comu­nis­ta, el par­ti­do jue­ga un papel cla­ve en el inte­rior de las masas:

Cual­quier limi­ta­ción de la pers­pec­ti­va estra­té­gi­ca del movi­mien­to obre­ro pue­de con­ce­der a sus adver­sa­rios no solo obje­ti­vos polí­ti­cos cru­cia­les, sino tam­bién las mate­rias pri­mas nece­sa­rias para el duro tra­ba­jo de la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca. Cual­quier limi­ta­ción en las posi­bi­li­da­des de preo­cu­pa­ción polí­ti­ca del pro­le­ta­ria­do le da a sus adver­sa­rios estra­té­gi­cos la posi­bi­li­dad de rea­li­zar una acti­vi­dad polí­ti­ca e ideo­ló­gi­ca que podría refrac­tar la diná­mi­ca del anta­go­nis­mo de cla­ses hacia una recon­ci­lia­ción ines­ta­ble o más o menos pro­vi­sio­nal de los «anta­go­nis­mos irre­con­ci­lia­bles» de los intere­ses pro­le­ta­rios con «el todo de la polí­ti­ca moder­na y el sis­te­ma social». Es impo­si­ble esca­par a la influen­cia de la ideo­lo­gía bur­gue­sa en una socie­dad capi­ta­lis­ta. El pun­to de Lenin es que la for­ma­ción teó­ri­ca es con­di­ción nece­sa­ria pero no sufi­cien­te para una lucha efec­ti­va en su con­tra. Segun­do, pues­to que el pro­ce­so eneo que se pre­sen­ta al ana­lis­ta polí­ti­co mar­xis­ta no refle­ja sim­ple­men­te la lógi­ca de la lucha de cla­ses eco­nó­mi­ca, las limi­ta­cio­nes de este pro­ce­so no pue­den defi­nir­se sim­ple­men­te en tér­mi­nos de esta lógi­ca. Tam­bién están rela­cio­na­das con la lógi­ca de la lucha polí­ti­ca, o tal vez sería mejor decir que son rela­ti­vi­za­das por la segun­da: así como no hay un umbral antes del cual se ori­gi­na un movi­mien­to abso­lu­ta­men­te espon­tá­neo, no pue­de haber nin­gún pun­to fijo más allá del cual pue­da decir­se que el movi­mien­to obre­ro haya supe­ra­do defi­ni­ti­va­men­te la espon­ta­nei­dad. El pro­ce­so de lucha es enton­ces un pro­ce­so abier­to, pues­to que cual­quier nue­vo movi­mien­to pue­de alte­rar de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va el con­tex­to socio-polí­ti­co de la res­pues­ta del adver­sa­rio, pue­de pro­veer mate­rial para la inno­va­ción. Dado que el anta­go­nis­mo de los intere­ses de cla­se es el prin­ci­pio que sub­ya­ce en el jue­go, los juga­do­res pue­den no tener razón para obe­de­cer las reglas exis­ten­tes; y dado que son capa­ces de inno­va­ción, no hay razón para asu­mir que el pró­xi­mo movi­mien­to esta­rá suje­to a las mis­mas reglas que el últi­mo[184].

Es decir, dado que la lucha de cla­ses está en per­ma­nen­te alte­ra­ción en su deci­si­vo nivel polí­ti­co, del pro­ble­ma del poder, del Esta­do y de la pro­pie­dad pri­va­da de las fuer­zas pro­duc­ti­vas, por esto mis­mo la acción con­cien­cia­do­ra del par­ti­do revo­lu­cio­na­rio a la fuer­za ha de ir un poco por delan­te del nivel medio de con­cien­cia de las masas. La expe­rien­cia his­tó­ri­ca ha dado la razón a esta tesis de for­ma aplas­tan­te, y a la vez alar­man­te. Aho­ra bien, ir un poco por delan­te de las masas exi­ge al par­ti­do una capa­ci­dad inter­na de deba­te, de dis­cu­sión y de «pen­sa­mien­to colec­ti­vo» que no pue­de exis­tir si está bajo el con­trol buro­crá­ti­co. En un exten­so y pro­fun­do tex­to, Sanm­sar­tino y Soc­ca des­tro­zan el mito del «par­ti­do leni­nis­ta mono­lí­ti­co», pétreo, de ace­ro, y afir­man que:

Como el mar­xis­mo para Lenin es la «cien­cia de lo con­cre­to» no hay tam­po­co aquí un mode­lo uni­ver­sal de par­ti­do. Que los des­pla­za­mien­tos entre el ser social y la con­cien­cia pue­dan expre­sar­se de mane­ra más com­ple­ja que la que pare­cía evi­den­te en el siglo XIX, no auto­ri­zó a Lenin a rece­tar al movi­mien­to socia­lis­ta de la épo­ca algu­na fór­mu­la defi­ni­ti­va; des­pués de todo, sin la dis­po­si­ción de masas a la lucha revo­lu­cio­na­ria no hay ni pue­de haber acon­te­ci­mien­to revo­lu­cio­na­rio. El Que hacer está res­trin­gi­do, por este moti­vo, a una polé­mi­ca muy pre­ci­sa, que en reali­dad no tie­ne un efec­to real más que duran­te dos años y algo más, has­ta que un ascen­so de masas y la for­ma­ción de los soviets le exi­gen un tra­ta­mien­to mucho más «luxem­bur­guiano» de la cues­tión de la social­de­mo­cra­cia rusa, e inclu­so, no hay que olvi­dar­lo, Lenin pen­sa­ba que el par­ti­do Ale­mán, tan dis­tin­to a las medi­das pro­pues­tas en su folle­to de 1902, era un «mode­lo» para los socialistas.

¿Qué Lenin debe­mos resal­tar? ¿Qué cos­ta­do, qué momen­to de la his­to­ria bol­che­vi­que pre­ci­sa­mos des­ta­car? ¿El que supo apren­der de las masas en los soviets, el de la intran­si­gen­cia en los fines per­se­gui­dos y fle­xi­bi­li­dad tác­ti­ca y orga­ni­za­ti­va, el de la astu­cia y pers­pi­ca­cia en los momen­tos crí­ti­cos de la toma del poder? ¿El Lenin liber­ta­rio de El Esta­do y la revo­lu­ción, y el que denun­cia las ten­den­cia a la buro­cra­ti­za­ción del par­ti­do al final de su vida? O por el con­tra­rio aquel que des­pre­cia duran­te meses los soviets de 1905, de las expul­sio­nes del extre­mis­mo bol­che­vi­que de 1910, el que ava­la la sepa­ra­ción de líde­res ale­ma­nes o ita­lia­nos en la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta y prohí­be las frac­cio­nes y los gru­pos en los terri­bles y excep­cio­na­les días de 1921? ¿El demo­crá­ti­co y plu­ra­lis­ta revo­lu­cio­na­rio o el mono­lí­ti­co y auto­ri­ta­rio cons­pi­ra­dor? Los héroes míti­cos se encuen­tran solo en el géne­ro de la lite­ra­tu­ra fan­tás­ti­ca, no en el de la his­to­ria viva. Encon­tra­re­mos ras­tros de ambas pers­pec­ti­vas, fru­to de las con­tra­dic­cio­nes y vici­si­tu­des de la his­to­ria de aquel perío­do. Pero en la medi­da en que enca­ra­mos un balan­ce, una eva­lua­ción de su lega­do, no es posi­ble hacer­lo median­te sumas y res­tas. Sobre todo por­que la recu­pe­ra­ción his­tó­ri­ca está impreg­na­da de lucha teó­ri­ca y polí­ti­ca. ¿Fue el bol­che­vis­mo, como méto­do, cómo sis­te­ma polí­ti­co, un movi­mien­to mono­lí­ti­co, sec­ta­rio y orga­ni­za­ti­va­men­te impla­ca­ble? Nues­tra res­pues­ta es que no, aun­que Lenin haya atra­ve­sa­do perío­dos mono­lí­ti­cos y sec­ta­rios[185].

Enton­ces, sien­do ver­dad que hay cam­bios y ten­sio­nes den­tro del mode­lo, que no es está­ti­co, y que el pro­pio Lenin tie­ne face­tas dife­ren­tes, par­tien­do de esta ver­dad ¿qué mode­lo bási­co, míni­mo pero gene­ral de orga­ni­za­ción apli­ca­ble al capi­ta­lis­mo actual exis­te en Lenin? La res­pues­ta nos la ofre­ce C. Bértolo:

En reali­dad, el mode­lo de par­ti­do que Lenin tie­ne en la cabe­za se estruc­tu­ra alre­de­dor de las dos tareas fun­da­men­ta­les que se le adju­di­can: la infor­ma­ción-for­ma­ción y el com­ba­te. El par­ti­do que Lenin dise­ña en el Qué hacer, más allá de las carac­te­rís­ti­cas que se pro­po­nen para el momen­to his­tó­ri­co con­cre­to, es un orga­nis­mo vivo por el que debe cir­cu­lar la mayor can­ti­dad de infor­ma­ción rele­van­te posi­ble al tiem­po que tra­ta de con­ser­var su esta­bi­li­dad pro­te­gién­do­se con­tra las ame­na­zas exter­nas o inter­nas, físi­cas o ideo­ló­gi­cas. Una orga­ni­za­ción que se estruc­tu­ra en «tela de ara­ña», com­bi­nan­do una com­po­si­ción en red con la con­sis­ten­cia que le otor­ga un fila­men­to maes­tro que fun­cio­na como canal jerar­qui­za­do que cri­ba, trans­mi­te y redi­rec­cio­na la infor­ma­ción rele­van­te hacia los pun­tos de red que tie­nen rela­ción direc­ta con el entorno. Esa estruc­tu­ra dual pero simul­tá­nea, en red pero con una línea cen­tral que la reco­rre, reci­be y ela­bo­ra infor­ma­ción sobre y para el entorno al tiem­po que atien­de al man­te­ni­mien­to de la nece­sa­ria ten­sión, fia­bi­li­dad y resis­ten­cia de los hilos pro­cu­ran­do la com­bi­na­ción de cone­xio­nes esta­bles y fle­xi­bles capa­ces de adop­tar las con­fi­gu­ra­cio­nes más con­ve­nien­tes. Lo que Lenin pre­ten­de es una orga­ni­za­ción capaz de res­pon­der a la emer­gen­cia de lo nue­vo. El par­ti­do como un sis­te­ma de comu­ni­ca­ción dise­ña­do para reco­ger, ana­li­zar, ela­bo­rar y trans­mi­tir infor­ma­ción sig­ni­fi­ca­ti­va de cara a la pues­ta en prác­ti­ca de las accio­nes eva­lua­das como más con­ve­nien­tes para actuar sobre el entorno. Redes, agen­tes, nudos, un len­gua­je que nos hace ima­gi­nar el inte­rés con que Lenin ana­li­za­ría las posi­bi­li­da­des orga­ni­za­ti­vas que las actua­les tec­no­lo­gías de la comu­ni­ca­ción per­mi­ten. En este sen­ti­do, el par­ti­do de Lenin res­pon­de o se apro­xi­ma al con­cep­to de «inte­lec­tual orgá­ni­co» que más tar­de acu­ña­rá Grams­ci[186].

9. Lenin, bol­che­vis­mo y burocracia 

C. Bér­to­lo dice tam­bién que «en sus escri­tos últi­mos Lenin hace hin­ca­pié en “la nece­si­dad de no saber”, es decir, en el reco­no­ci­mien­to de la nece­si­dad de estu­diar, de apren­der, y sub­ra­ya con insis­ten­cia que el par­ti­do debe bus­car nue­vas for­mas de diri­gir las luchas a tra­vés de la orga­ni­za­ción mul­ti­for­me de las masas. Lenin insis­te inclu­so en la nece­si­dad de que las masas con­tro­len el par­ti­do a tra­vés de la incor­po­ra­ción a las tareas y órga­nos de con­trol de miem­bros del pro­le­ta­ria­do no mili­tan­te»[187]. Todo depen­de de lo que enten­da­mos como sus «escri­tos últi­mos» pues, en reali­dad, la insis­ten­cia en la exi­gen­cia de apren­der y estu­diar reco­rre toda la obra de Lenin des­de su pri­me­rí­si­ma pági­na cuan­do habla sobre la nece­si­dad de estu­diar las esta­dís­ti­cas sobre los cam­pe­sino por­que «ofre­ce de por sí un inte­rés inmen­so»[188] has­ta la últi­ma. Y para que pue­da crear­se una teo­ría revo­lu­cio­na­ria debe exis­tir una liber­tad de deba­te teó­ri­co, una demo­cra­cia orga­ni­za­ti­va que faci­li­te la crea­ti­vi­dad teó­ri­ca colec­ti­va: «Un ingre­dien­te vital de la teo­ría leni­nis­ta de la orga­ni­za­ción es la demo­cra­cia inter­na más vibran­te en el par­ti­do»[189]. Por esto, según cons­ta­ta que el par­ti­do se anqui­lo­sa, pier­de crea­ti­vi­dad, con­for­me va cer­cio­rán­do­se de que la revo­lu­ción empie­za a tor­cer­se hacia la buro­cra­ti­za­ción y el des­alien­to, des­de ese mis­mo ins­tan­te Lenin mul­ti­pli­ca sus esfuer­zos para recon­du­cir­la hacia la izquier­da, no median­te un deses­pe­ra­do acto des­co­no­ci­do en su vida polí­ti­ca, sino pre­ci­sa­men­te por­que esa es su per­ma­nen­te idea de organización.

No es este el momen­to para ana­li­zar exhaus­ti­va­men­te la lar­ga lucha de Lenin con­tra la buro­cra­ti­za­ción, por lo que ofre­ce­mos solo algu­nos ejem­plos sig­ni­fi­ca­ti­vos sobre sus ideas al res­pec­to de estre­char las rela­cio­nes entre las cla­ses explo­ta­das y el par­ti­do: ya en enero de 1920 Lenin plan­teó la nece­si­dad de que fue­ran los obre­ros «no cali­fi­ca­dos y sobre todo las muje­res»[190] quie­nes refor­za­ran la ins­pec­ción obre­ra que debía vigi­lar el fun­cio­na­mien­to de las ins­ti­tu­cio­nes. El femi­nis­mo refor­mis­ta y el bur­gués, con todas sus infi­ni­tas escue­las, huyen del estu­dio de la lucha de Lenin a favor de los dere­chos socia­lis­tas de la mujer, pero aquí tene­mos uno de tan­tos ejem­plos sobre la radi­ca­li­dad del femi­nis­mo bol­che­vi­que. Al igual que en los deba­tes en 1905, que hemos vis­to arri­ba, en los que la mayo­ría de los bol­che­vi­que no com­pren­dían las tesis de Lenin sobre la nece­si­dad de abrir el par­ti­do a la nue­va, fres­ca y crí­ti­ca mili­tan­cia obre­ra, aho­ra suce­de otro tanto.

En noviem­bre de 1920 Lenin expli­ca con exqui­si­to deta­lle por qué «se ha pro­du­ci­do un resur­gi­mien­to del buro­cra­tis­mo. Todos lo reco­no­cen. Es come­ti­do del par­ti­do sovié­ti­co des­gua­zar pie­za a pie­za el vie­jo apa­ra­to, des­truir­lo como fue des­trui­do en octu­bre, y trans­fe­rir el poder a los soviets; pero reco­no­ce­mos ya en nues­tro pro­gra­ma que se ha pro­du­ci­do un rena­ci­mien­to del buro­cra­tis­mo»[191]. Lenin reco­no­ce que la lucha con­tra la buro­cra­ti­za­ción es «asun­to difí­cil»[192] por las extre­mas difi­cul­ta­des que atra­vie­sa Rusia. Pero una vez más vuel­ve a apa­re­cer el papel cen­tral que Lenin otor­ga a la crí­ti­ca cons­truc­ti­va den­tro del par­ti­do, aho­ra en la deci­si­va lucha con­tra su buro­cra­ti­za­ción interna:

Y al lle­gar a este pun­to pre­ci­so es nece­sa­rio reco­no­cer algo lamen­ta­ble: no se ve el con­te­ni­do de la crí­ti­ca. Visi­ta uno un dis­tri­to y pien­sa en cuál es el con­te­ni­do de la crí­ti­ca. Las orga­ni­za­cio­nes del par­ti­do no pue­den ven­cer el anal­fa­be­tis­mo uti­li­zan­do vie­jos méto­dos buro­crá­ti­cos. ¿Qué otro méto­do pue­de haber para aca­bar con el buro­cra­tis­mo que no sea el de la par­ti­ci­pa­ción de los obre­ros y cam­pe­si­nos? Pero en las reunio­nes dis­tri­ta­les el con­te­ni­do de la crí­ti­ca con­cier­ne a minu­cias, mien­tras no he oído ni una pala­bra sobre la Ins­pec­ción Obre­ra y Cam­pe­si­na. No he oído que este o aquel dis­tri­to reca­be la par­ti­ci­pa­ción de los obre­ros o cam­pe­si­nos en este tra­ba­jo. Un tra­ba­jo de autén­ti­ca cons­truc­ción con­sis­te en apli­car la crí­ti­ca y cui­dar de su con­te­ni­do […] Si que­re­mos com­ba­tir el buro­cra­tis­mo debe­mos reque­rir la par­ti­ci­pa­ción común de la gen­te […] Es hora de plan­tear no solo la liber­tad de crí­ti­ca, sino tam­bién el con­te­ni­do […] Por­que aho­ra ni al obre­ro ni al cam­pe­sino se le pue­de con­ven­cer con pala­bras, no hay más que el ejem­plo para con­ven­cer­les[193].

Para estas fechas empe­za­ba a ser fre­cuen­te hablar de la buro­cra­cia, pero pocas per­so­nas como Lenin habían lle­ga­do tan lejos en sus pro­pues­tas para com­ba­tir­las. A comien­zos de 1921, en los deba­tes del X Con­gre­so del par­ti­do, A. Kolon­tai en repre­sen­ta­ción de la Opo­si­ción Obre­ra, cri­ti­ca los super­fi­cia­les aná­li­sis de Zino­viev que solo veía una cau­sa de la buro­cra­ti­za­ción al alza: la mise­ria y atra­so de Rusia, olvi­dan­do otras más como los efec­tos no con­tro­la­dos de la mili­ta­ri­za­ción, la polí­ti­ca sin­di­cal, la pene­tra­ción en el par­ti­do de gru­pos extra­ños al comu­nis­mo, etcé­te­ra, por­que en sí la buro­cra­ti­za­ción es un fenó­meno pro­fun­do[194], y afirma:

La esen­cia de la buro­cra­cia y su mal no con­sis­ten solo en la len­ti­tud, como pre­ten­den nues­tros cama­ra­das que lle­van la dis­cu­sión al terreno de la «reani­ma­ción del apa­ra­to sovié­ti­co», sino en que todos los pro­ble­mas se resuel­ven no por el inter­cam­bio de opi­nio­nes, ni por la acción direc­ta e inme­dia­ta de las per­so­nas intere­sa­das sino por una vía for­mal, por deci­sio­nes des­de arri­ba, por un indi­vi­duo y un cole­gia­do redu­ci­do al extre­mo, en ausen­cia com­ple­ta o casi com­ple­ta de las per­so­nas intere­sa­das. La esen­cia de la buro­cra­cia es que una ter­ce­ra per­so­na deci­de nues­tra suer­te […] La ini­cia­ti­va de los obre­ros nos es indis­pen­sa­ble. Pero le cerra­mos los cami­nos. El temor a la crí­ti­ca y al pen­sa­mien­to libre, uni­do al sis­te­ma buro­crá­ti­co lle­ga a veces, entre noso­tros, a la cari­ca­tu­ra. ¿Qué ini­cia­ti­va es posi­ble, sin embar­go, sin liber­tad de opi­nión y de pen­sa­mien­to? […] Para curar­nos de la buro­cra­cia que ani­da en las admi­nis­tra­cio­nes del Esta­do tene­mos que curar­nos ante todo de la buro­cra­cia que alien­ta en el seno del Par­ti­do. Para com­ba­tir la buro­cra­cia hay que com­ba­tir a todo el sis­te­ma»[195].

En junio de 1921 Lenin pro­po­ne endu­re­cer en extre­mo las con­di­cio­nes de admi­sión en el par­ti­do a todos aque­llos soli­ci­tan­tes que no sean pro­le­ta­rios y cam­pe­si­nos, pero a la vez pro­po­ne «redu­cir al míni­mo el for­ma­lis­mo cuan­do se tra­te de autén­ti­cos obre­ros, que real­men­te tra­ba­jen su fábri­ca, y de cam­pe­si­nos que tra­ba­jen en su par­ce­la»[196] para faci­li­tar su afi­lia­ción. La aper­tu­ra al pue­blo tra­ba­ja­dor, el aumen­to de los con­tro­les para evi­tar la entra­da de arri­vis­tas y opor­tu­nis­tas, la insis­ten­cia en la for­ma­ción inter­na y en el deba­te crí­ti­co cons­truc­ti­vo, estas y otras medi­das anti­bu­ro­crá­ti­cas ten­drían poca efi­ca­cia si no van acom­pa­ña­das de otras que Lenin pro­po­ne en agos­to de 1921, entre ellas, la expli­ca­ción peda­gó­gi­ca y muy enten­di­ble de los enor­mes atra­sos socia­les ya exis­ten­tes antes de la revo­lu­ción de 1917 y su agra­va­mien­to pos­te­rior por los ata­ques con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios y por el cer­co impe­ria­lis­ta mun­dial; y, tam­bién, uni­do a lo ante­rior: «Más ini­cia­ti­va e inde­pen­den­cia local, más fuer­zas para las loca­li­da­des, más aten­ción a la expe­rien­cia prác­ti­ca»[197].

En sep­tiem­bre de 1921 Lenin escri­be el opúscu­lo Acer­ca de la depu­ra­ción del Par­ti­do que defi­ne como «labor seria y de gigan­tes­ca impor­tan­cia» la tarea que hay que hacer «apo­yán­do­se prin­ci­pal­men­te en la expe­rien­cia y en las indi­ca­cio­nes de obre­ros sin par­ti­do, guián­do­se por ellas, toman­do en con­si­de­ra­ción a los repre­sen­tan­tes de las masas pro­le­ta­rias sin par­ti­do. Y eso es lo más valio­so, lo más impor­tan­te, y hay que hacer­lo “sin con­tem­pla­cio­nes”»[198]. Como siem­pre, Lenin reafir­ma su con­fian­za en el pue­blo tra­ba­ja­dor: «La masa tra­ba­ja­do­ra per­ci­be con extra­or­di­na­ria sen­si­bi­li­dad la dife­ren­cia entre comu­nis­tas hon­ra­dos y fie­les y los que ins­pi­ran repug­nan­cia al hom­bre que se gana el pan con el sudor de su fren­te, al hom­bre que no tie­ne nin­gún pri­vi­le­gio ni “acce­so a los jefes”»[199]. La sen­si­bi­li­dad crí­ti­ca del pue­blo tra­ba­ja­dor ha de ser inte­gra­da en el par­ti­do. El «acce­so a los jefes» ha de ser direc­to para las masas tra­ba­ja­do­ras no afi­lia­das al par­ti­do. Como siem­pre, Lenin va a la raíz del problema:

[…] de los men­che­vi­ques que han ingre­sa­do en el Par­ti­do des­pués de comen­zar el año 1918 habría que dejar en él no más de una cen­té­si­ma par­te, apro­xi­ma­da­men­te, y eso des­pués de pro­bar tres y cua­tro veces a cada uno de los que deje­mos. ¿Por qué? Por­que los men­che­vi­ques, como ten­den­cia, han demos­tra­do duran­te el perío­do de 1918 a 1921 dos cua­li­da­des pro­pias: pri­me­ra, la de adap­tar­se hábil­men­te, la de «pegar­se» a la ten­den­cia domi­nan­te entre los obre­ros; segun­da, la de ser­vir más hábil­men­te aún, en cuer­po y alma, a los guar­dias blan­cos, la de ser­vi­les de hecho rene­gan­do de ellos de pala­bra. Ambas cua­li­da­des dima­nan de toda la his­to­ria del men­che­vis­mo […] Todo opor­tu­nis­ta se dis­tin­gue por su capa­ci­dad de adap­ta­ción (pero no toda adap­ta­bi­li­dad es opor­tu­nis­mo), y los men­che­vi­ques, como opor­tu­nis­tas, se adap­tan, digá­mos­lo así, «por prin­ci­pio» a la ten­den­cia domi­nan­te entre los obre­ro, cam­bian de color para pro­te­ger­se, como la lie­bre que se vuel­ve blan­ca en invierno[200].

En octu­bre de ese año, Lenin lle­gó a la con­clu­sión bási­ca de que el par­ti­do debía vol­car­se en la lucha cul­tu­ral con­tra el buro­cra­tis­mo, la igno­ran­cia y el atra­so, con­tra las cos­tum­bres reac­cio­na­rias here­da­das del pasa­do, uti­li­za­das como pode­ro­sas armas con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias por el capi­ta­lis­mo. Para ven­cer en la lucha cul­tu­ral son impres­cin­di­ble «las mis­mas masas popu­la­res», pero el par­ti­do está debi­li­ta­do por «tres enemi­gos prin­ci­pa­les» que limi­tan sobre­ma­ne­ra la posi­bi­li­dad de fusión entre los comu­nis­tas y las masas popu­la­res. Los tres enemi­gos son: la alta­ne­ría comu­nis­ta, el anal­fa­be­tis­mo y el soborno[201], y pro­ce­de a cri­ti­car­los con radi­cal cohe­ren­cia. Ade­más, advier­te al par­ti­do que no debe come­ter el error de apli­car el mis­mo méto­do a las tareas mili­ta­res que a las cul­tu­ra­les, que requie­ren «mayor tena­ci­dad, per­se­ve­ran­cia y con­se­cuen­cia»[202]. Lenin seguía fiel a lo esen­cial de la doc­tri­na bol­che­vi­que sobre la orga­ni­za­ción ela­bo­ra­da des­de hacía vein­ti­dos años: la mili­tan­cia revo­lu­cio­na­ria ha de ser alta­men­te cua­li­fi­ca­da en todos los aspec­tos, teó­ri­cos, éti­cos, polí­ti­cos, militares.

Un Lenin enfer­mo redo­bla en 1922 la lucha con­tra buro­cra­ti­za­ción del par­ti­do, y por ello se opu­so a la pre­ten­sión de la corrien­te refor­mis­ta de redu­cir los con­tro­les de admi­sión, el tiem­po de prue­ba, y, por el con­tra­rio, pro­pu­so aumen­tar­los, como había hecho inú­til­men­te antes:

No hay duda de que cons­tan­te­men­te con­si­de­ra­mos como obre­ros a gen­te que no ha pasa­do por la más míni­ma escue­la seria en la gran indus­tria. A casa paso se cali­fi­ca como obre­ros a ver­da­de­ros peque­ños bur­gue­ses que se han con­ver­ti­do en obre­ros por casua­li­dad y solo por un muy bre­ve tiem­po […] Tenien­do en cuen­ta la negli­gen­cia y fal­ta de sis­te­ma que pre­do­mi­nan en nues­tro tra­ba­jo, los bre­ves perío­dos de prue­ba sig­ni­fi­ca­rán, en la prác­ti­ca, no efec­tuar con­trol serio alguno, no veri­fi­car si los can­di­da­tos son real­men­te comu­nis­tas más o menos probados.

[…] No hay duda de que aho­ra nues­tro Par­ti­do no es, por la mayo­ría de sus com­po­nen­tes, lo sufi­cien­te­men­te pro­le­ta­rio. Creo que nadie podrá dis­cu­tir esto, pues la sim­ple con­sul­ta de la esta­dís­ti­ca lo con­fir­ma­rá. Des­de la gue­rra, los obre­ros indus­tria­les de Rusia son mucho menos pro­le­ta­rios de lo que eran antes, pues duran­te la gue­rra todos aque­llos que que­rían elu­dir el ser­vi­cio mili­tar entra­ron en las fábri­cas. Esto es del cono­ci­mien­to públi­co. Por otra par­te, es igual­men­te indu­da­ble, en tér­mi­nos gene­ra­les (si con­si­de­ra­mos el nivel de la inmen­sa mayo­ría de de los mili­tan­tes), nues­tro Par­ti­do tie­ne aho­ra una edu­ca­ción polí­ti­ca mucho menor que la nece­sa­ria para una genui­na direc­ción pro­le­ta­ria en esta situa­ción tan difí­cil, espe­cial­men­te en vis­ta de la inmen­sa pre­pon­de­ran­cia del cam­pe­si­na­do, que des­pier­ta con rapi­dez a una polí­ti­ca de cla­se inde­pen­dien­te. Ade­más, debe tener­se en cuen­ta que en la actua­li­dad es muy gran­de la ten­ta­ción de ingre­sar en el par­ti­do domi­nan­te. Es sufi­cien­te recor­dar toda la lite­ra­tu­ra de los adep­tos de Sme­na Vej para ver que un sec­tor de la pobla­ción que ha esta­do muy ale­ja­do de todo lo pro­le­ta­rio se entu­sias­ma aho­ra por los éxi­tos polí­ti­cos de los bol­che­vi­ques. Si la Con­fe­ren­cia de Géno­va nos da otro nue­vo éxi­to polí­ti­co, habrá una inten­si­fi­ca­ción del esfuer­zo de los ele­men­tos peque­ño-bur­gue­ses y direc­ta­men­te hos­ti­les a todo lo pro­le­ta­rio por entrar en el Par­ti­do[203].

Muy sin­té­ti­ca­men­te, vamos a resu­mir en tres pun­tos las lec­cio­nes teó­ri­cas extraí­bles de este tex­to y de otros muchos que tra­tan sobre la mis­ma pro­ble­má­ti­ca: pri­me­ra, que Lenin emplea el tér­mino de «pro­le­ta­ria­do» en el sen­ti­do de con­cien­cia de cla­se-para-sí, es decir, de con­cien­cia polí­ti­ca revo­lu­cio­na­ria y no como sim­ple con­cien­cia de cla­se-en-sí, mera­men­te eco­no­mi­cis­ta y de mejo­ra sala­rial y labo­ral, o dicho de otra for­ma, «pro­le­ta­ria­do» es igual a cla­se con sub­je­ti­vi­dad revo­lu­cio­na­ria, mien­tras que usa el de «obre­ros» como cla­se-en-sí, inclu­so con con­cien­cia peque­ño-bur­gue­sa. Una vez más, que­da cla­ro que en 1922 con­ti­nua­ba sien­do fiel tan­to al méto­do mar­xis­ta gene­ral de inter­re­la­cio­nar la con­cien­cia sub­je­ti­va con la reali­dad obje­ti­va para defi­nir a las cla­ses socia­les, como a su méto­do emplea­do para dis­tin­guir la con­cien­cia polí­ti­ca de la con­cien­cia economicista.

Segun­do, Lenin ade­lan­ta otra de las bases de la teo­ría de la buro­cra­ti­za­ción, la que reco­no­ce que la pér­di­da de cali­dad polí­ti­ca comu­nis­ta de la mili­tan­cia ace­le­ró la buro­cra­ti­za­ción del par­ti­do y el ascen­so a pues­tos de poder efec­ti­vo de opor­tu­nis­tas, arri­bis­tas y egoís­tas que se ple­ga­ron a las exi­gen­cias del apa­ra­to, for­man­do la fuer­za de cho­que que exter­mi­nó a la «vie­ja guar­dia» bol­che­vi­que. A los tre­pa­do­res sin con­cien­cia comu­nis­ta Lenin los lla­mó «gra­nu­jas» en una de sus deci­si­vas últi­mas obras[204] que a pun­to estu­vo de ser cen­su­ra­da por la buro­cra­cia ya en el poder, como veremos.

Y ter­ce­ro, la sus­ti­tu­ción del poder pro­le­ta­rio por el poder de los «gra­nu­jas» buro­crá­ti­cos como ten­den­cia fuer­te que ame­na­za el futu­ro del socia­lis­mo des­de su pro­pio inte­rior es debi­da tam­bién al debi­li­ta­mien­to de la con­cien­cia polí­ti­ca de la mili­tan­cia, inse­pa­ra­ble del debi­li­ta­mien­to de la demo­cra­cia socia­lis­ta, de la liber­tad de deba­te y de inves­ti­ga­ción crí­ti­ca[205]. Es inne­ga­ble la exis­ten­cia de un pro­ce­so sis­té­mi­co hacia la buro­cra­ti­za­ción for­ma­da por sub­sis­te­mas inter­ac­ti­vos como la des­po­li­ti­za­ción, la igno­ran­cia, el egoís­mo y la sumi­sión y cul­to ido­lá­tri­co al esta­men­to supe­rior en la esca­la buro­crá­ti­ca. Una de las pocas fuer­zas que pue­den dete­ner este cán­cer es la con­cien­cia comu­nis­ta de la mili­tan­cia selec­cio­na­da con rigor, y for­ma­da en el méto­do dia­léc­ti­co mate­ria­lis­ta, mili­tan­te[206], como Lenin insistía.

No sin amar­gu­ra, Lenin va apren­dien­do que la «cul­tu­ra», en gene­ral, es una pode­ro­sa arma opre­so­ra, y que es urgen­te ace­le­rar la «obra cul­tu­ral» entre las cla­ses tra­ba­ja­do­ras, sobre todo en el cam­pe­si­na­do. Como siem­pre, Lenin va a la raíz del pro­ble­ma que en esta cues­tión tie­ne dos face­tas: una, la nece­si­dad «de reha­cer nues­tra admi­nis­tra­ción públi­ca, que aho­ra no sir­ve para nada en abso­lu­to y que toma­mos ínte­gra­men­te de la épo­ca ante­rior; no hemos con­se­gui­do reha­cer­la ínte­gra­men­te en cin­co años de lucha, y no podría­mos con­se­guir­lo. La otra estri­ba en nues­tra labor cul­tu­ral entre los cam­pe­si­nos» median­te coope­ra­ti­vas[207]. Pero no se tra­ta­ba de una mera labor cul­tu­ral como otra cual­quie­ra. Siguien­do la línea de toda su vida y reafir­ma­da en el tex­to arri­ba cita­do sobre el mate­ria­lis­mo mili­tan­te, Lenin habla de la «revo­lu­ción cultural»que garan­ti­ce el avan­ce de la revo­lu­ción social, pero insis­tien­do en las enor­mes difi­cul­ta­des a ven­cer, entre ellas el anal­fa­be­tis­mo y la pobre­za indus­trial[208].

Come­te­ría­mos un serio error si redu­jé­ra­mos la «revo­lu­ción cul­tu­ral» a un inten­sa lucha con­tra el anal­fa­be­tis­mo, que tam­bién lo era. En reali­dad, en la Rusia de 1917 – 1922 la «revo­lu­ción cul­tu­ral» que se esta­ba lle­van­do en la vida coti­dia­na afec­ta­ba a la tota­li­dad de la vida social, con espe­cial impac­to en las liber­ta­des socia­lis­tas de las muje­res en todos los sen­ti­dos, y de la crea­ti­vi­dad artís­ti­ca, en un pro­ce­so que sería lar­go deta­llar aquí. Para enten­der cabal­men­te qué sen­ti­do tie­ne la expre­sión de «revo­lu­ción cul­tu­ral» en el mar­xis­mo, pri­me­ro debe­mos empe­zar defi­nien­do qué se entien­de por «pre­fi­gu­ra­ción de una socie­dad socia­lis­ta», o dicho más exac­ta­men­te: «El papel del o de los par­ti­dos, así como de las otras orga­ni­za­cio­nes de la cla­se obre­ra, es el de ser­vir de pro­to­ti­po, el de pre­fi­gu­rar la socie­dad futu­ra, de ser­vir de pun­to de reen­cuen­tro y de con­fron­ta­ción entre las dife­ren­tes corrien­tes del pen­sa­mien­to y de la acción socia­lis­ta. En cada país, en cada eta­pa de la mar­cha al socia­lis­mo, apa­re­ce­rán las for­mas ori­gi­na­les de de orga­ni­za­ción social, corres­pon­dien­tes a la diver­si­dad de las nece­si­da­des y de las opi­nio­nes. No exis­te un mode­lo úni­co de par­ti­do ni un mode­lo úni­co de Esta­do obre­ro»[209].

Des­de el ¿Qué hacer? has­ta el final de sus días, Lenin nun­ca dejó de insis­tir de mil modos en esta pre­fi­gu­ra­ción. Hemos vis­to cómo poco des­pués de 1917 redo­bló esos esfuer­zos y avi­sos, pero sus lúci­das y pre­mo­ni­to­rias adver­ten­cias fue­ron infruc­tuo­sas, caye­ron en saco roto y de hecho fue­ron direc­ta­men­te con­tra­di­chas en la prác­ti­ca cuan­do, tras su muer­te, la buro­cra­cia en ascen­so hizo todo lo con­tra­rio: dar masi­va entra­da a men­che­vi­ques y a otros sec­to­res apo­lí­ti­cos y adve­ne­di­zos, cuan­do no anti­bol­che­vi­ques en el pasa­do, que cons­ti­tui­rían la fuer­za de cho­que del exter­mi­nio de la vie­ja guar­dia bol­che­vi­que. Un Lenin ya enfer­mo en sep­tiem­bre de 1921 pedía la depu­ra­ción de los men­che­vi­ques, pero pocos años des­pués opor­tu­nis­tas men­che­vi­ques repri­mie­ron a los inco­rrup­ti­bles bol­che­vi­ques. ¿Por qué? Por la dege­ne­ra­ción buro­crá­ti­ca del par­ti­do, por su retro­ce­so cua­li­ta­ti­vo, que no pode­mos ana­li­zar aquí. P. Broué defi­ne así el pro­ce­so que empe­za­ba a for­mar el gru­po interno que aglu­ti­na­ba a las nue­vas levas de trepadores:

La per­sis­ten­cia y agra­va­mien­to de la prác­ti­ca del nom­bra­mien­to, con­tra­ria­men­te a las reso­lu­cio­nes del X Con­gre­so, hace a los secre­ta­rios res­pon­sa­bles no ya ante la base sino ante el apa­ra­to y el secre­ta­ria­do. Se gene­ra una autén­ti­ca jerar­quía de secre­ta­rios autó­no­ma que hace gala de un acen­tua­do espí­ri­tu de cor­po­ra­ción […] aho­ra exis­te una capa supe­rior pues­to que son los appa­rat­chi­ki, los que abren el acce­so a todas las res­pon­sa­bi­li­da­des, las de los depar­ta­men­tos y las de la pirá­mi­de de los secre­ta­rios. […] Todos ellos tie­nen ade­más en común un mis­mo esta­do de áni­mo, así como una deter­mi­na­da con­cep­ción de la exis­ten­cia y de la acción que les dis­tin­gue de los otros bol­che­vi­ques: entre ellos no hay nin­gún teó­ri­co, nin­gún tri­buno, ni siquie­ra un diri­gen­te de masas de ori­gen obre­ro, todos ellos son hom­bres hábi­les, efi­ca­ces y pacien­tes, orga­ni­za­do­res dis­cre­tos, per­so­na­jes de des­pa­cho y apa­ra­to, pru­den­tes, ruti­na­rios, tra­ba­ja­do­res, obs­ti­na­dos y cons­cien­tes de su impor­tan­cia, gen­tes de orden en defi­ni­ti­va. Sta­lin es el que los aglu­ti­na y los inte­gra; a su alre­de­dor comien­za a cons­ti­tuir­se una fac­ción que no pro­cla­ma su nom­bre pero que actúa y extien­de su influen­cia[210].

Los men­che­vi­ques[211] denun­cia­dos por Lenin vie­ron en los appa­rat­chi­kis unos jefes dis­pues­tos a res­pal­dar­los y aupar­los en la estruc­tu­ra inter­na del par­ti­do siem­pre que obe­de­cie­sen efi­caz y fiel­men­te sus órde­nes. Se ha estu­dia­do con mucho deta­lle el pro­ce­so dege­ne­ra­ti­vo del bol­che­vis­mo así que no vamos a exten­der­nos aquí. Solo decir que «fue Lenin el pri­me­ro»[212]en tomar con­cien­cia crí­ti­ca de la gra­ve­dad total de la buro­cra­ti­za­ción, aun­que ya había habi­do adver­ten­cias crí­ti­cas par­cia­les. Un Lenin enfer­mo que encon­tra­ba cada vez más resis­ten­cias inter­nas que difi­cul­ta­ban lo máxi­mo la edi­ción de los tex­tos en los que cri­ti­ca­ba la buro­cra­ti­za­ción impa­ra­ble, en los que se con­den­sa su bata­lla con­tra la buro­cra­ti­za­ción median­te una serie de medi­das des­ti­na­das a aumen­tar la demo­cra­cia sovié­ti­ca, la eco­no­mía social y coope­ra­ti­va, la par­ti­ci­pa­ción rec­to­ra del pue­blo, la pro­le­ta­ri­za­ción del par­ti­do y poli­ti­za­ción del Esta­do, el reco­no­ci­mien­to efec­ti­vo de los dere­chos nacio­na­les de los pue­blos no rusos, etcé­te­ra, con el fin de aca­bar con el cán­cer buro­crá­ti­co que ya pudría inter­na­men­te a la revo­lu­ción[213].

Por poner solo dos ejem­plos: uno, el impres­cin­di­ble artícu­lo Más vale poco pero bueno[214] de mar­zo de 1923, del que hemos habla­do arri­ba, se encon­tró con la opo­si­ción de todos los miem­bros del Buró Polí­ti­co, excep­to de Trotsky, de modo que no fue publi­ca­do. Lenin, des­de su cama, insis­tió en que se edi­ta­se y Kuí­bishev pro­pu­so hacer una edi­ción fal­sa en Prav­da, pero fue por fin hecho públi­co gra­cias a que Káme­nev se sumó a la pos­tu­ra de Trotsky[215]. No fue la pri­me­ra vez que suce­día esto en la his­to­ria del bol­che­vis­mo, aun­que con algu­nas dife­ren­cias, las deci­si­vas Tesis de Abril de pri­ma­ve­ra de 1917 tam­bién debie­ron supe­rar las resis­ten­cias de la mayo­ría de la direc­ción de enton­ces, que los cali­fi­ca­ba de ultra­iz­quier­dis­tas, anar­quis­tas, trots­kis­tas[216] y has­ta escri­tos por un Lenin que se había vuel­to loco. El otro ejem­plo es el de la mani­pu­la­ción del lla­ma­do «Tes­ta­men­to de Lenin»[217], sobre la que tam­po­co pode­mos exten­der­nos ahora.

Lo cier­to es que Lenin y otros sec­to­res mino­ri­ta­rios del par­ti­do, que habían ini­cia­do su lucha con­tra la buro­cra­cia muy pron­to, sabían por expe­rien­cia pro­pia que «el par­ti­do se había lle­na­do de arri­bis­tas des­pués de la revo­lu­ción, por­que la per­te­nen­cia a él se había con­ver­ti­do en sal­vo­con­duc­to para obte­ner un pues­to paga­do en el gobierno, el ejér­ci­to o la indus­tria. Ya en 1922 solo uno de cada cua­ren­ta miem­bros per­te­ne­cía al par­ti­do antes de la revo­lu­ción de febre­ro […] En 1939 solo uno de cada 14 miem­bros del par­ti­do bol­che­vi­que en 1917 seguía per­te­ne­cien­do al Par­ti­do Comu­nis­ta de la Unión Sovié­ti­ca; prác­ti­ca­men­te todos los demás habían muer­to»[218].

10. La actua­li­dad de la revolución 

Hemos vis­to con rapi­dez la magis­tral idea luk­ca­sia­na de la «actua­li­dad de la revo­lu­ción», tesis bási­ca para com­pren­der el alcan­ce de la teo­ría orga­ni­za­ti­va de Lenin. Aun­que la gran mayo­ría de la direc­ción del par­ti­do que diri­gió la revo­lu­ción de 1917 fue exter­mi­na­da por la buro­cra­cia ya antes de 1939, y aun­que miles de «vie­jos bol­che­vi­ques» que logra­ron sobre­vi­vir fue­ron des­te­rra­dos a Sibe­ria, no es menos cier­to que a pesar de todo sobre­vi­vió una de las cua­li­da­des del par­ti­do: la cons­cien­cia de que la lucha revo­lu­cio­na­ria es lar­ga, con alti­ba­jos y vai­ve­nes como sos­tu­vie­ra Lenin en el ¿Qué hacer? Fue esta cons­cien­cia la que hizo que esos miles de bol­che­vi­ques sobre­vi­vien­tes en las peno­sas con­di­cio­nes de Sibe­ria vol­vie­ran con reno­va­do esfuer­zo a la lucha cuan­do la inva­sión ale­ma­na de 1941 hizo impres­cin­di­ble su apor­ta­ción cua­li­fi­ca­da. Den­tro de la cons­cien­cia de que la lucha revo­lu­cio­na­ria es un pro­ce­so per­ma­nen­te, está tam­bién la cons­cien­cia de que los momen­tos de «paz social» y «nor­ma­li­dad polí­ti­ca», de demo­cra­cia bur­gue­sa en suma, al mar­gen de su dete­rio­ra­da cali­dad, son solo eso, fases más o menos cor­tas y pasa­je­ras que dejan paso a perío­dos de incre­men­ta­da dure­za repre­si­va que tien­den a alar­gar­se y endu­re­cer­se en la his­to­ria del capitalismo.

La rapi­dez con la que los bol­che­vi­ques vol­vie­ron a la lucha en Rusia es par­te de la demos­tra­da capa­ci­dad de todas las orga­ni­za­cio­nes leni­nis­tas para, en el momen­to crí­ti­co, vol­ver a la lucha clan­des­ti­na o a for­mas de lucha vio­len­ta tras años de lucha legal den­tro del sis­te­ma bur­gués. Una de las razo­nes que lo expli­can es la que vere­mos lue­go sobre las pre­cau­cio­nes orga­ni­za­ti­vas de la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta, pero otra ante­rior y más impor­tan­te es la que se expre­sa en la tesis lukc­sia­na de la «actua­li­dad de la revo­lu­ción», como hemos dicho. En efec­to: «al hom­bre medio la revo­lu­ción pro­le­ta­ria solo le resul­ta visi­ble cuan­do las masas obre­ras se encuen­tran ya luchan­do en las barri­ca­das. Y si este hom­bre medio ha reci­bi­do una for­ma­ción mar­xis­ta vul­gar, ni siquie­ra enton­ces. Por­que a los ojos del mar­xis­mo vul­gar los fun­da­men­tos de la socie­dad bur­gue­sa son tan ina­mo­vi­bles, que aún en los momen­tos de su con­mo­ción más evi­den­te no desea otra cosa que el regre­so a una situa­ción “nor­mal”, no vien­do en sus cri­sis sino epi­so­dios pasa­je­ros y con­si­de­ran­do la lucha, inclu­so en tales perío­dos, como la nada razo­na­ble rebe­lión de unos irres­pon­sa­bles con­tra el, a pesar del todo, inven­ci­ble capi­ta­lis­mo»[219].

Por «mar­xis­mo vul­gar» Lukács entien­de el deter­mi­nis­mo social­de­mó­cra­ta y men­che­vi­que. Sin embar­go, para el mar­xis­mo dia­léc­ti­co, la actua­li­dad de la revo­lu­ción es la con­se­cuen­cia lógi­ca del desa­rro­llo de las con­tra­dic­cio­nes anta­gó­ni­cas, que hace que la cues­tión del poder apa­rez­ca como deci­si­va para diri­gir la uni­dad y lucha de con­tra­rios en la direc­ción comu­nis­ta. La teo­ría de la orga­ni­za­ción es así la expre­sión del hecho de que las con­tra­dic­cio­nes han lle­ga­do a tal gra­do de anta­go­nis­mo que aplas­tar cual­quier atis­bo la revo­lu­ción socia­lis­ta sea una obse­si­va nece­si­dad de la bur­gue­sía mun­dial. El capi­tal sabe mejor que el refor­mis­mo y que la enor­me masa tra­ba­ja­do­ra alie­na­da y feti­chi­za­da que por actua­li­dad de la revo­lu­ción se entien­de «el estu­dio de todos y cada uno de los pro­ble­mas par­ti­cu­la­res del momen­to en su con­cre­ta rela­ción con la tota­li­dad his­tó­ri­co-social; su con­si­de­ra­ción como momen­to de la libe­ra­ción del pro­le­ta­ria­do […] todo pro­ble­ma actual ‑por de pron­to ya como el pro­ble­ma actual- se ha con­ver­ti­do, a la vez, en un pro­ble­ma fun­da­men­tal de la revo­lu­ción»[220].

Por­que la bur­gue­sía sabe esto, inten­ta por todos los medios aca­bar con los pro­ce­sos revo­lu­cio­na­rios cuan­do están ger­mi­nan­do, bien median­te divi­sio­nes, tram­pas y pro­me­sas que no va a cum­plir, bien con cre­cien­tes gra­dos de terror repre­si­vo y con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio si la revo­lu­ción sigue su ascen­so, o lo que es más fre­cuen­te simul­ta­nean­do ambos méto­dos. La teo­ría mar­xis­ta de la orga­ni­za­ción no se can­sa de adver­tir sobre este deci­si­vo pro­ce­so una y otra vez repe­ti­do. La teo­ría del par­ti­do sos­tie­ne que la mili­tan­cia ha de saber que «cada situa­ción tie­ne un pro­ble­ma cen­tral, de cuya reso­lu­ción depen­den tan­to los otros pro­ble­mas con­tem­po­rá­neos como el desa­rro­llo ulte­rior de todas las ten­den­cias socia­les del futu­ro»[221]. La cla­se domi­nan­te hace y hará de ese pro­ble­ma cen­tral el casus belli para des­en­ca­de­nar la repre­sión al nivel nece­sa­rio a cada momento.

La cla­se explo­ta­da ha de cono­cer esta dia­léc­ti­ca de la lucha de cla­ses y ade­lan­tar­se a la bur­gue­sía, sien­do aquí fun­da­men­tal la sos­te­ni­da y peda­gó­gi­ca acción del par­ti­do, para que lle­ga­do el momen­to cul­men del casus belli ‑que se resu­men his­tó­ri­ca­men­te en dos: pro­pie­dad pri­va­da de las fuer­zas pro­duc­ti­vas y pro­pie­dad del Esta­do y de su violencia‑, el pue­blo no sea sor­pren­di­do, divi­di­do, des­mo­ra­li­za­dos y des­tro­za­do. Des­de esta recu­rren­cia his­tó­ri­ca, por actua­li­dad de la revo­lu­ción hay que enten­der tam­bién actua­li­dad del Esta­do repre­sor, que nun­ca duer­me, que siem­pre está vigi­lan­te y pres­to a gol­pear por­que: «No se lucha úni­ca­men­te con­tra el Esta­do, sino que el Esta­do mis­mo se reve­la como un arma de la lucha de cla­ses, como uno de los ins­tru­men­tos esen­cia­les para el man­te­ni­mien­to de la domi­na­ción cla­sis­ta»[222]. La teo­ría leni­nis­ta de la orga­ni­za­ción siem­pre tie­ne en cuen­ta la actua­li­dad de la revo­lu­ción y del Esta­do represor.

Con otras pala­bras pero refi­rién­do­se a la mis­ma pro­ble­má­ti­ca, F. Jame­son sos­tie­ne que la teo­ría de Lenin es incom­pren­si­ble sin la dia­léc­ti­ca entre, por un lado, el Acon­te­ci­mien­to, es decir, el acto revo­lu­cio­na­rio en sí mis­mo, la suble­va­ción insu­rrec­cio­nal del pue­blo con­tra la opre­sión y su vio­len­cia cri­mi­nal y repre­si­va por­que «es cru­cial decir y repe­tir que, en la situa­ción revo­lu­cio­na­ria, la vio­len­cia vie­ne pri­me­ro de la dere­cha, de la reac­ción, y que la vio­len­cia de izquier­da es una reac­ción con­tra esa reac­ción»[223]; y, por otro lado, el pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio como «todo el lar­go, com­ple­jo y con­tra­dic­to­rio pro­ce­so de trans­for­ma­ción sis­té­mi­ca; un pro­ce­so ame­na­za­do a cada momen­to por el olvi­do, el ago­ta­mien­to, la reti­ra­da hacia la onto­lo­gía indi­vi­dual, la deses­pe­ra­da inven­ción de “incen­ti­vos mora­les”, y, sobre todo, la urgen­cia de la peda­go­gía colec­ti­va»[224]. Tras repe­tir la teo­ría mar­xis­ta de la vio­len­cia, es decir, del Esta­do, en el mis­mo párra­fo sobre el pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio, F. Jame­son escribe:

Tal vez aho­ra resul­te más cla­ro por qué el ver­da­de­ro sig­ni­fi­ca­do de Lenin no es ni polí­ti­co ni eco­nó­mi­co, sino más bien una fusión de ambas dimen­sio­nes en ese Acon­te­ci­mien­to-como-pro­ce­so y pro­ce­so-como-Acon­te­ci­mien­to que lla­ma­mos revo­lu­ción. El ver­da­de­ro sig­ni­fi­ca­do de Lenin es el man­da­to per­pe­tuo de man­te­ner viva la revo­lu­ción: man­te­ner­la viva como una posi­bi­li­dad aun antes de que haya suce­di­do, man­te­ner­la viva como pro­ce­so en todos estos momen­tos en que está ame­na­za­da por la derro­ta, o peor aún, por la ruti­ni­za­ción, el com­pro­mi­so, o el olvi­do […] el man­te­ner viva la idea de revo­lu­ción pro­pia­men­te dicha, en un tiem­po en el que esta pala­bra e idea se ha con­ver­ti­do en un esco­llo o escán­da­lo prác­ti­ca­men­te bíbli­co[225].

El prin­ci­pio de la actua­li­dad de la revo­lu­ción y la teo­ría de la repre­sión como natu­ra­le­za inter­na del Esta­do capi­ta­lis­ta, for­man una uni­dad estra­té­gi­ca más que tác­ti­ca por­que, como se ha vis­to, ata­ñe a la esen­cia mis­ma del pro­yec­to his­tó­ri­co comu­nis­ta de supera­ción mun­dial del modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta. Esto y más debe­mos apren­der de los bol­che­vi­ques cuan­do desa­rro­lla­ron el ¿Qué hacer? en con­di­cio­nes difí­ci­les en extre­mo. La uni­dad estra­té­gi­ca entre la teo­ría del Esta­do bur­gués, y el prin­ci­pio de actua­li­dad de la revo­lu­ción, fue y es deci­si­va cada vez que reapa­re­ce la vie­ja men­ti­ra del paci­fis­mo como «úni­ca vía efec­ti­va» para «trans­for­mar» el capi­ta­lis­mo, men­ti­ra recrea­da muy fre­cuen­te­men­te por los ser­vi­cios secre­tos del Esta­do bur­gués[226].

Ya hemos vis­to ante­rior­men­te cómo la poli­cía ale­ma­na infil­tró a su agen­te Eichler en la direc­ción del con­gre­so socia­lis­ta ale­mán de 1863 para impul­sar el paci­fis­mo, lo que en bue­na medi­da faci­li­tó el pres­ti­gio de Las­sa­lle, cuya ideo­lo­gía no se dife­ren­cia­ba mucho en lo esen­cial de este mode­lo, aun­que era más «radi­cal» de pala­bra, pero, por un lado, asu­mía la idea del «Esta­do pro­tec­tor»; por otro lado, era muy limi­ta­da y erró­nea su visión de la teo­ría de Marx y muy meca­ni­cis­ta su inter­pre­ta­ción de Hegel; y, por últi­mo, su fuer­te nacio­na­lis­mo inter­cla­sis­ta y bur­gués for­ta­le­ció el refor­mis­mo en la cla­se obre­ra ale­ma­na, una cla­se obre­ra que admi­ra­ba pro­fun­da­men­te a Las­sa­lle[227] mien­tras que des­co­no­cía prác­ti­ca­men­te a Marx.

La muy redu­ci­da implan­ta­ción mar­xis­ta efec­ti­va en la social­de­mo­cra­cia ale­ma­na y en la II Inter­na­cio­nal, excep­tuan­do mino­rías cono­ci­das por todos, pro­pi­cio que la ideo­lo­gía bur­gue­sa fue­se incues­tio­na­ble en su prác­ti­ca coti­dia­na. Tras doce años de ile­ga­li­dad, la social­de­mo­cra­cia ale­ma­na fue read­mi­ti­da en la lega­li­dad bur­gue­sa en 1890 y en poco tiem­po las ten­den­cias refor­mis­tas reapa­re­cie­ron con fuer­za cre­cien­te, según hemos vis­to. Peor aún, la olea­da revo­lu­cio­na­ria de 1905 cogió total­men­te rota[228] la II Inter­na­cio­nal por­que en su esque­ma teó­ri­co-polí­ti­co y en su estruc­tu­ra psi­co­ló­gi­ca buro­cra­ti­za­da y nor­ma­li­za­da ape­nas exis­tían espa­cios para com­pren­der la irrup­ción de la liber­tad y, lo que es más gra­ve, para res­pon­der a la agre­sión­de las fuer­zas repre­si­vas del Esta­do, error sui­ci­da que en Ale­ma­nia se repe­ti­ría en 1918 y a otra esca­la en 1933 cuan­do los nazis lle­ga­ron al poder.

La infil­tra­ción paci­fis­ta en la social­de­mo­cra­cia ale­ma­na no fue un caso úni­co. V. Ser­ge nos expli­ca el accio­nar polí­ti­co-sin­di­cal del poli­cía Zubá­tov, quien hacia 1905 tra­to de apo­de­rar­se del movi­mien­to obre­ro crean­do sin­di­ca­tos con­tro­la­dos, a la vez que desa­rro­lla­ba un efec­ti­vo sis­te­ma de segui­mien­to per­so­nal de la mili­tan­cia clan­des­ti­na[229], por no rein­ci­dir en otros infil­tra­dos como el cura Gapón orga­ni­za­dor, entre otras pro­vo­ca­cio­nes, de la mani­fes­ta­ción pací­fi­ca que fue masa­cra­da por la poli­cía zaris­ta en 1905. Lo que nos intere­sa es com­pren­der el pro­ce­so imper­cep­ti­ble y sibi­lino de «con­ta­mi­na­ción ideo­ló­gi­ca» de la izquier­da una vez que aban­do­na los prin­ci­pios polí­ti­cos y éti­cos, la pers­pec­ti­va his­tó­ri­ca, la cohe­ren­cia estra­té­gi­ca y el prin­ci­pio de supe­di­ta­ción de la tác­ti­ca a la estra­te­gia y a los objetivos.

La insis­ten­cia bol­che­vi­que en que la tole­ran­cia repre­si­va -«demo­cra­cia bur­gue­sa»- tien­de inde­fec­ti­ble­men­te a ser sus­ti­tui­da por la repre­sión con­for­me se agu­di­za la lucha de cla­ses, fue trá­gi­ca­men­te con­fir­ma­da por los terri­bles efec­tos de su no apli­ca­ción prác­ti­ca y teó­ri­ca, en la derro­ta de la revo­lu­ción ale­ma­na de 1918 – 1919, y muy con­cre­ta­men­te en el ase­si­na­to de sus diri­gen­tes, en espe­cial de Rosa Luxem­burg y Karl Liebk­necht. Mien­tras que Lenin y otros diri­gen­tes bol­che­vi­ques deci­die­ron pasar a la clan­des­ti­ni­dad en los momen­tos crí­ti­cos de la revo­lu­ción rusa, los espar­ta­quis­tas ale­ma­nes ape­nas lo hicie­ron, sien­do dete­ni­dos y ase­si­na­dos. S. Haff­ner expli­ca que Rosa y Karl ter­mi­na­ron sabien­do que esta­ban sien­do vigi­la­dos, per­se­gui­dos por las fuer­zas reac­cio­na­rias, cri­mi­na­li­za­dos públi­ca­men­te con una cam­pa­ña mediá­ti­ca que pedía a gri­tos sus ase­si­na­tos, pero aún así, ambos diri­gen­tes no toma­ron nin­gu­na medi­da de segu­ri­dad, no se escon­die­ron, siguie­ron hacien­do vida públi­ca nor­mal has­ta su deten­ción y ase­si­na­to. Según S. Haffner:

Esta­ban dema­sia­do inmer­sos en su labor polí­ti­ca y perio­dís­ti­ca para per­der el tiem­po pen­san­do en su segu­ri­dad per­so­nal; tal vez inclu­so dema­sia­do con­fia­dos, ya que ambos esta­ban muy acos­tum­bra­dos a los arres­tos y a las cár­ce­les como para temer­los. Pre­ci­sa­men­te debi­do a su expe­rien­cia, segu­ra­men­te duran­te mucho tiem­po no lle­ga­ron ni a ima­gi­nar que esta vez se tra­ta­ba de su vida; Rosa Luxem­burg, de for­ma con­mo­ve­do­ra, pre­pa­ró para su «arres­to» una male­ti­ta con peque­ños obje­tos per­so­na­les de poco valor y sus libros pre­fe­ri­dos que ya la habían acom­pa­ña­do a la pri­sión en otras oca­sio­nes[230].

La for­ma-par­ti­do elec­to­ral de masas se sus­ten­ta sobre la creen­cia irra­cio­nal de la «nor­ma­li­dad demo­crá­ti­ca» del sis­te­ma capi­ta­lis­ta a pesar de las ideas cen­su­ra­das de Engels como hemos expli­ca­do, y de las adver­ten­cias de teó­ri­cos rele­van­tes de fina­les del siglo XIX como Par­vus[231]; fue esta creen­cia infun­da­da la cau­sa prin­ci­pal de que el nue­vo par­ti­do revo­lu­cio­na­rio deno­mi­na­do Liga Espar­ta­quis­ta, escin­di­do de la social­de­mo­cra­cia en pleno ascen­so revo­lu­cio­na­rio, nacie­ra muy débil, a pesar de los esfuer­zos por ace­le­rar la orga­ni­za­ción rea­li­za­dos des­de 1916 y sobre todo 1918: «La estruc­tu­ra del nue­vo par­ti­do es extre­ma­da­men­te laxa, por no decir inexis­ten­te, mucho más pró­xi­ma a la del par­ti­do social­de­mó­cra­ta inde­pen­dien­te, que a la del par­ti­do bol­che­vi­que»[232]. Nació muy tar­de y muy débil, lo que le impo­si­bi­li­tó arrai­gar en las masas, diri­gir­las y estar pre­pa­ra­do para la inevi­ta­ble repre­sión con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria. Por esas mis­mas fechas, el par­ti­do bol­che­vi­que, que había esta­do varias veces casi al bor­de de la total des­apa­ri­ción bajo los gol­pes de la poli­cía zaris­ta, la Ojra­na, se había recu­pe­ra­do de nuevo

En base a las lec­cio­nes apren­di­das en las dos pri­me­ras déca­das del siglo XX de pro­pia lucha revo­lu­cio­na­ria, y tam­bién de una lec­tu­ra crí­ti­ca de las derro­tas ante­rio­res cau­sa­das por la repre­sión, los bol­che­vi­ques pro­pu­sie­ron en 1920 por boca de Lenin die­ci­nue­ve con­di­cio­nes nece­sa­rias para afi­liar­se a la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta. De ellas, la ter­ce­ra fue ni más ni menos que: «En todos los paí­ses en los que los comu­nis­tas, a con­se­cuen­cia del esta­do de sitio o de las leyes de excep­ción, no pue­dan rea­li­zar su labor legal­men­te, es impres­cin­di­ble con­ju­gar el tra­ba­jo legal con el clan­des­tino. La lucha de cla­ses en casi todos los paí­ses de Euro­pa y Amé­ri­ca entra en la fase de la gue­rra civil. En tales con­di­cio­nes, los comu­nis­tas no pue­den tener con­fian­za en la lega­li­dad bur­gue­sa. Están obli­ga­dos a crear en todas par­tes un meca­nis­mo clan­des­tino para­le­lo que en el momen­to deci­si­vo pue­da ayu­dar al par­ti­do a cum­plir con su deber ante la revo­lu­ción»[233], y en el pun­to 12 vuel­ve a insis­tir en que la pren­sa comu­nis­ta debe estar supe­di­ta­da a la direc­ción del par­ti­do inde­pen­dien­te­men­te de que «sea en el momen­to con­cre­to legal o clan­des­tino»[234].

Los diver­sos refor­mis­mos han ata­ca­do las die­ci­nue­ve con­di­cio­nes con varios argu­men­tos, sien­do el más fre­cuen­te el de que este tex­to esta­ba pen­sa­do para una situa­ción excep­cio­nal, sin­gu­lar e irre­pe­ti­ble, y que por tan­to ya que­dó defi­ni­ti­va­men­te des­fa­sa­do. Pero el tiem­po trans­cu­rri­do ha con­fir­ma­do que la lucha de cla­ses, cuan­do se agu­di­za más allá de lo tole­ra­do por la bur­gue­sía, entra en una fase de gue­rra civil lar­va­da al prin­ci­pio, que pue­de ser abor­ta­da y fre­na­da en su ascen­so, tam­bién derro­ta­da, pero que en deter­mi­na­das con­di­cio­nes pue­de seguir ade­lan­te. Sobre todo, ha ense­ña­do que la cues­tión de la lega­li­dad e ile­ga­li­dad, del «meca­nis­mo clan­des­tino para­le­lo», es tras­cen­den­tal en las luchas nacio­na­les de libe­ra­ción que se nie­guen a ser inte­gra­das en el poder opre­sor como sim­ples luchas auto­no­mis­tas. Tan­to es así que la expe­rien­cia vas­ca con­fir­ma la teo­ría bolchevique.

V. Ser­ge ya ha argu­men­ta­do que «gra­cias a la cien­cia de la cons­pi­ra­ción, los revo­lu­cio­na­rios pudie­ron vivir ile­gal­men­te en las capi­ta­les rusas duran­te meses y años […] La acción ile­gal, a la lar­ga, crea hábi­tos y una men­ta­li­dad que se pue­de con­si­de­rar como la mejor garan­tía con­tra los méto­dos poli­cía­cos»[235]. Hábi­tos que pue­den debi­li­tar­se con el tiem­po, sobre todo si gra­cias a la lucha de masas se con­quis­tan liber­ta­des demo­crá­ti­cas que per­mi­ten la lucha legal. Aún en estos casos, un deber del par­ti­do revo­lu­cio­na­rio es el de recor­dar­los siem­pre y man­te­ner algu­nas orga­ni­za­cio­nes suyas «dor­mi­das» o semi­ac­ti­vas en la lucha ale­gal o ile­gal, según las nece­si­da­des. Lo fun­da­men­tal es no per­mi­tir el olvi­do de los hábi­tos de lucha ile­gal, por­que una vez per­di­dos cues­ta mucho vol­ver a crearlos.

Tie­ne razón M. Jhons­to­ne cuan­do afir­ma que «la expe­rien­cia clan­des­ti­na de los bol­che­vi­ques, en todo caso, y las corres­pon­dien­tes for­mas orga­ni­za­ti­vas desa­rro­lla­das en aquel perío­do, les die­ron una gran ven­ta­ja, sobre todo duran­te la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial, res­pec­to a los par­ti­dos social­de­mó­cra­tas de la Euro­pa occi­den­tal y cen­tral. El «opor­tu­nis­mo dis­fra­za­do» de estos últi­mos fue la cau­sa de que inclu­so mar­xis­tas «de izquier­da» como Kautsky care­cie­sen, des­de el pun­to de vis­ta psi­co­ló­gi­co y orga­ni­za­ti­vo, de la más míni­ma pre­pa­ra­ción para empren­der el tra­ba­jo clan­des­tino indis­pen­sa­ble para una opo­si­ción con­se­cuen­te a la gue­rra impe­ria­lis­ta»[236]. La mis­ma ven­ta­ja sobre el refor­mis­mo vol­vió a demos­trar­se en la lucha anti­fas­cis­ta, no tan­to en los pri­me­ros años aun­que tam­bién, sino muy en espe­cial a par­tir de 1941 cuan­do se gene­ra­li­za­ron las luchas de libe­ra­ción nacio­nal en el cora­zón de la Euro­pa nazi­fas­cis­ta, pero tam­bién en otras muchas par­tes del mun­do has­ta el día de hoy.

11. Resu­men

El estu­dio leni­nis­ta en las con­di­cio­nes vas­cas actua­les del ¿Qué hacer? pue­de apor­tar­nos cla­ves fun­da­men­ta­les para, como míni­mo, seis cues­tio­nes de inne­ga­ble valor estra­té­gi­co: una, la ubi­ca­ción de Eus­kal Herria en el capi­ta­lis­mo y el suje­to de la inde­pen­den­cia socia­lis­ta; dos, la valía u obso­les­cen­cia de la memo­ria de lucha de nues­tro pue­blo y el papel de la teo­ría en la revo­lu­ción vas­ca; tres, la dia­léc­ti­ca entre «movi­mien­to» y «orga­ni­za­ción» y la cues­tión del poder; cua­tro, las alian­zas socio­po­lí­ti­cas y el mani­do tópi­co de la hege­mo­nía; cin­co, el papel de pren­sa crí­ti­ca, la buro­cra­ti­za­ción y la actua­li­dad de la «revo­lu­ción cul­tu­ral»; y, seis, el inter­na­cio­na­lis­mo inde­pen­den­tis­ta. Las cuan­ti­fi­ca­mos en sie­te cla­ves pero pue­den ser más en la medi­da en que pre­ci­se­mos los pun­tos de refle­xión, tarea que aho­ra mis­mo des­bor­da este escrito.

Una:

Lenin dedi­có los pri­me­ros años de su vida mili­tan­te a elu­ci­dar la ubi­ca­ción de Rusia en el capi­ta­lis­mo, el desa­rro­llo de este modo de pro­duc­ción en el impe­rio zaris­ta, y por tan­to la estruc­tu­ra de cla­ses en su inte­rior, más con­cre­ta­men­te, de entre todas las cla­ses cual de ellas era la que podía y debía diri­gir la revo­lu­ción. Lenin no actuó así por capri­cho volu­ble sino por­que com­pren­dió el prin­ci­pio mar­xis­ta de que es la obje­ti­va reali­dad social la que deter­mi­na la con­cien­cia social y sus posi­bi­li­da­des sub­je­ti­vas. Antes de que él dedi­ca­se casi una déca­da de pra­xis a resol­ver este pri­mer obs­tácu­lo, otros mar­xis­tas ya lo habían hecho, y muchos más segui­rían hacién­do­lo pos­te­rior­men­te. La razón es muy sim­ple: hay que cono­cer la reali­dad, es decir, la uni­dad y lucha irre­con­ci­lia­ble de las con­tra­dic­cio­nes inter­nas. El acier­to estra­té­gi­co de Lenin con­sis­tió en demos­trar que el capi­ta­lis­mo era el modo de pro­duc­ción domi­nan­te, que exa­cer­ba­ba todas sus con­tra­dic­cio­nes y que la cla­se obre­ra, el pro­le­ta­ria­do, el pue­blo tra­ba­ja­dor, las masas tra­ba­ja­do­ras, por repe­tir algu­nas de las expre­sio­nes que él usa­ba, era el suje­to revolucionario.

Si estu­dia­mos los docu­men­tos recien­tes de la izquier­da aber­tza­le en su sen­ti­do amplia­do al intro­du­cir a fuer­zas refor­mis­tas demo­cris­tia­nas, social­de­mó­cra­tas y euro­co­mu­nis­tas, y en su sen­ti­do his­tó­ri­co pre­ci­so, vemos que se ha licua­do casi del todo una visión mate­ria­lis­ta de nues­tra ubi­ca­ción en el capi­ta­lis­mo, excep­tuan­do tex­tos y opi­nio­nes indi­vi­dua­les o de gru­pos y colec­ti­vos espe­cí­fi­cos. Otro tan­to debe­mos decir con res­pec­to a la cues­tión cen­tral del suje­to colec­ti­vo. Sien­do ver­dad que el grue­so de la izquier­da aber­tza­le his­tó­ri­ca admi­te ofi­cial­men­te que es el pue­blo tra­ba­ja­dor el suje­to colec­ti­vo, en los hechos coti­dia­nos y espe­cial­men­te en la pren­sa cer­ca­na al amplio espec­tro sobe­ra­nis­ta e inde­pen­den­tis­ta domi­na un rui­do poli­fó­ni­co e incohe­ren­te en el que, sin embar­go, sobre­sa­len con­cep­tos ambi­guos y poli­sé­mi­cos, enga­ño­sos, como ciu­da­da­nía, socie­dad civil, pue­blos sin Esta­do, défi­cit demo­crá­ti­co, mul­ti­po­la­ri­dad, izquier­da trans­for­ma­do­ra, y otros muchos, que difu­mi­nan la reali­dad obje­ti­va de la estruc­tu­ra de cla­ses inter­na y del impe­ria­lis­mo franco-español.

Pode­mos ade­lan­tar cin­co gran­des razo­nes que expli­can este retro­ce­so: una, los efec­tos de la repre­sión glo­bal que vie­ne sufrien­do la izquier­da aber­tza­le his­tó­ri­ca espe­cial­men­te des­de la segun­da mitad de la déca­da de 1990; dos, el efec­to nega­ti­vo sobre sec­to­res de la izquier­da aber­tza­le de la implo­sión de la URSS; tres, el impac­to de las modas post en ple­na eufo­ria impe­ria­lis­ta en un mar­co ideo­ló­gi­co de ofen­si­va neo­li­be­ral y apa­ren­te trans­for­ma­ción del capi­ta­lis­mo en una eco­no­mía inte­li­gen­te, libre de cri­sis, demo­crá­ti­ca y tole­ran­te; cua­tro, la pro­pia fuer­za de alie­na­ción y sub­sun­ción que tie­ne el sis­te­ma del capi­tal por sí mis­mo, al mar­gen de los fac­to­res ante­di­chos, aun­que refor­za­da por ellos; y, cin­co, los deba­tes y dis­cu­sio­nes inter­nas en la izquier­da aber­tza­le. La siner­gia de estas cin­co razo­nes expli­ca bas­tan­te de las defi­cien­cias del pre­sen­te y debe­mos tener­la muy en cuen­ta para com­pren­der el por qué de los pun­tos que se expo­nen ahora.

Dos:

Lenin no insis­tía por casua­li­dad en las expe­rien­cias de lucha de las masas explo­ta­das en Rusia y en otros pue­blos como el ale­mán, etcé­te­ra; lo hacía por­que, como mar­xis­ta, com­pren­día que en esa expe­rien­cia late un «con­te­ni­do de ver­dad» más o menos apli­ca­ble a las con­di­cio­nes pre­sen­tes. La his­to­ria exis­te y negar­la o des­de­ñar­la es la pri­me­ra puer­ta que se cru­za en el fácil camino al fra­ca­so. Mani­pu­lar la his­to­ria, expur­gar­la de los con­te­ni­dos cru­dos y duros, para redu­cir­la a una «sopa ecléc­ti­ca» en la que cada cla­se social y fuer­za polí­ti­ca pue­de encon­trar los tro­pie­zos que le intere­sen, hacer­lo así es sui­ci­da para el pue­blo. Por ejem­plo, el arti­fi­cial deba­te sobre la lla­ma­da «memo­ria his­tó­ri­ca y el papel de las víc­ti­mas» es en reali­dad una lucha polí­ti­co-teó­ri­ca y éti­ca que for­ma par­te del cho­que entre el impe­ria­lis­mo y la nación opri­mi­da en don­de ese deba­te arti­fi­cial se realice.

Lo malo de todo ello es que la memo­ria de lucha de un pue­blo, y en espe­cial su par­te de memo­ria mili­tar, tien­de a per­der­se o debi­li­tar­se si la izquier­da no la man­tie­ne viva, indi­fe­ren­cia que es apro­ve­cha­da por la dere­cha para impo­ner su ver­sión reac­cio­na­ria. Es por esto que la teo­ría es inse­pa­ra­ble de la his­to­ria y cul­tu­ra popu­la­res, aun­que man­tie­ne su espe­ci­fi­ci­dad pro­pia. Cuan­do Lenin dice que sin teo­ría revo­lu­cio­na­ria no exis­te prác­ti­ca revo­lu­cio­na­ria está dicien­do que sin his­to­ria popu­lar acti­va no exis­te estra­te­gia hacia la vic­to­ria. En este sen­ti­do, la izquier­da aber­tza­le clá­si­ca, sin dejar de luchar por la memo­ria e his­to­ria popu­la­res, sí ha reba­ja­do bas­tan­te la lucha teó­ri­ca, éti­ca e his­tó­ri­ca en defen­sa actua­li­za­da de la lar­ga expe­rien­cia acu­mu­la­da entre 1960 y 1980;mientras que la izquier­da aber­tza­le amplia prác­ti­ca­men­te ha roto con ella. Ha sur­gi­do así un foso entre la his­to­ria teó­ri­ca y polí­ti­ca de los últi­mos sesen­ta años y el pre­sen­te sin teo­ría en el sen­ti­do mar­xis­ta del tér­mino. Y sin teo­ría no hay futuro.

Tres:

«Movi­mien­to» y «orga­ni­za­ción» son dos par­tes com­ple­men­ta­rias de un pro­ce­so de lucha en el que cada una de ellas jue­ga una fun­ción espe­cí­fi­ca que requie­re siem­pre de la otra. La rela­ción no varía aun­que exis­ta lucha ins­ti­tu­cio­nal, sino que esta debe estar supe­di­ta­da a ella. En el ¿Qué hacer? y en la lite­ra­tu­ra mar­xis­ta por «movi­mien­to» se entien­de una amplia, rica y com­ple­ja varie­dad de for­mas obre­ras y popu­la­res auto­or­ga­ni­za­ti­vas con diver­sos nive­les de espon­ta­neís­mo, empi­ria y expe­rien­cia teó­ri­ca, que nacen y luchan con­tra opre­sio­nes con­cre­tas y que tien­den a coor­di­nar­se en la medi­da en que toman con­cien­cia de la explo­ta­ción común que sufren. Por «orga­ni­za­ción» o «par­ti­do» se entien­de el colec­ti­vo más for­ma­do, dis­ci­pli­na­do y acti­vo que reco­no­ce públi­ca­men­te ‑o con los medios ade­cua­dos en un con­tex­to repre­si­vo e ile­gal- sus obje­ti­vos, estra­te­gias y tác­ti­cas, los comu­ni­can y popu­la­ri­zan en los «movi­mien­tos», y los ade­cua y adap­ta para res­pon­der a los cam­bios man­te­nien­do cla­ros los obje­ti­vos. Una de las tareas per­ma­nen­tes de la «orga­ni­za­ción» den­tro del «movi­mien­to» y en el con­jun­to del pue­blo tra­ba­ja­dor es la de demos­trar peda­gó­gi­ca y con­cre­ta­men­te que hay que tomar el poder en su sen­ti­do radi­cal, cua­li­ta­ti­vo, y no solo en su for­ma exter­na y tran­si­to­ria: la cues­tión del Esta­do y de su vio­len­cia. Es obvio que la lucha ins­ti­tu­cio­nal está regi­da por la rela­ción «movimiento»-«organización» y por la nece­si­dad de hacer peda­go­gía de la toma del poder.

Cuan­do esta rela­ción bidi­rec­cio­nal se rom­pe o des­apa­re­ce para prio­ri­zar la lucha ins­ti­tu­cio­nal, cuan­do la «orga­ni­za­ción» deja de cum­plir su papel fun­da­men­tal y casi des­apa­re­ce como fuer­za ope­ra­ti­va en la calle limi­tán­do­se a dar rue­das de pren­sa, cuan­do el obje­ti­vo de la toma del poder en su sen­ti­do cua­li­ta­ti­vo des­apa­re­ce prác­ti­ca­men­te de la polí­ti­ca de izquier­da para redu­cir­se a una mera rei­vin­di­ca­ción caren­te de todo con­te­ni­do con­cre­to de poder popu­lar opues­to al bur­gués domi­nan­te, cuan­do suce­de esto enton­ces se está dejan­do el pre­sen­te y el futu­ro del pue­blo en manos de otras fuer­zas dife­ren­tes a las revo­lu­cio­na­rias. Los esfuer­zos des­ti­na­dos a recu­pe­rar la pre­sen­cia de una estra­te­gia socia­lis­ta que guíe la lucha de masas, la lla­ma­da lucha ideo­ló­gi­ca, y la ins­ti­tu­cio­nal serán tan­to más bal­díos cuan­to más se retra­sen en el tiempo.

Cua­tro:

La rela­ción entre «par­ti­do» y «movi­mien­to» es la base para que la polí­ti­ca de alian­zas con otros sec­to­res se reali­ce res­pon­dien­do a la estra­te­gia que guía los pasos tác­ti­cos hacia los obje­ti­vos his­tó­ri­cos. La lucha por las refor­mas va uni­da muy fre­cuen­te­men­te a la polí­ti­ca de alian­zas con sec­to­res refor­mis­tas en pos de con­quis­tas demo­crá­ti­cas que refor­za­rán las luchas en todos los sen­ti­dos. La alian­za entre la cla­se obre­ra y el cam­pe­si­na­do era el núcleo de la hege­mo­nía popu­lar en la estra­te­gia bol­che­vi­que des­de el ¿Qué hacer? en ade­lan­te. La teo­ría leni­nis­ta de la hege­mo­nía obre­ra y cam­pe­si­na no tie­ne nada que ver con la fal­si­fi­ca­ción y ampu­tación de las tesis de Grams­ci rea­li­za­da por el refor­mis­mo euro­co­mu­nis­ta, y tam­po­co nada que ver con las tesis del post-mar­xis­mo que flo­re­cie­ron en los años de eufo­ria de las modas post. La hege­mo­nía leni­nis­ta no nie­ga la nece­si­dad de las alian­zas, sino que la man­tie­ne pero den­tro de una visión a lar­go pla­zo en la que lo deci­si­vo es la acu­mu­la­ción de fuer­zas revo­lu­cio­na­rias cara a la toma y man­te­ni­mien­to del poder polí­ti­co en su con­te­ni­do radi­cal­men­te opues­to al bur­gués, dife­ren­te en cua­li­dad. Aho­ra no pode­mos pro­fun­di­zar en este vital e impres­cin­di­ble deba­te que en sí es par­te del deba­te sobre la estra­te­gia socia­lis­ta, sus méto­dos orga­ni­za­ti­vos y sus tác­ti­cas interrelacionadas.

Las ver­sio­nes refor­mis­tas de la hege­mo­nía recha­zan esta estra­te­gia por­que no acep­tan la posi­bi­li­dad ni la nece­si­dad de un momen­to de cho­que direc­to de fuer­zas entre el pue­blo tra­ba­ja­dor y la bur­gue­sía, entre la nación opri­mi­da y el impe­ria­lis­mo. Las ver­sio­nes refor­mis­tas de la hege­mo­nía retro­ce­den al socia­lis­mo utó­pi­co de dere­chas que cen­tra­ba sus esfuer­zos en la con­cien­cia­ción cul­tu­ral y hacia el gra­dua­lis­mo social­de­mó­cra­ta que los orien­ta­ba hacia la acu­mu­la­ción de fuer­zas ins­ti­tu­cio­na­les y popu­la­res pací­fi­cas. El socia­lis­mo utó­pi­co de izquier­das no plan­tea­ba en abso­lu­to el camino de la hege­mo­nía obre­ra y popu­lar, sino el de la insu­rrec­ción al mar­gen del pue­blo. Fren­te a la hege­mo­nía refor­mis­ta y al insu­rrec­cio­na­lis­mo utó­pi­co, la hege­mo­nía de Lenin plan­tea una movi­li­za­ción masi­va ascen­den­te has­ta la toma del poder por el pue­blo, como paso cua­li­ta­ti­vo a par­tir del cual, solo a par­tir del cual, pue­den ase­gu­rar­se las con­di­cio­nes ple­nas para rea­li­zar la hege­mo­nía social, cul­tu­ral, polí­ti­ca, etcé­te­ra, nun­ca antes de la toma del poder. Solo con el poder esta­tal pue­de rea­li­zar­se la «revo­lu­ción cul­tu­ral», aun­que par­tes de ella deben pre­fi­gu­rar­se en el capi­ta­lis­mo como todos los avan­ces urgen­tes en la eman­ci­pa­ción de la mujer, en la libe­ra­ción nacio­nal de cla­se, etcétera.

Cin­co:

Lenin estu­vo tan ade­lan­ta­do a su épo­ca sobre la cues­tión de la lucha teó­ri­ca, polí­ti­ca, cul­tu­ral, lo que aho­ra se lla­ma erró­nea­men­te «lucha ideo­ló­gi­ca», que, sal­van­do todas las dis­tan­cias, pue­de cer­ti­fi­car­se su valía actual aun­que des­co­no­cie­ra «nues­tra» tec­no­lo­gía ‑en manos últi­mas del capi­tal, hay que decir­lo todo. Es cier­to que bue­na par­te de su argu­men­ta­rio sobre las rela­cio­nes entre la pren­sa local, des­cen­tra­li­za­da y mino­ris­ta, y la pren­sa cen­tra­li­za­da a nivel esta­tal están basa­das en la gran expe­rien­cia social­de­mó­cra­ta y en par­te anar­quis­ta de la Euro­pa occi­den­tal de fina­les del siglo XIX, pero lo hizo aña­dien­do ideas de su cose­cha pro­pia algu­nas de las cua­les ya hemos cita­do. Lo bási­co de ellas apa­re­ce el Mani­fies­to comu­nis­ta: los comu­nis­tas lucha­mos jun­to con las demás fuer­zas demo­crá­ti­cas, pero siem­pre pone­mos el pun­to cen­tral en el pro­ble­ma de la pro­pie­dad pri­va­da, pro­ble­ma que Lenin apu­ró en lo teó­ri­co has­ta demos­trar sus cone­xio­nes esen­cia­les con el poder de cla­se de la burguesía.

La lla­ma­da «lucha ideo­ló­gi­ca» debe tener este pun­to como eje cen­tral sobre el que giran todas las demás luchas teó­ri­cas, cul­tu­ra­les, socia­les, etcé­te­ra. La prác­ti­ca de la crí­ti­ca cons­truc­ti­va como nece­si­dad con­sus­tan­cial e inhe­ren­te al pen­sa­mien­to revo­lu­cio­na­rio está retro­ce­dien­do por razo­nes cono­ci­das en sec­to­res de la izquier­da aber­tza­le, y está sien­do cada vez más per­se­gui­da en el sis­te­ma de domi­na­ción que pade­ce­mos. La buro­cra­ti­za­ción de la vida ins­ti­tu­cio­nal, polí­ti­ca, mediá­ti­ca y pro­duc­ti­va es una ten­den­cia impa­ra­ble, del mis­mo modo que las fuer­zas reac­cio­na­rias más irra­cio­na­les como el nacio­nal-cato­li­cis­mo inten­tan recu­pe­rar áreas de influen­cia en las que se habían debi­li­ta­do: sexua­li­dad, fami­lia, reli­gión, cul­tu­ra, edu­ca­ción, polí­ti­ca, pren­sa, etcé­te­ra. La lucha con­tra la buro­cra­ti­za­ción gene­ra­li­za­da es hoy más nece­sa­ria que nun­ca y la pre­fi­gu­ra­ción de una Eus­kal Herria inde­pen­dien­te, eus­kal­dun, anti­pa­triar­cal y socia­lis­ta exi­ge que la «revo­lu­ción cul­tu­ral» se ini­cie ya con la radi­ca­li­dad necesaria.

Y seis:

Lenin había deja­do sufi­cien­tes mues­tras de su inter­na­cio­na­lis­mo con­se­cuen­te antes de escri­bir el ¿Qué hacer?, y en esta obra la rela­ción entre las luchas en Rusia, los pue­blos opri­mi­dos y el con­tex­to inter­na­cio­nal ver­te­bra inter­na­men­te el men­sa­je ente­ro. Con­for­me avan­za­ba su vida y pro­fun­di­za­ba en la fase impe­ria­lis­ta del capi­ta­lis­mo, su inter­na­cio­na­lis­mo se hizo más radi­cal y a la vez más demo­crá­ti­co por­que com­pren­dió la com­ple­ji­dad extre­ma del sen­ti­mien­to nacio­nal de los pue­blos, pero sin olvi­dar que ellos no son los res­pon­sa­bles de su situa­ción sino que lo es el impe­ria­lis­mo capi­ta­lis­ta, cri­te­rio deci­si­vo sobre todo en el pre­sen­te. Lenin murió defen­dien­do el dere­cho a la inde­pen­den­cia de los pue­blos tra­ba­ja­do­res nacio­nal­men­te opri­mi­dos, sabien­do que el gran nacio­na­lis­mo ruso era con­sus­tan­cial a la buro­cra­cia que se esta­ba apo­de­ran­do del par­ti­do y del Esta­do, minan­do la demo­cra­cia socia­lis­ta y el poder soviético.

La izquier­da aber­tza­le clá­si­ca ha sido radi­cal­men­te anti­im­pe­ria­lis­ta en su inter­na­cio­na­lis­mo soli­da­rio. Recien­te­men­te peque­ños sec­to­res con poder mediá­ti­co se han ale­ja­do de ese inter­na­cio­na­lis­mo para acer­car­se a tesis tan meli­fluas e impre­ci­sas en sus aná­li­sis que pue­den inter­pre­tar­se inclu­so como «neu­tra­lis­tas». Tal cosa es lite­ral­men­te impo­si­ble en un capi­ta­lis­mo en el que las con­tra­dic­cio­nes entre el impe­ria­lis­mo occi­den­tal y las muy débi­les «poten­cias emer­gen­tes» en modo alguno lle­gan a eso que equí­vo­ca­men­te se defi­ne como «mul­ti­po­la­ri­dad», eufe­mis­mo que ocul­ta el domi­nio gigan­tes­co del impe­ria­lis­mo occi­den­tal y del capi­ta­lis­mo finan­cie­ro ‑fusión del capi­tal ban­ca­rio con el capi­tal indus­trial- a nivel pla­ne­ta­rio. Pese al rela­ti­vo auge eco­nó­mi­co de algu­nas semi­po­ten­cias la supre­ma­cía de la OTAN y de otros apa­ra­tos mili­ta­res inte­gra­dos en el sis­te­ma yan­qui es inne­ga­ble. La des­apa­ri­ción del inter­na­cio­na­lis­mo anti­im­pe­ria­lis­ta en sec­to­res de la izquier­da aber­tza­le clá­si­ca es un signo más del dete­rio­ro teó­ri­co y estra­té­gi­co que se está produciendo.

12. Con­clu­sión

Natu­ral­men­te, quien no quie­ra leer el ¿Qué hacer? por­que crea que Lenin es un autor ya cadu­co, que el libro está supe­ra­do por las trans­for­ma­cio­nes de la «socie­dad moder­na», quien opi­ne que el mar­xis­mo ha deja­do de ser nece­sa­rio, está en su pleno dere­cho a per­der el tiem­po como le de la gana. No leer el ¿Qué hacer? es per­der el tiem­po por­que enton­ces, por la igno­ran­cia no supe­ra­da, se repe­ti­rán trá­gi­cos erro­res que lue­go, para supe­rar­los, exi­gi­rán a las futu­ras gene­ra­cio­nes hacer enor­mes esfuer­zos y sacri­fi­cios. Prac­ti­car el mar­xis­mo es aho­rrar tiem­po y energía.

Iña­ki Gil de San Vicente

Eus­kal Herria, 24 de junio de 2014

[1] J. L. Acan­da Gon­zá­lez: «Mesa redon­da: Lenin», Para­dig­mas y Uto­pías, Lenin, Méxi­co, nº 7, mayo/​julio 2003, pp. 160 – 207.

[2] «Intro­duc­ción», Docu­men­tos Y, Hor­da­go, Donos­tia, 1981, tomo 7, p. 270.

[3] R. Val­dés Gala­rra­ga: Dic­cio­na­rio del pen­sa­mien­to mar­tiano, Cien­cias Socia­les, La Haba­na 2012, pp. 494 – 497.

[4] J. Bruhat: «El socia­lis­mo fran­cés de 1815 a 1848», His­to­ria Gene­ral del Socia­lis­mo, Des­tino, Bar­ce­lo­na 1976, tomo I, pp. 390 – 398.

[5] V. Ruten­burg: Movi­mien­tos popu­la­res en Ita­lia (siglos XIV-XV), Akal, Madrid 1983, p. 138.

[6] Tucí­di­des: His­to­ria de la gue­rra del Pelo­po­ne­so, Akal, Madrid 1989, p. 310.

[7] «Bole­tín Interno»,Documentos Y, op. cit., tomo 7, pp. 326 – 329.

[8] Docu­men­tos Y, op. cit., tomo 16, pp. 102 – 104.

[9] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, Obras com­ple­tas, Pro­gre­so, Mos­cú 1981, tomo 6, p. 132.

[10] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 104.

[11] D. Gue­rin: «Del club revo­lu­cio­na­rio al par­ti­do úni­co», Par­ti­do y revo­lu­ción, Rodol­fo Alon­so Edi­tor, Bue­nos Aires, Argen­ti­na 1971, p. 76.

[12] G. Pro­cac­ci: El par­ti­do en la URSS. 1917 – 1945, Edi­cio­nes Bol­si­llo, Bar­ce­lo­na 1977, pp. 56 – 57.

[13] G. Ach­car: «El libe­ra­lis­mo y el neo­ba­bu­vis­mo en las fuen­tes del mar­xis­mo», Marx Aho­ra, La Haba­na, Cuba, nº 14, 2002, pp. 49 – 67.

[14] J. Russ: Los pre­cur­so­res de Marx, Nue­va Sín­te­sis, Bar­ce­lo­na 1976, pp. 195 – 200.

[15] E. Man­del: El lugar del mar­xis­mo en la his­to­ria, Cata­ra­ta, Madrid 2005, pp. 87 – 94.

[16] D. Ben­saïd: Marx ha vuel­to, Edha­sa, Bar­ce­lo­na 2012, p. 99.

[17] C. Perey­ra: La idea de par­ti­do en Marx, 30 de mar­zo de 2013 (www​.kmarx​.word​press​.com).

[18] K. Marx y F. Engels: La ideo­lo­gía ale­ma­na, Gri­jal­bo, Bar­ce­lo­na, 1972, p. 45.

[19] K. Marx y F. Engels: La ideo­lo­gía ale­ma­na, op. cit., p. 546.

[20] M. Johns­to­ne: « Marx y Engels y el con­cep­to de par­ti­do», Teo­ría mar­xis­ta del par­ti­do polí­ti­co, PyP, nº 7. Cór­do­ba, Argen­ti­na 1971, p. 108.

[21] L. Magri: Pro­ble­mas de la teo­ría mar­xis­ta del par­ti­do, Ana­gra­ma, 1975, p. 21.

[22] M. Johns­to­ne: «Marx y Engels y el con­cep­to de par­ti­do», op. cit., pp. 106 – 107.

[23] E. Bali­bar: «Marx, Engels y el par­ti­do revo­lu­cio­na­rio», Cua­der­nos Polí­ti­cos, ERA, nº 18, octu­bre-diciem­bre de 1978, pp. 35 – 46.

[24] D. Ben­saïd, Marx ha vuel­to, Edha­sa, Bar­ce­lo­na 2012, p. 106.

[25] G. Ramet­ta y M. Mer­lo: «Poder y crí­ti­ca de la eco­no­mía polí­ti­ca en Marx», El poder. Para una filo­so­fía de la polí­ti­ca moder­na, Siglo XXI, Méxi­co 2007, pp. 305 – 309.

[26] A. Pane­bian­co: Mode­los de par­ti­do, Alian­za Uni­ver­sal, 1990, pp. 139 – 169.

[27] A. Prior Olmos: El pro­ble­ma de la liber­tad en el pen­sa­mien­to de Marx, Biblio­te­ca Nue­va. Uni­ver­si­dad de Mur­cia, 2004, pp. 241 – 242.

[28] K. Marx y F. Engels: Men­sa­je del Comi­té Cen­tral a la Liga de los Comu­nis­tas, Obras Esco­gi­das, Pro­gre­so, Mos­cú 1978, tomo 1, p. 179.

[29] K. Marx y F. Engels: Men­sa­je del Comi­té Cen­tral a la Liga de los Comu­nis­tas, op. cit., tomo 1, p. 180.

[30] K. Marx y F. Engels: Men­sa­je del Comi­té Cen­tral a la Liga de los Comu­nis­tas, op. cit., tomo 1, p. 186.

[31] K. Marx y F. Engels: Men­sa­je del Comi­té Cen­tral a la Liga de los Comu­nis­tas, op. cit., tomo 1, p. 183.

[32] F. Engels: «El 25 de Junio», Temas mili­ta­res, Escue­la Social, Madrid 1968, p. 53.

[33] F. Engels: «El 25 de Junio», Temas mili­ta­res, Escue­la Social, Madrid 1968, pp. 57 – 58.

[34] F. Engels «La mar­cha del movi­mien­to en París», Temas mili­ta­res, Escue­la Social, Madrid 1968, p. 45.

[35] F. Engels: «La mar­cha del movi­mien­to en París», op. cit., p. 48.

[36] K. Marx: «Car­ta a Engels» del 18 de mayo de 1859, Corres­pon­den­cia, Edit. Car­ta­go, Bue­nos Aires 1973, pp. 107 – 108.

[37] F. Engels: «Intro­duc­ción de 1895» a la Lucha de cla­ses en Fran­cia de 1848 a 1850, Obras Esco­gi­das, tomo I, p. 194.

[38] F. Meh­ring: Car­los Marx, Gri­jal­bo, Bar­ce­lo­na 1973, p. 218.

[39] K. Marx: «Car­ta a S. Meyer» del 30 de abril de 1867, Corres­pon­den­cia, op. cit., p. 184.

[40] F. Engels: «Car­ta a Bens­tein del 25-I-1882», Corres­pon­den­cia, op. cit., p. 341.

[41] F. Engels: «Car­ta a Bebel, 30-VIII-1883», Corres­pon­den­cia, op. cit., pp. 339 – 340.

[42] F. Engels: «Car­ta a Kautsky del 19 de julio de 1884», Corres­pon­den­cia, op. cit., p. 343.

[43] F. Engels: «Car­ta a Bens­tein del 11 de noviem­bre de 1884», Corres­pon­den­cia, op. cit., pp. 346 – 347.

[44] F. Engels: «Car­ta a Sor­ge del 29 de noviem­bre de 1886», Corres­pon­den­cia, op. cit., p. 361.

[45] F. Engels: «Car­ta a Sor­ge del 29 de noviem­bre de 1886», Corres­pon­den­cia, op. cit., p. 361.

[46] F- Engels: «Car­ta a F. Kelley Wisch­news­ts­ki del 17 de enero de 1887», Corres­pon­den­cia, op. cit., p. 364.

[47] F. Engels: «Car­ta a Tura­ti del 26 de enero de 1894», Corres­pon­den­cia, op. cit., p. 415.

[48] E. Con­chei­ro: Fede­ri­co Engels y el Par­ti­do, 10 de octu­bre de 2012 (www​.kmarx​.word​press​.com).

[49] F. Mar­ko­vits: Marx en el jar­dín de Epi­cu­ro, Madrá­go­ra, 1975, p. 113.

[50] P. Char­bon­nat: His­to­ria de las filo­so­fías mate­ria­lis­tas, Biblio­te­ca Buri­dan, 2007, p. 116.

[51] P. Char­bon­nat: His­to­ria de las filo­so­fías mate­ria­lis­tas, op. cit., p. 120.

[52] K. Marx: Crí­ti­ca de la filo­so­fía del Esta­do de Hegel, OME Crí­ti­ca, 1978, tomo 5, p. 59.

[53] D. Sibony: «De la indi­fe­ren­cia en mate­ria de polí­ti­ca», Locu­ra y socie­dad segre­ga­ti­va, Ana­gra­ma, 1976, p. 108.

[54] K. Marx: «Car­ta a Engels del 18 de mayo de 1859», Corres­pon­den­cia, op. cit. pp.107 – 108.

[55] K. Marx: «Car­ta a Sch­weitzer del 13 de octu­bre de 1868», Teo­ría mar­xis­ta del par­ti­do polí­ti­co, PyP, Cór­do­ba. Argen­ti­na, p. 126.

[56] K. Marx: El Capi­tal, op. cit., tomo I, p. XIV.

[57] F. Engels: «Car­ta a Oppenheim de 24 de mar­zo de 1891», Marx/​Engels Car­tas sobre El Capi­tal, Edit. Laia, Bar­ce­lo­na 1974, pp. 282 – 283.

[58] K. Marx: «Car­ta a Gui­ller­mo Bloss de 10 de noviem­bre de 1877», Obras Esco­gi­das, op. cit., tomo 3, p. 307.

[59] A. Prior Olmos: El pro­ble­ma de la liber­tad en el pen­sa­mien­to de Marx, Biblio­te­ca Nue­va, Uni­ver­si­dad de Mur­cia, 2004, p. 203.

[60] R. Engels: «Car­ta a Berns­tein del 28 de niviem­bre de 1882», Teo­ría mar­xis­ta del par­ti­do polí­ti­co, PyP, Cór­do­ba, Argen­ti­na, p. 129.

[61] F. Engels: «Car­ta a G. Triers del 18 de diciem­bre de 1886», Teo­ría mar­xis­ta del par­ti­do polí­ti­co, PyP, Cór­do­ba, Argen­ti­na, p. 136.

[62] M. Mcnair: Las lec­cio­nes de Erfurt: La Segun­da Inter­na­cio­nal ¿se basó en «par­ti­dos de toda la cla­se»?, 13 de octu­bre de 2013 (www​.sin​per​mi​so​.info).

[63] E. Man­del: Crí­ti­ca del euro­co­mu­nis­mo, Fon­ta­ma­ra, Bar­ce­lo­na 1978, p. 83.

[64] K. Marx: «“Con­fe­sio­nes” a Antoi­net­te Phi­lips», Marx, su vida, su obra, J. Elleins­tein, Argos Ver­ga­ra, Bar­ce­lo­na 1981, p. 285.

[65] J. Droz: «Los orí­ge­nes de la social­de­mo­cra­cia ale­ma­na», His­to­ria Gene­ral del Socia­lis­mo, Des­tino, Bar­ce­lo­na 1976, tomo 1, p. 481.

[66] M. Gal­ce­ran: La inven­ción del mar­xis­mo, IEPALA, Madrid 1997, p. 246.

[67] M. Gal­ce­ran: La inven­ción del mar­xis­mo, op. cit., p. 247.

[68] J. Droz: «La social­de­mo­cra­cia ale­ma­na (1875−1914)», His­to­ria Gene­ral del Socia­lis­mo, Des­tino, Bar­ce­lo­na 1979, tomo 2, p. 27.

[69] J. Droz: «La social­de­mo­cra­cia ale­ma­na (1875−1914)», op. cit., p. 28.

[70] J. Droz: «La social­de­mo­cra­cia ale­ma­na (1875−1914)», op. cit., pp. 28 – 29.

[71] F. Engels: «Car­ta a J. P. Bec­ker del 22 de mayo de 1883», Corres­pon­den­cia, op. cit., p. 339.

[72] F. Engels: «Car­ta a J. P. Bec­ker del 14 de febre­ro de 1884», Corres­pon­den­cia, op. cit., p. 341.

[73] F. Engels: «Car­ta a Bebel del 18 de noviem­bre de 1884», Corres­pon­den­cia, op. cit., p. 344.

[74] F. Engels: «Car­ta a Bebel del 18 de noviem­bre de 1884», Corres­pon­den­cia, op. cit., pp. 345 – 346.

[75] B. Gus­tafs­son: Mar­xis­mo y revi­sio­nis­mo, Gri­jal­bo, Bar­ce­lo­na 1975, p. 31.

[76] J. Droz: «La social­de­mo­cra­cia ale­ma­na (1875−1914)», His­to­ria Gene­ral del Socia­lis­mo, op. cit., tomo 2, p. 48.

[77] B. Gus­tafs­son: Mar­xis­mo y revi­sio­nis­mo, Gri­jal­bo, Bar­ce­lo­na 1975, pp. 34 – 35.

[78] J. Droz: «La social­de­mo­cra­cia ale­ma­na (1875−1914)», His­to­ria Gene­ral del Socia­lis­mo, op. cit. tomo 2, pp. 40 – 42.

[79] H‑J. Stein­berg: «El par­ti­do y la for­ma­ción de la orto­do­xia mar­xis­ta», His­to­ria del mar­xis­mo, Bru­gue­ra, 1980, tomo 4, (2), p. 108.

[80] M. Gal­ce­ran: La inven­ción del mar­xis­mo, op. cit., p. 399.

[81] C. Gar­cía Mon­to­ro: «El impe­rio ale­mán, de 1870−1918», Gran His­to­ria Uni­ver­sal, CIL, Madrid 1986, tomo 22, p. 160.

[82] B. Gus­tafs­son: Mar­xis­mo y revi­sio­nis­mo, Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 1974, p. 246.

[83] B. Gus­tafs­son: Mar­xis­mo y revi­sio­nis­mo, op. cit., p. 342.

[84] M. Gal­ce­ran: La inven­ción del mar­xis­mo, op. cit., p. 249.

[85] J. Droz: «La social­de­mo­cra­cia ale­ma­na (1875−1914)», His­to­ria Gene­ral del Socia­lis­mo, op. cit., tomo 2, pp. 34 – 53.

[86] Car­ta de Marx a Sor­ge, octu­bre de 1877, Corres­pon­den­cia, op. cit., p. 286.

[87] R. Levre­ro: Nación, metró­po­li y colo­nias en Marx y Engels, Ana­gra­ma, 1975, pp. 86 – 87.

[88] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, Obras Com­ple­tas, Pro­gre­so, Mos­cú 1981, tomo 6, p. 30.

[89] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 6, p.187.

[90] V. Stra­da: «La polé­mi­ca entre bol­che­vi­ques y men­che­vi­ques sobre la revo­lu­ción de 1905», His­to­ria del mar­xis­mo, Bru­gue­ra, Bar­ce­lo­na 1981, tomo 5, pp. 157 – 168.

[91] R. Por­tal: «El socia­lis­mo ruso has­ta la revo­lu­ción de 1917», His­to­ria Gene­ral del Socia­lis­mo, Des­tino, 1979, tomo 2, pp. 426 – 427.

[92] N. Geras: Masas, par­ti­do y revo­lu­ción, Fon­ta­ma­ra, Bar­ca­lo­na 1980, p. 112.

[93] E. Man­del: La teo­ría leni­nis­ta de la orga­ni­za­ción, op. cit., 1974, p. 76 y p. 82.

[94] R. Sáez: «La vigen­cia del ¿Qué hacer? en nues­tra épo­ca», Lenin en el siglo XXI, Socia­lis­mo o Bar­ba­rie, diciem­bre 2009, p. 325.

[95] F. Ver­cam­men: Lenin y la cues­tión del par­ti­do, 27 de abril de 2014 (www​.sin​per​mi​so​.info).

[96] N. Geras: Masas, par­ti­do y revo­lu­ción, Fon­ta­ma­ra, Bar­ce­lo­na 1980, p. 117.

[97] P. Broué: «Obser­va­cio­nes sobre la his­to­ria del par­ti­do bol­che­vi­que», Par­ti­do y revo­lu­ción, op. cit., p. 84.

[98] P. Broué: «Obser­va­cio­nes sobre la his­to­ria del par­ti­do bol­che­vi­que», Par­ti­do y revo­lu­ción, op. cit., p. 87.

[99] P. Broué: «Obser­va­cio­nes sobre la his­to­ria del par­ti­do bol­che­vi­que», Par­ti­do y revo­lu­ción, op. cit., pp. 88 – 89.

[100] P. Broué: «Obser­va­cio­nes sobre la his­to­ria del par­ti­do bol­che­vi­que», Par­ti­do y revo­lu­ción, op. cit.., pp. 89 – 90.

[101] V. Ser­ge: El año I de la revo­lu­ción rusa, Siglo XXI, Madrid 1972, pp. 439 – 490.

[102] V. I. Lenin: Nue­vos tiem­pos. Vie­jos erro­res de nue­vo tipo, Obras Com­ple­tas, op. cit.., tomo 44, p. 108.

[103] F. Clau­din: «Pre­sen­ta­ción gene­ral», Lenin. Escri­tos eco­nó­mi­cos (1893−1899), Siglo XXI, Madrid 1974, tomo 1, p. 39.

[104] F. Clau­din: «Pre­sen­ta­ción gene­ral», Lenin. Escri­tos eco­nó­mi­cos (1893−1899), op. cit., tomo 1, p. 49.

[105] F. Clau­din: «Pre­sen­ta­ción gene­ral», Lenin. Escri­tos eco­nó­mi­cos (1893−1899), op. cit., tomo 1, pp. 51 – 55.

[106] V. I. Lenin: El desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo en Rusia, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 3, pp. 55 – 57.

[107] V. I. Lenin: El desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo en Rusia, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 3, pp. 646 – 659.

[108] V. I. Lenin: La gue­rra con Chi­na, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 4, pp. 397 – 402.

[109] V. Stra­da: «El “mar­xis­mo legal” en Rusia», His­to­ria de mar­xis­mo, Bru­gue­ra, Bar­ce­lo­na 1981, p. 69.

[110] V. I. Lenin: A qué heren­cia renun­cia­mos, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 2, pp. 527 – 575.

[111] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 6, p. 149.

[112] S. Clar­ke: «¿Era Lenin mar­xis­ta? Las raí­ces popu­lis­tas del mar­xis­mo-leni­nis­mo», A 100 años del ¿Qué hacer?, Herra­mien­ta, 2003, Bue­nos Aires, pp. 71 – 108.

[113] F. Ver­cam­men: Lenin y la cues­tión del par­ti­do, 27 de abril de 2014 (www​.sin​per​mi​so​.info).

[114] N. Faulk­ner: De los nean­der­ta­les a los neo­li­be­ra­les, Pasado&Presente, Bar­ce­lo­na 2014, p. 283.

[115] J. Salem: Lenin y la revo­lu­ción, Penín­su­la, Bar­ce­lo­na 2009, pp. 58 – 63.

[116] J. Salem: Lenin y la revo­lu­ción, op. cit., pp. 89 – 101.

[117] J. Salem: Lenin y la revo­lu­ción, op. cit., pp. 39 – 52.

[118] D. Ben­saïd, Marx ha vuel­to, Edha­sa, Bar­ce­lo­na 2012, p. 110.

[119] F. Liza­rra­gue: El par­ti­do leni­nis­ta como ins­tru­men­to de com­ba­te, 12 de diciem­bre de 2013 (www.ft-ci-org),

[120] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, Obras com­ple­tas, op. cit., tomo 6, p. 95.

[121] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, Obras com­ple­tas, op. cit., tomo 6, p. 62.

[122] V. I. Lenin: Obser­va­cio­nes al segun­do pro­yec­to de pro­gra­ma de Ple­ja­nov, op. cit., tomo 6, p. 242.

[123] V. I. Lenin: Obser­va­cio­nes com­ple­men­ta­rias al pro­yec­to de pro­gra­ma de la comi­sión, op. cit., tomo 6, pp. 269 – 272.

[124] V. I. Lenin: XI Con­gre­so del PC (b) R. , Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 45, pp. 73 – 147.

[125] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 6, p. 112.

[126] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 119.

[127] V. I. Lenin: ¿Qué hacer? op. cit., p. 118.

[128] J. Dal Maso y F. Royo: Pen­sar Lenin, 6 de agos­to de 2013 (www​.ips​.org​.ar).

[129] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 141

[130] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 181.

[131] V. I. Lenin: «Resu­men del libro de Aris­tó­te­les «Meta­fí­si­ca»», Cua­der­nos filo­só­fi­cos, Obras com­ple­tas, tomo 29, p. 336.

[132] V. I. Lenin: Una gran ini­cia­ti­va, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 39, pp. 21 – 22.

[133] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., pp. 30 – 31.

[134] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 56.

[135] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 56.

[136] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., pp. 75 – 76.

[137] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 30.

[138] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 193.

[139] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 30.

[140] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 66.

[141] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 60.

[142] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., pp. 42 – 46.

[143] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 160.

[144] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 84.

[145] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 171.

[146] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 32.

[147] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 65.

[148] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 87.

[149] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 91.

[150] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 66.

[151] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 107.

[152] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 116.

[153] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 117.

[154] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 131.

[155] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 158.

[156] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 123.

[157] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., pp. 120 – 130.

[158] V. I. Lenin: ¿Qué hacer?, op. cit., p. 78.

[159] V. Stra­da: «La polé­mi­ca entre bol­che­vi­ques y men­che­vi­ques sobre la revo­lu­ción de 1905», His­to­ria del mar­xis­mo, Bru­gue­ra, 1979, tomo 5, p. 170.

[160] M. Jhons­to­ne: «Un ins­tru­men­to polí­ti­co de nue­vo tipo: el par­ti­do leni­nis­ta de van­guar­dia», His­to­ria del mar­xis­mo, Bru­gue­ra, 1983, tomo 7, (I). pp. 447 – 456.

[161] E. V. Ilién­kov: La dia­léc­ti­ca anti­gua como for­ma de pen­sa­mien­to, Uni­ver­si­dad Cen­tral «Mar­ta Abreu» de Las Villas, Cuba, 2009, p. 19.

[162] C. Bár­to­lo: Lenin, El revo­lu­cio­na­rio que no sabía dema­sia­do, Cata­ra­ta, 2012, pp. 40 – 42.

[163] C. Bár­to­lo: Lenin, El revo­lu­cio­na­rio que no sabía dema­sia­do, op. cit., p. 66.

[164] R. Duna­yevs­ka­ya: Filo­so­fía y revo­lu­ción. De Hegel a Sar­tre y de Marx a Mao, Siglo XXI, 2009, pp. 105 – 106.

[165] R. Duna­yevs­ka­ya: Filo­so­fía y revo­lu­ción. De Hegel a Sar­tre y de Marx a Mao, op. cit., p. 111.

[166] R. Duna­yevs­ka­ya: El poder de la nega­ti­vi­dad, Escri­tos sobre la dia­léc­ti­ca en Hegel y Marx, Biblos, Bue­nos Aires 2010, p. 241.

[167] F. Jame­son: Valen­cias de la dia­léc­ti­ca, Edi­to­ra Tier­na Caden­cia, Bue­nos Aires 2013, p. 135.

[168] F. Jame­son: Valen­cias de la dia­léc­ti­ca, Edi­to­ra Tier­na Caden­cia, Bue­nos Aires, 2013, pp. 333 – 334.

[169] F. Jame­son: Valen­cias de la dia­léc­ti­ca, op. cit., p. 342.

[170] A. Prior Olmos: El pro­ble­ma de la liber­tad en el pen­sa­mien­to de Marx, Biblio­te­ca Nue­va, Uni­ver­si­dad de Mur­cia, 2004, p. 232.

[171] E. Man­del: La teo­ría leni­nis­ta de la orga­ni­za­ción, ERA, 1974, p. 70.

[172] G. Lukács: Lukács sobre Lenin (1924−1970), Gri­jal­bo, 1974, p. 13.

[173] G. Lukács: Lukács sobre Lenin (1924−1970), op. cit., 1974, pp. 50 – 51.

[174] G. Lukács: Lukács sobre Lenin (1924−1970), op. cit., 1974, p. 35.

[175] G. Lukács: Lukács sobre Lenin (1924−1970), op. cit., 39.

[176] G. Lukács: Lukács sobre Lenin (1924−1970), op. cit., 42.

[177] M. Johns­to­ne: «Par­ti­do», Dic­cio­na­rio de pen­sa­mien­to mar­xis­ta, Tec­nos, Madrid 1984, p. 576.

[178] M. Johns­to­ne: «Un ins­tru­men­to polí­ti­co de nue­vo tipo: el par­ti­do leni­nis­ta de van­guar­dia», His­to­ria del mar­xis­mo, Bru­gue­ra, 1983, tomo 7 (I), p. 426.

[179] E. Man­del: Cons­truir el par­ti­do, Scha­pi­ro Edi­tor, Argen­ti­na 1974, pp. 21 – 27.

[180] E. Man­del: La teo­ría leni­nis­ta de la orga­ni­za­ción, Era, 1974, pp. 7 – 8.

[181] L. Magri: Pro­ble­mas de la teo­ría mar­xis­ta del par­ti­do revo­lu­cio­na­rio, Ana­gra­ma, 1975, p. 43

[182] L. Magri: Pro­ble­mas de la teo­ría mar­xis­ta del par­ti­do revo­lu­cio­na­rio, Ana­gra­ma, 1975, p. 80.

[183] J. P. Gar­cía Bri­gos: «El genial dis­cí­pu­lo de Marx: guía para la acción y la teo­ría revo­lu­cio­na­ria», Para­dig­mas y Uto­pías, Lenin, Méxi­co nº 7, mayo/​julio 2003, p. 239.

[184] A. San­dro: La con­cien­cia des­de fue­ra: Mar­xis­mo, Lenin y el pro­le­ta­ria­do, 7 de enero de 2005 (www​.rebe​lion​.org).

[185] J. San­mar­tino y P. Soc­ca: Pasa­do y Pre­sen­te de la teo­ría socia­lis­ta del par­ti­do, 23 de octu­bre de 2005 (www​.rebe​lion​.org).

[186] C. Bér­to­lo: Lenin, El revo­lu­cio­na­rio que no sabía dema­sia­do, op. cit., p. 26.

[187] C. Bér­to­lo: Lenin, El revo­lu­cio­na­rio que no sabía dema­sia­do, op. cit., p. 63.

[188] V. I. Lenin: Nue­vos cam­bios eco­nó­mi­cos en la vida cam­pe­si­na, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 1, p. 3.

[189] N. Geras: Masas, par­ti­do y revo­lu­ción, Fon­ta­ma­ra, Bar­ce­lo­na 1980, p. 119.

[190] V. I. Lenin: Direc­triz del Buró Poíi­co del CC del PC(b)R sobre la Ins­pec­ción Obre­ra, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 40, p. 67.

[191] V. I. Lenin: Direc­triz del Buró Poíi­co del CC del PC(b)R sobre la Ins­pec­ción Obre­ra, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 42, pp. 32 – 33.

[192] V. I. Lenin: Direc­triz del Buró Poíi­co del CC del PC(b)R sobre la Ins­pec­ción Obre­ra, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 42, p. 35.

[193] V. I. Lenin: Direc­triz del Buró Poíi­co del CC del PC(b)R sobre la Ins­pec­ción Obre­ra, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 42, pp. 37 – 38.

[194] A. Kolon­tai: «La opo­si­ción obre­ra», La opo­si­ción en la URSS, Sha­pi­ro Edi­tor, Bue­nos Aires 1975, p. 65.

[195] A. Kolon­tai: «La opo­si­ción obre­ra», La opo­si­ción en la URSS, op. cit., pp. 66 – 67.

[196] V. I. Lenin: Pro­pues­tas para veri­fi­car y depu­rar la com­po­si­ción del PC(b)de Rusia, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 43, p. 368.

[197] V. I. Lenin: Nue­vos tiem­pos, vie­jos erro­res de nue­vo tipo, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 44, p. 108.

[198] V. I. Lenin: Acer­ca de la depu­ra­ción del par­ti­do, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 44, p. 124.

[199] V. I. Lenin: Acer­ca de la depu­ra­ción del par­ti­do, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 44, p. 125.

[200] V. I. Lenin: Acer­ca de la depu­ra­ción del par­ti­do, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 44, pp. 125 – 126.

[201] V. I. Lenin: La nue­va polí­ti­ca eco­nó­mi­ca y las tareas de los comi­tés de ins­truc­ción polí­ti­ca, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 44, pp. 180 – 181.

[202] V. I. Lenin: La nue­va polí­ti­ca eco­nó­mi­ca y las tareas de los comi­tés de ins­truc­ción polí­ti­ca, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 44, p. 182.

[203] V. I. Lenin: Sobre las con­di­cio­nes de admi­sión de nue­vos mili­tan­tes en el Par­ti­do, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 45, pp. 17 – 21.

[204] V. I. Lenin: Más vale poco y bueno, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 45, pp. 405 – 422.

[205] E. Man­del: El poder y el dine­ro, Siglo XXI, 1994, pp. 159 – 172.

[206] V. I. Lenin: El sig­ni­fi­ca­do del mate­ria­lis­mo mili­tan­te, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 45, pp. 24 – 34.

[207] V. I. Lenin: Sobre las coope­ra­ti­vas de con­su­mo y pro­duc­ción, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 45, p. 392.

[208] V. I. Lenin: Sobre las coope­ra­ti­vas de con­su­mo y pro­duc­ción, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 45, p. 393.

[209] V. Fay: «Del par­ti­do como ins­tru­men­to de lucha por el poder al par­ti­do como pre­fi­gu­ra­ción de una socie­dad socia­lis­ta», Teo­ría mar­xis­ta del par­ti­do polí­ti­co, PyP, nº 38, Cór­do­ba, Argen­ti­na 1976, p. 50.

[210] P. Broué: El par­ti­do bol­che­vi­que, Edit. Ayu­so, Madrid 1974, pp. 220 – 222.

[211] I. Getz­ler: «Már­tov y los men­che­vi­ques antes y des­pués de revo­lu­ción», His­to­ria del mar­xis­mo, Bru­gue­ra, Bar­ce­lo­na 1981, tomo 7, pp. 239 – 303.

[212] M. Her­nán­dez: El vere­dic­to de la his­to­ria, Edit. Sun­der­mann, Bra­sil 2009, p. 132.

[213] F. Rojas: «¿Por qué “La últi­ma lucha de Lenin?”», La últi­ma lucha de Lenin, Cien­cias Socia­les, La Haba­na 2011, pp. XI-XXII.

[214] V. I. Lenin: Más vale poco pero bueno, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 45, pp. 405 – 422.

[215] V. I. Lenin: Con­tra la buro­cra­cia. Dia­rio de las secre­ta­rias de Lenin, PyP, nº 25, Argen­ti­na 1971, p. 81.

[216] I. Deu­ts­cher: Sta­lin, Era, Méxi­co 1969, pp. 142 – 144.

[217] L. Cán­fo­ra: El Tes­ta­men­to de Lenin: Ver­dad y mani­pu­la­ción, 12 de noviem­bre de 2013 (www​.rebe​lion​.org).

[218] N. Faulk­ner: De los nean­der­ta­les a los neo­li­be­ra­les, Pasado&Presente, Bar­ce­lo­na 2014, p. 364.

[219] G. Lukács: Lukács sobre Lenin (1924−1970), Gri­jal­bo, 1974, p. 12.

[220] G. Lukács: Lukács sobre Lenin (1924−1970), Gri­jal­bo, 1974, p. 14.

[221] G. Lukács: Lukács sobre Lenin (1924−1970), op. cit., p. 124.

[222] G. Lukács: Lukács sobre Lenin (1924−1970), op. cit., p. 90.

[223] F. Jame­son: Valen­cias de la dia­léc­ti­ca, Edi­to­ra Eter­na Caden­cia, Bue­nos Aires 2013, p. 340.

[224] F. Jame­son: Valen­cias de la dia­léc­ti­ca, Edi­to­ra Eter­na Caden­cia, Bue­nos Aires 2013, p. 340.

[225] F. Jame­son: Valen­cias de la dia­léc­ti­ca, Edi­to­ra Eter­na Caden­cia, Bue­nos Aires 2013, p. 341.

[226] C. Tupac: Terro­ris­mo y civi­li­za­ción, Boltxe Libu­ruak, Bil­bo 2012, pp. 445 – 580.

[227] J. Droz: «Los orí­ge­nes de la social­de­mo­cra­cia ale­ma­na», His­to­ria Gene­ral del Socia­lis­mo, Des­tino, op. cit., p. 485.

[228] J. Droz: «La social­de­mo­cra­cia ale­ma­na (1875−1914), His­to­ria Gene­ral del Socia­lis­mo, op. cit., tomo 2, pp. 53 – 57.

[229] V. Ser­ge: Lo que todo revo­lu­cio­na­rio debe saber sobre la repre­sión, Boltxe Libu­ruak, Bil­bo 2013, p. 9.

[230] S. Haff­ner: La revo­lu­ción ale­ma­na de 1918 – 1919, Inedi­taE­di­to­res, Bar­ce­lo­na 2005, p. 161.

[231] A. Par­vus: «Gol­pe de Esta­do y huel­ga polí­ti­ca de masas», Deba­te sobre la Huel­ga de Masas, PyP, nº 62, Cór­do­ba, Argen­ti­na 1975, pp. 7 – 56.

[232] P. Broué: Revo­lu­ción en Ale­ma­nia I, Redon­do Edi­tor, Bar­ce­lo­na 1973, p. 260.

[233] V. I. Lenin: Tesis para el II Con­gre­so de la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 41. p. 213.

[234] V. I. Lenin: Tesis para el II Con­gre­so de la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta, Obras Com­ple­tas, op. cit., tomo 41. p. 215.

[235] V. Ser­ge: Lo que todo revo­lu­cio­na­rio debe saber sobre la repre­sión, Boltxe Libu­ruak, Bil­bo 2013, p. 59.

[236] M. Jhons­to­ne: «Un ins­tru­men­to polí­ti­co de nue­vo tipo: el par­ti­do leni­nis­ta de van­guar­dia», His­to­ria del mar­xis­mo, Bru­gue­ra, 1983, tomo 7, (I), p. 435.

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