Boro, perio­dis­ta de La Hai­ne: una nue­va agre­sión poli­cial- Rafael Narbona

Hace unas sema­nas, cono­cí a Boro, perio­dis­ta de La Hai­ne. La Hai­ne es un pro­yec­to de des­obe­dien­cia infor­ma­ti­va, acción direc­ta y revo­lu­ción social, que en oca­sio­nes ha publi­ca­do mis artícu­los. Es un ges­to que siem­pre he agra­de­ci­do y por eso no titu­beé ni un segun­do, cuan­do Boro me envió un men­sa­je, comu­ni­cán­do­me que se halla­ba en Madrid. Me pro­pu­so tomar unas cañas en Lava­piés y yo acep­té encan­ta­do. Boro es bas­tan­te más joven que yo. Nos sepa­ran casi dos déca­das, pero los dos coin­ci­di­mos en lo esen­cial. El capi­ta­lis­mo, lejos de huma­ni­zar­se, se ha des­pren­di­do de su más­ca­ra y ha lan­za­do una ver­da­de­ra ofen­si­va con­tra la cla­se tra­ba­ja­do­ra, reve­lan­do que un sis­te­ma incom­pa­ti­ble con la dig­ni­dad del indi­vi­duo y la paz de los pue­blos. Es un pro­ce­so que se ini­ció en los ochen­ta, con el duun­vi­ra­to de Mar­ga­ret That­cher y Ronald Reagan y que en el Esta­do espa­ñol se arti­cu­ló y eje­cu­tó bajo las direc­tri­ces de Feli­pe Gon­zá­lez y José María Aznar, con ideo­lo­gías apa­ren­te­men­te opues­tas, pero con­ver­gen­tes en el fir­me pro­pó­si­to de favo­re­cer al capi­tal, menos­ca­ban­do el poder sin­di­cal y recor­tan­do dere­chos labo­ra­les y socia­les. Boro vive en Iru­ña, pero se acer­có a Madrid para infor­mar sobre las Mar­chas de la Dig­ni­dad del 22‑M. Se encon­tra­ba en un bar, orga­ni­zan­do sus notas cuan­do se pro­du­je­ron las bru­ta­les car­gas poli­cia­les, pero días más tar­de sufrió en sus pro­pias car­nes la vio­len­cia de la UIP. Mien­tras el 29‑M cubría la mani­fes­ta­ción con­vo­ca­da con el lema “Jaque a la Monar­quía”, un gru­po de anti­dis­tur­bios comen­zó a hos­ti­gar a los perio­dis­tas. Boro rea­li­za­ba su tra­ba­jo a duras penas has­ta que un agen­te empu­jó vio­len­ta­men­te a su com­pa­ñe­ra sen­ti­men­tal. Inten­tó fre­nar la agre­sión, pero solo logró aca­bar en el sue­lo, redu­ci­do con una téc­ni­ca que le cor­tó la res­pi­ra­ción. Al pare­cer, es el pro­ce­di­mien­to habi­tual, que con­sis­te en estran­gu­lar al dete­ni­do con una lla­ve, mien­tras el agen­te hun­de sus rodi­llas en la espal­da del dete­ni­do. Está cla­ro que se tra­ta de una vio­len­cia des­pro­por­cio­na­da e injus­ti­fi­ca­da, cuyo obje­ti­vo es humi­llar, inti­mi­dar, des­orien­tar y pro­vo­car un sen­ti­mien­to de extre­ma vulnerabilidad.

Des­pués de unos minu­tos inter­mi­na­bles, Boro fue tras­la­da­do al inte­rior de un fur­gón poli­cial. Por el camino, gri­tó: “Soy un perio­dis­ta. Esta deten­ción es ile­gal”. La pre­sen­cia de otros perio­dis­tas per­mi­tió gra­bar y difun­dir el inci­den­te, pro­vo­can­do la indig­na­ción de la OSCE (Orga­ni­za­ción para la Segu­ri­dad y la Coope­ra­ción en Euro­pa), que mani­fes­tó su “pro­fun­da preo­cu­pa­ción” por la “into­le­ra­ble” agre­sión a los perio­dis­tas. Espe­ran­za Agui­rre, Jor­ge Fer­nán­dez Díaz y Cris­ti­na Cifuen­tes con­si­de­ra­ron que la OSCE metía las nari­ces don­de no le incum­bía y cues­tio­na­ron su dere­cho a rea­li­zar su labor huma­ni­ta­ria. Esta reac­ción no es casual, sino que está con­ce­bi­da para enar­de­cer y esti­mu­lar a los agen­tes, invi­tán­do­les a usar la vio­len­cia sin tapu­jos ni inhi­bi­cio­nes. Tal vez eso expli­ca que el agen­te que inmo­vi­li­zó y estran­gu­ló a Boro, le pro­pi­na­ra un puñe­ta­zo en el ojo cuan­do se apar­tó al res­to de los perio­dis­tas y se esta­ble­ció un perí­me­tro de segu­ri­dad, con el obje­to de librar­se de tes­ti­gos inopor­tu­nos. Unos días antes, Jor­ge Fer­nán­dez Díaz, Minis­tro del Inte­rior, visi­tó la comi­sa­ría de Mora­ta­laz y estre­chó la mano de los agen­tes de la UIP, feli­ci­tán­do­les por su actua­ción: “Estoy a vues­tro lado. Muy cer­ca de todos voso­tros. Ni detrás ni delan­te, sino a vues­tro lado”. Des­pués de los tes­ti­mo­nios de los 21 dete­ni­dos el 22‑M, que denun­cia­ron malos tra­tos en el “Guan­tá­na­mo” de Madrid (un joven ori­nó san­gre des­pués de sufrir una pali­za, se dene­gó insu­li­na a una dia­bé­ti­ca, se obli­gó a per­ma­ne­cer a todos sie­te horas de pie y miran­do a una pared, los chi­cos no pudie­ron beber agua ni ir al baño duran­te 35 horas), las pala­bras de Jor­ge Fer­nán­dez Díaz repre­sen­tan un che­que en blan­co a favor de la impu­ni­dad y la prue­ba irre­fu­ta­ble de que el gobierno tole­ra y pro­mue­ve la tor­tu­ra. Si un juez dic­ta una con­de­na, siem­pre cabe el recur­so del indul­to. De hecho, 33 poli­cías con­de­na­dos en fir­me por tor­tu­ras y malos tra­tos, han sido indul­ta­dos por el gobierno. Espa­ña es así.

Boro no sufrió malos tra­tos en la comi­sa­ría de Mora­ta­laz, tal vez por­que había mani­fes­ta­do en públi­co su con­di­ción de perio­dis­ta. Se limi­ta­ron a cachear­le, le arran­ca­ron las pega­ti­nas del 22‑M y le acu­sa­ron de “gua­rro” por su aspec­to. Un agen­te le espe­tó: “Me da asco tocar­te”. Al día siguien­te pasó a dis­po­si­ción judi­cial y fue pues­to en liber­tad con car­gos, acu­sa­do de aten­ta­do con­tra la auto­ri­dad. Le atri­bu­yen una pata­da y un puñe­ta­zo a un agen­te. Dado que se apli­ca sis­te­má­ti­ca­men­te la “pre­sun­ción de vera­ci­dad” de la poli­cía, no es impro­ba­ble que el jui­cio dis­cu­rra como una far­sa, reve­lan­do el carác­ter pro­fun­da­men­te anti­de­mo­crá­ti­co de los tri­bu­na­les espa­ño­les, más preo­cu­pa­dos de agra­dar al poder polí­ti­co y finan­cie­ro que de admi­nis­trar jus­ti­cia, de acuer­do con los prin­ci­pios de equi­dad, impar­cia­li­dad e inde­pen­den­cia. Boro es un joven cor­pu­len­to, de esta­tu­ra media, de piel more­na y ras­tas en el pelo, que vis­te de negro. Su ima­gen exte­rior se corres­pon­de con el vili­pen­dia­do esti­lo de los anti­sis­te­ma y le con­vier­te un blan­co ambu­lan­te para fachas y poli­cías (si es que hay algu­na dife­ren­cia entre ambos tér­mi­nos). En los seten­ta, el poder no escon­día su odio hacia los hip­pies, la cara más cono­ci­da de una disi­den­cia en lucha con­tra unos gobier­nos enre­da­dos en gue­rras neo­co­lo­nia­les (Viet­nam, Arge­lia). Los anti­sis­te­ma han toma­do el rele­vo de esa inter­mi­na­ble bata­lla, pues han cam­bia­do los esce­na­rios (Afga­nis­tán, Irak, Libia, Siria), pero no el telón de fon­do. Esta­dos Uni­dos y la UE con­ti­núan expo­lian­do los recur­sos del Ter­cer Mun­do y solo una mino­ría alza la voz para exi­gir el fin de esta ignominia.
Boro y yo habla­mos en una terra­za de Lava­piés, un barrio don­de aún se res­pi­ra el espí­ri­tu anti­fas­cis­ta del Madrid del 36, cuan­do el pue­blo tra­ba­ja­dor se arro­jó a la calle para fre­nar a las colum­nas del Ejér­ci­to de Áfri­ca coman­da­das por Fran­co. Los dos lamen­ta­mos la des­unión de la izquier­da real, revo­lu­cio­na­ria. Yo evo­co el espí­ri­tu de los seten­ta, seña­lan­do que en los barrios de peri­fe­ria había un impor­tan­te movi­mien­to veci­nal. “Se tra­ta­ba de un ver­da­de­ro cin­tu­rón rojo. Exis­tían divi­sio­nes, pero esta­ba muy cla­ro quién era el enemi­go y se con­ver­gía en la nece­si­dad de crear un mun­do más jus­to y soli­da­rio. Todo eso aca­bó en 1982, con la vic­to­ria del PSOE y el apo­geo de la Movi­da. El feli­pis­mo y la heroí­na des­mo­vi­li­za­ron a la socie­dad y en los noven­ta se impu­so un esti­lo de vida frí­vo­lo y con­su­mis­ta. Sin la cri­sis eco­nó­mi­ca, la polí­ti­ca segui­ría ale­tar­ga­da y en un segun­do plano, sal­vo en Eus­kal Herria, don­de nun­ca se extin­guió el espí­ri­tu com­ba­ti­vo”. La con­ver­sa­ción se pro­lon­ga dos horas. Nos sepa­ra­mos en la mis­ma esqui­na que dos sema­nas des­pués ser­vi­rá de pun­to de des­pe­di­da con Willy Tole­do. Pien­so en la UIP, que ha crea­do un nue­vo sin­di­ca­to para defen­der sus dere­chos. Al pare­cer, 67 agen­tes resul­ta­ron heri­dos el 22‑M y se sien­ten des­am­pa­ra­dos. Cele­bro que expe­ri­men­ten ese sen­ti­mien­to, pues es el que crean entre las per­so­nas dete­ni­das, abu­san­do del poder que les con­fie­re la cla­se polí­ti­ca y no la Cons­ti­tu­ción de 1978. No seré yo quien defien­da este docu­men­to, pero en él se prohí­ben los tra­tos inhu­ma­nos y degra­dan­tes y, sin embar­go, son habi­tua­les y sis­te­má­ti­cos. La poli­cía ha lan­za­do una cace­ría con­tras los mani­fes­tan­tes que par­ti­ci­pa­ron en los inci­den­tes del 22‑M, pero no hay nin­gu­na inves­ti­ga­ción en mar­cha para ave­ri­guar quién dis­pa­ro las pelo­tas de goma que han lesio­na­do gra­ve­men­te a dos jóve­nes. Uno ha per­di­do un tes­tícu­lo y otro la visión de un ojo. Si las víc­ti­mas fue­ran agen­tes de la UIP, Jor­ge Fer­nán­dez Díaz, super­nu­me­ra­rio del Opus Dei, apro­ve­cha­ría la Sema­na San­ta para des­fi­lar en las pro­ce­sio­nes de Sema­na San­ta, pidien­do un mila­gro a la Vir­gen del Per­pe­tuo Soco­rro y Espe­ran­za Agui­rre escri­bi­ría un artícu­lo para ABC, exi­gien­do que los res­pon­sa­bles ardie­ran en la Puer­ta de Tole­do, el lugar don­de anti­gua­men­te se que­ma­ba a los here­jes con­de­na­dos en los Autos de Fe. Pro­ba­ble­men­te, la con­de­sa se encar­ga­ría de acer­car per­so­nal­men­te la tea a la leña api­la­da, expe­ri­men­tan­do un arro­bo mís­ti­co al escu­char los aulli­dos de la car­ne chamuscada.

Boro se mar­cha con su ojo hin­cha­do por el puñe­ta­zo del poli­cía, pero sin per­der el sen­ti­do del humor ni su volun­tad de resis­tir. Con­ti­nua­rá su labor perio­dís­ti­ca con­tra vien­to y marea. No he apre­cia­do en él mie­do o ren­cor. Su valen­tía y su com­pro­mi­so me infun­den espe­ran­za. Espe­ro que ten­ga suer­te y que los tri­bu­na­les no se ensa­ñen con él. En una épo­ca don­de los cin­co gran­des dia­rios nacio­na­les mues­tran la mis­ma una­ni­mi­dad que los perió­di­cos auto­ri­za­dos por Movi­mien­to, la pren­sa des­obe­dien­te, alter­na­ti­va e inde­pen­dien­te es tan nece­sa­ria como un rayo de luz en mitad de la oscu­ri­dad. Sin ella, la ciu­da­nía se halla­ría mucho más inde­fen­sa y ten­dría que con­for­mar­se con las ver­sio­nes ofi­cia­les, escan­da­lo­sa­men­te fala­ces y sin una piz­ca de hones­ti­dad. Boro es un perio­dis­ta nece­sa­rio, veraz, altruis­ta, que no per­ci­be un suel­do por estar al ser­vi­cio del pue­blo tra­ba­ja­dor. Espe­ro que algún día se reco­noz­ca su esfuer­zo y el de todos los que luchan con­tra una Espa­ña neo­fran­quis­ta, don­de pro­tes­tar es un acto de terro­ris­mo y visi­tar el Valle de los Caí­dos un entre­te­ni­mien­to turís­ti­co. Las entra­ñas de la tie­rra aún cla­man jus­ti­cia en un país don­de 114.000 hom­bres y muje­res yacen en fosas clan­des­ti­nas, exca­va­das y sella­das por los ante­pa­sa­dos de la cas­ta que hoy nos gobierna.

RAFAEL NARBONA

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