El euro, caba­llo de Tro­ya del FMI en Euro­pa- Xabier Arri­za­ba­lo Montoro

Tres­cien­tos cua­ren­ta y cua­tro euros men­sua­les, 344. Ésta es la pér­di­da sala­rial que, en pro­me­dio, sufrió cada tra­ba­ja­dor espa­ñol sólo en 2006. Es el resul­ta­do de la caí­da de par­ti­ci­pa­ción de los sala­rios en el PIB, des­de el 63,3% de 1993 has­ta el 54,9% de 2006; pér­di­da que tota­li­zó 82.927 millo­nes de euros y, por tan­to, 4.130 euros anua­les por tra­ba­ja­dor o los 344 men­sua­les mencionados.

El perío­do 1993 – 2006 abar­ca des­de la entra­da en vigor del Tra­ta­do de Maas­tricht, que ini­cia ofi­cial­men­te el camino hacia el euro, has­ta jus­to antes del esta­lli­do de la cri­sis. Se tra­ta, por con­si­guien­te, del perío­do del euro, en cuyo mar­co se decía “Espa­ña va bien”. Y esta pér­di­da sala­rial sin­te­ti­za con cla­ri­dad el sig­ni­fi­ca­do del euro, la inten­cio­na­li­dad con la que fue impues­to. De hecho, supo­ne una caí­da de par­ti­ci­pa­ción, en pro­me­dio sim­ple anual, del 0,65%, mien­tras en el perío­do 1978 – 93 fue del 0,28% y en el perío­do 2006 – 2013, ya en la cri­sis actual, del 0,49%.

Des­de lue­go, antes del euro ya había unas polí­ti­cas de ajus­te que, como en las demás regio­nes del mun­do, se impo­nían des­de el FMI. En el caso euro­peo esta impo­si­ción siem­pre se ha arti­cu­la­do a tra­vés de la UE, de mane­ra acor­de al sig­ni­fi­ca­do real de este supues­to “pro­ce­so de inte­gra­ción” des­de sus orí­ge­nes (que no es otro que la subor­di­na­ción a los intere­ses del capi­tal finan­cie­ro esta­dou­ni­den­se). En par­ti­cu­lar a par­tir de 1986, con la fir­ma del “Acta Úni­ca” que, bajo la coar­ta­da de lograr el “mer-cado úni­co”, pone en mar­cha la ple­na liber­tad de cir­cu­la­ción de capi­ta­les. Esta liber­tad es una con­cre­ción de la liber­tad de explo­tar pro­pia de las eco­no­mías capi­ta­lis-tas, pero his­tó­ri­ca­men­te supo­ne una vuel­ta atrás, que abre la vía a una “ley de la sel­va” en Euro­pa para la atrac­ción de inver-siones.

Pero que ya se estu­vie­ran impo­nien­do es-tas polí­ti­cas de ajus­te per­ma­nen­te antes del euro, así como que tam­bién se impon­gan en otras regio­nes del mun­do en las que no exis­te el euro, no redu­ce la impor­tan­cia de esta “mone­da úni­ca”. Al con­tra­rio, real­za su impor­tan­cia por­que per­mi­te enten­der por qué en Euro­pa, pre­ci­sa­men­te en Euro-pa, se recu­rre a este ins­tru­men­to para la men­cio­na­da impo­si­ción del ajus­te fondo-monetarista.


Para com­pren­der esta impor­tan­cia deci­si­va del euro, es nece­sa­rio expli­car en qué con­sis­te real­men­te, lo que a su vez requie­re tres con­si­de­ra­cio­nes: en pri­mer lugar acer­ca del momen­to his­tó­ri­co en que tie­ne lugar su impo­si­ción; en segun­do lugar, sobre el mar­co gene­ral de la ins­ti­tu­cio­na­li­dad de la UE en el que se encua­dra (y sus ante­ce-den­tes); final­men­te, en ter­cer lugar, res­pec-to a la impo­si­bi­li­dad de una orien­ta­ción dis­tin­ta de él, del euro, dado que su mate­ria­li­za­ción es sim­ple­men­te aque­lla para la que fue con­ce­bi­do (para decir­lo grá­fi­ca­men­te: el euro y las lla­ma­das “polí­ti­cas de aus­te­ri­dad” son dos caras de la mis­ma mone­da). Pero como nada de esto es ineluc­ta­ble, en el apar­ta­do final de con­clu-sio­nes se apun­tan tam­bién ele­men­tos para una sali­da en positivo.

1 ¿Cri­sis de la deu­da o cri­sis del capitalismo?

La cri­sis actual se pre­sen­ta a menu­do como resul­ta­do de varias bur­bu­jas (finan­cie­ra, ban­ca­ria, bur­sá­til, inmo­bi­lia­ria, etc.). Pero la cla­ve radi­ca en por qué se pro­du­cen estas bur­bu­jas. En la eco­no­mía capi­ta­lis­ta, los due­ños del capi­tal viven de que éste se valo­ri­ce, pero las con­tra­dic­cio­nes cre­cien­tes inhe­ren­tes al capi­ta­lis­mo pro­vo­can difi­cul­ta­des cada vez mayo­res para dicha valo­ri-zación: es la ley del des­cen­so ten­den­cial de la tasa de ganan­cia, LDTTG (MARX, 1894, p. 269 – 341). Ante ello, los capi­ta­les bus­can otras for­mas de obte­ner ganan­cia, diri-gién­do­se masi­va­men­te a la acti­vi­dad finan­cie­ro-espe­cu­la­ti­va, cuya expan­sión con­fi­gu­ra una plé­to­ra de capi­ta­les fic­ti­cios. Estos capi­ta­les se mate­ria­li­zan en bur­bu­jas, es decir, des­pro­por­cio­nes entre el pre­cio de un deter­mi­na­do acti­vo y su valor real. Cuan­do pre­ten­den apro­piar­se efec­ti­va­men­te como ganan­cia de una par­te de la plus­va­lía total, se pin­cha la bur­bu­ja, lo que no sig­ni­fi­ca otra cosa que la cons­ta­ta­ción de que no hay plus­va­lía sufi­cien­te, inclu­so si ésta, como ha ocu­rri­do en el perío­do recien­te, ha aumen­ta­do en tér­mi­nos abso­lu­tos como resul­ta­do del aumen­to de la explo­ta­ción. Esta­lla en con­se­cuen­cia la cri­sis, la nece­si­dad de des­truc­ción de capital.

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