Urge más soli­da­ri­dad inter­na­cio­nal para fre­nar al fas­cis­mo en Vene­zue­la- Car­los Aznares

Todo se ha pre­ci­pi­ta­do en el con­ti­nen­te. Recién va a ser un año de la muer­te (¿el ase­si­na­to?) del Coman­dan­te Hugo Chá­vez, y la ima­gen con­ge­la­da de aque­llos días de dolor, de rabia y por qué no, de impo­ten­cia, se ha trans­for­ma­do rápi­da­men­te en otras esce­nas muy dis­tin­tas. El impe­rio no per­dió tiem­po, y ace­le­ró la ofen­si­va que len­ta­men­te se venía ges­tan­do y a la que algu­nos opti­mis­tas en exce­so, no pres­ta­ban mayor atención.
Ya el pro­pio Coman­dan­te lo había avi­zo­ra­do cuan­do en una de las tan­tas con­fron­ta­cio­nes con Alva­ro Uri­be Vélez, defi­nía a las bases mili­ta­res esta­dou­ni­den­se en Colom­bia como la pun­ta de lan­za de una futu­ra des­es­ta­bi­li­za­ción, no sólo hacia Vene­zue­la sino a nivel continental.
Ceba­dos por un resul­ta­do elec­to­ral dema­sia­do ajus­ta­do, pro­du­ci­do cuan­do aún la pobla­ción vene­zo­la­na no salía del due­lo, los man­da­ma­ses de Washing­ton die­ron luz ver­de a una opo­si­ción que por pri­me­ra vez creía hacer pie para inten­tar ven­cer por la vía de los votos. Como ayu­da extra, apar­te de los millo­nes de dóla­res que reci­ben des­de Mia­mi y otras capi­ta­les “ami­gas”, la dere­cha local con­tó con algo que ya se había pro­ba­do con éxi­to en el Chi­le de Sal­va­dor Allen­de, y que tie­ne con ver con ope­ra­cio­nes de ablan­da­mien­to y des­gas­te sobre la pobla­ción, gol­pean­do don­de más due­le, en su eco­no­mía coti­dia­na. Así se puso en mar­cha más des­abas­te­ci­mien­to de ali­men­tos y medi­ci­nas, fuga de divi­sas y espe­cu­la­ción con el pre­cio del dólar fren­te al gol­pea­do bolí­var, sabo­ta­je ener­gé­ti­co, cam­pa­ña de rumo­res, y todo el fue­go gra­nea­do de las cor­po­ra­cio­nes mediá­ti­cas. Sin embar­go, la reac­ción del gobierno de Nico­lás Madu­ro fue seve­ra y a pun­ta de leyes correc­ti­vas y san­cio­nes a los espe­cu­la­do­res se pudo lle­gar a una nue­va con­fron­ta­ción elec­to­ral en la que la opo­si­ción reci­bió otra cache­ta­zo en sus ambi­cio­nes de poder. Esto ocu­rrió tam­bién por­que el pue­blo vene­zo­lano, ese por­cen­ta­je impor­tan­te de per­so­nas agra­de­ci­das por todo lo que ha reci­bi­do de la Revo­lu­ción, a pesar del des­gas­te noto­rio que le pro­du­ce la gue­rra eco­nó­mi­ca no dudó en unir filas y “res­tear­se” con los suyos.
A par­tir de ese momen­to, el impe­rio puso en mar­cha una nue­va eta­pa de su ofen­si­va, eli­gien­do para ello la tan temi­da vía de la vio­len­cia fascista.
Todos recuer­dan cómo comen­zó la cam­pa­ña de apo­de­rar­se de Libia. Y lo que vino des­pués en Siria, y lo que está ocu­rrien­do aho­ra mis­mo en Ucra­nia. Paí­ses don­de se pasó, en un cor­to perío­do de tiem­po, de la esta­bi­li­dad y una regu­lar con­vi­ven­cia a la des­truc­ción de la mayor par­te de sus infra­es­truc­tu­ras, y al ase­si­na­to de la pobla­ción cuan­ti­fi­ca­da en dece­na de miles.
Como si fue­ran fichas de domi­nó, el efec­to fue dan­do sus fru­tos para la polí­ti­ca de inje­ren­cia e inter­ven­ción impe­ria­lis­ta. Esto no quie­re decir que no se resis­ta (Siria y Ucra­nia lo siguen hacien­do) pero quien con­sue­la a miles de per­so­nas que vivían más o menos en paz y hoy miran a su alre­de­dor y sólo ven escom­bros, muer­te y miles de des­pla­za­dos y refugiados.
El manual de ope­ra­cio­nes fija­do por el Pen­tá­gono es sen­ci­llo: tor­pe­dear las eco­no­mías de aque­llos a quie­nes se inten­ta con­quis­tar, y lue­go acu­dir a los “civi­les” del lugar (o de otras lati­tu­des como es el caso de los mer­ce­na­rios de Al Qae­da o Al Nus­ra, en Medio Orien­te) para que empren­dan la gue­rra devas­ta­do­ra que ani­qui­le cual­quier resistencia.
Vene­zue­la y su petró­leo, tan ambi­cio­na­do por Esta­dos Uni­dos y la Unión Euro­pea, no podían esca­par­se de estas maniobras.
La cri­mi­nal esca­la­da fas­cis­ta que se ha pues­to en mar­cha en Cara­cas y en algu­nos Esta­dos cla­ves, uti­li­zan­do a algu­nos jóve­nes de cla­se media alta y con­tan­do con el sos­tén de la bur­gue­sía empre­sa­rial (los mis­mos que die­ron el gol­pe en 2002 y que lamen­ta­ble­men­te no fue­ron des­ar­ma­dos y cas­ti­ga­dos con­tun­den­te­men­te) no es algo que se pue­da minimizar.
Por otro lado, los hechos que se des­en­ca­de­na­ron en la “Media luna” vene­zo­la­na, inte­gra­da por Táchi­ra, Zulia y Méri­da, apro­ve­chan­do la pre­sen­cia no sólo de impor­tan­tes sec­to­res de la opo­si­ción más extre­mis­ta y el con­cur­so de los para­mi­li­ta­res colom­bia­nos que entran y salen sin dema­sia­dos pro­ble­mas, obli­gan a recor­dar otra vez a Libia y Siria. O mejor dicho a Bengha­si, Homs o Alep­po, ciu­da­des don­de los mer­ce­na­rios pro-yan­quis se atrin­che­ra­ron para embes­tir con­tra Gadaf­fi y Bachar Al Assad.
Tam­po­co hay que sub­es­ti­mar el rol que pue­de jugar de aquí en más, ese cacho­rro de la CIA lla­ma­do Leo­pol­do López, quien pocos minu­tos antes de ser dete­ni­do dejó como “heren­cia” un video en el que con­vo­ca a sus hues­tes a la “resis­ten­cia” para derro­car al Gobierno de Madu­ro. Su mejor par­te­nai­re, él lo sabe, se lla­ma Barack Obama.
Fren­te a este esta­do de cosas, el pue­blo vene­zo­lano está ponien­do, como siem­pre, lo mejor de su com­pro­mi­so. Se ha movi­li­za­do masi­va­men­te acom­pa­ñan­do las con­vo­ca­to­rias ofi­cia­les, ha recha­za­do los lla­ma­dos a la huel­ga y al sabo­ta­je, y pone el cuer­po fren­te a los vio­len­tos, que impul­san a sus sica­rios a matar fría­men­te, tan­to a cha­vis­tas como a mani­fes­tan­tes de la opo­si­ción, pen­san­do en sacar ganan­cias de futu­ras res­pues­tas entre unos y otros.
No poca impor­tan­cia tie­ne tam­bién el papel que están jugan­do las Fuer­zas Arma­das Boli­va­ria­nas, recha­zan­do una y otra vez los can­tos de sire­na de la dere­cha, y rati­fi­can­do la leal­tad a la Revo­lu­ción y el Socia­lis­mo a cons­truir. Todos sabe­mos que sin este blo­que uni­for­ma­do hubie­ra sido muy difí­cil sos­te­ner el actual anda­mia­je de poder. Algo en lo que han juga­do un papel fun­da­men­tal el Coman­dan­te Chá­vez y Dios­da­do Cabello.
Lo que está faltando
En medio de esce­nas de incen­dios, barri­ca­das, bom­bas y una espec­ta­cu­lar y masi­va cam­pa­ña de des­in­for­ma­ción pro­ta­go­ni­za­da por el terro­ris­mo mediá­ti­co, hay un ingre­dien­te que se echa en fal­ta. Pare­cie­ra que en esta oca­sión al con­ti­nen­te y a sus orga­ni­za­cio­nes de inte­gra­ción (Una­sur, CELAC) les vie­nen fallan­do los refle­jos. No es malo que se hagan mani­fies­tos y decla­ra­cio­nes de bue­nas inten­cio­nes a nivel soli­da­rio, pero con eso solo no alcan­za. Sir­ven para que la gen­te de a pie expre­se sus adhe­sio­nes y repu­dios, pero la bata­lla que se está libran­do exi­ge mucho más que eso. Casi por meca­nis­mos de auto­de­fen­sa, las ins­ti­tu­cio­nes y los pre­si­den­tes lati­no­ame­ri­ca­nos debe­rían con­vo­car­se en Cara­cas, o don­de les ven­ga más a mano, y devol­ver­le a Vene­zue­la Boli­va­ria­na, lo mis­mo que ese país tan­to ha dado: soli­da­ri­dad con­cre­ta, sin ata­jos ni mezquindades.
Recor­de­mos lo útil que fue­ron estas inter­ven­cio­nes en el caso de Boli­via y Ecua­dor, ayu­dan­do a des­ac­ti­var con sus pre­sen­cias gol­pes de Esta­do en desarrollo.
“Si nos tocan a uno, nos tocan a todos”, sue­len decir los lucha­do­res socia­les, y tie­nen toda la razón del mun­do. El tema es que los de arri­ba entien­dan ese sig­ni­fi­ca­do antes que sea dema­sia­do tarde.
Al fas­cis­mo no hay que con­ce­der­le ni tiem­po ni ven­ta­jas adi­cio­na­les. Si eso ocu­rre, nos pue­den ani­qui­lar, ya lo hemos vis­to en infi­ni­dad de opor­tu­ni­da­des. Una refle­xión que vale tan­to para quie­nes hoy gobier­nan en el Pala­cio Mira­flo­res, a los efec­tos de que sigan radi­ca­li­zan­do la Revo­lu­ción a la vez que com­ba­ten los focos vio­len­tis­tas de la dere­cha, y tam­bién para cada uno de noso­tros que esta­mos dis­pues­tos a que ese pro­ce­so que tan­to esfuer­zo le cos­tó cons­truir al Coman­dan­te Supre­mo Hugo Chá­vez y a su bra­vo pue­blo, no se pier­da ni retro­ce­da. Es evi­den­te que nos esta­mos jugan­do, entre todos, la posi­bi­li­dad de con­cre­tar o no la tan ansia­da Segun­da Inde­pen­den­cia. No es poca cosa.
* Direc­tor de Resu­men Latinoamericano 

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