El par­la­men­to del pue­blo- Ane Izarra

Era ese tiem­po, épo­ca de rela­ja­ción por exce­len­cia, don­de cada cual luce su mejor son­ri­sa y don­de la ausen­cia de hora­rios que limi­tan nues­tra vida pro­vo­ca la sen­sa­ción de liber­tad den­tro de esta jau­la sin barro­tes físi­cos lla­ma­do sis­te­ma. Fue en el verano cuan­do se empe­zó a oír a pie de calle que el oto­ño se pre­sen­ta­ba calen­ti­to en lo refe­ren­te a la movi­li­za­ción social. Una movi­li­za­ción cuyo obje­ti­vo sería movi­li­zar a Eus­kal Herria para poner freno y opo­ner­nos a las deci­sio­nes que nos han impues­to para hacer fren­te a su mal bau­ti­za­da cri­sis eco­nó­mi­ca, recor­tán­do el gas­to social, dete­rio­ran­do las con­di­cio­nes de tra­ba­jo y arre­ba­tán­do­nos el supues­to “Esta­do de Bien­es­tar” tra­yen­do con­se­cuen­cias más leta­les para toda la cla­se tra­ba­ja­do­ra vas­ca (inclui­da la des­em­plea­da que es la mis­ma clase).

Y así ocu­rrió, calen­ti­to vino, pero sin lle­gar a que­mar. Qui­zás mi per­cep­ción a la hora de sen­tir la inten­si­dad del calor sea dife­ren­te. El tiem­po avan­za, se ale­ja muy depri­sa, con zan­ca­da fir­me y demo­le­do­ra, como bota que arra­sa todo aque­llo que encuen­tra a su paso. No se apre­cian cam­bios sig­ni­fi­ca­ti­vos para que poda­mos esbo­zar una son­ri­sa, ni tan siquie­ra tími­da son­ri­sa. Es más, nos pode­mos encon­trar aún más si cabe ante un pano­ra­ma social y labo­ral más deso­la­dor; un ejem­plo cla­ro cuan­do empie­cen a apli­car­se los con­ve­nios esta­ta­les en detri­men­to de los pro­vin­cia­les. Pero no quie­ro caer en el pesi­mis­mo, sino inten­tar hacer ver, que aún no hemos toca­do fon­do. Qui­zás ese posi­ble nue­vo con­tex­to sea uti­li­za­do de mue­lle para que de una vez por todas nos dé el impul­so nece­sa­rio para exi­gir con letra mayús­cu­la jus­ti­cia labo­ral, polí­ti­ca y social; derro­can­do defi­ni­ti­va­men­te el capi­ta­lis­mo jun­to sus polí­ti­cas neoliberales.

¿Qué ocu­rre para que una amplia mayo­ría social, afec­ta­da por toda esta situa­ción no se mani­fies­te, y alce su voz y puño con­tra todo esto ; sal­ga a la calle para dejar oír su gri­to rebel­de y revo­lu­cio­na­rio?. ¿Por qué ese gri­to deses­pe­ra­do no sale a veces de las redes socia­les, de los muros vir­tua­les, de las con­ver­sa­cio­nes entre ami­gos o com­pa­ñe­ros de tra­ba­jo para dejar­se sen­tir en la calle, tomar vida real e ir cre­cien­do?. No sería jus­to pasar inad­ver­ti­do, que exis­te un núme­ro de per­so­nas públi­cas cono­ci­das y otras anó­ni­mas jun­to con cier­tos colec­ti­vos y agru­pa­cio­nes socia­les que a dia­rio acu­den a actos rein­di­vi­ca­ti­vos, desa­fian­do a la llu­via y al inten­so frío; mos­tran­do sus cuer­pos a veces des­nu­dos y otras dis­fra­za­dos para repre­sen­tar paro­dias; dejan­do cla­ro que la rebel­día no tie­ne edad y que la barri­ca­da une mucho más de lo que divi­de ya que nos encon­tra­mos todos en el mis­mo lado, por­que la revo­lu­ción y la trans­for­ma­ción social corre por sus venas sien­do fie­les a ellos mis­mos y a sus ideas. Así que ..aurre­ra peña ¡! voso­tros sois el ejem­plo a seguir. Debe­mos ir suman­do fuer­zas, cora­zo­nes rebel­des, sen­tir la soli­da­ri­dad de la gen­te de la calle. Tene­mos el deber moral de recon­quis­tar nues­tros dere­chos en la lucha dia­ria y no enga­ñán­do­nos lamién­do­nos las heridas.

¿Por qué la reali­dad de la calle no es ésta? Será aca­so por­que el mie­do inmo­vi­li­za, por­que exis­te una ten­den­cia al indi­vi­dua­lis­mo; por­que nos exi­gen que res­pe­te­mos su liber­tad para ani­qui­lar­nos y por­que no tole­ran nues­tra des­obe­dien­cia. No somos aún cons­cien­tes de que la cla­se obre­ra somos quie­nes move­mos la eco­no­mía, sin ella, no son nada. Y esa cla­se tra­ba­ja­do­ra la for­ma­mos entre tod@s y cada un@ de nosotr@s. Codo a codo somos mayo­ría con­tra un mis­mo adver­sa­rio común. Exis­te una fuer­za motriz muy pode­ro­sa que debe­mos empe­zar a creer en ella, nues­tra pro­pia volun­tad para empe­zar a trans­for­mar el sis­te­ma impues­to, jun­to con todo lo que nos impi­de vivir. No debe­mos per­ma­ne­cer inmó­vi­les al bor­de del camino, ni con­ge­lar nues­tro júbi­lo. Debe­mos apa­sio­nar­nos, acep­tar nues­tras pro­pias locu­ras para libe­rar­nos de estas pesa­das cadenas.

Por­que no exis­te esce­na­rio apo­ca­líp­ti­co, sino gen­te con mie­do, y si no nos enfren­ta­mos a nues­tros mie­dos difí­cil­men­te sere­mos libres y segui­re­mos lle­van­do la mise­ria como com­pa­ñe­ra de via­je. Quie­nes deben apos­tar por la unión de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, aunar fuer­zas por el bien común deben dotar­se de la sufi­cien­te madu­rez polí­ti­ca para dejar las dife­ren­cias a un lado y mirar hacia lo que nos une; el mis­mo enemi­go lla­ma­do capi­ta­lis­mo y un mis­mo deno­mi­na­dor común que somos la cla­se tra­ba­ja­do­ra. O será aca­so que no sien­ten esa vis­ce­ral nece­si­dad de cam­biar esta cru­da reali­dad que sopor­ta­mos y nos va minan­do día a día. Dón­de que­da­rán aque­llos efí­me­ros años don­de exis­tía con­cien­cia obre­ra revo­lu­cio­na­ria. Fiel a sí mis­ma y soli­da­ria. Su lati­do se deja­ba oír en el par­la­men­to del pue­blo, que como siem­pre fue, es y será la calle.

Aun­que hoy en día exis­ten quie­nes quie­ren cam­biar este con­tex­to , quie­nes opi­nan que las solu­cio­nes vie­nen de la vía de la diplo­ma­cia. Debe­mos mirar hacia atrás para saber y no olvi­dar nun­ca de dón­de veni­mos. Oja­lá esa con­cien­cia obre­ra regre­se algún día del pasa­do para ins­ta­lar­se en el pre­sen­te. Segui­mos soñan­do sin dejar de escu­char la san­gre calien­te que se agol­pa en nues­tro inte­rior, por­que cual­quier cona­to de rebel­día por ínfi­mo que sea es una gran vic­to­ria y por­que la rebel­día como la noche siem­pre vuel­ve. Que cada cual deci­da; obe­de­cer o luchar, sin olvi­dar que lo que ven­ga maña­na será con­se­cuen­cia de nues­tra apti­tud del pre­sen­te; y si el pre­sen­te es lucha el futu­ro es nuestro.

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