Hugo Chá­vez no se va- Luis­mi Uharte

El pro­ce­so de inves­ti­du­ra de enero 2013 se ha con­ver­ti­do en el nue­vo cam­po de bata­lla para el pul­so polí­ti­co entre quie­nes defien­den la demo­cra­cia en Vene­zue­la y quie­nes des­pre­cian el sufra­gio popu­lar. La maqui­na­ria mediá­ti­ca trans­na­cio­nal, en un ejer­ci­cio de carác­ter pro­to-gol­pis­ta, ha inten­ta­do poner en cues­tión la legi­ti­mi­dad de un Gobierno recién ele­gi­do en las urnas por mayo­ría abso­lu­ta, con más del 11% de dife­ren­cia y con un por­cen­ta­je de par­ti­ci­pa­ción supe­rior al 80%, algo, por cier­to, poco común en los regí­me­nes libe­ra­les occidentales.

Sin embar­go, este ensa­yo de «gol­pe mediá­ti­co y anti-sufra­gis­ta» ha fra­ca­sa­do en gran medi­da gra­cias a la juga­da maes­tra que dise­ñó el movi­mien­to boli­va­riano con la jura­men­ta­ción sim­bó­li­ca del 10 de enero de este año, com­bi­nan­do dos gol­pes de efec­to. Por un lado, la «jura­men­ta­ción popu­lar» que se mate­ria­li­zó fren­te al pala­cio pre­si­den­cial, con la con­cen­tra­ción de miles de per­so­nas que se movi­li­za­ron para dejar cla­ro, no solo que «Chá­vez no se va», sino fun­da­men­tal­men­te, que el blo­que nacio­nal-popu­lar renue­va man­da­to tras su vic­to­ria electoral.

Por otro lado, el aval ins­ti­tu­cio­nal y regio­nal que se pro­du­jo el mis­mo día, con la pre­sen­cia de repre­sen­tan­tes de diver­sos gobier­nos lati­no­ame­ri­ca­nos tan­to en Cara­cas como en La Haba­na, otor­gan­do reco­no­ci­mien­to ofi­cial a Chá­vez y al pro­ce­so demo­crá­ti­co en el país. Inclu­so la OEA se vio for­za­da a emi­tir unas decla­ra­cio­nes de apo­yo por par­te de su secre­ta­rio gene­ral, José Miguel Insulza.

Ries­gos. No obs­tan­te, el indu­da­ble ries­go de des­apa­ri­ción físi­ca de Chá­vez abre un esce­na­rio de opor­tu­ni­da­des para abor­dar el siem­pre pos­ter­ga­do deba­te de arti­cu­lar un lide­raz­go más colec­ti­vo. Un acier­to has­ta el momen­to ha sido la actual com­po­si­ción del Eje­cu­ti­vo, que pro­yec- ta una ima­gen guber­na­men­tal más cole­gia­da, don­de diver­sas figu­ras com­par­ten pre­sen­cia mediá­ti­ca, des­ta­cán­do­se el vice­pre­si­den­te Madu­ro, los minis­tros Ville­gas (comu­ni­ca­ción) y Arrea­za (Cien­cia y Tec­no­lo­gía) y el recién nom­bra­do minis­tro de Exte­rio­res, Elías Jaua.

Un ries­go a cor­to pla­zo es la poten­cial frag­men­ta­ción del cha­vis­mo por la ausen­cia de su líder. Sin embar­go, la elec­ción de Madu­ro por par­te de Chá­vez mues­tra la últi­ma manio­bra de este para neu­tra­li­zar ten­den­cias cen­trí­fu­gas al inte­rior del movi­mien­to. Pro­ba­ble­men­te, Madu­ro es uno de los pocos que tie­ne capa­ci­dad real de man­te­ner uni­dos a los dife­ren­tes sec­to­res de poder que se arti­cu­lan alre­de­dor del cha­vis­mo, a pesar de que los gru­pos más la izquier­da no estén muy satis­fe­chos con su designación.

Cen­tra­li­dad. El deba­te reabier­to a nivel inter­na­cio­nal sobre si Chá­vez «se va o se que­da» vuel­ve a evi­den­ciar por enési­ma vez la tras­cen­den­cia his­tó­ri­ca de la Revo­lu­ción Boli­va­ria­na y de su líder. De esto son cons­cien­tes sec­to­res muy diversos.

La visión polí­ti­co-estra­té­gi­ca de Chá­vez lo con­vier­te en uno de los líde­res más impor­tan­tes del últi­mo medio siglo. Fidel Cas­tro fue uno de los pri­me­ros que así lo per­ci­bió y, actual­men­te, la mayo­ría de los man­da­ta­rios sud­ame­ri­ca­nos así lo reco­no­ce, des­de el con­ser­va­dor Juan Manuel San­tos en Colom­bia has­ta Evo Mora­les en Boli­via. La cla­ve ha sido la «soli­da­ri­dad inter­na­cio­na­lis­ta» que ha des­ple­ga­do la Revo­lu­ción Boli­va­ria­na para posi­bi­li­tar el cam­bio de épo­ca en tér­mi­nos geo­po­lí­ti­cos. El pre­si­den­te uru­gua­yo, José Muji­ca, reco­no­ció explí­ci­ta­men­te en Cara­cas este hecho.

En el inte­rior, la casi tota­li­dad del movi­mien­to popu­lar revo­lu­cio­na­rio sigue asu­mien­do con nota­ble madu­rez his­tó­ri­ca el lide­raz­go de Chá­vez y la capa­ci­dad hege­mó­ni­ca del «cha­vis­mo», pero sin olvi­dar el papel van­guar­dis­ta que debe seguir tenien­do en la lucha ideo­ló­gi­ca el «boli­va­ria­nis­mo», iden­ti­dad polí­ti­ca de los sec­to­res más radi­ca­les que apues­tan por la ecua­ción revo­lu­cio­na­ria «ni capi­tal ni buro­cra­tis­mo». La imbri­ca­ción de estas dos iden­ti­da­des dota de mayor «den­si­dad polí­ti­ca» a la Revo­lu­ción Bolivariana.

Los más des­pis­ta­dos en el table­ro, para­dó­ji­ca­men­te, son algu­nos sec­to­res mino­ri­ta­rios de la izquier­da forá­nea. Des­ta­can, por una par­te, gru­púscu­los ins­ta­la­dos ter­ca­men­te en un pen­sa­mien­to sec­ta­rio anti­es­ta­tis­ta, que olvi­dan que las diná­mi­cas comu­ni­ta­rias en Vene­zue­la (y en otros muchos luga­res) no se cons­tru­yen siem­pre con­tra el Esta­do, sino en muchas oca­sio­nes en nego­cia­ción y en ten­sión con este. Por otra par­te, tene­mos a otro sec­tor de la izquier­da absor­to en una refle­xión etno­cén­tri­ca de remi­nis­cen­cias colo­nia­les que infra­va­lo­ra la tras­cen­den­cia his­tó­ri­ca del pro­ce­so vene­zo­lano por­que no se ajus­ta a sus coor­de­na­das socio-culturales.

Con mucha más capa­ci­dad de per­cep­ción polí­ti­ca apa­re­ce la dere­cha regio­nal e inter­na­cio­nal, más cons­cien­te del peli­gro que supo­ne Chá­vez y la actual Vene­zue­la. El uso sis­te­má­ti­co del «lati­fun­dio mediá­ti­co» a su ser­vi­cio para des­pres­ti­giar a Vene­zue­la es el mejor exponente.

Mien­tras tan­to, la Revo­lu­ción Boli­va­ria­na sigue su cur­so, pro­yec­tan­do un doble efec­to hacia el exte­rior. Por una par­te, en el plano tác­ti­co, evi­den­cia que el saqueo públi­co neo­li­be­ral tie­ne una alter­na­ti­va fac­ti­ble que se tra­du­ce en un pro­yec­to de «Esta­do social». Por otra, en tér­mi­nos teó­ri­co-estra­té­gi­cos, está posi­bi­li­tan­do algo impen­sa­ble en muchos paí­ses: la aper­tu­ra de un deba­te de dimen­sio­nes nacio­na­les (toda­vía con esca­sas mate­ria­li­za­cio­nes prác­ti­cas) de la nece­si­dad de supe­rar la explo­ta­ción del capi­ta­lis­mo (con pro­pues­tas de nue­vos tipos de pro­pie­dad) y de cons­truc­ción de otra ecua­ción de poder polí­ti­co, par­tien­do de las expe­rien­cias de los «con­se­jos» y de las «ciu­da­des comu­na­les». En este con­tex­to, pare­ce bas­tan­te creí­ble que «Chá­vez no se va».

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