Tres mitos comu­nes sobre los ban­cos- Ale­jan­dro Nadal

Exis­ten tres fábu­las sobre los ban­cos y su papel en la eco­no­mía. La gran mayo­ría de la gen­te (y de los eco­no­mis­tas) abra­za con fer­vor estos tres mitos que están ínti­ma­men­te rela­cio­na­dos. El aná­li­sis de la eco­no­mía polí­ti­ca del capi­ta­lis­mo exi­ge disi­par esta mito­lo­gía. El pri­mer mito dice que los ban­cos son unos sim­ples inter­me­dia­rios entre los aho­rra­do­res y los agen­tes que nece­si­tan recur­sos adi­cio­na­les, ya sean inver­sio­nis­tas o con­su­mi­do­res. Según esta idea los ban­cos reci­ben en depó­si­to los fon­dos de los aho­rra­do­res para pro­ce­der a pres­tar­los. A los aho­rra­do­res les pagan una tasa de inte­rés infe­rior a la que cobran a los pres­ta­ta­rios y la dife­ren­cia cons­ti­tu­ye la ganan­cia de los bancos.

Sue­na lógi­co pero es fal­so. La reali­dad es que los ban­cos son algo más que sim­ples inter­me­dia­rios. Entre las acti­vi­da­des de la ban­ca se encuen­tra la crea­ción mone­ta­ria. Para rea­li­zar un prés­ta­mo los ban­cos no nece­si­tan que los recur­sos que van a ser obje­to del cré­di­to hayan sido aho­rra­dos con anterioridad.

Nor­mal­men­te, cuan­do un ban­co otor­ga un prés­ta­mo sim­ple y sen­ci­lla­men­te abre una cuen­ta a nom­bre del pres­ta­ta­rio y le adju­di­ca un sal­do posi­ti­vo (por el mon­to del cré­di­to). En el mis­mo acto le otor­ga al recep­tor del cré­di­to ins­tru­men­tos de pago, dine­ro ban­ca­rio, una che­que­ra o una tar­je­ta de cré­di­to. Si el pres­ta­ta­rio requie­re dine­ro en efec­ti­vo (bille­tes emi­ti­dos por el ban­co cen­tral), el ban­co pres­ta­mis­ta lo con­si­gue de sus arcas o lo adquie­re del ban­co cen­tral. El ban­co pres­ta­mis­ta no acu­de a veri­fi­car si le que­dan recur­sos de los agen­tes aho­rra­do­res para otor­gar un prés­ta­mo. No tie­ne que hacer­lo por­que el cré­di­to no depen­de de esos depó­si­tos. Es cier­to que hay gen­te que depo­si­ta sus aho­rros en ban­cos pri­va­dos, pero la cap­ta­ción ban­ca­ria no es lo que per­mi­te a los ban­cos rea­li­zar prés­ta­mos. Para inter­ve­nir como pres­ta­ta­rio, el ban­co no tie­ne más que eva­luar el pro­yec­to en el con­tex­to del hori­zon­te eco­nó­mi­co. Al otor­gar el cré­di­to se abre un depó­si­to en el ban­co: los prés­ta­mos crean los depó­si­tos y no al revés, como dice este mito.

El segun­do mito está liga­do a la idea de que los ban­cos guar­dan en reser­va par­te de los depó­si­tos de los aho­rra­do­res para enfren­tar una even­tual deman­da de los depo­si­tan­tes que deseen recu­pe­rar sus aho­rros. Esta es una varian­te del mito ante­rior y está liga­da a lo que se ha deno­mi­na­do ‘ban­ca de reser­va frac­cio­na­ria’ y que se supo­ne fun­cio­na como sigue. Si en un ban­co se depo­si­tan cien pesos y dicho ban­co guar­da el 10 por cien­to en reser­va, pue­de pres­tar los otros noven­ta, que son depo­si­ta­dos nue­va­men­te en el mis­mo o en otro ban­co. Sobre ese depó­si­to se deben guar­dar 10 por cien­to de reser­vas, pudien­do vol­ver a pres­tar 81 pesos y así suce­si­va­men­te. Al final de la serie, supo­nien­do reser­vas de 10 por cien­to, los pri­me­ros cien pesos se habrán con­ver­ti­do en mil pesos por el efec­to del mul­ti­pli­ca­dor ban­ca­rio (equi­va­len­te al recí­pro­co del coefi­cien­te de reser­vas que guar­dan los bancos).

Pare­ce que aquí tam­bién se crea dine­ro de la nada, pero no es así. Hay un depó­si­to ante­rior a cada prés­ta­mo y las reser­vas impo­nen un lími­te a los fon­dos pres­ta­dos. Pare­ce lógi­co, pero el sis­te­ma ban­ca­rio no fun­cio­na de este modo: en 2007, antes de la cri­sis finan­cie­ra, las reser­vas de los ban­cos en Esta­dos Uni­dos ascen­dían a 20 mil millo­nes de dóla­res (mmdd), lo que ten­dría que haber­se acom­pa­ña­do de una ofer­ta mone­ta­ria de 200 mmdd si el mul­ti­pli­ca­dor exis­tie­ra y no de los varios billo­nes (cas­te­lla­nos) que exis­tían en cir­cu­la­ción. El mul­ti­pli­ca­dor sim­ple­men­te no exis­te como lo demues­tran varios tra­ba­jos aus­pi­cia­dos por el FMI.

Que­da el ter­cer mito: las reser­vas. Se pien­sa que con las reser­vas el ban­co cen­tral con­tro­la la expan­sión del cré­di­to (y la ofer­ta mone­ta­ria), ade­más de esta­ble­cer un requi­si­to pru­den­cial para eli­mi­nar el ries­go de ‘corri­das’ con­tra los ban­cos. Pero hace mucho que los ban­cos cen­tra­les deja­ron de impo­ner nive­les real­men­te sig­ni­fi­ca­ti­vos de reser­vas obli­ga­to­rias. En muchos paí­ses los reque­ri­mien­tos de reser­vas son cero, y eso inclu­ye Ingla­te­rra, Cana­dá y Méxi­co. Esto es qui­zás el reco­no­ci­mien­to de que en un sis­te­ma de crea­ción mone­ta­ria endó­ge­na el ban­co cen­tral no tie­ne con­trol sobre la ofer­ta mone­ta­ria. Por eso la polí­ti­ca del ban­co cen­tral, obse­sio­na­da por el con­trol de la infla­ción, está cen­tra­da en el con­trol de la tasa de inte­rés a tra­vés de sus ope­ra­cio­nes de descuento.

Si un ban­co nece­si­ta reser­vas al final del día, las pue­de obte­ner en el mer­ca­do inter­ban­ca­rio de cor­to pla­zo o direc­ta­men­te del ban­co cen­tral. No es la base mone­ta­ria (el dine­ro de alto poder emi­ti­do por el ban­co cen­tral) lo que se nece­si­ta para arran­car todo el pro­ce­so. La cau­sa­li­dad es la inver­sa: los cré­di­tos ban­ca­rios gene­ran la can­ti­dad de dine­ro de alto poder. Y la razón es que si el ban­co cen­tral no tie­ne la exclu­si­vi­dad sobre la crea­ción mone­ta­ria, no le que­da más reme­dio que pro­por­cio­nar las reser­vas que requie­re el sis­te­ma. El ban­co cen­tral está al ser­vi­cio de los ban­cos pri­va­dos y del capi­tal financiero.

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