«Patriar­cal vic­tims»- Aran­tza Santesteban

http://www.naiz.info/media/asset_publics/resources/000/003/136/agenda_box_portrait/ARANTZA_SANTESTEBAN.jpgEsqui­zo­fre­nia. Qui­tan­do toda la car­ga que en rela­ción a la salud men­tal tie­ne la pala­bra, me per­mi­to uti­li­zar­la hoy para expli­car las sen­sa­cio­nes que en estos últi­mos días ven­go hacien­do cons­cien­tes. En reali­dad, no es una esqui­zo­fre­nia pun­tual, qué va… es dia­ria, cons­tan­te, sibi­li­na y como una gota de agua que cae len­ta y per­ma­nen­te­men­te sobre la cabeza.

Mi des­per­ta­dor sue­na cada maña­na una hora y cuar­to antes de la hora de entra­da al tra­ba­jo. Cada maña­na me meto en la ducha y cada dos días me lavo el pelo. Al salir de la ducha me peino, me doy espu­ma, me seco las pun­tas. Desa­yuno leche de ave­na, cerea­les inte­gra­les, pan de cen­teno, fru­ta. Voy al arma­rio y empie­zan los ago­bios. Qué me pon­go hoy. Cómo supero lo que me puse ayer. Lue­go ter­mino de dar­me mis cre­mas, el rímel, el desodorante.

En reali­dad, podría hacer­lo en la mitad de tiem­po. Pero… hay que pre­pa­rar­se para abrir la puer­ta del por­tal y enfren­tar­se al mun­do. Ese mun­do en el que hoy pare­ce que todo se pue­de ele­gir. Por­que, ¡qué leches!, hoy en día con­su­mi­mos imá­ge­nes, ropas, esti­los y fri­ka­das de toda cla­se que con tan solo dar unos cuan­tos toque­ci­tos con los dedos apa­re­cen en nues­tra pan­ta­lla e inun­dan nues­tro cere­bro. Hoy pue­des deci­dir­lo todo, sobre todo pue­des deci­dir cómo te cons­tru­yes como suje­to social. Pue­des ele­gir qué tipo de músi­ca escu­cha­rás, qué tipo de cine te gus­ta­rá, qué tatua­rás en tu piel y, sobre todo, cuál será la esté­ti­ca median­te la cual abri­rás esa puer­ta del por­tal y le dirás al mun­do: esta soy yo.

Es este un ejer­ci­cio que en tér­mi­nos del libre dere­cho a deci­dir lo que haces con tu vida y con tu cuer­po me pare­ce bien. Joder, pero a mí esto de tener que estar cons­tan­te­men­te deci­dien­do y bus­can­do el esti­lo más exclu­si­vo posi­ble no me empo­de­ra. Me gene­ra estrés, esqui­zo­fre­nia. Por­que por muy libres que sea­mos para deci­dir, el hecho deci­so­rio, en la mayo­ría de los casos, está suje­to a la bús­que­da de algún tipo de refe­ren­cia. Y, casua­li­dad, resul­ta que sigo pen­san­do que noso­tras – sal­vo algu­nas excep­cio­nes, como el colec­ti­vo lés­bi­co y trans, que tam­bién cuen­ta con sus pro­pias refe­ren­cias– segui­mos estan­do escla­vi­za­das por la bús­que­da de ese mode­lo de mujer que esté en el cen­tro del deseo masculino.

Y el acto de desear y ser desea­da está genial. Pero no olvi­de­mos que el deseo tam­bién es una cons­truc­ción polí­ti­ca, que de momen­to, y des­gra­cia­da­men­te, no se enmar­ca en la liber­tad de deci­dir. Con­si­de­ro que detrás de toda esa retó­ri­ca de la liber­tad de esco­ger tu pro­pia esté­ti­ca se escon­de una refor­mu­la­ción del patriar­ca­do, que no ha des­apa­re­ci­do, que no ha caí­do –no lo olvi­de­mos– y que sigue esta­ble­cien­do qué es y qué no es desea­ble. Me pre­gun­to has­ta qué pun­to somos fashion vic­tims o si, en reali­dad, somos más patriar­cal vic­tims. Si de ver­dad pode­mos deci­dir, deci­da­mos. Deci­da­mos de otra mane­ra, en base a otras cla­ves. Deser­te­mos del deseo patriar­cal y refor­mu­lé­mos­lo sobre otros pará­me­tros. Des­cu­brir esos nue­vos pará­me­tros, para otro artícu­lo o, tal vez, otros mil.

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