Intro­duc­ción al “Mani­fies­to Comu­nis­ta” de Marx y Engels- Eric Hobsbawm

En con­me­mo­ra­ción de la muer­te del renom­bra­do eru­di­to e his­to­ria­dor mar­xis­ta Eric Hobs­bawm, Ver­so pre­sen­ta su intro­duc­ción a la edi­ción más recien­te de El mani­fies­to comu­nis­ta de Marx y Engels, para delei­te de todos. (Matthew Cole).

I

En la pri­ma­ve­ra de 1847 Karl Marx y Fre­de­rick Engels acor­da­ron afi­liar­se a la lla­ma­da Liga de los Jus­tos (Bund der Gerech­ten), una rama de la ante­rior Liga de los Pros­cri­tos (Bund der Geäch­te­ten), socie­dad secre­ta revo­lu­cio­na­ria crea­da en París en la déca­da de 1830 bajo la influen­cia de la Revo­lu­ción Fran­ce­sa por arte­sa­nos ale­ma­nes, la mayo­ría sas­tres y car­pin­te­ros, y toda­vía com­pues­ta prin­ci­pal­men­te por estos arte­sa­nos expa­tria­dos radi­ca­les. La Liga, con­ven­ci­da de su “comu­nis­mo crí­ti­co”, se ofre­ció a publi­car un mani­fies­to redac­ta­do por Marx y Engels como su docu­men­to polí­ti­co y tam­bién a moder­ni­zar su orga­ni­za­ción siguien­do sus líneas. Y efec­ti­va­men­te se reor­ga­ni­zó en el verano de 1847, cam­bian­do su anti­guo nom­bre por el de Liga de los Comu­nis­tas (Bund der Kom­mu­nis­ten) com­pro­me­ti­da con el pro­pó­si­to de “derro­car a la bur­gue­sía, ins­tau­rar el domi­nio del pro­le­ta­ria­do, aca­bar con la vie­ja socie­dad basa­da en las con­tra­dic­cio­nes de cla­se (Klas­sen­ge­gen­sätzen) y esta­ble­cer una nue­va socie­dad sin cla­ses ni pro­pie­dad pri­va­da”. Un segun­do con­gre­so de la Liga cele­bra­do tam­bién en Lon­dres en los meses de noviem­bre y diciem­bre de 1847 acep­tó for­mal­men­te los obje­ti­vos y nue­vos esta­tu­tos e invi­tó a Marx y a Engels a redac­tar el nue­vo Mani­fies­to expo­nien­do los obje­ti­vos y polí­ti­cas de la Liga.

Aun­que tan­to Marx como Engels pre­pa­ra­ron borra­do­res y el docu­men­to repre­sen­ta cla­ra­men­te los pun­tos de vis­ta de ambos, el tex­to final fue escri­to casi con toda cer­te­za por Marx, tras una repri­men­da a éste por par­te del Eje­cu­ti­vo, pues­to que a Marx, tan­to enton­ces como des­pués, le resul­ta­ba difí­cil ter­mi­nar sus tex­tos sin el apre­mio de una fecha lími­te. La ausen­cia vir­tual de borra­do­res ante­rio­res sugie­re que lo escri­bió a toda pri­sa (i). El docu­men­to resul­tan­te, de vein­ti­trés pági­nas, titu­la­do Mani­fies­to del Par­ti­do Comu­nis­ta (cono­ci­do des­de 1872 como El Mani­fies­to Comu­nis­ta), se publi­có en febre­ro de 1848 tras impri­mir­lo en las ofi­ci­nas de la Aso­cia­ción Edu­ca­ti­va de los Tra­ba­ja­do­res, más cono­ci­da como la Com­mu­nis­tis­cher Arbei­ter­bil­dungs­ve­rein, que sobre­vi­vió has­ta 1914 en el 46 de Liver­pool Street de Londres.

Este peque­ño pan­fle­to es el tex­to polí­ti­co más influ­yen­te des­de la Decla­ra­ción de los dere­chos huma­nos y ciu­da­da­nos de la Revo­lu­ción Fran­ce­sa. Por suer­te esta­ba ya en la calle antes de que esta­lla­ran las revo­lu­cio­nes de 1848, que des­de París se pro­pa­ga­ron como un incen­dio fores­tal por todo el con­ti­nen­te euro­peo. Aun­que su hori­zon­te era fir­me­men­te inter­na­cio­na­lis­ta ‑la pri­me­ra edi­ción anun­cia­ba de for­ma opti­mis­ta pero erró­nea la publi­ca­ción inmi­nen­te en inglés, fran­cés, ita­liano, fla­men­co y danés- su impac­to ini­cial fue exclu­si­va­men­te en ale­mán. A pesar de que la Liga Comu­nis­ta era peque­ña, desem­pe­ñó un papel sig­ni­fi­ca­ti­vo en la revo­lu­ción ale­ma­na, al menos median­te el perió­di­co Neue Rhei­nis­che Zei­tung [La Nue­va Gace­ta Rena­na] (1848−49), que edi­ta­ba Karl Marx. La pri­me­ra edi­ción del Mani­fies­to se impri­mió tres veces en unos meses, por capí­tu­los, en la Deu­ts­che Lon­do­ner Zei­tung, corre­gi­da y maque­ta­da de nue­vo en 30 pági­nas en abril o mayo de 1848, pero des­apa­re­ció de la cir­cu­la­ción con el fra­ca­so de las revo­lu­cio­nes de 1848. Cuan­do Marx se esta­ble­ció en Ingla­te­rra en 1849 para comen­zar su exi­lio de por vida, los ejem­pla­res que que­da­ban del Mani­fies­to eran tan esca­sos que pen­só que valía la pena reim­pri­mir la Sec­ción III (Socia­lis­tis­che und kom­mu­nis­tis­che Lite­ra­tur) en el últi­mo núme­ro de su revis­ta de Lon­dres , Neue Rhei­nis­che Zei­tung, poli­tisch-öko­no­mis­che Revue [La nue­va gace­ta rena­na, revis­ta polí­ti­co eco­nó­mi­ca] (noviem­bre de 1850), poco leída.

Nadie podía pre­de­cir un futu­ro tan extra­or­di­na­rio del Mani­fies­to en las déca­das de 1850 y 1860. Un impre­sor ale­mán emi­gra­do impri­mió pri­va­da­men­te una nue­va edi­ción en Lon­dres, pro­ba­ble­men­te en 1864, y otra peque­ña edi­ción en Ber­lín en 1866, la pri­me­ra publi­ca­da en Ale­ma­nia. Entre 1848 y 1868 pare­ce que no hubo tra­duc­cio­nes, excep­to una ver­sión en sue­co, publi­ca­da pro­ba­ble­men­te a fina­les de 1848, y otra en inglés en 1850, sig­ni­fi­ca­ti­vas en la his­to­ria biblio­grá­fi­ca del Mani­fies­to sólo por­que la tra­duc­to­ra pare­ce haber con­sul­ta­do a Marx o segu­ra­men­te a Engels pues­to que ella vivía en Lan­cashi­re. Ambas ver­sio­nes des­apa­re­cie­ron sin dejar ras­tro. A media­dos de la déca­da de 1860 no que­da­ba prác­ti­ca­men­te nada impre­so de lo que había escri­to Marx.

El pro­ta­go­nis­mo de Marx en la Aso­cia­ción Inter­na­cio­nal de Tra­ba­ja­do­res (la deno­mi­na­da “Pri­me­ra Inter­na­cio­nal”, 1864 – 1872) y la apa­ri­ción en Ale­ma­nia de dos par­ti­dos impor­tan­tes de la cla­se obre­ra, ambos fun­da­dos por anti­guos miem­bros de la Liga Comu­nis­ta que lo tenían en gran esti­ma, lle­vó a un resur­gi­mien­to del inte­rés por el Mani­fies­to, al igual que por otros escri­tos suyos, en espe­cial el de su lúci­da defen­sa de la Comu­na de París de 1871 (cono­ci­do como La gue­rra civil de Fran­cia) que le pro­por­cio­nó una con­si­de­ra­ble noto­rie­dad en la pren­sa como líder peli­gro­so de la sub­ver­sión inter­na­cio­nal, temi­do por los gobier­nos. Y en par­ti­cu­lar el jui­cio por trai­ción a los líde­res de la Social­de­mo­cra­cia ale­ma­na Wilhelm Liebk­necht, August Bebel y Adolf Hep­ner en mar­zo de 1872 le pro­por­cio­nó una publi­ci­dad ines­pe­ra­da. La acu­sa­ción leyó el tex­to del Mani­fies­to, lo que pro­por­cio­nó a los social­de­mó­cra­tas su pri­me­ra opor­tu­ni­dad de publi­car­lo legal­men­te en una lar­ga tira­da como docu­men­to per­te­ne­cien­te al pro­ce­di­mien­to judi­cial. Como pare­cía lógi­co que un docu­men­to escri­to antes de la revo­lu­ción de 1848 nece­si­ta­ra algu­nas correc­cio­nes y comen­ta­rios expli­ca­ti­vos, Marx y Engels escri­bie­ron el pri­me­ro de los pre­fa­cios de todos los que des­de enton­ces han acom­pa­ña­do a las nue­vas edi­cio­nes del Mani­fies­to (ii). Por moti­vos lega­les el pre­fa­cio no se pudo dis­tri­buir legal­men­te en su momen­to, pero la edi­ción de 1872 (basa­da en la de 1866), se con­vir­tió en la base de todas las edi­cio­nes pos­te­rio­res. Mien­tras tan­to, entre 1871 y 1873, apa­re­cie­ron al menos nue­ve edi­cio­nes del Mani­fies­to en seis lenguas.

Duran­te los cua­ren­ta años siguien­tes el Mani­fies­to con­quis­tó el mun­do, empu­ja­do por el sur­gi­mien­to de los nue­vos par­ti­dos labo­ris­tas (socia­lis­tas), en los que la influen­cia mar­xis­ta cre­ció rápi­da­men­te en la déca­da de 1880. Nin­guno de estos eli­gió la deno­mi­na­ción de Par­ti­do Comu­nis­ta has­ta que los bol­che­vi­ques rusos vol­vie­ron a la deno­mi­na­ción ori­gi­nal des­pués del triun­fo de la Revo­lu­ción de Octu­bre, pero el títu­lo de Mani­fies­to del Par­ti­do Comu­nis­ta per­ma­ne­ció inal­te­ra­do. Inclu­so antes de la Revo­lu­ción Rusa de 1917 ya se habían impri­mi­do varios cen­te­na­res de edi­cio­nes en unos trein­ta idio­mas, inclui­das tres edi­cio­nes en japo­nés y una en chino. Sin embar­go la zona en la que tuvo más influen­cia fue el cin­tu­rón cen­tral de Euro­pa que va des­de Fran­cia en el oes­te has­ta Rusia en el este. No sor­pren­de que el mayor núme­ro de edi­cio­nes se rea­li­za­ra en ruso (70) más otras 35 en las len­guas del impe­rio zaris­ta: 11 en pola­co, 7 en yidis, 6 en fin­lan­dés, 5 en ucra­niano, 4 en geor­giano y 2 en arme­nio. Hubo 55 edi­cio­nes en ale­mán y para el impe­rio de los Habs­bur­go, 9 en hún­ga­ro, 8 en che­co y solo 3 en croa­ta, una en eslo­va­co, otra en eslo­veno y 34 en inglés, lo que inclu­ye los EE.UU., (don­de la pri­me­ra tra­duc­ción apa­re­ció en 1871), 26 en fran­cés y 11 en ita­liano, la pri­me­ra en 1889 (iii). El impac­to en el sur­oes­te euro­peo fue limi­ta­do: 6 edi­cio­nes en espa­ñol (inclui­da Amé­ri­ca Lati­na) y una en por­tu­gués. Tam­bién fue bajo el impac­to en el sur­es­te de Euro­pa, 7 edi­cio­nes en búl­ga­ro, 4 en ser­bio, 4 en rumano y una sola edi­ción en ladino, pre­su­mi­ble­men­te edi­ta­da en Saló­ni­ca. El nor­te de Euro­pa estu­vo mode­ra­da­men­te bien repre­sen­ta­do con 6 edi­cio­nes en danés, 5 en sue­co y 2 en norue­go (iv).

Esta des­igual dis­tri­bu­ción geo­grá­fi­ca no solo refle­ja­ba el desa­rro­llo des­igual del movi­mien­to socia­lis­ta y de la pro­pia influen­cia de Marx, tan dis­tin­ta de otras ideo­lo­gías revo­lu­cio­na­rias como el anar­quis­mo. Debe recor­dar­nos tam­bién que no exis­tía una estre­cha corre­la­ción entre el tama­ño y la fuer­za de los par­ti­dos social­de­mó­cra­tas y labo­ris­tas en cuan­to a la difu­sión del Mani­fies­to. Así, has­ta 1905 el Par­ti­do Social­de­mó­cra­ta Ale­mán, con cien­tos de miles de afi­lia­dos y millo­nes de votan­tes, impri­mió las nue­vas edi­cio­nes del Mani­fies­to en tira­das meno­res de 2.000 o 3.000 copias. Del pro­gra­ma de Erfurt del par­ti­do de 1891 se tira­ron 120.000 ejem­pla­res mien­tras que, al pare­cer, no se impri­mie­ron más de 16.000 copias del Mani­fies­to en los 11 años com­pren­di­dos entre 1895 y 1905, cuan­do en este últi­mo año la cir­cu­la­ción de su revis­ta teó­ri­ca Die Neue Zeit era de 6.400 ejem­pla­res (v). No se espe­ra­ba del afi­lia­do medio de un par­ti­do mar­xis­ta social­de­mó­cra­ta de masas que apro­ba­se exá­me­nes de teo­ría. Al con­tra­rio, las 70 edi­cio­nes de la Rusia pre­rre­vo­lu­cio­na­ria se corres­pon­dían con una com­bi­na­ción de orga­ni­za­cio­nes, ile­ga­li­za­das la mayor par­te del tiem­po, cuyo núme­ro total de miem­bros no pasa­ría de unos pocos miles. Asi­mis­mo las 34 edi­cio­nes en inglés fue­ron publi­ca­das por y para las sec­tas mar­xis­tas dis­per­sas por el mun­do anglo­sa­jón que ope­ra­ban en el ala izquier­da de los par­ti­dos labo­ris­tas y socia­lis­tas de enton­ces. Éste era el entorno “en el que la cla­ri­dad de un cama­ra­da se medía inva­ria­ble­men­te por las seña­les en su Mani­fies­to” (vi). En otras pala­bras, los lec­to­res del Mani­fies­to, aun­que for­ma­ban par­te de los nue­vos par­ti­dos y movi­mien­tos labo­ris­tas socia­lis­tas, casi con toda segu­ri­dad no eran una mues­tra repre­sen­ta­ti­va de su afi­lia­ción. Eran hom­bres y muje­res con un inte­rés espe­cial en la teo­ría que sub­ya­ce en estos movi­mien­tos. Y segu­ra­men­te esto es ver­dad todavía.

Esta situa­ción cam­bió des­pués de la Revo­lu­ción de Octu­bre, por lo menos en los par­ti­dos comu­nis­tas. A dife­ren­cia de los par­ti­dos de masas de la Segun­da Inter­na­cio­nal (1889−1914), los de la Ter­ce­ra Inter­na­cio­nal (1919−43) espe­ra­ban que todos sus miem­bros com­pren­die­ran la teo­ría mar­xis­ta o al menos mos­tra­ran algún cono­ci­mien­to de la mis­ma. Des­apa­re­ció la dico­to­mía entre los líde­res polí­ti­cos de hecho, desin­te­re­sa­dos en la escri­tu­ra de libros, y los ‘teó­ri­cos’ como Karl Kautsky, cono­ci­do y res­pe­ta­do como tal, pero no como polí­ti­co prác­ti­co en la toma de deci­sio­nes. Siguien­do a Lenin, aho­ra se supo­nía que todos los líde­res debían ser teó­ri­cos impor­tan­tes pues­to que todas las deci­sio­nes polí­ti­cas esta­ban jus­ti­fi­ca­das con base en el aná­li­sis mar­xis­ta, o más pro­ba­ble­men­te en la auto­ri­dad tex­tual de ‘los clá­si­cos’: Marx, Engels, Lenin y a su debi­do tiem­po, Sta­lin. La publi­ca­ción y dis­tri­bu­ción a nivel popu­lar de los tex­tos de Marx y Engels se con­vir­tió en una cues­tión más impor­tan­te para el movi­mien­to de lo que había sido en los tiem­pos de la Segun­da Inter­na­cio­nal. Se publi­ca­ban des­de series con los tex­tos más cor­tos, pro­ba­ble­men­te siguien­do el ejem­plo de la edi­to­rial ale­ma­na Ele­men­tar­bü­cher des Kom­mu­nis­mus duran­te la Repú­bli­ca de Wei­mar, has­ta com­pen­dios ade­cua­da­men­te selec­cio­na­dos de lec­tu­ras tales como la ines­ti­ma­ble Selec­ción de corres­pon­den­cia de Marx y Engels, pri­me­ro en dos volú­me­nes y des­pués en tres, o las Obras Reu­ni­das de Marx y Engels en dos o en tres volú­me­nes, así como la pre­pa­ra­ción de las Obras Com­ple­tas (Gesam­taus­ga­be), todo res­pal­da­do por los recur­sos ili­mi­ta­dos a estos efec­tos del Par­ti­do Comu­nis­ta de la Unión Sovié­ti­ca y muchas veces impri­mi­das en la Unión Sovié­ti­ca en una gran varie­dad de len­guas extranjeras.

El Mani­fies­to Comu­nis­ta se bene­fi­ció de esta nue­va situa­ción de tres mane­ras. Su cir­cu­la­ción sin duda aumen­tó. La edi­ción bara­ta publi­ca­da en 1932 por las edi­to­ria­les ofi­cia­les de los par­ti­dos comu­nis­tas esta­dou­ni­den­se y bri­tá­ni­co “de cien­tos de miles” de copias se ha des­cri­to como “pro­ba­ble­men­te la mayor edi­ción masi­va jamás impre­sa en inglés” (vii). El títu­lo del Mani­fies­to ya no era una super­vi­ven­cia his­tó­ri­ca, sino que se vin­cu­la­ba direc­ta­men­te con la polí­ti­ca de la épo­ca. Des­de el momen­to en que un Esta­do prin­ci­pal afir­mó repre­sen­tar la ideo­lo­gía mar­xis­ta, la posi­ción del Mani­fies­to como tex­to de cien­cia polí­ti­ca que­dó refor­za­da y con­se­cuen­te­men­te entró en los pro­gra­mas edu­ca­ti­vos de las uni­ver­si­da­des, des­ti­na­da a expan­dir­se rápi­da­men­te des­pués de la Segun­da Gue­rra Mun­dial, cuan­do el mar­xis­mo de los lec­to­res inte­lec­tua­les iba a encon­trar­se con su públi­co más entu­sias­ta en las déca­das de los 60 y 70.

La URSS emer­gió de la Segun­da Gue­rra Mun­dial como una de las dos super­po­ten­cias, enca­be­zan­do una vas­ta región de Esta­dos comu­nis­tas y de Esta­dos saté­li­te. Los par­ti­dos comu­nis­tas occi­den­ta­les, con la nota­ble excep­ción del par­ti­do comu­nis­ta ale­mán, emer­gie­ron más fuer­tes de lo que fue­ron nun­ca, ni pare­cía pro­ba­ble que lo fue­ran a ser. Aun­que había empe­za­do la Gue­rra Fría, en el año de su cen­te­na­rio el Mani­fies­to lo publi­ca­ban no sola­men­te los edi­to­res comu­nis­tas o mar­xis­tas, sino tam­bién edi­to­ria­les no polí­ti­cas en gran­des edi­cio­nes con intro­duc­cio­nes de aca­dé­mi­cos emi­nen­tes. En otras pala­bras, ya no era solo un docu­men­to mar­xis­ta clá­si­co, sino que se había con­ver­ti­do en un clá­si­co polí­ti­co y punto.

Sigue sien­do un clá­si­co inclu­so des­pués del final del comu­nis­mo sovié­ti­co y del decli­ve de los par­ti­dos y movi­mien­tos mar­xis­tas en muchas par­tes del mun­do. En los Esta­dos sin cen­su­ra, se pue­de encon­trar en libre­rías o biblio­te­cas. El pro­pó­si­to de una nue­va edi­ción no es por tan­to poner el tex­to de esta asom­bro­sa obra maes­tra al alcan­ce de todo el mun­do y menos aún revi­si­tar un siglo de deba­tes doc­tri­na­les acer­ca de la inter­pre­ta­ción “correc­ta” de este docu­men­to fun­da­men­tal del mar­xis­mo. Se tra­ta de recor­dar­nos de que el Mani­fies­to aún tie­ne mucho que decir al mun­do en las pri­me­ras déca­das del siglo XXI.

II

¿Qué tie­ne que decir? Se tra­ta, por supues­to, de un docu­men­to escri­to para un deter­mi­na­do momen­to his­tó­ri­co. Par­te del mis­mo que­dó obso­le­to casi de inme­dia­to, como por ejem­plo las tác­ti­cas reco­men­da­das a los comu­nis­tas en Ale­ma­nia, que no se apli­ca­ron duran­te la revo­lu­ción de 1848 y sus secue­las. Otra par­te del mis­mo se fue que­dan­do obso­le­ta a medi­da que trans­cu­rrían los años que sepa­ra­ban a los lec­to­res de la fecha en que se escri­bió. Hacía mucho tiem­po que Gui­zot y Met­ter­nich ya no lide­ra­ban gobier­nos para ser per­so­na­jes de los libros de his­to­ria y el zar ya no exis­te (aun­que el Papa sí). En cuan­to a la dis­cu­sión sobre la “lite­ra­tu­ra socia­lis­ta y comu­nis­ta”, los pro­pios Marx y Engels reco­no­cie­ron en 1872 que ya enton­ces esta­ba desfasada.

Y lo que es más impor­tan­te: con el paso del tiem­po, el len­gua­je del Mani­fies­to ya no era el de sus lec­to­res. Por ejem­plo, se ha comen­ta­do amplia­men­te la fra­se que decía que el avan­ce de la socie­dad bur­gue­sa había res­ca­ta­do “a una par­te con­si­de­ra­ble de la pobla­ción de la idio­tez de la vida rural”. Pero mien­tras no hay duda de que Marx en ese momen­to com­par­tía el des­pre­cio e igno­ran­cia habi­tua­les del habi­tan­te de la ciu­dad hacia el entorno cam­pe­sino, la fra­se ale­ma­na actual y ana­lí­ti­ca­men­te más intere­san­te de dem Idio­tis­mus des Land­le­bens entris­sen no se refie­re a la “estu­pi­dez”, sino al “hori­zon­te estre­cho” o “al ais­la­mien­to del con­jun­to de la socie­dad” en que vivía la gen­te del cam­po. Hacía eco del sig­ni­fi­ca­do ori­gi­nal del tér­mino grie­go idio­tes, de don­de se deri­van los sig­ni­fi­ca­dos actua­les de “idio­ta” o “idio­tez”: “una per­so­na preo­cu­pa­da solo de sus asun­tos pri­va­dos y no de los de una comu­ni­dad más amplia”. Des­de 1840 y en los movi­mien­tos cuyos miem­bros, al con­tra­rio que Marx, no habían reci­bi­do una edu­ca­ción clá­si­ca, el sen­ti­do ori­gi­nal se des­va­ne­ció y se malinterpretó.

Esto resul­ta aún más evi­den­te en el voca­bu­la­rio polí­ti­co del Mani­fies­to. Los tér­mi­nos como Stand (Esta­do), Demo­kra­tie (demo­cra­cia) o “nación/​nacional”, o bien tie­nen poca apli­ca­ción a las polí­ti­cas de fina­les del siglo XX o han deja­do de tener el sig­ni­fi­ca­do que tenían en el dis­cur­so polí­ti­co o filo­só­fi­co de la déca­da de 1840. Por poner un ejem­plo obvio: el “Par­ti­do Comu­nis­ta”, de cual nues­tro tex­to afir­mó ser el Mani­fies­to, no tuvo nada que ver con los par­ti­dos de la polí­ti­ca demo­crá­ti­ca moder­na, ni con los “par­ti­dos de van­guar­dia” del comu­nis­mo leni­nis­ta, sin men­cio­nar los par­ti­dos esta­ta­les de tipo sovié­ti­co o chino. Nin­guno de estos par­ti­dos exis­tía en aquel momen­to. La pala­bra “par­ti­do” toda­vía sig­ni­fi­ca­ba esen­cial­men­te una ten­den­cia o corrien­te de opi­nión o tác­ti­ca, aun­que Marx y Engels reco­no­cían que en cuan­to esto se mate­ria­li­za­ba en los movi­mien­tos de cla­se, se desa­rro­lla­ba algún tipo de orga­ni­za­ción (die­se Orga­ni­sa­tion der Pro­le­ta­rier zur Klas­se, und damit zur poli­tis­chen Par­tei). De ahí la dis­tin­ción en la sec­ción IV entre “los par­ti­dos de cla­se obre­ra exis­ten­tes… los car­tis­tas en Ingla­te­rra, los refor­mis­tas agra­rios en Esta­dos Uni­dos” y otros, no cons­ti­tui­dos toda­vía (viii). Como deja cla­ro el tex­to, en esta eta­pa el par­ti­do comu­nis­ta de Marx y Engels no cons­ti­tuía una orga­ni­za­ción ni inten­ta­ba ser­lo, y menos pre­ten­día ser una orga­ni­za­ción con un pro­gra­ma espe­cí­fi­co dis­tin­to al de las demás orga­ni­za­cio­nes (ix). Por cier­to, no se men­cio­na en el Mani­fies­to el suje­to real en cuyo nom­bre se escri­bió, la Liga de los Comunistas.

Por otra par­te, que­da cla­ro que el Mani­fies­to no solo se escri­bió en y para una situa­ción his­tó­ri­ca deter­mi­na­da, sino que tam­bién repre­sen­ta­ba una fase rela­ti­va­men­te inma­du­ra del desa­rro­llo del pen­sa­mien­to mar­xis­ta. Y esto se hace más evi­den­te en los aspec­tos eco­nó­mi­cos. Aun­que Marx había empe­za­do en serio a estu­diar la eco­no­mía polí­ti­ca en 1843, no se pro­pu­so desa­rro­llar el aná­li­sis eco­nó­mi­co expues­to en El Capi­tal has­ta que lle­gó exi­lia­do a Ingla­te­rra des­pués de la Revo­lu­ción de 1848 y tuvo acce­so a los teso­ros de la biblio­te­ca del Museo Bri­tá­ni­co en el verano de 1850. De ahí que la dis­tin­ción entre la ven­ta de su mano de obra al capi­ta­lis­ta por par­te del obre­ro y la ven­ta de su fuer­za de tra­ba­jo que resul­ta esen­cial para la teo­ría mar­xia­na de la plus­va­lía y la explo­ta­ción no se había hecho en el Mani­fies­to. Tam­po­co opi­na­ba el Marx madu­ro que el pre­cio de la mer­can­cía “tra­ba­jo” era su cos­te de pro­duc­ción; es decir, el cos­te del míni­mo fisio­ló­gi­co de man­te­ner con vida al tra­ba­ja­dor. En resu­men, Marx escri­bió el Mani­fies­to menos como eco­no­mis­ta mar­xiano que como comu­nis­ta ricardiano.

Y sin embar­go, a pesar de que Marx y Engels recor­da­ban a los lec­to­res que el Mani­fies­to era un docu­men­to his­tó­ri­co des­fa­sa­do en muchos aspec­tos, pro­mo­vie­ron y ayu­da­ron la publi­ca­ción del tex­to de 1848 con modi­fi­ca­cio­nes y acla­ra­cio­nes rela­ti­va­men­te meno­res (x). Reco­no­cie­ron que seguía sien­do una impor­tan­te expo­si­ción del aná­li­sis que dis­tin­guía su comu­nis­mo de todos los demás pro­yec­tos exis­ten­tes para la crea­ción de una socie­dad mejor. En esen­cia este aná­li­sis era his­tó­ri­co. Su núcleo era la demos­tra­ción del desa­rro­llo his­tó­ri­co de las socie­da­des y espe­cí­fi­ca­men­te de la socie­dad bur­gue­sa, que reem­pla­zó a sus pre­de­ce­so­ras, revo­lu­cio­nó el mun­do y a su vez crea­ba nece­sa­ria­men­te las con­di­cio­nes para su reem­pla­zo inevi­ta­ble. Al con­tra­rio que la eco­no­mía mar­xia­na, “la con­cep­ción mate­ria­lis­ta de la His­to­ria” que sub­ya­ce en este aná­li­sis había encon­tra­do ya su for­mu­la­ción madu­ra a media­dos de la déca­da de 1840, y había per­ma­ne­ci­do prác­ti­ca­men­te sin cam­bios en los años pos­te­rio­res (xi). En este aspec­to el Mani­fies­to era ya un docu­men­to defi­ni­to­rio del mar­xis­mo. Encar­na­ba una visión his­tó­ri­ca, aun­que su esque­ma gene­ral reque­ría un aná­li­sis más detallado.

III

¿Qué impre­sión cau­sa­rá el Mani­fies­to al lec­tor que acce­de hoy al mis­mo por pri­me­ra vez? El nue­vo lec­tor no pue­de dejar de ser arras­tra­do por la con­vic­ción apa­sio­na­da, la bre­ve­dad con­cen­tra­da, la fuer­za inte­lec­tual y esti­lís­ti­ca de este asom­bro­so pan­fle­to. Está escri­to como en un úni­co esta­lli­do crea­ti­vo, con fra­ses lapi­da­rias que se trans­for­man de for­ma casi natu­ral en afo­ris­mos memo­ra­bles que se cono­cen mucho más allá del mun­do del deba­te polí­ti­co: des­de la aper­tu­ra “Un fan­tas­ma reco­rre Euro­pa, el fan­tas­ma del comu­nis­mo”, has­ta el final “Los pro­le­ta­rios no tie­nen nada que per­der más que las cade­nas. Tie­nen un mun­do que ganar” (xii). Igual­men­te fue­ra de lo común en la escri­tu­ra ale­ma­na del siglo XIX son los párra­fos cor­tos, apo­díc­ti­cos, gene­ral­men­te de una a cin­co líneas. Solo en cin­co casos, entre más de dos­cien­tos, hay quin­ce líneas o más. Sea lo que sea, El Mani­fies­to Comu­nis­ta como retó­ri­ca polí­ti­ca tie­ne una fuer­za casi bíbli­ca. En resu­men, es impo­si­ble negar su irre­sis­ti­ble poder lite­ra­rio (xiii).

No obs­tan­te, lo que indu­da­ble­men­te impac­ta­rá al lec­tor con­tem­po­rá­neo del Mani­fies­to es el diag­nós­ti­co nota­ble del carác­ter revo­lu­cio­na­rio y el impac­to de la “socie­dad bur­gue­sa”. No se tra­ta sim­ple­men­te de que Marx reco­no­cie­ra y pro­cla­ma­ra los extra­or­di­na­rios logros y el dina­mis­mo de una socie­dad que detes­ta­ba, para sor­pre­sa de más de un defen­sor pos­te­rior del capi­ta­lis­mo ante la ame­na­za roja. De lo que se tra­ta es que el mun­do trans­for­ma­do por el capi­ta­lis­mo que des­cri­bió en 1848, en pasa­jes de elo­cuen­cia oscu­ra y lacó­ni­ca, se reco­no­ce en el mun­do en que vivi­mos hoy, 150 años des­pués. Curio­sa­men­te, el opti­mis­mo poco rea­lis­ta de dos revo­lu­cio­na­rios de vein­tio­cho y trein­ta años ha demos­tra­do ser la fuer­za más per­du­ra­ble del Mani­fies­to. Por­que aun­que el “fan­tas­ma del comu­nis­mo” obse­sio­nó real­men­te a los polí­ti­cos y aun­que Euro­pa atra­ve­sa­ba un perio­do de cri­sis eco­nó­mi­ca y social y esta­ba al bor­de de la mayor revo­lu­ción a esca­la con­ti­nen­tal de su his­to­ria, esta­ba cla­ro que no se daban los fun­da­men­tos nece­sa­rios que res­pal­da­ran la con­vic­ción del Mani­fies­to de que se apro­xi­ma­ba el momen­to de derro­car el capi­ta­lis­mo (la revo­lu­ción bur­gue­sa en Ale­ma­nia iba a ser el pre­lu­dio de la revo­lu­ción pro­le­ta­ria que le suce­de­ría). Al con­tra­rio. Como sabe­mos aho­ra, el capi­ta­lis­mo se dis­po­nía a comen­zar su pri­mer perio­do de avan­ce glo­bal triunfal.

Dos cosas con­tri­bu­ye­ron a la fuer­za del Mani­fies­to. La pri­me­ra es su visión, inclu­so en el mis­mo comien­zo de la mar­cha triun­fal del capi­ta­lis­mo, de que este modo de pro­duc­ción no era per­ma­nen­te, esta­ble, “el fin de la his­to­ria”, sino una fase tem­po­ral de la his­to­ria de la huma­ni­dad, des­ti­na­da como sus pre­de­ce­so­ras a ser sus­ti­tui­da por otro tipo de socie­dad (a no ser –y esta fra­se del Mani­fies­to no se ha estu­dia­do con sufi­cien­te aten­ción– que se derrum­ba­ra “sobre la rui­na común de las cla­ses con­ten­dien­tes”). La segun­da es su reco­no­ci­mien­to de las nece­sa­rias ten­den­cias his­tó­ri­cas a lar­go pla­zo del desa­rro­llo capi­ta­lis­ta. El poten­cial revo­lu­cio­na­rio de la eco­no­mía capi­ta­lis­ta era ya evi­den­te. Marx y Engels no pre­ten­die­ron ser los úni­cos que lo reco­no­cie­ran. Des­de la Revo­lu­ción Fran­ce­sa algu­nas de las ten­den­cias que obser­va­ron se impo­nían cla­ra­men­te. Por ejem­plo el decli­ve de las “pro­vin­cias inde­pen­dien­tes o débil­men­te aso­cia­das, con intere­ses, leyes, gober­nan­tes y sis­te­mas fis­ca­les sepa­ra­dos”, ante los esta­dos-nación “con un gobierno, un códi­go de dere­cho, un inte­rés nacio­nal de cla­se, una fron­te­ra y un aran­cel adua­ne­ro. Sin embar­go, al final de la déca­da de 1840, lo que había con­se­gui­do la “bur­gue­sía” era mucho más modes­to que los mila­gros que se le atri­buían en El Mani­fies­to. Des­pués de todo, en 1850 el mun­do no pro­du­cía más de 71.000 tone­la­das de ace­ro (casi el 70% en Ingla­te­rra) y se habían cons­trui­do menos de 24.000 millas de ferro­ca­rri­les (dos ter­cios en Ingla­te­rra y EE.UU.) Los his­to­ria­do­res no han teni­do difi­cul­tad en demos­trar que inclu­so en Ingla­te­rra la Revo­lu­ción Indus­trial (un tér­mino uti­li­za­do espe­cí­fi­ca­men­te por Engels a par­tir de 1844) (xiv) ape­nas había crea­do un país indus­trial, ni siquie­ra en su mayor par­te urbano antes de 1850. Marx y Engels no des­cri­bie­ron el mun­do ya trans­for­ma­do por el capi­ta­lis­mo en 1848; pro­nos­ti­ca­ron que el des­tino lógi­co del mun­do sería que el capi­ta­lis­mo lo transformara.

Aho­ra, en el ter­cer mile­nio del calen­da­rio occi­den­tal, vivi­mos en un mun­do en el que esta trans­for­ma­ción ha pro­du­ci­do. En cier­to sen­ti­do prác­ti­ca­men­te pode­mos ver la fuer­za de las pre­dic­cio­nes del Mani­fies­to inclu­so más cla­ra­men­te que las gene­ra­cio­nes que vivie­ron entre el momen­to de su publi­ca­ción y el actual. Por­que has­ta la revo­lu­ción en el trans­por­te y las comu­ni­ca­cio­nes pos­te­rior a la Segun­da Gue­rra Mun­dial había limi­ta­cio­nes a la glo­ba­li­za­ción de la pro­duc­ción, “al carác­ter cos­mo­po­li­ta de la pro­duc­ción y el con­su­mo en todos los paí­ses”. Has­ta la déca­da de 1970 la indus­tria­li­za­ción per­ma­ne­ció abru­ma­do­ra­men­te con­fi­na­da en sus regio­nes de ori­gen. Algu­nas escue­las mar­xis­tas podrían inclu­so argu­men­tar que el capi­ta­lis­mo, al menos en su for­ma impe­ria­lis­ta, lejos de “obli­gar a todas las nacio­nes a adop­tar el modo de pro­duc­ción bur­gués, so pena de extin­ción” per­pe­tra­ba o inclu­so crea­ba, por su natu­ra­le­za, el “sub­de­sa­rro­llo” en el lla­ma­do Ter­cer Mun­do. Mien­tras un ter­cio del géne­ro humano vivía en sis­te­mas eco­nó­mi­cos del mode­lo del comu­nis­mo sovié­ti­co, pare­cía que el capi­ta­lis­mo nun­ca triun­fa­ría en su empe­ño de obli­gar a todas las nacio­nes a “con­ver­tir­se en bur­gue­sas”. No “crea­ría un mun­do a su ima­gen”. Otra vez, antes de la déca­da de 1960 la pre­dic­ción del Mani­fies­to de que el capi­ta­lis­mo con­lle­va­ba la des­truc­ción de la fami­lia apa­ren­te­men­te no se había pro­du­ci­do, ni siquie­ra en los paí­ses occi­den­ta­les avan­za­dos don­de hoy alre­de­dor de la mitad de las per­so­nas nacen o cre­cen con madres sol­te­ras y la mitad de los hoga­res de las gran­des ciu­da­des está for­ma­da por una sola persona.

En resu­men, lo que en 1848 le podría haber pare­ci­do a un lec­tor no com­pro­me­ti­do retó­ri­ca revo­lu­cio­na­ria ‑o en el mejor de los casos una pre­dic­ción plau­si­ble– se pue­de leer actual­men­te como una carac­te­ri­za­ción con­ci­sa del capi­ta­lis­mo a fina­les del siglo XX. ¿De qué otro docu­men­to de 1840 podría decir­se lo mismo?

IV

Sin embar­go, si al final del mile­nio nos sor­pren­de la visión agu­da del Mani­fies­to sobre el futu­ro enton­ces remo­to de un capi­ta­lis­mo masi­va­men­te glo­ba­li­za­do, el fallo de otra de sus pre­dic­cio­nes resul­ta igual de sor­pren­den­te. Aho­ra resul­ta evi­den­te que la bur­gue­sía no ha pro­du­ci­do “por enci­ma de todo… sus pro­pios sepul­tu­re­ros” den­tro del pro­le­ta­ria­do. “La caí­da de la bur­gue­sía y la vic­to­ria del pro­le­ta­ria­do” tam­po­co han resul­ta­do “igual­men­te inevi­ta­bles”. El con­tras­te entre las dos mita­des del aná­li­sis del Mani­fies­to en la sec­ción “Bur­gue­ses y Pro­le­ta­rios” exi­ge una expli­ca­ción más amplia trans­cu­rri­dos 150 años de lo que era nece­sa­rio en su centenario.

El pro­ble­ma no resi­de en la visión de Marx y Engels de un capi­ta­lis­mo que nece­sa­ria­men­te trans­for­mó a la mayo­ría de la gen­te que se gana­ba la vida en este sis­te­ma eco­nó­mi­co en hom­bres y muje­res que para su pro­pio sus­ten­to nece­si­ta­ban ofre­cer su mano de obra por jor­na­les o sala­rios. Indu­da­ble­men­te lo ha hecho, aun­que actual­men­te los ingre­sos de algu­nas per­so­nas teó­ri­ca­men­te emplea­das a cam­bio de un sala­rio, como los direc­ti­vos de empre­sa, difí­cil­men­te pue­den con­si­de­rar­se pro­le­ta­rios. Tam­po­co men­tían al creer que la mayo­ría de esa pobla­ción tra­ba­ja­do­ra sería esen­cial­men­te fuer­za de tra­ba­jo indus­trial. Aun­que Gran Bre­ta­ña fue excep­cio­nal sien­do un país en que los tra­ba­ja­do­res manua­les asa­la­ria­dos cons­ti­tu­ye­ron la mayo­ría abso­lu­ta de la pobla­ción, el desa­rro­llo de la pro­duc­ción indus­trial requi­rió la entra­da masi­va de tra­ba­ja­do­res manua­les duran­te más de un siglo des­pués del Mani­fies­to. Incues­tio­na­ble­men­te éste ya no es el caso de la pro­duc­ción moder­na de alta tec­no­lo­gía inten­si­va en capi­tal, una evo­lu­ción que no tuvo en cuen­ta el Mani­fies­to, aun­que en sus estu­dios eco­nó­mi­cos más desa­rro­lla­dos el pro­pio Marx ima­gi­nó el posi­ble desa­rro­llo de una eco­no­mía con menos nece­si­dad de mano de obra, al menos en una épo­ca post-capi­ta­lis­ta (xv). Inclu­so en las vie­jas eco­no­mías indus­tria­les del capi­ta­lis­mo, el por­cen­ta­je de per­so­nas emplea­das en la indus­tria manu­fac­tu­re­ra per­ma­ne­ció esta­ble has­ta la déca­da de 1970, excep­to en EE. UU., don­de el decli­ve se pro­du­jo algo antes. En reali­dad, con muy pocas excep­cio­nes –como las de Gran Bre­ta­ña, Bél­gi­ca y EE.UU.– en 1970 los tra­ba­ja­do­res indus­tria­les cons­ti­tu­ye­ron pro­ba­ble­men­te una pro­por­ción mayor de la pobla­ción total ocu­pa­da del mun­do indus­tria­li­za­do y en vías de indus­tria­li­za­ción que se haya dado nun­ca antes.

En cual­quier caso, el derro­ca­mien­to del capi­ta­lis­mo pre­vis­to por el Mani­fies­to no se basa­ba en la trans­for­ma­ción pre­via de la “mayo­ría” de la pobla­ción en pro­le­ta­ria, sino en la supo­si­ción de que la situa­ción del pro­le­ta­ria­do en la eco­no­mía capi­ta­lis­ta era tal que una vez orga­ni­za­do en un movi­mien­to de cla­se nece­sa­ria­men­te polí­ti­co, podría tomar la ini­cia­ti­va, agru­par en torno a él el des­con­ten­to de otras cla­ses y así con­quis­tar el poder polí­ti­co como “el movi­mien­to inde­pen­dien­te de la inmen­sa mayo­ría en el inte­rés de la inmen­sa mayo­ría”. Así, el pro­le­ta­ria­do “se suble­va­ría para ser la cla­se diri­gen­te de la nación… [y] cons­ti­tuir­se en la nación” (xvi).

Como no se ha derro­ca­do el capi­ta­lis­mo, ten­de­mos a des­car­tar esta pre­dic­ción. No obs­tan­te, y aun­que pare­cía abso­lu­ta­men­te impro­ba­ble en 1848, el levan­ta­mien­to de movi­mien­tos orga­ni­za­dos con base en la con­cien­cia de la cla­se obre­ra esta­ba lla­ma­do a cam­biar la polí­ti­ca de la mayo­ría de los paí­ses capi­ta­lis­tas de Euro­pa, lo que exis­tía rara­men­te fue­ra de Gran Bre­ta­ña. Par­ti­dos labo­ris­tas y socia­lis­tas emer­gie­ron en la mayor par­te del mun­do “desa­rro­lla­do” en 1880, con­vir­tién­do­se en par­ti­dos de masas en Esta­dos con la fran­qui­cia demo­crá­ti­ca que tan­to habían ayu­da­do a esta­ble­cer. Duran­te y des­pués de la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial otra rama de los “par­ti­dos pro­le­ta­rios” siguió la sen­da revo­lu­cio­na­ra de los bol­che­vi­ques, otra rama se con­vir­tió en los pila­res que sus­ten­ta­ron el capi­ta­lis­mo demo­cra­ti­za­do. La rama bol­che­vi­que ape­nas tie­ne ya impor­tan­cia en Euro­pa occi­den­tal o se ha asi­mi­la­do a la social­de­mo­cra­cia. La social­de­mo­cra­cia, tal como exis­tía en los tiem­pos de Bebel e inclu­so de Cle­ment Attlee, lucha en la reta­guar­dia. No obs­tan­te, los par­ti­dos social­de­mó­cra­tas de la Segun­da Inter­na­cio­nal, a veces con sus nom­bres ori­gi­na­les, son aún poten­cial­men­te los par­ti­dos de gobierno de varios Esta­dos euro­peos. Aun­que esos gobier­nos fue­ron menos fre­cuen­tes a prin­ci­pios del siglo XXI que a fina­les del XX, estos par­ti­dos han bati­do el record de con­ti­nui­dad como gran­des agen­tes polí­ti­cos duran­te más de un siglo.

En resu­men, lo que está equi­vo­ca­do no es la pre­dic­ción del Mani­fies­to del papel cen­tral de los movi­mien­tos polí­ti­cos con base en la cla­se obre­ra (y aún en oca­sio­nes éstos lle­van espe­cí­fi­ca­men­te el nom­bre de cla­se, como los par­ti­dos labo­ris­tas bri­tá­ni­co, holan­dés, norue­go y aus­tra­liano). Lo que está equi­vo­ca­do es la pro­po­si­ción: “De todas las cla­ses que se enfren­tan hoy a la bur­gue­sía, solo la pro­le­ta­ria es real­men­te revo­lu­cio­na­ria”, cuyo des­tino inevi­ta­ble, implí­ci­to en la natu­ra­le­za y desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo, es el derro­ca­mien­to de la bur­gue­sía: “Su caí­da y la vic­to­ria del pro­le­ta­ria­do son igual­men­te inevitables”.

Inclu­so en los noto­rios “años cua­ren­ta del ham­bre”, el meca­nis­mo que debía con­se­guir­lo –la inevi­ta­ble pau­pe­ri­za­ción (xvii) de los obre­ros– no resul­tó total­men­te con­vin­cen­te; a menos que se basa­ra en la supo­si­ción, impro­ba­ble inclu­so enton­ces, de que el capi­ta­lis­mo esta­ba en su cri­sis final a pun­to de ser inme­dia­ta­men­te derro­ca­do. Era un meca­nis­mo dual. Ade­más del efec­to de pau­pe­ri­za­ción en el movi­mien­to obre­ro, se demos­tró que la bur­gue­sía no esta­ba “capa­ci­ta­da para gober­nar por­que es incom­pe­ten­te para ase­gu­rar la exis­ten­cia a sus escla­vos den­tro de su escla­vi­tud, ya que no pue­de evi­tar que se hun­dan has­ta tal extre­mo que tie­ne que ali­men­tar­los en vez de al con­tra­rio”. Lejos de pro­por­cio­nar­le el bene­fi­cio que ali­men­ta­ra el motor del capi­ta­lis­mo, aho­ra la mano de obra se lo comía. Pero dado el poten­cial eco­nó­mi­co enor­me del capi­ta­lis­mo, tan dra­má­ti­ca­men­te expues­to en el pro­pio Mani­fies­to, ¿por qué fue inevi­ta­ble que el capi­ta­lis­mo no pudie­ra pro­por­cio­nar sus­ten­to, aun­que mise­ra­ble, a la mayor par­te de la cla­se obre­ra o alter­na­ti­va­men­te que no pudie­ra per­mi­tir­se un sis­te­ma de pre­vi­sión social? ¿Ese “pau­pe­ris­mo” (en sen­ti­do estric­to, ver nota 17) se desa­rro­lla con mayor rapi­dez que la pobla­ción y la rique­za”? (xviii). Si el capi­ta­lis­mo tenía una lar­ga vida por delan­te como resul­tó obvio muy poco des­pués de 1848, esto no tenía por qué ocu­rrir, y efec­ti­va­men­te no ocurrió.

La visión del desa­rro­llo his­tó­ri­co de la “socie­dad bur­gue­sa” del Mani­fies­to, lo que inclu­ye a la cla­se obre­ra que la mis­ma gene­ra­ba, no con­du­jo nece­sa­ria­men­te a la con­clu­sión de que el pro­le­ta­ria­do derro­ca­ría al capi­ta­lis­mo y al hacer­lo abri­ría el camino al desa­rro­llo del comu­nis­mo, por­que la visión y la con­clu­sión no deri­va­ban del mis­mo aná­li­sis. El obje­ti­vo del comu­nis­mo, adop­ta­do antes de que Marx se hicie­ra “mar­xis­ta”, no deri­va­ba del aná­li­sis de la natu­ra­le­za y el desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo, sino de un argu­men­to filo­só­fi­co –inclu­so esca­to­ló­gi­co– sobre la natu­ra­le­za huma­na y su des­tino. La idea fun­da­men­tal de Marx a par­tir de enton­ces de que el pro­le­ta­ria­do era la cla­se que no podía libe­rar­se a sí mis­ma sin libe­rar al mis­mo tiem­po a la socie­dad en su con­jun­to, apa­re­ce pri­me­ro como una “deduc­ción filo­só­fi­ca, en lugar de ser pro­duc­to de la obser­va­ción” (xix). En pala­bras de Geor­ge Lichtheim: “el pro­le­ta­ria­do apa­re­ció por pri­me­ra vez en los escri­tos de Marx como la fuer­za social nece­sa­ria para lle­var a cabo los obje­ti­vos de la filo­so­fía ale­ma­na”, como lo expu­so Marx en 1843 y 1844 (xx).

La “posi­bi­li­dad posi­ti­va de la eman­ci­pa­ción de Ale­ma­nia”, escri­bió Marx en la Intro­duc­ción a la Crí­ti­ca a la Filo­so­fía del Dere­cho de Hegel, reside:

En la for­ma­ción de una cla­se con cade­nas radi­ca­les… una cla­se que sea la diso­lu­ción de todas las cla­ses, esfe­ra de una socie­dad que posea un carác­ter uni­ver­sal por­que sus sufri­mien­tos sean uni­ver­sa­les y sus rei­vin­di­ca­cio­nes no sean dere­chos indi­vi­dua­les por­que el agra­vio come­ti­do con­tra él no es un mal par­ti­cu­lar sino un mal en sí mis­mo… Esta diso­lu­ción de la socie­dad como una cla­se par­ti­cu­lar es el pro­le­ta­ria­do… La eman­ci­pa­ción de los ale­ma­nes es la eman­ci­pa­ción del ser humano. La filo­so­fía es la cabe­za de esta eman­ci­pa­ción y el pro­le­ta­ria­do es el cora­zón. La filo­so­fía no se pue­de reco­no­cer a sí mis­ma sin la abo­li­ción del pro­le­ta­ria­do y el pro­le­ta­ria­do no pue­de ser abo­li­do sin que la filo­so­fía deven­ga en una reali­dad (xxi).

Por enton­ces el cono­ci­mien­to que Marx tenía del pro­le­ta­ria­do no iba más allá del hecho de que “esta­ba nacien­do en Ale­ma­nia sólo como con­se­cuen­cia del cre­cien­te desa­rro­llo indus­trial” y que éste era pre­ci­sa­men­te su poten­cial como fuer­za libe­ra­do­ra, pues­to que al con­tra­rio que las masas de pobres de la socie­dad tra­di­cio­nal, era hijo de una “drás­ti­ca diso­lu­ción de la socie­dad” y por tan­to su exis­ten­cia pro­cla­ma­ba la “diso­lu­ción del orden mun­dial exis­ten­te has­ta enton­ces”. Tenía aún menos cono­ci­mien­to sobre los movi­mien­tos obre­ros, aun­que sabía mucho de la his­to­ria de la Revo­lu­ción Francesa.

En Engels encon­tró un socio que apor­tó a la socie­dad el con­cep­to de la “Revo­lu­ción Indus­trial” y los cono­ci­mien­tos de la diná­mi­ca de la eco­no­mía capi­ta­lis­ta como real­men­te era en Gran Bre­ta­ña, más los rudi­men­tos de un aná­li­sis eco­nó­mi­co (xxii), todo lo cual le indu­jo a pre­de­cir una futu­ra revo­lu­ción social, que sería fomen­ta­da por una cla­se obre­ra real a la que él cono­cía muy bien por el hecho de vivir y tra­ba­jar en Gran Bre­ta­ña al comien­zo de la déca­da de 1840. Los enfo­ques de Marx y Engels sobre “el pro­le­ta­ria­do” y el comu­nis­mo se com­ple­men­ta­ban mutua­men­te. Lo mis­mo ocu­rría con sus con­cep­cio­nes res­pec­ti­vas de la lucha de cla­ses como motor de la his­to­ria (en el caso de Marx deri­va­do prin­ci­pal­men­te de su estu­dio del perio­do de la Revo­lu­ción Fran­ce­sa; en el caso de Engels por la expe­rien­cia de los movi­mien­tos socia­les en la Gran Bre­ta­ña pos-napo­leó­ni­ca). No sor­pren­de que “ambos estu­vie­ran de acuer­do en todos los cam­pos teó­ri­cos”, en pala­bras de Engels (xxiii). Engels le apor­tó a Marx los ele­men­tos de un mode­lo que demos­tra­ba la natu­ra­le­za fluc­tuan­te y “auto­des­es­ta­bi­li­za­do­ra” del fun­cio­na­mien­to de la eco­no­mía capi­ta­lis­ta, en par­ti­cu­lar el esbo­zo de una teo­ría de las cri­sis eco­nó­mi­cas (xxiv) y el mate­rial empí­ri­co acer­ca del auge del movi­mien­to obre­ro y del rol revo­lu­cio­na­rio que podría desem­pe­ñar en Gran Bretaña.

En la déca­da de 1840 la con­clu­sión de que la socie­dad esta­ba al bor­de de la revo­lu­ción resul­ta­ba plau­si­ble. Como lo era la pre­dic­ción de que la cla­se obre­ra, aún sien­do inma­du­ra, la lide­ra­ría. Des­pués de todo, a las pocas sema­nas de la publi­ca­ción del Mani­fies­to, un movi­mien­to de los tra­ba­ja­do­res pari­si­nos derro­có a la monar­quía fran­ce­sa y dio la señal revo­lu­cio­na­ria a la mitad de Euro­pa. No obs­tan­te, la ten­den­cia del desa­rro­llo capi­ta­lis­ta a gene­rar un pro­le­ta­ria­do esen­cial­men­te revo­lu­cio­na­rio no podía dedu­cir­se del aná­li­sis de la natu­ra­le­za del desa­rro­llo capi­ta­lis­ta. Era una posi­ble con­se­cuen­cia de este desa­rro­llo, pero no podría seña­lar­se como la úni­ca posi­ble. Y aún menos podía demos­trar­se que el éxi­to de un derro­ca­mien­to del capi­ta­lis­mo por par­te del pro­le­ta­ria­do abrie­ra nece­sa­ria­men­te la puer­ta al desa­rro­llo del comu­nis­mo. (El Mani­fies­to sólo afir­ma que en ese momen­to se ini­cia­ría un pro­ce­so de cam­bio muy gra­dual) (xxv). La visión de Marx de un pro­le­ta­ria­do cuya mis­ma esen­cia lo des­ti­na­ra a eman­ci­par a toda la huma­ni­dad y a poner fin a la socie­dad de cla­ses median­te el derro­ca­mien­to del capi­ta­lis­mo repre­sen­ta una espe­ran­za dedu­ci­da de su aná­li­sis del capi­ta­lis­mo, pero no una con­clu­sión nece­sa­ria­men­te impues­ta por ese análisis.

A lo que el aná­li­sis del capi­ta­lis­mo del Mani­fies­to indu­da­ble­men­te pue­de lle­var –espe­cial­men­te cuan­do se aden­tra en el aná­li­sis de Marx sobre la con­cen­tra­ción eco­nó­mi­ca, que ape­nas se insi­nua­ba en 1848– es a una con­clu­sión más gene­ral y menos espe­cí­fi­ca acer­ca de las fuer­zas auto­des­truc­ti­vas inna­tas en el desa­rro­llo capi­ta­lis­ta. Debe alcan­zar un pun­to –y en 2012 no solo los mar­xis­tas están de acuer­do en esto– en que:

La socie­dad bur­gue­sa moder­na con sus rela­cio­nes de pro­duc­ción, inter­cam­bio y pro­pie­dad, una socie­dad que ha sus­ci­ta­do medios de pro­duc­ción e inter­cam­bio tan gigan­tes­cos, es como el apren­diz de bru­jo que ya no pue­de con­tro­lar los pode­res del mun­do infe­rior… Las dimen­sio­nes del arco de la socie­dad bur­gue­sa son dema­sia­do estre­chas para abar­car la rique­za que ha creado.

No sería irra­cio­nal sacar la con­clu­sión de que las “con­tra­dic­cio­nes” inhe­ren­tes al sis­te­ma de mer­ca­do, sin más nexo de unión entre los seres huma­nos que el des­car­na­do inte­rés pro­pio, el cruel “pago al con­ta­do”, un sis­te­ma de explo­ta­ción y de “acu­mu­la­ción inter­mi­na­ble” que nun­ca se pue­den supe­rar; que a par­tir de cier­to pun­to, median­te una serie de trans­for­ma­cio­nes y rees­truc­tu­ra­cio­nes el desa­rro­llo de este sis­te­ma esen­cial­men­te “auto­des­es­ta­bi­li­za­dor”, con­duz­ca a una situa­ción que ya no se pue­da des­cri­bir como capi­ta­lis­mo. O citan­do al pro­pio Marx, en que “la cen­tra­li­za­ción de los medios de pro­duc­ción y la socia­li­za­ción del tra­ba­jo lle­guen al final a un pun­to en que se hagan incom­pa­ti­bles con su inte­gu­men­to capi­ta­lis­ta”, y ese “inte­gu­men­to revien­te en peda­zos” (xxvi). El nom­bre por el que conoz­ca­mos la sub­si­guien­te situa­ción es indi­fe­ren­te. Sin embar­go, como demues­tran los efec­tos de la explo­sión eco­nó­mi­ca del mun­do en el medio ambien­te mun­dial, ten­drá que mar­car nece­sa­ria­men­te un giro brus­co que lo ale­je de la apro­pia­ción pri­va­da para pasar al con­trol social a esca­la global.

Resul­ta­ría impro­ba­ble que tal “socie­dad post-capi­ta­lis­ta” se pare­cie­ra a los mode­los tra­di­cio­na­les del socia­lis­mo y aún menos al “socia­lis­mo real” de la era sovié­ti­ca. La for­ma que haya de tomar y has­ta dón­de encar­na­ría los valo­res huma­nis­tas del comu­nis­mo de Marx y Engels, depen­de­ría de la acción polí­ti­ca a tra­vés la cual se pro­du­ci­ría el cam­bio, ya que esto, como sos­tie­ne el Mani­fies­to, resul­ta fun­da­men­tal para la con­for­ma­ción del cam­bio histórico.

V

En la visión mar­xia­na, no impor­ta cómo des­cri­bi­mos ese momen­to his­tó­ri­co en que “el inte­gu­men­to revien­te en peda­zos”, la polí­ti­ca cons­ti­tui­rá un ele­men­to esen­cial. El Mani­fies­to se lee prin­ci­pal­men­te como un docu­men­to de inevi­ta­bi­li­dad his­tó­ri­ca y en efec­to su fuer­za se deri­va en gran medi­da de la con­fian­za que pro­por­cio­nó a sus lec­to­res saber que el capi­ta­lis­mo esta­ba inevi­ta­ble­men­te des­ti­na­do a ser ente­rra­do por sus sepul­tu­re­ros y que aho­ra ‑y no en cual­quier otro perio­do his­tó­ri­co- han naci­do las con­di­cio­nes para la eman­ci­pa­ción. Sin embar­go, en con­tra de las más divul­ga­das hipó­te­sis, si el Mani­fies­to ale­ga que tal cam­bio his­tó­ri­co lo con­si­gue el hom­bre hacien­do su pro­pia his­to­ria, no es un docu­men­to deter­mi­nis­ta. Las fosas han de ser cava­das por la acción huma­na o a tra­vés de ella.

Efec­ti­va­men­te es posi­ble hacer una lec­tu­ra deter­mi­nis­ta del argu­men­to. Se ha suge­ri­do que Engels ten­día a hacer­la más que Marx, con impor­tan­tes con­se­cuen­cias para el desa­rro­llo de la teo­ría mar­xis­ta y el desa­rro­llo del movi­mien­to obre­ro mar­xis­ta tras la muer­te de Marx. Sin embar­go, y pese a que se cita­se como evi­den­cia (xxvii) en los pro­pios borra­do­res de Engels, no se intu­ye esta lec­tu­ra deter­mi­nis­ta en el Mani­fies­to. Cuan­do el Mani­fies­to sale del cam­po del aná­li­sis his­tó­ri­co y entra en el de la actua­li­dad, se con­vier­te en un docu­men­to de opcio­nes y posi­bi­li­da­des polí­ti­cas ‑no de pro­ba­bi­li­da­des polí­ti­cas- y en abso­lu­to de cer­te­zas. Entre el “aho­ra” y el momen­to impre­de­ci­ble en el que “en el trans­cur­so de la evo­lu­ción”, se pro­duz­ca “una aso­cia­ción en la que el libre desa­rro­llo de cada uno sea la con­di­ción del desa­rro­llo libre de todos”, está el cam­po de la acción política.

El cam­bio his­tó­ri­co a tra­vés de la pra­xis social y la acción colec­ti­va cons­ti­tu­ye su núcleo. El Mani­fies­to con­tem­pla el desa­rro­llo del pro­le­ta­ria­do como “la orga­ni­za­ción de los pro­le­ta­rios en una cla­se, y con­se­cuen­te­men­te en un par­ti­do polí­ti­co”. La “con­quis­ta del poder polí­ti­co por el pro­le­ta­ria­do” (la con­quis­ta de la demo­cra­cia) es “el pri­mer paso de la revo­lu­ción obre­ra” y el futu­ro de la socie­dad bas­cu­la sobre las accio­nes polí­ti­cas pos­te­rio­res del nue­vo régi­men (es decir, cómo uti­li­za­rá el pro­le­ta­ria­do su supre­ma­cía polí­ti­ca). El com­pro­mi­so con la polí­ti­ca es lo que his­tó­ri­ca­men­te dis­tin­guió al socia­lis­mo mar­xiano de los anar­quis­tas y los suce­so­res de aque­llos socia­lis­tas cuyo recha­zo de toda acción polí­ti­ca con­de­na espe­cí­fi­ca­men­te el Mani­fies­to. Inclu­so antes de Lenin, la teo­ría mar­xia­na no tra­ta­ba sólo de “la his­to­ria nos demues­tra lo que pasa”, sino tam­bién acer­ca de lo “que tene­mos que hacer”. Cier­ta­men­te la expe­rien­cia sovié­ti­ca del siglo XX nos ha ense­ña­do que podría ser mejor no hacer “lo que se debe hacer” bajo con­di­cio­nes his­tó­ri­cas que impo­si­bi­li­tan vir­tual­men­te el éxi­to. Pero esta lec­ción se podría haber apren­di­do tam­bién con­si­de­ran­do las impli­ca­cio­nes del Mani­fies­to Comunista.

Pero enton­ces el Mani­fies­to ‑y ésta no es la menor de sus nota­bles cua­li­da­des – es un docu­men­to que pre­vé el fallo. Espe­ra­ba que el resul­ta­do del desa­rro­llo capi­ta­lis­ta fue­ra “una recons­ti­tu­ción revo­lu­cio­na­ria de la socie­dad” pero, como ya hemos com­pro­ba­do, no excluía la alter­na­ti­va de “la rui­na común”. Muchos años des­pués, otra inves­ti­ga­ción mar­xia­na refor­mu­ló esto como la elec­ción entre socia­lis­mo y bar­ba­rie. Cual de ambos pre­va­lez­ca es una pre­gun­ta que el siglo XXI debe contestar.


Notas:

(i) Solo se han des­cu­bier­to dos frag­men­tos de esos mate­ria­les –un plan para la sec­ción III y el borra­dor de una pági­na, Karl Marx Fre­de­rick Engels, Obras Com­ple­tas, Vol. 6 (Lon­dres 1976, pági­nas 576 y 577).

(ii) En vida de los fun­da­do­res eran: (1) Pre­fa­cio a la (segun­da) edi­ción ale­ma­na, 1872; (2) Pre­fa­cio a la (segun­da) edi­ción rusa, 1882, la pri­me­ra tra­duc­ción rusa de Baku­nin apa­re­ció en 1869, com­pren­si­ble­men­te sin la ben­di­ción de Marx y Engels, (3) Pre­fa­cio a la (ter­ce­ra) edi­ción ale­ma­na, 1883; (4) Pre­fa­cio a la edi­ción ingle­sa, 1888; (5) Pre­fa­cio a la (cuar­ta) edi­ción ale­ma­na, 1890; (6) Pre­fa­cio a la edi­ción pola­ca, 1892; y (7) Pre­fa­cio “A los lec­to­res ita­lia­nos”, 1893.

(iii) Pao­lo Favil li, Sto­ria del mar­xis­mo ita­liano . Dalle ori­gi­ni alla gran­de gue­rra (Milán 1996, pági­nas 252 a 254).

(iv) Me he basa­do en los datos del ines­ti­ma­ble Bert Andréas, Le Mani­fes­te Com­mu­nis­te de Marx et Engels. His­to­ire et Biblio­graphie 1848 – 1918 (Milán 1963)

(v) Datos de los infor­mes anua­les del Par­tei­ta­ge del SPD. Sin embar­go no pro­por­cio­nan datos cuan­ti­ta­ti­vos acer­ca de las publi­ca­cio­nes pre­vis­tas para 1899 y 1900.

(vi) Robert R. LaMon­te, “ The New Inte­llec­tuals”, New Review II , 1914; cita­da por Paul Buh­le en Mar­xism in the USA: From 1870 to the Pre­sent Day (Lon­dres 1987), pág. 56.

(vii) Hal Dra­per, The Anno­ta­ted Com­mu­nist Mani­fes­to (Cen­tro para la His­to­ria del Socia­lis­mo, Ber­ke­ley, Cali­for­nia 1984), pág. 64.

(viii) El ori­gi­nal ale­mán comien­za esta sec­ción con la dis­cu­sión de das Verhält­niss der Kom­mu­nis­ten zu den bereits kons­ti­tuer­ten Arbei­ter­par­teien… also den Char­ties­ten, etc. La tra­duc­ción ofi­cial en inglés de 1887, revi­sa­da por Engels, ate­núa el con­tras­te. Una inter­pre­ta­ción más fiel sería com­pa­rar los “par­ti­dos obre­ros ya cons­ti­tui­dos”, como los car­tis­tas, etc., con los que toda­vía no se habían constituido.

(ix) “Los comu­nis­tas no cons­ti­tu­yen un par­ti­do sepa­ra­do opues­to a otros par­ti­dos de la cla­se obre­ra… No esta­ble­cen prin­ci­pios sec­ta­rios pro­pios para for­mar y mol­dear el movi­mien­to pro­le­ta­rio” (Sec­ción II).

(x) La más cono­ci­da de éstas, sub­ra­ya­da por Lenin, fue la obser­va­ción del pre­fa­cio de 1872 de que la Comu­na de París había mos­tra­do “que la cla­se obre­ra no pue­de sim­ple­men­te tomar el con­trol de la maqui­na­ria del esta­do ya exis­ten­te y uti­li­zar­la para sus pro­pios fines”. Des­pués de la muer­te de Marx, Engels aña­dió la nota al pie de pági­na modi­fi­can­do la pri­me­ra fra­se de la Sec­ción I para excluir las socie­da­des pre­his­tó­ri­cas del alcan­ce uni­ver­sal de la lucha de cla­ses. Sin embar­go, ni Marx ni Engels se moles­ta­ron en comen­tar o modi­fi­car los pasa­jes eco­nó­mi­cos del docu­men­to. Si Marx y Engels con­si­de­ra­ron real­men­te un Umar­bei­tung oder Ergän­zun más desa­rro­lla­do del Mani­fies­to (Pre­fa­cio a la edi­ción ale­ma­na de 1883) resul­ta dudo­so, pero no hay duda de que la muer­te de Marx hizo que esa revi­sión fue­se imposible.

(xi) Com­pá­re­se el pasa­je de la Sec­ción II del Mani­fies­to (“¿Requie­re una intui­ción pro­fun­da com­pren­der que las ideas, pun­tos de vis­ta y con­cep­cio­nes del hom­bre, en otras pala­bras, que la con­cien­cia del hom­bre cam­bie con cada cam­bio de las con­di­cio­nes de su exis­ten­cia mate­rial, de sus rela­cio­nes socia­les y de su vida social?”) con el pasa­je corres­pon­dien­te en el Pre­fa­ce to the Cri­ti­que of Poli­ti­cal Eco­nomy (“No es la cons­cien­cia de los hom­bres lo que deter­mi­na su exis­ten­cia sino, al con­tra­rio, es su exis­ten­cia social la que deter­mi­na su conciencia”).

(xii) Aun­que ésta es la ver­sión ingle­sa apro­ba­da por Engels, no es una tra­duc­ción estric­ta­men­te correc­ta del tex­to ori­gi­nal: Mögen die herrs­chen­den Klas­sen vor einer kom-munis­tis­chen Revo­lu­tion zit­tern. Die Pro­le­ta­rier haben nichts in ihr, (es decir “en la revo­lu­ción”) zu ver­lie­ren als ihre Ketten”.

(xiii) Para un aná­li­sis esti­lís­ti­co, vea S.S. Pra­wer, Karl Marx and World Lite­ra­tu­re (Ver­so, Nue­va York 2011), pági­nas 148 y 9. Las tra­duc­cio­nes del Mani­fies­to que conoz­co no tie­nen la fuer­za lite­ra­ria del tex­to ori­gi­nal en alemán.

(xiv) En “Die Lage Englands. Das 18.Jahrhundert” (Obras de Marx y Engels I, pági­nas 566 a 568)

(xv) Ver, por ejem­plo, la dis­cu­sión sobre Fixed capi­tal and the deve­lop­ment of the pro­duc­ti­ve resour­ces of society en los manus­cri­tos de 1857 y 1858. Obras com­ple­tas, vol. 29 (1987), pági­nas 80 a 99.

(xvi) La fra­se ale­ma­na “sich zur natio­na­len Klas­se erhe­ben” tenía con­no­ta­cio­nes hege­lia­nas que la tra­duc­ción ingle­sa auto­ri­za­da por Engels modi­fi­có, pro­ba­ble­men­te por­que pen­só que los lec­to­res no lo com­pren­de­rían en la déca­da de 1880.

(xvii) Pau­pe­ris­mo no debe­ría leer­se como sinó­ni­mo de “pobre­za”. Las pala­bras ale­ma­nas, toma­das del inglés, son pau­per (per­so­na indi­gen­te… que vive de la bene­fi­cen­cia o de algu­na pro­vi­sión públi­ca”: Dic­cio­na­rio del siglo XX de Cham­bers) y pau­pe­ris­mus (cali­dad de indigente).

(xviii) Para­dó­ji­ca­men­te, algo pare­ci­do al argu­men­to mar­xiano de 1848 es el tér­mino uti­li­za­do amplia­men­te por los capi­ta­lis­tas y los gobier­nos del libre mer­ca­do para demos­trar que las eco­no­mías de los esta­dos cuyo PIB se doblan cada pocas déca­das esta­rán en ban­ca­rro­ta si no se supri­men los sis­te­mas de redis­tri­bu­ción de las ganan­cias (esta­do del bien­es­tar, etc.), implan­ta­dos en tiem­pos de menor abun­dan­cia, y en los que aque­llos que obtie­nen ingre­sos man­tie­nen a los que no los tienen.

(xix) Les­zek Kola­kows­ki , Main Curretns of Mar­xism, vol. 1, The Foun­ders (Oxford 1978), pági­na 130.

(xx) Geor­ge Lichtheim, Mar­xism (Lon­dres 1964), pági­na 45.

(xxi). Obras Com­ple­tas, Vol. 3 (1975), pági­nas 186 a 187. En este pasa­je he pre­fe­ri­do en gene­ral la tra­duc­ción de Lichtheim, Mar­xism. El voca­blo ale­mán que tra­du­ce como “cla­se” es “Stand”, que hoy resul­ta engañosa.

(xxii) Publi­ca­do como Outli­nes of a Cri­ti­que of Poli­ti­cal Eco­nomy en 1844 (Obras com­ple­tas, vol. 3, pági­nas 418 a 443)

(xxiii) “ On the His­tory of the Com­mu­nist Lea­gue” (Obras Com­ple­tas, vol. 26, 1990), pági­na 318.(xxiv) “Outli­nes of a Cri­ti­que” (Obras com­ple­tas, vol. 3, pági­na 433 y siguien­tes). Pare­ce pro­ce­der de escri­to­res bri­tá­ni­cos radi­ca­les, prin­ci­pal­men­te John Wade, His­tory of the Midd­le and Wor­king Clas­ses (Lon­dres 1835), a quien se refie­re Engels en rela­ción con esto.

(xxv) Esto es inclu­so más evi­den­te en las for­mu­la­cio­nes de Engels que cons­ti­tu­yen de hecho dos borra­do­res del Mani­fies­to Draft of a Com­mu­nist Con­fes­sion of Faith” (Obras Com­ple­tas, vol. 6, pági­na 102) y Prin­ci­ples of Com­mu­nism (Ibíd., pági­na 350)

(xxvi) From His­to­ri­cal Ten­dency of Capi­ta­list Accu­mu­la­tion en Capi­tal, vol. 1 (Obras Com­ple­tas, vol. 35, 1996), pági­na 750.

(xxvii) Lichtheim, Mar­xism, pági­nas 58 a 60

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