Espí­ri­tu socia­lis­ta- Manuel Taibo

Para los que cree­mos en el espí­ri­tu del socia­lis­mo: Él es fuer­za que ani­ma y enrum­ba la mar­cha de los revo­lu­cio­na­rios. Es un aglu­ti­na­mien­to social que pue­de evi­tar la cri­sis defi­ni­ti­va de los pue­blos de Nues­tra Amé­ri­ca. Pero este aspec­to se entre­cru­za con cier­ta línea posi­ti­vis­ta en vir­tud de la cual las cate­go­rías eco­nó­mi­cas y socio­ló­gi­cas por las que se desig­na la pro­duc­ción y la socie­dad capi­ta­lis­ta mar­chan en una direc­ción inexo­ra­ble­men­te mar­ca­da o pre­es­ta­ble­ci­da, pen­sa­mien­to que, una vez más, pue­de encon­trar­se en muchos teó­ri­cos del socia­lis­mo de la II Inter­na­cio­nal. Empe­zan­do por Kautsky.

Para Marx se tra­ta, más bien de que hay una cla­se que posee los medios de pro­duc­ción, lo cual le per­mi­te ejer­cer una hege­mo­nía en todos los nive­les (polí­ti­co, jurí­di­co, etc.), y hay otra cla­se, la ven­de­do­ra de fuer­za de tra­ba­jo, que está some­ti­da a la ante­rior. Es el sis­te­ma lo que hay que trans­for­mar, pero el sis­te­ma no es nada ajeno a sus com­po­nen­tes, es decir, a las cla­ses que lo inte­gran. No se tra­ta que ambas sean víc­ti­mas de la fata­li­dad extra­ña, sino de que hay una cla­se que hace valer su pre­po­ten­cia para con­ser­var las cosas como están y otra que es revo­lu­cio­na­ria en la medi­das en que quie­re trans­for­mar la explo­ta­ción en una comu­ni­dad de trabajo.

Aho­ra bien, a la luz del aná­li­sis del valor rea­li­za­do por Marx, tal con­si­de­ra­ción del tra­ba­ja­dor no es nin­gu­na extra­po­la­ción den­tro del capi­ta­lis­mo, sino que cons­ti­tu­ye su pri­mer supues­to. El capi­ta­lis­mo se basa en la com­pra ven­ta de fuer­za de tra­ba­jo, sien­do ésta, la fuer­za de tra­ba­jo la mer­can­cía fun­da­men­tal. No se tra­ta, pues, de un olvi­do el que se deje a un lado el valor abso­lu­to del pro­le­ta­rio. El olvi­do esta­ría más bien, en no con­si­de­rar que en la sobre­es­truc­tu­ra jurí­di­ca crea­da por el modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta, el papel rele­van­te no lo desem­pe­ñe el valor abso­lu­to del tra­ba­ja­dor, sino pre­ci­sa­men­te la fuer­za de trabajo.

El capi­ta­lis­mo nos expri­me y nos usa mien­tras le somos úti­les, des­pués nos dese­chan, como si fué­ra­mos con­do­nes usa­dos, sin una pen­sión dig­na, sin ser­vi­cios de salud, ali­men­ta­ción, vivien­da, y edu­ca­ción para nues­tros hijos y nie­tos. La úni­ca sali­da real a la opre­sión capi­ta­lis­ta es la nacio­na­li­za­ción y, aun esta­do con­se­cu­ti­vo, la regu­la­ción de la pro­duc­ción en los sec­to­res don­de las empre­sas bur­gue­sas han alcan­za­do su más alto desarrollo.

No se pue­de negar, sin temor a equi­vo­car­nos, que el úni­co muro capaz de dete­ner los aires embra­ve­ci­dos de la catás­tro­fe capi­ta­lis­ta sea el socia­lis­mo, por la sim­plí­si­ma razón de deber­se a la bur­gue­sía la ausen­cia de pre­su­pues­tos socia­les: las injus­ti­cias que engen­dran y jus­ti­fi­can el odio de los des­ca­mi­sa­dos y los excluidos.

En apa­rien­cia una para­do­ja. Pero hay que ver cómo una gran mayo­ría de “socia­lis­tas” quie­nes ata­can las for­mu­las de Marx son esen­cial­men­te “mar­xis­tas tras­no­cha­dos de cafe­tín”. Igno­ran al socia­lis­mo como fuer­za de crea­ción social y pro­fe­san, en cam­bio, el odio como ele­men­to des­truc­ti­vo. Pro­fe­san el odio al pue­blo pobre, así como lo escri­bi­mos, por­que no otra fuer­za pue­de mover­los a ser­vir al orden per­ma­nen­te de la injus­ti­cia. Y la injus­ti­cia es vio­len­ta con­tra la soli­da­ri­dad social. Su odio se dis­tin­gue del odio que ani­ma a las revo­lu­cio­nes en que es mudo, refle­xi­vo, de medi­ta­do cálcu­lo, frío como el car­ce­le­ro que rema­cha los gri­lle­tes, mien­tras el odio del pue­blo es odio de reac­ción con­tra el dolor, odio que gri­ta ante la injus­ti­cia, odio de la calle.

Seño­res de la bur­gue­sía y cha­vis­tas sin Chá­vez: Quien ama, en cam­bio, ve en el pue­blo su igual, y como a igual lo tra­ta y como a igual le sir­ve y le pro­te­ge. Nues­tros pro­fe­sio­na­les del anti-socia­lis­mo no ven la esen­cia, no juz­gan el balan­ce moral de las doc­tri­nas: poco les impor­ta la dia­léc­ti­ca mate­ria­lis­ta si ésta no desem­bo­ca, como expre­sión eco­nó­mi­ca, en fór­mu­las con­tra el pue­blo que les favo­re­ce. ¡Allá los pro­ble­mas del pue­blo! Defien­den sólo lo de fue­ra. Pro­te­gen la estruc­tu­ra que les garan­ti­za el dis­fru­te impu­ne del goce de sus pri­vi­le­gios mal habi­dos. Y, como son de una impu­di­cia sin medi­da, pre­ten­den ata­car, aún con las peo­res de las armas reser­va­das para las oscu­ras ace­chan­zas, a quie­nes piden, des­de las más angus­tian­tes de las posi­cio­nes socia­les, que el orden eco­nó­mi­co se acer­que a los recla­mos de los más nece­si­ta­dos. Es decir, a los recla­mos de un sis­te­ma fun­da­do en la com­pren­sión del pue­blo. No en la cari­dad de las pil­tra­fas. Sis­te­mas fal­sos que sir­ven a reba­jar la pro­pia dig­ni­dad de las masas que reci­ben los men­dru­gos. Es soli­da­ri­dad de com­pren­sión. Soli­da­ri­dad de repar­tir lo que abun­da a quie­nes lo necesitan.

Cri­sis del impe­ria­lis­mo-capi­ta­lis­ta es tan­to como cri­sis del espí­ri­tu humano. A cau­sa de ello se abre ancha bre­cha ante el sis­te­ma que pro­pug­na la refor­ma vio­len­ta del mun­do como un mero pro­ble­ma eco­nó­mi­co. La soli­da­ri­dad, ha fal­ta­do del orden pre­sen­te del mun­do mate­ria­lis­ta, epi­cú­reo y lleno de egoís­mo que pre­ten­den defen­der, con prin­ci­pios sin con­te­ni­do social. Ellos pudie­ran ente­rrar­se por sí mis­mos, y nos ten­dría sin cui­da­do; ellos podrían ir al sui­ci­dio de su sis­te­ma y de su cla­se, nos ven­dría has­ta bien; más lo trá­gi­co del caso es que ellos se empe­ñan en arras­trar­nos en su fra­ca­so. Aspi­ran a que sacri­fi­que­mos el por­ve­nir de nues­tras fami­lias y de nues­tro pue­blo en aras de sus intere­ses cadu­cos. Y la cri­sis de estos seño­res lle­ga al pun­to de fin­gir un capi­ta­lis­mo popu­lar, para que el pue­blo acep­te sus oscu­ros pri­vi­le­gios mal habidos.

Sólo el socia­lis­mo pue­de trans­for­mar el pre­sen­te y pre­pa­rar la maña­ne­ra apa­ri­ción del por­ve­nir y de la jus­ti­cia social. Y en el fon­do de la maña­na, sobre el hori­zon­te de la lla­nu­ra ver­de y alon­ga­da, la figu­ra de nues­tro Liber­ta­dor Simón Bolí­var luci­rá como un sím­bo­lo de la fecun­di­dad de la jus­ti­cia y de la liber­tad. Su genio es capaz, aun­que se nos haga bur­la, de con­du­cir­nos a fór­mu­las idó­neas para atar las manos de la bur­gue­sía que quie­ren seguir ama­san­do for­tu­nas con la esca­sez que nos angus­tia. No obs­tan­te, la supera­ción social y su eman­ci­pa­ción no pue­den rea­li­zar­se más que entran­do en anta­go­nis­mo con los defen­so­res intere­sa­dos del capi­ta­lis­mo, el cual, por su con­di­ción mis­ma, debe con­du­cir inevi­ta­ble­men­te a la socia­li­za­ción de los medios de producción.

La for­ma de la lucha eco­nó­mi­ca y polí­ti­ca debe ser deter­mi­na­da, según las cir­cuns­tan­cias, por el pue­blo. Pero, en todos los casos, es pre­ci­so colo­car en un pri­mer plano el pro­pó­si­to revo­lu­cio­na­rio del movi­mien­to socia­lis­ta, que per­si­gue la trans­for­ma­ción inte­gral de la socie­dad actual des­de el pun­to de vis­ta eco­nó­mi­co, moral y polí­ti­co. En nin­gún caso la acción polí­ti­ca pue­de ser­vir para com­pro­mi­sos o alian­zas que afec­ta­rían a los prin­ci­pios y a la inde­pen­den­cia del par­ti­do socialista.

Una y mil y un millón de veces y a todas horas hay que estar repi­tien­do y vol­vien­do a repe­tir en todos los tonos que el ori­gen de la mayor par­te de los erro­res en que se cae en cues­tio­nes socia­les depen­de de supo­ner que mien­tras cam­bia una ins­ti­tu­ción car­di­nal o una rela­ción social cual­quie­ra per­ma­ne­cen las demás sin un cam­bio esencial.

Cito a Mario Bri­ce­ño Ira­go­rri: “Bolí­var recla­ma su pues­to en nues­tra Patria. No un pues­to en el pan­teón como difun­to vene­ra­ble. Pide su sitio en la vida coti­dia­na. Pide cam­po don­de crez­can sus ideas. Pide hori­zon­tes para sus pen­sa­mien­tos des­li­mi­ta­dos. Aspi­ra a que los hom­bres y muje­res nuevos(as) sean capa­ces, como lo fue él, por sobre todo y sobre todos, de volar al com­ba­te cuan­do se anun­cie la hora de los peli­gros. Quie­re Hom­bres y muje­res sin mie­do a la ver­dad. Quie­re en las nue­vas pro­mo­cio­nes un sen­ti­do de inte­li­gen­cia social que haga posi­ble la rea­li­za­ción de sus ideas de liber­tad y de dig­ni­dad huma­na. De la Patria urgi­da de volun­ta­des que la sir­van sin pen­sar en la veci­na recompensa”.

¡Pa’lante Coman­dan­te! Has­ta la vic­to­ria siem­pre. Inde­pen­den­cia y Patria socialista.
¡Vivi­re­mos y Venceremos!
¡Grin­gos Go Home! Liber­tad para los cin­co cuba­nos héroes de la Humanid

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