Bajo el arco del sol, la lucha arma­da (Che y Paki­to, de un pája­ro las dos alas)- Mai­té Campillo

Vidas para­le­las y un pun­to de refe­ren­cia huma­na (I)

No es de jue­gos peli­gro­sos de lo que estoy hablan­do, sino de la idea de revo­lu­ción, por­que el revés del cie­lo no pue­de ani­dar el silen­cio; es por eso que hoy quie­ro recor­dar como des­de siem­pre, fue un gus­to prio­ri­ta­rio para mi hablar de los paí­ses de Indoa­mé­ri­ca. A tra­vés de ellos es como he cono­ci­do más y mejor Eus­kal Herria, cie­lo estre­lla­do de refe­ren­cia jun­to con Cuba, ima­gen y seme­jan­za en mi deam­bu­lar vida nómada.

Una de las últi­mas veces que se me entre­vis­tó en tele­vi­sión cuba­na, en el Fes­ti­val Inter­na­cio­nal de Monó­lo­gos un mes como el pre­sen­te, que repre­sen­té en esa oca­sión basa­do en una noche de sep­tiem­bre de 1973: don­de nue­ve mili­tan­tes del Movi­mien­to de Libe­ra­ción Nacio­nal Tupa­ma­ro “fue­ron secues­tra­dos” de las cel­das don­de esta­ban encar­ce­la­dos, y obli­ga­dos, ini­cia­ron un via­je tor­men­to­so, esca­lo­frian­te; un esper­pen­to que duró «once años, seis meses y sie­te días, man­te­nién­do­les vivos a gol­pe de degüe­llo como rehe­nes del régi­men mili­tar uru­gua­yo; cuya adap­ta­ción exi­gía des­do­blar­se en mayor y menor enver­ga­du­ra en tre­ce per­so­na­jes duran­te una hora vein­te minu­tos. Por dife­ren­tes moti­vos vin­cu­lé Eus­ka­di y Uru­guay en la entre­vis­ta, tuvo mucho eco. Hice his­to­ria y com­pa­ra­cio­nes, no solo de lucha sino tam­bién de tama­ño, de con­ti­nen­te y con­te­ni­do. Muchos víncu­los y rela­cio­nes de todo tipo me une a todos éstos paí­ses her­ma­nos, no se pue­den imaginar.

Y, ésto me lle­va indu­da­ble­men­te a recor­dar a Pakito.

“El vas­co” ‑como cari­ño­sa­men­te le lla­ma­ron algu­nos- Paki­to el cojo, el inter­na­cio­na­lis­ta, el que luchó en El Sal­va­dor con el FMNL, el que nacie­ra en la loca­li­dad gui­puz­coa­na de Arra­sa­te (Mon­dra­gón), que uno de éstos días, de un mes de inde­pen­den­cias y revo­lu­cio­nes, como carac­te­ri­za a sep­tiem­bre y octu­bre su muer­te cum­plió 28 años de su ausen­cia, entre los vivos que siguen su lega­do: la lucha deci­di­da antim­pe­ria­lis­ta den­tro y fue­ra, allá don­de el com­ba­te deli­mi­ta los cam­pos. Cen­troa­mé­ri­ca, don­de vivió y luchó has­ta morir, en un país tan peque­ño como Eus­ka­di, El Sal­va­dor (“pul­gar­ci­to de Amé­ri­ca”), fue un 30 de sep­tiem­bre de 1984.

En una de las car­tas de Paki­to a su fami­lia comunica:

«(…) Por mi par­te os digo que no corro ape­nas peli­gro, el enemi­go no pue­de ape­nas lle­gar, son ver­da­de­ros terri­to­rios libe­ra­dos los que tene­mos, don­de la vida se hace liber­tad, se hace revo­lu­ción, don­de las rela­cio­nes van cam­bian­do, don­de hay un obje­ti­vo; lle­gar al poder. Que man­den los obre­ros, los cam­pe­si­nos, todos a los que han que­ri­do piso­tear, humi­llar. Todos los que han sido bru­tal­men­te asesinados».

En otra oca­sión leí lo que, zure amatxu, habló sobre él (edi­to­rial Txa­la­par­ta). 1975, Paki­to tie­ne 19 años, la Poli­cía le detie­ne en su casa de Arrasate:

«Fue el 27 de abril. Esta­ba en vigen­cia el esta­do de excep­ción que duró tres meses. Hubo muchas deten­cio­nes por la zona y aquí mis­mo se lle­va­ron a muchos jóve­nes. Al prin­ci­pio estu­vo en Basau­ri, pero esta cár­cel se lle­nó de tal for­ma que tuvie­ron que tras­la­dar a algu­nos a Cara­ban­chel (Madrid), y entre ellos al nues­tro […] … Des­pués de un tiem­po, nos lla­ma para comu­ni­car­nos . Nos dice que no nos vamos a ver en mucho tiem­po y que se va a Cen­troa­mé­ri­ca; que no nos preo­cu­pe­mos si no tene­mos noti­cias suyas enseguida.»

Las car­tas que Paki­to envía des­de el El Sal­va­dor, a su fami­lia, son fran­ca­men­te emo­ti­vas, autén­ti­cas car­gas de profundidad:

«Soy un hom­bre feliz… No per­te­nez­co a nadie, nadie me ha ven­di­do, a nadie repor­to bene­fi­cios, a nadie doy cuen­tas; sólo a voso­tros, sólo a este pue­blo, sólo al pue­blo que me vio nacer […]… Un día de éstos me di cuen­ta de lo que es per­te­ne­cer al mun­do, de lo que es ser vas­co, de lo que es ser lucha­dor, lo que sig­ni­fi­ca ser de aquí, lo que es tener dos pue­blos para amar, un mun­do por el que luchar. No me pue­do divi­dir, no pue­do ele­gir aque­llo no, esto sí; aque­llo sí, esto no.»

Es ese espí­ri­tu inter­na­cio­na­lis­ta, ese sen­ti­mien­to humano que embar­gó a Paki­to a la aven­tu­ra, y por­que el revés del cie­lo no pue­de ani­dar la men­ti­ra ‑y mucho menos ali­men­tar­la el silen­cio- que paso a recor­dar las pala­bras, que de él, dijo el médi­co inter­na­cio­na­lis­ta en su libro «Por los cami­nos de Cha­la­te­nan­go. Con la salud en la mochi­la», Fran­cis­co Metzi (1983 y 1985):

«Com­pa­ñe­ro inter­na­cio­na­lis­ta a quien se le tuvo que ampu­tar la pier­na dere­cha ‑Metzi rela­ta en el apar­ta­do la vida y la muer­te de Pakito.

Había sido heri­do duran­te un ata­que a La Lagu­na, pobla­do de cier­ta impor­tan­cia en la carre­te­ra hacia Cha­la­te­nan­go. Lle­va­ba pocos meses en el fren­te cuan­do le tocó par­ti­ci­par en el asal­to al pues­to de la Guar­dia Nacio­nal en esa loca­li­dad. Pegán­do­se a las pare­des, lle­gó has­ta la mera coman­dan­cia y colo­có una car­ga explo­si­va que per­fo­ró una de las pare­des. Así, los com­pas pudie­ron entrar y tomar pri­sio­ne­ros a todos los guar­dias. Pero, en el momen­to de reti­rar­se, una bala le alcan­zó la pierna.

No tenía frac­tu­ras, era una heri­da bas­tan­te corrien­te. Pero en los días siguien­tes nos inva­die­ron unos 18.000 sol­da­dos, entre hon­du­re­ños y sal­va­do­re­ños, lo cual pro­vo­có la famo­sa “guin­da de noviem­bre de 1982”, un momen­to muy duro. No supi­mos por qué, pero a los pocos días de la “guin­da” la pier­na de Paki­to se gan­gre­nó. En esa épo­ca casi no tenía­mos mate­rial médi­co, ni sue­ro endo­ve­no­so. La ampu­tación de una pier­na era una ope­ra­ción deli­ca­da en aque­llas con­di­cio­nes, y mucho más en pre­sen­cia de un micro­bio feroz. A pesar de esto, la ope­ra­ción se reali­zó bajo una cei­ba, cor­tan­do el hue­so con una nava­ja del ejér­ci­to sui­zo, la cual cuen­ta con un peque­ño serru­cho y uti­li­zan­do el agua de varios cocos como sue­ro. […] Como Paki­to ama­ba vivir y siem­pre fue muy acti­vo, lleno de ener­gía, ima­gino el esfuer­zo que sig­ni­fi­có para él adap­tar­se a ser cojo; aun­que nun­ca lo demos­tró. Se que­da­ba calla­do duran­te lar­gos ratos…

Pien­so que en esos silen­cios se esta­ba for­man­do una nue­va ima­gen de sí mis­mo. Recuer­do una vez, duran­te una reu­nión, en la cual los pacien­tes esta­ban cri­ti­can­do dura­men­te a las sani­ta­rias, que Paki­to tomó la palabra:

«Miren, qui­zás a mí me deja­ron cojo por­que las sani­ta­rias come­tie­ron erro­res, o qui­zás eso no tuvo nada que ver. Por un tiem­po andu­ve en eso y me amar­gué. Pero, des­pués de eso me dije, ¡vale ya! ¿En qué me ayu­da a pen­sar que sí o que no?. Esta­mos en gue­rra y la gue­rra está hecha de erro­res y de avan­ces. Lo impor­tan­te es ganar­la. Y, sea como sea: cojos, hechos mier­da, pode­mos avan­zar este pro­ce­so si le pone­mos empeño.»

A él le habían asig­na­do una tarea deli­ca­da, con­tro­lar las rutas logís­ti­cas. Se bur­la­ba de sí mis­mo lla­mán­do­se «buró­cra­ta de la gue­rri­lla». Revo­lu­cio­na­rio acti­vo, con sólo 25 años, ¿cómo no le iba a cos­tar adap­tar­se a ser de la «cla­se buró­cra­ta», vul­ne­ra­ble en cual­quier inva­sión? Cuan­do éstas se pro­du­cían, había que pasar­lo a caba­llo hacia la reta­guar­dia. A mí me preo­cu­pa­ba pues…

¿Qué pasa­ría el día en que la reti­ra­da a caba­llo no fue­se posible?

Segu­ro que muchos se lo pre­gun­ta­ban… él tam­bién. Por cari­ño, por con­cien­cia, por amor a la vida y a la lucha. Paki­to no sólo había acep­ta­do ser cojo, sino que acep­tó ser­lo en un lugar don­de lo más estra­té­gi­co eran las pier­nas. Un cojo no tenía posi­bi­li­dad de salir vivo de aque­lla invasión.”

La últi­ma gra­na­da ante el enemigo

El últi­mo día, una patru­lla enemi­ga empe­zó a pei­nar el lugar (Paki­to había deci­di­do escon­der­se jun­to con unos com­pas de segu­ri­dad, en un lugar recón­di­to). Pero el enemi­go nume­ro­so se acer­có… Paki­to hizo esfuer­zos por reti­rar­se, pero sus mule­tas se habían roto al entrar en el cha­rral. Reac­cio­nó con la fuer­za del rayo, para que los com­pas huye­ran, les espan­ta ante la mecha encen­di­da, la pri­me­ra gra­na­da no esta­lló, pren­de la segun­da… Los ojos de Paki­to encan­di­lan, el oído atrue­na des­ga­rran­do el gri­to hacia Arra­sa­te des­de El Sal­va­dor. En su via­je acuer­da una cita, des­per­tar con todo, con todos, cuan­do El Sal­va­dor y Eus­ka­di sean libres. Su voz se fue per­dien­do en cual­quier labe­rin­to del len­gua­je aco­gi­do por las flo­res que le abren sus péta­los, el aro­ma de ellas asu­me reco­no­cer sus ges­tos, se fun­den. Es un fue­lle de tri­ki­ti­xa su cora­zón que se ensan­cha por segun­dos abar­can­do a zure aitak… todo lo más que que­ría. Y de pron­to, qué feroz fisu­ra entre la len­gua del gue­rri­lle­ro. Entre la boca que vue­la miles de kiló­me­tros, irrum­pe atro­nan­do, retum­ba en Eus­kal Herria: has­ta siem­pre!!! No hay más voz. Aun­que noso­tros sabe­mos que él, como Che, exis­ten, la idea del gue­rri­lle­ro nun­ca mue­re. Sí, el insa­cia­ble impe­rio de la muer­te se hizo con El Sal­va­dor, y con

Nica­ra­gua… Y al com­pa­ñe­ro se le rom­pie­ron las cuer­das voca­les. Se le asti­lla­ron los hue­sos con esa des­ga­rra­du­ra de un gri­to a muer­te con­tra el inva­sor de la sel­va guerrillera.

La impo­ten­cia dolo­ri­da excla­ma, murió la materia!!!

Sólo que­da Paki­to entre noso­tros, la idea; ya su cuer­po hecho peda­zos, una de las dos gra­na­das había explo­ta­do. El crá­neo sim­ple­men­te no exis­tía, tam­po­co sus manos. Su pecho lleno de ráfa­gas y su memo­ria lle­na de infor­ma­ción estra­té­gi­ca. La ima­gi­na­ción y el pen­sa­mien­to de Paki­to esta­ba mar­ca­do por la con­cien­cia, y esa ni se encie­rra ni se enca­de­na, como dijo Torren­te Balles­ter, sabe que lo que hace feli­ces a los eje­cu­to­res es pre­ci­sa­men­te ejecutar:

“y como muchos otros, Paki­to había enten­di­do que Revo­lu­ción o Muer­te no era sólo una consigna.”

Un puña­do de pol­vo impreg­na­do de semi­lla sube al espacio.

Vive entre noso­tros, la idea, lo que fue y lo que ven­drá, o lo que pue­de venir. ¿Cómo podía Paki­to Arria­ran Arre­gi, joven gue­rri­lle­ro con­se­cuen­te inter­na­cio­na­lis­ta, dejar­se capturar?.

*Bajo el arco del sol, la lucha armada: 

«Hoy cami­né en el lado de otro odio don­de ron­da el mun­do y yo cuan­do estoy, y vi la reali­dad bajo una tem­pes­tad. Supe que por mi heri­da me san­gra­ban otros gol­pes y otras furias tam­bién, y vi la reali­dad arro­di­lla­da fren­te al mar. Mira mi heri­da en la mano que pul­sa con la muer­te y óye­me el fue­go des­cu­bier­to en la voz. Mira mi heri­da de otras regio­nes como Indo­chi­na, bajo el arco del sol.
Hoy divi­dí mi llan­to por colo­res, dimen­sio­nes y dis­tan­cias y fue como el Mekong y yo, tan sepa­ra­dos. Estoy murien­do de vivir sen­ta­do en la dis­tan­cia irre­co­rri­ble qui­zás: quie­ro olvi­dar mi voz, col­gar gui­ta­rras en el sol. Quie­ro un dis­pa­ro y ves­tir­me de humano en esta suer­te y acom­pa­ñar­me con un hue­so de flor. Quie­ro la vida; si no, la muer­te, sere­na­tean­do bajo el arco del sol: Sil­vio Rodriguez»

El repa­ra­dor de sue­ños (II)

Mi repa­ra­dor de sue­ños tie­ne ima­gen humana…

No podría hablar de él lar­go tiem­po, sin que una gran can­ti­dad de gen­te lo reco­no­cie­ra, sólo por la ima­gen que salen de mis pala­bras. Pero pase­mos a sus pro­pias pala­bras, a las de él, cuan­do en un even­to inter­na­cio­nal defen­dió la ima­gen del, “héroe nacio­nal”, y no como una pie­za más de museo de cera de la his­to­ria, sino como un ser vivo. Al pare­cer, entre los pre­sen­tes, alguien había mani­pu­la­do la pala­bra del “héroe”, a lo que nues­tro per­so­na­je res­pon­dió con toda su orgu­llo, ener­gía revo­lu­cio­na­ria, que su espí­ri­tu juve­nil inter­na­cio­na­lis­ta le permitía:

“Con­tes­ta­re­mos pues, a Mar­tí con Mar­tí, pero con el Mar­tí antim­pe­ria­lis­ta y anti­feu­dal, que murió de cara a las balas espa­ño­las luchan­do por la liber­tad de su patria y tra­tan­do de impe­dir con la liber­tad de Cuba que los EEUU caye­ran sobre Amé­ri­ca Latina.”

De Revo­lu­ción, como camino de semi­llas, segui­mos hablando.

En estas líneas reci­bi­rás una ima­gen par­cial, como si le hicié­ra­mos algu­na toma o foto deta­lle. Haré algu­nas de ellas para que uste­des ter­mi­nen la labor crea­ti­va del con­jun­to. Fue inquie­to des­de su niñez, como Paki­to, qui­so mucho a sus padres y la tie­rra don­de nació le impreg­nó por igual de amor para com­par­tir por el mun­do. Unos le lla­ma­ron com­pa­ñe­ro ahí no más, otros coman­dan­te Ernes­to, nom­bre que tam­bién fue de su papá, y los más sim­ple­men­te, ya uste­des saben que le lla­ma­mos Che. Desa­rro­lló gran­des res­pon­sa­bi­li­da­des. Fue una pie­za cla­ve de coral, para el gobierno de la revo­lu­ción, y, antes de ella com­ba­tió duro al enemi­go en duras tareas de la gue­rri­lla y con­di­cio­nes de salud.

Mucha fue su res­pon­sa­bi­li­dad como jefe de columna.

El ena­mo­ra­do de su tie­rra y de su gen­te salió al mun­do, y lo des­cu­brió, con­tem­pló su belle­za. Cono­cer y des­cu­brir. Amar, asu­mir, reac­cio­nar, com­ba­tir, se impu­so en el camino. Así pasó por el tiem­po en la vida que le fue lega­do. Y, de cono­cer poqui­to y sólo de la cuna don­de nació, Argen­ti­na, se aden­tró ya no sólo gatean­do como un niño dan­do algún que otro palo de cie­go… El joven cre­ció en pecho, bro­tó el cora­zón fér­til de coral que desa­rro­lló para la revo­lu­ción; sen­si­ble y sin­ce­ro, sus pasos por la tie­rra deci­di­dos le con­vir­tie­ron en gigan­te, y con ellos des­cu­brió la maes­tría de dar palos de vidente.

Entre dece­nas de paí­ses des­cu­brió caras, ojos, pai­sa­jes, ges­tos. Coin­ci­den­cias de idio­sin­cra­sia y explo­ta­ción, idio­mas y jer­gas, ale­grías, y, entre ellas, des­cu­brió lo más que le dolió, la tris­te­za cubrien­do como un cua­dro esper­pén­ti­co, gol­pean­do todo ahí, es que se encon­tra­ban impe­ria­lis­tas y pará­si­tos jun­tos odian­do siem­pre la vida aje­na, los pue­blos; y, gol­pean­do su ino­cen­cia, dig­ni­dad, humil­dad, crea­ti­vi­dad se aden­tra­ban has­ta anu­lar­los. Mar­gi­nán­do­les sin con­tem­pla­ción ni mira, el des­po­tis­mo impe­rial y capi­ta­lis­ta inte­rior y exte­rior, su oli­gar­quía caci­quil, su lati­fun­dio, toda esa cor­te a su ser­vi­cio que par­te de arri­ba hacia aba­jo sin dis­cri­mi­na­ción para ser­vir de esbirro.

¿No escu­chan ya batir su cora­zón como un ala dolorida?

Le dolió al leer y ver­lo en vivo sobre los cuer­pos y ojos de su gen­te. Como médi­co que había ter­mi­na­do su carre­ra, y había sali­do muy joven a can­tar la for­ma de apren­der y libe­rar la medi­ci­na como salud y no como una solu­ción eco­nó­mi­ca más de los gran­des mono­po­lios. A enri­que­cer entre los pue­blos lo que estu­dió en las aulas ais­la­das, para no que­dar a oscu­ras, lo que su cora­zón can­sa­do de mirar el dolor mar­ca­ba sus pasos, cada vez de una for­ma más cons­cien­te. El médi­co empe­za­ba a sabo­rear la poe­sía, su eli­xir, que­ría repa­rar sue­ños para sal­var corazones!!!.

Fue tan­to el impac­to que com­pren­dió de isofacto.

Lan­zán­do­se en un desa­fío sin paran­gón a cru­zar el río a nado, que divi­día el pobla­do entre “su bur­bu­ja de inves­ti­ga­ción médi­ca”, y, des­cu­brió entre el sudor del esfuer­zo, ese pun­to, en que uno que­da por él así, sere­ni­to y pro­fun­do, y, que no se pue­de luchar con­tra los mono­po­lios de la eco­no­mía sin des­que­bra­jar el impe­rio que les apun­ta­la sobre el pla­ne­ta. Así pasó de doc­to­ra­do en cien­cias de la salud, “a gen­te sencilla”;

a cien­tí­fi­co inna­to, sobre cien­cias de la natu­ra­le­za, y, a las defor­mi­da­des que encie­rra en ella los impe­rios y hom­bres de gue­rra que for­man ejér­ci­tos arma­dos has­ta los dien­tes y uñas de pies y manos con­tra los humil­des. Se con­vir­tió en guerrillero.

Tomó con­cien­cia y se hizo gigante.

Es por lo que le lla­ma­mos a par­tir de ahí, Che, que es como decir todo de un solo gol­pe de voz. Su últi­ma foto entra­ña­ble en vida se la hizo con su hiji­to, solo tenía unos meses, antes de par­tir para Boli­via; don­de todos saben que murió pelean­do como lo hicie­ra en Cuba. Muchos son los padres, de los lla­ma­dos de san­gre, polí­ti­cos, veci­nos que han hecho de papás, etc., que nos han edu­ca­do en la ima­gen de Che en Mar­tí. Evi­den­te­men­te con todos los con­tras­tes del tiem­po en la dis­tan­cia, desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo, y por supues­to, del con­jun­to de la socie­dad. Che como todos noso­tros cono­ció a Mar­tí a tra­vés de su poe­sía, las cró­ni­cas perio­dís­ti­cas, escri­tos polí­ti­cos y más. Que­dó sen­si­bi­li­za­do de Mar­tí inclu­so a tra­vés de Fidel en: “La his­to­ria me absol­ve­rá”. Ape­ni­tas un año de la revolución…

Che, diri­gió unas pala­bras a los pio­ne­ros, de esta manera:

“Mar­tí fue el men­tor de nues­tra Revo­lu­ción, el hom­bre a cuya pala­bra había que recu­rrir siem­pre para dar la inter­pre­ta­ción jus­ta de los fenó­me­nos his­tó­ri­cos que esta­mos vivien­do, y el hom­bre cuya pala­bra y cuyo ejem­plo habría que recor­dar cada vez que se qui­sie­ra decir o hacer algo tras­cen­den­te en esta patria.” Sí, Che, como todo revo­lu­cio­na­rio supo reco­no­cer, valo­rar e iden­ti­fi­car­se con Mar­tí, y, en más de una oca­sión tomó su mis­mo lega­do en la cons­truc­ción de la revolución:

“La mejor mane­ra de decir es hacer”

José Mar­tí:

“Morir bien es el úni­co modo de seguir vivien­do… Otros lamen­ten la muer­te nece­sa­ria, yo creo en ella como la almoha­da y la leva­du­ra y el triun­fo de la vida.”

Ernes­to Gue­va­ra, Che:

Bien­ve­ni­da sea, siem­pre que ese, nues­tro gri­to de gue­rra, haya lle­ga­do has­ta un oído recep­ti­vo, y otra mano se tien­da para empu­ñar nues­tras armas y otros hom­bres y muje­res se apres­ten a ento­nar los can­tos luc­tuo­sos con table­teo de ame­tra­lla­do­ras y nue­vos gri­tos de gue­rra y de victoria.”

Che y Paki­to, de un pája­ro las dos alas… 

Deja­ron una inmen­sa hue­lla revo­lu­cio­na­ria en mucha gente.

De nosotr@s depen­de, que esas semi­llas que sem­bra­ron, no se pier­dan entre la male­za. Mira com­pa, esta noche mira bien el cie­lo, don­de veas dos estre­lli­tas jun­tas, pare­cie­ra que te gui­ñan un ojo, no dudes, ahí es que están nues­tros repa­ra­do­res de sue­ños, ellos son; tus pibi­tos, los menu­dos son los más inte­li­gen­tes, los reco­no­ce­rán de inme­dia­to, se han hecho gigan­tes, tes­ti­gos impla­ca­bles, fie­les como las pie­dras don­de el ave irrum­pe el vue­lo… Los tres héroes de este escri­to de tan dife­ren­cia­das gene­ra­cio­nes, com­pren­die­ron el pun­to de refe­ren­cia lega­do y lo asu­mie­ron sin con­di­cio­nes, ante la tie­rra divi­di­da y piso­tea­da por los impe­rios de la muerte:

Com­ba­tir, com­ba­tir y com­ba­tir, siem­pre com­ba­tir al impe­ria­lis­mo y sus acó­li­tos del capi­ta­lis­mo, por la inde­pen­den­cia y sobe­ra­nía de las cul­tu­ras; pue­blos enfras­ca­dos en su eman­ci­pa­ción, aun­que en la lucha por su libe­ra­ción e inde­pen­den­cia eco­nó­mi­ca, esté laten­te la posi­bi­li­dad de morir por ella como úni­ca solución.

*Sí, (Miguel Her­nán­dez):

«Todo está lleno de ti, y todo de mí está lleno:
lle­nas están las ciu­da­des, igual que los cemen­te­rios de ti, por todas las casas, de mí, por todos los cuerpos.
Por las calles voy dejan­do algo que voy recogiendo:
peda­zos de vida mía veni­dos des­de muy lejos.
Voy ala­do a la ago­nía, arras­trán­do­me me veo en el umbral, en el fondo
laten­te del naci­mien­to. Todo está lleno de mí:
de algo que es tuyo y recuer­do per­di­do, pero encon­tra­do algu­na vez, algún tiem­po. Tiem­po que se que­da atrás deci­di­da­men­te negro, inde­le­ble­men­te rojo, dora­do sobre tu cuer­po. Todo está lleno de ti, tras­pa­sa­do de tu pelo:
de algo que no he con­se­gui­do y que bus­co entre tus huesos»

Mai­té Cam­pi­llo (actriz y direc­to­ra de teatro)

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *