La revo­lu­ción de los ricos- Rafael Cid

Rafael Cid
“Por supues­to que hay gue­rra de cla­ses, pero es mi cla­se, la cla­se rica, la que está rea­li­zan­do la gue­rra, y esta­mos ganan­do” (Warren Buf­fet, mul­ti­mi­llo­na­rio nor­te­ame­ri­cano, cuar­ta for­tu­na mundial).

A la vis­ta de las últi­mas fecho­rías del gobierno de Mariano Rajoy, ¿se pue­de man­te­ner sin caer en el des­pro­pó­si­to que el enemi­go es el PP pero que el pro­ble­ma es el PSOE? ¿O como pre­ten­de­mos expo­ner en esta nota no es posi­ble una alter­na­ti­va real al sis­te­ma derro­can­do sólo a la dere­cha ofi­cial y amnis­tian­do a la izquier­da vir­tual que ese mis­mo sis­te­ma ha fran­qui­cia­do como como­dín en tiem­pos de cri­sis? Veamos.

Tene­mos la dere­cha más ran­cia, necia y retro­gra­da de Euro­pa. Bas­ta con ver ese baru­llo de reac­cio­na­rias nor­ma­ti­vas sobre la reti­ra­da de la asis­ten­cia sani­ta­ria a las per­so­nas indo­cu­men­ta­das; la gra­ti­fi­ca­ción con sub­ven­cio­nes a los cole­gios con­cer­ta­dos que apli­can la segre­ga­ción sexual en la aulas; la recu­pe­ra­ción del maca­bro espec­tácu­lo de las corri­das de toros en la tele­vi­sión públi­ca o el esper­pen­to pro­pio de cam­pos de con­cen­tra­ción de obli­gar a tra­ba­jar como pin­ches de bom­be­ros a los para­dos con sub­si­dio de des­em­pleo. La dere­cha más ruin y cavernícola.

Pero tam­bién la izquier­da más ser­vil y cíni­ca. Por eso, cuan­do como aho­ra, la cri­sis se mate­ria­li­za en una revo­lu­ción de los ricos con­tra los pobres, tene­mos la res­pon­sa­bi­li­dad inelu­di­ble de pre­gun­tar­nos cuál es la palan­ca que pue­de dar al tras­te con esa situa­ción. Sin pre­jui­cios ni per­jui­cios, sin mira­mien­tos. Y para ello lo pri­me­ro que debe­mos hacer es rom­per el male­fi­cio polí­ti­co que ha lle­va­do a la socie­dad espa­ño­la a su secu­lar pos­tra­ción. Lo que exi­ge admi­tir que no pode­mos seguir foca­li­zan­do la posi­bi­li­dad de alter­na­ti­va, sin más, en derro­tar a la dere­cha para que acto segui­do, borrón y cuen­ta nue­va, el recam­bio sea una izquier­da pala­cie­ga. Esta­mos en ple­na gue­rra de cla­ses. El capi­ta­lis­mo del siglo XXI, el de la deu­da sobe­ra­na, la espe­cu­la­ción y la finan­cia­ri­za­ción, se ha con­ver­ti­do en un peli­gro para la huma­ni­dad. Pero nada indi­ca que el sacri­fi­cio que haga­mos para derro­tar­lo ten­ga éxi­to si segui­mos aban­do­nán­do­nos en una opo­si­ción que nun­ca se opo­ne más allá de los pri­me­ros escar­ceos publicitarios.

La lógi­ca de la domi­na­ción como razón vital es el ADN que la dere­cha quie­re impo­ner a la socie­dad y lo que la izquier­da nun­ca cues­tio­na. Una mino­ría supe­rior y pre­po­ten­te sobre una mayo­ría infe­rior y some­ti­da gra­cias a la supers­ti­ción de las elec­cio­nes pre­co­ci­na­das. ¡Dejad que votos se acer­quen a mí! Un mis­te­rio envuel­to en un enig­ma. El extra­ño caso de cómo los menos, ocio­sos y explo­ta­do­res, obtie­nen auto­ri­za­ción de los más, tra­ba­ja­do­res y humil­des, para vivir a su cos­ta, para que les humi­llen y amar­guen la vida. Nadie que igno­re esta cues­tión podrá des­ve­lar la intri­ga que encie­rra “la ley del núme­ro” sobre la que se basa la mise­ria de nues­tra ser­vi­dum­bre volun­ta­ria. La beli­ge­ran­cia caní­bal de una dere­cha anti­de­mo­crá­ti­ca y el cor­to­pla­cis­mo bal­dío de una izquier­da sin éti­ca expli­can el por­qué ocu­rre pero no el cómo lo toleramos.

Pode­mos decir para jus­ti­fi­car­nos que en todos los sitios cue­cen habas, que el capi­tal es por defi­ni­ción mór­bi­do, pero con ello esta­re­mos tram­pean­do la ver­dad. No es igual los usos y cos­tum­bres de paí­ses que han teni­do Rena­ci­mien­to, Revo­lu­ción Indus­trial y Revo­lu­ción Bur­gue­sa, hitos moder­ni­za­do­res de sus estruc­tu­ras lega­les, men­ta­les y mate­ria­les, que los de aque­llos otros, como la Espa­ña eter­na, que siguen hun­dien­do sus raí­ces polí­ti­cas, socia­les, eco­nó­mi­cas, cul­tu­ra­les y mora­les en ata­vis­mos como la Inqui­si­ción, el Patriar­ca­do, la Monar­quía here­di­ta­ria y el tan­to tie­nes tan­to vales.

En el sub­ti­tu­lo de un libro lamen­ta­ble­men­te poco difun­di­do, el anar­quis­ta Eduar­do de Guz­mán decía que la his­to­ria de Espa­ña es la his­to­ria de siglos de dic­ta­du­ra y años de demo­cra­cia. Se refe­ría el escri­tor de una de las mejo­res tri­lo­gías exis­ten­tes sobre la gue­rra civil a los esca­sos momen­tos en que el pue­blo espa­ñol ha dis­fru­ta­do de dere­chos y liber­ta­des, de for­mas polí­ti­cas dig­nas, par­ti­ci­pa­ti­vas, autó­no­mas y pro­gre­sis­tas. Poco más que los esca­sos años pos­te­rio­res a la Gue­rra de Inde­pen­den­cia de 1808 y las bre­ves expe­rien­cias del Sexe­nio Revo­lu­cio­na­rio (1868−1874) y la II Repú­bli­ca de 1931. Lo que jus­ti­fi­ca con cre­ces que la aper­tu­ra hacia una socie­dad entre libres e igua­les exi­ja ven­cer a esa dere­cha fósil para­dig­má­ti­ca del atra­so y la opre­sión. Aquí el nacio­nal­ca­to­li­cis­mo siem­pre tuvo el poder y cuan­do algo ame­na­zó sus expec­ta­ti­vas la espa­da y el hiso­po se des­en­vai­na­ron para res­ta­ble­cer el orden de los cemen­te­rios. Años de cerril y gene­ro­sa incul­tu­ra hicie­ron el res­to. ¡Vivan las cae­nas! El por­ve­nir así admi­nis­tra­do siem­pre fue un magro futu­ri­ble, un por venir. El úni­co asi­de­ro ante esa asfi­xian­te domi­na­ción era que aquel pue­blo, aun­que ven­ci­do, jamás olvi­da­ba. El des­po­tis­mo deja­ba hue­lla en la memo­ria crean­do una sutil comu­ni­dad espi­ri­tual de agra­via­dos. No exis­tía ese con­sen­so amné­si­co inven­ta­do por nues­tra izquier­da clau­di­can­te para poder tre­par al poder, sino las dos Espa­ñas, la de cha­ran­ga y pan­de­re­ta y la indomable.

Has­ta que lle­gó la gran far­sa de la “modé­li­ca” tran­si­ción y se puso alfom­bra roja a los here­de­ros de la cana­lla que has­ta la vís­pe­ra masa­cra­ba al pue­blo. El cam­bio con­sis­tió en que la izquier­da, reagru­pa­da bajo las siglas del PSOE y del PCE, renun­cia­ra a sus prin­ci­pios para salir de la mar­gi­na­li­dad ins­ti­tu­cio­nal. Cedien­do ante los mili­ta­res del pare­dón, acep­tan­do la Monar­quía del 18 de julio, igno­ran­do el lin­cha­mien­to de la UMD, per­mi­tien­do la entre­ga del pue­blo saha­raui al tirano marro­quí y entran­do en la OTAN por la puer­ta fal­sa de un refe­rén­dum cha­pli­nes­co. De esta for­ma un anti­fran­quis­mo de nota­bles comen­zó su lar­ga mar­cha a tra­vés del sta­tu quo. Pri­me­ro en el for­ma­to de una coa­li­ción que con­si­guió el poder muni­ci­pal para las can­di­da­tu­ras del tán­dem PSOE-PCE, y lue­go median­te una amplía deglu­ción de cua­dros comu­nis­tas por par­te del feli­pis­mo en el gobierno que hizo del PSOE el mega­par­ti­do del voto útil. Una saga cuyos efec­tos nar­co­ti­zan­tes lle­gan has­ta nues­tros días con ficha­jes como el de la alcal­de­sa comu­nis­ta de Cór­do­ba Rosa Aguilar.

No obs­tan­te sería una des­ho­nes­ti­dad inte­lec­tual negar que duran­te los muchos años de retó­ri­ca socia­lis­ta no hubo avan­ces. Exis­tie­ron en línea con lo que en la Euro­pa demo­crá­ti­ca era mone­da corrien­te. Se gene­ra­li­zó la edu­ca­ción pri­ma­ria y la asis­ten­cia sani­ta­ria, entre otras impor­tan­tes mejo­ras de tipo cívi­co. Pero la trans­for­ma­ción estruc­tu­ral espe­ra­da no lle­gó, a pesar de la mayo­ría aplas­tan­te con que el PSOE comen­zó su peri­plo. Por con­tra, “los rojos” en el poder empe­za­ron a asi­mi­lar las señas de iden­ti­dad de la recién des­alo­ja­da dere­cha, sus líneas rojas, su “no pasa­rán”. Se rati­fi­co el Con­cor­da­to con la San­ta Sede, las bases mili­ta­res de Esta­dos Uni­dos con­ti­nua­ron don­de solían y se tren­za­ron rela­cio­nes pre­fe­ren­tes con una oli­gar­quía finan­cie­ra que acu­dió pres­ta a finan­ciar las cos­to­sas cam­pa­ñas elec­to­ra­les de la has­ta enton­ces modes­ta izquier­da anti­fran­quis­ta. La mon­ta­ña parió un ratón. Has­ta tal pun­to fue el true­que que el gol­pe de Esta­do del 23‑F se dio con­tra el gobierno con­ser­va­dor de UCD, la coa­li­ción post­fran­quis­ta que pilo­tó la tran­si­ción, no con­tra una izquier­da supues­ta­men­te rup­tu­ris­ta. PSOE y PCE no sólo no esta­ban en la lis­ta negra de los suble­va­ros sino que algu­nos de sus más cono­ci­dos diri­gen­tes apa­re­cían en la nómi­na del “gobierno de sal­va­ción” que los mili­ta­res que­rían impo­ner con su asal­to al Congreso.

Cin­co años de gobierno de cen­tro con UCD y nue­ve de dere­cha con el PP con­tra vein­tiuno de socia­lis­mo des­de el ini­cio de la tran­si­ción no han ser­vi­do para con­cien­ciar polí­ti­ca­men­te al espa­ñol medio hacia posi­cio­nes pro­gre­sis­tas. La prue­ba son esos once millo­nes lar­gos de votan­tes que logró Mariano Rajoy en las elec­cio­nes gene­ra­les de 2011. Una sin­ra­zón que sólo se expli­ca por la capi­tu­la­ción des­mo­vi­li­za­do­ra de esa izquier­da nomi­nal lide­ra­da por el PSOE, que duran­te la mayor par­te de este tiem­po ha ofi­cia­do en los temas de cala­do como una fran­qui­cia ocul­ta de la dere­cha. El arma secre­ta de la tran­si­ción es haber logra­do que la dere­cha se cen­tra­ra y que la izquier­da se dere­chi­za­ra, con la ayu­da de los medios de comu­ni­ca­ción de masas que ofi­cian como nue­vos púl­pi­tos. En su via­je ins­ti­tu­cio­nal, fomen­tan­do polí­ti­cas aco­mo­da­ti­cias con el sis­te­ma, el PSOE se ha con­ver­ti­do en rehén del sec­tor más medio­cre de la ciu­da­da­nía, la amor­fa mayo­ría silen­cio­sa, que repre­sen­ta su prin­ci­pal base elec­to­ral, en una inter­ac­ción-bucle que le obli­ga a ir cada vez más a la dere­cha para seguir sien­do alter­na­ti­va de poder. Un via­je a las antípodas.

La cri­sis actual, a pesar de sus múl­ti­ples des­di­chas, tie­ne la vir­tud de per­mi­tir poner nom­bres y ape­lli­dos a los mal­he­cho­res, a los ver­da­de­ros enemi­gos del pue­blo. La dere­cha y todos sus atri­bu­tos, mediá­ti­cos, dinás­ti­cos, ecle­siás­ti­cos y finan­cie­ros: la corrup­ta “mar­ca Espa­ña”. Pero tam­bién la izquier­da fran­qui­cia­da del sis­te­ma que ha con­ver­ti­do la demo­cra­cia en un par­que temá­ti­co. Ambas actúan como hojas de una mis­ma tije­ra con dis­tin­tos filos. Resul­ta reve­la­dor que mien­tras nues­tra dere­cha extre­ma escu­da sus bru­ta­les “medi­das de aus­te­ri­dad” en la nefas­ta heren­cia reci­bi­da, la izquier­da hace com­pa­ti­ble el anun­cio de radi­cal opo­si­ción a las exi­gen­cias de Bru­se­las con el sor­pren­den­te hecho de que el vice­pre­si­den­te de la Comi­sión Euro­pea y por­ta­voz del direc­to­rio que las impo­ne sea el ex secre­ta­rio gene­ral del PSOE, Joa­quín Almu­nia, actual res­pon­sa­ble de la Com­pe­ten­cia y nada menos que Comi­sa­rio de Eco­no­mía y Asun­tos Mone­ta­rios cuan­do esta­lló la cri­sis y Zapa­te­ro apli­có el pri­mer zar­pa­zo. ¿Quién da más?

La revo­lu­ción de los ricos se incu­ba en la resig­na­ción de los pobres. Por eso en Espa­ña para lograr una tími­da refor­ma casi siem­pre hay que hacer una revo­lu­ción. Menos mal que hoy el tes­ti­go está pasan­do a manos de una juven­tud demo­crá­ti­ca­men­te madu­ra a la que ya no pue­den enga­tu­sar con los cuen­tos de la tran­si­ción y el coco de invo­lu­cio­nes que nada sig­ni­fi­can cuan­do lo real­men­te ana­cró­ni­co y devas­ta­dor es el pro­pio sis­te­ma (aca­ban de anun­ciar que se va a incluir en el Códi­go Penal la cade­na per­pe­tua revi­sa­ble; lo hará el mis­mo gobierno que ha amnis­tia­do el dine­ro de ori­gen cri­mi­nal, siguien­do la este­la del salien­te que indul­tó al con­se­je­ro dele­ga­do del Ban­co de San­tan­der con­de­na­do en fir­me por el Tri­bu­nal Supremo).

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