«La izquier­da debe pre­pa­rar­se para el colap­so de la euro­zo­na y asu­mir que la deu­da es impa­ga­ble»- Alber­to Montero

Yo soy de los que cree, fren­te a otros com­pa­ñe­ros eco­no­mis­tas crí­ti­cos, que no hay alter­na­ti­vas y que o se abor­da el pro­ble­ma de la Euro­zo­na sin tra­tar de poner paños calien­tes, de una for­ma radi­cal y enfren­tán­do­nos a la reali­dad que tene­mos delan­te o la reali­dad pasa­rá por enci­ma de noso­tros y cuan­do nos haya­mos dado cuen­ta esta­re­mos vol­tea­dos y sin nin­gún tipo de capa­ci­dad de res­pues­ta y reacción.

La pri­me­ra cues­tión que qui­sie­ra plan­tear es la más bási­ca de todas, y es que cuan­do habla­mos del pro­yec­to euro­peo, cuan­do habla­mos de la cri­sis en Euro­pa y de la cri­sis del euro, nos olvi­da­mos de lo prin­ci­pal. Y es que el euro está con­tra la Euro­pa en la que todas y todos cree­mos. El euro es un pro­yec­to que ha per­mi­ti­do a las éli­tes eco­nó­mi­cas, tan­to indus­tria­les como finan­cie­ras euro­peas, coop­tar a la cla­se polí­ti­ca tan­to a nivel euro­peo como esta­tal y poner­la al ser­vi­cio de un pro­yec­to de ren­ta­bi­li­za­ción de los capi­ta­les en el cual la cla­se tra­ba­ja­do­ra no tie­ne nada más que cosas que per­der. Si no enten­de­mos que la Euro­pa del euro no es nues­tra Euro­pa, no podre­mos enfren­tar­nos ade­cua­da­men­te a esta cri­sis. Plan­tear que hay que res­ca­tar a Euro­pa y res­ca­tar al euro, y olvi­dar­nos de eso, es echar­nos pie­dras sobre nues­tro tejado.

En segun­do lugar, la cri­sis del euro no es una cri­sis finan­cie­ra, lo que no qui­ta para que ten­ga una dimen­sión finan­cie­ra. La cri­sis del euro es una cri­sis que esta­ba inser­ta en el códi­go gené­ti­co del euro des­de su apa­ri­ción. El euro se dise­ñó des­de una pers­pec­ti­va neo­li­be­ral y orien­ta­da exclu­si­va­men­te a ese pro­ce­so de ren­ta­bi­li­za­ción de los capi­ta­les a nivel euro­peo. Las polí­ti­cas de ajus­te per­ma­nen­te que se arti­cu­la­ron en el pro­ce­so de con­ver­gen­cia has­ta lle­gar a Maas­tricht como las polí­ti­cas que se han man­te­ni­do des­de enton­ces; los erro­res de dise­ño en el euro con la ausen­cia de una estruc­tu­ra fis­cal de redis­tri­bu­ción de la ren­ta que per­mi­ta repar­tir la ren­ta y la rique­za des­de las zonas en las que se gene­ra y acu­mu­la hacia las zonas en las que se pro­du­cen situa­cio­nes de rece­sión y cri­sis; la ausen­cia de cual­quier meca­nis­mo de soli­da­ri­dad más allá de la Polí­ti­ca Agra­ria Común para per­mi­tir que las vacas euro­peas vivan mejor que los niños lati­no­ame­ri­ca­nos o afri­ca­nos; las asi­me­trías estruc­tu­ra­les que se han pro­du­ci­do, que exis­tían y que en nin­gún caso se han redu­ci­do, sino que se han agra­va­do, y que como con­se­cuen­cia de esta cri­sis se están inten­si­fi­can­do. Todo ello sólo pue­de hacer­nos lle­gar a la con­clu­sión de que el euro es pro­yec­to falli­do; pero que, ade­más, no es nues­tro pro­yec­to ni algo que ten­ga­mos que defen­der des­de nin­gún pun­to de vista.

¿Qué opcio­nes hay fren­te al futu­ro? Las opcio­nes fren­te al futu­ro depen­den de la com­pren­sión de cuá­les son las dimen­sio­nes y la natu­ra­le­za de la cri­sis, por un lado; y por otro lado, de valo­rar la via­bi­li­dad del pro­yec­to euro­peo tal y como lo cono­ce­mos. Si maña­na cam­bia el códi­go gené­ti­co de todos los ale­ma­nes, inclui­da su Can­ci­ller, me come­ré todas y cada una de las pala­bras que voy a decir a con­ti­nua­ción, pero como creo que esa muta­ción gené­ti­ca no va a ocu­rrir, la via­bi­li­dad de la per­te­nen­cia al euro para los paí­ses peri­fé­ri­cos es prác­ti­ca­men­te nula. Es decir, la via­bi­li­dad del euro, si no se res­trin­ge úni­ca y exclu­si­va­men­te a los paí­ses cen­tra­les, esta­ría pues­ta en cues­tión. Es decir, el euro, tal y como lo cono­ce­mos aho­ra, es una mone­da que va hacia el colap­so. Y por eso digo que, pro­ba­ble­men­te, si no tra­ta­mos de arti­cu­lar res­pues­tas des­de esa pers­pec­ti­va del colap­so de la Unión Euro­pea a medio o lar­go pla­zo, lo que nos encon­tra­re­mos es que éste nos pasa­rá por encima.

Sobre la natu­ra­le­za de la cri­sis, muy rápi­da­men­te, por­que yo creo que todos y todas, más o menos, esta­mos al tan­to. La cri­sis euro­pea no es una cri­sis finan­cie­ra. Es una cri­sis deri­va­da de las dife­ren­cias acu­mu­la­das de com­pe­ti­ti­vi­dad entre el núcleo y la peri­fe­ria; entre un núcleo que ha aumen­ta­do sus nive­les de pro­duc­ti­vi­dad, que ha man­te­ni­do unas tasas bajas de infla­ción y que ha empren­di­do unos pro­ce­sos de ajus­te y de mode­ra­ción sala­rial; y una peri­fe­ria que ha man­te­ni­do unos dife­ren­cia­les de infla­ción posi­ti­vos con res­pec­to al núcleo ‑es decir, ha vis­to cómo sus pre­cios han cre­ci­do más-; tam­bién ha vis­to cómo los sala­rios de la cla­se tra­ba­ja­do­ra han cre­ci­do más, entre otras cosas, por­que par­tían de unos nive­les infe­rio­res; y, por lo tan­to, esto ha dado lugar a unos défi­cit en la balan­za por cuen­ta corrien­te que expli­can, jun­to a la cri­sis ban­ca­ria, la dimen­sión finan­cie­ra pos­te­rior de la crisis.

Esas dife­ren­cias en las pro­duc­ti­vi­da­des han bene­fi­cia­do esen­cial­men­te a Ale­ma­nia. Ale­ma­nia ha sido la prin­ci­pal bene­fi­cia­ria de que exis­ta una mone­da úni­ca. ¿Por qué? Por­que cuan­do exis­tían esas dife­ren­cias de com­pe­ti­ti­vi­dad entre las eco­no­mías, pero cada una tenía su pro­pia mone­da, los Esta­dos podían deva­luar sus mone­das para redu­cir los défi­cit de com­pe­ti­ti­vi­dad. Des­de el momen­to en que se crea una mone­da úni­ca, con un tipo de cam­bio fijo e inal­te­ra­ble entre las dis­tin­tas eco­no­mías, los paí­ses no pue­den recu­rrir a la deva­lua­ción para redu­cir los défi­cit de com­pe­ti­ti­vi­dad entre sus eco­no­mías. Y vemos cómo eso se tra­du­ce en dos situa­cio­nes enfren­ta­das: por una par­te, acu­mu­la­ción de supe­rá­vit por cuen­ta corrien­te en los paí­ses cen­tra­les; y, por otra, défi­cit por cuen­ta corrien­te en los paí­ses de la periferia.

Para man­te­ner esa situa­ción de des­equi­li­brio en las balan­zas por cuen­ta corrien­te a su favor, ¿qué hizo Ale­ma­nia? Bási­ca­men­te, sus­ti­tuir supe­rá­vit comer­cial por deu­da exter­na. Es decir, ven­día a los paí­ses de la peri­fe­ria y, al mis­mo tiem­po, finan­cia­ba el endeu­da­mien­to de los paí­ses de la peri­fe­ria para que le com­pra­ran el exce­den­te comer­cial. ¿Por qué? Por­que Ale­ma­nia ha sido tra­di­cio­nal­men­te, por moti­vos demo­grá­fi­cos, socio­ló­gi­cos y de dis­tin­ta natu­ra­le­za, un país con una insu­fi­cien­te deman­da inter­na. Y lo que ha hecho a lo lar­go de todo el pro­ce­so del euro es sus­ti­tuir esen­cial­men­te deman­da exter­na de los paí­ses peri­fé­ri­cos y del res­to del mun­do por deman­da interna.

Su polí­ti­ca ha sido la de man­te­ner nive­les de deman­da al inte­rior muy bajos, incre­men­tan­do la pre­sión sala­rial sobre los tra­ba­ja­do­res, y sus­ti­tuir­la por la deman­da que rea­li­za­ba el res­to del mun­do, espe­cial­men­te los paí­ses peri­fé­ri­cos. Como esos paí­ses peri­fé­ri­cos nece­si­ta­ban de inyec­cio­nes de recur­sos finan­cie­ros para poder finan­ciar la fal­ta de aho­rro de sus eco­no­mías, lo que ha hecho Ale­ma­nia es, bási­ca­men­te, fomen­tar el endeu­da­mien­to de los paí­ses peri­fé­ri­cos. De mane­ra que la cri­sis, tal y como la encon­tra­mos en estos momen­tos, tie­ne dos dimen­sio­nes difí­cil­men­te recon­ci­lia­bles: una es el pro­ble­ma de la deu­da. Pero espe­cial­men­te para el caso espa­ñol y de la mayor par­te de los paí­ses peri­fé­ri­cos, es un pro­ble­ma de deu­da pri­va­da. Que, par­cial­men­te, ha sido socia­li­za­da, por­que se ha socia­li­za­do la deu­da de los ban­cos, pero la deu­da de los par­ti­cu­la­res sigue viva e intac­ta. Y que no se pue­de solu­cio­nar si no se rees­truc­tu­ra. Es decir, si no hay una qui­ta, una mora­to­ria y una rees­truc­tu­ra­ción de los pla­zos de pago de la deu­da. Esa sería la expre­sión finan­cie­ra del problema.

La otra dimen­sión de la cri­sis son las dife­ren­cias en la com­pe­ti­ti­vi­dad. Dife­ren­cias en la com­pe­ti­ti­vi­dad entre las eco­no­mías cen­tra­les y las eco­no­mías peri­fé­ri­cas que no están dis­mi­nu­yen­do sino que se están amplian­do. Lo que nos encon­tra­mos es que el pro­ce­so de ajus­te para sal­var al capi­tal finan­cie­ro e indus­trial, tan­to a nivel euro­peo como esta­tal, se está hacien­do a cos­ta del ajus­te sala­rial y de la pre­sión sobre los tra­ba­ja­do­res, con reper­cu­sio­nes sobre los nive­les de pro­duc­ti­vi­dad de los mismos.

Fren­te a ello, ¿qué se está hacien­do? Polí­ti­cas de ajus­te y aus­te­ri­dad que no pue­den fun­cio­nar bajo nin­gún con­cep­to por razo­nes evidentes.

Pri­me­ro, por­que indu­cen a sus­ti­tuir deman­da inter­na por deman­da exter­na a todos los paí­ses. Es decir, depri­men el con­su­mo, la inver­sión y el gas­to públi­co a nivel interno y lo tra­tan de sus­ti­tuir por expor­ta­cio­nes hacia el res­to del mun­do de nues­tros pro­duc­tos. Y eso se hace, esen­cial­men­te, por la vía de la defla­ción sala­rial. Es decir, redu­cien­do el cos­te del tra­ba­jo. Pero se hace pro­mo­vien­do esa polí­ti­ca para todos los paí­ses simul­tá­nea­men­te ‑y aho­ra vere­mos a qué nive­les- y, al mis­mo tiem­po, en un con­tex­to de eco­no­mía glo­bal en rece­sión. Es decir, es una polí­ti­ca pro-cícli­ca: indu­ce a las eco­no­mías hacia la cri­sis en un con­tex­to de cri­sis eco­nó­mi­ca glo­bal. Por lo tan­to, es una polí­ti­ca que no tie­ne nin­gún sen­ti­do. Ade­más, impo­ne el ajus­te sobre cada vez más economías.

El ajus­te duro sobre los «cer­di­tos» (Por­tu­gal, Ita­lia, Irlan­da, Gre­cia y Espa­ña) supo­ne en estos momen­tos el 37% del PIB comu­ni­ta­rio. Si a eso se le une el ajus­te mode­ra­do que se está lle­van­do a cabo en Fran­cia, con la recien­te reba­ja de los 30 mil millo­nes de euros, el ajus­te afec­ta ya al 57% del PIB de la euro­zo­na. Y si a eso se le suma los ajus­tes mode­ra­dos sobre Bél­gi­ca y sobre los Paí­ses Bajos, el ajus­te lle­ga al 66% del PIB comu­ni­ta­rio. Es decir, se está impo­nien­do polí­ti­cas de rece­sión, de con­trac­ción, de pro­fun­di­za­ción en la cri­sis, a casi dos ter­cios de la euro­zo­na. Con lo cual, la posi­bi­li­dad de que esos dos ter­cios sal­gan a flo­te como con­se­cuen­cia de la deman­da exter­na que haga el otro ter­cio, es prác­ti­ca­men­te nula.

Y ade­más las polí­ti­cas de ajus­te tie­nen reper­cu­sio­nes sobre los dife­ren­cia­les de pro­duc­ti­vi­dad. Las polí­ti­cas de ajus­te lo que hacen es fre­nar el cre­ci­mien­to. Al fre­nar el cre­ci­mien­to, afec­tan a los ren­di­mien­tos del sec­tor indus­trial, fun­da­men­tal­men­te. Eso, debi­do a las rigi­de­ces téc­ni­cas que impi­den que haya un ajus­te para­le­lo entre el empleo y la pro­duc­ción ‑es decir, la pro­duc­ción sue­le caer más rápi­da­men­te de lo que lo hace el empleo- pro­vo­ca el dete­rio­ro de la pro­duc­ti­vi­dad, el dete­rio­ro de los bene­fi­cios, la caí­da en la inver­sión e incen­ti­va la caí­da en la pro­duc­ción. Con lo cual, vol­ve­mos a dete­rio­rar lo que debe­ría ser­vir para sanar la cau­sa últi­ma de la cri­sis en Euro­pa: los dife­ren­cia­les de com­pe­ti­ti­vi­dad entre las dis­tin­tas economías.

Pero ade­más, hay otra cues­tión de fon­do mucho más gra­ve. Y es que, uti­li­zan­do sólo las rela­cio­nes macro­eco­nó­mi­cas bási­cas sobre las que todo el mun­do coin­ci­de nos encon­tra­mos con que el pro­yec­to euro­peo es invia­ble con Ale­ma­nia den­tro. Sin Ale­ma­nia, la cosa pudie­ra cambiar.

Tene­mos que par­tir de la pre­mi­sa, como hemos seña­la­do, de que la euro­zo­na es un dise­ño falli­do, un dise­ño que esta­ba mal des­de su pro­pio ori­gen. Y, en estos momen­tos, esta­mos asis­tien­do al con­flic­to entre las éli­tes euro­peas, que ven cómo su pro­yec­to se está des­mo­ro­nan­do y no ter­mi­nan de enten­der cómo y por qué y cómo y a tra­vés de qué vías podrían solu­cio­nar­lo de for­ma que las solu­cio­nes le per­mi­tie­ran man­te­ner su posi­ción de poder a lo lar­go del tiem­po. Y, por otro lado, la lógi­ca eco­nó­mi­ca ele­men­tal. Se tra­ta de un con­flic­to difí­cil­men­te reso­lu­ble y que ha ilus­tra­do muy bien Luis Alonso.

Hemos pasa­do de una situa­ción que pare­cía que era un jue­go de suma cero al inte­rior de la Unión Euro­pea, don­de lo que unos gana­ban era a cos­ta de lo que otros per­dían y era, has­ta cier­to pun­to, asi­mi­la­ble por todos, a una situa­ción que se lla­ma jue­go de suma nega­ti­va, es decir, don­de cada una de las par­tes cree que está peor de lo que esta­ría si no estu­vie­ra en el euro. Los del núcleo, por­que creen que han finan­cia­do la orgía inmo­bi­lia­ria y el bien­es­tar de los paí­ses peri­fé­ri­cos, que, al pare­cer, no nos corres­pon­día; y los peri­fé­ri­cos, por­que cree­mos que los paí­ses cen­tra­les nos están impo­nien­do polí­ti­cas de aus­te­ri­dad que están aca­ban­do con el empleo, con los dere­chos socia­les y con las pers­pec­ti­vas de futu­ro de nues­tra gene­ra­ción y de las gene­ra­cio­nes futuras.

El pro­ble­ma es bási­ca­men­te Ale­ma­nia. No por­que le ten­ga espe­cial aver­sión a los ale­ma­nes, sino por su estruc­tu­ra pro­duc­ti­va. Una estruc­tu­ra pro­duc­ti­va que está basa­da esen­cial­men­te en la debi­li­dad cró­ni­ca de la deman­da inter­na: una eco­no­mía que aho­rra mucho más de lo que con­su­me; y que ha orien­ta­do sus apa­ra­tos pro­duc­ti­vos hacia la expor­ta­ción, a sus­ti­tuir deman­da inter­na por deman­da exter­na. Para eso, Ale­ma­nia, des­pués de la reuni­fi­ca­ción ale­ma­na, nece­si­ta­ba un con­tex­to de tipos de cam­bio fijos ina­mo­vi­bles, y la expre­sión más cerra­da y per­fec­to de ello era cons­truir una mone­da única.

Eso ha dado lugar a que los paí­ses cen­tra­les, con Ale­ma­nia a la cabe­za, hayan con­se­gui­do una situa­ción de supe­rá­vit en la balan­za por cuen­ta corrien­te que se ha cana­li­za­do en for­ma de flu­jos finan­cie­ros hacia los paí­ses peri­fé­ri­cos. Rever­tir esa situa­ción sig­ni­fi­ca­ría que Ale­ma­nia acep­ta­ra que los paí­ses peri­fé­ri­cos empe­za­ran a expor­tar más hacia los paí­ses cen­tra­les, cosa que es alta­men­te impro­ba­ble. Si todo su esfuer­zo pro­duc­ti­vo des­de la Agen­da 2010 de Schrö­der de prin­ci­pios del siglo XXI ha esta­do orien­ta­da a rees­truc­tu­rar su eco­no­mía en ese sen­ti­do, pare­ce muy poco pro­ba­ble que a estas altu­ras sea polí­ti­ca­men­te acep­ta­ble a nivel interno que pue­dan rever­tir esa situa­ción para acep­tar défi­cit en la balan­za por cuen­ta corrien­te. Entre otras cosas, por­que se enfren­ta­rían a la debi­li­dad de la deman­da inter­na y a debi­li­dad de la deman­da exter­na; es decir, acep­tar eso sig­ni­fi­ca­ría que Ale­ma­nia acep­ta­ría incre­men­tar sus nive­les de des­em­pleo e incre­men­tar sus nive­les de infla­ción. De hecho, Ale­ma­nia, duran­te estos doce, quin­ce años ha hecho todo lo posi­ble por lle­gar a esta situa­ción. Por lle­gar a refor­zar su supe­rá­vit en la balan­za por cuen­ta corrien­te. Difí­cil­men­te va a per­mi­tir que eso se revier­ta, entre otras cosas por­que para ello sería nece­sa­rio, por ejem­plo, que su infla­ción fue­ra mayor que la de los paí­ses peri­fé­ri­cos. Algo que, por otra par­te, no es fácil de con­se­guir en unas socie­da­des que tie­nen mayor aver­sión a la infla­ción que las socie­da­des peri­fé­ri­cas y en unas eco­no­mías peri­fé­ri­cas don­de la infla­ción es estruc­tu­ral­men­te más alta que la infla­ción del cen­tro. Por otro lado, debe­ría acep­tar pér­di­das de com­pe­ti­ti­vi­dad por la vía de man­te­ner mayo­res incre­men­tos de los cos­tes labo­ra­les, de los sala­rios de los tra­ba­ja­do­res. Cuan­do lo que se está pro­mo­vien­do con las polí­ti­cas de ajus­te es, pre­ci­sa­men­te, lo con­tra­rio: defla­ción sala­rial en los paí­ses peri­fé­ri­cos man­te­nien­do, más o menos cons­tan­tes, los nive­les sala­ria­les en sus paí­ses. Ade­más, hay que con­si­de­rar que no se pue­de cam­biar una estruc­tu­ra pro­duc­ti­va que está orien­ta­da a la expor­ta­ción por una estruc­tu­ra pro­duc­ti­va orien­ta­da a la eco­no­mía inter­na de la noche a la mañana.

El colap­so es inevi­ta­ble, por cues­tio­nes de rela­cio­nes eco­nó­mi­cas bási­cas. A lo que nos vamos enfren­tan­do es a que el nivel de la deu­da públi­ca es actual­men­te insos­te­ni­ble para los paí­ses peri­fé­ri­cos. Espa­ña (ya no hablo de Gre­cia y Por­tu­gal) es un país insol­ven­te, en quie­bra: no pue­de con­se­guir ni un supe­rá­vit comer­cial ni un supe­rá­vit fis­cal que per­mi­ta hacer fren­te al cre­ci­mien­to del pago de la deu­da en los pró­xi­mos años. Es decir, fren­te a lo que se nos vie­ne, en algún momen­to, y eso lo sabe todo el mun­do, se va a tener que plan­tear que la deu­da espa­ño­la es impa­ga­ble, que no hay for­ma de pagar­la. Cuán­to tiem­po tar­de­mos en acep­tar esa situa­ción o cuán­to tiem­po tar­de­mos en enten­der que lo que se está pro­du­cien­do a tra­vés de los pro­ce­sos de ajus­te es una extrac­ción de los exce­den­tes des­de la peri­fe­ria hacia el cen­tro para lle­gar a un momen­to en el que, cuan­do no haya más de dón­de extraer, reco­no­cer que la deu­da es impa­ga­ble, cuan­do ya lo es aho­ra, en estos momen­tos, es a lo que se tie­ne que enfren­tar actual­men­te la izquierda.

La izquier­da no sólo se tie­ne que enfren­tar a eso, a cuán­do vamos a rees­truc­tu­rar la deu­da, sino tam­bién a cómo con­se­gui­mos, y aquí vie­ne la par­te más deli­ca­da, que no se pro­duz­can, por catas­tró­fi­cas, o que se pro­duz­can en bene­fi­cio de la cla­se tra­ba­ja­do­ra algu­na de las posi­bles solu­cio­nes que hay en el horizonte.

¿Cuá­les son las posi­bles solu­cio­nes que hay en el horizonte?

Una, la mejor solu­ción: la muta­ción gené­ti­ca de todos los ale­ma­nes, que hicie­ra que, de repen­te, no tuvie­ran aver­sión a la infla­ción, sino que les pare­cie­ra bien que los pre­cios cre­cie­ran y/​o que acep­ta­ran unos nive­les de des­em­pleo más altos de los que tie­nen en estos momentos.

Dos, el colap­so de la euro­zo­na. Es decir, la posi­bi­li­dad de que, en algún momen­to, más allá de Gre­cia, que repre­sen­ta un por­cen­ta­je muy peque­ño del PIB, Espa­ña decla­re que la deu­da no se pue­de pagar. En ese momen­to, si hay que pro­ce­der a la rees­truc­tu­ra­ción de la deu­da, los inver­so­res inter­na­cio­na­les en cuyas manos esta­mos, dirán: si no se pue­de pagar la deu­da de Espa­ña, pro­ba­ble­men­te tam­po­co se pue­de pagar la deu­da de Ita­lia, pro­ba­ble­men­te tam­po­co se pue­de pagar la deu­da de Por­tu­gal, pro­ba­ble­men­te tam­po­co se pue­de pagar la deu­da de Fran­cia. Es decir, el euro colap­sa­rá como con­se­cuen­cia de que los inver­so­res deja­rán de finan­ciar las deu­das de los dis­tin­tos esta­dos. Ese es el hori­zon­te más probable.

La ter­ce­ra posi­bi­li­dad es tam­bién algo alta­men­te impro­ba­ble: la mone­ti­za­ción de la deu­da por par­te del Ban­co Cen­tral Euro­peo, sin nin­gu­na con­di­ción. No lo que pre­ten­den hacer aho­ra: te com­pro deu­da en el mer­ca­do secun­da­rio, siem­pre y cuan­do te some­tas a un ajus­te para pro­vo­car una defla­ción inter­na, que te per­mi­ta, impro­ba­ble­men­te, lle­gar a sus­ti­tuir deman­da inter­na por deman­da exter­na. El que el Ban­co Cen­tral Euro­peo, los ale­ma­nes o los paí­ses cen­tra­les acep­ten finan­ciar median­te la mone­ti­za­ción de la deu­da, vía Ban­co Cen­tral Euro­peo, sin nin­gún tipo de con­di­cio­nes, los nive­les de deu­da acu­mu­la­dos en los paí­ses peri­fé­ri­cos, es tam­bién, como digo, alta­men­te improbable.

Por eso, el euro, des­de mi humil­de pers­pec­ti­va, y des­de el pesi­mis­mo inte­lec­tual, está con­de­na­do a colap­sar. ¿En cuán­to tiem­po? Eso es lo que yo no me atre­vo a anti­ci­par. De mane­ra que, o nos sali­mos del euro, pre­pa­ran­do anti­ci­pa­da­men­te la sali­da, sin pasar del euro a las futu­ras pese­tas de la noche a la maña­na. Sino pen­san­do en meca­nis­mos posi­bles para ir pre­pa­ran­do una sali­da no trau­má­ti­ca del euro: bási­ca­men­te, anti­ci­po uno, intro­du­cien­do una mone­da para­le­la exclu­si­va­men­te de cir­cu­la­ción nacio­nal. O lo que pue­de ocu­rrir es que el colap­so nos pille como siem­pre, miran­do para otro lado.

Muchas gra­cias.
Alber­to Mon­te­ro Soler (alberto.​montero@​uma.​es, @amonterosoler) es pro­fe­sor de Eco­no­mía Apli­ca­da de la Uni­ver­si­dad de Mála­ga y pre­si­den­te de la Fun­da­ción CEPS. Aca­ba de publi­car jun­to a Juan Pablo Mateo el libro «Las finan­zas y la cri­sis del euro: colap­so de la Euro­zo­na», en Edi­to­rial Popu­lar. Pue­des leer otros tex­tos suyos en su blog La Otra Economía.

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