¡Naci­mos para ven­cer, y no para ser ven­ci­dos!- FARC-EP

Comu­ni­ca­do: Evo­can­do al Coman­dan­te Jor­ge Bri­ce­ño en su segun­do aniversario.

¡Naci­mos para ven­cer, y no para ser ven­ci­dos!

Secre­ta­ria­do de las FARC-EP

“¿Quién nos va ata­jar a noso­tros en este país? Nadie. Ni los ríos, ni el sol, ni nada.
Por eso que­re­mos hablar. Bus­car otra sali­da para que no haya tan­to muerto”.

Coman­dan­te Jor­ge Bri­ce­ño, enero de 1999, a la revis­ta Semana.

El epí­gra­fe ilus­tra de modo sin­gu­lar el opti­mis­mo y el con­ven­ci­mien­to revo­lu­cio­na­rios del Cama­ra­da Jor­ge Bri­ce­ño. Nun­ca habla­ba en pri­me­ra per­so­na, por­que sabía que no se tra­ta­ba de una lucha de él, como indi­vi­duo, sino del esfuer­zo colec­ti­vo de miles de gue­rri­lle­ros de las FARC-EP, que encar­na­ban el sen­tir de un pue­blo rebel­de y per­se­gui­do que los ani­ma­ba y res­pal­da­ba total­men­te en su empe­ño por el poder, la paz y la jus­ti­cia social.

Por eso, en los días del des­me­di­do e infer­nal aco­so que ter­mi­nó por arre­ba­tar­le la vida, deci­dió res­ca­tar y hacer suya, y de toda la gran fami­lia faria­na, aque­lla con­sig­na con la que lo recor­da­re­mos siem­pre: ¡Naci­mos para ven­cer, y no para ser ven­ci­dos! De esa mane­ra trans­mi­tía el sen­ti­do de per­te­nen­cia a la cla­se tra­ba­ja­do­ra, a su orga­ni­za­ción par­ti­da­ria, a su ejér­ci­to inven­ci­ble. Sabía, como Gai­tán, que no era cues­tión de un hom­bre, sino de un pueblo.

Tam­bién decía al perio­dis­ta en la entre­vis­ta cita­da: Los gene­ra­les siem­pre han dicho que noso­tros no tene­mos cora­zón, que noso­tros no tene­mos idea­les polí­ti­cos, ni prin­ci­pios. Pero en eso se han equi­vo­ca­do toda la vida. El Mono sabía bien que no sólo los gene­ra­les se equi­vo­can con noso­tros, sino el con­jun­to com­ple­to de las cla­ses domi­nan­tes, de su cla­se polí­ti­ca, de sus voce­ros y ana­lis­tas. Son inca­pa­ces de inter­pre­tar la reali­dad des­de la ópti­ca de los de abajo.

Como aves de pre­sa, con­tem­plan el pano­ra­ma des­de las altu­ras. Así, para todos ellos la paz no es otra cosa que la des­apa­ri­ción de las gue­rri­llas, como sea. Tal per­cep­ción les per­mi­te soñar­con satis­fac­ción en los pun­tos que cre­ce­ría el Pro­duc­to Interno Bru­to, en los bene­fi­cios que repor­ta­rían las inver­sio­nes, en los nego­cios que podrían cele­brar al calor de su segu­ri­dad. Nin­guno pien­sa que la paz impli­ca des­apa­re­cer los absur­dos índi­ces de inequi­dad social.

Ni en que para que pue­da mate­ria­li­zar­se la mis­ma, se reque­ri­rán pro­fun­dos cam­bios demo­crá­ti­cos en el régi­men polí­ti­co. Ni uno solo de los inte­gran­tes de la bur­gue­sía o el lati­fun­dis­mo mide la paz en tér­mi­nos de vidas, de solu­ción a las caren­cias más sen­ti­das de la gran pobla­ción empo­bre­ci­da. Menos aún en tér­mi­nos de res­pe­to a la exis­ten­cia de una ver­da­de­ra opo­si­ción polí­ti­ca. Para refor­mas está el Con­gre­so, lle­guen ahí con votos, repiten.

Como si no fue­ra la vio­len­cia cri­mi­nal ema­na­da del Esta­do la prin­ci­pal cau­sa del con­flic­to arma­do colom­biano. Como si las ins­ti­tu­cio­nes a las que nos invi­tan a inser­tar­nos con­fia­da­men­te no fue­ran mal olien­tes antros de corrup­ción polí­ti­ca. Como si no exis­tie­ran las escan­da­lo­sas evi­den­cias dia­rias en torno a la vin­cu­la­ción de la más ran­cia cla­se polí­ti­ca con el para­mi­li­ta­ris­mo y el nar­co­trá­fi­co. Como si el alto man­do mili­tar fue­ra ajeno a tales prácticas.

La oli­gar­quía entre­guis­ta en el poder se rego­ci­ja en la idea de que en los últi­mos diez años la situa­ción mun­dial y nacio­nal se trans­for­mó enor­me­men­te. Tan­to que las cosas están madu­ras para la ter­mi­na­ción del con­flic­to. Pero no por­que la injus­ti­cia y la des­igual­dad alcan­cen nive­les indig­nan­tes capa­ces de gene­rar un irre­sis­ti­ble esta­lli­do social. Sino por­que ase­gu­ran que las gue­rri­llas fue­ron ven­ci­das estra­té­gi­ca­men­te y care­cen de porvenir.

Cuan­do nos citan el caso de paí­ses del con­ti­nen­te en los que fuer­zas de izquier­da acce­die­ron al poder por vías elec­to­ra­les, disi­mu­lan su pro­fun­do des­pre­cio hacia las fór­mu­las eco­nó­mi­cas, polí­ti­cas y socia­les del vecin­da­rio. Así como su vela­do anhe­lo de que la cons­pi­ra­ción impe­ria­lis­ta con­si­ga aplas­tar­los. Sus mono­po­lios mediá­ti­cos tachan esos gobier­nos de odio­sas dic­ta­du­ras y no esqui­van el afán por vin­cu­lar­los al trá­fi­co de dro­gas o el apo­yo al terrorismo.

Pero don­de más se pone de pre­sen­te su talan­te sober­bio y eli­tis­ta es en el tema de la par­ti­ci­pa­ción popu­lar en el pro­ce­so de paz. No sólo par­ten del cri­te­rio de que la insur­gen­cia care­ce del más míni­mo dere­cho a repre­sen­tar la voce­ría del pue­blo colom­biano, sino ade­más con­si­de­ran­que mucha gen­te metien­do la nariz en un asun­to de tan­ta importancia,únicamente pue­de traer bochin­ches y entra­bar los pro­gre­sos en la discusión.

Así que de lo que se tra­ta es de ser serios, de pro­po­ner cosas sen­sa­tas, de ser prag­má­ti­cos y aspi­rar tan solo a lo que la oli­gar­quía está dis­pues­ta a con­ce­der. Que está decre­ta­do des­de mucho antes, en su Plan Nacio­nal de Desa­rro­llo, en su ley de víc­ti­mas y res­ti­tu­ción, en su mar­co legal para la paz, en su pro­yec­to de ley de desa­rro­llo rural. Es a esos per­so­na­jes y argu­men­tos que vamos a enfren­tar­nos abier­ta­men­teen la nue­va Mesa de Conversaciones.

Ya lo decía el cama­ra­da Jor­ge Bri­ce­ño: Las FARC son muy serias en sus plan­tea­mien­tos sobre el pro­ce­so de con­ver­sa­cio­nes para bus­car una sali­da civi­li­za­da dis­tin­ta a los tiros… Esta­mos dis­pues­tos a hacer lo que sea para bus­car sali­das dialogadas.Por eso mis­mo supi­mos asi­mi­lar­su muer­te, y la de Alfon­so, trans­for­mán­do­las en una supe­rior fuer­za moral, en un agu­do aci­ca­te para per­se­ve­rar, en una férrea deci­sión de vic​to​ria​.Es cla­ro que la gigan­tes­ca agre­sión de los últi­mos diez años no logró ame­llar un milí­me­tro el filo de nues­tras ideas.

Y éstas han demos­tra­do sufi­cien­te­men­te que son mucho más más fuer­tes que el más pode­ro­so de los ejér­ci­tos. Nues­tra inque­bran­ta­ble uni­dad inter­na, nues­tra ele­va­da moral revo­lu­cio­na­ria y el ince­san­te apo­yo popu­lar nos garan­ti­zan que sal­dre­mos vic­to­rio­sos de esta nue­va prue­ba. Sabe­mos bien que el pue­blo colom­biano no va a que­dar­se calla­do, que sien­te lle­ga­da su opor­tu­ni­dad para recla­mar y exi­gir, y que se movi­li­za­rá masi­va­men­te por los cambios.

Refi­rién­do­se al Pre­si­den­te de enton­ces, el Mono expre­só con su habi­tual des­en­fa­do: “Pas­tra­na para noso­tros es un hom­bre de la oli­gar­quía, un neo­li­be­ral y un del­fín. Pero que tie­ne volun­tad de hablar. Enton­ces vamos a ver has­ta dón­de le aguan­ta el cal­zón”. No pare­ce des­acer­ta­do pen­sar en su vigen­cia con rela­ción al actual pri­mer man­da­ta­rio. Las cosas en una déca­da cam­bian, pero qui­zás no tan­to como qui­sie­ran algunos.

SECRETARIADO DEL ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS FARC-EP
Mon­ta­ñas de Colom­bia, 22 de sep­tiem­bre de 2012

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