Entre la qui­me­ra y el gol­pe de Esta­do- Iña­ki Egaña

Ape­nas recor­da­mos los ini­cios de la orga­ni­za­ción sin­di­cal entre noso­tros y si lo hace­mos pare­ce fue­ra de lugar. Por defi­ni­ción, el movi­mien­to obre­ro debe de ser diná­mi­co y las expe­rien­cias y las luchas labo­ra­les nos reco­gen su his­to­ria y no tan­to su desa­rro­llo, como una face­ta de la vida que, por lo que suce­de alre­de­dor, debe­ría ser hoy la madre de la ini­cia­ti­va política.

El Capi­tal, tras el que se escon­den nom­bres y ape­lli­dos con más res­pon­sa­bi­li­dad en el fra­ca­so de la huma­ni­dad que cual­quier reye­zue­lo o dic­ta­dor al pelo, lan­zó hace ya tiem­po una ofen­si­va sin pre­ce­den­tes para ter­mi­nar con cual­quier atis­bo de jus­ti­cia social. La cola­bo­ra­ción de la izquier­da polí­ti­ca y sin­di­cal inte­gra­da pre­ci­sa­men­te en el sis­te­ma, la con­vier­te en trai­do­ra a la Huma­ni­dad, en engra­na­je de esa mafia que orde­na los des­ti­nos de miles de millo­nes de personas.

Hace bien poco, la dere­cha auto­no­mis­ta vas­ca armó los pre­su­pues­tos del Gobierno de Zapa­te­ro y su refor­ma labo­ral a cuen­ta del desa­rro­llo pleno del Esta­tu­to de Auto­no­mía de la CAV. Una bur­la. Aho­ra, cual cama­león, el PNV apo­ya las bar­ba­ri­da­des del PP des­de acuer­dos estra­té­gi­cos en Kutxa­bank, dipu­tacio­nes en Ara­ba y Biz­kaia o inci­ne­ra­do­ras comi­sio­nis­tas. Una apues­ta inte­gral. Sumi­sos ante los cua­tro due­ños de nues­tras vidas.

La pri­me­ra aso­cia­ción sin­di­cal que nació entre los vas­cos, clan­des­ti­na por cier­to, se lla­mó Soli­da­ri­dad. Un con­cep­to extra­ño para muchos de los que aho­ra se les lle­na la boca con las con­so­nan­tes del abe­ce­da­rio tim­bra­das con sua­vi­dad. Se ubi­có en Bil­bo, antes de la míti­ca huel­ga mine­ra de 1890 que for­jó, como el ace­ro, a nues­tros diri­gen­tes de cla­se, Facun­do Pere­za­gua entre ellos. Había lle­ga­do de lejos Pere­za­gua, pero no entró al tra­po en las cues­tio­nes que enzar­za­ban a Inda­le­cio Prie­to (antes monár­qui­co que sobe­ra­nis­ta) y sus cole­gas con los pri­me­ros aber­tza­les. Pere­za­gua per­ci­bía dón­de esta­ba la cla­ve de la domi­na­ción. Dejó pági­nas entra­ña­bles en nues­tra his­to­ria, lle­nas de dig­ni­dad y com­pro­mi­so. Uno de los nues­tros. Por eso fue expul­sa­do del PSOE a las pri­me­ras de cambio.

La ofen­si­va actual del Capi­tal, pone en jue­go nada menos que logros con­se­gui­dos a san­gre y sudor des­de los tiem­pos de Pere­za­gua, hace ya cien años. La res­pon­sa­bi­li­dad de los patro­nos es noto­ria, pero ya sabe­mos que son los pri­me­ros en defen­der sus pala­cios. Su vora­ci­dad es insa­cia­ble. Sus aspi­ra­cio­nes repug­nan­tes por sus­ten­tar­se en la mise­ria y mar­gi­na­li­dad de gran par­te de la socie­dad. En la injus­ti­cia del mun­do. Los gran­des patro­nos vas­cos y sus alia­dos no se dife­ren­cian ape­nas, qui­zás en el ape­lli­do (Yba­rra, Urqui­jo, Chá­va­rri, Eche­va­rría, Huar­te), de los de Leip­zig o Hara­re. Ni de los de Madrid o Barcelona.

La cri­sis de Espa­ña que nos está arras­tran­do tam­bién a la peri­fe­ria no ha sido una cri­sis del sec­tor públi­co, como nos quie­ren hacer ver, sino el fra­ca­so en las apues­tas de los gran­des ban­cos y de empre­sas pri­va­das estra­té­gi­cas que se endeu­da­ron como las dic­ta­du­ras mili­ta­res lati­no­ame­ri­ca­nas hace 30 años, pro­vo­can­do aque­lla deu­da exter­na impa­ga­ble que denun­cia­ron plu­mas tan ági­les como la de Eduar­do Galeano.

Esas venas abier­tas que han cru­za­do el Atlán­ti­co y se han asen­ta­do en los sur­cos de nues­tra piel, nos son fami­lia­res, por mucho que los medios y los sumi­sos, voce­ros ofi­cia­les y ofi­cio­sos de los ban­cos, nos quie­ran seña­lar lo con­tra­rio. Son cien­tos de miles de millo­nes de euros los que debe Espa­ña a sus acree­do­res, pero de ellos sólo una cuar­ta par­te pro­vie­ne del sec­tor público.

Y, sin embar­go, aque­llos logros por los que deja­ron la piel en el asfal­to los con­tem­po­rá­neos de Pere­za­gua, los obre­ros de Gas­teiz en aquel 3 de mar­zo enlu­ta­do por las hues­tes de Manuel Fra­ga, los hon­ra­dos tra­ba­ja­do­res de Ban­das de Etxa­ba­rri, los ague­rri­dos lan­gi­les de Unión Cerra­je­ra, los aga­za­pa­dos en las barri­ca­das de Eus­kal­du­na, inclu­so las alpar­ga­te­ras de Azkoi­tia y Azpei­tia y las «golon­dri­nas» de Isa­ba y Mau­le, están a pun­to de des­apa­re­cer. En 1926 se regu­ló en nues­tra tie­rra el con­tra­to de tra­ba­jo. En 2012 lo quie­ren inutilizar.

Espa­ña quie­re sal­var su patio par­ti­cu­lar devol­vien­do favo­res a quie­nes, en las épo­cas del impe­rio, del fas­cis­mo, de la tran­si­ción, inclu­so del GAL (que, por cier­to, comen­zó cuan­do ETA abrió una cam­pa­ña con­tra la gran ban­ca), sos­tu­vie­ron sus seis letras. Y lo va hacer rom­pien­do sus raí­ces huma­nas, su socie­dad y, arras­tran­do en la apues­ta, a las nacio­nes peri­fé­ri­cas, a aque­llas que lle­ga­ron a ser espa­ño­las por razo­nes béli­cas, de conquista.

Con la excu­sa de pagar a los acree­do­res ale­ma­nes y fran­ce­ses, el Gobierno del PP, al que abrió la puer­ta el PSOE y aplau­dió el PNV, va a des­man­te­lar las pres­ta­cio­nes del Esta­do, for­ja­das en un siglo de luchas con­tra tira­nos y dés­po­tas. Va a esce­ni­fi­car el «que se jodan» de Andrea Fabra. Sin tapu­jos. Va a borrar a Pere­za­gua de la historia.

Los emplea­dos públi­cos ya han vis­to redu­ci­do su sala­rio en un 13% (en dos refor­mas a tra­vés del impa­go de sus pagas), la sani­dad va a tener un cos­te adi­cio­nal al mar­gen de los impues­tos, los sala­rios van a men­guar mien­tras el cos­te de la vida aumen­ta, las pres­ta­cio­nes sani­ta­rias uni­ver­sa­les están camino de des­apa­re­cer, se pri­va­ti­za­rán las empre­sas públi­cas ren­ta­bles (inclui­das las cajas de aho­rro vas­con­ga­das, ya cadá­ver la nava­rra), se redu­ci­rán las pen­sio­nes, se pri­va­ti­za­rá a gran esca­la la edu­ca­ción… Nues­tros hijos han naci­do sin futuro.

Y, mien­tras tan­to, los laca­yos de los espe­cu­la­do­res, esos mis­mos que aspi­ra­ban a con­ver­tir­se en el Ber­lus­co­ni de turno (poder, sexo y vinos espu­mo­sos) rei­vin­di­can­do el derro­che como fin: con el TAV, los super­puer­tos ausen­tes, los cir­cui­tos de carre­ras fan­tas­mas, las pasa­re­las de la imbe­ci­li­dad por­que en algo hay que gas­tar. Mien­tras, rega­lan cor­ba­tas a sus novios y fula­res a sus novias de museos cos­tea­dos des­de nues­tros bol­si­llos, hacen del frau­de foral su tasa­ción social, de la eva­sión de capi­tal su garan­tía de futu­ro y de las basu­ras la finan­cia­ción de sus estructuras.

Hace no mucho tiem­po, cuan­do los que hoy dila­pi­dan has­ta el últi­mo gra­mo de soli­da­ri­dad que, con nues­tros impues­tos ofre­cía el Esta­do, se decía que el PNV gober­na­ba en la CAV («Eus­ka­di» en sus tex­tos) como si la Auto­no­mía fue­ra un batzo­ki. No les fal­ta­ba razón, probablemente.

Hemos cono­ci­do ofi­ci­nas de empleo con la foto de Sabino Ara­na al fon­do del pasi­llo, ayun­ta­mien­tos que­bra­dos por las ínfu­las de alcal­des acom­ple­ja­dos por el bri­llo del reloj del vecino, agen­tes con la porra flo­ja y la pis­to­la sin segu­ro que se sen­tían res­pal­da­dos des­de aque­llos ejer­ci­cios mís­ti­cos en Berro­zi. Gen­te hon­ra­da, sin embar­go, con­vi­vía en aque­llos batzo­kis con des­al­ma­dos espe­cu­la­do­res que de saber­lo habrían lle­na­do de dina­mi­ta la cue­va de Prai­leaitz. Pillos.

Y es que Espa­ña, don­de tam­bién vive gen­te hon­ra­da, se ha con­ver­ti­do en un «chi­rin­gui­to», una Cue­va de Ali­ba­bá diri­gi­da no por 40 ladro­nes, sino por 17, los que com­po­nen el CEC (Con­se­jo Empre­sa­rial para la Com­pe­ti­ti­vi­dad), las mayo­res empre­sas de Espa­ña, las de la deu­da astro­nó­mi­ca, las que con­tro­lan más del 35% de su PIB. Esos a quien el rey alien­ta en su expo­lio, el mis­mo monar­ca que pide a Cata­lu­ña uni­dad y no «qui­me­ras». Un CEC que diri­ge y sufra­ga la «Mar­ca España».

Espa­ña es ese chi­rin­gui­to lite­ra­rio pero real de rate­ros, pillos y cua­tre­ros, como bien lo des­cri­bió ya en épo­ca leja­na Miguel Cer­van­tes. Los ladro­nes espa­ño­les dejan peque­ños a los funam­bu­lis­tas del batzo­ki, a los que aspi­ran a ser los ánge­les de los anun­cios. El frau­de fis­cal en Espa­ña es de 241.000 millo­nes de euros anua­les, récord Gui­ness, el 23% del PIB, el más alto de Euro­pa. Y según la Fis­ca­lía Anti­co­rrup­ción espa­ño­la, en los últi­mos 10 años los polí­ti­cos pro­fe­sio­na­les han roba­do 4.158 millo­nes de euros.

La cri­sis finan­cie­ra, que no era nues­tra, ha des­ta­pa­do un gol­pe de esta­do en toda regla. Mane­ja­do, como en 1981, por la monar­quía bor­bó­ni­ca, la mis­ma que man­dó en 1890 a las minas de Triano al Ejér­ci­to de Su Majes­tad. Con­tra Pere­za­gua y su gene­ra­ción. No han podi­do robar­nos nues­tro espí­ri­tu de rebel­día, a pesar de su insis­ten­cia, y van a por nues­tra cartera.

Creo que fue Marx quien lo dijo. Qui­zás estoy equi­vo­ca­do y fue­ra Pere­za­gua. O alguno de los pas­qui­nes de los tra­ba­ja­do­res de Ban­das de Etxa­ba­rri fren­te a los esqui­ro­les que la Guar­dia Civil lle­va­ba en sus auto­bu­ses has­ta la fac­to­ría. Qué más da. Es la razón para seguir en la pelea: «La liber­tad ha exis­ti­do siem­pre, pero unas veces como pri­vi­le­gio de algu­nos, otras veces como dere­cho de todos». Recu­pe­re­mos la uto­pía, la qui­me­ra, la liber­tad uni­ver­sal. Por ella, tam­bién, sal­dre­mos a la huelga

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