Lo bara­to siem­pre sale caro- Martxe­lo Diaz

Mer­ca­do­na ha comen­za­do ya su pro­ce­so de selec­ción para con­tra­tar a 40 per­so­nas en el nue­vo super­mer­ca­do que ins­ta­la­rá en Antsoain, el pri­me­ro de los 20 que el gru­po valen­ciano abri­rá en Nafa­rroa. La vice­pre­si­den­ta del Gobierno de UPN, Lour­des Goi­coe­chea, anun­cia que cola­bo­ra­rá en la selec­ción de per­so­nal, des­ta­can­do la impor­tan­cia de que una empre­sa de este tipo se implan­te en el herrialde.

Ya he oído a más de una per­so­na que lo de Mer­ca­do­na es una bue­na noti­cia. Pare­ce ser que ven­den unos yogu­res de mar­ca blan­ca estu­pen­dos y que las cre­mas hidra­tan­tes son de lo mejor. Y todo ello a un pre­cio tira­dí­si­mo. Lue­go resul­ta que las cre­mi­tas no cum­plían la nor­ma­ti­va por­que mez­cla­ban ingre­dien­tes prohi­bi­dos. «No son malas para la salud», se defen­dió Mer­ca­do­na. Solo fal­ta­ba eso, que ven­die­ran veneno.

La pro­pa­gan­da ofi­cial habla de que todos los pues­tos de tra­ba­jo de Mer­ca­do­na serán fijos y cobra­rán más de mil euros al mes, y de que, ade­más, com­pra­rá a pro­vee­do­res nava­rros. Pue­de que sea ver­dad, pero sería una excep­ción. Se tra­ta de una empre­sa que ha teni­do nume­ro­sas sen­ten­cias con­tra­rias por des­pi­dos impro­ce­den­tes y aco­so labo­ral. Las denun­cias por una orga­ni­za­ción del tra­ba­jo mar­ca­da por rit­mos inten­sos que pro­vo­can enfer­me­da­des labo­ra­les se suce­den. Los recor­tes de hora­rios for­zo­sos y la con­si­guien­te mer­ma del suel­do hace que esos mil euros se con­vier­tan en una qui­me­ra. Asi­mis­mo, des­ta­can que las nego­cia­cio­nes de Mer­ca­do­na con sus pro­vee­do­res han lle­va­do a la rui­na a peque­ñas explo­ta­cio­nes agrí­co­las y gana­de­ras por las con­di­cio­nes que impone.

No en vano Juan Roig, pre­si­den­te de Mer­ca­do­na, es un fer­vien­te defen­sor de las medi­das anti­so­cia­les del Gobierno espa­ñol y, espe­cial­men­te, de la des­re­gu­la­ción labo­ral. Roig ha lle­ga­do a decir que hay que seguir el mode­lo chino, bajan­do el nivel de vida de los tra­ba­ja­do­res para subir la productividad.

Una vez más, en Nafa­rroa se pone alfom­bra roja a la inver­sión forá­nea y se le dan todas las faci­li­da­des en vez de impul­sar un desa­rro­llo pro­pio. Segu­ro que lo bara­to nos sal­drá caro.

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