Ser el no ser- Xabier Silveira

Ter­mi­na­ba hace quin­ce días mi «Jo Pun­tua» acep­tan­do mi no cam­bio y mi fal­ta de valor por no decir lo que desea­ba decir. Pero me pare­ce que se me han des­bor­da­do las ganas. Y lo sien­to en el alma por quien no vaya a poder inge­rir esta ensa­la­da de letras. Es lo que hay.

Vis­to lo vis­to duran­te los últi­mos años era para todos evi­den­te que el pre­cio a pagar por prac­ti­car la lucha arma­da nos lle­va­ría a la rui­na. Cues­tión pura­men­te téc­ni­ca, no entra­ré en mora­li­da­des de las de aho­ra ten­go y maña­na ven­do. Dis­pa­rar sale caro por­que es pro­ba­ble que te aca­ben dis­pa­ran­do a ti y a toda tu fami­lia, esa es la demo­cra­cia que se sus­ten­ta en poli­cías y mili­ta­res tec­no­ló­gi­ca­men­te sobra­dos. Has­ta aquí, por si a alguien la duda lo car­co­mía, lo dejo por escrito.

Tras el cese de accio­nes vio­len­tas por par­te de la orga­ni­za­ción arma­da el vuel­co popu­lar a caba­llo gana­dor era más que pre­vi­si­ble, aun­que acep­to que por inme­dia­to lle­gó a sor­pren­der­me a la vez de ale­grar­me, fal­ta­ría más. No obs­tan­te, el sis­te­ma de votar a repre­sen­tan­tes ins­ti­tu­cio­na­les con­lle­va man­te­ner el triun­fo y el lide­raz­go duran­te todos los días una vez nos recu­pe­re­mos de la resa­ca elec­to­ral, y ahí el caba­llo sufre más. Pri­me­ro fue Bil­du y más tar­de Amaiur la que devol­vie­ra a la vida públi­ca al espec­tro aber­tza­le ‑que no pro­gre­sis­ta- que el PNV no pudo o no qui­so com­prar. Hay de todo en la viña del señor, de todo, menos Josetxo Ibazeta.

Y la eufo­ria crea­da al saber­nos tan­tos, no sé yo si no nos hizo tontos.

Nos pasa a los de pue­blo cuan­do ate­rri­za­mos en una gran ciu­dad: de que­rer pare­cer que no somos de pue­blo nos com­por­ta­mos de modos extra­ños has­ta el lími­te de pare­cer cual­quier cosa menos lo que somos. Y somos, tam­bién los de pue­blo, per­so­nas. Pero rene­ga­mos de nues­tras raí­ces, de nues­tras mane­ras y has­ta de noso­tros mis­mos. Todo por ser como ellos. Es ser el no ser.

Y me pare­ce que nues­tro cam­bio de rum­bo tie­ne mucho de com­ple­jos y poco de efi­caz. Pala­bras boni­tas, bue­nas mane­ras… ¿Diri­gi­das a quién? Por­que que yo sepa has­ta el momen­to en el Minis­te­rio del Inte­rior ni siquie­ra cogen el telé­fono a las lla­ma­das con pre­fi­jo 943. Vamos, que pasan de noso­tros como de la mier­da. Enton­ces, ¿cuál es el fin de nues­tra ejem­plar acti­tud? Ganar más votos en las pró­xi­mas elec­cio­nes es una opción, pero no se yo si es vali­da tenien­do en cuen­ta que a día de hoy ya esta­mos fami­lia­ri­zán­do­nos con las prác­ti­cas que tan suyas hizo el PNV cuan­do cor­ta­ba el baca­lao en Aju­ria Enea. Yo y mis amiguitos.

Por tan­to, si no es para enfren­tar­nos a Espa­ña y a Fran­cia de tú a tú, ¿para qué que­re­mos ganar en votos y en fuer­za ins­ti­tu­cio­nal? ¿Para que la reco­gi­da de basu­ras sea puer­ta a puer­ta? Si es así, debe­ría­mos saber­lo. De la mis­ma for­ma en la que debe­ría­mos saber cómo va el supues­to pro­ce­so de paz, tan lau­rea­do inter­na­cio­nal­men­te como inexis­ten­te aquí, en nues­tra casa. Pero mejor me callo no me vayáis a meter en la mis­ma cel­da que a Josetxo.

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