Muje­res per­ma­nen­te­men­te en cri­sis- Ana Etxar­te y Car­men García

Pare­ce que hay un empe­ño gene­ral en hablar exclu­si­va­men­te de cri­sis eco­nó­mi­ca o de esta­lli­do finan­cie­ro, cuan­do lo que real­men­te esta­mos vivien­do es una cri­sis civi­li­za­to­ria en toda su exten­sión. Esto es, una cri­sis que afec­ta a los pará­me­tros bási­cos del sis­te­ma vigen­te ‑socia­les, eco­ló­gi­cos, ali­men­ta­rios, cli­má­ti­cos, polí­ti­cos, eco­nó­mi­cos y de géne­ro- y que ade­más no nace en 2007, sino que esta­lla en ese año, sien­do su ges­ta­ción muy ante­rior en el tiempo.

De esta mane­ra, la pun­ta se con­fun­de con el con­jun­to del ice­berg, y la dimen­sión finan­cie­ra ocul­ta múl­ti­ples cri­sis, espa­cial­men­te la cri­sis per­pe­túa que aso­la a más de la mitad de la pobla­ción mun­dial, las mujeres.

Es inacep­ta­ble cons­ta­tar cómo los diag­nós­ti­cos sobre la cri­sis son abso­lu­ta­men­te cie­gos a la reali­dad de pre­ca­rie­dad, explo­ta­ción y subor­di­na­ción de las muje­res, y cómo las medi­das que se toman en base a estos diag­nós­ti­cos, en nin­gún caso estu­dian ni prio­ri­zan su impac­to sobre las muje­res. El resul­ta­do de todo ello es que nues­tra cri­sis no es “la cri­sis” y por tan­to las lógi­cas de domi­na­ción de acen­túan exponencialmente.

Espe­cial­men­te sig­ni­fi­ca­ti­va es la invi­si­bi­li­za­ción y el des­pre­cio del tra­ba­jo repro­duc­ti­vo y de cui­da­dos, bási­ca­men­te desa­rro­lla­do por muje­res, y cómo se está tra­tan­do en esta eta­pa de cri­sis. No nos enga­ñe­mos, la famo­sa eco­no­mía ‑real y finan­cie­ra- tam­bién es otra pun­ta del ice­berg, que se sos­tie­ne sobre un sis­te­ma de tra­ba­jo repro­duc­ti­vo sin el cual todo el sis­te­ma se ven­dría aba­jo. Así de cla­ro, las muje­res sos­te­ne­mos la vida y el pla­ne­ta, y el mer­ca­do y la eco­no­mía ofi­cial sólo pue­den exis­tir si exis­te un tra­ba­jo repro­duc­ti­vo, y éste, por supues­to, o es no remu­ne­ra­do o es pre­ca­rio. A pesar de ello, y en vez de dar valor a este tra­ba­jo, se le dis­cri­mi­na como si no fue­ra par­te de la cri­sis real. Así, se están toman­do deci­sio­nes que ahon­dan en esta lógi­ca. Es nece­sa­rio denun­ciar que con la excu­sa de la cri­sis y median­te los recor­tes de dere­chos, nos quie­ren ence­rrar de nue­vo en el hogar, en el hogar pro­pio y en el ajeno, y en una situa­ción cada vez más precaria.

La invi­si­bi­li­za­ción y el des­pre­cio del tra­ba­jo repro­duc­ti­vo y de cui­da­dos, bási­ca­men­te desa­rro­lla­do por muje­res, es espe­cial­men­te significativo

Prue­ba de esto son los recor­tes anun­cia­dos en la Ley de Depen­den­cia, una ley que ya fue del todo insu­fi­cien­te en su for­mu­la­ción, y que no solu­cio­nó, ni mucho menos, la cues­tión del reco­no­ci­mien­to social del tra­ba­jo de cui­da­dos ni de la corres­pon­sa­bi­li­dad ‑en muchos casos, per­pe­tuó a las muje­res en el tra­ba­jo domés­ti­co y pro­mo­cio­nó la pre­ca­ri­za­ción del empleo sumer­gi­do y sin dere­chos a tra­vés de la con­tra­ta­ción de muje­res migrantes‑, pero que al menos sacó a la luz públi­ca la reali­dad y la rele­van­cia de estos tra­ba­jos mayo­ri­ta­ria­men­te, como deci­mos, desa­rro­lla­dos por mujeres.

Pero en vez de mejo­rar la ley y de avan­zar en el reco­no­ci­mien­to de la explo­ta­ción y domi­na­ción his­tó­ri­ca de las muje­res, lo que plan­tea la dere­cha con la cri­sis es car­gar­se de un plu­ma­zo las tími­das medi­das toma­das. Ya nos lo anun­ció el PP hace unos meses: “La ley de depen­den­cia no es via­ble y se hará lo que se pue­da”. Y lo que se pue­da es recor­tar­la y eli­mi­nar dere­chos, pre­ca­ri­zan­do aún más su situa­ción, y refor­zan­do un sis­te­ma patriar­cal cada vez más con­ser­va­dor y repre­si­vo para con las mujeres.

De esta mane­ra, el gobierno de Rajoy nos ha anun­cia­do, pri­me­ro, que las CCAA tie­nen liber­tad para redu­cir como míni­mo un 15% la pres­ta­ción eco­nó­mi­ca a per­ci­bir, como si los 400 euros men­sua­les que se reci­bían de media fue­ran un exce­so inasu­mi­ble. Segun­do, que las per­so­nas cui­da­do­ras, muje­res la mayo­ría, ya no coti­za­rán a la Segu­ri­dad Social, sien­do de nue­vo un tra­ba­jo de segun­da; ter­ce­ro, las cui­da­do­ras debe­rán vivir con las per­so­nas depen­dien­tes para per­ci­bir las ayu­das: la mujer en casa y con la pata que­bra­da, que es don­de mejor está. Y cuar­to, como últi­ma des­fa­cha­tez, se aprue­ba que para resol­ver las soli­ci­tu­des y otor­gar las ayu­das, las admi­nis­tra­cio­nes ten­drán un pla­zo máxi­mo de dos años ‑fren­te a los 6 meses actua­les-. Han oído bien, dos años. Pare­ce una toma­du­ra de pelo, pero no lo es. Para los ban­cos, todo. Para la eco­no­mía pro­duc­ti­va, poco, pero algo. Para el tra­ba­jo de cui­da­dos, nada, para las muje­res, las lógi­cas patriar­ca­les más nauseabundas.

Con las medi­das de Rajoy las admi­nis­tra­cio­nes ten­drán un pla­zo de has­ta dos años para resol­ver las soli­ci­tu­des y otor­gar las ayudas,algo que pare­ce una toma­du­ra de pelo

Aun con ello, el gobierno tie­ne la des­ver­güen­za de afir­mar que este tipo de medi­das crea­rá más empleo, ya que las fami­lias, las muje­res mejor dicho, opta­rán por con­tra­tar estos ser­vi­cios. Lum­pen-empleo, por supuesto.

¿Pero no debe­rían ser las ins­ti­tu­cio­nes públi­cas quie­nes garan­ti­za­ran los dere­chos en situa­ción de depen­den­cia? Este es un ejem­plo más de cómo mien­tras hay res­ca­tes millo­na­rios para los cul­pa­bles, las per­so­nas ino­cen­tes vemos nues­tros dere­chos con­cul­ca­dos, pri­va­ti­zan­do la res­pon­sa­bi­li­dad públi­ca y aumen­tan­do la pesa­da mochi­la de pie­dras que las muje­res tene­mos que asu­mir hoy en día.

Bas­ta ya. Por ello hace­mos una lla­ma­da a la movi­li­za­ción, una lla­ma­da a que los sin­di­ca­tos, los par­ti­dos polí­ti­cos, las orga­ni­za­cio­nes socia­les a que se mani­fies­ten con fuer­za en con­tra de estos recor­tes. Es ver­gon­zo­so ver cómo la eter­na alian­za entre capi­ta­lis­mo y patriar­ca­do se agu­di­za aún más, man­te­nién­do­nos en cri­sis per­ma­nen­te median­te la dis­cri­mi­na­ción y la vio­len­cia como méto­do de con­trol de nues­tras cuer­pos, de nues­tras deci­sio­nes, de nues­tros deseos y nece­si­da­des, en defi­ni­ti­va, de nues­tras vidas. Nues­tras vidas pri­me­ro, no a los recor­tes de depen­den­cia, no al capi­ta­lis­mo, no al patriarcado.

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