“El con­cep­to de géne­ro se ha banalizado”

VIRGINIA VARGAS, MILITANTE FEMINISTA PERUANA
En una entre­vis­ta con Página/​12, Var­gas ana­li­za hacia dón­de debe­rían ir las agen­das femi­nis­tas en Lati­noa­mé­ri­ca, advier­te sobre la bana­li­za­ción del con­cep­to de géne­ro y se refie­re al impac­to de los fun­da­men­ta­lis­mos reli­gio­sos en la región.

Por Maria­na Carbajal/​Pági­na 12

“La vio­len­cia con­tra la natu­ra­le­za es un sím­bo­lo de la vio­len­cia con­tra las muje­res: es vio­la­da y mal­tra­ta­da. Tene­mos que con­si­de­rar a la natu­ra­le­za no como un recur­so sino como un bien con dere­chos. Cuan­do las femi­nis­tas habla­mos de nues­tro cuer­po como terri­to­rio y cuan­do habla­mos de la natu­ra­le­za como terri­to­rio, las seme­jan­zas son nota­bles”, afir­ma la soció­lo­ga perua­na Vir­gi­nia “Gina” Var­gas. Fun­da­do­ra del his­tó­ri­co Cen­tro de la Mujer Perua­na Flo­ra Tris­tán, Var­gas inte­gra el con­se­jo inter­na­cio­nal del Foro Social Mun­dial. En los últi­mos 30 años escri­bió amplia­men­te sobre demo­cra­cia, ciu­da­da­nía, el Esta­do y la glo­ba­li­za­ción des­de una pers­pec­ti­va femi­nis­ta. Muy lúci­da y com­ba­ti­va, encar­na y pro­mue­ve un femi­nis­mo abier­to, en diá­lo­go con otras fuer­zas de resis­ten­cia como los movi­mien­tos de pue­blos ori­gi­na­rios, cam­pe­si­nos y con­tra­rios a las polí­ti­cas extrac­ti­vas, pun­tual­men­te con­tra la mine­ría. En una entre­vis­ta con Página/​12, Var­gas ana­li­zó hacia dón­de debe­rían ir las agen­das femi­nis­tas en Lati­noa­mé­ri­ca, advir­tió sobre la bana­li­za­ción del con­cep­to de “géne­ro”, se refi­rió al impac­to de los fun­da­men­ta­lis­mos reli­gio­sos en la región y con­tó sobre la bata­lla que están libran­do comu­ni­da­des perua­nas con­tra la mine­ría, una lucha en la que ella está par­ti­cu­lar­men­te invo­lu­cra­da. “Si los femi­nis­mos en este momen­to en Amé­ri­ca lati­na no tie­nen una lucha abier­ta den­tro de su agen­da, como una dimen­sión prio­ri­ta­ria, con­tra el desa­rro­llo eco­nó­mi­co neo­li­be­ral, bus­can­do alter­na­ti­vas, no esta­mos yen­do muy lejos”, consideró.
Var­gas fue una de las expo­si­to­ras “estre­lla” del 12º Foro Inter­na­cio­nal de la Aso­cia­ción para los Dere­chos de la Mujer y el Desa­rro­llo (AWID), la mayor con­fe­ren­cia glo­bal femi­nis­ta de los últi­mos años, que se reali­zó duran­te cua­tro días en esta bellí­si­ma ciu­dad que tie­ne un pie en Euro­pa y otro en Asia, y en la que cin­co veces al día, des­de los alto­par­lan­tes de los mina­re­tes –de las tan­tí­si­mas mez­qui­tas que la pue­blan – , invi­tan a los musul­ma­nes a rezar. El Foro de AWID puso el eje en la nece­si­dad de incor­po­rar la dimen­sión eco­nó­mi­ca en las agen­das femi­nis­tas. Den­tro de la con­fe­ren­cia, Var­gas fue pane­lis­ta y a la vez aten­ta oyen­te del semi­na­rio sobre “Recon­cep­tua­li­za­ción del desa­rro­llo, explo­ra­ción de cons­truc­cio­nes alter­na­ti­vas en todo el glo­bo”. Dis­tin­tas voces, entre ellas la de Var­gas, des­me­nu­za­ron el con­cep­to de “desa­rro­llo” capi­ta­lis­ta, par­tien­do de la idea de que se tra­ta de un pro­ce­so polí­ti­ca­men­te cons­trui­do y, por tan­to, pue­de ser defi­ni­do, pen­sa­do y (re)formulado de dife­ren­tes mane­ras. En un alto de los deba­tes, dia­lo­gó con Página/​12.

Es la hora del almuer­zo. El sol bri­lla sobre el estua­rio del Cuerno de Oro, que desem­bo­ca en el Bós­fo­ro, fren­te al Cen­tro de Con­ven­cio­nes de Estam­bul, don­de más de dos mil muje­res de 140 paí­ses son par­te de un encuen­tro inter­na­cio­nal úni­co por la diver­si­dad de orí­ge­nes y las temá­ti­cas en dis­cu­sión. El sur glo­bal tie­ne amplia pre­sen­cia. De Lati­noa­mé­ri­ca hay unas 250 par­ti­ci­pan­tes. De la Argen­ti­na, alre­de­dor de una docena.

–¿Cómo debe rede­fi­nir­se la agen­da femi­nis­ta en Amé­ri­ca lati­na en este con­tex­to político?

–Creo que se está rede­fi­nien­do rápi­da y drás­ti­ca­men­te de muchas for­mas. No es que se hayan per­di­do nues­tras luchas his­tó­ri­cas: por el dere­cho al cuer­po como terri­to­rio, por la disi­den­cia sexual, por la jus­ti­cia. Sin embar­go, esta lucha cobra aho­ra otras dimen­sio­nes. El gra­ve pro­ble­ma que tene­mos es que el mode­lo neo­li­be­ral ha cua­ja­do no sola­men­te en aque­llos gobier­nos de dere­chas, a los que esta­mos acos­tum­bra­dos, sino tam­bién en aque­llos gobier­nos que dicen o pre­ten­den o tie­nen ganas de ser de izquier­das o pro­gre­sis­tas, por­que no han aban­do­na­do la lógi­ca extrac­ti­vis­ta, por decir una de las dimen­sio­nes más dra­má­ti­cas. Si los femi­nis­mos en los ’80 y en los ’90 per­te­ne­cían a un cier­to sec­tor social, en este momen­to, des­de fines del siglo pasa­do y lo que va de este, está enri­que­cién­do­se tre­men­da­men­te por la gran diver­si­dad de voces que no exis­tían antes con la fuer­za que exis­ten aho­ra, como los femi­nis­mos indí­ge­nas y los afro­la­ti­nos, que cues­tio­nan cla­ra­men­te algu­nas cate­go­rías nues­tras como el género.

–¿Qué plan­tean?

–Pri­me­ro hay que decir que el géne­ro se ha vuel­to un tér­mino tec­ni­fi­ca­do. El Ban­co Mun­dial lo usa como su caba­lli­to de bata­lla para asu­mir la pro­ble­má­ti­ca de muje­res; los minis­te­rios y las ins­ti­tu­cio­nes nues­tras lo usan como un tér­mino téc­ni­co apo­lí­ti­co. Pero están las otras crí­ti­cas de las femi­nis­tas negras que dicen que la for­ma en que noso­tros con­ce­bía­mos las diná­mi­cas de géne­ro bipo­la­res no ana­li­zan lo que son las for­mas de vida de ellas (ver aparte).

–¿Hay un resur­gi­mien­to de los fun­da­men­ta­lis­mos en Latinoamérica?

–Es dra­má­ti­co, por­que corres­pon­de tam­bién a una nue­va geo­po­lí­ti­ca del poder, como la for­ma en que los fun­da­men­ta­lis­mos isla­mis­tas han cre­ci­do en este pro­ce­so, inclu­so en lo que hemos lla­ma­do con tan­to entu­sias­mo como la “revo­lu­ción ára­be”. Las muje­res ára­bes con las que hemos esta­do en estos días en el Foro AWID decían: “Para noso­tros está empe­zan­do a ser el oto­ño ára­be, por­que todos los dere­chos gana­dos y las luchas nues­tras en las calles y en las pla­zas por ali­men­tar esta pri­ma­ve­ra están sien­do abso­lu­ta­men­te barri­dos”. Eso apa­ren­te­men­te pare­ce­ría como una reali­dad leja­na en Amé­ri­ca lati­na, pero no es así. No están los fun­da­men­ta­lis­tas islá­mi­cos, pero tene­mos a los fun­da­men­ta­lis­tas cató­li­cos que per­si­guen a los homo­se­xua­les por­que –sos­tie­nen– son des­via­dos, enfer­mos; y el dere­cho de las muje­res a deci­dir sobre su pro­pio cuer­po. El Opus Dei en mi país está meti­do en todos los sitios. El gran líder de la Igle­sia Cató­li­ca en Perú es capaz de decir que los dere­chos huma­nos son una gran coju­dez. En Amé­ri­ca lati­na lo que tene­mos es muy per­ver­so, por­que la Igle­sia actúa como poder fác­ti­co. Nadie eli­gió la Igle­sia. Es un poder pri­va­do. Sin embar­go, está abso­lu­ta­men­te meti­do en las deci­sio­nes polí­ti­cas de los países.

–¿Qué está suce­dien­do en Caja­mar­ca, en Perú, en la lucha por el agua?

–Perú es un país con pocos pro­ce­sos de indus­tria­li­za­ción, pero con una gran rique­za eco­ló­gi­ca y mine­ra, de oro, de cobre, de pla­ta. El oro está siem­pre bajo las lagu­nas, no sobre los cerros. Enton­ces las com­pa­ñías mine­ras que han esta­do antes en el depar­ta­men­to de Caja­mar­ca (a 800 kiló­me­tros al nor­des­te de la ciu­dad de Lima), y la fir­ma Yana­co­cha ha sido a sido la más des­truc­to­ra, han des­tro­za­do las lagu­nas y toda la eco­no­mía del lugar. Hay una nue­va pro­pues­ta de la mine­ra Con­ga, que es sucur­sal de Yana­co­cha. Y Con­ga se desa­rro­lla en un ojo de agua, que lle­na las lagu­nas de la zona. Pri­me­ro fue la lucha para que Con­ga no estu­vie­ra. “Con­ga no”, ha sido la con­sig­na. Pero en el momen­to en que el gobierno dijo “Con­ga va”, se movi­li­zó toda la gen­te para decir “No que­re­mos a Con­ga, pero sobre todo que­re­mos el agua”. El agua comen­zó a ser la con­sig­na fun­da­men­tal. Se hizo una mar­cha des­de todas las regio­nes del inte­rior del país has­ta Lima. Fue espec­ta­cu­lar por­que par­ti­ci­pó mucha gen­te joven, indí­ge­nas, cam­pe­si­nos, muchas muje­res, y tam­bién hubo muchí­si­ma soli­da­ri­dad des­de Lima de hom­bres y muje­res jóve­nes, y vie­jos también.

–¿Hay gru­pos femi­nis­tas en Perú que arti­cu­lan las deman­das por el medio ambiente?

–Cla­ro. Con­cre­ta­men­te, el femi­nis­mo des­de don­de yo me estoy movien­do, que es vario­pin­to. Los femi­nis­mos no son úni­cos, son plu­ra­les, pero toda esta ten­den­cia mayo­ri­ta­ria está com­pro­me­ti­da con esta lucha con­tra el extrac­ti­vis­mo, por la defen­sa de los bie­nes comu­nes de la natu­ra­le­za como bie­nes con dere­chos, con mucha rela­ción con otros movi­mien­tos. Si en paí­ses plu­ri­cul­tu­ra­les y mul­ti­ét­ni­cos esa carac­te­rís­ti­ca no tiñe a los movi­mien­tos, los movi­mien­tos están cojean­do de más de una pata.

“Se debe recu­pe­rar la lucha por la tierra”
“Una femi­nis­ta bra­si­le­ña, Sue­li Car­nei­ro, un día cuan­do está­ba­mos hablan­do me dijo: ‘Cuan­do uste­des dicen que están luchan­do para que las muje­res rom­pan el encie­rro domés­ti­co y sal­gan a lo públi­co, ¿de qué muje­res están hablan­do? Si noso­tras nun­ca estu­vi­mos ence­rra­das en la casa: fui­mos escla­vas, ama­man­ta­mos los hijos y las hijas de los patro­nes, fui­mos ven­de­do­ras ambu­lan­tes, pros­ti­tu­tas, fui­mos todo, menos estar ence­rra­das en la casa’. Y las femi­nis­tas indí­ge­nas dicen: ‘Uste­des no están con­tem­plan­do lo que son las rai­gam­bres cul­tu­ra­les de lo que son las cos­mo­vi­sio­nes de indí­ge­nas y andi­nas’. No es que una tire el géne­ro sino que se pone en la abso­lu­ta obli­ga­ción de recon­cep­tua­li­zar los pro­pios con­cep­tos con los cua­les está­ba­mos avanzando.”

–¿Hacia dón­de deben ir enton­ces las agen­das feministas?

–Si los femi­nis­mos en este momen­to en Amé­ri­ca lati­na no tie­nen una lucha abier­ta den­tro de su agen­da, como una dimen­sión prio­ri­ta­ria, con­tra este tipo de desa­rro­llo, bus­can­do alter­na­ti­vas, no esta­mos yen­do muy lejos. Tenien­do en cuen­ta que vie­ne ya la Con­fe­ren­cia Mun­dial de Río+20, se deben recu­pe­rar otras dimen­sio­nes de lucha, como es por “la sobe­ra­nía ali­men­ta­ria”, la lucha por la tie­rra y el terri­to­rio, que empie­zan a ser dimen­sio­nes cla­ve en las luchas femi­nis­tas, y por supues­to la lucha con­tra todos los inten­tos de los gobier­nos del Nor­te, pero tam­bién muchos del Sur, de pre­ten­der supe­rar la cri­sis crea­da por ellos con alter­na­ti­vas tales como el capi­ta­lis­mo ver­de, que pone pre­cio a la natu­ra­le­za, que liqui­da direc­ta­men­te los dere­chos de los pue­blos indí­ge­nas y de todas las per­so­nas en la socie­dad para vivir de acuer­do con lo que son sus pro­pias necesidades.

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