Mue­re len­ta­men­te quien se trans­for­ma en escla­vo- Mai­té Campillo

Se lo que es el amor, “señor Pre­si­den­te”, conoz­co a mi gen­te… Por eso sé que su lide­raz­go es repug­nan­te, tan­to como el sufri­mien­to que impone

Mue­re len­ta­men­te quien se trans­for­ma en escla­vo del hábi­to, repi­tien­do todos los días
los mis­mos tra­yec­tos, quien no cam­bia de mar­ca,
no arries­ga ves­tir un color nue­vo y no le habla a quien no conoce.

Oí voces que decían:

  • Petro­ni­la es boba, es boba Petronila…un cen­te­nar, o más de voces, todas decían lo mis­mo: es boba Petronila…

Petro­ni­la no era aje­na a ese coro de voces, hacién­do­la creer que la “bobe­ra” se había adue­ña­do de una par­te de ella, ocu­pan­do un peda­zo deter­mi­nan­te de la rue­da que bom­bea­ba y gira­ba sus sen­ti­mien­tos más pro­fun­dos, los de ella, tie­rra y mar aden­tro, los del filo y de la coli­na. Ah, Petro­ni­la, Petro­ni­la de cañón colo­ra­do y plu­ma sedo­sa y fina! Obser­va lo que te rodea, es bueno, es lin­do, ¿a qué espe­ras? cami­na Petro­ni­la, camina…

Una nube de pol­vo áspe­ra la impi­de ver­se a sí mis­ma, afe­rrán­do­se a su cuer­po como cami­sa de fuer­za mania­tán­do­la cla­va sus garras, se estre­me­ció por el rugir de la fie­ra. Miró hacia el infi­ni­to desean­do des­am­pa­ra­da que un tra­go de luz ali­via­ra su gar­gan­ta. Ahí está la res­pues­ta, salir, cami­nar a favor del vien­to. Corre Petro­ni­la, corre…

Las voces de la envi­dia, del indi­vi­dua­lis­mo y su des­pre­cio, cre­cen y se mul­ti­pli­can. Pero no es esa la vez exac­ta que Petro­ni­la oye, es otra más puta, crea­da por abu­sos de poder que con­for­man como huma­na tu cus­to­dia sabien­do que ella, te lle­va a la muer­te direc­ta: esa es su pro­tec­ción, que asien­tan como ley, la que te des­per­so­na­li­za, tor­tu­ra, humi­lla, lapida.

Gallos y galli­nas osten­tan­do botas, es la car­na­za en el poder inde­fi­ni­do la que te entre­ga mili­tar y civil­men­te bajo sus órde­nes. Petro­ni­la se sien­te des­pro­te­gi­da, mise­ra­ble, aguan­ta como pue­de la marea ante el des­pre­cio de gallos en el patio de buta­cas de galli­nas; la degra­da­ba, has­ta sen­tir­se mal con­si­go misma.

A Petro­ni­la la fal­ta­ba todo lo que había soña­do cuan­do de for­ma incons­cien­te lo había logra­do en la casa de sus padres, que fue­ron pun­tal de luz y armo­nía: el encuen­tro con poe­tas, músi­cos, ver cine, tea­tro, sen­tir cer­ca can­tau­to­res y cuen­te­ros, eso y más la fal­ta­ba. Ansia­ba las pala­bras como el tulli­do de sus pier­nas, como el ebrio vaso de su vino, como el cie­go en sus ojos la irra­dia­ción del arco iris; como el ham­brien­to recha­za el pla­to vacío y las fal­sas pro­me­sas, el tra­to sar­no­so, el des­pre­cio por ban­de­ra y la cama enlu­ta­da. Como esti­lli­ta llo­ra su des­ga­rro de la rama sóli­da sobre el tron­co, su des­flo­ra­ción social y el dolor de su alien­to sobre tie­rra y lluvia.

Al lla­ma­do de los duen­des y hari­ma­gua­das can­ta la cabra, can­ta una vez más entre espas­mos, fue­go y agua, una vez más al lla­ma­do por espa­cio infi­ni­to. Soñar abri­ga los cuer­pos y des­pe­re­za la gar­gan­ta, ellos están ahí, sin­gu­la­res per­so­na­jes que se nie­gan a des­apa­re­cer del baúl de las leyen­das de sue­ños legen­da­rios. Amar y soñar como deseo inalie­na­ble, hace­dor de mágia y encan­ta­mien­to: acto­res, com­pa­ñías, pue­blo que quie­re seguir soñan­do, apos­tan­do anhe­los de espe­ran­za y vol­ver una vez más a empren­der via­je a Ita­ca y Kan­chat­ka, reen­car­nar­se en sol como fuen­te de pri­ma­ve­ras don­de hier­va la san­gre a gri­tos de optimismo.

Por un ins­tan­te Petro­ni­la cerró los ojos, recor­dó la casa de sus padres, de cuan­do ella habría paso a los lati­dos de su cora­zón sin nece­si­dad de supli­car­la. Sobre el fon­do del mar un esce­na­rio, y sobre él un tapiz, en el que se podía ver con cla­ri­dad un her­mo­so valle; recuer­da de cuan­do la ino­cen­cia e irra­dia­ción juve­nil la hizo entrar a ojos cerra­dos sin medir con­se­cuen­cias. Era el amor encan­ta­do que se había apo­de­ra­do de Petro­ni­la, ani­dan­do en ella con ímpe­tu y desa­fío; entre­gó sin pre­gun­tar su mano, que­ría sen­tir a tra­vés de ella los fron­do­sos árbo­les. Empi­nó orgu­llo­sa el ries­go como aven­tu­ra pal­pi­tan­te, cre­yén­do­se pro­te­gi­da de aque­lla mano, esti­ró su cuer­po, sus sue­ños y fan­ta­sías para ubi­car­se en lo alto de la coli­na, era una estam­pa tan her­mo­sa y colo­ri­da que sin­tió la llu­via tibia de sus ojos. Apre­tó aque­lla mano que ins­tan­tá­nea­men­te asu­mió como par­te de su vida y empe­zó a reco­ger todas las cose­chas que había soña­do lle­na de feli­ci­dad a borbotones.

Petro­ni­la se estre­me­ce ante su pasa­do, le sien­te como una pesa­di­lla. No hizo nin­gún esfuer­zo, no impi­dió aquél mági­co momen­to que la hacía ver que una vez ella exis­tió, soñó, tuvo una fami­lia… Se secó las lágri­mas, la esco­cían sobre el humo de fue­go que revi­vía; el cuer­po de mujer la aban­do­na­ba como frac­cio­na­do en par­tí­cu­las, pero sus ojos, su mira­da era fuer­te como roble esbel­to, ins­pi­ra­da por esos sen­ti­mien­tos por un momen­to su mira­da era alti­va como los pinos altos de Mar­tí, como los ojos de la con­cien­cia sor­pren­di­da ante la visión del mons­truo que la iba mol­dean­do su com­pos­tu­ra. Sobre ese ABC ceni­cien­to, ver­tió por un segun­do todo lo que la dolía…

  • Petro­ni­la, qué luces, qué ves­ti­do es ese, dón­de estás bruja…

y como “caza­dor” ambi­cio­so, dijo: ahí te trai­go sie­te cha­que­tas, en un ade­mán se las tiró al piso y se enva­len­to­nó ajus­tán­do­se el pan­ta­lón a la cin­tu­ra. Petro­ni­la sin­tió el sabor amar­go más puro de la hiel, la pene­tró a fon­do como un puñal hirién­do­la un poco más aquél híga­do tan car­ga­do de heri­das; miró aque­lla pil­tra­fa con resig­na­ción: ¿cómo lle­var­le la con­tra­ria?, ¿cómo pre­gun­tar­le que de qué cha­que­tas habla­ba, y dón­de había pasa­do la noche?

El cuer­po de Petro­ni­la entró como en un ciclón atmos­fé­ri­co, la casa como ella se encon­tra­ba vacía, tris­te, sin respuesta…

El “señor” Matias alias Pene­que, esta­ba ebrio, sólo tenía pues­ta una cami­sa sobre su cuer­po, la cha­que­ta la había per­di­do y cre­yén­do­la encon­trar la “reco­gió” sie­te veces:

  • Te trai­go por una vez un rega­lo para tus hijos, no te ale­gras perra…El nihi­lis­mo enfer­mo, tomó auto­ri­dad, des­po­tis­mo; aquél mori­bun­do, dese­cho, “¡se había con­ver­ti­do en hom­bre!”… Con una fuer­za aplas­tan­te en atar­de­ce­res y noches: el nihi­lis­mo se hizo car­ne, con anti­faz de hom­bre. Empe­zó a for­jar­se en su nue­va anda­du­ra cada ama­ne­cer, cada noche al lado de aque­lla her­mo­sa cria­tu­ra. La casa cada vez más vacía, ya ni olor a hogar tenía, los vasos del brin­dis de rega­lo de novios vacíos, tris­tes. El nihi­lis­mo cerró ven­ta­nas, tran­có puer­ta, era la muerte.

Mue­re len­ta­men­te quien hace de la tele­vi­sión su gurú.
Mue­re len­ta­men­te quien evi­ta una pasión,
quien pre­fie­re el negro sobre blanco
y los pun­tos sobre las “íes” a un remo­lino de emociones,
jus­ta­men­te las que res­ca­tan el bri­llo de los ojos,
son­ri­sas de los bos­te­zos, cora­zo­nes a los tro­pie­zos y sentimientos.

  • Petro­ni­laaaaa… cami­na, vive, lucha!!!

La com­po­si­ción de nues­tros cuer­pos cuan­do se unen y aman for­man armo­nía y color, for­mas de ensue­ño y leyen­da, lazos de unión apre­ta­dos, sóli­dos, yo lo sé. Se que ese tipo de unión da como resul­ta­do pal­pa­ble gorrio­nes libres, ale­gres! Los sue­ños se com­par­ten, dan un color inten­so, nos fun­den uno en el otro has­ta sen­tir de por vida esa vibra­ción cóm­pli­ce de amor, y, aun­que la ciu­dad sea dor­mi­to­rio, casa y habi­ta­ción derro­chan encan­ta­mien­to, se con­vier­ten en algo mági­co y da igual que haya tor­men­ta exte­rior; la luz vibra entre ambos gra­cias a una afor­tu­na­da aso­cia­ción de colo­res puros y fun­di­dos como un len­gua­je pro­pio has­ta el bor­de de ideas y valo­res empu­jan­do la unión, mar­ca­dos por el buen humor y pasión, comu­ni­ca­ción a todas las horas en todo momen­to, noches ente­ras hablan­do en cual­quier rin­cón, lec­tu­ra de poe­sías por vie­jos cafés, des­cu­brir pue­blos, museos, tea­tros. La ale­gría que ema­na esa ima­gen la sigo dis­fru­tan­do; de ésta emble­má­ti­ca unión, sagra­da inquie­tud!, apa­sio­nan­te comu­ni­ca­ción que pene­tra en las vís­ce­ras idea­li­zan­do a quién así te ama entre cam­pas, árbo­les, o estre­chos calle­jo­nes, has­ta algún bal­cón cho­rrea agua can­sa­dos de tan­to amor bajo su ven­ta­na: horas hablan­do, soñan­do, idean­do sobre el mon­te Igel­do, Casa de Cam­po, Tem­plo de Debot, Alham­bra de Gra­na­da, Barrio de Albai­cín, sobre los valles y cos­ta del Can­tá­bri­co, Picos de Euro­pa, Piri­neos, Sie­rra Maes­tra, La Pam­pa, Chi­ché­nitzá, o Cola del Dia­blo. Los rin­co­nes lla­man al amor, invi­tan de mane­ra silen­cio­sa, y los cuer­pos se impli­can en todo a puro fue­go; entre mani­fes­ta­cio­nes y barri­ca­das, hacia el tra­ba­jo… Miles de besos se eter­ni­zan sin dejar de aca­ri­ciar manos, ojos, y la satis­fac­ción de tener un aman­te sen­si­ble, que te habla horas a los oídos para estre­me­cer­te. Cada día es nue­vo, úni­co, deter­mi­nan­te, apa­sio­na­do. Des­co­no­ce el abu­rri­mien­to, por­que la pri­me­ra hora de la maña­na anun­cia todo lo fres­co y nue­vo en esa mira­da que te quie­re, doy fe que amor y pasión pue­de mover mon­ta­ñas que per­mi­ten luchar y bus­car la for­ma de crear si no, no es amor. Sí, siem­pre hay que tener un pro­yec­to, un ideal con raíz, sóli­do, con con­ti­nui­dad. El vacío se sufre como una gra­ve enfer­me­dad, es un mal difí­cil de curar.

Mue­re len­ta­men­te quien no vol­tea la mesa cuan­do está infe­liz en el trabajo,
quien no arries­ga lo cier­to por lo incier­to para ir detrás de un sueño,
quien no se per­mi­te por lo menos
una vez en la vida, huir de los con­se­jos sensatos.

Mue­re len­ta­men­te quien no via­ja, quien no lee, quien no oye música,
quien no encuen­tra gra­cia en sí mismo.

Mue­re len­ta­men­te quien des­tru­ye su amor pro­pio, quien no se deja ayudar.

Y la ara­ña del tiem­po ten­dió sus hilos de pla­ta por cami­nos encan­ta­dos. Me aga­rro a un cabo de ellos, para seguir en la armo­nía de las fuer­zas coor­di­na­das que pre­va­le­cen en mi, en ellas hay ver­da­de­ros puños, vida e his­to­ria, no per­der el sopor­te de su fuer­za es un obje­ti­vo. Un puño de años nos carac­te­ri­zan, unen, cur­ten mi rela­ción y con­vi­ven­cia basa­da en la liber­tad de ambos, siem­pre dis­pues­ta a lle­gar a ella car­ga­da de flo­res sobre ese per­fil que soñé, supe ele­gir, y no quie­ro cam­biar por nada esa for­ma de vida, así avan­ce la edad ni por des­tino ni por azar esta­ré dis­pues­ta jamás. Seguir sin­tien­do en mis labios el sudor de pri­ma­ve­ras nue­vas, es mi opción, revol­car­me en mil colo­res, y cada péta­lo que se fil­tre en los poros tiña mis sue­ños y pro­yec­te mi mira­da en la ale­gría de las flo­res, fue­ra de las fron­te­ras de la ansie­dad de los sue­ños con­sue­lo de los que acep­tan las derro­tas como triun­fos, y las sába­nas esté­ri­les, secas, olvi­den el sudor de la autén­ti­ca pri­ma­ve­ra, siem­pre rabio­sa­men­te joven *La vida es dema­sia­do boni­ta para mal­gas­tar­la hacien­do siem­pre lo mis­mo, deten­te y míra­la, obser­va la natu­ra­le­za estás den­tro de ella, saber­se cui­dar: la ruti­na no intro­du­ce nue­vos estí­mu­los en la men­te, ya que no pro­du­ce endor­fi­nas, reír mucho y hacer el amor sí pro­du­ce. No per­der la espe­ran­za redu­ce el colesterol.

PD.

Se lo que es el amor, “señor Pre­si­den­te”, conoz­co a mi gente…

Por eso sé que su lide­raz­go es repug­nan­te, tan­to como el sufri­mien­to que impo­ne. Es una igno­mi­nia, por­que todo indi­vi­dua­lis­mo arrai­ga­do en un poder care­ce no solo de hon­ra­dez y de res­pe­to, sino que se basa y ali­men­ta de un abu­so des­pó­ti­co. Sus leyes de des­pre­cio cau­san gra­ves sufri­mien­tos, que­bran­ta el equi­li­brio, y los seres pade­cen las con­se­cuen­cias de su ideo­lo­gía des­pre­cia­ble. Sí, se lo que es el amor, como influ­ye en el com­por­ta­mien­to, como habla, mira, pien­sa, aumen­ta la irri­ga­ción san­guí­nea a todas las par­tes del cuer­po, es opti­mis­ta, trans­mi­te una sen­sa­ción de desa­fío a la enfer­me­dad y su derro­che en fár­ma­cos; anu­la las fron­te­ras de la edad regu­lan­do la pre­sión arte­rial, oxi­ge­na la san­gre aumen­tan­do la cali­dad de los gló­bu­los rojos y blan­cos, lin­fo­ci­tos, pla­que­tas. El amor aumen­ta el volu­men y la cali­dad de la ven­ti­la­ción pul­mo­nar, pre­vie­ne futu­ras enfer­me­da­des car­dio­vas­cu­la­res defen­dién­do­se del mar­ca­pa­sos como for­ma de vida. Todos sus órga­nos cuan­do se ena­mo­ran derri­ten una gela­ti­na a miel sua­ve mejo­ran­do la fun­ción diges­ti­va y se enfren­ta a con­ser­van­tes can­ce­rí­ge­nos y amo­nia­cos. Sen­tir amor, derre­tir­se en él, rela­ja el sis­te­ma ner­vio­so cen­tral y el vege­ta­ti­vo, y el enté­ri­co se enfren­ta inte­li­gen­te­men­te con­tra abu­so y des­pre­cio de Esta­do. Libe­ra en el orga­nis­mo endor­fi­nas, hor­mo­nas de la feli­ci­dad libe­ran­do adre­na­li­na, favo­re­ce la aten­ción, per­cep­ción y la acti­va­ción cuerpo/​mente en poten­cia huma­na des­que­bra­jan­do la tor­tu­ra y las rejas de la opre­sión; libe­ra a los seres de las maz­mo­rras y ayu­da a enfren­tar­se a las leyes que refuer­zan el soborno sobre la dig­ni­dad. Dis­mi­nu­ye el nivel de cor­ti­sol, toni­fi­ca el híga­do y el pán­creas mal­tra­ta­do por los des­pi­dos y fron­te­ras sin calo­rías que impi­den su pal­pi­tar natu­ral. Regu­la, como la risa, pre­dis­po­nien­do a favor el fun­cio­na­mien­to de las hor­mo­nas sexua­les poten­cian­do su cali­dad extre­ma en con­tra de la vio­la­ción y abu­sos sobre la mujer sean de her­ma­nos, padres, mari­dos, o sol­da­dos de las bases nor­te­ame­ri­ca­nas de la OTAN. Trans­for­ma los ges­tos en los seres en algo her­mo­so, bello, recep­ti­vo, capaz de impo­si­bles, esti­mu­lan­te, sen­ci­llo y a la vez sor­pren­den­te, exci­tan­te, invi­ta a vivir la vida a sor­bos, como el mejor cal­cio de hue­sos, bri­lla la piel de emo­ción, y la sen­si­bi­li­dad cul­mi­na metas impensables.

El amor es incon­fun­di­ble, tan incon­fun­di­ble como su opo­si­tor el odio al que des­ban­ca, y flo­re­ce la belle­za en lo más remo­to; lo irra­cio­nal no tie­ne lugar como el indi­vi­dua­lis­mo, espan­ta­do ante él huye cobar­de y se refu­gia en el odio al pró­ji­mo como ley capi­ta­lis­ta. La inse­gu­ri­dad que­da cubier­ta por bra­zos segu­ros y besos ardien­tes, mira­das de con­fian­za y alien­to fogo­so, la pala­bra toma fuer­za, y el sus­pi­ro es de sosie­go. Por eso su “cri­sis” lucha sumi­sa al gran capi­tal con­tra el amor de los seres, sus dere­chos y su libertad.

Y, es que amor y risa están reñi­dos con mise­ria y mar­gi­na­ción, son alia­dos de la feli­ci­dad, redu­cen aler­gias, res­fria­dos comu­nes, migra­ñas, no solo acti­va sin nece­si­dad de mar­cas comer­cia­les, si no que tam­bién poten­cia las defen­sas del orga­nis­mo de for­ma inte­gral con­tra sus armas masi­vas, esas que fue­ron a “con­quis­tar” con sus alia­dos a Iraq, y tam­bién es loco­mo­tor por­que for­ta­le­ce la mus­cu­la­tu­ra dia­frag­má­ti­ca y abdo­mi­nal ya que una per­so­na feliz ríe con ganas de feli­ci­dad y no de gue­rras y geno­ci­dios masi­vos don­de su Esta­do “demo­crá­ti­co”, el que nos obli­ga a asu­mir como nues­tro, es alia­do de los crí­me­nes de los EEUU sobre el pla­ne­ta. Toni­fi­ca múscu­los y des­blo­quea ten­sio­nes, ejer­ci­ta más de 400 múscu­los del cuerpo.

Ena­mo­rar­se es una espe­cie de rever­be­ra­ción o reso­nan­cia que acti­va nues­tros sis­te­mas bio­eléc­tri­cos y nos per­mi­te odiar su sis­te­ma de alie­na­ción “señor Pre­si­den­te”; el amor da bue­nos pen­sa­mien­tos, estí­mu­los sen­so­ria­les, todo lo con­tra­rio al odio que ejer­ci­tan los man­da­ta­rios del capi­ta­lis­mo e impe­ria­lis­mo: ¿Quién podría ser feliz sin luchar con todas sus fuer­zas e inge­nie­ría, cuan­do las des­gra­cias se suce­den y dis­pa­ran des­de el pro­pio gobierno? Ron­da sobre el capi­ta­lis­mo, sobre sus espal­das “señor Pre­si­den­te”, una masa oscu­ra, es el velo de la muer­te por la que sur­gen sobre la tie­rra espec­tros de poder abe­rran­tes. Y, el sol acer­ca sus alas al pueblo…

Hora de libe­rar­se, de unir­se al reto: con­tra el des­po­tis­mo finan­cie­ro, su ideo­lo­gía oli­gar­ca. Hora de lucha infa­ti­ga­ble por el autén­ti­co res­ca­te en todo el pla­ne­ta, el de la dig­ni­dad ver­da­de­ra. Me uno a ello, a todas las armas que ayu­den a triun­far, hora de apostar.

Mue­re len­ta­men­te, quien pasa los días que­ján­do­se de su mala suer­te o de la llu­via incesante.

Mue­re len­ta­men­te, quien abandonando
un pro­yec­to antes de ini­ciar­lo, no pre­gun­tan­do de un asunto
que des­co­no­ce o no res­pon­dien­do cuan­do le
inda­gan sobre algo que sabe.

Evi­te­mos la muer­te en sua­ves cuo­tas, recor­dan­do siem­pre que estar vivo exi­ge un esfuer­zo mucho mayor que el sim­ple hecho de respirar.

Sola­men­te la ardien­te pacien­cia hará que con­quis­te­mos una esplén­di­da felicidad.

Martha Medei­ros (Por­to Ale­gre, 1961, Brasil)

Mai­té Cam­pi­llo (actriz y direc­to­ra de teatro)

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