El ascen­so de la dere­cha popu­lis­ta radi­cal en Euro­pa: alar­mas y alarmismos

Car­men Gon­zá­lez Enríquez

Tema: El éxi­to de los par­ti­dos extre­mis­tas en las últi­mas elec­cio­nes pre­si­den­cia­les fran­ce­sas y en las par­la­men­ta­rias grie­gas ha cau­sa­do temor a un cam­bio en el esce­na­rio polí­ti­co euro­peo hacia el popu­lis­mo radical.

Resu­men: El éxi­to de los par­ti­dos extre­mis­tas en las últi­mas elec­cio­nes pre­si­den­cia­les fran­ce­sas y en las par­la­men­ta­rias grie­gas ha cau­sa­do temor a un cam­bio en el esce­na­rio polí­ti­co euro­peo hacia el popu­lis­mo radi­cal. Sin embar­go, la alar­ma pare­ce exa­ge­ra­da: en el con­jun­to del espa­cio euro­peo, en lo que va de siglo no se pro­du­ce un aumen­to del voto de extre­ma dere­cha, excep­to en el caso de los paí­ses nór­di­cos y de Sui­za. Nin­guno de estos par­ti­dos gobier­na y, en gene­ral, expre­san un voto de pro­tes­ta con­de­na­do a per­ma­ne­cer en minoría.

Aná­li­sis

Una pre­sen­cia consolidada

Des­de los años 90 se escu­chan alar­mas en Euro­pa Occi­den­tal res­pec­to al aumen­to del voto a par­ti­dos de extre­ma dere­cha, alar­ma que ha vuel­to a sonar a raíz de las últi­mas elec­cio­nes cele­bra­das en Fran­cia y en Gre­cia. En el caso de las elec­cio­nes pre­si­den­cia­les fran­ce­sas, el Fren­te Nacio­nal diri­gi­do aho­ra por Mari­ne Le Pen ha con­se­gui­do un 18% de los votos, el mejor resul­ta­do de su his­to­ria en una pri­me­ra vuel­ta de elec­cio­nes pre­si­den­cia­les. En Gre­cia, dos par­ti­dos de extre­ma dere­cha, los nacio­na­lis­tas de ANEL y los filo­na­zis de Auro­ra Dora­da han obte­ni­do en con­jun­to tam­bién el 18% de los votos y han con­se­gui­do por pri­me­ra vez pre­sen­cia en el Parlamento.

Sin embar­go, si se exa­mi­nan con pers­pec­ti­va los datos de Euro­pa Occi­den­tal des­de comien­zos de este siglo, se com­prue­ba que no esta­mos ante un nue­vo fenó­meno, sino ante la nor­ma­li­za­ción de la pre­sen­cia de estos par­ti­dos en los Par­la­men­tos, a don­de lle­ga­ron ya a comien­zos de este siglo o a fina­les del ante­rior. En varios casos, su peso elec­to­ral ha dis­mi­nui­do en las últi­mas elec­cio­nes, como en Bél­gi­ca, Dina­mar­ca y Sui­za. En otros paí­ses, como Espa­ña y Ale­ma­nia, esos par­ti­dos no tie­nen apo­yo elec­to­ral o, como mucho, que­dan rele­ga­dos a algún éxi­to local (es el caso de Pla­ta­for­ma per Cata­lun­ya). Sólo en Norue­ga y Fin­lan­dia se apre­cia un cla­ro aumen­to del voto a estos gru­pos, antes inexis­ten­tes o irre­le­van­tes en la vida política.

Tam­bién en varios paí­ses de Euro­pa del Este hay sig­nos de dis­mi­nu­ción del apo­yo al popu­lis­mo radi­cal, como en Eslo­va­quia, don­de el gru­po anti­li­be­ral del anti­guo pre­si­den­te de gobierno Vla­di­mir Meciar, el Par­ti­do del Pue­blo, ha obte­ni­do un 1% de los votos en las elec­cio­nes par­la­men­ta­rias de mar­zo de este año, y en Polo­nia, don­de el voto a par­ti­dos de este tipo ha pasa­do del 46% en 2005 al 30% en 2011. En cual­quier caso, en Euro­pa del Este resul­ta mucho más difí­cil estu­diar la evo­lu­ción del apo­yo al popu­lis­mo radi­cal por la ines­ta­bi­li­dad del con­jun­to de sus sis­te­mas de par­ti­dos. Así, por ejem­plo, en Hun­gría, el fuer­te apo­yo al par­ti­do Job­bik es en gran par­te la con­se­cuen­cia del cam­bio hacia el cen­tro del par­ti­do aho­ra en el gobierno, Fidesz, que reco­gía antes esos votos. Su éxi­to, por tan­to, no pue­de inter­pre­tar­se como un aumen­to de las posi­cio­nes de extre­ma dere­cha en el país sino como resul­ta­do del recha­zo a Fidesz de sus votan­tes más extre­mis­tas. La extre­ma dere­cha, como la extre­ma izquier­da, sólo pue­de iden­ti­fi­car­se en un entorno polí­ti­co en que los gran­des par­ti­dos cen­tra­les per­ma­ne­cen esta­bles, fie­les a sus idea­rios y sus for­mas de hacer polí­ti­ca. Cuan­do el cen­tro cam­bia con fre­cuen­cia, como ocu­rre en varios paí­ses de Euro­pa del Este, fal­ta el pun­to cen­tral con el que iden­ti­fi­car los extre­mos. Algo seme­jan­te ocu­rre en Ita­lia, con un sis­te­ma de par­ti­dos des­qui­cia­do des­de la ope­ra­ción Manos Limpias.

Por otra par­te, la expre­sión de los obser­va­do­res “extre­ma dere­cha” aco­ge en su inte­rior for­ma­cio­nes muy dife­ren­tes, algu­nas de las cua­les no se iden­ti­fi­can de nin­gu­na for­ma con esa eti­que­ta. Es muy dudo­so, por ejem­plo, que pue­da deno­mi­nar­se como extre­ma dere­cha a los par­ti­dos cuya prin­ci­pal seña de iden­ti­dad es la pre­ven­ción con­tra la inmi­gra­ción musul­ma­na, como era el caso de la lis­ta Pym For­tuin en los Paí­ses Bajos o la de su segui­dor Geert Wil­ders, del Par­ti­do por la Libertad.

Tabla 1. Por­cen­ta­je de voto obte­ni­do en las últi­mas elec­cio­nes parlamentarias

Par­ti­do Votos
Lis­ta Pym For­tuin y Par­ti­do por la Liber­tad (Geert Wil­ders (PVV) (Holan­da) 17% (2002); 6% (2006); 15% (2010, PVV)
Par­ti­do Libe­ral Austríaco 27% (1999); 10% (2002); 11% (2006); 17,5% (2008)
Blo­que Fla­men­co Belga 12% (24% en Flan­des) (2003); 12% (2007); 8% (2010, Vlaans Belang)
Par­ti­do Popu­lar Danés 12% (2001); 13% (2005); 14% (2007); 12% (2011)
Par­ti­do del Pro­gre­so Noruego 15% (2001); 22% (2005); 23% (2009)
Demó­cra­tas de Suecia 3% (2010); 6% (2010)
Autén­ti­cos Finlandeses 2% (2003); 4% (2007); 19% (2011)
Fren­te Nacio­nal (Fran­cia) [1] 17% (2002); 10% (2007); 18% (2012)
Par­ti­do Nacio­nal Británico 0,7% (2005); 2% (2010)
Par­ti­do del Pue­blo Suizo (23%)1999; 27% (2003); 29% (2007); 27% (2011)

Fuen­te: ela­bo­ra­ción pro­pia y http://​elec​tion​re​sour​ces​.org.

Nin­guno de estos par­ti­dos gobier­na en la actua­li­dad, ni siquie­ra en el caso sui­zo, en que fue­ron el par­ti­do más vota­do en las últi­mas elec­cio­nes. Con fre­cuen­cia los par­ti­dos tra­di­cio­na­les crean un “cor­dón sani­ta­rio” alre­de­dor de estos gru­pos, lo que impli­ca un acuer­do para mar­gi­nar­los de las tareas de res­pon­sa­bi­li­dad o de repre­sen­ta­ción en gobier­nos y par­la­men­tos. Por otra par­te, su carác­ter de par­ti­dos “mono­te­má­ti­cos” y de denun­cia mar­ca un techo elec­to­ral. Dicho de otra for­ma, sus votan­tes no espe­ran que ganen las elec­cio­nes y les votan para expre­sar su pro­tes­ta ante el sis­te­ma político.

En con­di­cio­nes nor­ma­les, los votan­tes eli­gen entre pro­gra­mas de gobierno que les pare­cen creí­bles, es decir, rea­li­za­bles, y los pro­gra­mas de los extre­mis­tas no entran en esta cate­go­ría. Pero en con­di­cio­nes excep­cio­na­les, como las que se viven hoy en algu­nos paí­ses de la UE, cuan­do el cen­tro de deci­sión se ale­ja de los gobier­nos nacio­na­les, muchos tie­nen la impre­sión de que da igual votar a la dere­cha o a la izquier­da tra­di­cio­na­les, por­que ambas aca­ba­rán eje­cu­tan­do polí­ti­cas pare­ci­das mar­ca­das por pode­res euro­peos o “del mer­ca­do”. En estas cir­cuns­tan­cias, la ten­ta­ción de votar a par­ti­dos de pro­tes­ta aumen­ta, no por­que los elec­to­res crean que pue­den gober­nar de otra for­ma, sino por­que asu­men que, voten lo que voten, las polí­ti­cas del gobierno serán pare­ci­das y, ante eso, deci­den uti­li­zar el voto para, al menos, mos­trar su protesta.

Pero, aun­que estos par­ti­dos parez­can con­de­na­dos a seguir en los már­ge­nes de la vida polí­ti­ca, su influen­cia en ella es impor­tan­te, sobre todo por­que intro­du­cen en la agen­da polí­ti­ca temas que los par­ti­dos tra­di­cio­na­les pre­fe­ri­rían rele­gar a espa­cios menos visi­bles, espe­cial­men­te todos los rela­cio­na­dos con la inmi­gra­ción, la inte­gra­ción de la pobla­ción musul­ma­na o la delincuencia.

La rela­ción entre inmi­gra­ción y extre­ma dere­cha: el ejem­plo griego

Exis­te un deba­te ya lar­go entre los espe­cia­lis­tas sobre la rela­ción entre la inmi­gra­ción y el voto a los par­ti­dos de extre­ma dere­cha, con resul­ta­dos ambi­guos y con­tra­dic­to­rios. La rela­ción no está cla­ra y no hay una res­pues­ta defi­ni­ti­va a la pre­gun­ta de cuán­ta inmi­gra­ción o qué tipo de inmi­gra­ción pro­du­ce el éxi­to elec­to­ral de los par­ti­dos que hacen de este tema su prin­ci­pal cam­po de bata­lla. Una con­clu­sión común de los estu­dios es que el efec­to de la inmi­gra­ción sobre la deci­sión del voto está media­da a su vez por muchos otros fac­to­res, algu­nos eco­nó­mi­cos –como el nivel de des­em­pleo o la fuer­za del Esta­do de bien­es­tar – , otros urba­nos –como la con­cen­tra­ción de inmi­gran­tes– y otros pura­men­te polí­ti­cos, como la capa­ci­dad de los líde­res tan­to de la extre­ma dere­cha como de los par­ti­dos mayo­ri­ta­rios. De todos estos fac­to­res, el del des­em­pleo es el de impac­to más evi­den­te.[2] El voto a la extre­ma dere­cha sue­le aumen­tar allí don­de el cre­ci­mien­to de la inmi­gra­ción se com­bi­na con el del des­em­pleo. Los para­dos que ven a los inmi­gran­tes como com­pe­ti­do­res en el acce­so a un pues­to de tra­ba­jo son pro­cli­ves a apo­yar a un par­ti­do que pro­me­ta aca­bar con la inmi­gra­ción o reducirla.

En este esque­ma, la inmi­gra­ción irre­gu­lar jue­ga un papel pecu­liar: aun­que el núme­ro de entra­das de inmi­gran­tes irre­gu­la­res es nor­mal­men­te peque­ño en com­pa­ra­ción con el de la inmi­gra­ción ya asen­ta­da, el hecho de que el Esta­do no sea capaz de evi­tar nue­vas lle­ga­das de irre­gu­la­res pro­vo­ca una alar­ma impor­tan­te y crea la impre­sión de que el aumen­to de la inmi­gra­ción es impa­ra­ble. Por este moti­vo, las noti­cias sobre la deten­ción de inmi­gran­tes irre­gu­la­res en la fron­te­ra entre Gre­cia y Tur­quía, y la lle­ga­da a Fran­cia des­de Ita­lia de un tren con inmi­gran­tes tune­ci­nos semi-lega­li­za­dos por el gobierno de Ber­lus­co­ni en 2011, tie­nen un efec­to muy nega­ti­vo sobre la opi­nión pública.

En el caso de Gre­cia, los hechos pare­cen mos­trar que la inmi­gra­ción sólo se ha con­ver­ti­do en un tema impor­tan­te del deba­te polí­ti­co a cau­sa de la cri­sis eco­nó­mi­ca, de la inter­ven­ción exte­rior y de los recor­tes en su gas­to públi­co, que han pro­vo­ca­do una caí­da del nivel de vida de los grie­gos cer­ca­na al 40%. La inmi­gra­ción no ocu­pa­ba un lugar rele­van­te en la agen­da polí­ti­ca ni en los deba­tes públi­cos antes de que esta cri­sis se mani­fes­ta­ra en 2010.[3] En el perío­do ante­rior, tan­to los par­ti­dos polí­ti­cos como la mayo­ría de la pobla­ción com­par­tían su recha­zo hacia la inmi­gra­ción y su desin­te­rés en regu­lar­la, una acti­tud rela­cio­na­da con el nacio­na­lis­mo iden­ti­ta­rio grie­go y con el temor a ver­se afec­ta­dos por la ola de inse­gu­ri­dad que batió los Bal­ca­nes en los años 90. Hay que recor­dar que los alba­ne­ses for­man el mayor gru­po de inmi­gran­tes en Gre­cia. Es cier­to que ya exis­tía un par­ti­do racis­ta, LAOS, pero su atrac­ti­vo elec­to­ral era muy bajo (3% de los votos en las elec­cio­nes de 2007) y su racis­mo esta­ba diri­gi­do ori­gi­nal­men­te con­tra los judíos, aun­que se haya exten­di­do des­pués a los inmi­gran­tes. En este perío­do, des­de las elec­cio­nes de 2007 has­ta las recien­tes de 2012, el núme­ro total de inmi­gran­tes ha aumen­ta­do muy lige­ra­men­te y, de hecho, las cifras mues­tran que la pobla­ción inmi­gran­te en Gre­cia está dis­mi­nu­yen­do a con­se­cuen­cia de la cri­sis eco­nó­mi­ca. Sin embar­go, la inmi­gra­ción irre­gu­lar ha aumen­ta­do mucho su visi­bi­li­dad en las calles de las ciu­da­des griegas.

La fron­te­ra grie­ga con Tur­quía, mar­ca­da por el río Evros, se ha con­ver­ti­do en los últi­mos años en el prin­ci­pal pun­to de entra­da de inmi­gra­ción irre­gu­lar a la UE y al espa­cio Schen­gen; en ella se pro­du­cen actual­men­te el 80% de todas las deten­cio­nes de inmi­gran­tes irre­gu­la­res en las fron­te­ras terres­tres exte­rio­res de la UE. En 2011, según los datos que publi­ca la Agen­cia Euro­pa de Fron­te­ras (FRONTEX), 54.340 inmi­gran­tes irre­gu­la­res fue­ron aprehen­di­dos en esa fron­te­ra, un 14% más que el año ante­rior. Se tra­ta sobre todo de afga­nos, paquis­ta­níes, ban­gla­de­sís, arge­li­nos y marro­quíes, cuyo des­tino final rara­men­te es Gre­cia sino otros paí­ses euro­peos con mejo­res opor­tu­ni­da­des o con comu­ni­da­des de su mis­mo ori­gen nacio­nal. Sin embar­go, el hecho de que Gre­cia no ten­ga fron­te­ra terres­tre con nin­gún país del gru­po Schen­gen difi­cul­ta extra­or­di­na­ria­men­te su sali­da del terri­to­rio grie­go y muchos inmi­gran­tes irre­gu­la­res que­dan atra­pa­dos en el país, sin tra­ba­jo y sin medios de vida, duran­te años. Su situa­ción de extre­ma debi­li­dad los con­vier­te en pre­sa fácil para todo tipo de gru­pos delic­ti­vos ya sean los dedi­ca­dos a la pros­ti­tu­ción, al trá­fi­co de dro­gas o a la explo­ta­ción labo­ral en la agri­cul­tu­ra.[4] Por otra par­te, su situa­ción de des­em­pleo y haci­na­mien­to en vivien­das com­par­ti­das los hace más visi­bles en las calles y espa­cios públi­cos, crean­do la impre­sión de que son muchos más que en el pasa­do. Son estos inmi­gran­tes, que viven al bor­de de la mise­ria, los que han sido ata­ca­dos en varias oca­sio­nes por ban­das vio­len­tas de jóve­nes de extre­ma dere­cha en Atenas.

El gobierno grie­go ha pedi­do ayu­da de la UE para fre­nar la lle­ga­da de inmi­gran­tes irre­gu­la­res des­de Tur­quía y ha reci­bi­do una misión de 200 agen­tes movi­li­za­dos por FRONTEX en la ope­ra­ción RABIT, lue­go con­ti­nua­da en la POSEIDON; no ha con­se­gui­do, sin embar­go, apo­yo polí­ti­co ni eco­nó­mi­co para su plan de cons­truir un muro, de unos 12 Km. de lon­gi­tud, en la fron­te­ra con Tur­quía en la zona de Tra­cia, en un área espe­cial­men­te permea­ble al cru­ce irre­gu­lar. La pro­pues­ta grie­ga ha sido cri­ti­ca­da por la Comi­sión Euro­pea como “solu­ción tem­po­ral” y ha nega­do cual­quier posi­bi­li­dad de finan­ciar­la. Por otra par­te, muchos de los que aho­ra entran en Gre­cia des­de Tur­quía piden asi­lo y el muro haría impo­si­ble que pre­sen­ta­ran su soli­ci­tud, razón por la que las orga­ni­za­cio­nes de defen­sa de los dere­chos huma­nos se han opues­to a la construcción.

Des­de la pers­pec­ti­va de los demás Esta­dos miem­bros de la UE, la situa­ción de la fron­te­ra gre­co-tur­ca es una ame­na­za para el espa­cio Schen­gen. Gre­cia no cum­ple sus obli­ga­cio­nes en mate­ria de asi­lo, sus cen­tros de deten­ción de inmi­gran­tes irre­gu­la­res no alcan­zan los están­da­res míni­mos de habi­ta­bi­li­dad y res­pe­to a los dere­chos de los inter­nos y todo ello hace que los demás Esta­dos del espa­cio Schen­gen se encuen­tren con difi­cul­ta­des lega­les para reen­viar de vuel­ta a Gre­cia, como pres­cri­ben las nor­mas euro­peas, a los inmi­gran­tes irre­gu­la­res que detec­tan en su sue­lo y que entra­ron en la UE a tra­vés de ella. En el caso del Rei­no Uni­do, Dina­mar­ca y Sue­cia, las auto­ri­da­des han deci­di­do dete­ner del todo las devo­lu­cio­nes a Gre­cia de estos inmigrantes.

Todo esto ocu­rre en un con­tex­to de gra­ve dete­rio­ro de las con­di­cio­nes de vida de la pobla­ción grie­ga en los últi­mos tres años. Si ya mucho antes de la cri­sis eco­nó­mi­ca, Gre­cia era el país más con­tra­rio a la inmi­gra­ción en la UE, con un gobierno que nun­ca ha desa­rro­lla­do una polí­ti­ca cohe­ren­te de inmi­gra­ción, este dete­rio­ro actual del nivel de vida ha pro­du­ci­do un aumen­to nota­ble del recha­zo a la inmi­gra­ción, que se encuen­tra aho­ra muy por enci­ma de la media europea.

Tabla 2. ¿La inmi­gra­ción hace del país un lugar mejor o peor para vivir? (por­cen­ta­je que con­tes­ta que la inmi­gra­ción empeo­ra la cali­dad de vida en el país)

2004 2008 2010
Gre­cia 64 65 75
Euro­pa 37 36 40

Fuen­te: ela­bo­ra­ción pro­pia y Encues­ta Social Europea.

Tabla 3. ¿Deben admi­tir­se inmi­gran­tes de paí­ses más pobres de fue­ra de la UE…. Muchos, bas­tan­tes, pocos o nin­guno? (por­cen­ta­je que con­tes­ta que no debe admi­tir­se a “nin­guno”)

2004 2008 2010
Gre­cia 27 35 43
Euro­pa 18 20 20

Fuen­te: ela­bo­ra­ción pro­pia y Encues­ta Social Europea.

Los inmi­gran­tes pare­cen haber­se con­ver­ti­do en el chi­vo expia­to­rio del males­tar de una pobla­ción que no ve una luz al final del túnel, ni den­tro ni fue­ra del euro, y que ha per­di­do la con­fian­za en las ins­ti­tu­cio­nes polí­ti­cas y en los par­ti­dos polí­ti­cos que han gober­na­do en las últi­mas déca­das. Cul­par a los inmi­gran­tes de todos los males es un fácil recur­so psi­co­ló­gi­co para ale­jar la res­pon­sa­bi­li­dad de los pro­pios erro­res, exce­sos, corrup­te­las y corrup­cio­nes que han con­du­ci­do a Gre­cia a la situa­ción actual y, sobre todo, es fácil y gra­tui­to por­que los inmi­gran­tes están inde­fen­sos ante este ataque.

Con­clu­sión: La extre­ma dere­cha ya se asen­tó en los par­la­men­tos de Euro­pa Occi­den­tal en los años 90 y a comien­zos de este siglo y, en líneas gene­ra­les, en los últi­mos años su pre­sen­cia se ha nor­ma­li­za­do. No se tra­ta, por tan­to de un fenó­meno nue­vo. En algu­nos paí­ses ha aumen­ta­do su pre­sen­cia, en otros ha dis­mi­nui­do, pero sigue con­de­na­da a per­ma­ne­cer en mino­ría y que­dar fue­ra de los gobier­nos. Por su esti­lo y su pro­gra­ma limi­ta­do a pocos temas, reco­ge un voto de pro­tes­ta que sir­ve a los elec­to­res para expre­sar su dis­gus­to más que para inten­tar con­se­guir gobier­nos con otras polí­ti­cas. Esto no impli­ca que carez­ca de influen­cia: su pre­sen­cia ha alte­ra­do el dis­cur­so de los gran­des par­ti­dos tra­di­cio­na­les, que aho­ra se ven obli­ga­dos a tener en cuen­ta las opi­nio­nes de los que se iden­ti­fi­can con estos grupos.

El aumen­to del voto a la extre­ma dere­cha en las últi­mas elec­cio­nes cele­bra­das en Euro­pa no está rela­cio­na­do con la inmi­gra­ción sino con el mie­do a la pér­di­da de un modo de vida ame­na­za­do por la glo­ba­li­za­ción, en el caso de Fran­cia, o con los sacri­fi­cios eco­nó­mi­cos de los que se res­pon­sa­bi­li­za a agen­tes exter­nos, en el caso de Gre­cia. Tan­to en Fran­cia como en Gre­cia los líde­res polí­ti­cos han uti­li­za­do la inmi­gra­ción como arma elec­to­ral ante su difi­cul­tad para pre­sen­tar pro­pues­tas creí­bles y fac­ti­bles que cal­men el males­tar y el temor. Tam­po­co pue­de acha­car­se a la inte­gra­ción euro­pea el cre­ci­mien­to del apo­yo al popu­lis­mo nacio­na­lis­ta: los dos paí­ses don­de este apo­yo es más alto, Sui­za y Norue­ga, están fue­ra de la Unión. El cre­ci­mien­to del popu­lis­mo radi­cal pare­ce res­pon­der más bien al recha­zo a las trans­for­ma­cio­nes socia­les que la glo­ba­li­za­ción está cau­san­do en el mun­do ente­ro: ahí está el pode­ro­so Tea Party de EEUU como ejem­plo de reacción.

Por últi­mo, con­vie­ne notar que tam­bién el voto a la extre­ma izquier­da ha aumen­ta­do en las últi­mas elec­cio­nes en Fran­cia y en Gre­cia. Lo que ambos extre­mos com­par­ten es su recha­zo a la glo­ba­li­za­ción, al poder de los mer­ca­dos finan­cie­ros inter­na­cio­na­les y a las ins­ti­tu­cio­nes euro­peas, y expre­san de dife­ren­tes modos la frus­tra­ción de la pobla­ción ante la cri­sis. Pero, en defi­ni­ti­va, el cre­ci­mien­to de ambos extre­mos per­mi­te al cen­tro seguir ocu­pan­do su mis­mo lugar, lo que supo­ne una bue­na noti­cia para los gran­des par­ti­dos tradicionales.

Car­men Gon­zá­lez Enríquez
Inves­ti­ga­do­ra prin­ci­pal de Demo­gra­fía, Pobla­ción y Migra­cio­nes Inter­na­cio­na­les, Real Ins­ti­tu­to Elcano


[1] Por­cen­ta­je de voto obte­ni­do en la pri­me­ra vuel­ta de las elec­cio­nes pre­si­den­cia­les.

[2] Sobre este tema pue­de ver­se Cas Mud­de (2012), “The Rela­tionship Bet­ween Immi­gra­tion and Nati­vism in Euro­pe and North Ame­ri­ca”, Migra­tion Policy Ins­ti­tu­te; Matt Gol­der (2003), “Explai­ning Varia­tion in the Suc­cess of Extre­me Right Par­ties in Wes­tern Euro­pe”, Com­pa­ra­ti­ve Poli­ti­cal Stu­dies, vol. 36, nº 4, mayo, pp. 432 – 466; y M. Lub­bers, M. Gijs­berts y P. Schee­pers (2002), “Extre­me Right-wing Voting in Wes­tern Euro­pe”, Euro­pean Jour­nal of Poli­ti­cal Research, nº 41, pp. 345 – 378.

[3] Anna Trian­dafy­lli­dou (2009), Greek Immi­gra­tion Policy at the Turn of the 21st Cen­tury. Lack of Poli­ti­cal Will or Pur­po­se­ful Mis­ma­na­ge­ment?, Euro­pean Jour­nal of Migra­tion and Law, vol. 11, nº 2, pp. 159 – 178.

[4] Tha­nos Marou­kis, “Migra­tion and the Cri­sis in Greek Society: The Para­me­ters of a Coor­di­na­ted Depar­tu­re”, http://​www​.elia​mep​.gr/​w​p​-​c​o​n​t​e​n​t​/​u​p​l​o​a​d​s​/​2​0​1​2​/​0​1​/​t​h​a​n​o​s​.​pdf.

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