Rein­ter­pre­tan­do la Pri­ma­ve­ra Ára­be- Manuel Navarrete

Ses­go analítico

Si hay algo que la izquier­da debe­ría tener meri­dia­na­men­te cla­ro es que los medios de comu­ni­ca­ción son mul­ti­na­cio­na­les y, en con­se­cuen­cia, cons­tru­yen sus noti­cias en fun­ción de los intere­ses de las multinacionales.

Sor­pren­de, por tan­to, ver que para muchos auto­con­si­de­ra­dos anti­ca­pi­ta­lis­tas las revuel­tas en los paí­ses ára­bes serían, al igual que para la pren­sa o la tele­vi­sión bur­gue­sas, “con­cen­tra­cio­nes pací­fi­cas” de “indig­na­dos” con­vo­ca­das por “face­book o twit­ter” en con­tra de “dic­ta­do­res popu­lis­tas” y en pos de ins­tau­rar una “demo­cra­cia” burguesa.

Una visión tan tre­men­da­men­te ses­ga­da (y anti­mar­xis­ta) sólo pue­de pro­ve­nir de la mis­ma inge­nua auto­com­pla­cen­cia que lle­va a muchos al frí­vo­lo paci­fis­mo, a tra­tar de con­ven­cer a la poli­cía de nues­tra inma­cu­la­da bene­vo­len­cia, a idea­li­zar la mani­fes­ta­ción (con­ver­ti­da en un paseo fol­cló­ri­co y guay más pro­pio de Car­linhos Brown que de obre­ros real­men­te preo­cu­pa­dos por su dra­má­ti­ca situa­ción) como el úni­co méto­do de lucha posible.

¿El úni­co? No. Tam­bién está el cir­co elec­to­ral, al que muchas capi­llas tra­tan de pre­sen­tar­se. Y todo ello en un momen­to en el que, pre­ci­sa­men­te, las masas empie­zan a com­pren­der que “lo lla­man demo­cra­cia y no lo es”, que “no nos repre­sen­tan” y que, en suma, votar qué par­ti­do te macha­ca­rá des­de el par­la­men­to no es demo­cra­cia. Olvi­dan­do, por tan­to, el papel que debe tener una orga­ni­za­ción de van­guar­dia. Retra­san­do el nivel de con­cien­cia de las masas. Refor­zan­do su alie­na­ción polí­ti­ca y sus ilu­sio­nes democrático-burguesas.

Cau­sas profundas

Tal vez por­que todo está inter­re­la­cio­na­do, cla­ri­fi­car lo acae­ci­do en el mun­do ára­be pue­de ayu­dar­nos a mejo­rar nues­tro diag­nós­ti­co sobre las tareas pen­dien­tes aquí, en la metró­po­li del impe­rio. Y es que, des­de una pers­pec­ti­va mar­xis­ta (o sim­ple­men­te seria) las raí­ces de las revuel­tas ára­bes no deben bus­car­se en la esca­sa “divi­sión de pode­res” o en las imper­fec­tas “Cons­ti­tu­cio­nes” de esos paí­ses, sino en la depen­den­cia eco­nó­mi­ca y finan­cie­ra de esos paí­ses, el enor­me endeu­da­mien­to inmo­bi­lia­rio de los hoga­res, la geo­po­lí­ti­ca de los hidro­car­bu­ros y el inter­ven­cio­nis­mo de los dis­tin­tos blo­ques imperialistas.

No esta­mos ante movi­mien­tos “espon­tá­neos”, sino ante diná­mi­cas popu­la­res de lar­ga dura­ción, que hun­den sus raí­ces en las Revuel­tas del Pan de los años 70 y 80, que fue­ron pro­vo­ca­das por los pro­gra­mas de ajus­te estruc­tu­ral o, por emplear la nomen­kla­tu­ra actual, por los “pla­nes de aus­te­ri­dad” del FMI.

A fina­les de 2010 se vol­vió a pro­du­cir un repun­te his­tó­ri­co de los pre­cios mun­dia­les de los pro­duc­tos ali­men­ti­cios. Esta fue la chis­pa que hacía fal­ta para des­en­ca­de­nar el pro­ce­so. Pero si las cau­sas no son las que nos decía la tele, tam­po­co lo fue­ron los méto­dos. El sabo­ta­je, el blo­queo de carre­te­ras, la huel­ga y el enfren­ta­mien­to direc­to con las fuer­zas del orden fue­ron la ver­da­de­ra cara de la pri­ma­ve­ra ára­be, más allá de paci­fis­mos idea­li­za­dos que olvi­dan que si el gol­pe lo reci­bes sola­men­te tú, la vio­len­cia no des­apa­re­ce sino que per­pe­túa la injus­ti­cia, y que la India pos­te­rior a Gandhi siguió y sigue sien­do una socie­dad de castas.

Ade­más, la olea­da huel­guís­ti­ca en Egip­to, por ejem­plo, se desa­rro­lló con­tra la volun­tad de la Fede­ra­ción Nacio­nal de Sin­di­ca­tos Egip­cios, que repre­sen­ta algo simi­lar a las CC OO y UGT del Esta­do espa­ñol. En Túnez suce­dió casi exac­ta­men­te igual: las huel­gas fue­ron pro­mo­vi­das por los tra­ba­ja­do­res, total­men­te al mar­gen de la Unión Gene­ral de Tra­ba­ja­do­res Tune­ci­nos, que las recha­zó explí­ci­ta­men­te. Lo mis­mo podría decir­se en el caso de Arge­lia: la Unión Gene­ral de Tra­ba­ja­do­res Arge­li­nos era con­ci­lia­do­ra y opues­ta a las movi­li­za­cio­nes. Esto es algo de lo que muchos auto­de­no­mi­na­dos anti­ca­pi­ta­lis­tas, con su insis­ten­cia en seguir den­tro de los sin­di­ca­tos del régi­men (CC OO y UGT) para “cam­biar­los des­de den­tro”, debe­rían aprender.

Caren­cias organizativas

La pri­ma­ve­ra ára­be ha care­ci­do de líde­res o acto­res polí­ti­cos cla­ros. Nada más fácil de idea­li­zar para un sec­tor inge­nuo del Movi­mien­to 15‑M. Sin embar­go, ha sido esa caren­cia de estruc­tu­ras cla­ras que fun­cio­na­ran como el ger­men de un nue­vo Poder Popu­lar el que ha hecho nau­fra­gar los pro­ce­sos. Inclu­so en aque­llos casos en los que los gobier­nos han sido tum­ba­dos, como en Túnez y Egip­to, ha sido impo­si­ble evi­tar que la gober­nan­za sea con­quis­ta­da por hom­bres de nego­cios que aho­ra se repar­ten los car­gos en los minis­te­rios y ace­le­ran las privatizaciones.

Las revuel­tas han ata­ca­do la par­te visi­ble de los sis­te­mas polí­ti­cos, como por ejem­plo las fami­lias en el poder. Pero no han arre­me­ti­do con­tra el entra­ma­do de dis­po­si­ti­vos de rapi­ña eco­nó­mi­ca teji­do por esas y otras fami­lias. De este modo, las legí­ti­mas revuel­tas popu­la­res pare­cen haber sido derro­ta­das, al ser apro­ve­cha­das por una oli­gar­quía que, ade­más, ha agra­va­do las divi­sio­nes con­fe­sio­na­les y etno-cul­tu­ra­les exis­ten­tes, apar­te de acor­dar con el impe­ria­lis­mo la segu­ri­dad de las inver­sio­nes extran­je­ras y la de Israel, así como el con­trol de la emi­gra­ción o las pri­va­ti­za­cio­nes desea­das por las multinacionales.

Vis­to esto, y a des­pe­cho de mucho indig­na­do, nadie serio pue­de decir que la ausen­cia de acto­res polí­ti­cos cla­ros y de lide­raz­gos ha sido posi­ti­va en pos de la con­se­cu­ción de los obje­ti­vos de estos movimientos.

Mani­pu­la­cio­nes imperialistas

Tam­bién habría que hablar de Bah­réin, cuyo levan­ta­mien­to fue sofo­ca­do por una inter­ven­ción mili­tar sau­dí, sin reci­bir la menor soli­da­ri­dad por par­te de una pro­gre­sía euro­pea (y, lo que es peor, a menu­do euro­peís­ta) que, tal vez, espe­ra­ba a que la tele le avi­sa­ra de que debía con­de­nar estos actos per­pe­tra­dos por un país ami­go del rey y de las petroleras.

Pero, sin embar­go, el pun­to más polé­mi­co de este asun­to ata­ñe a lo acae­ci­do en Libia y Siria. Comien­zan aquí las curio­si­da­des. A dife­ren­cia de lo suce­di­do en Túnez, Egip­to, Arge­lia, Marrue­cos o Bah­rein, los gobier­nos de los paí­ses impe­ria­lis­tas sí se han pro­nun­cia­do inme­dia­ta­men­te para apo­yar a los “rebel­des” libios y sirios. Otro dato sig­ni­fi­ca­ti­vo es que, a dife­ren­cia de en el res­to de paí­ses, en Libia y Siria el movi­mien­to obre­ro no ha teni­do nin­gún pro­ta­go­nis­mo en esta revuel­ta (los comu­nis­tas sirios, direc­ta­men­te, han adver­ti­do de una ope­ra­ción orga­ni­za­da des­de el exte­rior y simi­lar a la de Libia).

San­tia­go Alba Rico nos ha recor­da­do que no debe­mos sim­pli­fi­car las cosas hacien­do, auto­má­ti­ca­men­te, lo con­tra­rio de lo que hagan nues­tros gobier­nos o medios de comu­ni­ca­ción. Y es cier­to. Sin embar­go, tam­po­co debe­mos caer en los siguien­tes peligros:

  1. El orien­ta­lis­mo de creer que todo lo que ocu­rra en todos los paí­ses ára­bes va a ser exac­ta­men­te lo mis­mo, ana­li­zan­do reali­da­des tan com­ple­jas como una sim­ple unidad.
  2. El error de con­si­de­rar que los pro­ce­sos son sim­ples, es decir, que no pue­den tener fases suce­si­vas en las que se modi­fi­quen sus acto­res o su carác­ter de clase.

Este segun­do error es par­ti­cu­lar­men­te preo­cu­pan­te, por­que impo­si­bi­li­ta enten­der lo acae­ci­do. Y es que el pro­ce­so libio ha teni­do dos fases cla­rí­si­mas, que, sor­pren­den­te­men­te, pare­cen haber pasa­do inad­ver­ti­das a los más com­ple­jos pensadores:

  1. En un pri­mer momen­to, se pro­du­je­ron una serie de pro­tes­tas en la Cire­nai­ca, real­men­te repri­mi­das por el gobierno libio (aun­que, sí, dicha repre­sión fue­ra osten­to­sa­men­te exa­ge­ra­da por la pren­sa capitalista).
  2. Pero pron­to se entró en una segun­da eta­pa: con la reso­lu­ción 1974 de la ONU se creó una “zona de exclu­sión aérea”, que supo­nía, hablan­do en pla­ta, bom­bar­dear a las tro­pas libias, supues­ta­men­te para fre­nar la repre­sión. Sin embar­go, inme­dia­ta­men­te, los bom­bar­deos de la OTAN se des­via­ron hacia un obje­ti­vo muy dife­ren­te y no auto­ri­za­do por la reso­lu­ción: derro­car al gobierno y reem­pla­zar­lo por un gobierno basa­do en los títe­res del Con­se­jo Nacio­nal de Transición.

Es decir, den­tro del pro­ce­so libio exis­ten dos fases suce­si­vas: la pri­me­ra, podía ser apo­ya­da por la izquier­da, en tan­to que legí­ti­ma movi­li­za­ción popu­lar. Pero la segun­da, al ser lide­ra­da por el reac­cio­na­rio CNT, y ade­más en alian­za con la OTAN (que no tie­ne en su agen­da apo­yar pro­ce­sos eman­ci­pa­do­res), no pue­de ser defen­di­da por nadie que se con­si­de­re de izquierdas.

Con­fu­sio­nes sembradas

Sin embar­go, la con­fu­sión fue sem­bra­da por inte­lec­tua­les como Gil­bert Ach­car, vin­cu­la­do al NPA fran­cés, que defen­dió que, en este excep­cio­nal caso, la OTAN tra­ta­ba de “sal­var vidas”, ya que la repre­sión de Gada­fi era para este inte­lec­tual más letal que la pro­pia OTAN. Eso mis­mo afir­ma­ban preo­cu­pa­dos unos medios de comu­ni­ca­ción que, no tan apo­ca­líp­ti­cos, han silen­cia­do duran­te déca­das las atro­ci­da­des come­ti­das por el Esta­do terro­ris­ta de Israel con­tra la pobla­ción palestina.

No fal­ta­ron tam­po­co par­ti­dos trots­kis­tas como el anti­guo PRT (que aho­ra ha usur­pa­do las siglas de “Corrien­te Roja”) insis­tien­do en la idea de que cual­quier posi­ción anti-inje­ren­cis­ta impli­ca­ba “ali­near­se con un dic­ta­dor como Gada­fi”, a pesar de que ellos mis­mos mos­tra­ran una pos­tu­ra anti-inje­ren­cis­ta sólo unos años antes, cuan­do se per­pe­tró la inva­sión con­tra el Irak de Sadam Hus­sein (tirano don­de los hubie­ra y repre­sor del pue­blo kurdo).

Por suer­te, los sec­to­res más sanos de la izquier­da com­pren­die­ron ense­gui­da que el apo­yo al pro­ce­so era sen­ci­lla­men­te inad­mi­si­ble para alguien de izquier­das, a la vis­ta del carác­ter de cla­se del movi­mien­to real­men­te exis­ten­te tras el ini­cio de la segun­da fase del pro­ce­so libio. Un movi­mien­to gol­pis­ta arma­do con arma­men­to pesa­do por la OTAN, como esci­sión del poder de Gada­fi, lide­ra­do por anti­guos cola­bo­ra­do­res (e inclu­so ex minis­tros) de éste, ade­más de por los fun­da­men­ta­lis­tas reac­cio­na­rios de Al Qae­da, y lejos de corres­pon­der a unos par­ti­da­rios de cual­quier tipo de demo­cra­cia popular.

Las tri­bus del Este iban con­quis­tan­do terri­to­rios en detri­men­to de las del Oes­te y, a dife­ren­cia de lo suce­di­do en Egip­to y Túnez, nin­gu­na fuer­za obre­ra o al menos civil ha repre­sen­ta­do un con­tra­po­der fren­te al CNT. La pobla­ción negra del sur de Libia y los tra­ba­ja­do­res inmi­gran­tes del Áfri­ca sub­saha­ria­na han sido masa­cra­dos por los “rebel­des”. El CNT ha acor­da­do con los paí­ses de la OTAN impli­ca­dos en la inva­sión y el derro­ca­mien­to de Gada­fi la prio­ri­dad en los futu­ros con­tra­tos del petró­leo y el gas libios (una rique­za natu­ral eva­lua­da en 400.000 millo­nes de dóla­res). La Sha­ria o Ley Islá­mi­ca ha sido ins­tau­ra­da, sin espe­rar a nin­gu­na con­sul­ta popular.

Inexis­ten­tes rectificaciones

Pero, eso sí, nadie en la izquier­da ha vis­to la nece­si­dad de rec­ti­fi­car. Lejos de rec­ti­fi­car, muchos se empe­ñan en caer por segun­da vez en la mis­ma pie­dra, defen­dien­do el carác­ter bucó­li­co y revo­lu­cio­na­rio del CNS (Con­se­jo Nacio­nal Sirio), a todas luces simi­lar al CNT libio. Y todo pare­ce indi­car que harán lo pro­pio en Irán o cual­quier otro país cuan­do la pren­sa y la OTAN lo requieran.

Y, sin embar­go, por supues­to Libia no era Cuba. No era un mode­lo a seguir. Lle­va­ba años abrien­do sus puer­tas a las mul­ti­na­cio­na­les extran­je­ras. El gobierno era auto­ri­ta­rio. Pero no debe olvi­dar­se un hecho: los medios de comu­ni­ca­ción bus­ca­ron seña­les de mise­ria en Libia para tra­tar de expli­car la revuel­ta que se esta­ba pro­du­cien­do. Fue en vano.

Esta­mos hablan­do del que era el país con mayor nivel de vida de Áfri­ca. Un país que con­ta­ba con fuer­tes polí­ti­cas socia­les (en agua, elec­tri­ci­dad, vivien­da), nume­ro­sos cré­di­tos (a menu­do a fon­do per­di­do) y gene­ro­sas sub­ven­cio­nes esta­ta­les, posi­bi­li­ta­das por unos gran­des ingre­sos petro­le­ros para una pobla­ción no muy nume­ro­sa. Se pien­se lo que se pien­se de Gada­fi, la des­apa­ri­ción de todas esas polí­ti­cas socia­les que ha con­lle­va­do la lle­ga­da al poder del CNT es una noti­cia catas­tró­fi­ca des­de una pers­pec­ti­va revolucionaria.

Con­clu­sio­nes

Pero lo sé: muchos pen­sa­rán que no debe­ría haber intro­du­ci­do el párra­fo ante­rior. No fal­ta­rá el lis­to que diga que eso impli­ca “apo­yar dic­ta­do­res”. Debe­ría estar acom­ple­ja­do, por opor­tu­nis­mo y cobar­día polí­ti­ca. Debe­ría silen­ciar reali­da­des socia­les por mie­do a lo que digan de mí. Sin embar­go, creo que, al menos, ten­drá que admi­tir­se que el hecho de que la pobla­ción vivie­ra con dig­ni­dad pue­de emplear­se como irre­fu­ta­ble argu­men­to de que esa rebe­lión popu­lar de la Cire­nai­ca, impo­ten­te y mino­ri­ta­ria, sólo pudo ser cata­pul­ta­da al poder des­de el exterior.

Por otro lado, des­de el Esta­do espa­ñol, poco podía­mos hacer por pro­vo­car una desea­ble revo­lu­ción que aca­ba­ra con Gada­fi e ins­tau­ra­ra un poder socia­lis­ta en Libia para pro­fun­di­zar las con­quis­tas socia­les. Sin embar­go, sí podía­mos gene­rar una corrien­te de opi­nión públi­ca opues­ta a las aven­tu­ras impe­ria­lis­tas del ejér­ci­to espa­ñol y de la OTAN, en pos de dete­ner sus inmi­se­ri­cor­des bom­bar­deos, de impe­dir la sali­da de los avio­nes. ¿Aca­so lo hicimos?

Las lec­cio­nes que pode­mos extraer de las revuel­tas ára­bes, de sus derro­tas y de sus ins­tru­men­ta­li­za­cio­nes están cla­ras. No debe­mos emplear los pode­res del sis­te­ma, inclu­yen­do a sus sin­di­ca­tos ven­di­dos, sino que debe­mos gene­rar nues­tro pro­pio con­tra­po­der popu­lar. No debe­mos con­ten­tar­nos con aca­bar con las mani­fes­ta­cio­nes más odio­sas y super­fi­cia­les del sis­te­ma, dejan­do el poder vacío, sino que debe­mos ocu­par el poder y trans­for­mar­lo. No debe­mos con­fiar en las “revo­lu­cio­nes de colo­res” que pro­mue­va el impe­ria­lis­mo, sino tener un cri­te­rio pro­pio e inde­pen­dien­te de los medios de comunicación.

Hemos habla­do de derro­tas, pero el mun­do es una cal­de­ra. Tal vez vaya­mos per­dien­do, pero no hemos per­di­do. Tal vez no sean tiem­pos tan malos para los revo­lu­cio­na­rios. Los pode­res tiem­blan ante unas masas que comien­zan a des­per­tar, a com­pren­der que las car­tas están mar­ca­das, que hay que rom­per la baraja.

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