Prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos VS estra­te­gia polí­ti­ca- Borro­ka Garaia

Los prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos son el mar­co teó­ri­co y moral don­de se asien­tan las acti­vi­da­des de los movi­mien­tos polí­ti­cos. Cuan­do se habla de “cohe­ren­cia polí­ti­ca”, se hace en rela­ción a esos prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos. Que no tie­nen por­que ser estric­tos e inmu­ta­bles pero si res­pon­der a una serie de bare­mos con­ci­sos que los hacen ser de un deter­mi­na­do movi­mien­to polí­ti­co y no de otro.

Las for­mas y los medios emplea­dos serían por tan­to herra­mien­tas que a par­tir de unos prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos son emplea­das para acti­var una deter­mi­na­da estra­te­gia polí­ti­ca. Una estra­te­gi­ca polí­ti­ca que tie­ne como obje­ti­vo impul­sar y asen­tar una serie de obje­ti­vos que sur­gen des­de las entra­ñas de esos prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos. Esos obje­ti­vos son til­da­dos de estra­té­gi­cos por­que a tra­vés de la estra­te­gia polí­ti­ca se bus­ca lle­var has­ta el final la cul­mi­na­ción de esos prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos alcan­zan­do deter­mi­na­das metas políticas.

Es por todo ello que no exis­te con­tra­dic­ción entre prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos y estra­te­gia polí­ti­ca. Ya que la estra­te­gia polí­ti­ca es sim­ple­men­te el camino hacia la con­se­cu­ción de los obje­ti­vos que nacen de los prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos. Cam­biar la estra­te­gia no supo­ne per se un cam­bio radi­cal de prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos ya que como se comen­ta­ba antes son herra­mien­tas y camino, en nin­gún caso los obje­ti­vos pro­pia­men­te dichos.

Sin embar­go las herra­mien­tas y cami­nos al ser cons­trui­dos tam­bién en base a prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos refle­jan los pro­yec­tos estra­té­gi­cos de ese movi­mien­to. No su cul­mi­na­ción pero si la avan­za­di­lla hacia ellos. Si las estra­te­gias emplea­das no res­pon­den a los prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos, si la teó­ri­ca efi­ca­cia hacia los obje­ti­vos hipo­te­can esos prin­ci­pios entra­mos en contradicción.

La con­tra­dic­ción es un ele­men­to inevi­ta­ble en todos los pro­ce­sos huma­nos ya que no exis­te un mun­do ideal y mucho menos se pue­de cons­truir una nue­va reali­dad a par­tir de lo ideal sino de lo real. Y lo real rara vez con­cuer­da con lo deseado.

Para inten­tar sol­ven­tar esa con­tra­dic­ción exis­ten dos pos­tu­ras clá­si­cas. Una, la que pone por enci­ma la efi­ca­cia para lograr los obje­ti­vos sin impor­tar el camino. Los prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos serían por tan­to secun­da­rios a la ope­ra­ti­vi­dad de la estra­te­gia y a los resul­ta­dos. Y otra, la que infle­xi­ble­men­te colo­ca a los prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos por enci­ma de cual­quier deba­te estra­té­gi­co. Para unos, los otros esta­rían ancla­dos y enca­ja­dos en deba­tes teó­ri­cos y mora­les. Para los otros, los demás esta­rían soca­van­do sus prin­ci­pios ideológicos.

Prác­ti­ca­men­te la inmen­sa mayo­ría de movi­mien­tos poli­ti­cos, sin impor­tar su color, cícli­ca­men­te lle­gan a este pun­to y lo más curio­so es que nin­gu­na de las dos pos­tu­ras sue­le resul­tar efi­caz des­de un pun­to de vis­ta estra­té­gi­co ni de principios.

Todo movi­mien­to polí­ti­co tie­ne unos obje­ti­vos y obvia­men­te alcan­zar­los es su meta y pre­ten­de­rán ser lo más efi­caz posi­ble para alcan­zar­la, asi­mis­mo todo movi­mien­to polí­ti­co tie­ne unos prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos que están inter­co­nec­ta­dos tam­bién con esos obje­ti­vos. Variar los prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos pue­de variar los obje­ti­vos aun­que sea en un pro­ce­so más o menos lar­go. La infle­xi­bi­dad en los prin­ci­pios pue­de deri­var fácil­men­te en sec­ta­ris­mo, frac­cio­na­ris­mo, inope­ran­cia y mar­gi­na­ción lle­van­do a la derro­ta. Por otra par­te la infle­xi­bi­dad estra­té­gi­ca pue­de variar la brú­ju­la de un movi­mien­to y ser derro­ta­do igual­men­te al cam­biar sus pro­pias coor­de­na­das vitales.

Si no exis­te con­tra­dic­ción entre prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos y estra­te­gia polí­ti­ca, encon­trar el pun­to medio equi­li­bra­do entre fle­xi­bi­li­dad, efi­ca­cia y prin­ci­pios es una fór­mu­la en cons­truc­ción que no se pue­de lle­var a calle­jo­nes sin sali­da y que requie­re un estu­dio sis­te­má­ti­co y per­ma­nen­te sin dar nada por hecho. No rela­jar­se y ser cons­cien­tes de los pun­tos de fric­ción y con­tra­dic­ción polí­ti­ca para no nor­ma­li­zar­los o jus­ti­fi­car­los es un buen antí­do­to. Una cosa es car­gar con ellos y otra asu­mir­los y poten­ciar­los. El apren­di­za­je nun­ca termina.

No bas­ta ir a pes­car peces con bue­na inten­ción. Tam­bién se nece­si­ta lle­var red.

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