Insu­rrec­ción popu­lar y lucha arma­da. La gene­ra­ción de los sesen­ta- Car­los A. Dasso

Cuan­do la dic­ta­du­ra mili­tar de Onga­nía, ade­más de pros­cri­bir a todos los par­ti­dos polí­ti­cos y supri­mir la auto­no­mía uni­ver­si­ta­ria, empe­zó a desa­rro­llar una esca­la­da de inter­ven­cio­nes sobre los sin­di­ca­tos, des­ac­ti­van­do pro­gre­si­va­men­te la nego­cia­ción colec­ti­va, el con­flic­to social se ten­só a tal pun­to que sólo dejó mar­gen para una reso­lu­ción vio­len­ta del mismo.

En la pri­me­ra eta­pa de opo­si­ción a la dic­ta­du­ra mili­tar, cuan­do las for­mas de nego­cia­ción cor­po­ra­ti­vas (entre sin­di­ca­lis­tas y empre­sa­rios, con arbi­tra­je del gobierno fue­ron clau­su­ra­das por el gobierno, los tra­ba­ja­do­res asa­la­ria­dos empe­za­ron a movi­li­zar­se, para resis­tir los emba­tes auto­ri­ta­rios con­tra sus dere­chos socia­les, civi­les y polí­ti­cos. En un segun­do momen­to, cuan­do se agra­va el con­flic­to social y se pro­du­cen las insu­rrec­cio­nes de masa lide­ra­das por la cla­se obre­ra, es cuan­do sur­gen orga­ni­za­cio­nes de mili­tan­tes que abrie­ron en la his­to­ria recien­te de nues­tro país, la expe­rien­cia colec­ti­va de la lucha arma­da, como for­ma com­ple­men­ta­ria o supe­rior –según las inter­pre­ta­cio­nes- de la lucha de masas.

Las adver­si­da­des socia­les y polí­ti­cas que tuvo que sopor­tar la mayo­ría del pue­blo, gene­ró un sen­ti­mien­to colec­ti­vo de soli­da­ri­dad que favo­re­ció el sur­gi­mien­to de un fren­te opo­si­tor a la dic­ta­du­ra mili­tar. En ese con­tex­to, la gene­ra­ción de los sesen­ta dio sus pri­me­ros pasos polí­ti­cos a tra­vés de prác­ti­cas semi­clan­des­ti­nas y clan­des­ti­nas. En los dife­ren­tes terre­nos de lucha don­de se desa­rro­lló la resis­ten­cia a la dic­ta­du­ra mili­tar, esa nue­va gene­ra­ción se encon­tró con la mili­tan­cia com­ba­ti­va pro­ve­nien­te de gene­ra­cio­nes ante­rio­res, de la que recu­pe­ró valio­sos apren­di­za­jes polí­ti­cos, que la con­du­jo a rom­per con anti­guos para­dig­mas libe­ra­les y con prác­ti­cas partidocráticas.

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