Hace 141 años que la Comu­na de París fue derro­ta­da sal­va­je­men­te- Boltxe Kolektiboa

"Els canons del 18 de març", de Tardi

En un tiem­po en que el sis­te­ma capi­ta­lis­ta ha mer­can­ti­li­za­do la cul­tu­ra, los suce­sos his­tó­ri­cos son una fuen­te de enze­ñan­zas que no debe­mos olvi­dar. La cul­tu­ra mer­can­ti­li­za­da no deja que olvi­de­mos algu­nos hechos his­tó­ri­cos, sobre todo los que ensal­zan la cons­ti­tu­ción del capi­ta­lis­mo masa­cran­do pue­blos a los que se ha some­ti­do has­ta la explo­ta­ción extre­ma para que el capi­ta­lis­mo haya podi­do desa­rro­llar­se. Un ejem­plo que tuvi­mos que sufrir fue la macha­can­te cele­bra­ción de los 500 años del «des­cu­bri­mien­to de Amé­ri­ca» y que todos los años nos lo recuer­dan el 12 de octu­bre. Hay otros hechos his­tó­ri­cos que mar­can el deve­nir de con­ti­nen­tes ente­ros, que cam­bian la his­to­ria y que por el con­tra­rio no mere­cen nin­gún recuer­do. Es el caso de la Comu­na de París.

Casi un siglo des­pués de que comen­za­ra la revo­lu­ción fran­ce­sa, exac­ta­men­te entre el 18 de mar­zo de 1871 y el 28 de mayo del mis­mo año, el pue­blo pari­sino se vol­vió a levan­tar en armas con­tra la mise­ria que una gue­rra pro­mo­vi­da por intere­ses eco­nó­mi­cos (como casi siem­pre) había cau­sa­do. Si bien en Fran­cia ya no había reyes, dado que los últi­mos habían per­di­do la coro­na y algo más en la revo­lu­ción fran­ce­sa, seguían las con­di­cio­nes de explo­ta­ción dada la con­tra­rre­vo­lu­ción que se había lle­va­do a cabo a prin­ci­pios del siglo XIX, acen­tua­da la des­truc­ción con la gue­rra fran­co-pru­sia­na. Para fijar la foto­gra­fía de la épo­ca, las tro­pas pru­sia­nas aca­ba­ban de entrar en un París bom­bar­dea­do de for­ma vic­to­rio­sa tras la gue­rra fran­co – pru­sia­na de los años 1870 – 1871. La des­truc­ción en la «Ciu­dad de la luz» fue terri­ble y la bur­gue­sía fran­ce­sa jun­to con su ejér­ci­to salió corrien­do como las ratas que son hacia Ver­sa­lles, dejan­do al pue­blo des­ar­ma­do ante las tro­pas prusianas.

Los pru­sia­nos entra­ron en París de for­ma sim­bó­li­ca (dado que se reti­ra­ron de for­ma casi inme­dia­ta) pero el vacío de poder que se pro­du­jo dio la opor­tu­ni­dad para que el pue­blo toma­ra el con­trol de la ciu­dad. El pue­blo se armó y com­pró por sus­crip­ción popu­lar unos cañones.

Pero ade­más de todo lo ante­rior, hay que aña­dir­le la gran difu­sión de las ideas mar­xis­tas y anar­quis­tas que se había desa­rro­lla­do entre el pro­le­ta­ria­do parisino.

Las lec­cio­nes que se saca­ron de esos cua­tro meses de poder popu­lar fue­ron muy impor­tan­tes y mar­ca­ron la lucha del pro­le­ta­ria­do mun­dial. Tan­to las lec­cio­nes posi­ti­vas, muchas, como las nega­ti­vas. Dire­mos que no sola­men­te exis­tió la Comu­na en París, se crea­ron Comu­nas en Lyon, en Saint-Étien­ne y en Creu­sot, pero el pro­le­ta­ria­do de esa épo­ca no supo ver la nece­si­dad de unir estas Comu­nas y de desa­rro­llar­las en otras ciu­da­des. Se ais­la­ron unas de otras.

La Comu­na de París fue el pri­mer núcleo de un Esta­do obre­ro, como dije­ron Marx y Engels: «la cla­se obre­ra no podía con­ten­tar­se con tomar la máqui­na del Esta­do y de hacer­la fun­cio­nar», lo que debía hacer es rom­per el Esta­do bur­gués y reem­pla­zar­lo por su pro­pia dic­ta­du­ra de cla­se. Su pri­mer decre­to fue la supre­sión del ejér­ci­to per­ma­nen­te y su reem­pla­zo por el pue­blo en armas. En el Mani­fies­to del Par­ti­do Comu­nis­ta, Marx y Engels escri­ben que los obre­ros deben tener su Esta­do, es decir el pro­le­ta­ria­do «orga­ni­za­do en cla­se domi­nan­te». La Comu­na fue la pri­me­ra dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do, un ejem­plo para todas las luchas obre­ras que siguie­ron a la Comuna.

Uno de los prin­ci­pa­les pro­ble­mas de la Comu­na, una vez cogi­do el poder, fue la influen­cia peque­ño-bur­gue­sa que hubo en el seno de su direc­ción. Pero a pesar de ello la Comu­na tomó deci­sio­nes de gran impor­tan­cia: sepa­ra­ción de la Igle­sia y el Esta­do, expro­pia­ción de los bie­nes de la Igle­sia, ense­ñan­za públi­ca gra­tui­ta, ple­nos dere­chos de ciu­da­da­nía a los emi­gran­tes, etcétera.

Las muje­res juga­ron un papel muy impor­tan­te en la Comu­na, se orga­ni­za­ron en comi­tés, clubs, aso­cia­cio­nes. Su anti­cle­ri­ca­lis­mo fue evi­den­te: «somos ateas por­que el hom­bre no será nun­ca libre mien­tras no saque a Dios de su inte­li­gen­cia y de su razón» se podía leer en la Comu­na revo­lu­cio­na­ria. Una de sus crea­cio­nes fue­ron ser­vi­cios de ambu­lan­cias y de cui­da­dos para los heri­dos, lo que per­mi­tió que no fue­ran las mon­jas hos­ti­les, que en aque­lla épo­ca diri­gían todos los hos­pi­ta­les de París, las que se ocu­pa­ran de los y de las heri­das. Par­ti­ci­pa­ron en los deba­tes y en las deci­sio­nes que tomó la Comu­na y toma­ron par­te acti­va en la defen­sa arma­da de la Comuna.

Para cele­brar la toma del poder por el pro­le­ta­ria­do pari­sino se escri­bió La Inter­na­cio­nal. Marx la estu­dió pro­fun­da­men­te y la tomó como mode­lo y ha sido y es una refe­ren­cia para muchos revo­lu­cio­na­rios, fue un pri­mer paso del pro­le­ta­ria­do en su lucha por el poder y avan­zar hacia el socia­lis­mo y el comunismo.

Pode­mos hablar de dos gra­ves erro­res de la Comu­na: no tener una direc­ción mili­tar com­pe­ten­te y no coger el con­trol de los bancos.

La res­pues­ta de la bur­gue­sía fran­ce­sa ante la Comu­na de París no se hizo espe­rar. Tras un acuer­do con los pru­sia­nos (Tra­ta­do de Frank­furt), con los que se había enfren­ta­do duran­te dos años en gue­rra y que habían bom­bar­dea­do París, los ejér­ci­tos pru­siano y fran­cés se pusie­ron de acuer­do para des­en­ca­de­nar la más feroz repre­sión con­tra el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio. La repre­sión fue terri­ble, alre­de­dor de 30.000 per­so­nas ejecutadas.

Una lec­ción que no debe­mos olvi­dar es que el capi­tal es uno y se defen­de­rá para man­te­ner­se en el poder. No rega­la nada y aque­llo que no defien­des, te lo arre­ba­ta. En un tiem­po en que el capi­tal está en ple­na ofen­si­va por recu­pe­rar los dere­chos que la cla­se tra­ba­ja­do­ra con­si­guió arre­ba­tar­le en los años seten­ta y ochen­ta del pasa­do siglo, sólo que­da la opción de orga­ni­zar­se, apren­der de las expe­rien­cias his­tó­ri­cas, estu­diar, plan­tar­le cara. Y eso no se rea­li­za con dis­cur­sos gran­di­lo­cuen­tes pero vacíos de hechos, sino que se con­si­gue for­ta­le­cien­do las orga­ni­za­cio­nes que con­for­man el movi­mien­to popu­lar, de tal mane­ra que se le pue­da plan­tar cara en todos aque­llos desa­fíos en los que el capi­tal plan­tee bata­lla. En el cam­po eco­nó­mi­co, en el social, con­tra los recor­tes en sani­dad o de edu­ca­ción, en el aplas­ta­mien­to de las len­guas mino­ri­ta­rias, con­tra el sis­te­ma capi­ta­lis­ta sea espa­ñol, vas­co, cata­lán o de don­de sea.

Si aho­ra rehui­mos el com­ba­te, lo lamen­ta­re­mos duran­te déca­das, dado que defen­der lo con­se­gui­do cues­ta sudor y san­gre pero arre­ba­tar­le al sis­te­ma dere­chos es cien veces más difí­cil. Toda bata­lla que se aban­do­na, se pier­de. No pode­mos olvi­dar el sacri­fi­cio del pro­le­ta­ria­do que luchó por la Comu­na. No pode­mos des­pre­ciar los sacri­fi­cios que hicie­ron las y los tra­ba­ja­do­res duran­te los siglos pasa­dos para con­se­guir unas con­di­cio­nes dig­nas no sólo de tra­ba­jo, sino de vida, las luchas que lle­va­ron a cabo para con­se­guir una socie­dad más jus­ta, para lle­gar al socia­lis­mo y el comu­nis­mo. Ese será el lega­do que le deje­mos a las gene­ra­cio­nes futuras.

¡Viva la Comu­na de París!

¡Viva el comunismo!

Boltxe kolek­ti­boa

25 de mayo de 2012

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