Indignarse es estar enfadado vehementemente con algo. Un sentimiento bastante común. Razones siempre han sobrado para estarlo. No siempre se suele sentir indignación ante las cosas que verdaderamente importan por lo tanto que la indignación se superponga ante la pasividad ante ciertas situaciones es un avance.
En el estado español medio siglo de dictadura y la muerte de una generación de nobles luchadores no generó la indignación suficiente ante los trapicheos de eso que llamaron transición, no al menos para desatar ese nudo del que dejó todo atado y bien atado. Y es posiblemente que el carecer de estrategia para desatar ese nudo en términos políticos sea la mayor deficiencia que puede tener este movimiento.
Se protesta ante las consecuencias de una situación, se proponen alternativas parciales partiendo de la situación actual, haciendo en cierta manera un reset del recorrido histórico de como se ha llegado a ella. Sin embargo no se puede desatar un nudo sin saber como está hecho. Ese nudo que no se discierne bien en el movimiento de indignados o movimiento del 15‑M es la raíz de la construcción política bajo la cual vivimos y responsable de todas las consecuencias que generan indignación.
Y es que el problema es que pese a que se exige una democracia real posteriormente no se ponen en activo los pasos necesarios para la construcción de tal democracia sino que queda todo reducido a un activismo en función de las consecuencias de la falta de ella. De las consecuencias del capitalismo, de las consencuencias de largas décadas de pensamiento único bipartidista. Todo ello además en un contexto de una sociedad que mayoritariamente legitima a la democracia española.
Por lo tanto sin un proceso de deslegitimización que tenga en cuenta los pilares de la construcción de este sistema se quedará en las consecuencias y nunca irá a la raíz. El sistema democrático español está construido primordialmente en la opresión nacional, el centralismo político subyacente, el legado teórico del franquismo con su nacionalismo español a la cabeza y en la sumisión de amplias capas de la izquierda española al capital y por lo tanto a la socialdemocracia de rebaja y todos sus valores.
Es por tanto que mientras que los ejes no sean la liberación nacional de los pueblos bajo opresión estatal española, la confrontación con el proyecto españolista que en esencia es capitalista y la emancipación de un proyecto de izquierda de las peores taras de la socialdemocracia en un proyecto político con múltiples frentes y de unidad popular, todo quedará en activismo sin horizonte. Que tan pronto como viene se irá, para quizás retornar más tarde y volver a irse. Algo así como las masivas movilizaciones que se realizaron en el estado español en contra de la guerra en Irak.
Que tras el nacimiento de este movimiento, la ultraderecha española haya barrido en las elecciones es más que sintomático de la ausencia de un proyecto político integral que pueda convertirse en alternativa real. Y es que se confunden los que no saben diferenciar entre apoliticismo y no partidismo.
Oye, ¿Por qué vas dando palmas por la calle?.
-Para espantar a los elefantes.
¡Pero si aquí no hay elefantes!.
-Claro coño, porque funciona.
Pues no, no funciona. El sistema actua en términos politicos, en términos económicos, en términos represivos, en términos nacionales… por lo tanto es necesaria una respuesta global en todos los términos. Eso supone salir del círculo de seguridad, del guetto, de la pose, del papel que aguanta
todas las reivindicaciones y postulados teóricos y plantear una ruptura que sin dejar el activismo de lado construya una alternativa palpable. Es en la construcción de esa alternativa donde precisamente podrá encontrarse con movimientos rupturistas claros como el MLNV que ya hace medio siglo dio el paso de pasar de la mera indignación a la organización y estructuración de un proyecto político y social rupturista.
El estado español y sus indignados tienen pendiente la creación de su propio “MLNV”. Y de esta manera mediante la sinergia política con otros movimientos políticos, sindicales y sociales tanto del estado español como de otros marcos autónomos de la lucha de clases avanzar hacia el fin del proyecto franquista aún vigente que en esencia no es más que capitalismo y opresión nacional. Desatar en definitiva el nudo que hicieron la pseudo-izquierda y la derecha española bajo la sombra ominipresente del franquismo.