Sobre el ori­gen de las gue­rras y las socie­da­des sin gue­rra- Daniel Tanuro

He aquí un libro muy intere­san­te sobre un tema que, si no me equi­vo­co, los auto­res mar­xis­tas han tra­ta­do poco: el ori­gen de la gue­rra (1). Nues­tros pri­mos los gran­des pri­ma­tes no mon­tan gue­rras, así que cabe pre­gun­tar­se si la gue­rra es una carac­te­rís­ti­ca pecu­liar del géne­ro humano. Si no lo es, ¿cuán­do y cómo apa­re­ció? Sal­ta a la vis­ta que el inte­rés de la cues­tión no es úni­ca­men­te aca­dé­mi­co, sino tam­bién polí­ti­co y pro­gra­má­ti­co. En efec­to, si es posi­ble iden­ti­fi­car los fac­to­res que han per­mi­ti­do que la gue­rra apa­rez­ca en un deter­mi­na­do momen­to de la his­to­ria de la huma­ni­dad, es pro­ba­ble que se pue­dan sacar lec­cio­nes de cara a avan­zar hacia una socie­dad sin guerra.

Se pue­de esta­ble­cer un para­le­lis­mo con el comu­nis­mo: del mis­mo modo que la exis­ten­cia en el pasa­do de socie­da­des sin cla­ses mues­tra una serie de con­di­cio­nes para la rea­li­za­ción del pro­yec­to comu­nis­ta (la abo­li­ción de la divi­sión social del tra­ba­jo, por ejem­plo), la exis­ten­cia en el pasa­do de socie­da­des sin gue­rras ayu­da­ría a mar­car la pers­pec­ti­va de una socie­dad sin enfren­ta­mien­tos colec­ti­vos orga­ni­za­dos. Algu­nos repli­can que el comu­nis­mo será por fuer­za una socie­dad sin gue­rra… Por des­gra­cia, nada es menos cier­to: en todo caso, según los antro­pó­lo­gos, muchos gru­pos huma­nos que vivían en el esta­dio del comu­nis­mo “pri­mi­ti­vo” gue­rrea­ban. No cabe duda de que la gue­rra exis­tía antes de la divi­sión de la socie­dad en cla­ses. Las dos cues­tio­nes –la abo­li­ción de las cla­ses y la des­apa­ri­ción de la gue­rra– son por tan­to rela­ti­va­men­te distintas.

Gue­rra y violencia

Así pues, ¿qué nos ense­ña la obra de Ray­mond Kelly? Que las socie­da­des sin gue­rra exis­ten, que no son excep­cio­na­les en la mues­tra de socie­da­des estu­dia­das por los antro­pó­lo­gos moder­nos, pero que no por ello son pací­fi­cas. Las socie­da­des sin gue­rra tie­nen, des­de lue­go, dos carac­te­rís­ti­cas “no vio­len­tas”: su orga­ni­za­ción es no coer­ci­ti­va y la edu­ca­ción de los niños es per­mi­si­va, pero por lo demás no son socie­da­des sin vio­len­cia. En este sen­ti­do, los ele­men­tos reco­pi­la­dos por Kelly son ilus­tra­ti­vos. Los por­cen­ta­jes de homi­ci­dios en las socie­da­des sin gue­rra son rela­ti­va­men­te ele­va­dos (más altos, en algu­nos casos, que en algu­nas socie­da­des gue­rre­ras); en ellas, la vio­len­cia entre cón­yu­ges es fre­cuen­te (a ini­cia­ti­va de los hom­bres); la mayor par­te de los homi­ci­dios los come­te un hom­bre con­tra un hom­bre; la vio­len­cia entre muje­res ape­nas es menos fre­cuen­te que la vio­len­cia entre hom­bres y, si no es letal, es pro­por­cio­nal­men­te más gra­ve que esta últi­ma; los con­flic­tos entre hom­bres se ori­gi­nan más bien por moti­vos eco­nó­mi­cos, y los con­flic­tos entre muje­res más bien por cau­sas rela­cio­na­das con el adul­te­rio (aun­que el adul­te­rio tam­bién tie­ne una dimen­sión eco­nó­mi­ca);… En suma, esta­mos lejos de las visio­nes para­di­sia­cas del “buen salvaje”.

La con­clu­sión que se des­pren­de de este examen es que la gue­rra no es, como se ima­gi­na a menu­do, fru­to de una acu­mu­la­ción de vio­len­cia social cre­cien­te (vio­len­cia con­tra los niños, con­flic­tos entre hom­bres por el con­trol de las muje­res, vio­len­cia de los hom­bres con­tra las muje­res, etc.). Es por tan­to esen­cial defi­nir bien qué es la gue­rra y no con­fun­dir­la con otras for­mas de vio­len­cia, como el homi­ci­dio. Fren­te a estas otras for­mas, la gue­rra se carac­te­ri­za por ser una acti­vi­dad colec­ti­va pre­pa­ra­da a par­tir de una con­cep­ción com­par­ti­da que pre­ten­de que el mal hecho a un indi­vi­duo del gru­po afec­ta al con­jun­to del gru­po y pue­de repa­rar­se legí­ti­ma­men­te median­te un acto de vio­len­cia con­tra cual­quier indi­vi­duo del otro grupo.

Según Kelly, es este prin­ci­pio de sus­ti­tu­ción social en la repa­ra­ción el que deter­mi­na la exis­ten­cia de la gue­rra como for­ma espe­cí­fi­ca de vio­len­cia. “La gue­rra se basa en la apli­ca­ción de un meca­nis­mo de sus­ti­tu­ción social en casos de con­flic­to, de mane­ra que estos se con­ci­ben como asun­tos que ata­ñen a todo el gru­po. […] Lo que carac­te­ri­za a las socie­da­des sin gue­rra no es la ausen­cia de homi­ci­dios, sino más bien una res­pues­ta al homi­ci­dio en la que no se plan­tea la noción de sus­ti­tu­ción social. [En estas socie­da­des, en caso de homi­ci­dio] no se atri­bu­ye la res­pon­sa­bi­li­dad a alguien que no sea la per­so­na que ha per­pe­tra­do el homi­ci­dio y no se pre­ten­de hacer pagar el pre­cio de san­gre a nin­gu­na otra per­so­na.” (p. 41) La eje­cu­ción de un cri­mi­nal es legí­ti­ma, inclu­so a los ojos de su pro­pia fami­lia. Ocu­rre a menu­do que los parien­tes de la víc­ti­ma renun­cian a apli­car la pena, pero si no renun­cian, no por ello se des­en­ca­de­na la ven­gan­za de la otra par­te. Y la ven­gan­za es la for­ma ele­men­tal de la gue­rra, según Kelly.

Gue­rra, matri­mo­nio y seg­men­ta­ción social

El autor tra­ta enton­ces de iden­ti­fi­car los meca­nis­mos que expli­can la apa­ri­ción del con­cep­to de sus­ti­tu­ción social. Pues­to que la gran mayo­ría de socie­da­des sin gue­rra son socie­da­des de caza­do­res-reco­lec­to­res, com­pa­ra las tri­bus de caza­do­res-reco­lec­to­res que hacen la gue­rra con las que no la hacen. Obser­va de entra­da que estas últi­mas no tie­nen nin­gún meca­nis­mo común de ges­tión o reso­lu­ción no vio­len­ta de los con­flic­tos (al con­tra­rio, los con­flic­tos se resuel­ven median­te actos de vio­len­cia inter­per­so­nal que, en algu­nos casos, se cana­li­zan a tra­vés de due­los orga­ni­za­dos por el gru­po). Por tan­to, no es en este plano don­de se encuen­tra la cla­ve del enig­ma. En cam­bio, las socie­da­des sin gue­rra se dis­tin­guen cla­ra­men­te por su orga­ni­za­ción: son socie­da­des “no seg­men­ta­das”, es decir, for­ma­cio­nes caren­tes de cual­quier otra estruc­tu­ra­ción dis­tin­ta del gru­po local, que no se com­po­ne más que de fami­lias (nuclea­res o poli­gá­mi­cas), sin que esta com­po­si­ción fami­liar sea rígi­da. Por otro lado, las socie­da­des seg­men­ta­das se carac­te­ri­zan por el hecho de que el gru­po abar­ca fami­lias bien deli­mi­ta­das que com­pren­den una serie de patri­li­na­jes inclu­si­vos, de los que algu­nos cons­ti­tu­yen un clan, un sub­clan, etc. La seg­men­ta­ción y la sus­ti­tu­ción social sue­len ir de la mano, seña­la Kelly, por­que “las fami­lias espe­cí­fi­cas que for­man un patri­li­na­je (la des­cen­den­cia de un ances­tro mas­cu­lino a tra­vés de sus hijos) son las que están diri­gi­das por los hijos y los hijos de los hijos de una serie de her­ma­nos, de modo que la equi­va­len­cia entre niños del mis­mo sexo está codi­fi­ca­da” (p. 46). De este modo sur­gió el espí­ri­tu de gru­po sin el cual no habría ni res­pon­sa­bi­li­dad de gru­po ni ven­gan­za de gru­po, y por con­si­guien­te tam­po­co habría guerra.

La for­ma del matri­mo­nio es deter­mi­nan­te para la dife­ren­cia entre estos dos tipos de orga­ni­za­ción. En las socie­da­des no seg­men­ta­das, el matri­mo­nio vin­cu­la al hom­bre con la fami­lia de su espo­sa, y vice­ver­sa, y exis­ten unio­nes matri­mo­nia­les entre indi­vi­duos de dis­tin­tos gru­pos loca­les, que crean lazos y afi­ni­da­des. Sin embar­go, el matri­mo­nio no se con­cep­tua­li­za como una tran­sac­ción entre gru­pos y no vie­ne acom­pa­ña­do de nin­gu­na trans­mi­sión de bie­nes. La espo­sa y el espo­so no apa­re­cen como repre­sen­tan­tes de una colec­ti­vi­dad. Prác­ti­cas típi­cas del matri­mo­nio con­ce­bi­do como un inter­cam­bio entre gru­pos o un medio para con­so­li­dar un gru­po, como las unio­nes pre­fe­ren­tes entre pri­mos, el pago de dotes, etc., no exis­ten en las socie­da­des no seg­men­ta­das. En cam­bio, en ellas está muy exten­di­do el “ser­vi­cio de la casa­da”. Kelly seña­la que a menu­do el mari­do se ins­ta­la en casa de la fami­lia de su mujer, don­de la nue­va pare­ja per­ma­ne­ce duran­te varios años. En este perio­do, el joven ofre­ce a su nue­va fami­lia ser­vi­cios, una par­te de lo que caza, obje­tos que fabri­ca, etc. Este es un aspec­to impor­tan­te, por­que como indi­ca el autor, “el ‘ser­vi­cio de la casa­da’ sue­le sepa­rar a los her­ma­nos, ya que cada uno entra en la órbi­ta de la fami­lia de su espo­sa duran­te cier­to tiem­po, lo que inte­rrum­pe la coha­bi­ta­ción entre her­ma­nos en los pri­me­ros años de la edad adul­ta. De este modo, la rela­ción que encar­na la sus­ti­tu­ción social en las socie­da­des en que esta está muy desa­rro­lla­da se ve soca­va­da por las prác­ti­cas matri­mo­nia­les en las socie­da­des no seg­men­ta­das o una par­te sig­ni­fi­ca­ti­va de las mis­mas.” (p. 48)

Gue­rra y exce­den­te social

Los estu­dios reco­pi­la­dos por Kelly mues­tran una corre­la­ción muy fuer­te entre la ausen­cia de seg­men­ta­ción de las socie­da­des de caza­do­res-reco­lec­to­res y la esca­sa fre­cuen­cia (o inexis­ten­cia) de gue­rras. Otra corre­la­ción fuer­te apa­re­ce entre la prác­ti­ca de la dote matri­mo­nial y la res­pon­sa­bi­li­dad del gru­po sobre la ven­gan­za, con­di­ción nece­sa­ria para que se desa­rro­lle la gue­rra. Otro dato intere­san­te refle­ja la impor­tan­cia de las for­mas de unión: la fre­cuen­cia de las gue­rras es inver­sa­men­te pro­por­cio­nal a la pro­por­ción de matri­mo­nios fue­ra del gru­po local (exo­ga­mia).

En cam­bio, en estas socie­da­des no se obser­va nin­gu­na corre­la­ción entre la fre­cuen­cia de la gue­rra, por un lado, y la den­si­dad de la pobla­ción o su carác­ter seden­ta­rio, por otro. Esto des­mien­te las teo­rías que hacen coin­ci­dir el ori­gen de la gue­rra con cier­to umbral de pobla­ción o con el fin del noma­dis­mo. Kelly obser­va a este res­pec­to que cier­tas tri­bus ente­ra­men­te nóma­das figu­ran entre las más gue­rre­ras de las socie­da­des de caza­do­res-reco­lec­to­res; se tra­ta pre­ci­sa­men­te de gru­pos seg­men­ta­dos. No cabe duda, por tan­to, que es en esta seg­men­ta­ción, y no en la seden­ta­ri­za­ción, don­de hay que bus­car la cau­sa deter­mi­nan­te de la apa­ri­ción de la guerra.

Como buen mate­ria­lis­ta, uno se pre­gun­ta por el posi­ble lazo entre el cam­bio de las for­mas de orga­ni­za­ción social (no segmentada/​segmentada) y el desa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas, en par­ti­cu­lar la apa­ri­ción de un exce­den­te social. “Nin­gu­na de las socie­da­des no seg­men­ta­das de caza­do­res-reco­lec­to­res (cono­ci­da) ha desa­rro­lla­do una capa­ci­dad de acu­mu­la­ción de reser­vas”, seña­la Kelly. Pero algu­nas de esas socie­da­des se han seg­men­ta­do y, de este modo, se han vuel­to gue­rre­ras. ¿Por qué? ¿Debi­do a qué cam­bios de sus con­di­cio­nes mate­ria­les de exis­ten­cia? El libro de Kelly no res­pon­de a esta pre­gun­ta, pero una cosa es cier­ta: en su for­ma ele­men­tal, la gue­rra exis­tía antes de que se pro­du­je­ran exce­den­tes socia­les estables.

Sin embar­go, Kelly expli­ca que el desa­rro­llo de una capa­ci­dad de acu­mu­la­ción de reser­vas de ali­men­tos pare­ce haber favo­re­ci­do la seg­men­ta­ción social, y por tan­to la gue­rra, modi­fi­can­do al mis­mo tiem­po las for­mas de esta (ya que las reser­vas de ali­men­tos pasa­ron a ser evi­den­te­men­te un obje­ti­vo estra­té­gi­co). “El alma­ce­na­mien­to de ali­men­tos y la seg­men­ta­ción orga­ni­za­ti­va van de la mano, escri­be. Es pro­ba­ble que el alma­ce­na­mien­to sus­tan­cial de ali­men­tos haya apa­re­ci­do en un con­tex­to en que la gue­rra era poco fre­cuen­te y por tan­to en un sis­te­ma regio­nal de socie­da­des no seg­men­ta­das de caza­do­res-reco­lec­to­res, pero que haya ori­gi­na­do cam­bios en mate­ria de eco­no­mía polí­ti­ca, lo que a fin de cuen­tas com­por­ta­ría un cam­bio de orga­ni­za­ción, par­ti­cu­lar­men­te en un con­tex­to en que aumen­tó la fre­cuen­cia de la gue­rra. Es muy posi­ble que la trans­for­ma­ción del carác­ter de la gue­rra cau­sa­da por la exis­ten­cia de reser­vas de ali­men­tos haya influi­do en estos cambios.”

La gue­rra, inven­ción reciente

Kelly dedu­ce de sus inves­ti­ga­cio­nes que la huma­ni­dad ha vivi­do sin gue­rras duran­te la mayor par­te de su his­to­ria. En par­ti­cu­lar, la colo­ni­za­ción del pla­ne­ta en el paleo­lí­ti­co supe­rior la lle­va­ron a cabo socie­da­des no seg­men­ta­das y por tan­to pací­fi­cas. En deter­mi­na­das cir­cuns­tan­cias de esca­sez, estas socie­da­des pudie­ron cono­cer con­flic­tos espon­tá­neos en torno al acce­so a los recur­sos. Los antro­pó­lo­gos han obser­va­do fenó­me­nos de este tipo en cier­tos pue­blos de caza­do­res-reco­lec­to­res de la épo­ca moder­na, pero por lo gene­ral la pre­ca­rie­dad de la exis­ten­cia favo­re­ció más bien la coope­ra­ción entre grupos.

Kelly cal­cu­la que la tran­si­ción a las socie­da­des seg­men­ta­das comen­zó no antes de hace 10.000 años (sal­vo en el valle del Nilo, sin duda). Pre­via­men­te, la huma­ni­dad, según él, des­co­no­cía la gue­rra. Cono­cía la vio­len­cia inter­per­so­nal, pero el cua­dro que pin­ta el autor no tie­ne nada que ver con lo que expe­ri­men­ta­mos en la socie­dad capi­ta­lis­ta. Sobre la base del estu­dio de los gru­pos de caza­do­res-reco­lec­to­res que exis­ten actual­men­te, Kelley esti­ma que “el homi­ci­dio, la eje­cu­ción de un ase­sino (la pena capi­tal) y los con­flic­tos espon­tá­neos, poten­cial­men­te mor­ta­les, en torno a los recur­sos eran suce­sos raros des­de el pun­to de vis­ta de un indi­vi­duo, en el sen­ti­do de que la vio­len­cia letal pro­ba­ble­men­te solo apa­re­cía una vez cada cien años en el seno de su pro­pio gru­po (o cada vein­te años en una fran­ja terri­to­rial de cin­co gru­pos vecinos)”.

El autor no deja de sub­ra­yar que la ima­gen que des­cri­be es dia­me­tral­men­te opues­ta a la visión difun­di­da por la cla­se domi­nan­te, según la cual la gue­rra es una ten­den­cia de la natu­ra­le­za huma­na que requie­re, para con­tra­rres­tar­la, la for­ma­ción de un Esta­do y un gobierno impar­cia­les. Cita el Levia­tán de Hob­bes: “La natu­ra­le­za huma­na fue el ori­gen de una pro­pen­sión gene­ra­li­za­da a la gue­rra que gene­ró la nece­si­dad de una for­ma de gobierno glo­bal para garan­ti­zar la paz, e hizo com­pren­der que este gobierno era rea­li­za­ble median­te la apli­ca­ción de la Razón.” Está cla­ro que esa “pesa­di­lla en que se cree que los indi­vi­duos (de las socie­da­des lla­ma­das ‘pri­mi­ti­vas’) con­vi­vie­ron per­ma­nen­te­men­te con la obse­sión de una muer­te vio­len­ta no exis­tió jamás”, con­clu­ye Kelly. Los mar­xis­tas no se sor­pren­de­rán ante esta afir­ma­ción, pues saben que esta mane­ra de pre­sen­tar el Esta­do como un pro­gre­so de la huma­ni­dad solo sir­ve para jus­ti­fi­car el mono­po­lio de la vio­len­cia por par­te de la cla­se domi­nan­te al ser­vi­cio de sus intereses.

Diez mil años después

En la pers­pec­ti­va de una socie­dad sin gue­rra, cabe des­ta­car dos obser­va­cio­nes impor­tan­tes del autor. La pri­me­ra: des­de que exis­te, la gue­rra es epi­só­di­ca. La capa­ci­dad del ser humano de hacer las paces es por tan­to igual de gran­de que la de hacer la gue­rra… La segun­da: “El tipo estruc­tu­ral de las socie­da­des no seg­men­ta­das encie­rra posi­bles extra­po­la­cio­nes que van más allá de las socie­da­des de sub­sis­ten­cia como las de los caza­do­res-reco­lec­to­res. Nada indi­ca que hubie­ra una evo­lu­ción lineal de las socie­da­des no seg­men­ta­das a las socie­da­des seg­men­ta­das. Es posi­ble que socie­da­des seg­men­ta­das hayan evo­lu­cio­na­do para con­ver­tir­se en socie­da­des no seg­men­ta­das por­que estas mos­tra­ban una mayor capa­ci­dad de adaptación.”

Diez mil años des­pués, toda­vía nos que­da algo por apren­der de la orga­ni­za­ción social de los caza­do­res-reco­lec­to­res, en par­ti­cu­lar de su orga­ni­za­ción fami­liar. Es una cues­tión que abre la puer­ta a una refle­xión estra­té­gi­ca, ya que el autor insis­te en el tema: “El matri­mo­nio es el fac­tor más poten­te de esta trans­for­ma­ción social [por la que se esta­ble­ce la obli­ga­ción de ven­gar a un miem­bro del gru­po matan­do a cual­quier otro miem­bro del gru­po del ase­sino], por­que el inter­cam­bio de muje­res entre los gru­pos codi­fi­ca direc­ta­men­te los con­cep­tos de la sus­ti­tui­bi­li­dad social, de la per­so­na como repre­sen­tan­te del gru­po y de los intere­ses y pro­yec­tos colec­ti­vos, y de la ‘pér­di­da’ de un miem­bro del gru­po como mer­ma de la colec­ti­vi­dad.” En el camino hacia una socie­dad comu­nis­ta sin gue­rra, la huma­ni­dad toda­vía ten­drá que ajus­tar las anti­guas cuen­tas con la fami­lia patriarcal.


Nota: 1) Ray­mond C. Kelly, “War­less Socie­ties and the Ori­gin of war “, The Uni­ver­sity of Michi­gan Press, 2000.

Euro­pe-soli­dai­re – Corres­pon­den­cia de Pren­sa: germain5@​chasque.​net

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