YPF recu­pe­ra­da: los «espa­ño­la­zos» están ner­vio­sos- Car­los Aznáres

Los habi­tan­tes de las Islas Cana­rias, encla­ve afri­cano con­quis­ta­do por la Coro­na de Cas­ti­lla a fines del siglo XV y prin­ci­pios del XVI, des­pués de una encar­ni­za­da resis­ten­cia de sus habi­tan­tes ori­gi­na­rios guan­ches (a los que los inva­so­res ase­si­na­ron por mon­to­nes), iden­ti­fi­can aún hoy a los inva­so­res con el nom­bre de «godos».

Los mexi­ca­nos, que sufrie­ron el geno­ci­dio impul­sa­do por Her­nán Cor­tez en el Siglo XVI, cuan­do sus esbi­rros hicie­ron ren­dir a san­gre y espa­da, el bas­tión de Tenoch­titlán, los recuer­dan con el des­pec­ti­vo apo­do de «gachu­pi­nes».

Los indí­ge­nas perua­nos que resis­tie­ron la inva­sión espa­ño­la y que eran lide­ra­dos por Man­ko Inka, los deno­mi­na­ron «cha­pe­to­nes», y recuer­dan ‑en la memo­ria de cada una de sus etnias- los días de dolor y sufri­mien­to que les impli­có seme­jan­te impos­tu­ra colonial.

Los inde­pen­den­tis­tas vas­cos, que han lidia­do duran­te siglos con los hijos de Cas­ti­lla, sopor­tan­do inva­sio­nes, gue­rras san­grien­tas, y más cer­cano en el tiem­po, cár­cel, tor­tu­ras, des­apa­ri­cio­nes y ase­si­na­tos, se refie­ren a ellos como «espa­ño­la­zos». Mal­di­cen su vora­ci­dad con­quis­ta­do­ra, que siem­pre vino acom­pa­ña­da de un com­por­ta­mien­to bes­tial, y jamás han deja­do de resis­tir a quie­nes así se com­por­tan. Home­na­jean así aque­llas jor­na­das en que sus ante­pa­sa­dos defen­die­ron heroi­ca­men­te el Cas­ti­llo de Amaiur, en Nava­rra, has­ta su caí­da en manos de los sica­rios de Fer­nan­do El Cató­li­co, pero tam­bién denun­cian en estos días del mes de abril de 2012, el talan­te gue­rre­ris­ta de los súb­di­tos del Bor­bón Juan Car­los, ese mis­mo que ase­si­nó a su her­mano menor Alfonso,para que­dar­se con la coro­na y que aho­ra caza ele­fan­tes en peli­gro de extin­ción en Bost­wa­na, y se par­te la cade­ra por exce­so de con­su­mo etí­li­co. El rey y sus vasa­llos Rajoy y Rubal­ca­ba, más algu­nos pajes meno­res, son los que siguen cerran­do las posi­bi­li­da­des de una paz jus­ta en Eus­kal Herria, afir­man estos tozu­dos y nobles vascos.

Godos, gachu­pi­nes, cha­pe­to­nes y espa­ño­la­zos nos son más que for­mas autóc­to­nas para deno­mi­nar una for­ma de ser de quie­nes a lo lar­go de los siglos han gober­na­do esa ente­le­quia auto­de­fi­ni­da como «Espa­ña», que en reali­dad no es otra cosa que el pro­duc­to de terri­to­rios con­quis­ta­dos por los cas­te­lla­nos, sem­bran­do muer­te entre sus habi­tan­tes ori­gi­na­rios. De la mis­ma mane­ra que hicie­ron aque­llos que, lle­ga­dos en bar­cos y cara­be­las, aso­la­ron Indoa­mé­ri­ca dejan­do un sal­do de 90 millo­nes de asesinados.
De un tiem­po a esta par­te, los con­quis­ta­do­res se hacen lla­mar Rep­sol, Tele­fó­ni­ca, Ende­sa, Unión Feno­sa, BBVA, Ibe­ria, La Cai­xa, Iber­dro­la, Ban­co San­tan­der. Sus méto­dos son tan crue­les y devas­ta­do­res como los que apli­ca­ban sus ante­ce­so­res. Estos tam­bién repar­tie­ron espe­ji­tos de colo­res, com­pra­ron men­ta­li­da­des y coop­ta­ron con­cien­cias, gene­ra­ron la idea de que su par­ti­ci­pa­ción era esen­cial para amor­ti­guar las pér­di­das y des­ajus­tes que los «crio­llos» no supie­ron fre­nar con sus empre­sas loca­les. Se mos­tra­ron como «soli­da­rios» y en reali­dad ate­na­za­ron paí­ses para ama­rrar­los a una depen­den­cia que en todos los casos deri­vó en mise­ria y des­truc­ción en cada uno de los sitios que se asen­ta­ron. No actua­ron solos, siem­pre tuvie­ron cóm­pli­ces entre los man­da­ta­rios y jerar­cas loca­les. Algu­nos apro­ve­cha­ron la «invi­ta­ción» y entre­ga­ron la sobe­ra­nía sin dudar­lo, otros, se hicie­ron socios para lle­nar sus bol­si­llos de coimas y pre­ben­das. Todos, sin excep­ción, sabían «de qué se tra­ta­ba» y no duda­ron en dar el mal paso.

Pero aho­ra las cosas son muy dis­tin­tas en el con­ti­nen­te. O por lo menos, empie­zan a rever­tir­se algu­nos esce­na­rios de los que estos espa­ño­la­zos de la «nue­va Con­quis­ta» se habían aprovechado.
Por eso, no es casual que el caso Rep­sol los pon­ga de gol­pe en paños meno­res. Y todos a una, como diría D’Ar­tag­nan, se han ali­nea­do ‑des­de Rajoy y Bru­fau (este últi­mo titu­lar de la petro­le­ra espa­ño­la) has­ta el «socia­lis­ta» o socia­lis­to Rubal­ca­ba- para gri­tar que se sien­ten ofen­di­dos, dolo­ri­dos, eno­ja­dos, hos­ti­li­za­dos, por la mala noti­cia que les ha lle­ga­do des­de Sudamérica. 

Son de lo que no hay estos espa­ño­la­zos. No sólo roban y matan, sino que toda­vía pro­tes­tan cuan­do sus víc­ti­mas se resis­ten. Pero esta vez, para su des­gra­cia, están muy mal ubi­ca­dos en la foto. Ya se les cono­cen las mañas, hay bron­ca fren­te a sus recla­mos, y a nivel popu­lar, esta mues­tra de dig­ni­dad pro­du­ci­da a tra­vés de la nacio­na­li­za­ción anun­cia­da por el gobierno argen­tino ‑tar­día deci­sión pero más que nece­sa­ria- ha ser­vi­do para cerrar filas y enros­trar­les a los con­quis­ta­do­res todas las ofen­sas acu­mu­la­das a lo lar­go del tiempo.

El ultra­de­re­chis­ta Rajoy pue­de decir y hacer lo que quie­ra, pero aho­ra todos saben que sus cara­be­las están hacien­do agua, y lo que es peor, ame­na­zan con hun­dir­se. El pre­si­den­te de Rep­sol, pue­de batir las cam­pa­nas al aire, pero no le con­vie­ne insis­tir dema­sia­do ya que, como el efec­to domi­nó, la deci­sión argen­ti­na pue­de ser uti­li­za­da tam­bién por otros paí­ses de la región, que están has­tia­dos del pre­po­ten­te tra­to que reci­ben de la petro­le­ra espa­ño­la. De poco le va a ser­vir la soli­da­ri­dad cipa­ya que le hicie­ra lle­gar su socio en la empre­sa, el man­da­ta­rio mexi­cano Cal­de­rón, ya que es sabi­do que su rei­na­do está en ple­na caí­da libre.

Es bueno doble­men­te que YPF deje de ser espa­ño­la. Por un lado, por­que se recu­pe­ra la posi­bi­li­dad de que las rega­lías de la explo­ta­ción petro­lí­fe­ra pue­dan ser­vir ‑como en Vene­zue­la y Boli­via- para dis­tri­buir­las entre los que menos tie­nen. Que esto sea así y que final­men­te no se acep­ten los pedi­dos his­té­ri­cos de indem­ni­za­ción pedi­das por Rep­sol, depen­de­rá del con­trol popu­lar hacia quie­nes hoy han toma­do esta deci­sión. Por otra par­te, el anun­cio ha pues­to en evi­den­cia, como ocu­rre con Ingla­te­rra en el caso de las Mal­vi­nas, que Espa­ña ha sido y pre­ten­de seguir sien­do, un impe­rio des­truc­tor y rapi­ñe­ro. Pero por pri­me­ra vez, en las últi­mas déca­das, sus ame­na­zas ya no asus­tan a nadie. Los espa­ño­la­zos se pare­cen cada vez más a esas repu­bli­que­tas bana­ne­ras con las que tan­to com­pa­ra­ban a los paí­ses lati­no­ame­ri­ca­nos, cuan­do que­rían ofen­der­los y humillarlos.

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