«Pitu», pre­sen­te- Xabier Silveira

No recuer­do haber­nos cono­ci­do cara a cara, pero tam­po­co pue­do des­car­tar­lo. Ade­más, eso no impor­ta. Lo que cuen­ta es lo que sien­to y sien­to que he per­di­do un ami­go. Que han mata­do a un amigo.

El amar­gor de esta pena lo cono­cía ya antes, este sabor a impo­ten­cia, este olor a muer­te que des­pren­de cada infor­ma­ti­vo escru­pu­lo­sa­men­te mani­pu­la­do con el úni­co fin de enga­ñar a la masa. Lo que pasa es que esta vez el sen­ti­mien­to es encon­tra­do sin ni siquie­ra haber­lo bus­ca­do. La milon­ga de que ETA baje la per­sia­na sea sinó­ni­mo de ausen­cia de vio­len­cia que­da paten­te una vez más aun­que el pre­cio a pagar por ello sea otra vez des­me­su­ra­do, des­com­pen­sa­do; tan caro que te han matado.

Pero es que te han mata­do los que se auto­de­no­mi­nan defen­so­res de la vida, los que se hacen lla­mar demó­cra­tas; esos que a todo el que no se tra­gue su fal­sa decen­cia lo tachan de terro­ris­ta, de vio­len­to, de ase­sino. Y ¿quién si no ellos siem­bra el terror, emplea la vio­len­cia y ase­si­na a su anto­jo? ¡Asque­ro­sos!

Impu­nes bajo el negro de su mas­ca­ra matan por la espal­da sin tener que dar la cara. Matan por nada, a san­gre fría, sin parar­se a pen­sar. Se bajan y dis­pa­ran, a dar, a matar. Y te han mata­do. ¡Ase­si­nos!

Y, fal­ta­ría más, el máxi­mo res­pon­sa­ble de tu muer­te, Rodol­fo Ares, ni cor­to ni pere­zo­so sale a la pales­tra min­tien­do como un bella­co para en un prin­ci­pio sal­var el culo a sus secua­ces y más tar­de decir que pon­drá todo su «empe­ño per­so­nal» en que la inves­ti­ga­ción abier­ta se lle­ve a cabo «pese a quien pese» y «has­ta las últi­mas con­se­cuen­cias» para que «se depu­ren todas las res­pon­sa­bi­li­da­des corres­pon­dien­tes, si las hubie­ra». Esto no hace más que rati­fi­car su total irres­pon­sa­bi­li­dad y abso­lu­ta fal­ta de ver­güen­za. Ase­sino y men­ti­ro­so. Des­de el pri­mer día en que ocu­pó el car­go de máxi­mo res­pon­sa­ble de Inte­rior ha que­da­do de mani­fies­to que seme­jan­te espé­ci­men no debe ni pue­de ejer­cer tal fun­ción. Pero ha teni­do que pasar­te a ti esto para que los que deci­dan qué está bien y qué esta mal alcen sus bra­zos al cie­lo y pidan res­pon­sa­bi­li­da­des. Si lo hubie­ran hecho antes ‑y moti­vos había de sobra‑, posi­ble­men­te, esta­rías pre­pa­rán­do­te para cele­brar el pase a la final de Euro­pa League.

Pero no va a poder ser. Aun­que no me cabe la menor duda de que esta­rás pre­sen­te en todos y cada uno de los par­ti­dos que dis­pu­te el Ath­le­tic. Pre­sen­te, con una fuer­za tal que tus ase­si­nos nota­rán tu pre­sen­cia, tu alien­to en su nuca y no podrán res­pi­rar. Inten­ta­rán borrar tu ima­gen de su men­te, pero tu silue­ta y tu son­ri­sa los per­se­gui­rán eter­na­men­te. Dor­mi­rán soñan­do que cuan­do des­pier­ten no esta­rás, pero des­per­ta­rán y estarás.

Por­que esta­rás pre­sen­te eternamente.

En la memo­ria colec­ti­va de este des­ga­rra­dor país, pre­sen­te; en cual­quier lugar del pla­ne­ta don­de sica­rios paga­dos con impues­tos ase­si­nan a ino­cen­tes, pre­sen­te; en cada uno de los esta­dios don­de poli­cías ejer­cen de mato­nes, pre­sen­te; y en nues­tros cora­zo­nes y men­tes, eter­na­men­te, presente.

Beti arte Iñi­go, gugan bizi­ko zara. Presente.

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *