Revo­lu­ción fren­te a invo­lu­ción- Erlantz Anda, Txotxe Andueza

No que­re­mos que la impu­ni­dad poli­cial sea la nor­ma, que los dere­chos estén some­ti­dos a férreos con­tro­les pre­ven­ti­vos. Y tra­ba­ja­re­mos para que las garan­tías de par­ti­ci­pa­ción civil y polí­ti­ca alcan­cen a toda la ciudadanía.

Poco más pue­de espe­rar­se de unos diri­gen­tes polí­ti­cos que para jus­ti­fi­car su inmo­vi­lis­mo en Eus­kal Herria adu­cen que los miem­bros de una for­ma­ción polí­ti­ca «no se han vuel­to bue­nos». De quie­nes ges­tio­nan la polí­ti­ca ins­ta­la­dos en la dico­to­mía de bue­nos y malos. Pero lo cier­to es que en estas últi­mas sema­nas, mien­tras cien­tos de jóve­nes pro­cla­ma­ban en Gas­teiz la revo­lu­ción de mar­zo, otros rea­li­za­ban día a día su pro­pia invo­lu­ción. Vuel­ta a un pasa­do, que en reali­dad nun­ca se había ido, de repre­sión en la calle, de silen­cio en los des­pa­chos, de prohi­bi­cio­nes y exhi­bi­ción de fuer­za por par­te de los pode­res del Esta­do ins­ta­la­dos en Eus­kal Herria.

Así, y des­de que el pasa­do 3 de mar­zo los res­pon­sa­bles de la Ertzain­tza man­da­ran car­gar a los y las jóve­nes que salie­ron con blo­que e ini­cia­ti­vas pro­pias a recor­dar la masa­cre de 1976, se han suce­di­do como en un tor­tu­ra­dor goteo las noti­cias de los usos y abu­sos de esa fuer­za cuyo ejer­ci­cio es, dicen sus leyes, mono­po­lio del Estado.

El sal­do per­so­nal de los suce­sos de este 3 de mar­zo ha sido gra­ve, con cua­tro jóve­nes dete­ni­dos y un impor­tan­te núme­ro de jóve­nes heri­dos. Pero son tam­bién impor­tan­tes las heri­das a los nun­ca total­men­te reco­no­ci­dos dere­chos civi­les y polí­ti­cos: diso­lu­ción con abu­so de fuer­za de una sen­ta­da pací­fi­ca; ame­na­zas y gol­pes; aco­so a los jóve­nes duran­te toda la jor­na­da; prohi­bi­ción de una mani­fes­ta­ción unos días des­pués; iden­ti­fi­ca­cio­nes masi­vas; y la actua­ción inacep­ta­ble de poli­cías arma­dos en un recin­to hospitalario.

Pero no todo ha gira­do estas sema­nas alre­de­dor de esos suce­sos. Han ocu­rri­do tam­bién cosas como estas: la Poli­cía Muni­ci­pal detu­vo a dos jóve­nes que emba­dur­na­ban de pin­tu­ra un mono­li­to del par­que de Judi­men­di, y les hizo pasar toda la noche en comi­sa­ría; la Ertzain­tza dete­nía a dos jóve­nes en Amu­rrio y bus­ca­ba a otros dos por echar pie­dras y pin­tu­ra con­tra sucur­sa­les ban­ca­rias, y ade­más de pasar la noche en comi­sa­ría, la noti­cia era refle­ja­da por los medios con un des­plie­gue des­me­di­do; anun­cian que se juz­ga­rá a los jóve­nes que fue­ron dete­ni­dos el pasa­do 6 de diciem­bre tras ocu­par pací­fi­ca­men­te los anti­guos loca­les de la Escue­la de Artes y Ofi­cios, de pro­pie­dad de Dipu­tación y vacíos des­de hace 15 años; los mili­ta­res acam­pan en Jesús Obre­ro, en una infa­me cam­pa­ña para cap­tar a los jóve­nes macha­ca­dos por el paro y la fal­ta de perspectivas…

A todo ello se suma que la pre­sen­cia poli­cial en las calles ha aumen­ta­do de for­ma apa­bu­llan­te, y que el aco­so poli­cial a las per­so­nas inmi­gran­tes rom­pe con todo prin­ci­pio demo­crá­ti­co. No hay más que dar­se un paseo por barrios como Erro­ta para ver que han ins­tau­ra­do el esta­do de excep­ción para las per­so­nas que con pape­les o sin ellos resi­den, por­que es su dere­cho hacer­lo don­de quie­ran, en esta ciudad.

Y mucho nos teme­mos que la lis­ta no aca­be aquí, máxi­me tras el anun­cio de las des­me­su­ra­das peti­cio­nes fis­ca­les para las per­so­nas que com­pu­sie­ron un pique­te en la huel­ga gene­ral que tuvo lugar en enero de 2011, que han dado en lan­zar a la infor­ma­ción públi­ca jus­to a las puer­tas de otra huel­ga general.

Esta socie­dad se ha acos­tum­bra­do a situa­cio­nes y legis­la­cio­nes de excep­ción. Tan­to que hemos lle­ga­do a asu­mir como nor­mal que se apli­que la deten­ción de for­ma sis­te­má­ti­ca y abu­si­va; que se inco­mu­ni­que a las per­so­nas dete­ni­das; que haya que cum­plir mil requi­si­tos y supe­rar otros mil lími­tes para ejer­cer el dere­cho a la libre expre­sión en la calle; que la poli­cía pue­da irrum­pir de for­ma vio­len­ta en cual­quier espa­cio, disol­ver a gol­pes toda expre­sión de pro­tes­ta, exi­gir bajo ame­na­zas la docu­men­ta­ción a cual­quier persona.

Por eso es impor­tan­te con­tar lo que ocu­rre, visi­bi­li­zar­lo, rom­per con la impu­ni­dad del silen­cio. Y res­pon­der. Por­que esos hechos no son nor­ma­les. No debie­ran haber­se dado las legis­la­cio­nes de excep­ción que los ampa­ran, ni la uti­li­za­ción sis­te­má­ti­ca y abu­si­va de las ya de por sí exten­sas com­pe­ten­cias que otor­gan esas leyes, en prin­ci­pio excep­cio­na­les. No que­re­mos que todo ello se ins­ta­le en nues­tra socie­dad para siem­pre. No nos gus­ta esa dia­léc­ti­ca del bien y del mal, esa dico­to­mía de bue­nos y malos que nos pro­po­nen algu­nos res­pon­sa­bles polí­ti­cos de este país. No que­re­mos que la impu­ni­dad poli­cial sea la nor­ma, que los dere­chos estén some­ti­dos a férreos con­tro­les pre­ven­ti­vos. Y tra­ba­ja­re­mos para que las garan­tías de par­ti­ci­pa­ción civil y polí­ti­ca alcan­cen a toda la ciudadanía.

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