¿Dejar atrás a CC OO y UGT?- Car­los Taibo

La prin­ci­pal razón que da cuen­ta de la posi­bi­li­dad de que los sin­di­ca­tos mayo­ri­ta­rios se vean supe­ra­dos, en su acción, en los meses veni­de­ros no es otra que las limi­ta­cio­nes que aco­san a CC OO y UGT. Y es que en las direc­cio­nes de estos dos sin­di­ca­tos no se apre­cia nin­gu­na capa­ci­dad de res­pues­ta que no pase por cum­plir buro­crá­ti­ca­men­te con el expe­dien­te de las protestas.

El esce­na­rio men­cio­na­do se ve mar­ca­do, en una cla­ve tem­po­ral de lar­go alien­to, por un per­ma­nen­te retro­ce­so de los dos sin­di­ca­tos mayo­ri­ta­rios. En las últi­mas sema­nas las cúpu­las de éstos se han con­ten­ta­do con deman­dar del PP algún ges­to que les per­mi­tie­se elu­dir la con­vo­ca­to­ria de una huel­ga gene­ral que, con toda evi­den­cia, pre­fe­rían esquivar.

Cons­cien­tes de su mal­tre­cha capa­ci­dad de movi­li­za­ción, son hoy víc­ti­mas de su con­duc­ta de los dos últi­mos dece­nios. Lo malo es que nin­gún ges­to menor con­tri­bui­rá a can­ce­lar el vigor de lo prin­ci­pal: al tiem­po que la nego­cia­ción colec­ti­va, vital para dar sen­ti­do al tra­ba­jo de CC OO y UGT, pare­ce heri­da de muer­te y mien­tras se per­ci­ben agre­sio­nes con­tra el pro­pio dere­cho de huel­ga, en otro terreno los para­dos, cada vez más nume­ro­sos, a duras penas se sien­ten reco­no­ci­dos –no pue­de ser de otra mane­ra– en los sin­di­ca­tos mayoritarios.

La deses­pe­ra­ción que lo ante­rior pro­vo­ca se tra­du­ce a menu­do en un deseo des­car­na­do de pre­ser­var una pri­ma­cía que se con­si­de­ra en peli­gro. Al ampa­ro de ese deseo se han mul­ti­pli­ca­do los coda­zos y las acu­sa­cio­nes de sec­ta­ris­mo y divi­sio­nis­mo lan­za­das con­tra otras fuer­zas sin­di­ca­les com­pe­ti­do­ras. A títu­lo pro­vi­sio­nal sólo hay un dato mode­ra­da­men­te hala­güe­ño para CC OO y UGT: fal­tan las noti­cias que den cuen­ta de movi­mien­tos serios de con­tes­ta­ción en la base de esos sin­di­ca­tos. Aun­que sus direc­cio­nes pue­den sen­tir­se mode­ra­da­men­te cómo­das, es fácil adi­vi­nar lo que lo ante­rior sig­ni­fi­ca de cara al futuro.

Supon­go que en últi­mo tér­mino a Fer­nán­dez Toxo y a Mén­dez la situa­ción pre­sen­te les pro­du­ce, por enci­ma de todo, per­ple­ji­dad. No aca­ban de enten­der que un Gobierno de la dere­cha rom­pa un acuer­do entre caba­lle­ros que, mal que bien, pedía de CC OO y UGT mode­ra­ción en sus deman­das, y aca­ta­mien­to cabal del orden exis­ten­te, a cam­bio de pre­ser­var razo­na­ble­men­te incó­lu­me la finan­cia­ción públi­ca de esos dos sin­di­ca­tos. Y algu­na razón, por una vez, no les fal­ta: pare­ce como si el PP no hubie­se per­ci­bi­do que la con­flic­ti­vi­dad labo­ral es sen­si­ble­men­te menor don­de esos sin­di­ca­tos se mue­ven a sus anchas.

El esce­na­rio que aca­bo de mal des­cri­bir pare­ce sin­gu­lar­men­te pro­pi­cio para que ganen terreno opcio­nes sin­di­ca­les, o para­sin­di­ca­les, más radi­ca­les y com­pro­me­ti­das. En una con­si­de­ra­ción gene­ral esas opcio­nes son tres. La pri­me­ra la ofre­ce el sin­di­ca­lis­mo de cor­te nacio­na­lis­ta que, con peso inne­ga­ble en el País Vas­co y Gali­cia, se halla pre­sen­te tam­bién en Cata­lu­ña y Anda­lu­cía. Aun­que más con­tes­ta­ta­rio y lucha­dor que lo que hoy supo­nen CC OO y UGT, lo suyo es rece­lar en lo que res­pec­ta a la volun­tad que muchas de estas fuer­zas, a la defen­si­va, mues­tran en lo que se refie­re a la supera­ción de pro­pues­tas de cariz estric­ta­men­te socialdemócrata.

La segun­da opción lle­ga de la mano del sin­di­ca­lis­mo alter­na­ti­vo, en la mayo­ría de los luga­res anar­co­sin­di­ca­lis­ta. Los últi­mos meses lo han sido en este mun­do de com­pás de espe­ra, entre la incer­ti­dum­bre rela­ti­va a lo que esta­ban lla­ma­dos a hacer los sin­di­ca­tos mayo­ri­ta­rios y una par­si­mo­nia que en algún caso escon­de dudas sobre la pro­pia mili­tan­cia. La ter­ce­ra y últi­ma opción, en fin, lle­ga de la mano de ins­tan­cias como el 15M, de muy pre­ca­ria pre­sen­cia en el mun­do del tra­ba­jo (aun­que no fal­ten los asa­la­ria­dos que son quin­ce­ma­yis­tas de fin de sema­na). Sal­ta a la vis­ta que este tipo de movi­mien­tos apor­ta, en su hete­ro­ge­nei­dad, acti­vos intere­san­tes para la con­tes­ta­ción. Ahí están la pre­sen­cia masi­va de jóve­nes para­dos y pre­ca­rios, el desig­nio de exten­der las pro­tes­tas al terreno del con­su­mo y una capa­ci­dad de movi­li­za­ción que, digan lo que digan, no ha menguado.

No es difí­cil resu­mir la tarea mayor que que­da por delan­te en un momen­to, el pre­sen­te, en el que muchos de los inte­gran­tes de las cla­ses medias en pro­ce­so de des­cla­sa­mien­to han abra­za­do un dis­cur­so radi­cal mien­tras la mayo­ría de quie­nes dis­po­nen de un tra­ba­jo pare­cen ate­na­za­dos, sin más, por el mie­do: la obli­ga­ción estri­ba en sumar los acti­vos que pro­ce­den de esa cla­se media des­cla­sa­da y de los sec­to­res resis­ten­tes del movi­mien­to obre­ro de siem­pre. Con­se­guir­lo no es sen­ci­llo. Recu­pe­rar, para ello, el sig­ni­fi­ca­do de dos pala­bras, explo­ta­ción y alie­na­ción, pre­ma­tu­ra­men­te arrin­co­na­das, pare­ce ineludible.

Dia­go­nal

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