Saha­ra sigue espe­ran­do una solu­ción tras 36 años de olvi­do y repre­sión- Aina­ra Lertxundi

La Repú­bli­ca Ára­be Saha­raui Demo­crá­ti­ca (RASD) aca­ba de cum­plir 36 años. Marrue­cos y el Fren­te Poli­sa­rio han ini­cia­do con retra­so la quin­ta ron­da de con­ver­sa­cio­nes infor­ma­les en Nue­va York. Moha­med Salem Boua­moud, encar­ce­la­do duran­te tres años en la Cár­cel Negra de El Aaiún, se mues­tra opti­mis­ta. Rachid Segha­yer, acti­vis­ta en los terri­to­rios ocu­pa­dos, en cam­bio, frun­ce el ceño. No espe­ra gran­des cam­bios por­que no ve en Rabat «volun­tad de lle­gar a un pro­ce­so de negociación».

A36 años de la pro­cla­ma­ción de la Repú­bli­ca Ára­be Saha­raui Demo­crá­ti­ca (RASD), el con­flic­to con­ti­núa sumer­gi­do en un impas­se, en el que no se vis­lum­bran sali­das, por lo menos, a cor­to pla­zo. Cer­ca de 200.000 saha­rauis, la mayo­ría muje­res y niños, siguen exi­lia­dos en los cam­pa­men­tos de refu­gia­dos de Tin­duf, en pleno desier­to arge­lino, mien­tras que de los terri­to­rios ocu­pa­dos no paran de lle­gar tes­ti­mo­nios de repre­sión, aun­que, como sub­ra­ya el acti­vis­ta Rachid Segha­yer, «los medios de comu­ni­ca­ción solo refle­jan el 20% de lo que ocu­rre en el Saha­ra ocu­pa­do por­que Rabat no per­mi­te difun­dir abso­lu­ta­men­te nada del día a día».

«La situa­ción es extre­ma en los terri­to­rios ocu­pa­dos. No estás segu­ro ni en la calle, ni en casa ni en nin­gún otro lugar», aña­de el expre­so Moha­med Salem Boua­moud. Duran­te tres años estu­vo en uno de los cen­tros peni­ten­cia­rios más sinies­tros del régi­men marro­quí, la Cár­cel Negra de El Aaiún.

«Un cemen­te­rio de gen­te viva»

En 2005, un gru­po de pri­sio­ne­ros logró lla­mar la aten­ción de la comu­ni­dad inter­na­cio­nal tras intro­du­cir en la pri­sión una peque­ña cáma­ra con la que cap­ta­ron una de las cel­das don­de los pre­sos, entre ellos Boua­moud, apa­re­cían amon­to­na­dos unos sobre otros. Pese al impac­to que tuvo la foto­gra­fía y los gri­tos de tor­tu­ra que encie­rran sus pare­des, la Cár­cel Negra sigue sien­do des­tino común para muchos saharauis.

«Es un cemen­te­rio de gen­te viva. Es terri­ble, horri­ble», afir­ma Boua­moud con voz pau­sa­da. «¿Cuán­ta gen­te cree que pue­de caber en esta sala?», pre­gun­ta seña­lan­do la habi­ta­ción ‑de tama­ño medio‑, don­de se desa­rro­lla la entre­vis­ta. «Pues una 120», con­tes­ta tras una bre­ve pau­sa. «Está­ba­mos como sar­di­nas», agre­ga mien­tras se levan­ta del asien­to para tum­bar­se en el sue­lo hecho un ovi­llo e indi­ca con su bra­zo dón­de tenía la cabe­za de un com­pa­ñe­ro, el bra­zo de otro, la pier­na de otro y así has­ta com­ple­tar una espe­cie de puzz­le con fichas de car­ne y hueso.

«Al día nos daban cin­co litros de agua para beber, lim­piar­nos, hacer nues­tras nece­si­da­des, lavar la ropa… Entre todos los pre­sos guar­dá­ba­mos diez litros de agua para sanear un poco los ser­vi­cios por­que, de lo con­tra­rio, era impo­si­ble dor­mir por el olor. A la sema­na de estar ahí, me pica­ba el cuer­po ente­ro por los pio­jos. Nin­gún orga­nis­mo inter­na­cio­nal ni ONG tie­ne auto­ri­za­ción para entrar en la Cár­cel Negra. Gra­cias a esa foto, el mun­do supo lo que es», remarca.

En 2007, un comi­té espe­cial de la ONU visi­tó el Saha­ra ocu­pa­do con la inten­ción de inves­ti­gar in situ las vul­ne­ra­cio­nes de dere­chos huma­nos. «El Gobierno marro­quí alo­jó a sus inte­gran­tes en el Hotel Para­dor, uno de los mejo­res de El Aaiún. Pero les dijo que si salían de ahí, no podía garan­ti­zar su segu­ri­dad. A día de hoy, muy pocos datos han tras­cen­di­do de este infor­me», des­ta­ca Segha­yer. «Por­que, a Fran­cia, alia­do de Marrue­cos, no le intere­sa», apos­ti­lla Boua­moud que, en octu­bre de 2010 se unió al cam­pa­men­to pro­tes­ta de Gdeim Izik, para muchos el pre­lu­dio de la Pri­ma­ve­ra Árabe.

De Gdeim Izik a Nue­va York

«Nació del des­con­ten­to y de la creen­cia de que era nece­sa­rio un movi­mien­to social. Con Gdeim Izik se qui­so dar una ima­gen de lo que es el pue­blo saha­raui, que tie­ne muchas mane­ras de luchar. Una de ellas fue, pre­ci­sa­men­te, este movi­mien­to social pací­fi­co, que empe­zó con 40 hai­mas y aca­bó con 8.000, y que recla­ma­ba igual­dad de opor­tu­ni­da­des y poder sen­tir la paz de los colo­ni­za­do­res; por­que la vida en los terri­to­rios ocu­pa­dos care­ce de nor­ma­li­dad. Marrue­cos con­ti­núa roban­do, explo­tan­do la rique­za del pue­blo saha­raui sin repar­tir nada a nadie. Las más de 20.000 per­so­nas que allí se reu­nie­ron, entre las que había muje­res, niños, ancia­nos y dis­ca­pa­ci­ta­dos, pedían cosas jus­tas y que el mun­do se acuer­de del pue­blo saha­raui y no lo aban­do­ne a su suer­te en manos marro­quíes», incide.

En el plano diplo­má­ti­co, el foco ha vuel­to a estar en Nue­va York, en lo que pue­da salir de la quin­ta ron­da de con­ver­sa­cio­nes infor­ma­les que han man­te­ni­do Marrue­cos y el Fren­te Poli­sa­rio bajo el aus­pi­cio de la ONU.

El obje­ti­vo, en pala­bras del envia­do espe­cial para el Saha­ra, Cris­topher Ross, es «evi­tar que se enfríen los con­tac­tos», sus­pen­di­dos en varias ocasiones.

Segha­yer y Boua­moud dis­cre­pan sobre el alcan­ce de esta cita. «No espe­ro nada. Es la quin­ta ron­da y nada ha cam­bia­do has­ta el momen­to. Y si lo ha hecho, ha sido para peor. La polí­ti­ca de Marrue­cos es dila­tar el con­flic­to en el tiem­po. No tie­ne volun­tad polí­ti­ca de lle­gar a un pro­ce­so de nego­cia­ción. ¿Por qué tie­ne mie­do a un refe­rén­dum? Asis­ti­mos a un cla­ro jue­go inter­na­cio­nal entre Marrue­cos, Espa­ña y Fran­cia», des­ta­ca Segha­yer. Aun­que Boua­moud coin­ci­de con él en que la reso­lu­ción del con­flic­to depen­de de «intere­ses polí­ti­cos», man­tie­ne aún cier­ta con­fian­za en la diplo­ma­cia. «Ten­go toda­vía espe­ran­za en la comu­ni­dad inter­na­cio­nal por­que somos un pue­blo que solo pide su liber­tad. Si Fran­cia nos deja, estoy segu­ro de que lle­ga­re­mos a un acuer­do», concluye.

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