Cla­se, esta­do y revo­lu­ción- Iña­ki Gil de San Vicente

NOTA PREVIA. Esta ponen­cia ha sido redac­ta­da para el deba­te con las com­pa­ñe­ras y com­pa­ñe­ros del Sin­di­ca­to Anda­luz de Tra­ba­ja­do­res de San­lú­car, cama­ra­das que admi­ro como per­so­nas y como mili­tan­tes del pue­blo anda­luz, que tan­to tie­ne que ense­ñar al inde­pen­den­tis­mo socia­lis­ta vasco. 

«Cri­ti­car es juz­gar con valen­tía, es iden­ti­fi­car méri­tos y debi­li­da­des; deve­lar lo ocul­to, actuar de for­ma abier­ta y no dog­má­ti­ca; lla­mar a las cosas por su nom­bre. Es una acti­vi­dad que impli­ca ries­gos por­que el ser humano (autor tam­bién de las obras cri­ti­ca­das) es un ser con­tra­dic­to­rio y orgu­llo­so que cons­tru­ye, inven­ta y pro­gre­sa, pero teme los jui­cios que pue­dan des­cu­brir sus erro­res y debi­li­da­des. La crí­ti­ca es, por natu­ra­le­za, polé­mi­ca; gene­ra dis­cor­dias y enemi­gos, pero tam­bién ami­gos. Pue­de pro­du­cir ideas y cono­ci­mien­tos, así como cam­bios, siem­pre nece­sa­rios, en las obras y en los seres huma­nos. De allí que lo nor­mal es que el poder esta­ble­ci­do o domi­nan­te tra­te siem­pre de supri­mir o de ocul­tar la crí­ti­ca […] Ser crí­ti­co no es fácil. Por eso no exis­ten cur­sos ni rece­tas para for­mar crí­ti­cos como sí los hay para eva­lua­do­res. Tam­po­co hay o se pue­den cons­truir ins­tru­men­tos para hacer crí­ti­ca como sí hay cues­tio­na­rios, esca­las y téc­ni­cas para hacer inves­ti­ga­cio­nes. Y es poco pro­ba­ble que una ins­ti­tu­ción o per­so­na se arries­gue a pro­por­cio­nar recur­sos para desa­rro­llar una crí­ti­ca de sí mis­ma, pero muy pro­ba­ble que sí lo haga para cri­ti­car al enemigo.»

V. Mora­les Sán­chez Cien­cia vs. Téc­ni­ca y sus modos de pro­duc­ción, Edit. El perro y la rana, Cara­cas, 2007, pp.108 – 109

  1. PRESENTACIÓN
  2. PATRIARCADO Y CLASE TRABAJADORA
  3. TERRITORIALIDAD, TRIPLE OPRESIÓN Y ESTADO
  4. EL ESTADO COMO CENTRALIZADOR ESTRATÉGICO
  5. DIALÉCTICA Y LUCHA DE CLASES
  6. LA ESENCIA Y EL FENÓMENO
  7. EL PROBLEMA DE LA PEQUEÑA BURGUESÍA
  8. LAS LLAMADAS CLASES MEDIAS
  9. HISTORIA DEL PUEBLO TRABAJADOR

10. PRESENTE DEL PUEBLO TRABAJADOR

11. RESUMEN

1. PRESENTACIÓN

Apa­ren­te­men­te, no exis­te rela­ción algu­na entre el con­te­ni­do de la cita con la que ini­cia­mos este tex­to y su obje­ti­vo, el de avan­zar en el deba­te sobre la estruc­tu­ra de cla­ses en el capi­ta­lis­mo actual y, más espe­cial­men­te, sobre la valía del con­cep­to de “pue­blo tra­ba­ja­dor” des­de una pers­pec­ti­va de una nación opri­mi­da que debe enfren­tar­se a un Esta­do, lo que a la fuer­za plan­tea otra cues­tión que vere­mos, el papel del Esta­do en la teo­ría de las cla­ses socia­les. Pero si des­cen­de­mos de la apa­rien­cia a la esen­cia, vemos que la rela­ción es direc­ta, más aún, que sin la capa­ci­dad de cri­ti­car el poder aca­dé­mi­co y polí­ti­co es impo­si­ble com­pren­der la teo­ría mar­xis­ta de las cla­ses, como el mar­xis­mo en su con­jun­to. Vamos a inten­tar cen­trar­nos sobre todo en la esen­cia por lo que no dare­mos ape­nas cifras sobre la com­po­si­ción cuan­ti­ta­ti­va de las cla­ses y de sus frac­cio­nes, ni mucho menos toda­vía per­de­re­mos el tiem­po en cri­ti­car la defi­ni­ción bur­gue­sa de cla­se social y sus múl­ti­ples variantes.

En una de las pri­me­ras y deci­si­vas obras mar­xis­tas sobre las cla­ses socia­les, siem­pre igno­ra­da por la cas­ta socio­ló­gi­ca por­que en ella apa­re­ce ya el embrión del méto­do revo­lu­cio­na­rio sobre todo en la uti­li­za­ción de la dia­léc­ti­ca de lo gene­ral y de lo par­ti­cu­lar, Engels, hablan­do sobre las con­di­cio­nes de vida del pro­le­ta­ria­do, dice que «la bur­gue­sía no debe decir la ver­dad, pues de otro modo pro­nun­cia­ría su pro­pia con­de­na»[1]. Con el desa­rro­llo del mar­xis­mo, con la teo­ría de la ideo­lo­gía como inver­sión de lo real, de la alie­na­ción y del feti­chis­mo de la mer­can­cía, con estos avan­ces, se vol­ve­ría más radi­cal y ple­na la crí­ti­ca de los lími­tes obje­ti­vos de cla­se de la bur­gue­sía para cono­cer la reali­dad social.

Pero tales mejo­ras nun­ca nega­ron el hecho mil veces con­fir­ma­do pos­te­rior­men­te de que la cas­ta inte­lec­tual bur­gue­sa sabe per­fec­ta­men­te que no debe decir la ver­dad, que debe men­tir sobre la reali­dad. La denun­cia de la men­ti­ra, la crí­ti­ca impla­ca­ble de la «ver­dad» bur­gue­sa, es por tan­to una nece­si­dad no sólo polí­ti­ca y éti­ca, sino tam­bién epis­te­mo­ló­gi­ca y has­ta onto­ló­gi­ca, por­que nin­gún cono­ci­mien­to pue­de durar en medio de la men­ti­ra y nin­gu­na reali­dad es cog­nos­ci­ble y defi­ni­ble des­de la men­ti­ra que, ade­más, ter­mi­na de cerrar el cepo de fal­sa inter­pre­ta­ción de lo real basa­do en el feti­chis­mo de la mercancía.

Pues bien, es en los temas can­den­tes para la bur­gue­sía, y el de la lucha de cla­ses entre el capi­tal y el tra­ba­jo es el más can­den­te de todos, en don­de esta men­ti­ra ele­va­da a la cate­go­ría de impe­ra­ti­vo éti­co-bur­gués[2] ‑no debe decir la ver­dad- se dis­fra­za de toda serie de sub­ter­fu­gios y se pro­te­ge con toda serie de leyes y buro­cra­cias. Podría decir­se que el dere­cho de crí­ti­ca en el mun­do aca­dé­mi­co está res­trin­gi­do por el buro­cra­tis­mo impe­ran­te: «el pen­sa­mien­to crí­ti­co está alta­men­te buro­cra­ti­za­do […] el res­pe­to al sis­te­ma de pro­to­co­los y auto­ri­za­cio­nes aca­dé­mi­cas, “capi­tal sim­bó­li­co” que ase­gu­ra la com­pe­ten­cia for­mal del tex­to y su tex­tua­li­dad, para decir que la crí­ti­ca en tan­to que tal se ha buro­cra­ti­za­do»[3].

Pen­sa­mos, a pesar de lo leí­do aho­ra mis­mo, que en el momen­to deci­si­vo, la crí­ti­ca y la buro­cra­cia son irre­con­ci­lia­bles, al menos si por ambas enten­de­mos lo que enten­día Marx: «La buro­cra­cia es un círcu­lo del que nadie pue­de esca­par. Su jerar­quía es una jerar­quía de saber […] El espí­ri­tu gene­ral de la buro­cra­cia es el secre­to, el mis­te­rio guar­da­do hacia den­tro por la jerar­quía, hacia fue­ra por la soli­da­ri­dad del Cuer­po»[4].

La direc­ta refe­ren­cia a la «jerar­quía de saber» como carac­te­rís­ti­ca de toda buro­cra­cia, que hace el lla­ma­do «joven» Marx, es una de tan­tas tesis mar­xis­tas sobre la rela­ción poder-saber que, sin embar­go, se olvi­dan o se des­co­no­cen por las modas post, des­de el post­mo­der­nis­mo has­ta el post­mar­xis­mo, e inclu­so para muchas de las ver­sio­nes blan­das y refor­mis­tas de la moda de la bio­po­lí­ti­ca y del bio­po­der[5]. Sin embar­go, para la teo­ría de la lucha de cla­ses es fun­da­men­tal pre­ci­sar siem­pre la cone­xión obje­ti­va entre pro­pie­dad pri­va­da, poder y saber, cone­xión que muy fre­cuen­te­men­te se pier­de de vis­ta, o se nie­ga con la excu­sa de hablar «solo» del poder y del saber abs­trac­ta­men­te en muchos tex­tos sobre la bio­po­lí­ti­ca. En lo rela­cio­na­do con el nazis­mo[6], por ejem­plo, des­apa­re­ce toda refe­ren­cia a la indus­tria y a la bur­gue­sía ale­ma­nas, a sus obje­ti­vos de saqueo impe­ria­lis­ta, al exter­mi­nio de hom­bres y hom­bres comu­nis­tas, socia­lis­tas, anar­quis­tas, sim­ples demó­cra­tas y disi­den­tes, homo­se­xua­les, gita­nos, etc., y tam­bién al hecho de que hay muchos geno­ci­dios ante­rio­res al nazis­mo, pero todos ellos rela­cio­na­dos con la pro­pie­dad pri­va­da. De este modo, des­apa­re­ce la his­to­ria real, la de la lucha de clases.

La pre­sión del secre­tis­mo buro­crá­ti­co refuer­za el res­to de diná­mi­cas, mie­dos, egoís­mos y limi­ta­cio­nes que impi­den con mil suti­le­zas la refle­xión crí­ti­ca, o que la repri­men abier­ta­men­te, de modo que se ter­mi­na impo­nien­do lo que alguien defi­ne muy correc­ta­men­te como «la volun­tad de no saber»: «“capi­ta­lis­mo”, “impe­ria­lis­mo”, “explo­ta­ción”, “domi­na­ción”, “des­po­se­sión”, “opre­sión”, “alie­na­ción”… Estas pala­bras, anta­ño ele­va­das al ran­go de con­cep­tos y vin­cu­la­das a la exis­ten­cia de una “gue­rra civil lar­va­da”, no tie­ne cabi­da en una “demo­cra­cia paci­fi­ca­da”. Con­si­de­ra­das casi como pala­bro­tas, han sido supri­mi­das del voca­bu­la­rio que se emplea tan­to en los tri­bu­na­les como en las redac­cio­nes, en los anfi­tea­tros uni­ver­si­ta­rios o los pla­tós de tele­vi­sión»[7]. Si a esto le uni­mos la influen­cia reac­cio­na­ria de la moda post­mo­der­na y de todos los post que que­ra­mos enu­me­rar, nos encon­tra­mos con que:

«Los detrac­to­res del socia­lis­mo no pue­den oír hablar de la exis­ten­cia de explo­ta­ción, impe­ria­lis­mo o explo­ta­do­res. Se mues­tran ira­cun­dos cuan­do algún comen­sal o inter­lo­cu­tor les hace ver que las cla­ses socia­les son una reali­dad. Los por­ta­do­res del nue­vo cate­cis­mo pos­mo­derno dicen tener argu­men­tos de peso para des­mon­tar la tesis que aún pos­tu­la su vali­dez y su vigen­cia como cate­go­rías de aná­li­sis de las estruc­tu­ras socia­les y de poder. Lamen­ta­ble­men­te, sólo es posi­ble iden­ti­fi­car, con cier­to gra­do de sus­tan­cia, dos tesis. El res­to entra en el estiér­col de las cien­cias socia­les. Son adje­ti­vos cali­fi­ca­ti­vos, insul­tos per­so­na­les y crí­ti­cas sin altu­ra de miras. Yen­do al grano, la pri­me­ra tesis sub­ra­ya que la con­tra­dic­ción explo­ta­dos-explo­ta­do­res es una qui­me­ra, por tan­to, todos sus deri­va­dos, entre ellos las cla­ses socia­les, son con­cep­tos anti­cua­dos de cor­to reco­rri­do. Ya no hay cla­ses socia­les, y si las hubie­se, son res­tos de una gue­rra pasa­da. Des­de la caí­da del muro de Ber­lín has­ta nues­tros días las cla­ses socia­les están des­ti­na­das a des­apa­re­cer, si no lo han hecho ya. El segun­do argu­men­to, coro­la­rio del pri­me­ro, nos ubi­ca en la cadu­ci­dad de las ideo­lo­gías y prin­ci­pios que les dan sus­ten­to, es decir el mar­xis­mo y el socia­lis­mo. Su con­clu­sión es obvia: los diri­gen­tes sin­di­ca­les, líde­res polí­ti­cos e inte­lec­tua­les que hacen aco­pio y se sir­ven de la cate­go­ría cla­ses socia­les para des­cri­bir luchas y alter­na­ti­vas en la actual era de la infor­ma­ción, vivi­rían de espal­das a la reali­dad. Nos­tál­gi­cos enfren­ta­dos a moli­nos de vien­to que han per­di­do el tren de la his­to­ria»[8].

Pero no se detie­nen aquí los obs­tácu­los que impo­si­bi­li­tan la crí­ti­ca radi­cal de la ideo­lo­gía bur­gue­sa sobre las cla­ses socia­les, sino que estos se mul­ti­pli­can expo­nen­cial­men­te cuan­do debe­mos avan­zar en la cru­cial cues­tión de inte­grar lo sub­je­ti­vo, la iden­ti­dad y el com­ple­jo lin­güís­ti­co-cul­tu­ral, etc., en la defi­ni­ción de las cla­ses socia­les, en la inter­ac­ción entre la con­cien­cia-en-si y la con­cien­cia-para-sí. ¿Qué fun­ción jue­ga la con­cien­cia nacio­nal del pue­blo tra­ba­ja­dor en la con­cien­cia-para-sí de la cla­se obre­ra y del pro­pio pue­blo ver­te­bra­do por ésta? ¿La con­cien­cia de cla­se es siem­pre y exclu­si­va­men­te inter­na­cio­na­lis­ta, cos­mo­po­li­ta, y siem­pre ha de optar por la uni­dad esta­ta­lis­ta aun­que sea la de un Esta­do nacio­nal­men­te opre­sor de su pue­blo? Ya hemos res­pon­di­do a estas pre­gun­tas en otros muchos tex­tos. Lo que aho­ra nos intere­sa es dejar cons­tan­cia de las fuer­tes resis­ten­cias buro­crá­ti­cas a que se reali­cen inves­ti­ga­cio­nes y deba­tes demo­crá­ti­cos para res­pon­der a estas cuestiones.

T. Sha­nin ha inves­ti­ga­do la pre­sen­cia acti­va de las tra­di­cio­nes revo­lu­cio­na­rias ver­ná­cu­las en el socia­lis­mo, y es cate­gó­ri­co al denun­ciar la res­pon­sa­bi­li­dad de las buro­cra­cias en el boi­cot de la inves­ti­ga­ción de la com­ple­ja dia­léc­ti­ca entre la libe­ra­ción nacio­nal y la de cla­ses, para impo­ner esque­ma uni­li­nea­les y meca­ni­cis­tas, en los que la con­cien­cia de cla­se no esté «con­ta­mi­na­da» por sen­ti­mien­tos nacio­na­les: «Los buró­cra­tas y los doc­tri­na­rios de todo el mun­do aman la sen­ci­llez de estos mode­los e his­to­rio­gra­fías y hacen todo lo posi­ble para impo­ner­los por medio de todos los pode­res que tie­nen a su alcan­ce»[9].

2. PATRIARCADO Y CLASE TRABAJADORA

Exis­ten, ade­más, otra serie de obs­tácu­los que difi­cul­tan el estu­dio de las cla­ses socia­les, como, fun­da­men­tal­men­te, el de la opre­sión de la mujer por el hom­bre gra­cias al sis­te­ma patriar­co-bur­gués. Del mis­mo modo en que en lo rela­cio­na­do con la opre­sión nacio­nal exis­te una buro­cra­cia inte­lec­tual, una cas­ta aca­dé­mi­ca defen­so­ra a ultran­za del nacio­na­lis­mo impe­ria­lis­ta, de la lógi­ca de su Esta­do, que impi­de toda refle­xión crí­ti­ca que demues­tre la dia­léc­ti­ca entre lucha de cla­ses y lucha de libe­ra­ción nacio­nal, exac­ta­men­te suce­de en lo rela­cio­na­do con la opre­sión de la mujer y su rela­ción con la eco­no­mía capi­ta­lis­ta y la estruc­tu­ra de cla­ses. A lo lar­go de los siglos en los que el sis­te­ma patriar­cal se ha ido adap­tan­do a los suce­si­vos modos de pro­duc­ción, sien­do sub­su­mi­do por estos, duran­te este lar­go tiem­po se ha ido crean­do una ideo­lo­gía, una for­ma de ver e inter­pre­tar la reali­dad, ade­cua­da a las cla­ses domi­nan­tes, masculinas.

La for­ma de pen­sa­mien­to patriar­co-bur­gués se ampa­ra y se refuer­za en las múl­ti­ples for­mas en las que se pre­sen­ta el posi­ti­vis­mo, la supues­ta neu­tra­li­dad valo­ra­ti­va del méto­do ofi­cial de cono­ci­mien­to, méto­do que C. Mar­tí­nez Puli­do, en un tex­to de obli­ga­do estu­dio, resu­me así: «La afir­ma­ción acer­ca de la no neu­tra­li­dad valo­ra­ti­va de la cien­cia afec­ta a la dis­tin­ción entre valo­res cog­ni­ti­vos y no cog­ni­ti­vos, pues hace hin­ca­pié en el carác­ter social de los valo­res epis­té­mi­cos a la vez que pre­sen­ta la posi­bi­li­dad de iden­ti­fi­car cier­tos aspec­tos cog­ni­ti­vos en algu­nos no epis­té­mi­cos. Por ejem­plo, los valo­res con­tex­tua­les pue­den deter­mi­nar qué pre­gun­tar y qué igno­rar acer­ca de un fenó­meno dado […] Del mis­mo modo, los valo­res con­tex­tua­les tam­bién pue­den afec­tar a la des­crip­ción de los datos, esto es, se pue­den uti­li­zar tér­mi­nos car­ga­dos de valo­res a la hora de des­cri­bir obser­va­cio­nes y expe­ri­men­tos y los valo­res pue­den influir en la selec­ción de los datos o en los tipos de fenó­me­nos que hay que inves­ti­gar»[10].

Los valo­res con­tex­tua­les patriar­co-bur­gue­ses deli­mi­tan lo que se pue­de inves­ti­gar o no en el poder uni­ver­si­ta­rio, cen­su­ran­do y mar­gi­nan­do lo que no con­vie­ne, y poten­cian­do lo que sí nece­si­ta la domi­na­ción mas­cu­li­na. L. Mén­dez ha estu­dia­do el tris­te pro­ce­so de asi­mi­la­ción del femi­nis­mo radi­cal por las ins­ti­tu­cio­nes del sis­te­ma, que han des­ac­ti­va­do la car­ga crí­ti­ca y movi­li­za­do­ra del femi­nis­mo has­ta redu­cir­la a una sim­ple «cues­tión de géne­ro», una «pers­pec­ti­va de géne­ro» apor­ta­da por estu­dios de pro­fe­sio­na­les encar­ga­dos por las ins­ti­tu­cio­nes. Pre­ci­sa­men­te cuan­do aumen­ta la explo­ta­ción y la pobre­za, pre­ci­sa­men­te aho­ra el femi­nis­mo es inte­gra­do por el sis­te­ma[11].

Si pasa­mos de la crí­ti­ca del cam­po de la antro­po­lo­gía al cam­po de la socio­lo­gía en gene­ral, nos encon­tra­mos con el lace­ran­te hecho de la selec­ción mas­cu­li­na de las esta­dís­ti­cas, o en pala­bras de Dixie Edith, la ausen­cia o el muy esca­so desa­rro­llo de las «esta­dís­ti­cas en feme­nino»[12], lo que demues­tra la orien­ta­ción patriar­cal de las deno­mi­na­das «cien­cias socia­les»; muy sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te, los avan­ces de Cuba en esta deci­si­va área son reco­no­ci­dos en este nece­sa­rio tex­to citado.

Los estu­dios crí­ti­cos mues­tran que, por ejem­plo en Lati­noa­mé­ri­ca, el aumen­to el can­ti­dad de muje­res en las ins­ti­tu­cio­nes aca­dé­mi­cas y cien­tí­fi­cas no se corres­pon­de con un aumen­to de su poder cua­li­ta­ti­vo, de deci­sión en los pla­nes y en los pro­yec­tos, sino que al con­tra­rio, se asis­te una «mas­cu­li­ni­za­ción del poder» en estas ins­ti­tu­cio­nes[13], y otras inves­ti­ga­cio­nes en Euro­pa con­fir­man que la mujer domi­na en las aulas uni­ver­si­ta­rias, «pero no en los des­pa­chos»[14], y des­de una pers­pec­ti­va aún más mun­dia­li­za­da, son demo­le­do­res los datos sobre la supe­rio­ri­dad mas­cu­li­na en todo lo rela­cio­na­do con cien­cia y tec­no­lo­gía, un ejem­plo: «de los 513 pre­mios Nobel de físi­ca, quí­mi­ca y fisio­lo­gía o medi­ci­na con­ce­di­dos des­de 1901, sola­men­te 12 fue­ron a manos de muje­res y dos recom­pen­sa­ron a una mis­ma per­so­na, Marie Curie»[15]. La fuer­za reac­cio­na­ria del sis­te­ma patriar­co-bur­gués se con­fir­ma por el demo­le­dor hecho de que «más for­ma­ción = más des­igual­dad», es decir, a pesar del aumen­to de la for­ma­ción edu­ca­ti­va de la mujer está aumen­tan­do la des­igual­dad con los hom­bres[16].

Pero la exclu­sión inte­lec­tual de la mujer es sólo par­te de un pro­ble­ma mayor, el de su explo­ta­ción glo­bal. Sin duda, lo que sepa­ra al mar­xis­mo del pen­sa­mien­to patriar­co-bur­gués sobre esta cuesti��n es la con­tun­den­te afir­ma­ción rea­li­za­da en el Mani­fies­to Comu­nis­ta según la cual «se tra­ta pre­ci­sa­men­te de abo­lir la posi­ción de las muje­res como meros ins­tru­men­tos de pro­duc­ción»[17]. A par­tir de aquí el res­to de este deci­si­vo pro­ble­ma vie­ne dado por el des­en­vol­vi­mien­to de la explo­ta­ción patriar­co-bur­gue­sa de la mujer en cuan­to mero ins­tru­men­to de pro­duc­ción, que es usa­do según las nece­si­da­des que tie­ne el capi­tal en cada momen­to de su acu­mu­la­ción. Depen­dien­do de las cri­sis, del paro, del empo­bre­ci­mien­to, de las polí­ti­cas esta­ta­les de reduc­ción de gas­tos públi­cos y de ayu­das socia­les, etc., la mujer se ve obli­ga­da a acep­tar mayo­res explo­ta­cio­nes, peo­res con­di­cio­nes de tra­ba­jo, ade­más de aumen­tar el tra­ba­jo doméstico.

Así, según la Fun­da­ción Adec­co[18], en los tres últi­mos años 465.000 muje­res han teni­do que entrar en el «mer­ca­do labo­ral» para com­pen­sar con su sala­rio extra­fa­mi­liar el dra­má­ti­co empeo­ra­mien­to de las con­di­cio­nes fami­lia­res de vida, el empo­bre­ci­mien­to cre­cien­te que se plas­ma en el hecho de que el 64% de la pobla­ción[19] del Esta­do espa­ñol tie­ne difi­cul­ta­des eco­nó­mi­cas para lle­gar a fin de mes. Y son datos ofi­cia­les, por­que otras muchas dece­nas de miles de muje­res no tie­nen más reme­dio que acep­tar ser explo­ta­das en la eco­no­mía sumer­gi­da o, lo que es infi­ni­ta­men­te peor, en la pros­ti­tu­ción[20]. Pero encon­trar un tra­ba­jo legal no sig­ni­fi­ca que sea en con­di­cio­nes «nor­ma­les» por­que, ade­más del menor suel­do que cobran las muje­res por el solo hecho de ser­lo ‑de entre un 22 y un 30% menos que los hom­bres según los empleos, o más‑, el 86,6% de los con­tra­tos fijos a jor­na­da com­ple­ta son para los hom­bres, al menos en Gipuz­koa[21], aun­que no varia­rán mucho en otros sitios.

La dis­pa­ri­dad sala­rial y de for­mas res­tric­ti­vas de con­tra­to que impi­den el acce­so a pues­tos de direc­ción, es una de las carac­te­rís­ti­cas de la estruc­tu­ra de cla­ses, y en el sis­te­ma patriar­co-bur­gués esta estruc­tu­ra dis­par tam­bién se mate­ria­li­za den­tro de los altos car­gos direc­ti­vos en las empre­sas. No podía ser de otro modo en el nivel espe­cí­fi­ca­men­te empre­sa­rial, pero este es refor­za­do por la domi­na­ción sexo-eco­nó­mi­ca adap­ta­da a las altas ins­tan­cias del man­do empre­sa­rial. Estu­dios recien­tes indi­can que: «más del 60% de los titu­la­dos uni­ver­si­ta­rios en 2010 fue­ron muje­res. El 45% del mer­ca­do labo­ral ‑tan­to el gene­ral como el deno­mi­na­do de alta cua­li­fi­ca­ción- es feme­nino. Sin embar­go, la pre­sen­cia de las fémi­nas en los car­gos de alta direc­ción no alcan­za el 10%. […] La pre­sen­cia de las muje­res es esca­sa en los car­gos de alta direc­ción y en los con­se­jos de admi­nis­tra­ción de las empre­sas: casi un 70% de las com­pa­ñías nacio­na­les no incor­po­ra con­se­je­ras. En las coti­za­das, la repre­sen­ta­ción feme­ni­na en los con­se­jos es de un 11%. Esta cifra se ha man­te­ni­do esta­ble en los últi­mos dos años»[22].

Pero dejan­do las altas jerar­quías de la explo­ta­ción, a las que ape­nas pue­den acce­der las muje­res inclu­so tras haber acep­ta­do los valo­res patriar­co-bur­gue­ses como pro­pios, vol­va­mos a la cru­da reali­dad que aplas­ta a la mayo­ría inmen­sa de las muje­res. Thé­rè­se Clerc nos ofre­ce unos datos demo­le­do­res sobre lo que sig­ni­fi­ca para el capi­ta­lis­mo fran­cés la explo­ta­ción sexo-eco­nó­mi­ca de la mujer: «Las muje­res rea­li­zan 41 mil millo­nes de horas de tra­ba­jo domés­ti­co que no son con­ta­bi­li­za­das en nin­gu­na par­te, que no entran en los cálcu­los del PIB. 41 mil millo­nes de horas que nos ago­tan y que hacen que nues­tra pen­sión esté recor­ta­da. Solo la mitad de las muje­res tie­nen una pen­sión com­ple­ta, dos ter­cios están bajo el umbral de pobre­za»[23]. Habla­mos de explo­ta­ción sexo-eco­nó­mi­ca, sin olvi­dar que den­tro de esta uni­dad está pre­sen­te la explo­ta­ción afec­ti­vo-emo­cio­nal, por­que el sis­te­ma patriar­co-bur­gués ope­ra como una tota­li­dad más abar­ca­do­ra que la explo­ta­ción del obre­ro por el bur­gués. Es indu­da­ble que den­tro de la explo­ta­ción patriar­co-bur­gue­sa debe­mos incluir las vio­la­cio­nes, ‑una de cada cin­co muje­res esta­dou­ni­den­ses, el 20%, ha sido vio­la­da[24]-, y todo el con­jun­to de malos tra­tos, veja­cio­nes, insi­nua­cio­nes y abu­sos sexua­les y psi­co­ló­gi­cos, espe­cial­men­te con­tra las muje­res migran­tes[25], las más indefensas.

Si todas las for­mas de vio­len­cia son acti­va­das con­tra la frac­ción mas­cu­li­na del pue­blo tra­ba­ja­dor cuan­do avan­za en su lucha revo­lu­cio­na­ria, lle­gán­do­se a la vio­la­ción de los hom­bres por las fuer­zas de ocu­pa­ción nacio­nal[26], la frac­ción feme­ni­na sufre una vio­len­cia total que C. Ale­many defi­ne así:

«Son mul­ti­for­mes las vio­len­cias ejer­ci­das sobre las muje­res por razón de su sexo. Englo­ban todos los actos que, por medio de la ame­na­za, coac­ción o la fuer­za, les infli­gen en la vida pri­va­da o públi­ca, sufri­mien­tos físi­cos, sexua­les o psi­co­ló­gi­cos, con el fin de inti­mi­dar­las, cas­ti­gar­las, humi­llar­las o que se vean afec­ta­das en su inte­gri­dad físi­ca y sub­je­ti­va. El sexis­mo corrien­te, la por­no­gra­fía, el aco­so sexual en el tra­ba­jo, for­man par­te de ello. Aquí tra­ta­re­mos de las vio­len­cias cor­po­ra­les que, en tan­to que expre­sión de rela­cio­nes de poder mas­cu­lino y sexua­li­dad, for­man par­te de la viri­li­dad y a menu­do están legi­ti­ma­das social­men­te. Al herir direc­ta­men­te a muchas muje­res, pri­ván­do­las de su liber­tad de ir y venir, de su sen­sa­ción de segu­ri­dad, su con­fian­za en sí mis­mas, sus apti­tu­des para tra­bar rela­cio­nes, su gus­to por vivir, esas vio­len­cias con­cier­nen y afec­tan a todas las muje­res que son poten­cial­men­te víc­ti­mas de ello. Cons­ti­tu­yen una de las for­mas extre­mas de rela­cio­nes entre sexos» [27].

La vio­len­cia mul­ti­for­me patriar­co-bur­gue­sa tie­ne uno de los actua­les ancla­jes jus­ti­fi­ca­do­res pro­fun­dos -«el 19% de los euro­peos jus­ti­fi­ca en oca­sio­nes la vio­len­cia géne­ro»[28], según estu­dios ofi­cia­les, lo que sugie­re que el por­cen­ta­je es indu­da­ble­men­te mayor- en los efec­tos y en las excu­sas sexis­tas que los hom­bres encuen­tran en el con­jun­to for­ma­do por el «nue­vo sexis­mo, jun­to a la res­pon­sa­bi­li­dad del cui­da­do»[29], como sos­tie­ne Regi­na Mar­tí­nez. El aumen­to de la car­ga de tra­ba­jo domés­ti­co al redu­cir­se las ayu­das públi­cas y las pres­ta­cio­nes socia­les, al redu­cir­se los sala­rios, etc., aca­rrea a la mujer un aumen­to corres­pon­dien­te de sus horas de tra­ba­jo, lo que se suma al con­jun­to de pro­ble­mas en aumen­to como efec­to de que la bur­gue­sía echa sobre la mujer[30] el grue­so de los cos­tos de su sali­da a la cri­sis capi­ta­lis­ta. La res­pon­sa­bi­li­dad del cui­da­do, la doble o tri­ple jor­na­da labo­ral y las exi­gen­cias insu­pe­ra­bles pues­tas por el «nue­vo sexis­mo» a las muje­res, ade­más de otras razo­nes, expli­can el dete­rio­ro de la salud men­tal de las muje­res[31], emi­gran­tes y hom­bres trabajadores.

La explo­ta­ción afec­ti­vo-emo­cio­nal de la mujer por el sis­te­ma patriar­co-bur­gués empeo­ra estas con­di­cio­nes ya de por sí duras. La explo­ta­ción afec­ti­vo-emo­cio­nal se pade­ce en los paí­ses impe­ria­lis­tas por­que en el lla­ma­do Ter­cer Mun­do las muje­res pade­cen el «impe­ria­lis­mo emo­cio­nal» que saquea los «recur­sos emo­cio­na­les» feme­ni­nos, por uti­li­zar las pala­bras de Arlie Rus­sell Hochschild:

«El impe­ria­lis­mo en su for­ma clá­si­ca impli­có el saqueo de los recur­sos mate­ria­les del Sur por par­te del Nor­te […] La bru­ta­li­dad que carac­te­ri­zó al impe­ria­lis­mo de aque­lla era no debe mini­mi­zar­se, y mucho menos si com­pa­ra­mos la extrac­ción de recur­sos mate­ria­les del Ter­cer Mun­do que se pro­du­jo por enton­ces con la extrac­ción actual de recur­sos emo­cio­na­les. El Nor­te de hoy no extrae amor del Sur por la fuer­za: no hay fun­cio­na­rios colo­nia­les de cas­cos bron­cí­neos, ni ejér­ci­tos inva­so­res ni bar­cos arma­dos que nave­gan hacia las colo­nias. En su lugar, vemos una esce­na benig­na con muje­res del Ter­cer Mun­do que, arma­das de pacien­cia, cami­nan del bra­zo con los ancia­nos a quie­nes cui­dan y se sien­tan jun­to a ellos en las calles y en los par­ques del Pri­mer Mun­do. Hoy en día, la coer­ción actúa de otra mane­ra. Si bien el comer­cio sexual y algu­nos ser­vi­cios domés­ti­cos se impo­nen con bru­ta­li­dad, en líneas gene­ra­les el nue­vo impe­ria­lis­mo emo­cio­nal no se ejer­ce a pun­ta de fusil»[32].

Dejan­do de lado algu­nas mati­za­cio­nes que podría­mos hacer a estas pala­bras, sí debe­mos decir que la explo­ta­ción afec­ti­vo-emo­cio­nal, el saqueo de los recur­sos emo­cio­na­les de las muje­res por los hom­bres, una espe­cie de «plus­va­lía psi­co­ló­gi­ca», sin mayo­res pre­ci­sio­nes aho­ra, esta explo­ta­ción tam­bién se rea­li­za en el capi­ta­lis­mo impe­ria­lis­ta. Como en todo pro­ce­so de explo­ta­ción, en este la per­so­na y el colec­ti­vo explo­ta­do, la mujer, se sien­te atra­pa­da en un mun­do de rela­cio­nes que lle­gan a pro­du­cir­le angus­tia y mie­do si inten­ta rom­per­las, reco­brar su liber­tad. Recien­tes estu­dios indi­can que ade­más de aumen­tar el machis­mo agre­si­vo en la juven­tud espa­ño­la reve­lan que:

«Cer­ca del 12% se han sen­ti­do ate­mo­ri­za­das por su pare­ja. Ade­más el 57% de las que se per­ci­ben como mal­tra­ta­das pro­lon­gan sus rela­cio­nes con el agre­sor más de un año […] Los nive­les de tole­ran­cia al mal­tra­to en jóve­nes de entre 13 y 25 años es sor­pren­den­te. La tole­ran­cia a situa­cio­nes de vio­len­cia (en mues­tras pre y uni­ver­si­ta­rias) es ele­va­da tan­to en per­so­nas que se per­ci­ben como mal­tra­ta­das como no mal­tra­ta­das, espe­cial­men­te en el caso de las muje­res […] el 26,8% de las jóve­nes espa­ño­las se sien­ten atra­pa­das en su rela­ción, mien­tras que un 11,9% ase­gu­ra haber teni­do mie­do […] Tras más de diez años de estu­dio, los resul­ta­dos del CUVINO, orien­ta­do a la eva­lua­ción de la vio­len­cia de géne­ro entre pare­jas de novios uni­ver­si­ta­rios, con una mues­tra de más de 2.000 per­so­nas de Sevi­lla, Ovie­do, La Coru­ña, Pon­te­ve­dra y Huel­va, arro­ja como resul­ta­do una estruc­tu­ra en ocho fac­to­res: vio­len­cia por coer­ción, emo­cio­nal, sexual, de géne­ro (por la sim­ple con­di­ción de ser mujer), ins­tru­men­tal, social, físi­ca y por des­ape­go. Asi­mis­mo, el estu­dio seña­la que la edad de ini­cio de la rela­ción pro­ble­má­ti­ca es tem­pra­na, espe­cial­men­te en las muje­res, que ya indi­can rela­cio­nes con­flic­ti­vas a los 13 años, mien­tras que en el caso de los varo­nes solo es detec­ta­da a par­tir de los 16»[33].

Nadie debe extra­ñar­se de que insis­ta­mos en el efec­to des­truc­tor del mie­do, al que vol­ve­re­mos al ana­li­zar las rela­cio­nes entre el Esta­do bur­gués y la cla­se tra­ba­ja­do­ra, en la explo­ta­ción de la mujer por el sis­te­ma patriar­co-bur­gués. La pre­sen­cia del mie­do es una cons­tan­te en la pre­ca­rie­dad inhe­ren­te a la explo­ta­ción asa­la­ria­da, y su efec­ti­vi­dad para­li­zan­te es tan­to más demo­le­do­ra cuan­to que el con­trol dis­ci­pli­na­rio y repre­si­vo afec­ta de lleno al «plano afec­ti­vo en el tra­ba­jo, en el que el mie­do está siem­pre pre­sen­te»[34]. El mie­do a per­der el tra­ba­jo y a caer en la pobre­za domi­na­ba en la mayo­ría de la pobla­ción tra­ba­ja­do­ra de la Unión Euro­pea[35] a comien­zos de 2010, y todo indi­ca que va en aumento.

Sí pode­mos y debe­mos hablar del plano afec­ti­vo exis­ten­te en la explo­ta­ción asa­la­ria­da mas­cu­li­na, mucho más debe­mos hacer­lo en la explo­ta­ción de la mujer, sea o no asa­la­ria­da, por­que la explo­ta­ción exis­te en últi­ma ins­tan­cia cuan­do se expro­pia a alguien del pro­duc­to rea­li­za­do con su fuer­za de tra­ba­jo. Y aquí debe­mos intro­du­cir la des­truc­ción afec­ti­vo-emo­cio­nal de la mujer cau­sa­da por la bru­ta­li­dad de la escla­vi­tud de la infan­cia, de esos 400 millo­nes[36] de niñas y niños sobre­ex­plo­ta­dos en con­di­cio­nes de escla­vi­tud capi­ta­lis­ta en el mun­do. La mujer tra­ba­ja­do­ra, empo­bre­ci­da, que ha de acep­tar la inhu­ma­na explo­ta­ción de sus hijas e hijos, vive segun­do a segun­do el mie­do per­ma­nen­te por su salud, por su suer­te, por las veja­cio­nes que sufre y sufri­rá, sobre todo si es niña.

La teo­ría mar­xis­ta de las cla­ses socia­les debe inte­grar la explo­ta­ción afec­ti­vo-emo­cio­nal y sus corres­pon­dien­tes vio­len­cias, en el momen­to de ana­li­zar las fuer­zas obje­ti­vas y sub­je­ti­vas que influ­yen en la toma de con­cien­cia-para-sí de la mujer en el sis­te­ma patriar­co-bur­gués. La obvie­dad de esta fusión se basa en el papel cen­tral del tra­ba­jo humano en la antro­po­ge­nia. Clau­dia Maz­zei Noguei­ra demues­tra el papel cen­tral del tra­ba­jo como cua­li­dad de la espe­cie huma­na en la dia­léc­ti­ca entre la repro­duc­ción y la divi­sión sexual del tra­ba­jo[37], y aun­que no pro­fun­di­za en el papel cla­ve que siem­pre ha juga­do el Esta­do patriar­cal en esa inter­ac­ción, des­de que exis­te el patriar­ca­do, no es menos cier­to que se intu­ye el accio­nar del poder patriar­cal a la hora de orien­tar o impo­ner una deter­mi­na­da divi­sión sexual del tra­ba­jo, siem­pre en fun­ción de la cla­se domi­nan­te en el modo de pro­duc­ción dominante.

La fun­ción del Esta­do en el empeo­ra­mien­to de la vida de las muje­res apa­re­ce de for­ma níti­da en los perío­dos de cri­sis, como el actual. Un ejem­plo, el «tajo bru­tal»[38] del 40% de la inver­sión públi­ca que va a impo­ner el Esta­do espa­ñol va a supo­ner un bru­tal retro­ce­so en las con­di­cio­nes de vida de la mayo­ría inmen­sa de las muje­res, a la par que un drás­ti­co decli­ve de las con­di­cio­nes de vida de las cla­ses y pue­blos opri­mi­dos en el Esta­do. Care­ce­mos de espa­cio para ana­li­zar la rela­ción entre cla­se tra­ba­ja­do­ra, explo­ta­ción sexo-eco­nó­mi­ca y emo­cio­nal de la mujer y Esta­do patriar­co-bur­gués en el con­tex­to de una cri­sis sis­té­mi­ca como la pre­sen­te. Las tesis de Catha­ri­ne A. Mac­Kin­non de que «el Esta­do es mas­cu­lino en el sen­ti­do femi­nis­ta: la ley ve y tra­ta a las muje­res como los hom­bres ven y tra­tan a las muje­res»[39] nos expli­ca por qué inclu­so las muje­res más reac­cio­na­rias encuen­tran tan­tas difi­cul­ta­des para ser acep­ta­das por el sis­te­ma patriarco-burgués.

La expe­rien­cia acu­mu­la­da des­de la ante­rior gran cri­sis del capi­ta­lis­mo, la ini­cia­da a fina­les de la déca­da 1960, está mos­tran­do que el femi­nis­mo bur­gués, en cual­quie­ra de sus for­mas, fra­ca­sa cuan­do el capi­tal aprie­ta las tuer­cas, como vie­ne suce­dien­do des­de la ofen­si­va neo­li­be­ral. En estas con­di­cio­nes cada vez más duras, el vie­jo deba­te sobre si el sexo-géne­ro feme­nino es una cas­ta, un sexo o una cla­se[40] se zan­ja a favor del femi­nis­mo marxista.

La nece­si­dad de la crí­ti­ca radi­cal en lo rela­cio­na­do con las cla­ses socia­les sur­ge de las tres cues­tio­nes bási­cas expues­tas: la cas­ta aca­dé­mi­ca e inte­lec­tual, la opre­sión nacio­nal y la explo­ta­ción de sexo-géne­ro. Cada una de estas se sub­di­vi­de en muchos nive­les, pero las tres nos recon­du­cen a las rela­cio­nes entre la eco­no­mía capi­ta­lis­ta y su Estado.

3. REPRODUCCIÓN, TERRITORIALIDAD Y ESTADO

Una vez actuan­do la ley del valor, la repro­duc­ción de la socie­dad capi­ta­lis­ta se rige de for­ma dife­ren­te a la de los modos de pro­duc­ción ante­rio­res, y por tan­to la com­po­si­ción de las cla­ses varía y con ella la lucha de cla­ses. Sin embar­go, pese a estos cam­bios cua­li­ta­ti­vos, se man­tie­ne una cone­xión más pro­fun­da con la repro­duc­ción bio­ló­gi­ca de la socie­dad, que no es otra que la explo­ta­ción patriar­cal arri­ba vis­ta pero aho­ra sub­su­mi­da en el capi­ta­lis­mo y expre­sán­do­se en for­ma de sis­te­ma patriar­co-bur­gués. La sub­sun­ción del patriar­ca­do pre­bur­gués sólo pudo rea­li­zar­se median­te una con­tra­rre­vo­lu­ción polí­ti­co-sexual espe­cial­men­te lan­za­da con­tra las muje­res que nece­si­tó de una para­le­la cons­truc­ción del Esta­do patriar­co-bur­gués, como ha demos­tra­do con­tun­den­te­men­te S. Fede­ri­ci[41] al rela­cio­nar polí­ti­ca sexual, sur­gi­mien­to del Esta­do y con­tra­rre­vo­lu­ción des­de fina­les del siglo XV.

La con­tra­rre­vo­lu­ción polí­ti­co-sexual fue tan sal­va­je, masi­va y pro­lon­ga­da por­que la bur­gue­sía en ascen­so nece­si­ta­ba aca­bar con una mile­na­ria tra­di­ción bási­ca here­da­da des­de las pri­me­ras agru­pa­cio­nes huma­nas terri­to­rial­men­te asen­ta­das, como vere­mos, y des­pués ten­sio­na­das des­de los pri­me­ros pro­to-Esta­dos deci­si­vos para la vic­to­ria del patriar­ca­do. Aún así, los Esta­dos fue­ron deci­si­vos en el pasa­do remo­to con la etno­gé­ne­sis[42] pre­ca­pi­ta­lis­ta, como en el capi­ta­lis­mo como ins­tru­men­to vital en la auto­gé­ne­sis nacio­nal[43]. Debe­mos dete­ner­nos un ins­tan­te en esta evo­lu­ción pre­ca­pi­ta­lis­ta por­que nos des­cu­bre el pro­ce­so de for­ma­ción his­tó­ri­ca de la uni­dad de las tres explo­ta­cio­nes, la patriar­cal, la nacio­nal y la asa­la­ria­da, por seguir la secuen­cia tem­po­ral. Acla­rar que estas tres opre­sio­nes depen­den de una úni­ca lógi­ca, la de la explo­ta­ción de la fuer­za de tra­ba­jo y la de la ocu­pa­ción direc­ta o indi­rec­ta del terri­to­rio, es paso pre­vio para com­pren­der la teo­ría mar­xis­ta de las cla­ses socia­les, de la lucha de cla­ses y del papel del pue­blo trabajador.

Sien­do muy bre­ves, D. Rodrí­guez ha estu­dia­do la impor­tan­cia del terri­to­rio en las iden­ti­da­des de los pue­blos pata­go­nes[44]. P. Mama­ni Rodrí­guez ha segui­do estas y otras inves­ti­ga­cio­nes en el caso con­cre­to de las nacio­nes andi­nas boli­via­nas[45]. L. Mar­tí­nez ha escri­to que: «Una con­cep­tua­li­za­ción del terri­to­rio que inclu­ya la noción de cam­po social, per­mi­te […] una lec­tu­ra más obje­ti­va de los pro­ce­sos que se han con­so­li­da­do en el terri­to­rio, de aque­llos que se frus­tra­ron y de aque­llos que tie­nen una poten­cia­li­dad futu­ra. Muchos terri­to­rios se han cons­trui­do con un deno­mi­na­dor común basa­do en el con­flic­to, mien­tras que otros lo han hecho en base a pro­ce­sos de coope­ra­ción entre acto­res. […] se visua­li­zan los con­flic­tos socia­les que pue­den gene­rar­se en diver­sos sub­cam­pos (cul­tu­ral, étni­co, eco­nó­mi­co, etc.) lo que per­mi­te tam­bién expli­car la natu­ra­le­za del con­flic­to y su posi­ble sali­da»[46].

Según T. Jor­dan, los aspec­tos posi­ti­vos de la terri­to­ria­li­dad con­sis­ten en que garan­ti­za la segu­ri­dad per­so­nal; garan­ti­za el con­trol de la eco­no­mía pro­pia; garan­ti­za la repro­duc­ción de la cul­tu­ra pro­pia; garan­ti­za la esta­bi­li­za­ción de la iden­ti­dad cohe­ren­te tan­to en lo indi­vi­dual como en lo colec­ti­vo, a lo lar­go de un pro­ce­so que per­mi­te supe­rar la fra­gi­li­dad de todo lo iden­ti­ta­rio, y en pala­bras del autor: «La terri­to­ria­li­dad apo­ya los sis­te­mas de iden­ti­dad: a) con­tri­bu­yen­do a la defi­ni­ción de una iden­ti­dad espe­cí­fi­ca (colec­ti­va); b) ofre­cien­do fron­te­ras cla­ras que faci­li­tan la pro­yec­ción de ele­men­tos psí­qui­cos que no pue­den ser inte­gra­dos y c) con­tri­bu­yen­do al sen­ti­mien­to de dis­po­ner de un espa­cio segu­ro»[47].

¿Cuál es el ori­gen del «espa­cio segu­ro»? Pri­me­ro y ante todo del carác­ter coope­ra­ti­vo y de ayu­da mutua de los gru­pos no sólo huma­nos sino tam­bién de los chim­pan­cés, gori­las y oran­gu­ta­nes[48]. Pero sobre esta base, S. Mar­tí y A. Pes­ta­ña han deli­mi­ta­do las dife­ren­cias que sepa­ra­ban los gran­des monos de los pri­me­ros huma­nos: una, el humano es un pri­ma­te bípe­do que trans­por­ta lo bási­co para su super­vi­ven­cia, lo que no hace nin­gún otro pri­ma­te; dos, la espe­cie huma­na recu­rre a la coope­ra­ción sis­te­má­ti­ca para obte­ner ener­gía mien­tras que esto ape­nas se pro­du­ce en los pri­ma­tes supe­rio­res, excep­to cuan­do se ali­men­tan de car­ne, situa­ción en la que se tole­ra una espe­cie de «men­di­ci­dad», pero nun­ca con vege­ta­les; tres, en todos los gru­pos huma­nos siem­pre exis­te un terri­to­rio de refe­ren­cia, «hogar» per­ma­nen­te o móvil, al que siem­pre se vuel­ve tras el mero­deo para obte­ner ali­men­tos; cua­tro, los gru­pos huma­nos dedi­can más tiem­po que otros pri­ma­tes a la bús­que­da de ali­men­tos hiper­pro­teí­ni­cos y, cin­co, las agru­pa­cio­nes huma­nas con­su­men la mayor par­te de los ali­men­tos tras su vuel­ta al «hogar», retra­san­do su inges­ta para hacer­la de for­ma colec­ti­va, mien­tras que este con­su­mo dife­ri­do es muy poco fre­cuen­te en los gran­des monos[49].

Otras inves­ti­ga­cio­nes han demos­tra­do que la terri­to­ria­li­za­ción se ini­cia alre­de­dor del «hogar» en el que se hace la vida social, coti­dia­na, repro­duc­ti­va, comu­nal, aun­que este «hogar» cam­bie de espa­cio por­que el gru­po se tras­la­da en bus­ca de comi­da, agua y otras mate­rias bási­cas, o en bus­ca de rela­cio­nes con otras colec­ti­vi­da­des. B. Ehren­reich pro­po­ne una hipó­te­sis muy suges­ti­va, que debe­mos con­si­de­rar, sobre el terror humano y la gue­rra. Se tra­ta de un terror más con­cre­to que el «mie­do cós­mi­co» pero muy ante­rior al «mie­do ofi­cial», sobre los que vol­ve­re­mos en su momen­tos: se tra­ta del «estig­ma de la bes­tia», es decir, del terror pri­mi­ge­nio, ances­tral y per­ma­nen­te hacia los depre­da­do­res, las fie­ras y bes­tias que devo­ra­ban a los huma­nos, terror páni­co que pade­ció la espe­cie huma­na y que le con­du­jo a desa­rro­llar, jun­to a la coope­ra­ción para encon­trar ali­men­tos, tam­bién la coope­ra­ción para defen­der­se de los depredadores.

De este modo, huma­ni­za­ción y auto­de­fen­sa ante el terror exte­rior fue­ron la mis­ma cosa. Pero lo más intere­san­te de esta hipó­te­sis es que la huma­ni­dad com­pren­dió que «ven­cer a la bes­tia» era su úni­ca alter­na­ti­va de desa­rro­llo. Por esto, la auto­ra sos­tie­ne que: «la trans­for­ma­ción de la pre­sa en pre­da­dor, lle­va­da a cabo mer­ced a la rebe­lión del débil con­tra el fuer­te, es el “argu­men­to” prin­ci­pal de las pri­me­ras narra­cio­nes huma­nas»[50]. Podría­mos basar en esta hipó­te­sis el hecho de que el grue­so de las pri­me­ras tra­di­cio­nes huma­nas nos remi­te a un acto libe­ra­dor, a una supera­ción de una for­ma de vida con­di­cio­na­da por un poder externo ame­na­zan­te, terrorista.

Pues bien, la iden­ti­fi­ca­ción eco­nó­mi­ca, afec­ti­vo-emo­cio­nal y lin­güís­ti­co-cul­tu­ral con el terri­to­rio cir­cun­dan­te al «hogar» es la que jus­ti­fi­ca mate­rial y éti­co-moral­men­te el recur­so a la vio­len­cia defen­si­va[51] cuan­do ese terri­to­rio es ame­na­za­do por algún peli­gro. Con el tiem­po, las tra­di­cio­nes[52] selec­cio­nan y refle­jan el com­ple­jo mun­do refe­ren­cial cen­tra­do en el «hogar ances­tral» según los ava­ta­res de las con­tra­dic­cio­nes socia­les inter­nas y de las agre­sio­nes exte­rio­res que ha vivi­do esa colec­ti­vi­dad huma­na. La mujer jue­ga un papel cla­ve en la antro­po­ge­nia y más aún en todo lo rela­cio­na­do con el «hogar», pun­to neu­rál­gi­co de la homi­ni­za­ción, de aquí que sea el prin­ci­pal «ins­tru­men­to de pro­duc­ción» y «recur­so emo­cio­nal» ape­te­ci­do por los colec­ti­vos agre­so­res, que escla­vi­za a las muje­res jóve­nes exter­mi­nan­do al res­to de la comu­ni­dad vencida.

Así, sobre la raíz de la escla­vi­tud patriar­cal, se ini­cia la opre­sión tri­bal, étni­ca, etno-nacio­nal y nacio­nal dado que a la escla­vi­za­ción de la mujer joven y niña le sigue la de la adul­ta y la del niño joven, para ter­mi­nar escla­vi­zan­do a todo el pue­blo ven­ci­do, ocu­pan­do sus tie­rras, o arra­sán­do­las. Según P. Rodríguez:

«En Meso­po­ta­mia, las pri­me­ras noti­cias de la exis­ten­cia de tra­ba­ja­do­res for­za­dos pro­ce­den del dinás­ti­co anti­guo (c. ‑2850 a ‑2340) y, en reali­dad, se refie­ren a escla­vas des­ti­na­das a tra­ba­jar en la pujan­te indus­tria tex­til de la épo­ca. El signo sume­rio para indi­car “escla­va” repre­sen­ta a una “mujer de la mon­ta­ña”, lo que indi­ca que des­de fina­les del ‑III se hacían incur­sio­nes mili­ta­res en las zonas mon­ta­ño­sas para cap­tu­rar muje­res para los talle­res de hila­do y con­fec­ción tex­til con­tro­la­dos por los tem­plos –jun­to a esta acti­vi­dad mili­tar bru­tal se gene­ra­li­zó tam­bién la cos­tum­bre de vio­lar a las cau­ti­vas, pun­to de par­ti­da del que pos­te­rior­men­te sur­gi­rían la pros­ti­tu­ción comer­cial y los hare­nes (en tan­to que mani­fes­ta­ción de esta­tus de los pode­ro­sos). En Egip­to la situa­ción no es dife­ren­te y, tal como ya cita­mos, el sus­tan­ti­vo mr(y)t, que deno­mi­na­ba “pri­sio­ne­ro de gue­rra” y “sir­vien­tes del tem­plo”, tam­bién sig­ni­fi­ca­ba “la rue­ca de la teje­do­ra”, el ins­tru­men­to que emplea­ban las escla­vas al ser­vi­cio de los tem­plos. En la Gre­cia Anti­gua, tal como ates­ti­guó Héc­tor de Tro­ya en la Ilía­da, el des­tino de las pri­sio­ne­ras era aca­bar como teje­do­ras en un tem­plo»[53].

F. Gra­cia Alon­so ha estu­dia­do con sofis­ti­ca­do deta­lle las cons­tan­tes del pri­mer «impe­ria­lis­mo» en la pro­to­his­to­ria, sin olvi­dar­se de la impor­tan­cia del terri­to­rio del pue­blo inva­di­do y esclavizado:

«El terri­to­rio don­de habi­ta es la esen­cia de un gru­po no sólo por los aspec­tos tan­gi­bles sino muy espe­cial­men­te por los intan­gi­bles, las ideas que for­man par­te de la memo­ria colec­ti­va de las comu­ni­da­des, por ello la razón de ser de un gru­po se encuen­tra direc­ta­men­te rela­cio­na­da con el terri­to­rio que ocu­pa, aquél que con­tie­ne los espa­cios sagra­dos y las tum­bas de los ante­pa­sa­dos. No es de extra­ñar por tan­to que una de las prin­ci­pa­les accio­nes de cas­ti­go que apli­can los ejér­ci­tos esta­ta­les sean los tras­la­dos de la pobla­ción ven­ci­da a otros pun­tos como sis­te­ma para impe­dir futu­ras revuel­tas al qui­tar a una pobla­ción el anhe­lo de vol­ver a con­tro­lar su des­tino en su pro­pia tie­rra. El des­arrai­go se uni­rá en muchas oca­sio­nes a la des­truc­ción de la ciu­dad, la ven­ta de los habi­tan­tes como escla­vos, y la implan­ta­ción de colo­nos que sus­ti­tui­rán en el con­trol y la explo­ta­ción de la tie­rra a los des­pla­za­dos»[54].

Todos los suce­si­vos modos de pro­duc­ción basa­dos en algu­na for­ma de pro­pie­dad pri­va­da de las fuer­zas pro­duc­ti­vas inclui­do ese cua­li­ta­ti­va­men­te dife­ren­te y úni­co «ins­tru­men­to de pro­duc­ción» que es la mujer, todos, han prac­ti­ca­do lo esen­cial de este «impe­ria­lis­mo terri­to­rial» que por ello mis­mo es eco­nó­mi­co, de sexo-eco­nó­mi­co y de explo­ta­ción nacio­nal: «No exis­tían limi­ta­cio­nes para escla­vi­zar a los indios, man­te­ner rela­cio­nes sexua­les con ellos, some­ter­los a tra­ba­jos for­za­dos, tor­tu­rar­los o usar­los en depor­tes san­grien­tos, ni tam­po­co para ase­si­nar­los o dejar­los morir de ham­bre; de las Casas escri­bió que, duran­te su estan­cia de cua­tro meses en Cuba, asis­tió a la muer­te por ina­ni­ción de sie­te mil nati­vos»[55].

A la vez, en la medi­da en que la gue­rra impe­ria­lis­ta exi­gía recur­sos cre­cien­tes ten­día a expan­dir­se el Esta­do impe­ria­lis­ta, cen­tra­li­zan­do poder e impues­tos. Otro tan­to suce­día, pero a la inver­sa, en los pue­blos que debían pre­pa­rar­se a resis­tir ata­ques exter­nos. Natu­ral­men­te en ambos casos estas cen­tra­li­za­cio­nes esta­ta­les res­pon­dían a con­tra­dic­cio­nes cla­sis­tas inter­nas en las que no pode­mos exten­der­nos aho­ra. Las ten­sio­nes antes vis­tas entre des­te­rri­to­ria­li­za­ción y terri­to­ria­li­za­ción dan un sal­to cua­li­ta­ti­vo entre los siglos XV-XVII con el asen­ta­mien­to defi­ni­ti­vo del capi­ta­lis­mo. El libre des­plie­gue de la ley del valor-tra­ba­jo fue el motor de este sal­to, y de la corres­pon­dien­te apa­ri­ción de nue­vas[56] cla­ses con su nue­va lucha de cla­ses. Des­de esta épo­ca, el Esta­do en ace­le­ra­da for­ma­ción va pre­sio­nan­do con­tra las cla­ses explo­ta­das con una fero­ci­dad que no pode­mos expo­ner ahora.

4. EL ESTADO COMO CENTRALIZADOR ESTRATÉGICO

Engels ofre­ce un ejem­plo de la efec­ti­vi­dad del Esta­do como apa­ra­to que cui­da la soli­dez de la cla­se domi­nan­te, inclu­so cuan­do algu­nas de sus frac­cio­nes han que­da­do obso­le­tas, supe­ra­das por el desa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas. Tras estu­diar a los Jun­kers pru­sia­nos, Engels cons­ta­ta que: «des­de hace dos­cien­tos años, esas gen­tes no viven más que de las ayu­das del Esta­do, que les han per­mi­ti­do sobre­vi­vir a todas las cri­sis»[57]. El Esta­do pru­siano man­tu­vo duran­te dos siglos a los terra­te­nien­tes, sal­ván­do­les de las cri­sis, y lo hizo con los recur­sos que extraía de la explo­ta­ción de las masas tra­ba­ja­do­ras, en pri­mer lugar, y trans­fi­rien­do par­te de ellos hacia la cla­se terra­te­nien­te. Simul­tá­nea­men­te, el Esta­do man­tu­vo la explo­ta­ción de las masas cam­pe­si­nas por par­te de los Jun­kers, con­di­cio­nan­do así, de algún modo, la for­ma­ción de la bur­gue­sía indus­trial y finan­cie­ra ale­ma­na como la de la cla­se obre­ra y el res­to del pue­blo trabajador.

Cuan­do Engels escri­bió esto el Esta­do actua­ba ya como la «for­ma polí­ti­ca del capi­tal»[58], a la vez que como la «matriz espa­cio-tem­po­ral» en la que se des­en­vuel­ve la con­tra­dic­ción expan­si­vo-cons­tric­ti­va inhe­ren­te a la defi­ni­ción sim­ple de capi­tal, de modo que el Esta­do impi­de y con­tro­la, en la medi­da de lo posi­ble, que las ten­den­cias cen­trí­fu­gas de los capi­ta­les, des­bor­den y superen a las fuer­zas cen­trí­pe­tas, que sur­gen de la nece­si­dad cie­ga de dis­po­ner de un espa­cio segu­ro en el que acu­mu­lar los bene­fi­cios, man­te­ner una base de explo­ta­ción social, y dis­po­ner de un poder mili­tar que le pro­te­ja inter­na y exter­na­men­te: «a par­tir de la inter­ven­ción esta­tal se abre la posi­bi­li­dad para el libre jue­go de la ley del valor»[59].

Con otra ter­mi­no­lo­gía pero dicien­do prác­ti­ca­men­te lo mis­mo, R. Haes­baert demues­tra la impo­si­bi­li­dad de la «des­apa­ri­ción del Esta­do», de la «des­te­rri­to­ria­li­za­ción» de la socie­dad como efec­to de la infor­má­ti­ca, de la vir­tua­li­za­ción, y otros mitos de la ideo­lo­gía post­mo­der­na. Reco­no­ce la «geo­me­tría del poder» y en espe­cial la del capi­tal finan­cie­ro, que se mue­ve a la velo­ci­dad de la luz por entre las bol­sas mun­dia­les yen­do de una a otra en un ins­tan­te, pero con toda razón sos­tie­ne que las mer­can­cías y otras for­mas de capi­tal deben dis­po­ner de espa­cio mate­rial, de terri­to­rio, para alma­ce­nar­se, ven­der­se y rea­li­zar así el círcu­lo com­ple­to del bene­fi­cio. El autor sos­tie­ne que exis­te una dia­léc­ti­ca en la que cho­can, se entre­la­zan y reac­ti­van las ten­den­cias a la des­te­rri­to­ria­li­za­ción y a la terri­to­ria­li­za­ción, pero con­clu­ye: «en el trans­fon­do de los dis­cur­sos sobre la des­te­rri­to­ria­li­za­ción está el movi­mien­to neo­li­be­ral que abo­ga por el “fin de las fron­te­ras” y el “fin del Esta­do” para la libre actua­ción de las fuer­zas del mer­ca­do. La des­te­rri­to­ria­li­za­ción ‑que en ese caso se refie­re a la éli­te pla­ne­ta­ria- es un mito. No es más que una recom­po­si­ción terri­to­rial bajo con­di­cio­nes de gran com­pre­sión del espa­cio-tiem­po, don­de las trans­for­ma­cio­nes de las rela­cio­nes vin­cu­la­das a la dis­tan­cia y a la pre­sen­cia-ausen­cia (lo “dis­tan­te pre­sen­te”) vuel­ven aún más inten­sas las diná­mi­cas de des­igual­dad y dife­ren­cia­ción del espa­cio pla­ne­ta­rio»[60]

La dia­léc­ti­ca entre des­te­rri­to­ria­li­za­ción y terri­to­ria­li­za­ción, uni­da siem­pre a los vai­ve­nes del libre desa­rro­llo de la ley del valor, deter­mi­na los des­pla­za­mien­tos de la fuer­za de tra­ba­jo social, su migra­ción de un terri­to­rio a otro, movi­mien­tos pare­jos a los des­pla­za­mien­tos de ramas pro­duc­ti­vas, de for­mas de capi­tal indus­trial, inmo­bi­lia­rio, de ser­vi­cios, etc., de un espa­cio a otro para aumen­tar sus tasa de bene­fi­cios. La des­es­truc­tu­ra­ción de las cla­ses tra­ba­ja­do­ras tam­bién aumen­ta debi­do a estos movi­mien­tos, lo que con el tiem­po tien­de a la recu­pe­ra­ción de las resis­ten­cias, por­que el ape­go emo­cio­nal y afec­ti­vo al terri­to­rio pro­pio en un com­po­nen­te bási­co de la psi­co­lo­gía huma­na, de la antro­po­ge­nia y de la etno­gé­ne­sis. Como hemos dicho arri­ba, la inter­ac­ción entre explo­ta­ción de sexo-géne­ro, nacio­nal y de cla­se es inse­pa­ra­ble de la diná­mi­ca de territorialización.

Por esto, nues­tro aná­li­sis sería super­fi­cial si no pro­fun­di­zá­ra­mos en el papel del Esta­do como apa­ra­to deci­si­vo para el sos­te­ni­mien­to de los pro­ce­sos de pro­duc­ción y repro­duc­ción y su sín­te­sis como tota­li­dad resul­tan­te. No pode­mos exten­der­nos aquí sobre la inten­sa pero falli­da cam­pa­ña ideo­ló­gi­ca rea­li­za­da por la cas­ta inte­lec­tual para mini­mi­zar o redu­cir a la nada el papel del Esta­do con la con­sig­na dema­gó­gi­ca de «más mer­ca­do y menos Esta­do»[61]. Deci­mos falli­da cam­pa­ña por dos razo­nes: una, por­que en el plano teó­ri­co-polí­ti­co, hace ya mucho tiem­po que la izquier­da des­man­te­ló esa fala­cia demos­tran­do que la estra­te­gia de sobre­ex­plo­ta­ción del tra­ba­jo, de pri­va­ti­za­ción de lo públi­co, de trans­fe­ren­cias masi­vas de capi­tal esta­tal al capi­tal pri­va­do, etc., que es la esen­cia del neo­li­be­ra­lis­mo, reque­ría «cons­truir un Esta­do que de ser fun­da­men­tal­men­te un ofe­ren­te de ser­vi­cios públi­cos pase a ser un ofe­ren­te de ser­vi­cios pri­va­dos […] El neo­li­be­ra­lis­mo, más que menos Esta­do, pro­pug­na otro Esta­do al que com­pe­te con­ju­gar cual­quier fenó­meno que pudie­ra fal­sear la com­pe­ten­cia a par­tir del prin­ci­pio de que el Esta­do sólo debe hacer lo que la ini­cia­ti­va pri­va­da no pue­de lle­var a cabo, esto es, polí­ti­ca eco­nó­mi­ca con­for­me al mer­ca­do»[62].

Y la segun­da razón es la del acier­to prác­ti­co de lo escri­to en esta cita. A los pocos años, nada menos que Sti­glitz, pre­mio Nobel de eco­no­mía de 2001, reco­no­cía que las medi­das toma­das por el gobierno yan­qui para reac­ti­var el muy debi­li­ta­do capi­ta­lis­mo nor­te­ame­ri­cano se podían cali­fi­car de «socia­lis­mo esta­dou­ni­den­se para ricos»[63]. Fijé­mo­nos bien: pri­me­ro, «socia­lis­mo para ricos» por­que es su Esta­do el que inter­vie­ne pla­ni­fi­ca­da­men­te en la eco­no­mía defen­dien­do los intere­ses del capi­tal, en con­tra de los del pue­blo tra­ba­ja­dor; y segun­do, «socia­lis­mo esta­dou­ni­den­se» por­que es el impe­ria­lis­mo yan­qui el que se bene­fi­cia de los fru­tos del saqueo mun­dial, de su con­trol finan­cie­ro y mili­tar. El Esta­do yan­qui, mili­ta­ri­za­do en extre­mo, es un ins­tru­men­to impres­cin­di­ble para este «socia­lis­mo de ricos impe­ria­lis­tas». Y mien­tras tan­to su pro­pa­gan­da, su cas­ta inte­lec­tual quie­re hacer­nos creer que el Esta­do ya no es nece­sa­rio. Des­de una visión más amplia y recien­te, otros auto­res extien­den la nece­si­dad del Esta­do a todo el con­jun­to de la fase capi­ta­lis­ta actual[64], des­tro­zan­do así aún más la men­ti­ra postmoderna.

Este ejem­plo nos ilus­tra sobre las múl­ti­ples tareas que rea­li­za el Esta­do en el capi­ta­lis­mo, sobre todo en lo rela­cio­na­do con las trans­for­ma­cio­nes de las cla­ses socia­les. Man­te­ner con vida duran­te dos­cien­tos años a una cla­se cada día más para­si­ta­ria e impro­duc­ti­va, fue una ver­da­de­ra proeza del Esta­do ale­mán que fue trans­for­mán­do­se abier­ta y vio­len­ta­men­te en bur­gués duran­te estos dos siglos sin por ellos aban­do­nar a su suer­te a la arcai­ca noble­za terra­te­nien­te y mili­tar pru­sia­na. La tan mano­sea­da dis­cu­sión sobre si el mar­xis­mo acep­ta o no la auto­no­mía del Esta­do[65] como apa­ra­to que pue­de deci­dir por su cuen­ta en deter­mi­na­das cues­tio­nes, que­da supe­ra­do al leer­le a Engels[66], por­que nin­gu­na cla­se logra sos­te­ner­se tan­to tiem­po si a la vez de la explo­ta­ción eco­nó­mi­ca dis­po­ne del poder polí­ti­co, de la domi­na­ción ideo­ló­gi­ca y de otros recur­sos menores.

Aún y todo así, la cues­tión del Esta­do ha sido y es deci­si­va en la lucha teó­ri­ca entre el mar­xis­mo y la bur­gue­sía, es un deba­te per­ma­nen­te e inaca­ba­ble por­que la cues­tión del Esta­do ata­ñe esen­cial­men­te a la cues­tión de la pro­pie­dad pri­va­da, de la estruc­tu­ra de cla­ses y de la lucha de cla­ses des­de que exis­te esa for­ma de pro­pie­dad. Por el con­tra­rio, una de las for­mas de ata­que al mar­xis­mo es la de negar, por una par­te, que el Esta­do haya exis­ti­do des­de el ori­gen de la pro­pie­dad pri­va­da, sino sólo des­de el medie­vo has­ta aho­ra; por otra, que las cla­ses socia­les y la lucha de cla­ses sea con­sus­tan­cial al Esta­do, y por últi­mo, que el Esta­do tie­ne estas carac­te­rís­ti­cas fun­da­men­ta­les: «terri­to­ria­li­dad, cen­tra­li­za­ción, sobe­ra­nía, dife­ren­cia­ción e ins­ti­tu­cio­na­li­za­ción»[67]. Como vemos, la pro­pie­dad pri­va­da, la lucha de cla­ses, la vio­len­cia y la opre­sión no son carac­te­rís­ti­cas fun­da­men­ta­les del Esta­do, ni siquie­ra secun­da­rias por­que ni se citan.

Por el con­tra­rio: «Para un aná­li­sis de la tra­yec­to­ria de los Esta­dos, es inelu­di­ble con­si­de­rar las téc­ni­cas, las prác­ti­cas y las ideo­lo­gías en acción a los efec­tos de pro­du­cir obe­dien­cia. Los Esta­dos son apa­ra­tos para pro­du­cir obe­dien­cia o para per­sua­dir a la obe­dien­cia […] Mie­do, inte­rés, honor, son los resor­tes que en cada coyun­tu­ra his­tó­ri­ca resul­tan acti­va­dos para con­se­guir un com­por­ta­mien­to ade­cua­do: a tra­vés del mono­po­lio de la coer­ción, el Esta­do ate­mo­ri­za recu­rrien­do a los dis­cur­sos a su dis­po­si­ción, dis­pen­san­do ven­ta­jas mate­ria­les y hono­ra­bi­li­dad social (ya para Bodin, como se ha vis­to, un impres­cin­di­ble requi­si­to de la sobe­ra­nía). Pero el temor, el inte­rés mate­rial, la con­si­de­ra­ción social no bas­tan para garan­ti­zar la esta­bi­li­dad del poder. Exis­te un fac­tor ulte­rior: la creen­cia en su legi­ti­mi­dad, enten­di­da como cua­li­dad pecu­liar, de carác­ter per­so­nal, del posee­dor del poder, o bien como vali­dez de un orde­na­mien­to imper­so­nal […] Una vez más, el mode­lo de esta evo­lu­ción está cons­ti­tui­do por la Igle­sia, que duran­te siglos había dado prue­bas de su capa­ci­dad dis­ci­pli­na­do­ra y de su vir­tuo­sis­mo para con­ju­gar el ele­men­to acti­vo del man­do con el pasi­vo de la obe­dien­cia, edu­can­do para el auto­con­trol a los pas­to­res y para la obe­dien­cia a la grey»[68].

Pro­pa­gar el mie­do y la obe­dien­cia es una de las tareas del Esta­do, ade­más de otras que vere­mos. Refor­zan­do la tesis Por­ti­na­ro, recien­te­men­te se ha cono­ci­do que la extre­ma dere­cha y el neo­fas­cis­mo son sub­ven­cio­na­dos por la Unión Euro­pea[69], es decir, por ese «super­es­ta­do» que se va impo­nien­do en Euro­pa. La obe­dien­cia y el mie­do son com­po­nen­tes esen­cia­les de la polí­ti­ca neo­fas­cis­ta que, a su vez, es el penúl­ti­mo recur­so del capi­tal para aplas­tar al movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio. Son los vai­ve­nes de la lucha de cla­ses los que hacen que los Esta­dos res­pon­dan endu­re­cien­do o ablan­dan­do tran­si­to­ria­men­te su pro­duc­ción de obe­dien­cia y miedo.

Des­de fina­les de la Segun­da Gue­rra Mun­dial la OTAN, como sín­te­sis polí­ti­co-mili­tar de los Esta­dos euro­peos capi­ta­lis­tas man­tu­vo gru­pos terro­ris­tas para desa­rro­llar «la espi­ral des­truc­ti­va de mani­pu­la­ción, mie­do y vio­len­cia»[70] con­tra las fuer­zas revo­lu­cio­na­rias euro­peas, con­tra los sec­to­res más cons­cien­tes de las cla­ses explo­ta­das y, en gene­ral, con­tra la socie­dad euro­pea en su con­jun­to. Con­vie­ne recor­dar que apro­xi­ma­da­men­te el 80% de los 30.000 «des­apa­re­ci­dos» argen­ti­nos duran­te la dic­ta­du­ra fas­cis­ta de los años 70 eran mili­tan­tes obre­ros y popu­la­res. Aho­ra: «Es ofi­cial des­de esta sema­na: la CIA tie­ne licen­cia para matar en cual­quier momen­to, en cual­quier lugar y por cual­quier medio a per­so­nas rela­cio­na­das con el terro­ris­mo, aun­que ten­gan nacio­na­li­dad esta­dou­ni­den­se»[71].

Estas últi­mas refe­ren­cias al Esta­do mues­tran una de las for­mas de inci­den­cia del Esta­do en la lucha de cla­ses, y por tan­to en la estruc­tu­ra cla­sis­ta, aun­que no hablan direc­ta­men­te de su papel socio­eco­nó­mi­co y a su influen­cia en los cam­bios en las cla­ses socia­les, pero sir­ve para mos­trar una de las tareas clá­si­cas del Esta­do de la cla­se domi­nan­te: pro­du­cir obe­dien­cia, con lo que lle­ga­mos a la polí­ti­ca edu­ca­ti­va, pro­pa­gan­dís­ti­ca y cul­tu­ral del Esta­do, que tan­ta influen­cia tie­nen sobre las muje­res y sobre la repro­duc­ción. La bur­gue­sía emplea su Esta­do para inter­ve­nir direc­ta o indi­rec­ta­men­te en todas las cues­tio­nes rela­cio­na­das de algún modo con la estruc­tu­ra de cla­ses y con la lucha de cla­ses, median­te el sis­te­ma edu­ca­ti­vo y median­te la regu­la­ción del tra­ba­jo[72]. Pero la edu­ca­ción ofi­cial y el res­to de pode­res esta­ta­les en su con­jun­to, tie­nen tam­bién el obje­ti­vo de incul­car en la socie­dad lo que Ana Riva­deo[73] deno­mi­na «epis­te­mo­lo­gía del terror», es decir,

«Pero la máqui­na de muer­te que admi­nis­tra el Esta­do no tie­ne sólo un alcan­ce par­cial. No se limi­ta al exter­mi­nio o muti­la­ción de uno o algu­nos gru­pos. La vio­len­cia de esa acción mor­tí­fe­ra, cual­quie­ra sean sus for­mas, sus obje­tos espe­cí­fi­cos, los dis­po­si­ti­vos y los apa­ra­tos de su ejer­ci­cio y su modu­la­ción, entra­ña inva­ria­ble­men­te el borra­mien­to del ase­si­na­to. Es decir, la vio­len­cia de la dene­ga­ción, que cons­ti­tu­ye siem­pre un momen­to interno del ejer­ci­cio del poder domi­nan­te en que se arti­cu­lan la ley, el terror y la legi­ti­ma­ción de la vio­len­cia. Ésta es la catás­tro­fe epis­té­mi­ca, del orden del saber, que apa­re­ja con el terror como polí­ti­ca de Esta­do, y con­fie­re a éste su alcan­ce masi­vo: no sobre uno, o algu­nos gru­pos, sino sobre todos. Lo que está en jue­go aquí no es sólo el exter­mi­nio de deter­mi­na­dos sec­to­res sino, en lo esen­cial, la invi­si­bi­li­za­ción del cri­men: su expul­sión del cam­po de la memo­ria de los sobre­vi­vien­tes. Para éstos, y por medio de ellos para el con­jun­to que for­man con las gene­ra­cio­nes que los pre­ce­den y le siguen, esa vio­len­cia pone en sus­pen­so lo sim­bó­li­co. Agu­je­rea como sin-sen­ti­do, y cor­po­ri­za en el sin-lugar. Alcan­za, para des­truir­las, a la memo­ria y al terri­to­rio de lo social.

El terror que pro­du­cen las polí­ti­cas neo­li­be­ra­les en nues­tros días apun­ta a que­brar la medi­da común de lo humano que había­mos logra­do cons­truir a tra­vés de orga­ni­za­cio­nes, dere­chos, valo­res, ins­ti­tu­cio­nes, prác­ti­cas, todo lo que podría­mos con­den­sar en los con­cep­tos, las obras y los sue­ños colec­ti­vos de la demo­cra­cia como sobe­ra­nía popu­lar efec­ti­va. Ese terror com­por­ta una recon­for­ma­ción gene­ra­li­za­da del cam­po del poder, de lo polí­ti­co, lo social, los espa­cios y las his­to­rias colec­ti­vas, en la que se mani­fies­ta la som­bra, la hue­lla, y el anun­cio de un cri­men. Por eso, sin la ela­bo­ra­ción, sin la san­ción sim­bó­li­ca y prác­ti­ca de ese des­pe­ña­de­ro, la gue­rra pare­ce deve­nir irre­ver­si­ble: la gue­rra con­tra los pobres, pero tam­bién la gue­rra de los pobres con­tra otros más pobres. La gue­rra de los asus­ta­dos con­tra los que sobran. Las xeno­fo­bias y la mul­ti­pli­ca­ción de los enjau­la­mien­tos de todos los que sien­ten que tie­nen algo que per­der, aun­que sea nada. La extran­je­ri­za­ción, el fue­ra-de-lugar masi­vo de todos los «otros», que por supues­to «somos todos».

El exter­mi­nio de los 30.000 seres huma­nos más con­cien­cia­dos y libres de Argen­ti­na duran­te la dic­ta­du­ra fas­cis­ta de los 70, por citar un solo caso, y más con­cre­ta­men­te el exter­mi­nio como méto­do impe­ria­lis­ta[74] tie­ne efec­tos des­truc­to­res muy pre­ci­sos sobre la diná­mi­ca de avan­ce de la con­cien­cia-en-sí de la huma­ni­dad explo­ta­da a su con­cien­cia-para-sí, aun­que no siem­pre logra dete­ner este ascen­so como se com­prue­ba en Hon­du­ras, don­de a raíz del gol­pe mili­tar se pro­du­ce una muer­te vio­len­ta cada 74 minu­tos[75].

Tan­to la epis­te­mo­lo­gía del terror como la «peda­go­gía del mie­do» se incul­can des­de la infan­cia mis­ma median­te la pri­me­ra edu­ca­ción fami­liar, lue­go median­te la ofi­cial sea pri­va­da o públi­ca, y es pos­te­rior­men­te refor­za­da y actua­li­za­da por el sin núme­ro de nor­mas, dis­ci­pli­nas[76] y otros meca­nis­mos a dis­po­si­ción del Esta­do y del poder bur­gués en gene­ral. Las cla­ses explo­ta­das están ata­das así, en su estruc­tu­ra psí­qui­ca, a la «figu­ra del Amo», según la feliz expre­sión de D. Sibony en su estu­dio sobre la indi­fe­ren­cia polí­ti­ca de las gen­tes explo­ta­das[77], y que no es sino la repre­sen­ta­ción incons­cien­te de la mate­ria­li­dad del capi­tal y de su Estado.

La «figu­ra del Amo» nos remi­te a la ado­ra­ción irra­cio­nal de la auto­ri­dad y ésta a la alie­na­ción y sobre todo al feti­chis­mo de la mer­can­cía. Excep­tuan­do la defi­ni­ción del feti­chis­mo que ofre­ce el pro­pio Marx[78], una mane­ra más peda­gó­gi­ca de com­pren­der esta deci­si­va inno­va­ción cua­li­ta­ti­va apor­ta­da por el mar­xis­mo al pen­sa­mien­to humano, es la de I. Rubin:

«¿En qué con­sis­te la teo­ría mar­xis­ta del feti­chis­mo, según las ideas gene­ral­men­te acep­ta­das? Con­sis­te en que Marx vio las rela­cio­nes huma­nas que sub­ya­cen en las rela­cio­nes entre las cosas, que reve­ló la ilu­sión de la con­cien­cia huma­na que se ori­gi­na en una eco­no­mía mer­can­til y que asig­na a las cosas carac­te­rís­ti­cas que tie­nen su ori­gen en las rela­cio­nes socia­les que esta­ble­cen los hom­bres en el pro­ce­so de pro­duc­ción (…) La teo­ría del feti­chis­mo disi­pa de la men­te de los hom­bres la ilu­sión, el gran­dio­so enga­ño, que ori­gi­na la apa­rien­cia de los fenó­me­nos en la eco­no­mía mer­can­til, y la acep­ta­ción de esta apa­rien­cia (el movi­mien­to de las cosas, de las mer­can­cías y de su pre­cio comer­cial) como la esen­cia de los fenó­me­nos eco­nó­mi­cos. Sin embar­go, esta inter­pre­ta­ción, aun­que gene­ral­men­te acep­ta­da por la lite­ra­tu­ra mar­xis­ta, no ago­ta, ni mucho menos, el rico con­te­ni­do de la teo­ría del feti­chis­mo ela­bo­ra­da por Marx. Éste no sólo mues­tra que las rela­cio­nes huma­nas que­dan vela­das por las rela­cio­nes entre las cosas, sino tam­bién que, en la eco­no­mía mer­can­til, las rela­cio­nes socia­les de pro­duc­ción inevi­ta­ble­men­te adop­tan las for­mas de cosas y no pue­den ser expre­sa­das sino median­te cosas. La estruc­tu­ra de la eco­no­mía mer­can­til hace que las cosas desem­pe­ñen un papel social par­ti­cu­lar y muy impor­tan­te, y de este modo adquie­ren pro­pie­da­des socia­les par­ti­cu­la­res. Marx des­cu­brió las bases eco­nó­mi­cas obje­ti­vas que rigen el feti­chis­mo de la mer­can­cía. La ilu­sión y el error en la men­te de los hom­bres trans­for­ma las cate­go­rías eco­nó­mi­cas cosi­fi­ca­das en “for­mas obje­ti­vas” (de pen­sa­mien­to) de las rela­cio­nes de pro­duc­ción de un modo de pro­duc­ción his­tó­ri­ca­men­te deter­mi­na­do: la pro­duc­ción de mer­can­cías»[79].

En lo direc­ta­men­te rela­cio­na­do con la defi­ni­ción de las cla­ses socia­les y del pue­blo tra­ba­ja­dor, y sobre todo de sus luchas con­tra el capi­tal, la teo­ría del feti­chis­mo de la mer­can­cía expli­ca por qué las cla­ses explo­ta­das tie­nen tan­tas difi­cul­ta­des para pasar de la con­cien­cia-de-sí, a la con­cien­cia-para-sí, o sea, para pen­sar no como cosas, obje­tos pasi­vos, que exis­ten en una reali­dad incog­nos­ci­ble, la de la explo­ta­ción asa­la­ria­da, sino como seres huma­nos, como suje­tos acti­vos que sufren la explo­ta­ción asa­la­ria­da, y que están con­de­na­dos a sufrir­la toda su vida si no aca­ban con ella. Pues bien, impe­dir este sal­to libe­ra­dor es una de las prio­ri­da­des del Estad que tam­bién inter­vie­ne de múl­ti­ples for­mas, fun­da­men­tal­men­te en la inter­ac­ción entre los pro­ce­sos de pro­duc­ción y los de repro­duc­ción, y tam­bién la bio­ló­gi­ca, en la repro­duc­ción de la fuer­za de tra­ba­jo social. Como nos recuer­da D. Harvey:

«El Esta­do desem­pe­ña un papel vital en casi todos los aspec­tos de la repro­duc­ción del capi­tal. Ade­más, cuan­do el gobierno inter­vie­ne para esta­bi­li­zar la acu­mu­la­ción en vis­ta de sus múl­ti­ples con­tra­dic­cio­nes, sólo lo logra al pre­cio de absor­ber en su inte­rior estas con­tra­dic­cio­nes. Adquie­re la dudo­sa tarea de admi­nis­trar la dosis nece­sa­ria de deva­lua­ción, pero tie­ne algu­na opción sobre cómo y cuán­do hacer­lo. Pue­de situar los cos­tos den­tro de su terri­to­rio por medio de una dura legis­la­ción labo­ral y de res­tric­cio­nes fis­ca­les y mone­ta­rias, o pue­de bus­car ali­vio externo por medio de gue­rras comer­cia­les, polí­ti­cas fis­ca­les y mone­ta­rias com­ba­ti­vas en el esce­na­rio mun­dial, res­pal­da­das al final por la fuer­za mili­tar. La for­ma final de deva­lua­ción es la con­fron­ta­ción mili­tar y la gue­rra glo­bal»[80].

G. Ther­bom: «Marx man­te­nía que el estu­dio de una deter­mi­na­da socie­dad no debe cen­trar­se sólo en sus suje­tos o en sus estruc­tu­ras, sino tam­bién y al mis­mo tiem­po, inves­ti­gar sus pro­ce­sos de repro­duc­ción»[81], que está for­ma­da por el con­jun­to de prác­ti­cas, dis­ci­pli­nas, ins­ti­tu­cio­nes, apa­ra­tos, etc., que garan­ti­zan que la cla­se tra­ba­ja­do­ra siga repro­du­cién­do­se dócil y alie­na­da­men­te, o con mie­do e inca­paz de suble­var­se, mien­tras la cla­se bur­gue­sa repro­du­ce sus fuer­zas arma­das, ideo­ló­gi­cas, edu­ca­ti­vas, etc. Concretamente:

«El aná­li­sis de la repro­duc­ción nos per­mi­te expli­car cómo pue­den estar inter­re­la­cio­na­dos los dife­ren­tes momen­tos del ejer­ci­cio del poder den­tro de la socie­dad, aun cuan­do no exis­ta una cone­xión inter­per­so­nal cons­cien­te. Están uni­dos entre sí, en reali­dad por sus efec­tos repro­duc­ti­vos. Por ello, unas deter­mi­na­das rela­cio­nes de pro­duc­ción pue­den ser repro­du­ci­das ‑o favo­re­ci­das o per­mi­ti­das por la inter­ven­ción del Esta­do- aun en el caso de que la cla­se explo­ta­do­ra (domi­nan­te), tal como la defi­nen esas rela­cio­nes, no “con­tro­len” el gobierno en nin­guno de los sen­ti­dos con­ven­cio­na­les de la expre­sión. El hecho de que se repro­duz­ca una for­ma espe­cí­fi­ca de explo­ta­ción y domi­na­ción cons­ti­tu­ye a esta for­ma en un ejem­plo de domi­na­ción»[82].

En otro tex­to, G. Ther­bom, cri­ti­can­do las insu­fi­cien­cias de la tesis de Althus­ser sobre los «apa­ra­tos ideo­ló­gi­cos de Esta­do», sos­tie­ne que «los apa­ra­tos ideo­ló­gi­cos son par­te de la orga­ni­za­ción del poder en la socie­dad, y las rela­cio­nes socia­les de poder se con­den­san y cris­ta­li­zan en el mar­co del Esta­do. La fami­lia, por ejem­plo, está regu­la­da por la legis­la­ción y la juris­dic­ción esta­ta­les, y se ve afec­ta­da por las for­mas de mas­cu­li­ni­dad y femi­nei­dad, unión sexual, paren­tes­co e infan­cia, que son pros­cri­tas, favo­re­ci­das o per­mi­ti­das por el Esta­do»[83].

R. Mili­band ha estu­dia­do con deta­lle la efec­ti­vi­dad de cin­co ins­tru­men­tos o «apa­ra­tos» de legi­ti­ma­ción y repro­duc­ción del capi­ta­lis­mo, demos­tran­do sus cone­xio­nes explí­ci­tas y públi­cas o sub­te­rrá­neas e implí­ci­tas el Esta­do median­te el enma­ra­ña­mien­to legal y admi­nis­tra­ti­vo. Los medios pri­va­dos de pren­sa, las edi­to­ria­les, las cade­nas audio­vi­sua­les, etc. Los medios públi­cos y ofi­cia­les de pren­sa, la tele­vi­sión en espe­cial. La edu­ca­ción pri­ma­ria y secun­da­ria. La edu­ca­ción uni­ver­si­ta­ria y espe­cia­li­za­da, y, por últi­mo, la capa­ci­dad alie­na­do­ra inhe­ren­te al capi­ta­lis­mo pero que se des­en­vuel­ve apro­ve­chan­do los ins­tru­men­tos y apa­ra­tos vis­tos[84]. Para no repe­tir­nos aquí, debe­mos recor­dar lo arri­ba vis­to sobre la repre­sión del Esta­do en las luchas de clases.

O más con­cre­ta­men­te: «la fun­ción repre­si­va es la más inme­dia­ta­men­te visi­ble, en un sen­ti­do lite­ral, ya que está encar­na­da en la poli­cía, el sol­da­do, el juez, el car­ce­le­ro y el ver­du­go. Pero, inme­dia­ta­men­te visi­ble o no, el Esta­do es uno de los prin­ci­pa­les par­ti­ci­pan­tes en la lucha de cla­ses de la socie­dad capi­ta­lis­ta. De una for­ma u otra, el Esta­do siem­pre está pre­sen­te en el enfren­ta­mien­to entre los gru­pos y cla­ses riva­les que, por decir­lo así, nun­ca se enfren­tan por sí mis­mos. El Esta­do siem­pre está impli­ca­do, aun­que no siem­pre haya sido lla­ma­do, aun­que sólo sea por­que defi­ne los tér­mi­nos en los que tie­ne lugar el enfren­ta­mien­to por medio de las nor­mas y san­cio­nes lega­les»[85].

La dia­léc­ti­ca entre pro­duc­ción y repro­duc­ción garan­ti­za faci­li­tar la valo­ra­ción y acu­mu­la­ción del capi­tal; faci­li­tar la for­ma­ción, dis­ci­pli­na­ri­za­ción la alie­na­ción de las masas y nacio­nes opri­mi­das[86] y, faci­li­tar la defen­sa inter­na[87] y exter­na del capi­ta­lis­mo. S. Brunhoff lo ha expre­sa­do así: «La uni­dad de la bur­gue­sía y el frac­cio­na­mien­to del pro­le­ta­ria­do son los prin­ci­pios de cons­ti­tu­ción del espa­cio polí­ti­co del pro­le­ta­ria­do. El Esta­do debe des­pla­zar y ajus­tar con­ti­nua­men­te las fron­te­ras eco­nó­mi­cas unas res­pec­to a otras»[88]. Sin­cro­ni­zar estos obje­ti­vos es la prio­ri­dad del Esta­do. Por tan­to, el Esta­do nun­ca per­ma­ne­ce quie­to, sino que debe evo­lu­cio­nar a la velo­ci­dad de las con­tra­dic­cio­nes socia­les, si le es posi­ble. La muy correc­ta afir­ma­ción de S. Brunhoff está rea­li­za­da des­de la pers­pec­ti­va teó­ri­ca gene­ral, des­de el méto­do gené­ti­co-estruc­tu­ral al que lue­go nos refe­ri­re­mos y que apa­re­ce­rá una y otra vez a lo lar­go de estas pági­nas. Pero debe­mos plas­mar esa teo­ría correc­ta en las expe­rien­cias his­tó­ri­cas par­ti­cu­la­res, de lo con­tra­rio no ser­vi­ría de nada.

Otra de las tareas del Esta­do para inter­ve­nir en la lucha de cla­ses es la de «crear des­cla­sa­dos que han sido y son uno de los obje­ti­vos del capi­ta­lis­mo, por­que es el camino más cor­to para con­se­guir la frag­men­ta­ción de una cla­se social a la que hay que man­te­ner a raya. Faci­li­tar la deser­ción de cla­se alla­na el obje­to final del sis­te­ma que es el de desin­te­grar todo lo que supon­ga un obs­tácu­lo orga­ni­za­do y com­pro­me­ti­do con la defen­sa de cla­se. Emplea­dos del sec­tor pri­va­do con­tra los del sec­tor públi­co, con­tra­ta­dos tem­po­ra­les con­tra fijos, nati­vos con­tra inmi­gran­tes o jóve­nes con­tra mayo­res. Los igua­les, cada vez más, se con­vier­ten en enemi­gos y el des­cla­sa­do es la cuña per­fec­ta para la frag­men­ta­ción. Los des­cla­sa­dos se carac­te­ri­zan, no por aspi­rar a la legí­ti­ma mejo­ra de su sta­tus, sino por olvi­dar su pro­ce­den­cia y cons­truir un rela­to que les apar­ta del com­pro­mi­so que un día tuvie­ron sus padres con ellos, con sus veci­nos o con sus com­pa­ñe­ros de tra­ba­jo. En defi­ni­ti­va, con todo lo colec­ti­vo, con todo lo que a tra­vés de las emo­cio­nes del orgu­llo de cla­se se ha cons­trui­do para su dis­tri­bu­ción»[89].

Como efec­to de todo lo arri­ba vis­to has­ta aho­ra, pode­mos com­pren­der sin difi­cul­tad algu­na los resul­ta­dos del IV Estu­dio Arag, el 70% de los tra­ba­ja­do­res des­con­fían de sus empre­sas, el 60% des­con­fían de sus jefes y el 40% des­con­fían de sus pro­pios com­pa­ñe­ros. Por otra par­te, el 33% de los tra­ba­ja­do­res es cré­du­lo, el 43% es cau­to y sólo el 18% es «incon­for­mis­ta», y en otra esca­la, el 25% son pasi­vos, es decir, no se movi­li­zan, no actúan y no res­pon­den fren­te a los pro­ble­mas de la empre­sa[90]. Al mar­gen de las dudas que poda­mos tener sobre el estu­dio, no es menos cier­to que refle­ja de algu­na for­ma el esta­do de con­cien­cia de las masas explo­ta­das. La redu­ci­da pro­por­ción de «incon­for­mis­tas» ‑el cali­fi­ca­ti­vo nos ilus­tra sobre la ideo­lo­gía de la encues­ta- con res­pec­to a la alta pro­por­ción de des­con­fia­dos con res­pec­to a sus empre­sas y jefes, indi­ca la gran dis­tan­cia que exis­te según el estu­dio entre la con­cien­cia-en-sí, en la que ani­da la des­con­fian­za a la patro­nal, y la con­cien­cia-para-sí que es la de los «incon­for­mis­tas».

En el mar­co del deba­te que aho­ra man­te­ne­mos, el de la defi­ni­ción de las cla­ses y en con­cre­to del pue­blo tra­ba­ja­dor, las reali­da­des que hemos vis­to, des­de la buro­cra­ti­za­ción del pen­sa­mien­to, el feti­chis­mo y la fal­sa con­cien­cia, has­ta el papel del Esta­do, tie­nen con­se­cuen­cias demo­le­do­ras en la for­ma­ción del méto­do bur­gués de pen­sa­mien­to por­que si las cla­ses socia­les se carac­te­ri­zan por algo es por su his­to­ri­ci­dad, por su apa­ri­ción y des­apa­ri­ción, por sus fron­te­ras móvi­les, laxas e inter­re­la­cio­na­das de for­ma anta­gó­ni­ca for­man­do una uni­dad en lucha per­ma­nen­te. El méto­do bur­gués de pen­sa­mien­to, posi­ti­vis­ta y meca­ni­cis­ta, meta­fí­si­co, no pue­de cap­tar esta reali­dad pro­fun­da y bullen­te sólo pene­tra­ble por la dia­léc­ti­ca mate­ria­lis­ta. Por su inne­ga­ble impor­tan­cia debe­mos exten­der­nos un poco en esta cues­tión. Y cuan­do habla­mos de méto­do habla­mos tam­bién de filosofía.

5. DIALÉCTICA Y LUCHA DE CLASES

Dado que el buro­cra­tis­mo es esen­cial­men­te anti­dia­léc­ti­co y anti­crí­ti­co, dog­má­ti­co, lo pri­me­ro que debe­mos hacer es mos­trar la natu­ra­le­za dia­léc­ti­ca de la defi­ni­ción mar­xis­ta de las cla­ses socia­les por­que sólo así lle­ga­re­mos a saber qué es el pue­blo tra­ba­ja­dor en su abs­trac­ción teó­ri­ca y qué es el pue­blo tra­ba­ja­dor vas­co en su con­cre­ción teórica.

Antes que nada hay que comen­zar dicien­do que Marx desa­rro­lló su méto­do dia­léc­ti­co rea­li­zan­do una sín­te­sis inte­gra­do­ra y supe­ra­do­ra de la cien­cia ofi­cial y domi­nan­te, la posi­ti­vis­ta; de la cien­cia defi­ni­da por Hegel y de la cien­cia crí­ti­ca desa­rro­lla­da por los hege­lia­nos de izquier­da[91]. La sín­te­sis creó un méto­do onto­ló­gi­ca­men­te nue­vo que sor­pren­dió tan­to por su efec­ti­vi­dad que un crí­ti­co reco­no­ció que el autor de El Capi­tal se movía con «la más rara liber­tad» en el terreno empí­ri­co, méri­to que Marx atri­bu­yó al «méto­do dia­léc­ti­co»[92], que avan­za por el inte­rior de lo real, ade­cuán­do­se a las con­tra­dic­cio­nes del sis­te­ma que estu­dia, y no a la inver­sa, por lo que pode­mos defi­nir­lo como la per­ma­nen­te inter­ac­ción entre el aná­li­sis y la sín­te­sis, la deduc­ción y la induc­ción, etc., pero de mane­ra que una nue­va sín­te­sis es sólo el ini­cio de otro pro­ce­so cog­ni­ti­vo, en una espi­ral inaca­ba­ble «por­que la sín­te­sis de Marx nun­ca es algo con­su­ma­do, sino algo más bien en pro­ce­so de rea­li­za­ción cons­tan­te»[93].

Dicho en pala­bras de J. Oso­rio: «el méto­do de cono­ci­mien­to en Marx impli­ca par­tir de las repre­sen­ta­cio­nes ini­cia­les, o con­cre­to repre­sen­ta­do, para pasar a la sepa­ra­ción o aná­li­sis de ele­men­tos sim­ples, pro­ce­so de abs­trac­ción, que per­mi­ta des­ci­frar las arti­cu­la­cio­nes espe­cí­fi­cas, y a par­tir de ellas recons­truir «una rica tota­li­dad» con «sus múl­ti­ples deter­mi­na­cio­nes y rela­cio­nes», esto es, un nue­vo con­cre­to, pero dife­ren­te al ini­cial, en tan­to «sín­te­sis» y «uni­dad de lo diver­so», que orga­ni­za y jerar­qui­za las rela­cio­nes y los pro­ce­sos, lo que nos reve­la y expli­ca la reali­dad socie­tal»[94].

Se tra­ta de un movi­mien­to doble en su uni­dad que abar­ca lo esen­cial, lo gené­ti­co del pro­ble­ma, es decir, lo que le iden­ti­fi­ca como estruc­tu­ra y sis­te­ma esta­ble[95] ‑lo gené­ti­co-estruc­tu­ra­l‑, y lo his­tó­ri­co, el movi­mien­to y el cam­bio per­ma­nen­tes ‑lo his­tó­ri­co-gené­ti­co‑, de mane­ra que en todo momen­to, en cada par­te del pro­ble­ma, apa­re­cen expues­tas su esen­cia y sus for­mas exter­nas, en cuan­to uni­dad real[96]. P. Vilar desa­rro­lla la inter­ac­ción entre lo gené­ti­co-estruc­tu­ral y lo his­tó­ri­co-gené­ti­co, en su expli­ca­ción de que, en Marx, se fusio­nan y se sepa­ran a la vez dos nive­les, el bási­co y común al modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta, nivel en el que sólo exis­te la lucha entre el capi­tal y el tra­ba­jo, la bur­gue­sía y el pro­le­ta­ria­do, y el nivel de las cla­ses, frac­cio­nes de cla­ses, cate­go­rías socia­les, etc., con­cre­tas, que exis­ten en los paí­ses y momen­tos pre­ci­sos[97]. La pra­xis mar­xis­ta de las cla­ses siem­pre debe uti­li­zar esa dia­léc­ti­ca, como lo vere­mos espe­cial­men­te en Rosa Luxem­burg y Mao en lo que ata­ñe al con­cep­to de pue­blo tra­ba­ja­dor y a la deno­mi­na­da «tri­ple explo­ta­ción», de sexo-géne­ro, de nación y de cla­se trabajadora.

A la vez, care­ce de sen­ti­do cri­ti­car a Marx y a Engels de que no deja­ran «aca­ba­da» una teo­ría «defi­ni­ti­va» de las cla­ses, por la sen­ci­lla razón de que éstas son un con­jun­to de rela­cio­nes en desa­rro­llo his­tó­ri­co con deter­mi­na­das ten­den­cias obje­ti­vas que Marx expo­ne así: «…Por lo que a mí se refie­re, no me cabe el méri­to de haber des­cu­bier­to la exis­ten­cia de las cla­ses en la socie­dad moder­na ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algu­nos his­to­ria­do­res bur­gue­ses habían expues­to ya el desa­rro­llo his­tó­ri­co de esta lucha de cla­ses y algu­nos eco­no­mis­tas bur­gue­ses la ana­to­mía eco­nó­mi­ca de éstas. Lo que yo he apor­ta­do de nue­vo ha sido demos­trar: 1) que la exis­ten­cia de las cla­ses sólo va uni­da a deter­mi­na­das fases his­tó­ri­cas de desa­rro­llo de la pro­duc­ción; 2) que la lucha de cla­ses con­du­ce, nece­sa­ria­men­te, a la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do; 3) que esta mis­ma dic­ta­du­ra no es de por sí más que el trán­si­to hacia la abo­li­ción de todas las cla­ses y hacia una socie­dad sin cla­ses…»[98].

La razón del fra­ca­so de la socio­lo­gía para enten­der la dia­léc­ti­ca de las cla­ses radi­ca en que «los eco­no­mis­tas no con­ci­ben el capi­tal como una rela­ción», y no pue­den hacer­lo por­que el capi­tal es una for­ma rela­ti­va y tran­si­to­ria de la pro­duc­ción[99]. Ya que el capi­tal es una rela­ción tam­bién lo son las cla­ses, sien­do impo­si­ble ela­bo­rar una teo­ría «aca­ba­da» y «defi­ni­ti­va», «com­ple­ta»[100], es decir, está­ti­ca, de una rela­ción siem­pre en movi­mien­to. Como dijo E. P. Thom­son: «una cla­se es una rela­ción, un sis­te­ma de rela­cio­nes en suma, y no una cosa»[101]. Defi­nir a las cla­ses como un sis­te­ma de rela­cio­nes, en vez de cómo una cosa está­ti­ca y cerra­da, es ver­las den­tro de la tota­li­dad social en movi­mien­to, como una par­te acti­va de esa tota­li­dad móvil. Por rela­ción, por sis­te­ma de rela­cio­nes, debe­mos enten­der el movi­mien­to inter­nos de la lucha de con­tra­rios en una tota­li­dad con­cre­ta, en este caso en la eco­no­mía capi­ta­lis­ta y más espe­cí­fi­ca­men­te en la uni­dad y lucha irre­con­ci­lia­bles entre las cla­ses explo­ta­do­ras y explotadas.

Nos hace­mos una idea más ple­na de la impor­tan­cia del con­cep­to de «sis­te­ma de rela­cio­nes» al ver que las cla­ses no son enti­da­des ais­la­das, lo que per­mi­ti­ría hablar sólo de la bur­gue­sía sin citar en abso­lu­to al pro­le­ta­ria­do, sino como uni­dad de con­tra­rios irre­con­ci­lia­bles en lucha per­ma­nen­te, de modo que el cam­bio en una de ellas supo­ne otro cam­bio opues­to en la con­tra­ria, sien­do impo­si­ble hablar de la bur­gue­sía sin a la vez y nece­sa­ria­men­te hablar del pro­le­ta­ria­do; por ello mis­mo son un con­jun­to de rela­cio­nes en cho­que, rela­cio­nes en las que una par­te, la cla­se bur­gue­sa, dis­po­ne de un ins­tru­men­to cla­ve como es el Esta­do, lo que le per­mi­te refor­zar su cen­tra­li­dad y rom­per a la vez la cen­tra­li­dad de la cla­se expro­pia­da: «una cla­se, inter­na­men­te cam­bian­te a su vez, es una de las fuer­zas en liza den­tro de la lucha de cla­ses, toman­do en con­si­de­ra­ción todos los pla­nos ‑eco­nó­mi­co, social, cul­tu­ral, ideo­ló­gi­co- en que esta lucha se pro­du­ce y la estruc­tu­ra de cla­ses debe ser vis­ta como un mode­lo diná­mi­co e his­tó­ri­ca­men­te con­di­cio­na­do»[102].

Un mode­lo en movi­mien­to y en con­tra­dic­ción, en cuyo inte­rior actúa a veces de for­ma muy cons­cien­te el capi­tal, ya que «la bur­gue­sía es una cla­se viva que ha reto­ña­do sobre deter­mi­na­das bases eco­nó­mi­co­pro­duc­ti­vas. Esta cla­se no es un pro­duc­to pasi­vo del des­en­vol­vi­mien­to eco­nó­mi­co, sino una fuer­za his­tó­ri­ca, acti­va y enér­gi­ca»[103].

Más aún, «el con­cep­to de “cla­se” no es un con­cep­to afir­ma­ti­vo sino crí­ti­co»[104], es decir, no quie­re defi­nir posi­ti­va y neu­tral­men­te una reali­dad está­ti­ca y ais­la­da, según la meta­fí­si­ca posi­ti­vis­ta, sino que quie­re poner al des­cu­bier­to el movi­mien­to y cho­que per­ma­nen­te de sus con­tra­dic­cio­nes inter­nas, la inter­ac­ción de todas las face­tas del pro­ble­ma cla­sis­ta y su ten­den­cia obje­ti­va a la agu­di­za­ción de la lucha has­ta esta­llar en olea­das revo­lu­cio­na­rias, si se supe­ran todas las con­tra­ten­den­cias que tien­den a anu­lar la ten­den­cia obje­ti­va. La lucha entre las con­tra­ten­den­cias y las ten­den­cias obje­ti­vas es la lucha de cla­ses. Al ser un con­cep­to crí­ti­co y al asu­mir la obje­ti­vi­dad del cho­que entre ten­den­cias y con­tra­ten­den­cias, al mar­gen de los gra­dos de con­cien­cia sub­je­ti­va de las fuer­zas enfren­ta­das, por esto mis­mo, la teo­ría mar­xis­ta de las cla­ses socia­les es inse­pa­ra­ble de la teo­ría del valor y del valor-tra­ba­jo, de modo que for­man una uni­dad inter­na con for­mas exter­nas diferenciadas.

Lle­ga­dos a este nivel, es impres­cin­di­ble acla­rar qué enten­de­mos por dia­léc­ti­ca en el inte­rior mis­mo del des­en­vol­vi­mien­to del valor, del valor-tra­ba­jo y de la lucha de cla­ses: «La dia­léc­ti­ca con­sis­te exac­ta­men­te, en la habi­li­dad de com­pren­der la con­tra­dic­ción inter­na de una cosa, el estí­mu­lo de su auto­de­sa­rro­llo, don­de, el meta­fí­si­co ve sólo una con­tra­dic­ción exter­na resul­tan­do de una coli­sión más o menos acci­den­tal de dos cosas inter­na­men­te no con­tra­dic­to­rias»[105].

Sin duda, son estas carac­te­rís­ti­cas del pen­sa­mien­to dia­léc­ti­co las que tenían en cuen­ta Marx y Engels cuan­do se nega­ban sis­te­má­ti­ca­men­te a uti­li­zar con­cep­tos cerra­dos, está­ti­cos, defi­ni­cio­nes abso­lu­tas y eter­nas. Ade­más, uni­do a esta carac­te­rís­ti­ca cons­ti­tu­ti­va del méto­do, ocu­rre que la dia­léc­ti­ca «[…] pro­vo­ca la cóle­ra y es el azo­te de la bur­gue­sía y de sus por­ta­vo­ces doc­tri­na­rios, por­que en la inte­li­gen­cia y expli­ca­ción posi­ti­va de lo que exis­te abri­ga a la par la inte­li­gen­cia de su nega­ción, de su muer­te for­zo­sa; por­que, crí­ti­ca y revo­lu­cio­na­ria por esen­cia, enfo­ca todas las for­mas actua­les en pleno movi­mien­to, sin omi­tir, por tan­to, lo que tie­ne de pere­ce­de­ro y sin dejar­se inti­mi­dar por nada»[106].

Por tan­to, la dia­léc­ti­ca uti­li­za cate­go­rías, leyes y prin­ci­pios que deben ser capa­ces de mover­se a la mis­ma velo­ci­dad del movi­mien­to de las con­tra­dic­cio­nes de lo real que inves­ti­ga y que quie­re trans­for­mar. Por cuan­to movi­mien­to, inter­ac­ción y lucha, por eso mis­mo, los con­cep­tos de la dia­léc­ti­ca deben ser abier­tos, fle­xi­bles, ági­les, inter­co­nec­ta­dos y radi­ca­les. R. Gallis­sot lo expre­sa así: «En Marx y Engels, se diga o no, exis­ten fluc­tua­cio­nes ter­mi­no­ló­gi­cas: es que, bajo las mis­mas pala­bras, los obje­tos hacia los que se apun­ta no son los mis­mos: la fór­mu­la se rela­cio­na, sea con la socie­dad capi­ta­lis­ta en sus fun­da­men­tos gene­ra­les, sea con socie­da­des par­ti­cu­la­res en el seno del capi­ta­lis­mo, sea sola­men­te con la com­bi­na­ción de las rela­cio­nes de cla­se y de fuer­zas polí­ti­cas en una socie­dad dada»[107].

Y más ade­lan­te: «No hay escán­da­lo alguno en reco­no­cer que, con­ti­nua­men­te en Marx y Engels, hay enca­bal­ga­mien­to de voca­bu­la­rio y de sen­ti­do, inter­fe­ren­cia entre el uso vul­gar (el modo de pro­duc­ción es la for­ma de pro­du­cir –la pala­bra “for­mas” se repi­te), y el empleo típi­co […] sub­sis­te la impre­sión de que hay usos pre­fe­ren­cia­les que irían de lo par­ti­cu­lar a lo gene­ral: for­mas, for­ma­cio­nes, for­ma­ción eco­nó­mi­ca»[108].

Este méto­do no es con­tra­dic­to­rio con la lógi­ca ya que, como sos­tie­ne A. Guét­ma­no­va: «a veces no se pue­den esta­ble­cer divi­sio­nes pre­ci­sas, por cuan­to todo se desa­rro­lla, modi­fi­ca, etc. Toda cla­si­fi­ca­ción es rela­ti­va, apro­xi­ma­ti­va, y reve­la de for­ma sucin­ta las con­ca­te­na­cio­nes entre los obje­tos cla­si­fi­ca­dos. Exis­ten for­mas tran­si­to­rias inter­me­dias que es difí­cil cata­lo­gar en un gru­po deter­mi­na­do. Seme­jan­te gru­po tran­si­to­rio a veces cons­ti­tu­ye un gru­po (espe­cie) autó­no­mo»[109]. Ade­más, la dia­léc­ti­ca entre el uso vul­gar de un con­cep­to en com­pa­ra­ción a su empleo típi­co ha dado paso a la lógi­ca borro­sa que, según M. Her­nan­do Cal­vi­ño: «ope­ra con con­cep­tos apa­ren­te­men­te vagos o sub­je­ti­vos, pero que en reali­dad con­tie­nen mucha infor­ma­ción»[110]. Más ade­lan­te cómo Marx y Engels tra­ba­ja­ban con estos con­cep­tos «apa­ren­te­men­te vagos o sub­je­ti­vos» reple­tos de información.

La meto­do­lo­gía dia­léc­ti­ca exi­ge, como dice Rosen­tal, un rela­ti­vis­mo con­cep­tual fle­xi­ble y a la vez con­cre­to por­que «cada fenó­meno posee muchos víncu­los e inter­ac­cio­nes con otros fenó­me­nos y don­de la inter­ac­ción con­di­cio­na que apa­rez­can ora unos ras­gos, pro­pie­da­des y aspec­tos de las cosas, ora otros. Por esto tam­po­co pue­de la cien­cia ope­rar a base de un sim­ple esque­ma: o ver­dad o error. Las cam­bian­tes pro­pie­da­des de las cosas exi­gen del con­cep­to de ver­dad una fle­xi­bi­li­dad y un carác­ter con­cre­tos máxi­mos, pues tam­bién el con­cep­to de ver­dad es rela­ti­vo: lo ver­da­de­ro en deter­mi­na­do tiem­po y en cier­ta cone­xión, se con­vier­te en error en otro tiem­po y en una cone­xión dis­tin­ta»[111].

Apli­ca­do este méto­do dia­léc­ti­co al estu­dio de la cla­se bur­gue­sa vemos que, ade­más de tener que defi­nir simul­tá­nea­men­te a la cla­se tra­ba­ja­do­ra, tene­mos que recu­rrir a lo que C. Katz deno­mi­na «defi­ni­cio­nes amplia­das», ya que «la cla­se domi­nan­te regis­tra pro­ce­sos cons­tan­tes de muta­ción»[112]. Por defi­ni­cio­nes amplia­das debe­mos enten­der las no «cerra­das» ni está­ti­cas, sino las que per­mi­ten abrir los espa­cios con­cep­tua­les a las nue­vas reali­da­des, a las muta­cio­nes que se pro­du­cen en todo momen­to en la reali­dad. La con­ve­nien­cia de esta cita es inne­ga­ble por­que ella nos intro­du­ce en otro de los com­po­nen­tes bási­cos para defi­nir a las cla­ses socia­les, el papel del Estado.

Estas nocio­nes tan bási­cas y ele­men­ta­les de la dia­léc­ti­ca, que con tan­ta rapi­dez esta­mos expo­nien­do, nos lle­van a la cues­tión de la emer­gen­cia de lo nue­vo, de la imper­cep­ti­ble apa­ri­ción de peque­ños bro­tes que anun­cian reali­da­des nove­do­sas si con­si­guen asen­tar­se y expan­dir­se. Las pro­pie­da­des cam­bian­tes de las cosas pue­den ter­mi­nar dan­do paso a algo nue­vo. Se tra­ta de un pro­ble­ma deci­si­vo en la cien­cia y en la vida inclu­so coti­dia­na, que Lenin expre­só así: «Debe­mos estu­diar minu­cio­sa­men­te los bro­tes de lo nue­vo, pres­tar­les la mayor aten­ción, favo­re­cer y “cui­dar” por todos los medios el cre­ci­mien­to de estos débi­les bro­tes […] Es pre­ci­so apo­yar todos los bro­tes de lo nue­vo, entre los cua­les la vida se encar­ga­rá de selec­cio­nar los más viva­ces»[113].

La teo­ría de las cla­ses debe tener siem­pre en cuen­ta la ten­den­cia al sur­gi­mien­to de nue­vas frac­cio­nes de cla­se den­tro de un modo de pro­duc­ción, de nue­vas «cla­ses medias» ‑cues­tión en la que Marx fue pio­ne­ro y a la que volveremos‑, de la nue­va peque­ña bur­gue­sía, etc., y sobre todo, y como vere­mos, a las fluc­tua­cio­nes inter­nas en esos impres­cin­di­bles con­cep­tos fle­xi­bles y abier­tos tan abun­dan­tes en el mar­xis­mo como «masas popu­la­res», «movi­mien­tos popu­la­res» y sobre todo «pue­blo tra­ba­ja­dor», inclui­do el de «mul­ti­tud»[114].

En esta inves­ti­ga­ción nece­sa­ria nos será de gran uti­li­dad la sabia adver­ten­cia de R. Candy según la cual: «Para Marx “cla­se” es una idea de gran suti­le­za, más com­ple­ja de lo que muchos supo­nen. La cla­se no es homo­gé­nea. Tie­ne frac­cio­nes que ope­ran autó­no­ma­men­te en el con­tex­to de sus intere­ses bási­cos de cla­se […] Los esta­dos de áni­mo de las masas se trans­for­man, se des­pla­zan, flu­yen; las cla­ses se frac­cio­nan y con­cen­tran; los par­ti­dos se divi­den en frac­cio­nes; los diri­gen­tes olvi­dan sus prin­ci­pios e inven­tan otros nue­vos. El aná­li­sis de cla­ses no es una tarea fácil y Marx no ofre­ce nin­gu­na fór­mu­la sen­ci­lla para el estu­dio de la socie­dad»[115].

Tam­bién nos será muy opor­tuno lo que sos­tie­ne D. Ben­saïd: «No se encuen­tra enton­ces en Marx nin­gu­na defi­ni­ción cla­si­fi­ca­to­ria, nor­ma­ti­va y reduc­to­ra de las cla­ses, sino una con­cep­ción diná­mi­ca de su anta­go­nis­mo estruc­tu­ral, a nivel de la pro­duc­ción, de la cir­cu­la­ción como de la repro­duc­ción del capi­tal: en efec­to, las cla­ses jamás son defi­ni­das sola­men­te a nivel del pro­ce­so de pro­duc­ción (del cara a cara entre el tra­ba­ja­dor y la patro­nal en la empre­sa), sino deter­mi­na­das por la repro­duc­ción del con­jun­to don­de entran en jue­go la lucha por el sala­rio, la divi­sión del tra­ba­jo, las rela­cio­nes con los apa­ra­tos del Esta­do y con el mer­ca­do mun­dial»[116].

Par­tien­do de aquí, ofre­ce­mos dos impor­tan­tes defi­ni­cio­nes sobre las cla­ses socia­les que nos faci­li­ta­rán el deba­te pos­te­rior sobre el pue­blo tra­ba­ja­dor vas­co. Comen­za­mos con la clá­si­ca defi­ni­ción de Lenin, con­si­de­ra­da por P. Vilar como «la más váli­da teó­ri­ca­men­te»[117], y que dice así: «Las cla­ses son gran­des gru­pos de hom­bres que se dife­ren­cian entre sí por el lugar que ocu­pan en un sis­te­ma de pro­duc­ción social his­tó­ri­ca­men­te deter­mi­na­do, por las rela­cio­nes en que se encuen­tran con res­pec­to a los medios de pro­duc­ción (rela­cio­nes que en su mayor par­te las leyes refren­dan y for­ma­li­zan), por el papel que desem­pe­ñan en la orga­ni­za­ción social del tra­ba­jo, y, con­si­guien­te­men­te, por el modo de per­ci­bir y la pro­por­ción en que per­ci­ben la par­te de rique­za social de que dis­po­nen. Las cla­ses son gru­pos huma­nos, uno de los cua­les pue­de apro­piar­se el tra­ba­jo de otro por ocu­par pues­tos dife­ren­tes en un régi­men deter­mi­na­do de eco­no­mía social»[118].

El valor de esta cita es tri­ple, uno, por lo que dice en sí mis­ma; otro, por­que per­te­ne­ce al Lenin más crea­ti­vo teó­ri­ca y polí­ti­ca­men­te, y, últi­mo, por­que en el mis­mo tex­to y algo más ade­lan­te desa­rro­llan­do el mis­mo esque­ma teó­ri­co y polí­ti­co plan­tea cues­tio­nes igual­men­te impor­tan­tes para la polí­ti­ca de alian­zas entre el pro­le­ta­ria­do y el res­to de las cla­ses y sec­to­res pro­gre­sis­tas. Se habla mucho sobre la dife­ren­cia entre los con­cep­tos de hege­mo­nía de Lenin y de Grams­ci, que son mera­men­te for­ma­les si nos fija­mos en el fon­do gené­ti­co-estruc­tu­ral del pro­ble­ma de la polí­ti­ca de alian­zas, pero con dife­ren­cias for­ma­les en lo histórico-genético.

No nos vamos a exten­der en esta ponen­cia por obvias razo­nes de espa­cio sobre el con­cep­to de cla­se tra­ba­ja­do­ra y de pue­blo explo­ta­do en Grams­ci[119], por lo que úni­ca­men­te dire­mos que coin­ci­de en lo bási­co con las ideas de Lenin cuan­do sos­tie­ne que el pro­le­ta­ria­do tie­ne la tarea doble de, uno, «atraer a toda la masa de tra­ba­ja­do­res y explo­ta­dos, orga­ni­zar­la» para ven­cer a la bur­gue­sía; y, dos, «con­du­cir a toda la masa de tra­ba­ja­do­res y explo­ta­dos, así como a todos los sec­to­res de la peque­ña bur­gue­sía» hacia el socia­lis­mo[120]. Es decir, la com­ple­ji­dad social que­da con­fir­ma­da por Lenin al insis­tir en que exis­ten, ade­más del pro­le­ta­ria­do, una «masa de tra­ba­ja­do­res y explo­ta­dos» que deben aliar­se con «todos los sec­to­res de la peque­ña bur­gue­sía». Vol­ve­re­mos sobre esto al estu­diar el con­cep­to de pue­blo trabajador.

Otra defi­ni­ción amplia e inclu­yen­te del con­cep­to de cla­se social, desa­rro­lla­da tenien­do como base la defi­ni­ción de Lenin, la encon­tra­mos en R. Bartra:

«Las cla­ses son gran­des gru­pos de per­so­nas que inte­gran un sis­te­ma asi­mé­tri­co no exhaus­ti­vo den­tro de una estruc­tu­ra social dada, entre los cua­les se esta­ble­cen rela­cio­nes de explo­ta­ción, depen­den­cia y/​o subor­di­na­ción, que cons­ti­tu­yen uni­da­des rela­ti­va­men­te poco permea­bles (esca­sa movi­li­dad social ver­ti­cal), que tien­den a dis­tri­buir­se a lo lar­go de un con­ti­nuum estra­ti­fi­ca­do cuyos dos polos opues­tos están cons­ti­tui­dos por opri­mi­dos y opre­so­res, que desa­rro­llan en algún momen­to de su exis­ten­cia his­tó­ri­ca for­mas pro­pias de ideo­lo­gía (sea de mane­ra no sis­te­ma­ti­za­da y rudi­men­ta­ria o con ple­na con­cien­cia de sí) que expre­san direc­ta o indi­rec­ta­men­te sus intere­ses comu­nes, y que se dis­tin­guen entre sí bási­ca­men­te de acuer­do a: I) El lugar que ocu­pan en el sis­te­ma de pro­duc­ción his­tó­ri­ca­men­te deter­mi­na­do […]; y II) Las rela­cio­nes que man­tie­nen con el sis­te­ma de ins­ti­tu­cio­nes y órga­nos de coer­ción, poder y con­trol socio­eco­nó­mi­co […] Se tra­ta de un sis­te­ma de cla­ses y no de una sim­ple suma o agre­ga­do de gru­pos socia­les; es asi­mé­tri­co pues con­tie­ne una dis­tri­bu­ción des­igual de los pri­vi­le­gios y dis­cri­mi­na­cio­nes de cada gol­pe; no es exhaus­ti­vo pues­to que no todos los miem­bros de una socie­dad per­te­ne­cen a una cla­se, sino que pue­den exis­tir capas de ele­men­tos des­cla­sa­dos. Las fron­te­ras entre las cla­ses no son rígi­das: exis­ten gru­pos inter­me­dios que par­ti­ci­pan de carac­te­rís­ti­cas de dos cla­ses dife­ren­tes, y aun­que por lo gene­ral su exis­ten­cia es tran­si­to­ria y cam­bian­te, su pre­sen­cia de da al sis­te­ma el carác­ter de un con­ti­nuum»[121].

6. LA ESENCIA Y EL FENÓMENO

Uti­li­zan­do la caja de herra­mien­tas de la dia­léc­ti­ca, pode­mos com­pren­der que los cam­bios que aho­ra des­con­cier­tan a muchos ya fue­ron estu­dia­dos hace tiem­po: en la déca­da de 1960 se publi­ca­ron varios tex­tos de diver­sas corrien­tes mar­xis­tas sobre las cla­ses socia­les que, vis­tos en pers­pec­ti­va, bri­llan aho­ra como pre­mo­ni­to­res a pesar de las crí­ti­cas que poda­mos y deba­mos hacer­les, pero reafir­man­do que acer­ta­ron en las dos cues­tio­nes deci­si­vas en aque­llos años: ¿qué cam­bios se esta­ban vivien­do den­tro de las cla­ses socia­les en el capi­ta­lis­mo desa­rro­lla­do?, y ¿qué pers­pec­ti­vas de futu­ro exis­tían en esos años?

En la pri­me­ra cues­tión mar­ca­ron las gran­des líneas de trans­for­ma­ción de las cla­ses acer­tan­do de for­ma bri­llan­te en lo esen­cial y en muchas de sus for­mas exter­nas. En la segun­da, acer­ta­ron en que se esta­ba pro­du­cien­do un aumen­to de la con­cien­cia socio­po­lí­ti­ca de las cla­ses tra­ba­ja­do­ras en todo el capi­ta­lis­mo impe­ria­lis­ta, cosa que se demos­tra­ría cier­ta des­de fina­les de esa déca­da de los años 60. La socio­lo­gía bur­gue­sa fra­ca­só estre­pi­to­sa­men­te en las dos cues­tio­nes. Gra­cias a su rigor, estos y otros tex­tos des­bor­da­ron con cre­ces la ver­bo­rrea super­fi­cial sobre las cla­ses ela­bo­ra­da por la socio­lo­gía del momen­to, y en espe­cial su corrien­te fun­cio­na­lis­ta, mayo­ri­ta­ria de for­ma abrumadora.

Vamos a dejar de lado, por cuan­to son los más cono­ci­dos y recor­da­dos en la actua­li­dad, los rea­li­za­dos por el mar­xis­mo ita­liano situa­do cla­ra­men­te a la izquier­da del refor­mis­mo inter­cla­sis­ta del Par­ti­do Comu­nis­ta Ita­liano (PCI). Su insis­ten­cia en «abrir» el con­cep­to de cla­se obre­ra a sec­to­res explo­ta­dos más amplios, no estric­ta­men­te fabri­les, sino de la deno­mi­na­da «fábri­ca difu­sa», «socie­dad fábri­ca» u «obre­ro social», inte­gran­do a las muje­res, estu­dian­tes, emi­gran­tes, peque­ña bur­gue­sía empo­bre­ci­da, etc., según el poten­cial teó­ri­co inser­to en el con­cep­to mar­xis­ta de «tra­ba­ja­dor colec­ti­vo». Aun­que tales desa­rro­llos con­cep­tua­les peca­ron de un defec­to reco­no­ci­do sólo más tar­de. En efec­to, Tron­ti asu­me que el obre­ris­mo ita­liano de los años 60 no supo com­pren­der a tiem­po los meca­nis­mos de des­ac­ti­va­ción de los con­flic­tos socia­les y de inte­gra­ción de la cla­se obre­ra en el capi­ta­lis­mo, ya que tuvie­ron una visión lineal y mecá­ni­ca, cre­yen­do que la con­cien­cia de cla­se y la lucha revo­lu­cio­na­ria aumen­ta­ría por sí mis­ma como sim­ple res­pues­ta al aumen­to de la explo­ta­ción[122].

Y si tuvié­ra­mos espa­cio tam­bién nos exten­de­ría­mos a la izquier­da mar­xis­ta nor­te­ame­ri­ca­na escin­di­da del trots­kis­mo que inclu­so con ante­la­ción a los años 60 plan­teó cues­tio­nes muy impor­tan­tes sobre cómo rela­cio­nar las ascen­den­tes luchas etno-nacio­na­les, femi­nis­tas, estu­dian­ti­les, de movi­mien­tos veci­na­les y de dere­chos socia­les, etc., con el movi­mien­to obre­ro. La valía de las ideas esen­cia­les de estas tesis ha que­da­do demos­tra­da pese al ata­que capi­ta­lis­ta con­tra la cen­tra­li­dad obre­ra, ata­que que se ini­ció a comien­zos de los años 70 en Chi­le, con el gol­pe mili­tar de Pino­chet, que lue­go que exten­de­ría a otros Esta­dos has­ta gene­ra­li­zar­se a esca­la mun­dial en los años 80. Ade­más de otros obje­ti­vos, la con­tra­ofen­si­va del capi­tal deno­mi­na­da «neo­li­be­ra­lis­mo» bus­ca­ba tam­bién el de rom­per la uni­dad y cen­tra­li­dad de la cla­se tra­ba­ja­do­ra que con su lucha había ace­le­ra­do el esta­lli­do de la cri­sis mun­dial. La recom­po­si­ción actual del movi­mien­to obre­ro se está con­fir­man­do algu­nos de los pun­tos cen­tra­les ade­lan­ta­dos en ambos libros.

Hemos pre­fe­ri­do limi­tar­nos exclu­si­va­men­te a dos tex­tos del deno­mi­na­do «mar­xis­mo ofi­cial» por­que mues­tran cómo tam­bién den­tro de esta corrien­te mar­xis­ta se hicie­ron apor­ta­cio­nes valio­sas. En tex­to colec­ti­vo titu­la­do La estruc­tu­ra de la cla­se obre­ra en los paí­ses capi­ta­lis­tas, de 1963, rea­li­za­do tras un lar­go deba­te de dos años entre orga­ni­za­cio­nes de diver­sos tipos per­te­ne­cien­tes a tre­ce Esta­dos pode­mos ver cómo, tras pre­ci­sar des­de el ini­cio del tex­to que «las gran­des masas popu­la­res» se agru­pan en torno a la cla­se obre­ra[123], actua­li­za el con­cep­to de «obre­ro colec­ti­vo» de Marx al capi­ta­lis­mo de la época:

«Por cuan­to el pro­ce­so de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta tie­ne un carác­ter dia­léc­ti­co com­ple­jo, el pro­le­ta­ria­do no es total­men­te homo­gé­neo. Cons­ta de dife­ren­tes gru­pos, idén­ti­cos por su com­po­si­ción de cla­se, pero que desem­pe­ñan dis­tin­to papel en el pro­ce­so de pro­duc­ción […] el «obre­ro colec­ti­vo» abar­ca a los que están dedi­ca­dos al tra­ba­jo manual (peo­nes y obre­ros de las máqui­nas) y a quie­nes apli­can en la crea­ción del pro­duc­to su tra­ba­jo men­tal o eje­cu­tan dife­ren­tes fun­cio­nes auxi­lia­res sin las cua­les no es posi­ble el pro­ce­so de pro­duc­ción. Como la divi­sión del tra­ba­jo se desa­rro­lla sin cesar, no sólo en el mar­co de una empre­sa ais­la­da, sino tam­bién en la órbi­ta de toda la socie­dad, sur­gen cons­tan­te­men­te nue­vas pro­fe­sio­nes y nue­vas ramas de la eco­no­mía. En la mis­ma medi­da se amplía la com­po­si­ción del “obre­ro colec­ti­vo”»[124].

Por su par­te, M. Bou­vier y G. Mury sos­tie­nen que:

«En todos los fren­tes don­de se libra el com­ba­te entre ricos y pobres, entre los peque­ños y los gran­des, la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria se pro­po­ne demos­trar teó­ri­ca­men­te y rea­li­zar prác­ti­ca­men­te el fren­te úni­co de todos aque­llos que, al fin de cuen­tas, son explo­ta­dos por los mis­mos explo­ta­do­res. La vas­ta cate­go­ría de los explo­ta­dos inclu­ye segu­ra­men­te ele­men­tos muy diver­sos que no son todos pro­duc­to­res de plus­va­lía, que no ocu­pan todos den­tro de la pro­duc­ción social el lugar del pro­le­ta­ria­do obli­ga­do a ele­gir entre sus cade­nas y la revo­lu­ción. No deja de ser menos cier­to que esta inmen­sa masa huma­na de los explo­ta­dos se pue­de defi­nir cien­tí­fi­ca­men­te como el con­jun­to de aque­llos cuya fuer­za de tra­ba­jo, es decir, la apti­tu­des físi­cas, la habi­li­dad manual o el cono­ci­mien­to inte­lec­tual, es pues­ta final­men­te al ser­vi­cio de la mino­ría capi­ta­lis­ta. El arte­sano que en for­ma pro­gre­si­va es des­po­ja­do de su liber­tad de acción, el cam­pe­sino ame­na­za­do en la pro­pie­dad de su explo­ta­ción agrí­co­la fami­liar, el asa­la­ria­do que no pro­du­ce valor, sino que está redu­ci­do a pre­sen­tar­se en el mer­ca­do de la mano de obra, sólo pue­den des­cu­brir sus ver­da­de­ros intere­ses si toman par­ti­do con­tra un sis­te­ma den­tro del cual les está prohi­bi­do todo futu­ro crea­dor. El meca­nis­mo inexo­ra­ble de la socie­dad bur­gue­sa, que se apro­pia de la plus­va­lía del obre­ro, cons­ti­tu­ye truts que aplas­tan a la empre­sa arte­sa­nal así como al peque­ño cam­pe­sino y al cam­pe­sino medio. El mis­mo asa­la­ria­do no pro­duc­ti­vo se encuen­tra en una situa­ción par­ti­cu­lar­men­te cer­ca­na a la del pro­duc­tor, pues­to que, al fin de cuen­tas, con­tri­bu­ye, si no a crear plus­va­lía, a ase­gu­rar a su patrón una par­te de la plus­va­lía ya pro­du­ci­da»[125].

Pos­te­rior­men­te se expli­có que: «La cla­se obre­ra se ha trans­for­ma­do en su estruc­tu­ra. Ante­ayer los mine­ros del Nor­te for­ma­ban el grue­so de las tro­pas gues­dis­tas, ayer la meta­lur­gia cons­ti­tuía el bas­tión del sta­li­nis­mo triun­fan­te, hoy los bas­tio­nes tien­den a des­pla­zar­se hacia la elec­tro­me­cá­ni­ca pesa­da y lige­ra, la meta­lur­gia alta­men­te auto­ma­ti­za­da, siguien­do con esto el mis­mo movi­mien­to del gran capi­tal. Así, sería fal­so con­ser­var una ima­gen fija de la cla­se obre­ra, com­pues­ta úni­ca­men­te de obre­ros manua­les, y ver­ter en las capas medias y los sec­to­res mar­gi­na­les este nue­vo pro­le­ta­ria­do en vías de cons­ti­tu­ción»[126]. Por otra par­te: «El pro­le­ta­ria­do no es un gru­po homo­gé­neo, inmu­ta­ble […] es el resul­ta­do de un pro­ce­so per­ma­nen­te de pro­le­ta­ri­za­ción que cons­ti­tu­ye la otra cara de la acu­mu­la­ción del capi­tal […] Es pues la for­ma­ción del “tra­ba­ja­dor colec­ti­vo” de la gran indus­tria capi­ta­lis­ta […] Final­men­te, es la cons­ti­tu­ción del ejér­ci­to indus­trial de reser­va»[127].

A media­dos de los años 90 sur­gió, entre otras, la teo­ría de las infra­cla­ses: «sec­to­res socia­les que se encuen­tran en una posi­ción social mar­gi­nal que les sitúa fue­ra, y por deba­jo, de las posi­bi­li­da­des y opor­tu­ni­da­des eco­nó­mi­cas, socia­les, cul­tu­ra­les, de nivel de vida, etc., del sis­te­ma social esta­ble­ci­do»[128]. Las infra­cla­ses que empe­za­ron a apa­re­cer a fina­les de los años 80 cre­cie­ron duran­te toda la déca­da de los 90, de modo que a comien­zos del siglo XXI se había cons­ti­tui­do «un “núcleo duro” de sala­rios bajos»[129] en el seno de las masas tra­ba­ja­do­ras, con demo­le­do­res efec­tos entre la juven­tud emi­gran­te de los gran­des gue­tos de las ciu­da­des indus­tria­les, sien­do ésta la cau­sa de las suble­va­cio­nes urba­nas masi­vas tan­to con­tra la sobre­ex­plo­ta­ción y mar­gi­na­ción, como con­tra el racis­mo pro­fun­da­men­te ancla­do tam­bién en la buro­cra­cia polí­ti­co-sin­di­cal[130].

La ten­den­cia cre­cien­te a la asa­la­ri­za­ción ha sido con­fir­ma­da por todos los estu­dios algo serios, como tam­bién la ten­den­cia a la asa­la­ri­za­ción de las nue­vas fran­jas de las cla­ses medias, ya que: «nume­ro­sas pro­fe­sio­nes libe­ra­les se con­vier­ten cada vez más en pro­fe­sio­nes asa­la­ria­das; médi­cos, abo­ga­dos, artis­tas, fir­man ver­da­de­ros con­tra­tos de tra­ba­jo con las ins­ti­tu­cio­nes que les emplean»[131]. Más recien­te­men­te, Antu­nes ya avi­só hace más de una déca­da que en el capi­ta­lis­mo con­tem­po­rá­neo se está vivien­do un pro­ce­so de «des­pro­le­ta­ri­za­ción del tra­ba­jo manual, indus­trial y fabril; hete­ro­ge­nei­za­ción, sub­pro­le­ta­ri­za­ción y pre­ca­ri­za­ción del tra­ba­jo. Dis­mi­nu­ción del obre­ro indus­trial tra­di­cio­nal y aumen­to de la cla­se-que-vive-del-tra­ba­jo»[132].

Aho­ra bien, en con­tra de lo que pudie­ra creer­se según la lógi­ca for­mal, las ten­den­cias fuer­tes aquí des­cri­tas no hacen sino aumen­tar lo que P. Cam­mack ha defi­ni­do como «pro­le­ta­ria­do glo­bal explo­ta­ble»[133], que pue­de per­ma­ne­cer a la espe­ra de ser pues­ta a tra­ba­jar mal­vi­vien­do en la mise­ria. Una par­te del pro­le­ta­ria­do glo­bal explo­ta­ble es con­de­na­do a ser la «pobla­ción sobran­te»[134] que como vere­mos al final for­ma par­te de la cla­se obre­ra mun­dial, aun­que la inte­lec­tua­li­dad refor­mis­ta lo nie­gue; otra par­te cons­ti­tu­ye el amplio sec­tor de los «exclui­dos»[135], aban­do­na­dos a su suer­te por el capi­tal. Lue­go vol­ve­re­mos al pro­ble­ma de la «exclu­sión» y su impor­tan­cia para el con­cep­to de pue­blo tra­ba­ja­dor. Y tam­bién tene­mos al «pobre­ta­ria­do»[136] que es esa frac­ción cre­cien­te de la fuer­za de tra­ba­jo social empo­bre­ci­da por la reduc­ción de los sala­rios direc­tos e indi­rec­tos, por la reduc­ción de las ayu­das socia­les si las ha habi­do, por el aumen­to de la cares­tía de la vida.

Hemos ini­cia­do este capí­tu­lo recu­rrien­do a la cate­go­ría filo­só­fi­ca de la esen­cia y del fenó­meno por­que nos expli­ca cómo los cam­bios en las for­mas exter­nas, que siem­pre refle­jan cam­bios secun­da­rios en la esen­cia inter­na, sólo pue­den ser com­pren­di­do en su pleno sen­ti­do si los ana­li­za­mos com­pa­rán­do­los con su esen­cia. Al fin y al cabo en esto radi­ca el méto­do de pen­sa­mien­to racio­nal y cien­tí­fi­co-crí­ti­co. Pues bien, A. Pique­ras nos mues­tra cómo cam­bian las for­mas y lue­go cómo, pese a todo, se man­tie­ne la esen­cia de la explo­ta­ción asalariada:

«Tam­bién en su aspec­to orga­ni­za­cio­nal las for­mas de lucha adquie­ren expre­sio­nes con­gruen­tes con el capi­ta­lis­mo tar­dío (“infor­ma­cio­nal”) en el que nacen, cobran­do vida a tra­vés de for­mas orga­ni­za­ti­vas vir­tua­les, reti­cu­la­res (tras la des­com­po­si­ción de las for­mas físi­cas de reu­nión y orga­ni­za­ción tra­di­cio­na­les). De ahí la pre­va­len­cia actual de los “arcoi­ris”, “rizo­mas”, “redes”, “webs”… for­mas de orga­ni­za­ción muy blan­da, muy fle­xi­ble, con rela­ti­va­men­te leve ope­ra­ti­vi­dad y poca cons­tan­cia has­ta aho­ra, y que seña­lan, como ha dicho algún autor, la con­fluen­cia, al menos en par­te, del “pre­ca­ria­do” con el “ciber­ta­ria­do”.

Igual que en el pri­mer capi­ta­lis­mo indus­trial, cuan­do toda­vía no se habían crea­do los meca­nis­mos de fide­li­za­ción ni con­se­gui­do dere­chos, cuan­do el sala­ria­do fue con­flu­yen­do y for­ta­le­cién­do­se a tra­vés de inci­pien­tes orga­ni­za­cio­nes reti­cu­la­res, hori­zon­ta­les, la his­to­ria se repi­te en el capi­ta­lis­mo tar­dío dege­ne­ra­ti­vo, o senil, que al arra­sar con lo ins­ti­tui­do en dos siglos fomen­ta en con­se­cuen­cia la repro­duc­ción par­cial de aque­llas pri­mi­ge­nias for­mas de resis­ten­cia y lucha»[137].

7. EL PROBLEMA DE LA PEQUEÑA BURGUESÍA

Cri­ti­can­do a Proudhon, Marx escri­be: «En una socie­dad avan­za­da el peque­ño bur­gués se hace nece­sa­ria­men­te, en vir­tud de su posi­ción, socia­lis­ta de una par­te y eco­no­mis­ta de la otra, es decir, se sien­te des­lum­bra­do por la mag­ni­fi­cen­cia de la gran bur­gue­sía y sien­te com­pa­sión por los dolo­res del pue­blo. Es al mis­mo tiem­po bur­gués y pue­blo. En su fue­ro interno se jac­ta de ser impar­cial, de haber encon­tra­do el jus­to equi­li­brio, que pro­cla­ma dife­ren­te del tér­mino medio. Ese peque­ño bur­gués divi­ni­za la con­tra­dic­ción, por­que la con­tra­dic­ción es el fon­do de su ser. No es más que la con­tra­dic­ción social en acción. Debe jus­ti­fi­car teó­ri­ca­men­te lo que él mis­mo es en la prác­ti­ca […] la peque­ña bur­gue­sía será par­te inte­gran­te de todas las revo­lu­cio­nes socia­les que han se suce­der»[138].

Uno de los pro­ble­mas cen­tra­les de todas las luchas revo­lu­cio­na­rias habi­das des­de la mitad del siglo XIX has­ta aho­ra, así como un pro­ble­ma deci­si­vo a la hora de estu­diar la estruc­tu­ra de cla­ses del modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta, a saber qué es y cómo se com­por­ta la peque­ña bur­gue­sía apa­re­ce aquí resuel­to en lo esen­cial. Más aún, se hace una afir­ma­ción ante la que se esca­bu­llen muchos ultra­iz­quier­dis­tas que se nie­gan a ver y pen­sar la reali­dad. En efec­to, Marx afir­ma de la nece­si­dad de tener en cuen­ta a la peque­ña bur­gue­sía en todas las revoluciones.

Quie­re esto decir que no se debe come­ter el error de creer de menos­pre­ciar el com­por­ta­mien­to de una cla­se con­tra­dic­to­ria en sí mis­ma, situa­da entre las dos cla­ses deci­si­vas, y que pue­de incli­nar la balan­za de la lucha del pue­blo con­tra la bur­gue­sía hacia la vic­to­ria del pri­me­ro o hacia su derro­ta estre­pi­to­sa. Entre fina­les de 1847 y comien­zos de1848 ambos ami­gos ya ade­lan­tan en el Mani­fies­to Comu­nis­ta una idea cla­ve sobre qué rela­cio­nes man­te­ner con la peque­ña bur­gue­sía y sus orga­ni­za­cio­nes demo­crá­ti­cas: par­ti­ci­par en todas las luchas por la demo­cra­cia y con­tra la opre­sión pero insis­tien­do siem­pre en que el pro­ble­ma deci­si­vo es el de la pro­pie­dad pri­va­da de las fuer­zas pro­duc­ti­vas y en que el anta­go­nis­mo deci­si­vo es el que sepa­ra de mane­ra irre­con­ci­lia­ble a la bur­gue­sía del pro­le­ta­ria­do[139].

Recor­de­mos que estas pala­bras están escri­tas antes de la olea­da revo­lu­cio­na­ria inter­na­cio­nal de 1848 – 1849. Pues bien, vea­mos uno de los muchos momen­tos en los que Marx y Engels recu­rren sin com­ple­jos a diver­sas defi­ni­cio­nes amplias e inter­cam­bia­bles. El que vamos a expli­car es un ejem­plo espe­cial­men­te valio­so por dos razo­nes, una, por­que es un estu­dio exqui­si­to y sofis­ti­ca­do de la revo­lu­ción de 1848 en París, y, otra, por­que nos apor­tan un méto­do dia­léc­ti­co enor­me­men­te crea­ti­vo para encua­drar el deba­te sobre las rela­cio­nes entre pro­le­ta­ria­do, cla­se obre­ra y pue­blo, o sea, sobre el pue­blo tra­ba­ja­dor pari­sino enfren­ta­do a muer­te con la bur­gue­sía. Des­de las pri­me­ras «noti­cias de París» del 25 de junio de 1848, el con­cep­to de «pue­blo» es opues­to radi­cal e irre­con­ci­lia­ble­men­te al de «bur­gue­sía». Al poco, afir­man que esta lucha revo­lu­cio­na­ria conec­ta con las suble­va­cio­nes de los escla­vos en Roma, y con la lucha de Lyon de 1834. Dicen que «los habi­tan­tes de los subur­bios» acu­die­ron en ayu­da de los insur­gen­tes, y cuen­tan cómo «el pue­blo se lan­zó furio­sa­men­te con­tra los trai­do­res» que habían inten­ta­do infil­trar­se, pero más ade­lan­te cons­ta­tan que: «una vez más el pue­blo había sido dema­sia­do gene­ro­so. Si hubie­se repli­ca­do a los cohe­tes incen­dia­rios y a los obu­ses con incen­dios, hubie­se sido el ven­ce­dor al atar­de­cer. Pero ni pen­sa­ba en emplear las mis­mas armas de sus adver­sa­rios»[140].

Tam­bién expli­can que «la bur­gue­sía decla­ró a los obre­ros no enemi­gos comu­nes, a los cua­les se ven­ce, sino enemi­gos de la socie­dad, a los que se ani­qui­la […] los insur­gen­tes tuvie­ron en su poder gran par­te de la ciu­dad duran­te tres días, com­por­tán­do­se con suma correc­ción. Si hubie­sen emplea­do los mis­mos medios vio­len­tos que los bur­gue­ses y sus sier­vos, man­da­dos por Cavaig­nac, París sería un mon­tón de escom­bros pero ellos hubie­sen triun­fa­do»[141]. Y más ade­lan­te: «La guar­dia móvil, reclu­ta­da en su mayor par­te entre el pro­le­ta­ria­do en hara­pos pari­sino, se trans­for­mó en gran medi­da, en el bre­ve lap­so de su exis­ten­cia y median­te una bue­na retri­bu­ción, en una guar­dia pre­to­ria­na de los gober­nan­tes de turno. El pro­le­ta­ria­do en hara­pos orga­ni­za­do libró su bata­lla con­tra el pro­le­ta­ria­do tra­ba­ja­dor no orga­ni­za­do. Como era dable espe­rar, se puso a dis­po­si­ción de la bur­gue­sía, lo mis­mo que los laz­za­ro­ni de Nápo­les se habían pues­to a dis­po­si­ción de Fer­nan­do. Sólo deser­ta­ron aque­llas sec­cio­nes de la guar­dia móvil com­pues­tas por tra­ba­ja­do­res ver­da­de­ros»[142].

A lo lar­go de los suce­si­vos artícu­los en los que ana­li­zan la lucha en París en junio de 1848, Marx y Engels uti­li­zan indis­tin­ta­men­te los con­cep­tos de «pue­blo», «pro­le­ta­ria­do», «obre­ros», «cla­se obre­ra», «tra­ba­ja­do­res», «subur­bios», etc., para apun­ta­lar cua­tro cri­te­rios que serán deci­si­vos en la teo­ría de las cla­ses, del Esta­do, de la orga­ni­za­ción y de la revo­lu­ción. Sobre las cla­ses que­da cla­ro que ade­más de la fle­xi­bi­li­dad de los con­cep­tos, siem­pre tie­nen en cuen­ta el pro­ble­ma de la pro­pie­dad pri­va­da de las fuer­zas pro­duc­ti­vas como el que defi­ne y sepa­ra al capi­tal, a la bur­gue­sía y a su socie­dad, del pue­blo, de la cla­se obre­ra y del pro­le­ta­ria­do, de modo que es la pro­pie­dad pri­va­da la que tam­bién defi­ne qué es la socie­dad y a qué cla­se per­te­ne­ce, a la capi­ta­lis­ta. Sobre el Esta­do que­da cla­ro que las fuer­zas repre­si­vas y su vio­len­cia bru­tal son vita­les para la bur­gue­sía, y más aún, ade­lan­tan una de las gran­des lec­cio­nes que se repe­ti­rá una y otra vez has­ta aho­ra: la crea­ción por la bur­gue­sía de fuer­zas repre­si­vas espe­cia­les pro­ve­nien­tes del lum­pen, de los «pro­le­ta­rios en hara­pos», como suce­de­rá en el mili­ta­ris­mo, en el nazi­fas­cis­mo, etc.

Sobre la orga­ni­za­ción que­da cla­ro que ésta es la úni­ca garan­tía de vic­to­ria, estre­cha­men­te uni­da a la con­cien­cia de cla­se, revo­lu­cio­na­ria, que desa­rro­llan los «tra­ba­ja­do­res ver­da­de­ros». Y sobre la revo­lu­ción, está cla­ro que una vez que «cesa el motín y se ini­cia la revo­lu­ción»[143] el pue­blo no debe dudar, dete­ner su avan­ce aun a cos­ta de las impres­cin­di­bles prác­ti­cas de vio­len­cia defen­si­va, revo­lu­cio­na­ria, que ha de apli­car para aplas­tar a cual­quier pre­cio a la vio­len­cia con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria e injus­ta. Pen­sa­mos que de un modo u otro, estos cua­tro com­po­nen­tes cohe­sio­nan la teo­ría de la lucha de cla­ses, que es la teo­ría de las cla­ses socia­les del mar­xis­mo. Todas las teo­rías bur­gue­sas diso­cian, sepa­ran e inco­mu­ni­can, las cla­ses socia­les de la lucha de cla­ses, y ambas de la teo­ría del Esta­do y de la teo­ría política.

Tras estu­diar las razo­nes del fra­ca­so de esta olea­da y con­vir­tien­do su expe­rien­cia en razo­nes teó­ri­cas que ava­len una prác­ti­ca pos­te­rior, a comien­zos de 1850 Marx y Engels pro­po­nen a la Liga de los Comu­nis­tas lo siguien­te: «La acti­tud del par­ti­do obre­ro revo­lu­cio­na­rio ante la demo­cra­cia peque­ño bur­gue­sa es la siguien­te: mar­cha con ella en la lucha por el derro­ca­mien­to de aque­lla frac­ción a cuya derro­ta aspi­ra el par­ti­do obre­ro; mar­cha con­tra ella en todos los casos en que la demo­cra­cia peque­ño bur­gue­sa quie­re con­so­li­dar su posi­ción en pro­ve­cho pro­pio»[144]. O sea, se tra­ta de crear un blo­que social que inclu­ya a las fuer­zas demo­crá­ti­cas de la peque­ña bur­gue­sía para luchar con­jun­ta­men­te con­tra la opre­sión común que sufren todos los com­po­nen­tes de dicho blo­que social.

Aho­ra bien, Marx y Engels insis­ten reite­ra­da­men­te en las pági­nas pos­te­rio­res que «para luchar con­tra ese enemi­go común no se pre­ci­sa nin­gu­na unión espe­cial […] es evi­den­te que en los últi­mos con­flic­tos san­grien­tos, al igual que en todos los ante­rio­res, serán sobre todo los obre­ros los que ten­drán que con­quis­tar la vic­to­ria con su valor, reso­lu­ción y espí­ri­tu de sacri­fi­cio. En esta lucha, al igual que en las ante­rio­res, la masa peque­ño bur­gue­sa man­ten­drá una acti­tud de espe­ra, de irre­so­lu­ción e inac­ti­vi­dad tan­to tiem­po como le sea posi­ble, con el pro­pó­si­to de que, en cuan­to que­de ase­gu­ra­da la vic­to­ria, uti­li­zar­la en bene­fi­cio pro­pio, invi­tar a los obre­ros a que per­ma­nez­can tran­qui­los y retor­nen al tra­ba­jo, evi­tar los lla­ma­dos exce­sos y des­po­jar al pro­le­ta­ria­do de los fru­tos de la vic­to­ria»[145].

Marx y Engels advier­ten a la Liga de los Comu­nis­tas, en base a las lec­cio­nes teó­ri­cas extraí­das de la derro­ta inter­na­cio­nal de 1848 – 1849 que para evi­tar la trai­ción peque­ño bur­gue­sa, que se pro­du­ci­rá inme­dia­ta­men­te des­pués de la toma del poder, los pro­le­ta­rios deben man­te­ner su inde­pen­den­cia de cla­se, polí­ti­ca y orga­ni­za­ti­va, no deján­do­se absor­ber por la peque­ña bur­gue­sía, plan­tean­do rei­vin­di­ca­cio­nes espe­cí­fi­ca­men­te pro­le­ta­rias que des­bor­den por la izquier­da a las de la peque­ña bur­gue­sía, y exi­gién­do­le a su alia­da que las cum­pla. Más aún, la orga­ni­za­ción pro­le­ta­ria alia­da con la peque­ña bur­gue­sía con­tra el enemi­go común ha de ser «a la vez legal y secre­ta»[146], e «inde­pen­dien­te y arma­da de la cla­se obre­ra»[147], para garan­ti­zar siem­pre tan­to la inde­pen­den­cia prác­ti­ca como teó­ri­co-polí­ti­ca de la cla­se trabajadora.

Los con­se­jos a la Liga de los Comu­nis­tas fue­ron redac­ta­dos por Marx y Engels mien­tras el pri­me­ro de ellos estu­dia­ba más en deta­lle el fra­ca­so revo­lu­cio­na­rio en el Esta­do fran­cés, publi­can­do el tex­to a fina­les de 1850, en el que afir­ma que: «Los obre­ros fran­ce­ses no podían dar un paso ade­lan­te, no podían tocar ni un pelo del orden bur­gués, mien­tras la mar­cha de la revo­lu­ción no se suble­va­se con­tra este orden, con­tra la domi­na­ción del capi­tal, a la masa de la nación ‑cam­pe­si­nos y peque­ño bur­gue­ses- que se inter­po­nían entre el pro­le­ta­ria­do y la bur­gue­sía; mien­tras no la obli­ga­se a unir­se a los pro­le­ta­rios como a su van­guar­dia»[148]. Marx estu­dia­ba la con­cre­ta derro­ta fran­ce­sa en la mitad del siglo XIX, sien­do cons­cien­te de la toda­vía limi­ta­da evo­lu­ción del capi­ta­lis­mo fran­cés com­pa­ra­do con el bri­tá­ni­co, lle­gan­do a una con­clu­sión estra­té­gi­ca que man­ten­drán en lo esen­cial tan­to él como Engels a lo lar­go de toda su vida, adap­tán­do­la en sus for­mas exter­nas y tác­ti­cas a cada lucha revo­lu­cio­na­ria par­ti­cu­lar: el pro­le­ta­ria­do como van­guar­dia nacio­nal que inte­gra al cam­pe­si­na­do y a la peque­ña burguesía.

Una con­clu­sión teó­ri­ca que ya venía anun­cia­da en el Mani­fies­to Comu­nis­ta cuan­do insis­tie­ron en que el pro­le­ta­ria­do, que no tie­ne patria, debe empe­ro ele­var­se a cla­se nacio­nal, cons­ti­tuir­se en nación, «aun­que de nin­gu­na mane­ra en el sen­ti­do bur­gués»[149]. Los obje­ti­vos a con­quis­tar que se enu­me­ran al final del Mani­fies­to nos dan una idea exac­ta sobre la dife­ren­cia cua­li­ta­ti­va de la nación pro­le­ta­ria con res­pec­to a la nación bur­gue­sa, pero no es este nues­tro tema aho­ra. Sí nos intere­sa resal­tar cómo Marx enla­za pro­le­ta­ria­do, cam­pe­si­na­do y peque­ña bur­gue­sía den­tro del pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio en cuan­to «masa de la nación» enfren­ta­da a la bur­gue­sía, «masa de la nación» diri­gi­da por la van­guar­dia proletaria.

Excep­tuan­do adap­ta­cio­nes for­ma­les tác­ti­cas, este cri­te­rio estra­té­gi­co no sólo se man­ten­drá duran­te toda su vida sino que lle­ga­rá a nive­les de majes­tuo­sa exqui­si­tez teó­ri­ca en su estu­dio sobre la Comu­na de París de 1871 que no pode­mos exten­der­nos aho­ra, pero en el que se expo­ne cla­ra­men­te el anta­go­nis­mo entre la «ver­da­de­ra nación», la for­ma­da por las comu­nas libres que inte­gran a las cla­ses explo­ta­das, y la nación bur­gue­sa, la del capi­tal fran­cés cola­bo­ra­cio­nis­ta con el ocu­pan­te ale­mán para, con su ayu­da, exter­mi­nar median­te el terro­ris­mo más san­gui­na­rio el pro­ce­so revolucionario.

En lo que aho­ra nos incum­be, las rela­cio­nes entre la cla­se obre­ra, el pro­le­ta­ria­do, y el pue­blo tra­ba­ja­dor, en su aná­li­sis de la Comu­na Marx afir­ma que «era ésta la pri­me­ra revo­lu­ción en que la cla­se obre­ra fue abier­ta­men­te reco­no­ci­da como la úni­ca cla­se capaz de ini­cia­ti­va social inclu­so para la gran masa de la cla­se media pari­si­na ‑ten­de­ros, arte­sa­nos, comerciantes‑, con la sola excep­ción de los capi­ta­lis­tas ricos». Deta­lla las razo­nes por las que la «cla­se media», que había trai­cio­na­do y aplas­ta­do la insu­rrec­ción obre­ra en 1848 se había pasa­do aho­ra, tras 23 años, al ban­do del pue­blo insurrecto.

Marx hace una des­crip­ción anto­ló­gi­ca de las cau­sas eco­nó­mi­cas, polí­ti­cas, éti­co-mora­les y has­ta edu­ca­ti­vas que expli­can seme­jan­te cam­bio, y no se olvi­da de aña­dir otra cau­sa: «había suble­va­do su sen­ti­mien­to nacio­nal de fran­ce­ses al lan­zar­los pre­ci­pi­ta­da­men­te a una gue­rra que sólo ofre­ció una com­pen­sa­ción para todos los desas­tres que había cau­sa­do: la caí­da del Impe­rio»[150]. De este modo, vemos cómo la capa­ci­dad de aglu­ti­na­ción de la «masa nacio­nal» y de la cla­se media se ejer­ce en todos los aspec­tos de la vida coti­dia­na, inclui­do el sen­ti­mien­to nacio­nal «aun­que en nin­gu­na mane­ra en el sen­ti­do burgués».

Más toda­vía, la Comu­na, en cuan­to «autén­ti­co gobierno nacio­nal» for­ma­do por «los ele­men­tos sanos de la socie­dad fran­ce­sa», fue a la vez un «gobierno inter­na­cio­nal» por su con­te­ni­do obre­ro, lo que le gran­jeó de inme­dia­to la soli­da­ri­dad de «los obre­ros del mun­do ente­ro»[151]. La capa­ci­dad de aglu­ti­na­ción de otras cla­ses socia­les explo­ta­das en diver­so gra­do alre­de­dor del pro­le­ta­ria­do, for­man­do así un blo­que revo­lu­cio­na­rio nacio­nal no bur­gués, obre­ro e inter­na­cio­na­lis­ta, opues­to a la nación bur­gue­sa clau­di­ca­cio­nis­ta, esta capa­ci­dad prác­ti­ca fue trans­for­ma­da en lec­ción teó­ri­ca por Marx.

Un ejem­plo de la inter­ac­ción de los dos nive­les del méto­do mar­xis­ta del estu­dio de las cla­ses socia­les nos los ofre­ce Engels en su tex­to sobre Ale­ma­nia escri­to en 1852. Pri­me­ro hace una des­crip­ción amplia, gené­ti­co-estruc­tu­ral, ana­li­zan­do la divi­sión cla­sis­ta en los dos gran­des blo­ques socia­les enfren­ta­dos: el pro­pie­ta­rio de las fuer­zas pro­duc­ti­vas y el que no pro­pie­ta­rio, al que defi­ne como «las gran­des masas de la nación». Engels dice: «Las gran­des masas de la nación, que no per­te­ne­cían ni a la noble­za ni a la bur­gue­sía, cons­ta­ban, en las ciu­da­des, de la cla­se de los peque­ños arte­sa­nos y comer­cian­tes, y de los obre­ros, y en el cam­po, de los cam­pe­si­nos»[152], y des­pués se extien­de varias pági­nas en el estu­dio con­cre­to de las prin­ci­pa­les cla­ses no pro­pie­ta­rias, explo­ta­das en diver­sos gra­dos, que cons­ti­tu­yen «las gran­des masas de la nación» ale­ma­na a fina­les de la pri­me­ra mitad del siglo XIX.

Muchos años más tar­de, en 1870, Engels vuel­ve a insis­tir sobre el mis­mo pro­ble­ma de fon­do pero en el con­tex­to de un capi­ta­lis­mo ale­mán más desa­rro­lla­do, en el que la gran masa cam­pe­si­na actúa de for­ma obje­ti­va pero incons­cien­te­men­te como el ins­tru­men­to repre­si­vo bási­co en manos del Esta­do bur­gués, y Engels insis­te en que el pro­le­ta­ria­do ha des­per­tar a esta cla­se e incor­po­rar­la al pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio[153].

Inde­pen­dien­te­men­te de las dife­ren­cias evo­lu­ti­vas entre la lucha de cla­ses en el Esta­do fran­cés y en Ale­ma­nia, y al mar­gen de las cla­ses no pro­le­ta­rias a las que dedi­can sus aná­li­sis Marx y Engels, las cla­ses medias fran­ce­sas y el cam­pe­si­na­do ale­mán, no se pue­de negar que por deba­jo de las preo­cu­pa­cio­nes con­cre­tas actúa el mis­mo méto­do teó­ri­co y el mis­mo obje­ti­vo estra­té­gi­co, a saber, la crea­ción de un blo­que social amplio que expre­se las nece­si­da­des y rei­vin­di­ca­cio­nes de las cla­ses explo­ta­das, de las «más amplias masas», como muy fre­cuen­te­men­te se escri­be en la pren­sa mar­xis­ta de todos los tiem­pos. Y es aquí en don­de irrum­pe con fuer­za la pro­ble­má­ti­ca de las lla­ma­das «cla­ses medias»

8. LAS LLAMADAS CLASES MEDIAS

Duran­te nada menos que duran­te vein­tiún meses Engels reali­zó un estu­dio muy rigu­ro­so y exten­so sobre la cla­se obre­ra ingle­sa, publi­ca­do mar­zo de 1845. En la Intro­duc­ción el autor hace una direc­ta refe­ren­cia al egoís­mo de «la cla­se media ingle­sa»[154], que pre­ten­de hacer pasar sus intere­ses par­ti­cu­la­res como los ver­da­de­ros intere­ses nacio­na­les, aun­que no lo con­si­ga. A lo lar­go de la impre­sio­nan­te obra, la cla­se media y la bur­gue­sía no salen bien para­das, sino al contrario.

Aquí debe­mos recor­dar al lec­tor lo arri­ba dicho sobre la teo­ría mar­xis­ta del cono­ci­mien­to, sobre la dia­léc­ti­ca de los con­cep­tos móvi­les que se sola­pan e inter­pe­ne­tran según las dife­ren­tes rela­cio­nes de los pro­ce­sos que se estu­dian. Par­tien­do de ella, Marx fue el pri­me­ro en estu­diar a las «cla­ses medias» con rigor que lo per­mi­tían las con­di­cio­nes de la épo­ca. Cri­ti­có a D. Ricar­do en este sen­ti­do dicien­do que: «lo que él se olvi­da de des­ta­car es el incre­men­to cons­tan­te de las cla­ses inter­me­dias, situa­das entre los obre­ros, de una par­te, y, de otra, los capi­ta­lis­tas y terra­te­nien­tes, que viven gran par­te de las ren­tas, que gra­vi­tan como una car­ga sobre la cla­se obre­ra situa­da por deba­jo de ellas y refuer­zan la segu­ri­dad y el poder socia­les del puña­do de los de arri­ba»[155].

Pero Marx no se limi­ta a cons­ta­tar una reali­dad nue­va, sino que en su crí­ti­ca a T. Hodgs­kin estu­dia su géne­sis des­de el inte­rior del capi­ta­lis­mo bajo las pre­sio­nes del aumen­to de la pro­duc­ción en masa con su corres­pon­dien­te aumen­to de la divi­sión del tra­ba­jo que: «tie­ne, pues, como base la divi­sión y espe­cia­li­za­ción de los ofi­cios y pro­fe­sio­nes den­tro de la socie­dad. La exten­sión del mer­ca­do impli­ca dos cosas: una es la masa y el núme­ro de los con­su­mi­do­res, otra el núme­ro de los ofi­cios y pro­fe­sio­nes inde­pen­dien­tes. Pue­de dar­se, ade­más, el caso de que el núme­ro de estos ofi­cios y pro­fe­sio­nes aumen­te sin que aumen­te aquél»[156], es decir el núme­ro de consumidores.

Marx sigue expli­can­do lue­go las fuer­zas inter­nas que deter­mi­nan el aumen­to de las cla­ses medias, debi­do a la cre­cien­te rapi­dez de la cir­cu­la­ción de las mer­can­cías des­de su pro­duc­ción has­ta su ven­ta de modo que: «la coor­di­na­ción de dis­tin­tas ramas indus­tria­les, la crea­ción de cen­tros des­ti­na­dos a deter­mi­na­das indus­trias espe­cia­les, los pro­gre­sos de los medios de comu­ni­ca­ción, etc., aho­rran tiem­po en el paso de las mer­can­cías de una fase a otra y redu­cen con­si­de­ra­ble­men­te el tiem­po muer­to»[157]. Pero ade­más de estas razo­nes, Marx aña­de otra fun­da­men­tal con­sis­ten­te en la sabi­du­ría de la cla­se domi­nan­te para refor­zar su poder inte­gran­do a sec­to­res de las cla­ses explo­ta­das para vol­ver­las con­tra su pro­pia cla­se: «una cla­se domi­nan­te es tan­to más fuer­te y más peli­gro­sa en su domi­na­ción cuan­to más capaz es de asi­mi­lar a los hom­bres más impor­tan­tes de las cla­ses domi­na­das»[158].

La pre­sión de la ideo­lo­gía bur­gue­sa y del refor­mis­mo logra muchas veces anu­lar la vital impor­tan­cia de estas dos citas, impres­cin­di­bles para enten­der la teo­ría mar­xis­ta de las cla­ses. Una cla­se viva que asi­mi­la a los sec­to­res mejor for­ma­dos de las cla­ses que explo­ta tie­ne ase­gu­ra­da su per­pe­tui­dad, espe­cial­men­te cuan­do desa­rro­lla meca­nis­mos de divi­sión y segre­ga­ción den­tro de las cla­ses tra­ba­ja­do­ras: un ejem­plo lo tene­mos en las medi­das socia­les de Bis­marck tras la Comu­na de París de 1871, des­ti­na­das, entre otras cosas, a rom­per la uni­dad entre los «tra­ba­ja­do­res manua­les indus­tria­les», los «tra­ba­ja­do­res de cue­llo blan­co» y los «tra­ba­ja­do­res agrí­co­las y domés­ti­cos» impo­nien­do dife­ren­tes sis­te­mas de segu­ri­dad social en bene­fi­cio de los segun­dos[159], de lo que ya eran las «capas intermedias».

Y tam­bién cuan­do estas capas inter­me­dias son vita­les para las téc­ni­cas de con­trol social inser­tos en el mis­mo pro­ce­so pro­duc­ti­vo des­ti­na­dos a ven­cer las resis­ten­cias de los tra­ba­ja­do­res y aumen­tar la pro­duc­ti­vi­dad de su tra­ba­jo. Aho­ra bien, el cre­ci­mien­to inne­ga­ble de estas frac­cio­nes no anu­la la obje­ti­vi­dad de una de las carac­te­rís­ti­cas gené­ti­cas del capi­ta­lis­mo: «la mayo­ría de la pobla­ción se con­vier­te en una masa de asa­la­ria­dos que com­pren­de a los que antes con­su­mían en espe­cie una deter­mi­na­da can­ti­dad de pro­duc­tos»[160]. Como en todo lo esen­cial del capi­ta­lis­mo, Marx des­cu­brió el por qué del cre­ci­mien­to de las cla­ses medias y, a la vez y con­tra­dic­to­ria­men­te, el cre­ci­mien­to de la asa­la­ri­za­ción social, diná­mi­cas enfren­ta­das que se expli­can por el desa­rro­llo perió­di­co de nue­vas frac­cio­nes de las cla­ses medias que suplan­tan a las vie­jas pro­le­ta­ri­za­das y que, a la inver­sa de estas, con cada vez más asalariadas.

Poco des­pués de estos des­cu­bri­mien­tos, Marx redac­tó a fina­les de 1880 La encues­ta obre­ra[161] con 101 pre­gun­tas sobre la com­po­si­ción de cla­ses en el capi­ta­lis­mo de la épo­ca y que posee una sor­pren­den­te actua­li­dad para cono­cer el capi­ta­lis­mo neo­li­be­ral, des­re­gu­la­do y pre­ca­ri­za­do actual. La ten­den­cia cre­cien­te a la asa­la­ri­za­ción ha sido con­fir­ma­da por todos los estu­dios algo serios, como tam­bién la ten­den­cia a la asa­la­ri­za­ción de las nue­vas fran­jas de las cla­ses medias, ya que: «nume­ro­sas pro­fe­sio­nes libe­ra­les se con­vier­ten cada vez más en pro­fe­sio­nes asa­la­ria­das; médi­cos, abo­ga­dos, artis­tas, fir­man ver­da­de­ros con­tra­tos de tra­ba­jo con las ins­ti­tu­cio­nes que les emplean»[162]. La asa­la­ri­za­ción pri­va­da de muchas pro­fe­sio­nes libe­ra­les se incre­men­ta con la des­re­gu­la­ción del fun­cio­na­ria­do esta­tal y públi­co, espe­cial­men­te en sani­dad, un mito cui­da­do­sa­men­te pro­te­gi­do por la bur­gue­sía, que des­cien­den del fun­cio­na­ria­do a sim­ples tra­ba­ja­do­res espe­cia­li­za­dos de las empre­sas de la salud[163].

M. Nico­laus expli­ca que es a par­tir de las con­se­cuen­cias de la ley la ten­den­cia decre­cien­te de la plus­va­lía que es par­te de la ley de ten­den­cia decre­cien­te de la tasa de ganan­cia, cuan­do Marx ela­bo­ra la demos­tra­ción de la nece­si­dad de la exis­ten­cia de la «cla­se media» ya que:

«Por una par­te, el aumen­to de la pro­duc­ti­vi­dad requie­re un aumen­to en maqui­na­ria, de modo que la tasa de ganan­cia aumen­ta­rá, y deben aumen­tar tan­to la tasa como el volu­men de plus­va­lía. ¿Qué ocu­rre con este exce­den­te que cre­ce? Per­mi­te a la cla­se capi­ta­lis­ta crear una cla­se de per­so­nas que no son tra­ba­ja­do­res pro­duc­ti­vos, pero que rin­den ser­vi­cios a los capi­ta­lis­tas indi­vi­dua­les o, lo que es más impor­tan­te, a toda la cla­se capi­ta­lis­ta; y, al mis­mo tiem­po, el aumen­to de la pro­duc­ti­vi­dad requie­re una cla­se de ese géne­ro de tra­ba­ja­do­res no pro­duc­ti­vos que desem­pe­ñen las fun­cio­nes de dis­tri­buir, comer­cia­li­zar, inves­ti­gar, finan­ciar, admi­nis­trar, seguir la pis­ta y glo­ri­fi­car el pro­duc­to exce­den­te en aumen­to. Esta cla­se de tra­ba­ja­do­res no pro­duc­ti­vos, de tra­ba­ja­do­res de ser­vi­cios o de sir­vien­tes en una pala­bra, es la cla­se media»[164].

B. Coriat pre­sen­ta tres razo­nes que expli­can, des­de los esque­mas de Marx, la apa­ri­ción de «capas par­cia­les de tra­ba­ja­do­res bajo el domi­nio de las rela­cio­nes capi­ta­lis­tas de pro­duc­ción»: la divi­sión entre tra­ba­jo manual y tra­ba­jo inte­lec­tual; las nece­si­da­des de vigi­lar el pro­ce­so de pro­duc­ción, y de aumen­tar las tareas de ges­tión y comer­cia­li­za­ción; y, últi­mo, la nece­si­dad de desa­rro­llar la inves­ti­ga­ción cien­tí­fi­co-téc­ni­ca[165]. Para no exten­der­nos, y para vol­ver a la línea argu­men­tal, dire­mos sólo que a media­dos de los años 80 del siglo XX el grue­so de la nue­va cla­se media, com­pues­ta por tra­ba­ja­do­res cua­li­fi­ca­dos inte­lec­tual­men­te se había masi­fi­ca­do, asa­la­ri­za­do, degra­da­do en su tra­ba­jo, con­cen­tra­do en su tra­ba­jo, redu­ci­das sus posi­bi­li­da­des de «ascen­so» cor­po­ra­ti­vo, inser­ta­do en el mer­ca­do de tra­ba­jo como cual­quier otro asa­la­ria­do y rota su ante­rior homo­ge­nei­dad social[166]. No hace fal­ta decir que estas ten­den­cias se han agu­di­za­do de enton­ces a ahora.

Hemos comen­za­do este capí­tu­lo vien­do lo que pen­sa­ban Marx y Engels sobre las con­tra­dic­cio­nes y los lími­tes de la peque­ña bur­gue­sía, su mie­do y sus dudas. El tiem­po trans­cu­rri­do des­de enton­ces ha con­fir­ma­do esta crí­ti­ca mar­xis­ta, y ha mos­tra­do, ade­más, que tam­bién las «cla­ses medias» se carac­te­ri­zan por las mis­mas inde­ci­sio­nes, por eso que un autor ha defi­ni­do como la «estruc­tu­ra men­tal egoís­ta» de estas «cla­ses medias» en paí­ses como Vene­zue­la: «En este momen­to en la Vene­zue­la revo­lu­cio­na­ria la cla­se media es bene­fi­cia­da de mil for­mas, repi­to, pero vemos per­ple­jos como, amplios sec­to­res de los mis­mos se adhie­ren sin ver­güen­za a sus ver­du­gos y deni­gran del coman­dan­te Chá­vez y de la revo­lu­ción que los sal­vó de esta­fas finan­cie­ras e inmo­bi­lia­rias y los inclu­ye en todos los sec­to­res socio­pro­duc­ti­vos que el Gobierno inven­ta y rein­ven­ta para todo el Pue­blo»[167].

9. HISTORIA DEL PUEBLO TRABAJADOR

Engels nos ofre­ce, en su tex­to sobre Ale­ma­nia escri­to en 1852, su opi­nión muy valio­sa ‑las de Marx ya son cono­ci­das- que nos pre­pa­ra el camino mos­tran­do la inter­ac­ción de los dos nive­les del méto­do mar­xis­ta del estu­dio de las cla­ses socia­les. Pri­me­ro hace una des­crip­ción amplia, gené­ti­co-estruc­tu­ral por­que ana­li­za la divi­sión cla­sis­ta en los dos gran­des blo­ques socia­les enfren­ta­dos: el pro­pie­ta­rio de las fuer­zas pro­duc­ti­vas y el que no pro­pie­ta­rio, al que defi­ne como «las gran­des masas de la nación». Engels dice: «Las gran­des masas de la nación, que no per­te­ne­cían ni a la noble­za ni a la bur­gue­sía, cons­ta­ban, en las ciu­da­des, de la cla­se de los peque­ños arte­sa­nos y comer­cian­tes, y de los obre­ros, y en el cam­po, de los cam­pe­si­nos»[168], y des­pués se extien­de varias pági­nas en el estu­dio con­cre­to de las prin­ci­pa­les cla­ses no pro­pie­ta­rias, explo­ta­das en diver­sos gra­dos, que cons­ti­tu­yen «las gran­des masas de la nación» ale­ma­na a fina­les de la pri­me­ra mitad del siglo XIX.

Muchos años más tar­de, en 1870, Engels vuel­ve a insis­tir sobre el mis­mo pro­ble­ma de fon­do pero en el con­tex­to de un capi­ta­lis­mo ale­mán más desa­rro­lla­do, en el que la gran masa cam­pe­si­na actúa de for­ma obje­ti­va pero incons­cien­te­men­te como el ins­tru­men­to repre­si­vo bási­co en manos del Esta­do bur­gués, y Engels insis­te en que el pro­le­ta­ria­do ha des­per­tar a esta cla­se e incor­po­rar­la al pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio[169].

Engels fue inclu­so más exi­gen­te en el rigor con­cep­tual des­de el prin­ci­pio de su obra, pre­ci­san­do la natu­ra­le­za de cla­se de la «mul­ti­tud» cuan­do ante el pro­ble­ma del paro como ejér­ci­to indus­trial de reser­va, lo defi­ne como «ingen­te mul­ti­tud de obre­ros»[170]. Hemos vis­to un poco arri­ba cómo Engels habla­ba de «masas popu­la­res» en su estu­dio sobre la vio­len­cia en la his­to­ria. En una de sus últi­mas refle­xio­nes teó­ri­cas habla de: «la pobla­ción tra­ba­ja­do­ra ‑cam­pe­si­nos, arte­sa­nos, obre­ros agrí­co­las e indus­tria­les»; sigue dicien­do que «el pro­le­ta­ria­do típi­co es numé­ri­ca­men­te peque­ño: está com­pues­to en su mayor par­te por arte­sa­nos, peque­ños patro­nes y peque­ños comer­cian­tes, que cons­ti­tu­yen una masa fluc­tuan­te entre la peque­ña bur­gue­sía y el pro­le­ta­ria­do»; con­ti­núa ana­li­zan­do el futu­ro pre­vi­si­ble de la des­com­po­si­ción de la peque­ña bur­gue­sía de los tiem­pos medievales.

Dice Engels inme­dia­ta­men­te des­pués que la revo­lu­ción bur­gue­sa que se ave­ci­na pue­de ser pací­fi­ca o vio­len­ta y que el movi­mien­to socia­lis­ta debe, empe­ro, luchar por su «gran obje­ti­vo pri­mor­dial: la con­quis­ta del poder polí­ti­co por el pro­le­ta­ria­do, como medio para orga­ni­zar una nue­va socie­dad»[171]. Para lle­gar a esta situa­ción, sos­tie­ne que: «es nues­tro deber apo­yar todo movi­mien­to popu­lar ver­da­de­ro» en con­tra de las alian­zas refor­mis­tas e inter­cla­sis­tas, reafir­mán­do­se en que la vic­to­ria bur­gue­sa será para los socia­lis­tas «una nue­va eta­pa cum­pli­da, una nue­va base de ope­ra­cio­nes para nue­vas con­quis­tas; que a par­tir de ese mis­mo día for­ma­re­mos una nue­va opo­si­ción al nue­vo gobierno […] una opo­si­ción de la más extre­ma izquier­da, que bre­ga­rá por nue­vas con­quis­tas, más allá de las obte­ni­das»[172].

Has­ta aquí, Engels insis­te en la dia­léc­ti­ca entre lo par­ti­cu­lar y lo espe­cí­fi­co del pro­le­ta­ria­do ita­liano, de sus cla­ses y frac­cio­nes de cla­se, de sus alian­zas, etc., y lo gene­ral, lo común y lo esen­cial a toda lucha socia­lis­ta: la con­quis­ta del poder polí­ti­co por el pro­le­ta­ria­do y la natu­ra­le­za de la lucha revo­lu­cio­na­ria como pro­ce­so per­ma­nen­te, es decir, las lec­cio­nes gene­ra­les de la his­to­ria de la lucha de cla­ses. Y poco más ade­lan­te con­clu­ye acon­se­jan­do que pese a que la «tác­ti­ca gene­ral», o sea, la teo­ría apren­di­da de las luchas con­cre­tas, no ha falla­do has­ta ese momen­to, insis­te: «pero res­pec­to a su apli­ca­ción a Ita­lia en las con­di­cio­nes actua­les, la deci­sión debe ser toma­da en el lugar, y por aque­llos que están en medio de los acon­te­ci­mien­tos»[173].

Ya nos hemos refe­ri­do arri­ba a Lenin y a Grams­ci, y aho­ra vamos a decir algu­na cosa sobre Trotsky, en su estu­dio sobre el papel del pro­le­ta­ria­do indus­trial en la revo­lu­ción de 1905, sus frac­cio­nes inter­nas a todas las esca­las de la moder­na pro­duc­ción capi­ta­lis­ta, des­de los tex­ti­les, los meta­lúr­gi­cos, los tipo­grá­fi­cos, los de ferro­via­rios, los de comu­ni­ca­cio­nes, etc., sin olvi­dar­se de los cam­pe­si­nos y sus frac­cio­nes, de la peque­ña bur­gue­sía vie­ja y has­ta la «“nue­va cla­se media”, com­pues­ta por los pro­fe­sio­na­les de la inte­lli­gen­tsia: abo­ga­dos, perio­dis­tas, médi­cos, inge­nie­ros, pro­fe­so­res, maes­tros de escue­la»[174]. Tras varias pági­nas de un aná­li­sis sofis­ti­ca­do del que no se sal­va la gran bur­gue­sía: Trotsky dice sobre la for­ma­ción del soviet:

«Era pre­ci­so tener una orga­ni­za­ción que goza­se de una auto­ri­dad indis­cu­ti­ble, libre de toda tra­di­ción, que agru­pa­ra des­de el pri­mer momen­to a las mul­ti­tu­des dise­mi­na­das y des­pro­vis­tas de enla­ce; esta orga­ni­za­ción debía ser la con­fluen­cia para todas las corrien­tes revo­lu­cio­na­rias en el inte­rior del pro­le­ta­ria­do […] el par­ti­do no hubie­ra sido capaz de uni­fi­car por un nexo vivo, en una sola orga­ni­za­ción, a los miles y miles de hom­bres de que se com­po­nía la mul­ti­tud […] Para tener auto­ri­dad sobre las masas, al día siguien­te de su for­ma­ción, tenía que ins­ti­tuir­se sobre la base de una repre­sen­ta­ción muy amplia. ¿Qué prin­ci­pio había de adop­tar­se? La res­pues­ta es obvia. Al ser el pro­ce­so de pro­duc­ción el úni­co nexo que exis­tía entre las masas pro­le­ta­rias, des­pro­vis­tas de orga­ni­za­ción, no había otra alter­na­ti­va sino atri­buir el dere­cho de repre­sen­ta­ción a las fábri­cas y talle­res»[175].

Las cua­tro medi­das toma­das por el soviet, y las exi­gen­cias plan­tea­das a la Duma muni­ci­pal iban des­ti­na­das a la tarea dia­léc­ti­ca de for­ta­le­cer su cen­tra­li­dad pro­le­ta­ria y rom­per la cen­tra­li­dad bur­gue­sa ase­gu­ra­da por sus fuer­zas repre­si­vas: «1) adop­tar medi­das inme­dia­tas para regla­men­tar el apro­vi­sio­na­mien­to de la masa obre­ra; 2) abrir loca­les para las reunio­nes; 3) sus­pen­der toda dis­tri­bu­ción de pro­vi­sio­nes, loca­les, fon­dos a la poli­cía, a la gen­dar­me­ría, etc.: 4) asig­nar las sumas nece­sa­rias para el arma­men­to del pro­le­ta­ria­do en Peters­bur­go que lucha por la liber­tad»[176]. Comi­da, cen­tros de reu­nión y armas para el pro­le­ta­ria­do, y desar­me para la bur­gue­sía. Con­for­me aumen­ta­ba la fuer­za y el pres­ti­gio del soviet, los polí­ti­cos adve­ne­di­zos empe­za­ron a acer­car­se a sus reunio­nes, pero «el pro­le­ta­ria­do indus­trial había siro el pri­me­ro en cerrar filas en torno a él»[177]. En el durí­si­mo invierno de 1917 – 1918, estas y otras medi­das ace­le­ra­ron la efec­ti­vi­dad de la hege­mo­nía de la cla­se obre­ra den­tro del pue­blo tra­ba­ja­dor soviético.

Trotsky sigue usan­do pala­bras como «pue­blo», «masa», «mul­ti­tud», «muche­dum­bre», etc., pero siem­pre como sinó­ni­mos que refle­jan el bajo nivel de orga­ni­za­ción, con­cien­cia y cen­tra­li­dad de amplios sec­to­res de la cla­se pro­le­ta­ria en su con­jun­to, e insis­tien­do siem­pre en la prio­ri­dad prác­ti­ca y teó­ri­ca del pro­ce­so de pro­duc­ción, y has­ta del «ofi­cio» cuan­do éste tie­ne espe­cial tras­cen­den­cia para cen­tra­li­zar y con­cien­ciar a los sec­to­res socia­les que depen­den de ese «ofi­cio» [178], en la que no pode­mos exten­der­nos ahora.

En su impre­sio­nan­te libro sobre la huel­ga de masas, escri­to a raíz de las luchas de 1905, Rosa Luxem­burg nos da una lec­ción sobre el correc­to uso de los con­cep­tos cien­tí­fi­cos del mar­xis­mo. Tras un exten­so y pro­fun­do aná­li­sis de las diver­sas cate­go­rías y frac­cio­nes inter­nas de la cla­se obre­ra, de la masa tra­ba­ja­do­ra, que empe­zó a luchar en 1896 con la huel­ga de los hilan­de­ros, pasan­do por el res­to de tex­ti­les, por los obre­ros indus­tria­les, ferro­via­rios y de ser­vi­cios, «por moti­vos diver­sos y cada uno bajo for­mas dis­tin­tas», ascen­dien­do con los años e inclu­yen­do a los pana­de­ros y tra­ba­ja­do­res de asti­lle­ros, tras todo esto, hace esta síntesis:

«Fer­men­ta en el gigan­tes­co impe­rio una lucha eco­nó­mi­ca infa­ti­ga­ble de todo el pro­le­ta­ria­do con­tra el capi­tal, lucha que gana para sí a las pro­fe­sio­nes libe­ra­les, la peque­ña bur­gue­sía, emplea­dos de comer­cio y de ban­ca, inge­nie­ros, artis­tas…, y pene­tra por aba­jo has­ta lle­gar a los emplea­dos del ser­vi­cio domés­ti­co, a los agen­tes subal­ter­nos de la poli­cía y has­ta inclu­so a las capas del “lum­pen pro­le­ta­ria­do” des­bor­dán­do­se de las ciu­da­des al cam­po y tocan­do inclu­si­ve a las puer­tas de los cuar­te­les. Inmen­so abi­ga­rra­do cua­dro de una ren­di­ción gene­ral de cuen­tas del tra­ba­jo al capi­tal, refle­ja toda la com­ple­ji­dad del orga­nis­mo social, de la con­cien­cia polí­ti­ca de cada cate­go­ría y de cada región, reco­rrien­do toda la lar­ga esca­la que va des­de la lucha sin­di­cal regu­lar, a la explo­sión de la pro­tes­ta amor­fa de un puña­do de pro­le­ta­rios agrí­co­las y la pri­me­ra con­fu­sa rebe­lión de una guar­ni­ción mili­tar exci­ta­da, des­de la revuel­ta ele­gan­te y per­fec­ta­men­te rea­li­za­da con tira­lí­neas y cue­llos duros en las ofi­ci­nas de un ban­co, a los mur­mu­llos ple­nos de auda­cia y de exci­ta­ción de una reu­nión secre­ta de poli­cías des­con­ten­tos en una comi­sa­ría ahu­ma­da, oscu­ra y sucia»[179].

Si leyé­ra­mos estas pala­bras aho­ra mis­mo, sin saber que fue­ron escri­tas hace un siglo por una mar­xis­ta ase­si­na­da en la revo­lu­ción ale­ma­na por las tro­pas fas­cis­tas diri­gi­das por un gobierno social­de­mó­cra­ta, cree­ría­mos que expre­san las más recien­tes luchas en ascen­so den­tro no sólo de los paí­ses capi­ta­lis­tas empo­bre­ci­dos y sobre­ex­plo­ta­dos, sino tam­bién en el capi­ta­lis­mo más feroz, desa­rro­lla­do e impe­ria­lis­ta. Rosa Luxem­burg sigue: «la con­cep­ción este­reo­ti­pa­da, buro­crá­ti­ca y mecá­ni­ca quie­re que la lucha sea sola­men­te un pro­duc­to de la orga­ni­za­ción, y man­te­ni­da a un cier­to nivel de la fuer­za de ésta. La evo­lu­ción dia­léc­ti­ca viva, por el con­tra­rio, con­si­de­ra que la orga­ni­za­ción nace como un pro­duc­to de la lucha». Des­pués, reafir­man­do la com­ple­ji­dad de las «diver­sas cate­go­rías de obre­ros», advier­te que si las huel­gas de masas quie­ren ser efec­ti­vas «es abso­lu­ta­men­te nece­sa­rio que se trans­for­me en un ver­da­de­ro movi­mien­to popu­lar […] que arras­tre a las más amplias capas del pro­le­ta­ria­do […] del pue­blo tra­ba­ja­dor […] de las más amplias masas»[180].

Es decir, Rosa uti­li­za con flui­dez diver­sos con­cep­tos apa­ren­te­men­te con­tra­rios ‑cla­se obre­ra ver­sus movi­mien­to popu­lar, que ella resal­ta, etc. por­que, en reali­dad, refle­jan la uni­dad gené­ti­co-estruc­tu­ral de la fuer­za de tra­ba­jo asa­la­ria­da explo­ta­da por la cla­se capi­ta­lis­ta y su sofis­ti­ca­ción en el aná­li­sis de las diver­sas cate­go­rías de la fuer­za de tra­ba­jo la con­si­gue gra­cias al momen­to his­tó­ri­co-gené­ti­co de la dia­léc­ti­ca. Inclu­so, apli­can­do este méto­do se per­mi­te el lujo de afir­mar que: «lo mis­mo ocu­rri­rá cuan­do las cir­cuns­tan­cias se pre­sen­ten en Ale­ma­nia»[181], como así sucedió.

Es des­de esta pers­pec­ti­va his­tó­ri­co-gene­ral, corro­bo­ra­da por los hechos pos­te­rio­res inclui­dos los pre­sen­tes, como debe­mos com­pren­der la deci­si­va cita siguien­te de esta mis­ma revo­lu­cio­na­ria, rea­li­za­da en un deba­te inter­na­cio­nal sobre qué lec­cio­nes teó­ri­co-polí­ti­cas debían extraer­se de la olea­da de luchas de 1905:

«El terreno de la lega­li­dad bur­gue­sa del par­la­men­ta­ris­mo no es sola­men­te un cam­po de domi­na­ción para la cla­se capi­ta­lis­ta, sino tam­bién un terreno de lucha, sobre el cual tro­pie­zan los anta­go­nis­mos entre pro­le­ta­ria­do y bur­gue­sía. Pero del mis­mo modo que el orden legal para la bur­gue­sía no es más que una expre­sión de su vio­len­cia, para el pro­le­ta­ria­do la lucha par­la­men­ta­ria no pue­de ser más que la ten­den­cia a lle­var su pro­pia vio­len­cia al poder. Si detrás de nues­tra acti­vi­dad legal y par­la­men­ta­ria no está la vio­len­cia de la cla­se obre­ra, siem­pre dis­pues­ta a entrar en acción en el momen­to opor­tuno, la acción par­la­men­ta­ria de la social­de­mo­cra­cia se con­vier­te en un pasa­tiem­po tan espi­ri­tual como extraer agua con una espu­ma­de­ra. Los aman­tes del rea­lis­mo, que sub­ra­yan los «posi­ti­vos éxi­tos» de la acti­vi­dad par­la­men­ta­ria de la social­de­mo­cra­cia para uti­li­zar­los como argu­men­tos con­tra la nece­si­dad y la uti­li­dad de la vio­len­cia en la lucha obre­ra, no notan que esos éxi­tos, por más ínfi­mos que sean, sólo pue­den ser con­si­de­ra­dos como los pro­duc­tos del efec­to invi­si­ble y laten­te de la vio­len­cia»[182]

Rosa simul­ta­nea en 1906 los dos momen­tos o nive­les del méto­do dia­léc­ti­co, ya que, arri­ba, al ana­li­zar la enor­me com­ple­ji­dad y diver­si­dad con­cre­ta de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, del pue­blo tra­ba­ja­dor, del movi­mien­to popu­lar, de las más amplias masas explo­ta­das, etcé­te­ra, cuan­do estu­dia la lucha de cla­ses loca­li­za­da en un mar­co espa­cio-tem­po­ral pre­ci­so y loca­li­za­do, apli­ca aquí el momen­to his­tó­ri­co-gené­ti­co, ana­lí­ti­co y dia­cró­ni­co de la dia­léc­ti­ca mate­ria­lis­ta, recu­rrien­do a con­cep­tos amplios, abar­ca­do­res e inclu­yen­tes, inclu­so laxos, que des­tro­zan la rigi­dez bur­da y meca­ni­cis­ta de la lógi­ca for­mal. Pero cuan­do Rosa debe sin­te­ti­zar en una sola expre­sión teó­ri­ca toda la abi­ga­rra­da diver­si­dad de fuer­zas con­cre­tas que han lucha­do en la recién con­clui­da olea­da revo­lu­cio­na­ria de 1905, sal­ta de la sofis­ti­ca­da pre­ci­sión ana­lí­ti­ca, minu­cio­sa y has­ta qui­rúr­gi­ca, a la deno­mi­na­ción gene­ral pero a la vez esen­cial de cla­se tra­ba­ja­do­ra, de cla­se bur­gue­sa, de pro­le­ta­ria­do y de bur­gue­sía, de vio­len­cia obre­ra y de par­la­men­ta­ris­mo bur­gués, etc.

Rosa pasa de lo his­tó­ri­co-gené­ti­co a lo gené­ti­co-estruc­tu­ral, dos nive­les del estu­dio conec­ta­dos en la tota­li­dad del méto­do: uno, el ana­lí­ti­co exi­ge rigor y pro­fun­di­dad en el momen­to de des­cu­brir la rique­za extre­ma de fuer­zas con­cre­tas que luchan en una socie­dad, en un pue­blo, en un momen­to deter­mi­na­do, lo que Lenin defi­ne como «aná­li­sis con­cre­to de una reali­dad con­cre­ta», des­cu­brien­do cada matiz dife­ren­te de lo con­cre­to, y en este nivel o momen­to del estu­dio es nece­sa­rio recu­rrir a con­cep­tos como movi­mien­to popu­lar, pue­blo tra­ba­ja­dor, amplias masas explo­ta­das, y otros, por­que mues­tran teó­ri­ca­men­te la com­ple­ji­dad de la con­cre­ta lucha de cla­ses. Este es el aná­li­sis his­tó­ri­co-gené­ti­co por­que conec­ta el tiem­po pre­sen­te, la his­to­ria con­cre­ta, con lo gené­ti­co del capi­ta­lis­mo, lo que defi­ne la esen­cia de la lucha de cla­ses, pero insis­tien­do y dan­do prio­ri­dad a los aná­li­sis concretos.

La sín­te­sis gené­ti­co-estruc­tu­ral es la que mues­tra la esen­cia del pro­ble­ma, de las con­tra­dic­cio­nes y leyes ten­den­cia­les estruc­tu­ra­les del capi­ta­lis­mo que mar­can los lími­tes infran­quea­bles y obje­ti­vos entre los que se desa­rro­llan las luchas de cla­ses. En esta área del méto­do ya no sir­ven sino sólo secun­da­ria­men­te los con­cep­tos ante­rio­res, ya que aho­ra nece­si­ta­mos los más gene­ra­les y ricos en rela­cio­nes inter­nas, como, bási­ca­men­te, el de la uni­dad de con­tra­rios en lucha anta­gó­ni­cos for­ma­da por el pro­le­ta­ria­do y la bur­gue­sía, la cla­se tra­ba­ja­do­ra y la cla­se bur­gue­sa, etc.

Con­cep­tos váli­dos para todo el mun­do siem­pre que se man­ten­gan den­tro de lo gené­ti­co-estruc­tu­ral, den­tro de la esen­cia estruc­tu­ran­te del modo capi­ta­lis­ta de pro­duc­ción por­que cuan­do pasa­mos a estu­dia el pro­le­ta­ria­do y la bur­gue­sía de Sue­cia o de Sri Lan­ka debe­mos vol­ver al méto­do his­tó­ri­co-gené­ti­co. Por ejem­plo, la lucha par­la­men­ta­ria en gene­ral requie­re de la pre­sen­cia disua­so­ria, pre­ven­ti­va y laten­te de la vio­len­cia obre­ra, pero esta ver­dad teó­ri­ca asen­ta­da y con­fir­ma­da por la expe­rien­cia mun­dial que emer­ge de las con­tra­dic­cio­nes gené­ti­co-estruc­tu­ra­les, per­ma­nen­tes y esen­cia­les del capi­ta­lis­mo, debe ser siem­pre con­fir­ma­da y mejo­ra­da, some­ti­da a examen crí­ti­co por las luchas par­la­men­ta­rias con­cre­tas y par­ti­cu­la­res de cada pue­blo tra­ba­ja­dor que lucha en un con­tex­to his­tó­ri­co-gené­ti­co preciso.

Kautsky, por su par­te, estu­dió minu­cio­sa­men­te los cam­bios en la cla­se tra­ba­ja­do­ra ale­ma­na a comien­zos del siglo XX, uti­li­zan­do esta­dís­ti­cas fecha­das entre 1882 y 1907, lle­gan­do a una con­clu­sión que se ha vis­to con­fir­ma­da has­ta la actua­li­dad: en la medi­da en que el capi­ta­lis­mo cre­ce las gran­des empre­sas tien­den a estar con­tro­la­das por el capi­tal finan­cie­ro, por pocas cama­ri­llas de capi­ta­lis­tas estre­cha­men­te empa­ren­ta­das y entron­ca­das que entre sí lle­gan a fáci­les enten­di­mien­tos. Aho­ra bien: «Por el con­tra­rio, en el pro­le­ta­ria­do indus­trial, a medi­da que éste se dila­ta, se incre­men­ta la diver­si­dad de sus ele­men­tos y el núme­ro de aque­llos sec­to­res difí­ci­les de orga­ni­zar, los indi­vi­duos pro­ve­nien­tes de las regio­nes rura­les, del extran­je­ro, las muje­res»[183]. Des­pués, esta cos­tum­bre de pre­ci­sar las frac­cio­nes inter­nas del pro­le­ta­ria­do, del cam­pe­si­na­do, de la peque­ña bur­gue­sía vie­ja y nue­va, de la capaz inte­lec­tua­les y libe­ra­les que apa­re­cen y des­apa­re­cen al calor de las fases expan­si­vas o cons­tric­ti­vas del capi­ta­lis­mo, este méto­do en suma, es con­sus­tan­cial al mar­xis­mo y se refuer­za con el otro com­po­nen­te del méto­do: jun­to a la minu­cio­sa disec­ción de las par­tes, la unión esen­cial de su natu­ra­le­za bási­ca, a saber, la explo­ta­ción asalariada.

La Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta, espe­cial­men­te sus cua­tro pri­me­ros y fun­da­men­ta­les con­gre­sos, se esfor­zó en lo mis­mo. Dejan­do por fal­ta de espa­cio a los dos pri­me­ros con­gre­sos, en el ter­ce­ro pode­mos leer un deta­lla­do estu­dio sobre los «sec­to­res medios del pro­le­ta­ria­do»: «emplea­dos del comer­cio y de la indus­tria, de los fun­cio­na­rios infe­rio­res y medios y de inte­lec­tua­les»[184]. Un valor espe­cial tie­ne lo que dice el Cuar­to Con­gre­so sobre el fas­cis­mo rela­cio­na­do con lo que esta­mos vien­do la opo­si­ción al fas­cis­mo en ascen­so de debe basar en la movi­li­za­ción de «las gran­des masas del pue­blo tra­ba­ja­dor»[185], es decir, como es bási­co en el mar­xis­mo, por un lado se ana­li­za la extre­ma com­ple­ji­dad de las cla­ses socia­les y espe­cial­men­te del pro­le­ta­ria­do pero, por otro lado, se reafir­ma la exis­ten­cia de una cla­se social asa­la­ria­da que pue­de ser defi­ni­da for­mal­men­te de varios modos pero siem­pre rela­cio­na­dos con sus con­di­cio­nes de explo­ta­ción y de pro­duc­ción de plusvalía.

Tene­mos que pres­tar espe­cial aten­ción a las apor­ta­cio­nes de Mao al tema que tra­ta­mos, a las rela­cio­nes entre la cla­se tra­ba­ja­do­ra y el res­to de cla­ses explo­ta­das, y a su inter­ac­ción den­tro del pue­blo tra­ba­ja­dor. Des­de 1926, Mao man­tu­vo en su pri­mer tex­to de impor­tan­cia polí­ti­ca y teó­ri­ca un per­ma­nen­te esfuer­zo teó­ri­co vol­ca­do en el estu­dio de la estruc­tu­ra de cla­ses de la nación chi­na. En su pri­mer tex­to Mao desa­rro­lla uno de los argu­men­tos cen­tra­les de la teo­ría mar­xis­ta del pro­le­ta­ria­do como la cla­se que se mate­ria­li­za en su con­cien­cia polí­ti­ca y su prác­ti­ca de lucha, sus huel­gas e insu­rrec­cio­nes[186], es decir, la impor­tan­cia de lo que en teo­ría mar­xis­ta se defi­ne como «cla­se para sí» que par­te y se sus­ten­ta sobre la reali­dad obje­ti­va de la explo­ta­ción, reali­dad que se expre­sa en la «cla­se en sí», la que exis­te como obje­to pasi­vo explo­ta­do sin tomar con­cien­cia de que pue­de lle­gar a ser un suje­to activo.

Antes de remi­tir­nos a la que es una de las mejo­res defi­ni­cio­nes del con­cep­to de pue­blo tra­ba­ja­dor ela­bo­ra­do y adap­ta­do a la lucha revo­lu­cio­na­ria de libe­ra­ción nacio­nal de un pue­blo opri­mi­do, debe­mos dejar cons­tan­cia de la soli­dez de su esque­ma cen­tral en una socie­dad aplas­tan­te­men­te cam­pe­si­na inva­di­da por un impe­ria­lis­mo extre­ma­da­men­te sal­va­je. En 1945 refi­rién­do­se a la alta bur­gue­sía Mao dice: «Mien­tras decla­ra que se pro­po­ne desa­rro­llar la eco­no­mía chi­na, en los hechos se dedi­ca a mul­ti­pli­car el capi­tal buro­crá­ti­co, o sea, el capi­tal de los gran­des terra­te­nien­tes, los gran­des ban­que­ros, y los mag­na­tes de la bur­gue­sía com­pra­do­ra, mono­po­li­za las palan­cas de la eco­no­mía chi­na y opri­me sin pie­dad a los cam­pe­si­nos, los obre­ros, la peque­ña bur­gue­sía y la bur­gue­sía no mono­po­lis­ta»[187]. Lue­go, con­cre­ta más su aná­li­sis sobre la resis­ten­cia demo­crá­ti­ca de «nume­ro­sas capas popu­la­res» con­tra la dic­ta­du­ra del Kuo­min­tang: «obre­ros, cam­pe­si­nos, tra­ba­ja­do­res de la cul­tu­ra, estu­dian­tes, tra­ba­ja­do­res de la ense­ñan­za muje­res, indus­tria­les y comer­cian­tes, emplea­dos públi­cos y has­ta en un sec­tor de los mili­ta­res»[188]

Hay que tener en cuen­ta esta reali­dad estruc­tu­ran­te, la opre­sión nacio­nal, para com­pren­der en su pleno sen­ti­do las siguien­tes pala­bras de Mao escri­tas en 1948, antes de la vic­to­ria revolucionaria:

«La revo­lu­ción chi­na en su eta­pa actual es, por su carác­ter, una revo­lu­ción de las amplias masas popu­la­res, diri­gi­da por el pro­le­ta­ria­do, con­tra el impe­ria­lis­mo, el feu­da­lis­mo y el capi­ta­lis­mo buro­crá­ti­co. Por amplias masas popu­la­res se entien­de a todos los que son opri­mi­dos, per­ju­di­ca­dos o sojuz­ga­dos […] a saber: los obre­ros, cam­pe­si­nos, sol­da­dos, inte­lec­tua­les, hom­bres de nego­cios y demás patrio­tas, como se indi­ca cla­ra­men­te en el Mani­fies­to del Ejér­ci­to Popu­lar de Libe­ra­ción de Chi­na […] “inte­lec­tua­les” se refie­re a todos los inte­lec­tua­les per­se­gui­dos y sojuz­ga­dos; “hom­bres de nego­cio”, a toda la bur­gue­sía nacio­nal per­se­gui­da y res­trin­gi­da, esto es, la bur­gue­sía media y peque­ña; y “demás patrio­tas”, prin­ci­pal­men­te a los shenshi sen­sa­tos. La revo­lu­ción chi­na en la eta­pa actual es una revo­lu­ción en la cual todos los arri­ba men­cio­na­dos se unen para for­mar un fren­te úni­co con­tra el impe­ria­lis­mo, el feu­da­lis­mo y el capi­ta­lis­mo buro­crá­ti­co, y en la cual el pue­blo tra­ba­ja­dor cons­ti­tu­ye el cuer­po prin­ci­pal. Por pue­blo tra­ba­ja­dor se quie­re decir todos los tra­ba­ja­do­res manua­les (los obre­ros, cam­pe­si­nos, arte­sa­nos, etc.) y los tra­ba­ja­do­res inte­lec­tua­les que, por su con­di­ción, están pró­xi­mos a los pri­me­ros y que no son explo­ta­do­res, sino víc­ti­mas de la explo­ta­ción»[189].

Debe­mos con­si­de­rar tres cues­tio­nes que apa­re­cen en estas pala­bras: pri­me­ra, la insis­ten­cia de Mao en dejar cla­ro, como es muy fre­cuen­te en él, que pre­ci­sa que habla de «la eta­pa actual» de la lucha por la inde­pen­den­cia, lo que indi­ca que en otra eta­pa revo­lu­cio­na­ria dife­ren­te hay que apli­car otros cri­te­rios dife­ren­tes. Es decir, que en otra eta­pa de la revo­lu­ción habrá que tomar otras tác­ti­cas. Segun­da, que sepa­ra níti­da­men­te las amplias masas popu­la­res, con un carác­ter inter­cla­sis­ta en las que inclu­ye a «hom­bres de nego­cios», del pue­blo tra­ba­ja­dor, sepa­ra­ción deter­mi­na­da por la fron­te­ra insal­va­ble de la explo­ta­ción social. Y, ter­ce­ra, que es el pue­blo tra­ba­ja­dor «el cuer­po prin­ci­pal» de las gran­des masas popu­la­res, ya que «por pue­blo tra­ba­ja­dor se quie­re decir todos los tra­ba­ja­do­res manua­les (los obre­ros, cam­pe­si­nos, arte­sa­nos, etc.) y los tra­ba­ja­do­res inte­lec­tua­les que, por su con­di­ción, están pró­xi­mos a los pri­me­ros y que no son explo­ta­do­res, sino víc­ti­mas de la explotación».

10. PRESENTE DEL PUEBLO TRABAJADOR

¿Qué rela­ción pue­de exis­tir entre la Chi­na de 1949 y la Euro­pa actual, por no hablar de las dife­ren­cias que nos sepa­ran de las socie­da­des en las que se desa­rro­lla­ron los con­flic­tos a los que se refie­ren la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta, Kautsky, Trotsky, Rosa Luxem­burg, etc.? Recor­de­mos que Mao cifra­ba en un 90% el peso de la agri­cul­tu­ra y la arte­sa­nía dis­per­sas en el total de la eco­no­mía chi­na a comien­zos de 1949: «el 90 por cien­to, más o menos, de nues­tra vida eco­nó­mi­ca per­ma­ne­ce aún en el nivel de los tiem­pos anti­guos»[190]. Podría­mos seguir ana­li­zan­do las dife­ren­cias entre nues­tro pre­sen­te y el que vivie­ron estos y otros mar­xis­tas pero pen­sa­mos que la com­pa­ra­ción con aque­lla Chi­na es espe­cial­men­te valio­sa por­que la defi­ni­ción de pue­blo tra­ba­ja­dor dada por Mao es la más sin­té­ti­ca de todas.

Para com­pren­der la vigen­cia del con­cep­to de pue­blo tra­ba­ja­dor en el capi­ta­lis­mo impe­ria­lis­ta euro­peo debe­mos recu­rrir al méto­do mar­xis­ta aquí expues­to. Por un lado, la inter­ac­ción entre el estu­dio de lo gene­ral y esen­cial, de lo gené­ti­co-estruc­tu­ral y lo par­ti­cu­lar y lo feno­mé­ni­co, de lo his­tó­ri­co-gené­ti­co; y por otro lado, y a la vez, el empleo de los con­cep­tos fle­xi­bles, abier­tos e inclu­yen­tes, adap­ta­bles a los cam­bios de lo real. Ejem­pli­fi­ca­mos mejor este méto­do recu­rrien­do a la tesis de R. Zibechi:

«La vigen­cia de las cla­ses socia­les es tam­bién móvil y no es úni­ca. Hay suje­tos que tie­nen un carác­ter de cla­se sin duda, pero el carác­ter de cla­se no es sufi­cien­te para cons­ti­tuir un suje­to, es decir, no es la úni­ca dimen­sión en torno a la cual se cons­ti­tu­yen los suje­tos de cam­bio. Los suje­tos se cons­ti­tu­yen en torno a una mul­ti­pli­ci­dad de cues­tio­nes. Si tú ves a la mul­ti­tud como un suje­to tran­si­to­rio, pero suje­to al fin, ésta tie­ne un com­po­nen­te tan hete­ro­gé­neo y tan varia­do, pero no de agre­ga­cio­nes indi­vi­dua­les, sino de agre­ga­cio­nes comu­ni­ta­rias colec­ti­vas, que impi­den defi­nir un suje­to en tér­mi­nos de cla­se. Por ejem­plo, las muje­res de los barrios pobres o de los mine­ros tie­nen un refe­ren­te de cla­se, pero tam­bién tie­nen un refe­ren­te de géne­ro. O las muje­res indias, tie­nen un refe­ren­te étni­co de pue­blo indí­ge­na, pero tam­bién tie­nen un refe­ren­te sin duda de géne­ro y tam­bién si son jóve­nes tie­nen un refe­ren­te gene­ra­cio­nal, enton­ces yo creo que las defi­ni­cio­nes muy fijas, muy duras, no ayu­dan a com­pren­der lo que están suce­dien­do en torno al suje­to o a los actua­les movi­mien­tos socia­les»[191].

R. Zibe­chi está en lo cier­to cuan­do sos­tie­ne que las defi­ni­cio­nes muy fijas y muy duras no ayu­dan a com­pren­der la com­ple­ji­dad de la explo­ta­ción social, como tam­po­co ayu­da­ron en fases ante­rio­res, y en espe­cial en la Chi­na agra­ria. Tie­ne el méri­to de plan­tear el deba­te en el plano cen­tral de la «tri­ple opre­sión» de la mujer, la de géne­ro, la de nación y la de tra­ba­ja­do­ra, e inclu­so en la gene­ra­cio­nal al ser mujer joven, con lo que intro­du­ce la cues­tión del «poder adul­to»[192]. Pero su argu­men­to se debi­li­ta cuan­do dice que «los suje­tos se cons­ti­tu­yen en torno a una mul­ti­pli­ci­dad de cues­tio­nes […] que impi­den defi­nir un suje­to en tér­mino de cla­se». Hemos vis­to arri­ba que la for­ma­ción his­tó­ri­ca de la explo­ta­ción patriar­co-bur­gue­sa se basa en al sub­sun­ción por el capi­ta­lis­mo de la explo­ta­ción patriar­cal, y que ésta ha sido la base sobre la que se ha desa­rro­lla­do lue­go la opre­sión nacio­nal y la explo­ta­ción económica.

Lo que uni­fi­ca inter­na­men­te esta diná­mi­ca es la explo­ta­ción de la fuer­za de tra­ba­jo social por una mino­ría pro­pie­ta­ria de las fuer­zas pro­duc­ti­vas, al mar­gen aho­ra de qué régi­men his­tó­ri­co-social de pro­pie­dad pri­va­da, de qué modo de pro­duc­ción con­cre­to, en suma. Todos y cada uno de los casos que nos cita Zibe­chi nos remi­ten en últi­ma ins­tan­cia a esa explo­ta­ción sub­ya­cen­te, gené­ti­co-estruc­tu­ral, esen­cial en la his­to­ria de los con­flic­tos socia­les des­de que sur­gió la pri­me­ra pro­pie­dad pri­va­da, la de la mujer expro­pia­da por el hom­bre. Lo mis­mo debe­mos decir sobre la opre­sión étni­ca y/​o nacio­nal, etc.

Se pue­de y se debe defi­nir a los suje­tos tan dife­ren­tes en sus for­mas exter­nas si sin­te­ti­za­mos esas dife­ren­cias y las resu­mi­mos con­cep­tual­men­te has­ta lle­gar a la esen­cia de la explo­ta­ción de la fuer­za de tra­ba­jo huma­na por una mino­ría. Este es el nivel gené­ti­co-estruc­tu­ral en el que se mue­ve la teo­ría mar­xis­ta cuan­do habla de la gue­rra civil per­ma­nen­te entre el capi­tal y el tra­ba­jo. Pero cuan­do pasa­mos de este nivel teó­ri­co ele­men­tal a las expre­sio­nes con­cre­tas, socio­his­tó­ri­cas y loca­li­za­das espa­cial­men­te, en las que se plas­ma esa fuer­za de tra­ba­jo explo­ta­da, enton­ces debe­mos espe­ci­fi­car con extre­ma pre­ci­sión las dife­ren­cias. En este sen­ti­do, debe­mos apren­der de la muy correc­ta crí­ti­ca mar­xis­ta a las tesis de la «tri­ple dife­ren­cia»[193], de cla­se, de sexo y de raza, que nie­ga la exis­ten­cia de una cohe­sión esen­cial e inter­na de todas las for­mas de opre­sión, domi­na­ción y explo­ta­ción, de mane­ra que cada una de ellas actúa por su lado, con nin­gu­na inter­ac­ción entre las tres o con una muy débil e incier­ta. Por el con­tra­rio, pen­sa­mos que las tres, y sus múl­ti­ples for­mas dife­ren­tes median­te las que ope­ran en con­cre­to, for­man una uni­dad deter­mi­na­da por la lógi­ca de la explo­ta­ción de la fuer­za de tra­ba­jo huma­na, es decir, por la lógi­ca capi­ta­lis­ta. Tene­mos el caso más espe­cí­fi­co, por ejem­plo, de lo que se defi­ne como «pobla­ción sobran­te» y que en cier­ta for­ma entra den­tro del con­cep­to de «exclu­sión», pre­ca­ria­do, etc.

Pues bien, la «pobla­ción sobran­te» es par­te de la fuer­za de tra­ba­jo social, del «pro­le­ta­ria­do glo­bal explo­ta­ble» del que hemos habla­do arri­ba, y tien­de a cre­cer en la medi­da en que la des­com­po­nién­do­se la cla­se cam­pe­si­na mundial:

«El fin del cam­pe­si­na­do y la apa­ri­ción de una masa de pro­le­ta­rios dis­tri­bui­dos en dife­ren­tes capas: “semi­pro­le­ta­rios” (¿qué son si no los “semi­asa­la­ria­dos”?), obre­ros per­te­ne­cien­tes a la des­ocu­pa­ción esta­cio­nal (los “pobres flo­tan­tes”), a la infan­te­ría lige­ra (“tra­ba­ja­do­res de tem­po­ra­da”), etc. […] Como seña­la­mos más arri­ba, el caso del obre­ro rural es sólo un ejem­plo clá­si­co de la nega­ción del pro­le­ta­ria­do y su capa­ci­dad de acción. Podría­mos dar varios más: los “inmi­gran­tes” en Esta­dos Uni­dos; los “pique­te­ros” argen­ti­nos; los “jóve­nes” en Euro­pa. A todos se los englo­ba bajo “nue­vos” con­cep­tos, que exclu­yen, natu­ral­men­te, el de cla­se obre­ra, tarea en la que los “inte­lec­tua­les” de euro­peos y nor­te­ame­ri­ca­nos (muchos de los cua­les se auto­ti­tu­lan “mar­xis­tas”) tie­nen un lugar fun­da­men­tal, auxi­lia­dos dies­tra­men­te por los medios bur­gue­ses, que esca­pan al pro­le­ta­ria­do como a la pes­te por razo­nes que no es nece­sa­rio expli­car. Pién­se­se, por ejem­plo, en la fama de per­so­na­jes como Nao­mi Klein o Toni Negri y se ten­drá una idea de la colu­sión entre la bur­gue­sía y los “nue­vos” pen­sa­do­res “glo­ba­les”».

»En reali­dad, detrás de los “inmi­gran­tes” se escon­de, lisa y lla­na­men­te, la cla­se obre­ra. Las últi­mas y extra­or­di­na­ria­men­te mul­ti­tu­di­na­rias mani­fes­ta­cio­nes por la lega­li­za­ción de su per­ma­nen­cia en los Esta­dos Uni­dos y Euro­pa mues­tran, más que la impor­tan­cia de la cate­go­ría “étni­ca”, el rena­ci­mien­to de la frac­ción más explo­ta­da de la cla­se obre­ra del “Pri­mer Mun­do”. Las rebe­lio­nes de los «mileu­ris­tas» euro­peos no es otra cosa que la expre­sión de las con­di­cio­nes de exis­ten­cia de gene­ra­cio­nes ente­ras de des­ocu­pa­dos, es decir, de obre­ros. Los «pique­te­ros» argen­ti­nos, a los que se ha lle­ga­do a carac­te­ri­zar como “lúm­pe­nes”, cum­plen con las mis­mas carac­te­rís­ti­cas»[194].

En la olea­da de lucha de cla­ses que empie­za de nue­vo a tomar fuer­za en Esta­dos Uni­dos reapa­re­ce el «eterno pro­ble­ma» de la divi­sión étni­ca y nacio­nal, tam­bién cul­tu­ral, den­tro de la amplia cla­se tra­ba­ja­do­ra yan­qui. Inde­pen­dien­te­men­te de qué ori­gen étni­co o nacio­nal mayo­ri­ta­rio fue­ran los par­ti­ci­pan­tes en las pri­me­ras movi­li­za­cio­nes, lo que sí es ver­dad es que a estas altu­ras se ha gene­ra­li­za­do la refle­xión de que se tra­ta de la mis­ma lucha en la que inter­vie­nen: «los valien­tes vete­ra­nos, las muje­res de Code Pink, los endeu­da­dos estu­dian­tes, los jóve­nes afro­ame­ri­ca­nos»[195]. Estas y otras dife­ren­cias no anu­lan el hecho con­tun­den­te de que es la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta la que cohe­sio­na y uni­fi­ca inte­rior­men­te a estos y otros suje­tos que de nue­vo empie­zan a rebe­lar­se con­tra su cla­se explotadora.

Pero si obvia­mos esta defi­cien­cia de Zibe­chi, tan bien cri­ti­ca­da en lo gene­ral por los tres tex­tos cita­dos, hay que decir que el autor roza el con­cep­to de pue­blo tra­ba­ja­dor, o se refie­re a él sin nom­brar­lo de esa mane­ra, sobre todo cuan­do dia­lec­ti­za el patriar­ca­do, la opre­sión nacio­nal y la explo­ta­ción de cla­se, que es una de las carac­te­rís­ti­cas más lla­ma­ti­vas del pue­blo tra­ba­ja­dor. Otra vir­tud de esta cita es que se mue­ve en un con­tex­to de super­po­si­ción e inter­pe­ne­tra­ción de las frac­cio­nes de cla­se, de las fron­te­ras de cla­se, lo que exi­ge, como veni­mos dicien­do, del empleo de con­cep­tos abier­tos y fle­xi­bles, capa­ces de refle­jar una situa­ción en un con­tex­to con­cre­to y otro dife­ren­te pero rela­cio­na­da en otro con­tex­to concreto.

La «teo­ría com­ple­ta», las defi­ni­cio­nes cerra­das e ina­mo­vi­bles, rese­ca­men­te estruc­tu­ra­lis­tas y/​o uní­vo­ca­men­te ana­lí­ti­cas, no sir­ven de nada en este uni­ver­so mina­do por con­tra­dic­cio­nes en per­ma­nen­te inter­re­la­ción. Las pri­me­ras, las estruc­tu­ra­lis­tas rese­cas por­que des­pre­cian la evo­lu­ción his­tó­ri­ca, el papel de los «fac­to­res sub­je­ti­vos», etc. Las segun­das, las ana­lí­ti­cas uní­vo­cas por­que des­pre­cian el impres­cin­di­ble momen­to de la sín­te­sis, de lo sin­cré­ti­co que faci­li­te el sal­to cua­li­ta­ti­vo a una nue­va fase supe­rior del cono­ci­mien­to. Ambas inter­pre­ta­cio­nes son meca­ni­cis­tas y antidialécticas.

Por no exten­der­nos, lo expues­to por R. Zibe­chi nos exi­ge ana­li­zar otra carac­te­rís­ti­ca del capi­ta­lis­mo cada vez más exten­di­da e impa­ra­ble, la del empo­bre­ci­mien­to, la pre­ca­ri­za­ción, las incer­ti­dum­bres coti­dia­nas del pue­blo tra­ba­ja­dor. O dicho en los tér­mi­nos emplea­dos por Més­zá­ros, la obli­ga­ción de tener que más para vivir menos, se carac­te­ri­za por la impo­si­ción for­za­da de la «ines­ta­bi­li­dad fle­xi­ble»[196], es decir, de que el capi­ta­lis­mo ha ins­tau­ra­do un régi­men de explo­ta­ción glo­bal que gene­ra una per­ma­nen­te ines­ta­bi­li­dad social que, ade­más, pue­de ser fle­xi­ble­men­te uti­li­za­da por la cla­se domi­nan­te en su pro­ve­cho, lo que aumen­ta su poder des­truc­ti­vo y mani­pu­la­dor. No hace fal­ta mucha ima­gi­na­ción para dar­se cuen­ta de que la mar­cha actual del capi­ta­lis­mo vas­co tam­bién se orien­ta cie­ga­men­te hacia el aumen­to[197] de las cre­cien­tes fran­jas socia­les que entran den­tro de lo que se defi­ne como exclu­sión social, empo­bre­ci­das toda­vía más tras el devas­ta­dor ata­que a las con­di­cio­nes de vida y tra­ba­jo rea­li­za­do por la bur­gue­sía estatal.

El pro­ble­ma de la deno­mi­na­da «exclu­sión social» en reali­dad conec­ta pro­fun­da­men­te con el tema que tra­ta­mos, sobre todo con el de las «fron­te­ras móvi­les» que faci­li­tan los flu­jos bidi­rec­cio­na­les entre la cla­se obre­ra, el pue­blo tra­ba­ja­dor y sec­to­res espe­cial­men­te débi­les de la peque­ña bur­gue­sía. La toma de con­cien­cia del pue­blo tra­ba­ja­dor de su poten­cial atrac­tor de múl­ti­ples fran­jas socia­les exclui­das o en peli­gro de caer en seme­jan­te tota­li­dad des­truc­to­ra, pue­de y debe rea­li­zar­se sobre la teo­ría que demues­tra que la exclu­sión no es una mera «des­gra­cia tran­si­to­ria» que pue­de afec­tar a una par­te de la socie­dad en los perío­dos de cri­sis, sino que es una tota­li­dad con­cre­ta obje­ti­va inser­ta en la lógi­ca del capi­tal, es decir, una tota­li­dad con­cre­ta pero supe­di­ta­da a la tota­li­dad supe­rior y deter­mi­nan­te[198] for­ma­da por las leyes de acu­mu­la­ción del capital.

La segun­da bue­na expli­ca­ción refuer­za aún más la correc­ción de la tesis que sos­tie­ne que los cada vez más millo­nes de per­so­nas empo­bre­ci­das, expul­sa­das del mer­ca­do de tra­ba­jo y some­ti­das a bru­ta­les con­di­cio­nes de vida y de explo­ta­ción, se inser­tan obje­ti­va­men­te en el pue­blo tra­ba­ja­dor en su conjunto:

«Esos hom­bres y muje­res no for­man par­te de la cla­se obre­ra en el sen­ti­do clá­si­co del tér­mino, pero tam­po­co se sitúan com­ple­ta­men­te fue­ra del pro­ce­so pro­duc­ti­vo. Tien­den más bien a entrar y salir oca­sio­nal­men­te de él, a la deri­va de las cir­cuns­tan­cias, rea­li­zan­do por lo gene­ral ser­vi­cios infor­ma­les mal paga­dos, poco cua­li­fi­ca­dos y muy esca­sa­men­te pro­te­gi­dos, sin con­tra­tos, dere­chos, regu­la­cio­nes ni poder nego­cia­dor. Están ocu­pa­dos en acti­vi­da­des como la ven­ta ambu­lan­te, los peque­ños timos y esta­fas, los talle­res tex­ti­les, la ven­ta de comi­das y bebi­das, la pros­ti­tu­ción, el tra­ba­jo infan­til, la con­duc­ción de rickshaws o bici­ta­xis, el ser­vi­cio domés­ti­co y la acti­vi­dad empren­de­do­ra autó­no­ma de poca mon­ta. El pro­pio Marx dis­tin­gue entre dife­ren­tes capas de emplea­dos, y lo que dice acer­ca del para­do “flo­tan­te” o tra­ba­ja­dor oca­sio­nal de su pro­pia épo­ca ‑que para él con­ta­ba como un miem­bro más de la cla­se obre­ra- se pare­ce mucho a la situa­ción que viven hoy muchos de los habi­tan­tes de los barrios mar­gi­na­les»[199].

Ante­rior­men­te, al con­cluir el apar­ta­do dedi­ca­do a la cate­go­ría dia­léc­ti­ca de la esen­cia y del fenó­meno en la defi­ni­ción de las cla­ses socia­les, veía­mos que las más moder­nas for­mas de lucha tra­ba­ja­do­ra con­tra la actual explo­ta­ción asa­la­ria­da nos remi­tían a las for­ma de lucha más hori­zon­ta­les prac­ti­ca­das por el pro­le­ta­ria­do del pri­mer capi­ta­lis­mo indus­trial. Lo mis­mo, en esen­cia, debe­mos decir con res­pec­to al pro­ble­ma del empo­bre­ci­mien­to y de la exclu­sión. Bas­ta leer a Engels en su esca­lo­frian­te des­crip­ción de la pobre­za obre­ra y popu­lar de la pri­me­ra mitad del siglo XIX para cer­cio­rar­se de ello: «Sabe, el pobre, que si bien pue­de vivir el día de hoy, es suma­men­te incier­to que tam­bién pue­da hacer­lo el día de maña­na»[200].

Lo que aho­ra se defi­ne como «pre­ca­ri­za­ción», «exclu­sión», «ham­bre»[201], etc., está ya ana­li­za­do en lo bási­co en este libro. Aho­ra bien, debe­mos enri­que­cer el estu­dio de lo ele­men­tal en el capi­ta­lis­mo, que sube y baja como la marea, con el estu­dio de las for­mas con­cre­tas en las que la esen­cia se mate­ria­li­za en cada cir­cuns­tan­cia y con­tex­to, tal como lo ha rea­li­za­do bri­llan­te­men­te la doc­to­ra Con­cep­ción Cruz en su inves­ti­ga­ción gené­ti­co-estruc­tu­ral[202] sobre este mis­mo pro­ble­ma. Esta inves­ti­ga­do­ra mues­tra cómo el momen­to gené­ti­co-estruc­tu­ral de la inves­ti­ga­ción debe ir siem­pre acom­pa­ña­do del momen­to histórico-genético.

En lo rela­cio­na­do con la exclu­sión, J. Oso­rio rea­li­za el mis­mo doble movi­mien­to aun­que sin uti­li­zar esos tér­mi­nos. Pro­fun­di­zan­do en la crí­ti­ca de la lógi­ca del capi­tal, y de su doble pero uni­ta­rio pro­ce­so de «exclu­sión por inclu­sión» el autor pre­sen­ta cin­co gran­des cate­go­rías en la for­ma de exclu­sión desa­rro­lla­da por el capi­ta­lis­mo actual: a) La pobla­ción obre­ra exce­den­te, que el autor defi­ne así: «la pobla­ción obre­ra exce­den­te gene­ra­da […] pre­sen­ta diver­sas for­mas de exis­ten­cia, con agru­pa­mien­tos que alcan­zan mayo­res o meno­res nive­les de incor­po­ra­ción a la pro­duc­ción, dis­tin­guién­do­se la pobla­ción flo­tan­te, la laten­te y la inter­mi­ten­te. A ellas se agre­gan las fran­jas socia­les que se ubi­can en el pau­pe­ris­mo, que agru­pa a tra­ba­ja­do­res en con­di­cio­nes de labo­rar pero que ya no encuen­tran lugar en la pro­duc­ción: los impe­di­dos de labo­rar por haber sufri­do acci­den­tes en el tra­ba­jo y los que sufren enfer­me­da­des cró­ni­cas resul­ta­do de las con­di­cio­nes en que se rea­li­za la pro­duc­ción, y aque­llos obre­ros «que sobre­vi­ven a la edad nor­mal de su cla­se». Tam­bién los huér­fa­nos e hijos de pobres»[203].

Ade­más, de esta pobla­ción obre­ra exce­den­te, exis­ten otras cua­tro gran­des cate­go­rías: b) masa mar­gi­nal y fun­cio­na­li­dad; c) el sub­con­su­mo de la pobla­ción obre­ra acti­va e inac­ti­va; d) la comu­ni­dad ilu­so­ria o la exclu­sión de la comu­ni­dad; y e) el inmi­gran­te y su doble exclu­sión. La con­clu­sión a la que lle­ga el autor no pue­de ser más valio­sa para nues­tro tema: «La exclu­sión en cual­quie­ra de las mani­fes­ta­cio­nes que aquí hemos con­si­de­ra­do no es sino la cara de una exis­ten­cia inclui­da en la lógi­ca del capi­tal»[204]. La dia­léc­ti­ca entre exclu­sión e inclu­sión den­tro del capi­tal como sis­te­ma explo­ta­dor nos lle­va en direc­to al pro­ble­ma de la ciu­da­da­nía, que aquí no hemos toca­do en abso­lu­to ya que la moda ciu­da­da­nis­ta es una alter­na­ti­va del refor­mis­mo[205] a la con­tra­ofen­si­va bur­gue­sa que pre­fie­re «ciu­da­da­nos indig­na­dos antes que tra­ba­ja­do­res furio­sos y orga­ni­za­dos»[206].

Como hemos vis­to has­ta aquí y a lo lar­go de todo el tex­to, el aumen­to de la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta se une con la ofen­si­va por mul­ti­di­vi­dir a las cla­ses tra­ba­ja­do­ras, por rom­per la uni­dad de cla­se y su con­cien­cia-para-sí, lo que ya aumen­ta la extre­ma divi­sión que esta­mos vien­do. Fren­te a la reali­dad úni­ca de la gue­rra civil entre el capi­tal y el tra­ba­jo, la mul­ti­di­vi­sión de la fuer­za de tra­ba­jo social, la pala­bre­ría sobre las cla­ses medias, etc., refuer­za la sen­sa­ción fal­sa de la supues­ta «des­apa­ri­ción» de las cla­ses socia­les, cuan­do en reali­dad la gran bur­gue­sía es más visi­ble que nun­ca. Un dato sobre el altí­si­mo nivel de par­cia­li­za­ción y pre­ca­ri­za­ción lo tene­mos en que el 34,5% de la cla­se asa­la­ria­da en el Esta­do espa­ñol es explo­ta­da en la eco­no­mía sumer­gi­da[207]. Ade­más: «no se tra­ta sola­men­te de la fle­xi­bi­li­dad labo­ral, sino de un mode­lo eco­nó­mi­co que se expre­sa en el mer­ca­do del tra­ba­jo, fle­xi­bi­li­zan­do, sub­con­tra­tan­do, des­re­gu­lan­do y pre­ca­ri­zan­do»[208].

La reali­dad es, por tan­to, mucho más com­ple­ja y enre­ve­sa­da que lo que apa­re­ce en los manua­les de socio­lo­gía. Sola­men­te el méto­do dia­léc­ti­co pue­de guiar­nos por entre seme­jan­te laberinto.

11. RESUMEN

Según el méto­do dia­léc­ti­co de los con­cep­tos «fle­xi­bles», «fluc­tuan­tes», «abier­tos», «móvi­les», «borro­sos», etc., arri­ba expues­tos, pode­mos esta­ble­cer un míni­mo de tres nive­les con­cep­tua­les des­de más gene­ra­li­za­ción abar­ca­do­ra a más con­cre­ción teó­ri­ca y social:

- Las «más amplias masas explo­ta­das» están com­pues­tas por el pue­blo más fran­jas socia­les auto­ex­plo­ta­das, cas­tas inte­lec­tua­les y de pro­fe­sio­nes libe­ra­les, peque­ña bur­gue­sía y has­ta media­na bur­gue­sía some­ti­da a la opre­sión nacio­nal, por lo que sufre una domi­na­ción cul­tu­ral y polí­ti­ca, pero no eco­nó­mi­ca. Esta media­na bur­gue­sía aplau­de las medi­das anti­po­pu­la­res de la con­tra­rre­for­ma labo­ral del PP, por lo que pos­po­ne sus débi­les sen­ti­mien­tos nacio­na­les-bur­gue­ses a sus ver­da­de­ros intere­ses de cla­se pro­pie­ta­ria de algu­nas fuer­zas productivas.

- El «pue­blo tra­ba­ja­dor» for­ma­do por las masas explo­ta­das eco­nó­mi­ca, polí­ti­ca e ideo­ló­gi­ca­men­te. Dece­nas de miles de per­so­nas, des­de las muje­res y madres tra­ba­ja­do­ras, has­ta la ter­ce­ra edad aban­do­na­da a su suer­te, pasan­do por todas las fran­jas socia­les de exclui­dos, pre­ca­ri­za­dos, para­dos de lar­ga dura­ción, juven­tud sin futu­ro, etc., se carac­te­ri­za por tener una cier­ta con­cien­cia-para-sí con iden­ti­dad sobe­ra­nis­ta o inde­pen­den­tis­ta, ade­más de socia­lis­ta. Este com­po­nen­te iden­ti­ta­rio y refe­ren­cial es emi­nen­te­men­te polí­ti­co y de cla­se, aun­que con poca o muy poca con­cien­cia antipatriarcal.

- Y la cla­se obre­ra en cuan­to tal y que cons­ti­tu­ye la colum­na ver­te­bral de los dos ante­rio­res, por­que la explo­ta­ción asa­la­ria­da estruc­tu­ra la socie­dad ente­ra de for­ma obje­ti­va y nece­sa­ria, al mar­gen de las inter­pre­ta­cio­nes sub­je­ti­vis­tas e idea­lis­tas. De igual modo que el en «pue­blo tra­ba­ja­dor», la con­cien­cia-para-sí es vital para poder­se defi­nir como cla­se obre­ra en el sen­ti­do de la pala­bra. En una nación opri­mi­da, la con­cien­cia-para-sí a la fuer­za ha de ser inde­pen­den­tis­ta y socia­lis­ta, tras supe­rar el sobe­ra­nis­mo. El papel cen­tral del inde­pen­den­tis­mo socia­lis­ta para poder hablar de cla­se obre­ra en cuan­to tal vie­ne del hecho de que el Esta­do ocu­pan­te es deci­si­vo para el man­te­ni­mien­to de la explo­ta­ción nacio­nal de cla­se y patriar­cal, por lo que sólo la inde­pen­den­cia garan­ti­za por un Esta­do vas­co pue­de ase­gu­rar las con­di­cio­nes para un avan­ce al socialismo.

Los tres han de ser­vir­nos como guías de la polí­ti­ca de alian­zas que debe­mos rea­li­zar en nues­tra lucha comu­nis­ta con­tra el capi­ta­lis­mo impe­ria­lis­ta, en el que mal­vi­vi­mos. Muy bási­ca­men­te expues­to, excep­tuan­do a la peque­ña y media­na bur­gue­sía nacio­nal­men­te opri­mi­da en lo cul­tu­ral y en lo polí­ti­co, pero no en lo eco­nó­mi­co por­que ella mis­ma es explo­ta­do­ra, los tres blo­ques cons­ti­tu­yen lo que Marx defi­nió como «nación tra­ba­ja­do­ra»[209] la que al poner­se en movi­mien­to ate­mo­ri­za a la bur­gue­sía[210].

Las «más amplias masas explo­ta­das» van en aumen­to en todo el mun­do y tam­bién en los Esta­dos impe­ria­lis­tas más enri­que­ci­dos, en los que ade­más del empo­bre­ci­mien­to popu­lar cre­cien­te como efec­to, entre otras cau­sas, del dete­rio­ro de las con­di­cio­nes de vida de las cla­ses medias y de la peque­ña bur­gue­sía, sobre todo de la dis­mi­nu­ción de los sala­rios direc­tos e indi­rec­tos, de las ayu­das y pres­ta­cio­nes socia­les, de las inver­sio­nes públi­cas y, en sín­te­sis, de los ata­ques esta­ta­les. La cri­sis finan­cie­ra está gol­pean­do con espe­cial ensa­ña­mien­to a los sec­to­res socia­les que en los años de fal­sa abun­dan­cia se endeu­da­ron más allá de su poder de com­pra. Mien­tras que la gran bur­gue­sía acre­cien­ta su capi­tal y su poder, estas «amplias masas explo­ta­das» en las nacio­nes opri­mi­das ver cómo todos sus dere­chos sufren más y más agre­sio­nes. En este con­tex­to la media­na bur­gue­sía autóc­to­na tien­de a refu­giar­se bajo el para­guas de su her­ma­na la bur­gue­sía auto­no­mis­ta que está pro­te­gi­da por el Esta­do ocupante.

El «pue­blo tra­ba­ja­dor» va cons­ti­tu­yén­do­se como puen­te de cone­xión entre la cla­se obre­ra y esas masas explo­ta­das, dado que su for­ma de vida coti­dia­na, las rela­cio­nes viven­cia­les en los barrios no bur­gue­ses de las ciu­da­des y pue­blos le pone en con­tac­to con esas masas. Ade­más, como en casi todas las fami­lias popu­la­res hay gen­te obre­ra, sien­do por eso tam­bién fami­lias obre­ras con miem­bros en paro, pre­ca­ri­za­dos al extre­mo, etc., por esto mis­mo el «pue­blo tra­ba­ja­dor» tie­ne unas rela­cio­nes direc­tas con la cla­se obre­ra, sien­do muy fre­cuen­te­men­te una con­ti­nui­dad de ella. A la vez, es mucha la gen­te popu­lar que mili­ta o hace tarea volun­ta­ria en los movi­mien­tos popu­la­res, en la vida socio­po­lí­ti­ca y cul­tu­ral en barrios y pue­blos, rela­cio­na­dos o no con ayun­ta­mien­tos y otras ins­ti­tu­cio­nes bási­cas del poder.

La cla­se obre­ra con con­cien­cia-para-sí es el eje que cohe­sio­na a estos dos gran­des blo­ques, pero más al popu­lar que a las masas por­que éstas están más dis­tan­tes sobre todo en el nivel de con­cien­cia. La cen­tra­li­dad obre­ra vie­ne de dos fuer­zas: su lugar cla­ve en la pro­duc­ción y, por ello mis­mo, su capa­ci­dad de para­li­zar­la ponien­do en cre­cien­te peli­gro a la bur­gue­sía y a su Esta­do. Pero ambas fuer­zas deben estar acom­pa­ña­das por una legi­ti­mi­dad polí­ti­ca, teó­ri­ca y éti­ca sin la cual ese poder poten­cial, cons­ti­tu­yen­te cuan­do se acti­va, ape­nas ten­dría capa­ci­dad de engan­che y arran­que entre el «pue­blo tra­ba­ja­dor» y entre las «más amplias masas explotadas».

Aho­ra bien, para rea­li­zar su hege­mo­nía estre­chan­do los lazos con el «pue­blo tra­ba­ja­dor» y con las «más amplias masas explo­ta­das», la cla­se obre­ra ha de dotar­se de una orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria que sea a su vez el eje sobre el que pivo­te la lucha polí­ti­ca por y para la toma del poder, de la inde­pen­den­cia y del socia­lis­mo, para la vic­to­ria revo­lu­cio­na­ria en suma. Toda la expe­rien­cia acu­mu­la­da des­de comien­zos del siglo XIX, y des­de antes a otra esca­la, demues­tra la nece­si­dad de una orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria que no ten­ga que asu­mir las obli­ga­cio­nes de acuer­dos tác­ti­cos con la media­na bur­gue­sía y de acuer­dos estra­té­gi­cos con el res­to de las masas explo­ta­das. Estos acuer­dos tác­ti­cos así como la acción ins­ti­tu­cio­nal, elec­to­ral y par­la­men­ta­ria los ha de rea­li­zar un par­ti­do de masas, no una orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria, de vanguardia.

Del mis­mo modo, para agi­li­zar los lazos entre las luchas obre­ra, popu­lar y de masas, y garan­ti­zar la no buro­cra­ti­za­ción ni asi­mi­la­ción por el capi­tal del par­ti­do de masas, para eso los movi­mien­tos popu­la­res y el sin­di­ca­lis­mo socio­po­lí­ti­co han de man­te­ner una inde­pen­den­cia ope­ra­ti­va con res­pec­to al par­ti­do de masas, elec­to­ra­lis­ta e ins­ti­tu­cio­na­lis­ta y por ello muy expues­to a la inte­gra­ción y a la buro­cra­ti­za­ción inter­na. La expe­rien­cia his­tó­ri­ca es aplas­tan­te en estas deci­si­vas cues­tio­nes, y si bien es ver­dad que la con­cien­cia nacio­nal de cla­se es una cier­ta garan­tía con­tra esas ten­den­cias obje­ti­vas, tam­po­co es menos cier­to que la bur­gue­sía autóc­to­na tie­ne recur­sos bas­tan­te efec­ti­vos de inte­gra­ción de «su movi­mien­to obre­ro y popu­lar», inde­pen­den­tis­ta, en las redes del sis­te­ma auto­nó­mi­co con­ce­di­do por el Esta­do ocu­pan­te, o sea en el capitalismo.

La orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria tie­ne como obje­ti­vo prio­ri­ta­rio y deci­si­vo la con­quis­ta del poder polí­ti­co, del Esta­do, rea­li­za­da por ese blo­que his­tó­ri­co for­ma­do y nuclea­do por la cla­se obre­ra como eje del pue­blo tra­ba­ja­dor y de las más amplias masas explo­ta­das. ¿Para qué un poder esta­tal obre­ro y popu­lar? Vea­mos cua­tro res­pues­tas extraí­das de la prác­ti­ca de la huma­ni­dad explotada.

Una pri­me­ra nos la ofre­ce G. Bof­fa cuan­do cita una car­ta de un sol­da­do ruso a su fami­lia cam­pe­si­na escri­ta a final de verano de 1917: «Que­ri­do com­pa­dre, segu­ra­men­te tam­bién allí han oído hablar de bol­che­vi­ques, de men­che­vi­ques, de social-revo­lu­cio­na­rios. Bueno, com­pa­dre, le expli­ca­ré que son los bol­che­vi­ques. Los bol­che­vi­ques, com­pa­dre, somos noso­tros, el pro­le­ta­ria­do más explo­ta­do, sim­ple­men­te noso­tros, los obre­ros y los cam­pe­si­nos más pobres. Éste es su pro­gra­ma: todo el poder hay que dár­se­lo a los dipu­tados obre­ros, cam­pe­si­nos y sol­da­dos; man­dar a todos los bur­gue­ses al ser­vi­cio mili­tar; todas las fábri­cas y las tie­rras al pue­blo. Así es que noso­tros, nues­tro pelo­tón, esta­mos por este pro­gra­ma»[211].

Una segun­da nos la ofre­ce Lenin: «La úni­ca revo­lu­ción con­se­cuen­te­men­te demo­crá­ti­ca res­pe­to a cues­tio­nes como la del matri­mo­nio, el divor­cio y la situa­ción de los hijos natu­ra­les es, pre­ci­sa­men­te, la revo­lu­ción bol­che­vi­que. Y esta es una cues­tión que ata­ñe del modo más direc­to a los intere­ses de más de la mitad de la pobla­ción de cual­quier país. Sólo la revo­lu­ción bol­che­vi­que por pri­me­ra vez, a pesar de la infi­ni­dad de revo­lu­cio­nes bur­gue­sas que la pre­ce­die­ron y que se lla­ma­ban demo­crá­ti­cas, ha lle­va­do a cabo una lucha deci­di­da en dicho sen­ti­do, tan­to con­tra la reac­ción y el feu­da­lis­mo como con­tra la hipo­cre­sía habi­tual de las cla­ses pudien­tes y gober­nan­tes»[212].

Una ter­ce­ra la encon­tra­mos en E. Tous­saint, cuan­do nos recuer­da las siguien­tes pala­bras de Arthur Scar­gill, uno de los prin­ci­pa­les diri­gen­tes de la huel­ga de mine­ros bri­tá­ni­cos de 1984: «Nece­si­ta­mos un gobierno tan fiel a los intere­ses de los tra­ba­ja­do­res como el gobierno de M. That­cher lo es res­pec­to a los intere­ses de la cla­se capi­ta­lis­ta»[213]. Y por no abu­rrir, la cuar­ta nos la ofre­cen S. Leva­lle y L. Levin cuan­do este diri­gen­te cam­pe­sino hon­du­re­ño afir­ma con len­gua­je popu­lar y direc­to, sin tapu­jos, que «tene­mos que tomar el poder para que nos dejen de joder»[214], en alu­sión a las bru­ta­li­da­des repre­si­vas socio­po­lí­ti­cas prac­ti­ca­das des­pués del gol­pe de Esta­do de 2009 rea­li­za­do con la cola­bo­ra­ción de los Esta­dos Unidos.

El poder revo­lu­cio­na­rio está para ace­le­rar el trán­si­to al comu­nis­mo median­te la fase socialista.

Iña­ki Gil de San Vicente

Eus­kal Herria, 13 de mar­zo de 2012


[1] Engels La situa­ción de la cla­se obre­ra en Ingla­te­rra, Crí­ti­ca, OME 6, 1978, p. 280

[2] Para una expo­si­ción más deta­lla­da, véa­se I. Gil de San Vicen­te: La éti­ca mar­xis­ta como crí­ti­ca radi­cal de la éti­ca bur­gue­sa, 29-09-2002, a libre dis­po­si­ción en Internet.

[3] F. Vic­to­riano, «Exclu­sio­nes en el con­tex­to de una refle­xión crí­ti­ca. A modo de pre­sen­ta­ción», Exclu­sio­nes. Anth­ro­pos, 2011, p. 10.

[4] K. Marx, Crí­ti­ca de la filo­so­fía del Esta­do de Hegel, Crí­ti­ca, OME 5, 1978, p. 59.

[5] Una de las defi­cien­cias de muchas ver­sio­nes de la «bio­po­lí­ti­ca» es no deter­mi­nar el con­te­ni­do ideo­ló­gi­co de lo que deno­mi­nan «saber», uni­da a otra defi­cien­cia con­sis­ten­te en minus­va­lo­rar o negar el papel cru­cial del Esta­do en la ela­bo­ra­ción e impo­si­ción del «saber», de las nor­mas, de las dis­ci­pli­nas, en la for­ma­ción de «los públi­cos», de la geo­gra­fía social, etc. Aho­ra bien, tener en cuen­ta el Esta­do obli­ga a tener en cuen­ta la pro­pie­dad pri­va­da y la his­to­ria explo­ta­do­ra. Es por esto que tie­ne razón. En cuan­to al «bio­po­der», «bio­po­lí­ti­ca», etc., nos remi­ti­mos a J. Nazar: «la “pro­duc­ción bío­po­lí­ti­ca” ha exis­ti­do siem­pre. El capi­tal mis­mo es un con­jun­to de rela­cio­nes socia­les de pro­duc­ción e inter­cam­bios. Estas rela­cio­nes siem­pre han cons­ti­tui­do una red que ha expe­ri­men­ta­do, expe­ri­men­ta y expe­ri­men­ta­rá modi­fi­ca­cio­nes de estruc­tu­ra, pero será siem­pre un sis­te­ma reti­cu­lar. Esta red ha adqui­ri­do hoy una apa­rien­cia “inma­te­rial” gra­cias a la tele­má­ti­ca, por­que inme­dia­ti­za los flu­jos de la infor­ma­ción en la tra­ma reti­cu­lar del sis­te­ma, pero rin­de toda­vía más efi­caz el domi­nio del capi­tal sobre el tra­ba­jo, sobre todo, el asa­la­ria­do, que es bien con­cre­to». Jai­me Nazar Riquel­me: Acer­ca del libro Mul­ti­tud, de Hardt y Negri (I) y (II), 13 y 14 de julio de 2005 (www​.rebe​lion​.org).

[6] T. Borin­vinsky y E. Taub: «Bio­po­lí­ti­ca y nazis­mo: Una lec­tu­ra del geno­ci­dio moderno», Ras­tros y ros­tros de la bio­po­lít­ca, Anth­ro­pos, 2009, pp. 147 – 165.

[7] J. P. Gar­nier: Con­tra los terri­to­rios del poder, Virus, 2006, p. 22:

[8] M. Royt­man Rosen­mann ¿Exis­ten las cla­ses socia­les?, 24 de agos­to de 2010 ( www.jornada.unam.mex).

[9] T. Sha­nin: «El mar­xis­mo y las tra­di­cio­nes revo­lu­cio­na­rias ver­ná­cu­las», El Marx tar­dío y la vía rusa, Edit. Revo­lu­ción, 1990, p. 306.

[10] Caro­li­na Mar­tí­nez Puli­do: El papel de la mujer en la evo­lu­ción huma­na, Biblio­te­ca Nue­va, Madrid 2003, p. 29.

[11] Lour­des Mén­dez: Antro­po­lo­gía femi­nis­ta, Edit. Sin­te­sis, 2008, pp. 233 – 235.

[12] Dixie Edith: Esta­dís­ti­cas en feme­nino, 17 de sep­tiem­bre de 2012 (www​.rebe​lion​.org).

[13] Arte­mi­sa: Cien­cia, en feme­nino, 3 de octu­bre de 2011 (www​.boltxe​.info).

[14] 8 de enero de 2009 (www​.elnor​te​de​cas​ti​lla​.es).

[15] 5 de noviem­bre de 2008 (www​.peri​do​di​co​di​gi​tal​.com​.mx).

[16] 23 de febre­ro de 2010 (www​.elpais​.com).

[17] K. Marx y F. Engels: Mani­fies­to del Par­ti­do Comu­nis­ta, Crí­ti­ca, OME 9, 1978, p. 154.

[18] 6 de mar­zo de 2012 (www​.cin​co​dias​.com).

[19] 6 de mar­zo de 2012 (www​.publi​co​.es).

[20] M. Quei­roz: Cri­sis lan­za muje­res a la pros­ti­tu­ción, 19 de octu­bre de 2011 (www​.rebe​lion​.org).

[21] 22 de junio de 2011 (www​.gara​.net).

[22] 7 de mar­zo de 2012 (ww​.expan​sion​.com).

[23] 8 de noviem­bre de 2009 (ww​.rebe​lion​.org).

[24] 15 de diciem­bre de 2011 (www​.abc​.es).

[25] C. Sali­nas Mal­do­na­do: La ruta de las que serán vio­la­das, 10 de febre­ro de 2012 (www​.boltxe​.info).

[26] La vio­la­ción de los hom­bres ven­ci­dos por los ven­ce­do­res ha sido y es una prác­ti­ca fre­cuen­te, des­ti­na­da no sólo a infli­gir dolor físi­co duran­te la tor­tu­ra, sino ade­más y sobre todo a des­truir la auto­es­ti­ma varo­nil indi­vi­dual y la auto­es­ti­ma del pue­blo ven­ci­do y ocu­pa­do median­te su femi­ni­za­ción pasi­va sim­bo­li­za­da en la vio­la­ción de sus hom­bres. En Eus­kal Herria se han pre­sen­ta­do denun­cias por la vio­la­ción de dete­ni­das y dete­ni­dos duran­te las tor­tu­ras, y muy recien­te­men­te, el tor­tu­ra­dor israe­lí Doron Zaha­vi quie­re ser con­de­co­ra­do si se le per­mi­te sodo­mi­zar a los ára­bes, véa­se E. Sil­vers­tein en (www​.rebe​lion​.org) 13 de febre­ro de 2012.

[27] Car­men Ale­many: «Vio­len­cias», Dic­cio­na­rio Crí­ti­co del Femi­nis­mo, Edit. Sín­te­sis, 2003, pp. 291 – 293.

[28] 6 de julio de 2011 (www​.publi​co​.es).

[29] Regi­na Mar­tí­nez: Nue­vo sexis­mo, vie­jo capi­ta­lis­mo, 7 de febre­ro de 2012 (www​.boltxe​.info).

[30] Chris­tia­ne Marty: Impac­to de la cri­sis y la aus­te­ri­dad sobre las muje­res, 5 de diciem­bre de 2011 (www​.rebe​lion​.org).

[31] S. Raven­tós: Cri­sis eco­nó­mi­ca y salud men­tal, 28 de febre­ro de 2010 (www.sinpermiso).

[32] Arlie Rus­sell Hochs­child: La mer­can­ti­li­za­ción de la vida inti­ma, Katz Edit., 2008, p. 281.

[33] 11 de enero de 2012 (www​.abc​.es).

[34] Jesús Ville­na: Orga­ni­za­ción del tra­ba­jo y cog­ni­ción en la sala de con­trol, Socio­lo­gía del Tra­ba­jo, Siglo XXI, 1997, nº 29, p. 42.

[35] 30 de juni­do de 2010 (www​.iar​no​ti​cias​.com).

[36] 7 de mar­zo de 2012 (www​.elnue​vo​des​per​tar​.word​press​.com).

[37] Clau­dia Maz­zei Noguei­ra: La divi­sión sexual del tra­ba­jo y de la repro­duc­ción: una refle­xión teó­ri­ca, 10 de febre­ro de 2012 (www​.boltxe​.info).

[38] 7 de mar­zo de 2012 (www​.elpais​.com).

[39] Catha­ri­ne A. Mac­Kin­non: «Hacia una teo­ría femi­nis­ta del Esta­do», Femi­nis­mos, nº 27, 1995, p. 288.

[40] Evelyn Reed: «La mujer: ¿cas­ta, cla­se o sexo opri­mi­do?», Mar­xis­mo Vivo, año II, nº 2, octu­bre de 2011, pp. 213 – 226.

[41] Sil­via Fede­ri­ci: Cali­bán y la bru­ja. Muje­res, cuer­po y acu­mu­la­ción ori­gi­na­ria. Tra­fi­can­tes de sue­ños, 2010, pp. 78 – 85.

[42] Hero­do­to en el Libro Segun­do, Euter­pe, de Los nue­ve libros de la his­to­ria, Euro­li­ber, 1990, pp 87 – 143, nos ofre­ce una valio­sa infor­ma­ción sobre los pri­me­ros deba­tes acer­ca de la «cues­tión nacio­nal», en el pro­ce­so de asen­ta­mien­to del pue­blo egip­cio. Y Ana María Váz­quez, en «Anti­guo Egip­to», His­to­ria de la Huma­ni­dad, Arlan­za Edic., 2000, tomo 4, p. 19., expli­ca que las más anti­guas repre­sen­ta­cio­nes de extran­je­ros en Egip­to corres­pon­den a pri­sio­ne­ros de gue­rra, refor­zan­do la deli­mi­ta­ción fron­te­ri­za del Esta­do egip­cio con res­pec­to a todo lo exte­rior, teni­do como un caó­ti­co peligro.

[43] J. Iba­rra Cues­ta ha estu­dia­do la auto­gé­ne­sis de la nación cuba­na a par­tir de las revo­lu­cio­nes de la segun­da mitad del siglo XIX y su con­cre­ción a par­tir de los deba­tes sobre las ban­de­ras en 1940, mos­tran­do la impor­tan­cia cla­ve de la lucha inde­pen­den­tis­ta, del poder y del Esta­do para la cons­truc­ción nacio­nal. Tam­bién es muy reve­la­do­ra su crí­ti­ca a la inca­pa­ci­dad del comu­nis­mo de obe­dien­cia rusa en aque­lla épo­ca para com­pren­der la impor­tan­cia eman­ci­pa­do­ra del sen­ti­mien­to nacio­nal: Patria, etnia y nación, Cien­cias Socia­les, La Haba­na 2009, p. 266.

[44] D. Rodrí­guez Duch: «Los con­flic­tos terri­to­ria­les de los pue­blos indí­ge­nas en la Pata­go­nia», en Memo­ria, nº 167, enero de 2003.

[45] P. Mama­ni Rodrí­guez: Tie­rra-terri­to­rio y el poder indí­ge­na-popu­lar en Boli­via, noviem­bre de 2009 (www​.rcci​.net/​g​l​o​b​a​l​i​z​a​c​ion).

[46] L. Mar­tí­nez: La dimen­sión social del terri­to­rio, 14 de sep­tiem­bre de 2009 (www​.rebe​lion​.org).

[47] Th.Jordan: «La psi­co­lo­gía de la terri­to­ria­li­dad en los con­flic­tos», Psi­co­lo­gía Polí­ti­ca, Valen­cia, nº 13, 1996, pp. 53 – 54.

[48] Caro­li­na Mar­tí­nez Puli­do: El papel de la mujer en la evo­lu­ción huma­na, Biblio­te­ca Nue­va, Madrid 2003, pp. 231 – 248.

[49] Sacra­men­to Mar­tí y Ángel Pes­ta­ña: Sexo: natu­ra­le­za y poder, Nues­tra Cul­tu­ra, 1983, pp. 30 – 31.

[50] Bár­ba­ra Ehren­reich: Ritos de San­gre. Orí­ge­nes e His­to­ria de las Pasio­nes de la Gue­rra, Espa­sa Cal­pe, 2000, p. 130.

[51] U. Melot­ti: El hom­bre entre la natu­ra­le­za y la his­to­ria, Penín­su­la, 1981, pp. 309 – 310. Tam­bién, I. Eibl-Eibes­feldt: La socie­dad de la des­con­fian­za, Her­der, 1996, p. 97 – 98.

[52] I. Gil de San Vicen­te, El socia­lis­mo debe inte­grar la pra­xis comu­ne­ra, 29 de enero de 2012, a libre dis­po­si­ción en la Red.

[53] P. Rodrí­guez: Dios nació mujer, Edic. Sine­qua­non, 1999, p. 293.

[54] F. Gra­cia Alon­so, La gue­rra en la Pro­to­his­to­ria, Ariel, 2003. p. 39.

[55] R. Osbor­ne: Civi­li­za­ción, Crí­ti­ca, 2006. p. 283.

[56] P. Vilar indi­ca que en el siglo XIII un poe­ma ale­mán deja cons­tan­cia de la apa­ri­ción de la «cla­se usu­re­ra», como «cuar­ta cla­se» en cuan­to inci­pien­te bur­gue­sía. Ini­cia­ción al voca­bu­la­rio del aná­li­sis mar­xis­ta, Crí­ti­ca, 1980, p.115.

[57] Marx y Engels: «Car­ta a R. Meyer 19−07−1893», Car­tas sobre El Capi­tal, Laia 1974, p. 306.

[58] A. C. Diners­tein: «Reco­bran­do la mate­ria­li­dad: el des­em­pleo y la sub­je­ti­vi­dad invi­si­ble del tra­ba­jo» El tra­ba­jo en deba­te.. Edit. Herra­mien­ta. 2009. pp 243 – 268.

[59] Leo­pol­do Már­mo­ra: El con­cep­to socia­lis­ta de nación. PYP. N.º 96. Argen­ti­na. 1986. pp. 98 – 116.

[60] R. Haes­baert: El mito de la des­te­rri­to­ria­li­za­ción, Siglo XXI, 2011, p. 304

[61] La extre­ma dere­cha neo­li­be­ral, repre­sen­ta­da por el Ban­co Mun­dial, exi­ge en estos momen­tos a Chi­na Popu­lar «menos Esta­do y más mer­ca­do», para ace­le­rar el triun­fo defi­ni­ti­vo del capi­ta­lis­mo en aquel país, 28 de febre­ro de 2012 (www​.ipe​.org​.pe).

[62] Ig. Bru­net y A. Bel­zu­ne­gui: Estra­te­gias de empleo y mul­ti­na­cio­na­les, Ica­ria, 1999, pp.155 – 156.

[63] J. E. Sti­glitz: Socia­lis­mo esta­dou­ni­den­se para los ricos, 8 de junio de 2009 (www​.pro​jet​-syn​di​ca​te​.org).

[64] A. Sote­lo Valen­cia: El papel del Esta­do en la cri­sis con­tem­po­rá­nea del capi­ta­lis­mo, 12 de mar­zo de 2012 (www​.rebe​lion​.org).

[65] T. Eagle­ton: Por qué Marx tenía razón, Penín­su­la, 2011, pp.188 – 200.

[66] K. Marx y F. Engels: «Car­ta a Star­ken­burg de 1 de enero de 1894», Car­tas sobre El Capi­tal, ops. cit., pp. 307 – 310. Esta car­ta con­tie­ne una de las mejo­res expli­ca­cio­nes resu­mi­das del mate­ria­lis­mo his­tó­ri­co y de la teo­ría del Esta­do, en la que Engels mues­tra la dia­léc­ti­ca entre todos los com­po­nen­tes de la reali­dad social, reafir­man­do la impor­tan­cia de los fac­to­res sub­je­ti­vos, de la tra­di­ción y has­ta de la psi­co­lo­gía colec­ti­va, de la geo­gra­fía, etc., en la evo­lu­ción social, y reafir­man­do sin amba­ges y con letras mayús­cu­las que «No es cier­to que la base eco­nó­mi­ca SEA LA CAUSA, QUE SEA LA ÚNICA ACTIVA y que todo lo demás no sea más que acción pasi­va. Por el con­tra­rio, hay una acción recí­pro­ca sobre la base de la nece­si­dad eco­nó­mi­ca que siem­pre domi­na EN ÚLTIMA INSTANCIA. El Esta­do, por ejem­plo, actúa median­te el pro­tec­cio­nis­mo, el libre cam­bio, median­te una bue­na o mala fiscalidad».

[67] I. M. Beo­bi­de Ezpe­le­ta y L. I. Gor­di­llo Pérez: La natu­ra­le­za del Esta­do, Tec­nos, 2012. p. 11

[68] P. Pao­lo Por­ti­na­ro: Esta­do, Cla­ves, Bue­nos Aires, 2003, p. 87.

[69] Bea­triz Nava­rro: La UE finan­cia las acti­vi­da­des de par­ti­dos de extre­ma dere­cha, 11 de mar­zo de 2012 (www​.rebe​lion​.org).

[70] Danie­le Gan­ser, Los ejér­ci­tos secre­tos de la OTAN, El Vie­jo Topo, 2010. p. 339

[71] 7 de mar­zo de 2012 (www​.elpais​.com).

[72] I. Bru­net y A. Morell: Cla­ses, edu­ca­ción y tra­ba­jo. Trot­ta. 1998, p.: 47 – 158. En este tex­to encon­tra­mos ade­más una váli­da expo­si­ción de las dife­ren­tes teo­rías sobre las cla­ses sociales.

[73] Ana Riva­deo, Pala­bra y vio­len­cia: sobre una epis­te­mo­lo­gía del terror, www​.insur​gen​te​.org 17-01-2012

[74] A. Borón: Los “des­apa­re­ci­dos” del impe­rio, 12 de enero de 2012 (www​.rebe​lion​.org).

[75] Pren­sa Lati­na: Cri­ti­can la hola de vio­len­cia y muer­tes en Hon­du­ras, 12 de mar­zo de 2012 (www​.rebe​lion​.org).

[76] F. J. Tira­do Serrano: «Cine­po­lí­ti­ca y cine­va­lor. La “Gran Trans­for­ma­ción” en la bio­po­lí­ti­ca», Ros­tros y ras­tros de la bio­po­lí­ti­ca, Anth­to­pos, 2009, pp. 93 – 114.

[77] D. Sibony: «De la indi­fe­ren­cia en mate­ria de polí­ti­ca», Locu­ra y socie­dad segre­ga­ti­va, Ana­gra­ma, 1976, p. 108.

[78] K. Marx: «El feti­chis­mo de la mer­can­cía, y su secre­to», El Capi­tal, FCE, 1973, libro I, pp. 36 – 47.

[79] I. I. Rubin, Ensa­yos sobre la teo­ría mar­xis­ta del valor, PyP, N.º 53, 1974. Pp.53 – 54

[80] David Har­vey: Los lími­tes del capi­ta­lis­mo y la teo­ría mar­xis­ta, FCE, 1990, p. 451.

[81] Göran Ther­born: ¿Cómo domi­na la cla­se domi­nan­te?, Siglo XXI, 1979, p. 161.

[82] Göran Ther­born: ops. cit., p. 162.

[83] Göran Ther­born: La ideo­lo­gía del poder y el poder de la ideo­lo­gía, Siglo XXI, 1987, p. 70.

[84] Ralph Mili­band: El Esta­do en la socie­dad capi­ta­lis­ta, Siglo XXI, 1980, pp. 211 – 254.

[85] Ralph Mili­band: Mar­xis­mo y polí­ti­ca, Siglo XXI, 1978, p. 118.

[86] Abram de Swaam: A car­go del Esta­do, Edic. Poma­res- Corre­dor, Bar­ce­lo­na 1992.

[87] Ales­san­dro De Gior­gi: Tole­ran­cia Cero, Virus, Bar­ce­lo­na 2005.

[88] Suzan­ne de Brunhoff: Esta­do y capi­tal, Edit. Villa­lar, 1978, p. 159.

[89] M. Coque Durán: Los des­cla­sa­dos, 28 de agos­to de 2010 (www​.rebe​lion​.org).

[90] 7 de sep­tiem­bre de 2011 (www​.cin​co​dias​.com).

[91] M. Sacris­tán: «El tra­ba­jo cien­tí­fi­co en Marx y su noción de cien­cia», Sobre Marx y mar­xis­mo, Ica­ria, 1983, tomo I, pp. 317 – 367.

[92] Marx: «Car­ta a Kugel­mann» del 27 de junio de 1870, Marx/​Engel Car­tas sobre El Capi­tal, Laia, 1974, p. 203.

[93] J. Muñoz: «Filo­so­fía de la pra­xis y teo­ría gene­ral del méto­do», Lec­tu­ras de filo­so­fía con­tem­po­rá­nea, Cua­der­nos Mate­ria­les, 1978, pp. 194 – 195.

[94] J. Oso­rio: «Crí­ti­ca de la cien­cia vul­gar: Sobre epis­te­mo­lo­gía y méto­do en Marx», Herra­mien­ta, N. º 26, julio de 2004, p. 100.

[95] Marx lo defi­ne como «tra­ba­ja­dor colec­ti­vo» en el modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta, o como «la gran masa pro­duc­ti­va de la pobla­ción» refi­rién­do­se a los escla­vos y escla­vas en la Roma impe­rial, tal como sos­tie­ne en El die­cio­cho Bru­ma­rio de Luis Bonaparte. 

[96] J. Zele­ný: La estruc­tu­ra lógi­ca de El Capi­tal de Marx, Gri­jal­bo, 1974, pp. 21 – 185.

[97] P. Vilar: Ini­cia­ción al voca­bu­la­rio del aná­li­sis mar­xis­ta, Crí­ti­ca, 1989, pp. 128 – 129.

[98] K. Marx: Car­ta a Joseph Wey­de­me­yer de 5 de mar­zo de 1852, Obras Esco­gi­das, Pro­gre­so 1978, vol. I, p. 542.

[99] K. Marx: His­to­ria crí­ti­ca de la teo­ría de la plus­va­lía, Ven­ce­re­mos, 1965, vol. II, p. 264.

[100] Neka­ne Jura­do en La situa­ción de la mujer ante la con­cien­cia de cla­se, IPES, 2012, p. 4, habla del mar­xis­mo como «teo­ría tan com­ple­ta», lo que es inco­rrec­to por­que, como inten­ta­mos expli­car, la mis­ma natu­ra­le­za dia­léc­ti­ca del mar­xis­mo se lo impi­de, más aún, se lo exi­ge. De hecho, si algu­na vez el mar­xis­mo pudie­ra lle­gar a ser «com­ple­to» eso sería en el momen­to mis­mo de su extin­ción his­tó­ri­ca como teo­ría váli­da siem­pre en avan­ces por la sim­ple razón de que la huma­ni­dad habrá lle­ga­do ya al comu­nis­mo. Enton­ces, el mar­xis­mo se habrá «com­ple­ta­do» y se extin­gui­rá dan­do paso a otra for­ma de pen­sa­mien­to, de cien­cia, de arte, de cul­tu­ra, de rela­cio­nes huma­nas, etc., inima­gi­na­bles des­de nues­tra alie­na­da men­te actual.

[101] E. P. Thom­pson: La for­ma­ción his­tó­ri­ca de la cla­se obre­ra, LAIA, Bar­ce­lo­na 1977, tomo I, p. 9.

[102] D. Laca­lle: La estruc­tu­ra de cla­ses en el capi­ta­lis­mo, FIM, 199, p. 125.

[103] Trotsky: Bol­che­vis­mo y esta­li­nis­mo, El Yun­que Edi­to­ra, 1973, p. 61.

[104] W. Bone­feld: «Cla­se y cons­ti­tu­ción», Lucha de cla­ses, Anta­go­nis­mo social y mar­xis­mo crí­ti­co, Herra­mien­ta, Argen­ti­na, 2004, p. 61.

[105] E. V. Ilyen­kov: Dia­léc­ti­ca de lo abs­trac­to y de lo con­cre­to en El Capi­tal de Marx, ER Edi­tor, 2007, p. 369.

[106] K. Marx, El Capi­tal, FCE, 1973, p. XXIV.

[107] R. Gallis­sot: «Con­tra el feti­chis­mo», El con­cep­to de «for­ma­ción eco­nó­mi­co-social», PyP, nº 39, 1976, p. 176.

[108] R. Gallis­sot: «Con­tra el feti­chis­mo», ops. cit., p. 177.

[109] Ale­xan­dra Guét­ma­no­va: Lógi­ca, Edit. Pro­gre­so, 1989. p. 61.

[110] M. Her­nan­do Cal­vi­ño: «Acla­ran­do la lógi­ca borro­sa», Revis­ta Cuba­na de Físi­ca, Vol. 20, nº 2, 2003. 

[111] M. M. Rosen­tal: Prin­ci­pios de Lógi­ca Dia­léc­ti­ca, Edic. Pue­blos Uni­dos, Mon­te­vi­deo, 1965, p. 335.

[112] C. Katz, Cla­ses, esta­dos e ideo­lo­gías impe­ria­les, 28 de agos­to de 2011 (www​.lahai​ne​.org).

[113] Lenin: Una gran ini­cia­ti­va, Obras Com­ple­tas, Pro­gre­so, 1986, tomo 39, pp. 21 – 22.

[114] Para una crí­ti­ca del uso de «mul­ti­tud» por Negri, que no por Marx y Lenin, léa­se I. Gil de San Vicen­te: ¿Mar­xis­mo del siglo XXI?, Uni­ver­si­dad Cen­tral de Ecua­dor, 2007, p. 175 y ss.

[115] R. Gandy: Intro­duc­ción a la socio­lo­gía his­tó­ri­ca mar­xis­ta, ERA, 1978, p. 177.

[116] D. Ben­said, Teo­re­mas de la resis­ten­cia a los tiem­pos que corren, 13 de noviem­bre de 2004 (vientosur@​vientosur.​info).

[117] P. Vilar: Ini­cia­ción al voca­bu­la­rio del aná­li­sis his­tó­ri­co, Crí­ti­ca, 1980, p. 129.

[118] Lenin: Una gran ini­cia­ti­va, OPS. cit., tomo 39, p. 16.

[119] Grams­ci, «Demo­cra­cia Obre­ra», Anto­lo­gía, Siglo XXI, 1980, pp. 58 – 62. Bas­ta este tex­to para des­cu­brir la pro­fun­da iden­ti­dad en lo esen­cial entre Lenin y Grams­ci, y el sofis­ti­ca­do nivel teó­ri­co del ita­liano para ana­li­zar la com­ple­ji­dad de la cla­se obre­ra, la rique­za de sus frac­cio­nes y sec­to­res, las rela­cio­nes con otras capas explo­ta­das, con el cam­pe­si­na­do, etc., y la inter­re­la­ción que debe esta­ble­cer­se entre los comi­tés de empre­sa y los comi­tés de barrio, para avan­zar en lo que más tar­de deno­mi­na­ría «blo­que his­tó­ri­co» que debía estar diri­gi­do por la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Véa­se tam­bién, Con­se­jos de fábri­ca y Esta­do de la cla­se obre­ra, Col. R, 1973.

[120] Lenin: Una gran ini­cia­ti­va, OPS. cit., tomo 39, p. 18.

[121] R. Bar­tra: Bre­ve dic­cio­na­rio de socio­lo­gía mar­xis­ta, Gri­jal­bo, 1973, pp. 44 – 45.

[122] Mario Tron­ti: Obre­ros y capi­tal, Akal, Madrid 2001, pp. 10 – 11.

[123] AA.VV.: La estruc­tu­ra de la cla­se obre­ra en los paí­ses capi­ta­lis­tas, Paz y Socia­lis­mo, Pra­ga 1963, p. 5.

[124] AA.VV.: La estruc­tu­ra de la cla­se obre­ra en los paí­ses capi­ta­lis­tas, ops. cit., p. 278.

[125] M. Bou­vier Ajam y Gil­bert Mury: Las cla­ses socia­les y el mar­xis­mo, Pla­ti­na, Bue­nos Aires 1965, p. 51.

[126] P. Gue­da: «A pro­pó­si­tos de las lla­ma­das “capas medias”», Crí­ti­ca de la eco­no­mía polí­ti­ca, Fon­ta­ma­ra, 1977, p. 178.

[127] E. Bali­bar: Sobre la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do, Siglo XXI, 1977, pp. 65 – 66.

[128] J.F. Teza­nos: Las infra­cla­ses en la estruc­tu­ra social, Sis­te­ma, 1996, nº 131, p. 13.

[129] M. Hus­son: «Tra­ba­jar más para ganar menos», Le Mon­de Diplo­ma­ti­que, nº 138, abril 2007.

[130] Alès­si Dell’Umbria: ¿Chus­ma? A pro­pó­si­to de la quie­bra del víncu­lo social, el final de la inte­gra­ción y la revuel­ta del oto­ño de 2005 en Fran­cia, Pepi­tas de cala­ba­za, 2006, p. 135.

[131] R. Cas­tel: La meta­mor­fo­sis de la cues­tión social, Pai­dós, 1997, p. 466.

[132] R. Antu­nes: «La meta­mor­fo­sis y la cen­tra­li­dad del tra­ba­jo, hoy», El Futu­ro del Tra­ba­jo, Edit. Com­plu­ten­se, 1999, p. 43.

[133] P. Cam­mack: «Ata­que a los pobres», New Left Review, 2002, nº 13, p. 104.

[134] Manuel Frey­tas: Ham­bre: El dile­ma del capi­ta­lis­mo con la «pobla­ción sobran­te»: mer­can­cía sin ren­ta­bi­li­dad, 26 de sep­tiem­bre de 2009, (www​.apo​rrea​.org).

[135] R. Bra­cho: La nue­va cla­se social, los exclui­dos, 7 de enero de 2012 (www​.kao​sen​la​red​.net).

[136] M. Colus­si: «Pobre­ta­ria­do» ¿nue­vo suje­to revo­lu­cio­na­rio?, 27 de sep­tiem­bre de 2009 (www​.rebe​lion​.org).

[137] A. Pique­ras: Nue­vo pro­le­ta­ria­do. ¿Nue­vas luchas?, 17 de enero de 2011 (www​.socia​lis​mo21​.net).

[138] K. Marx: Car­ta a Annen­kov de 1846, Obras Esco­gi­das, Edit. Pro­gre­so Mos­cú, 1978, tomo I, p. 541.

[139] K. Marx y F. Engels: Mani­fies­to del Par­ti­do Comu­nis­ta, ops. cit., tomo I, pp. 129 – 140.

[140] K. Marx y F. Engels: Nue­va Gace­ta Rena­na, Crí­ti­ca, OME 9, 1978, pp. 337 – 355.

[141] K. Marx y F. Engels: Nue­va Gace­ta Rena­na, Crí­ti­ca, ops. cit., p.356.

[142] K. Marx y F. Engels: Nue­va Gace­ta Rena­na, Crí­ti­ca, ops. cit., pp. 350 – 360.

[143] K. Marx y F. Engels: Nue­va Gace­ta Rena­na, Crí­ti­ca, ops. cit., p. 342.

[144] K. Marx y F. Engels: Men­sa­je del Comi­té Cen­tral a la Liga de los Comu­nis­tas, ops. cit., tomo I, p. 182.

[145] K. Marx y F. Engels: Men­sa­je del Comi­té Cen­tral a la Liga de los Comu­nis­tas, ops. cit., p. 184.

[146] K. Marx y F. Engels: Men­sa­je del Comi­té Cen­tral a la Liga de los Comu­nis­tas, ops. cit., p. 184.

[147] K. Marx y F. Engels: Men­sa­je del Comi­té Cen­tral a la Liga de los Comu­nis­tas, ops. cit., p. 186.

[148] K. Marx: La lucha de cla­ses en Fran­cia de 1848 a 1850, ops. cit., tomo I, pp. 218 – 219.

[149] K. Marx y F. Engels: Mani­fies­to del Par­ti­do Comu­nis­ta, ops. cit., tomo I, p. 127.

[150] K. Marx: La gue­rra civil en Fran­cia, Obras Esco­gi­das, Edit. Pro­gre­so, Mos­cú 1978, tomo II, p. 238.

[151] K. Marx: La gue­rra civil en Fran­cia, ops. cit., tomo II, p. 240.

[152] F. Engels: Revo­lu­ción y con­tra­rre­vo­lu­ción en Ale­ma­nia, ops. cit., tomo I, p. 311.

[153] Engels: refa­cio a La gue­rra cam­pe­si­na en Ale­ma­nia, Obras Esco­gi­das, ops. cit., tomo II, pp. 174 – 175.

[154] F. Engels, La situa­ción de la cla­se obre en Ingla­te­rra, Crí­ti­ca, OME 6, 1978, p. 272.

[155] K. Marx: His­to­ria crí­ti­ca de la teo­ría de la plus­va­lía, Ven­ce­re­mos, La Haba­na 1964, vol. II, p. 85.

[156] K. Marx: His­to­ria crí­ti­ca de la teo­ría de la plus­va­lía, ops. cit., p. 260.

[157] K.Marx: His­to­ria crí­ti­ca de la teo­ría de la plus­va­lía, ops. cit., p. 271.

[158] K. Marx: El Capi­tal, FCE, Méxi­co 1973, vol. III, p. 562.

[159] Göran Ther­born: «La zona de penum­bra del capi­tal», New Left Review, nº 22, Madrid 2000, p. 157.

[160] K. Marx: His­to­ria crí­ti­ca de la teo­ría de la plus­va­lía, ops. cit., p. 272.

[161] K. Marx: «La encues­ta Obre­ra», El pro­ce­so de inves­ti­ga­ción cien­tí­fi­ca, Edit. Tri­llas, Méxi­co 1985, pp. 136 – 141.

[162] R. Cas­tel: La meta­mor­fo­sis de la cues­tión social, Pai­dós, Bar­ce­lo­na 1997, p. 466.

[163] R. Huer­tas: Neo­li­be­ra­lis­mo y polí­ti­cas de la salud, El Vie­jo Topo, Bar­ce­lo­na 1998, p. 40 y ss.

[164] M. Nico­laus: El Marx des­co­no­ci­do. Pro­le­ta­ria­do y cla­se media en Marx, Ana­gra­ma, Bar­ce­lo­na 1972, pp. 98 – 99.

[165] B. Coriat: Cien­cia, téc­ni­ca y capi­tal, Edic. Blu­me, Madrid 1976, pp. 56 – 60.

[166] D. Laca­lle: «Los lími­tes de la cla­se obre­ra», Nue­vas tec­no­lo­gías y cla­se obre­ra, FIM, 1989, pp. 219 – 222.

[167] H. Cor­tés: La impor­tan­te Cla­se Media y su estruc­tu­ra men­tal egoís­ta, 25 de enero de 2012 (www​.apo​rrea​.org).

[168] F. Engels: Revo­lu­ción y con­tra­rre­vo­lu­ción en Ale­ma­nia, Obras Esco­gi­das, Pro­gre­so, tomo I, p. 311.

[169] F. Engels: Pre­fa­cio a La gue­rra cam­pe­si­na en Ale­ma­nia, Obras Esco­gi­das, tomo II, pp. 174 – 175.

[170] F. Engels: La situa­ción de la cla­se obre­ra en Ingla­te­rra, Crí­ti­ca, 1978, p.340.

[171] F. Engels: «Car­ta a Tura­ti del 26 de enero de 1894», Corres­pon­den­cia, 1973 pp. 414 – 415.

[172] F. Engels: «Car­ta a Tura­ti…», ops. cit., p. 416.

[173] F. Engels: «Car­ta a Tura­ti…», ops. cit., p. 417.

[174] Trotsky: 1905 Resul­ta­dos y pers­pec­ti­vas, Rue­do Ibé­ri­co, 1971, tomo 1, p. 52

[175] Trotsky: 1905 Resul­ta­dos y pers­pec­ti­vas, ops. cit., p. 104.

[176] Trotsky: 1905 Resul­ta­dos y pers­pec­ti­vas, ops. cit., p. 107.

[177] Trotsky: 1905 Resul­ta­dos y pers­pec­ti­vas, ops. cit., p. 109.

[178] Trotsky: 1905 Resul­ta­dos y pers­pec­ti­vas, ops. cit., p.1 89.

[179] Rosa Luxem­burg: Huel­ga de masas, par­ti­do y sin­di­ca­tos, Gri­jal­bo, 1975, p. 40.

[180] Rosa Luxem­burg: Huel­ga de masas, par­ti­do y sin­di­ca­tos, ops. cit., p. 96 – 99.

[181] Rosa Luxem­burg: Huel­ga de masas, par­ti­do y sin­di­ca­tos, ops. cit., p. 117.

[182] Rosa Luxem­burg, «Una vez más el expe­ri­men­to bel­ga», Deba­te sobre la huel­ga de masas, PyP, nº 62, Car­ta­go, 1975, p. 110.

[183] K. Kautsky: La revo­lu­ción social. El camino del poder, PyP, 1978, nº 68, p. 316.

[184] AA.VV.: Los cua­tro pri­me­ros con­gre­sos de la inter­na­cio­nal comu­nis­ta, PyP, nº 47, 1973, pp. 55 – 56.

[185] AA.VV.: Los cua­tro pri­me­ros con­gre­sos de la inter­na­cio­nal comu­nis­ta, ops. cit., p. 183.

[186] Mao: Aná­li­sis de las cla­ses en la socie­dad chi­na, Obras Esco­gi­das, Fun­da­men­tos, 1974, tomo I, p. 14

[187] Mao: Sobre el gobierno de coa­li­ción, ops. cit., tomo III, p. 224.

[188] Mao: Sobre el gobierno de coa­li­ción, ops. cit., tomo III, p. 267.

[189] Mao: Sobre el pro­ble­ma de la bur­gue­sía nacio­nal y de los shenshi sen­sa­tos, ops. cit., tomo IV p. 213.

[190] Mao: Infor­me ante la II Sesión Ple­na­ria del Comi­té Cen­tral ele­gi­do en el VII Con­gre­so Nacio­nal del Par­ti­do Comu­nis­ta de Chi­na, ops. cit., tomo IV, p. 381.

[191] R. Zibe­chi: «Vigen­cia de la lucha de cla­ses», La toma del poder, el suje­to y la lucha de cla­ses, 16 de febre­ro de 2005 (www​.rebe​lion​.org).

[192] I. Gil de San Vicen­te, Poder adul­to y eman­ci­pa­ción juve­nil, 24 de febre­ro de 2010 (www​.matxin​gu​nea​.org).

[193] V. Scatamburlo‑D´Annibale y P. McLa­ren: «¿Adiós a la cla­se? El mate­ria­lis­mo his­tó­ri­co y la polí­ti­ca de la “dife­ren­cia”», Herra­mien­ta, nº 20, invierno 2002, pp. 131 – 146.

[194] E. Sar­te­lli: «La rebe­lión mun­dial de la pobla­ción sobran­te», Razón y Revo­lu­ción, nº 19, segun­do semes­tre 2009.

[195] P. Line­baugh: Negros, mula­tos, asiá­ti­cos y blan­cos, ¡la mis­ma lucha!, 21 de octu­bre de 2011 (www​.rebe​lion​.org).

[196] I. Més­zá­ros: El desa­fío y la car­ga del tiem­po his­tó­ri­co, V. H., 2009, p. 159.

[197] 22 de febre­ro de 2012 (www​.gara​.net).

[198] J. Oso­rio, «La exclu­sión des­de la lógi­ca del capi­tal», Exclu­sio­nes. Refle­xio­nes crí­ti­cas sobre subal­ter­ni­dad, hege­mo­nía y bio­po­lí­ti­ca, Anth­ro­pos, 2011, pp. 67 – 86.

[199] T. Eagle­ton: Por qué Marx tenía razón, Penín­su­la, 2011, pp. 170 – 171.

[200] F. Engels: La situa­ción de la cla­se obre­ra en Ingla­te­rra, Crí­ti­ca, OME 6, 1978, pp. 280 – 281. Cabe decir que en estas y en casi todo este exce­len­te libro, ale­tea con fuer­za eso que aho­ra se deno­mi­na «bio­po­lí­ti­ca» y «bio­po­der», pero sin uti­li­zar estos cali­fi­ca­ti­vos, obviamente.

[201] El ham­bre aumen­ta en la mayo­ría de las ciu­da­des de Esta­dos Uni­dos, 16 de diciem­bre de 2011 (www​.kao​sen​la​red​.net).

[202] Con­cep­ción Cruz Rojo: Con­su­mo ali­men­ta­rio: cau­sas y con­se­cuen­cias para la salud, Edit. El Bole­tín, 2012, pp. 33 – 55.

[203] J. Oso­rio: La exclu­sión des­de la lógi­ca del capi­tal, Exclu­sio­nes, Anth­ro­pos, 2011, p. 73.

[204] J. Oso­rio: La exclu­sión des­de la lógi­ca del capi­tal, ops. cit., pp. 75 – 85.

[205] C. Alain: El impas­se ciu­da­da­nis­ta. Con­tri­bu­ción a la crí­ti­ca del ciu­da­da­nis­mo, Mari­po­sa del Caos, Edi­ci­nes 2006,

[206] F. Pia­nis­ki: Los ciu­da­da­nos, 7 de diciem­bre de 2011 (www​.lahai​ne​.org).

[207] 18 de sep­tiem­bre de 2011 (www​.rebe​lion​.org).

[208] G. Truc­chi: Entre­vis­ta con Gena­ro Cas­ti­llo, 29 de sep­tiem­bre de 2010 (www.rel-uita,org/sindicatos.com).

[209] K. Marx: El die­cio­cho Bru­ma­rio de Luís Bona­par­te, Obras Esco­gi­das, 1979, vol. I, p. 453.

[210] K. Marx: El die­cio­cho Bru­ma­rio de Luís Bona­par­te, ops. cit., p. 459.

[211] G. Bof­fa: La revo­lu­ción rusa, Era, 1976, vol. 2, p. 28.

[212] Lenin: El sig­ni­fi­ca­do del mate­ria­lis­mo mili­tan­te, Obras Com­ple­tas. 1984, tomo 45, pp. 33.

[213] E. Tous­saint: Una sali­da a favor de los pue­blos, 10 de octu­bre de 2011 (www​.cadtm​.org).

[214] S. Leva­lle y L. Levin en Entre­vis­ta a Rafael Ale­gría, 30 de diciem­bre de 2010 (www​.kao​sen​la​red​.net).

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