Infor­me de la Comi­sión para los Pro­ble­mas Nacio­nal y Colo­nial- V.I. Lenin

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Pri­me­ra edi­ción: Publi­ca­do el 7 de agos­to de 1920 en el No. 6 del «Bole­tín del II Con­gre­so de la Inter­na­cio­nal Comunista».
Digi­ta­li­za­ción: Juan R. Fajar­do, enero de 2001.
Fuen­te: V. I. Lenin, Dis­cur­sos pro­nun­cia­dos en los con­gre­sos de la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta (Mos­cú: Edi­to­rial Pro­gre­so) s/​f.
Esta Edi­ción: Mar­xists Inter­net Archi­ve, 2001.


Cama­ra­das: Me limi­ta­ré a una bre­ve intro­duc­ción, des­pués de lo cual, el cama­ra­da Maring, que ha sido secre­ta­rio de nues­tra Comi­sión, pre­sen­ta­rá un deta­lla­do infor­me sobre las modi­fi­ca­cio­nes intro­du­ci­das por noso­tros en las tesis. A con­ti­nua­ción hará uso de la pala­bra el cama­ra­da Roy, que ha for­mu­la­do algu­nas tesis adi­cio­na­les. La Comi­sión ha apro­ba­do por una­ni­mi­dad tan­to las tesis originales26, con las corres­pon­dien­tes modi­fi­ca­cio­nes, como las tesis adi­cio­na­les. Así, pues, hemos con­se­gui­do una abso­lu­ta uni­dad de cri­te­rio en todos los pro­ble­mas de impor­tan­cia. Aho­ra haré algu­nas bre­ves observaciones.

Pri­me­ro. ¿Cuál es la idea más impor­tan­te, la idea fun­da­men­tal de nues­tras tesis? Es la dis­tin­ción entre nacio­nes opri­mi­das y nacio­nes opre­so­ras. Noso­tros Sub­ra­ya­mos esta dis­tin­ción, en Opo­si­ción a la II Inter­na­cio­nal y a la demo­cra­cia bur­gue­sa. Para el pro­le­ta­ria­do y para la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta tie­ne par­ti­cu­lar impor­tan­cia en la épo­ca del impe­ria­lis­mo obser­var los hechos eco­nó­mi­cos con­cre­tos y tomar como base, al resol­ver las cues­tio­nes colo­nia­les y nacio­na­les, no tesis abs­trac­tas, sino los fenó­me­nos de la reali­dad concreta.

El ras­go dis­tin­ti­vo del impe­ria­lis­mo con­sis­te en que actual­men­te, como pode­mos ver, el mun­do se halla divi­di­do, por un lado, en un gran núme­ro de nacio­nes opri­mi­das y, por otro, en un núme­ro insig­ni­fi­can­te de nacio­ne opre­so­ras, que dis­po­nen de rique­zas colo­sa­les y de pode­ro­sa fuer­za mili­tar. La enor­me mayo­ría de la pobla­ción del glo­bo, más de mil millo­nes de seres, segu­ra­men­te mil dos­cien­tos cin­cuen­ta millo­nes, si con­si­de­ra­mos que aqué­lla es de mil sete­cien­tos cin­cuen­ta millo­nes, es decir, alre­de­dor del 70% de la pobla­ción de la Tie­rra, cores­pon­de a las nacio­nes opri­mi­das, que se encuen­tran some­ti­das a una depen­den­cia colo­nial direc­ta, o que son semi­co­lo­nias como, por ejem­plo, Per­sia, Tur­quía y Chi­na, o que, des­pués de haber sido derro­ta­das por el ejér­ci­to de una gran poten­cia impe­ria­lis­ta, han sido obli­ga­das­por los tra­ta­dos de paz a depen­der en gran medi­da de dicha poten­cia. Esta idea de la dife­ren­cia­ción, de la divi­sión de las nacio­nes en opre­so­ras y opri­mi­das pre­si­de todas las tesis, no sólo las pri­me­ras, las que apa­re­cie­ron con mi fir­ma y fue­ron publi­ca­das ori­gi­na­ria­men­te, sino tam­bién tesis del cama­ra­da Roy. Estas últi­mas han sido escri­tas tenien­do en cuen­ta, sobre todo, la situa­ción de la India y de otros gran­des pue­blos de Asia opri­mi­dos por Ingla­te­rra, y en esto resi­de la enor­me impor­tan­cia que tie­nen para nosotros.

La segun­da idea que orien­ta nues­tras tesis es que, en la actual situa­ción del mun­do, des­pués de la gue­rra impe­ria­lis­ta, las rela­cio­nes entre los pue­blos, así como todo el sis­te­ma mun­dial de los Esta­dos vie­nen deter­mi­na­dos por un peque­ño gru­po de nacio­nes impe­ria­lis­tas con­tra el movi­mien­to sovié­ti­co y con­tra los Esta­dos sovié­ti­cos, a cuya cabe­za figu­ra la Rusia Sovié­ti­ca. Si no tene­mos en cuen­ta este hecho, no podre­mos plan­tear correc­ta­men­te nin­gún pro­ble­ma nacio­nal o colo­nial, aun­que se tra­te del rin­cón más apar­ta­do del mun­do. Sólo par­tien­do de este pun­to de vis­ta es cómo los par­ti­dos comu­nis­tas de los paí­ses civi­li­za­dos, lo mis­mo que los de los paí­ses atra­sa­dos, podrán plan­tear y resol­ver acer­ta­da­men­te los pro­ble­mas políticos.

Qui­sie­ra des­ta­car de un modo par­ti­cu­lar la cues­tión del movi­mien­to demo­crá­ti­co-bur­gués en los paí­ses atra­sa­dos. Esta ha sido jus­ta­men­te la cues­tión que ha sus­ci­ta­do algu­nas diver­gen­cias. Nues­tra dis­cu­sión giró en torno a si, des­de el pun­to de vis­ta de los prin­ci­pios y de la teo­ría, eroa o no acer­ta­do afir­mar que la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta y los par­ti­dos comu­nis­tas deben apo­yar el movi­mien­to demo­crá­ti­co-bur­gués en los paí­ses atra­sa­dos. Des­pués de la dis­cu­sión lle­ga­mos a la con­clu­sión uná­ni­me de que debe hablar­se de movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio-nacio­nal en vez de movi­mien­to «demo­crá­ti­co-bur­gués». No cabe la menor duda de que todo movi­mien­to nacio­nal no pue­de ser sino un movi­mien­to demo­crá­ti­co-bur­gués, ya que la masa fun­da­men­tal de la pobla­ción en los pai­ses atra­sa­dos la cons­ti­tu­yen los cam­pe­si­nos, que repre­sen­tan las rela­cio­nes capi­ta­lis­tas bur­gue­sas. Sería utó­pi­co supo­ner que los par­ti­dos pro­le­ta­rios, si es que tales par­ti­dos pue­den for­mar­se, en gene­ral, en esos paí­ses atra­sa­dos, son capa­ces de apli­car en ellos una tác­ti­ca y una polí­ti­ca comu­nis­tas sin man­te­ner deter­mi­na­das rela­cio­nes con el movi­mien­to cam­pe­sino y sin apo­yar­lo en la prác­ti­ca. Aho­ra bien, en este pun­to se hizo las obje­cio­nes de que si hablá­se­mos de movi­mien­to demo­crá­ti­co-bur­gués, se borra­ría toda dife­ren­cia entre el movi­mien­to refor­mis­ta y el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio. Sin embar­go, en los últi­mos tiem­pos, esta dife­ren­cia se ha mani­fes­ta­do en las colo­nias y en los paí­ses atra­sa­dos con ple­na cla­ri­dad, ya que la bur­gue­sía impe­ria­lis­ta tra­ta por todos los medios de que el movi­mien­to refor­mis­ta se desa­rro­lle tam­bién entre los pue­blos opri­mi­dos. Entre la bur­gue­sía de los paí­ses explo­ta­do­res y la de las colo­nias se ha pro­du­ci­do cier­to acer­ca­mien­to, por lo que, muy a menu­do ‑y tal vez has­ta en la mayo­ría de los casos‑, la bur­gue­sía de los paí­ses opri­mi­dos, pese a pres­tar su apo­yo a los movi­mien­tos nacio­na­les, lucha al mis­mo tiem­po de acuer­do con la bur­gue­sía impe­ria­lis­ta, es decir, al lado de ella, con­tra todos los movi­mien­tos revo­lu­cio­na­rios y las cla­ses revo­lu­cio­na­rias. En la Comi­sión, este hecho ha que­da­do demos­tra­do en for­ma irre­fu­ta­ble, por lo que hemos con­si­de­ra­do que lo úni­co acer­ta­do era tomar en con­si­de­ra­ción dicha dife­ren­cia y sus­ti­tuir casi en todos los luga­res la expre­sión «demo­crá­ti­co-bur­gués» por «revo­lu­cio­na­rio-nacio­nal». El sen­ti­do de este cam­bio con­sis­te en que noso­tros, como comu­nis­tas, sólo debe­mos apo­yar y sólo apo­ya­re­mos los movi­mien­tos bur­gue­ses de libe­ra­ción en las colo­nias en el caso de que estos movi­mien­tos sean ver­da­de­ra­men­te revo­lu­cio­na­rios, en el caso de que sus repre­sen­tan­tes no nos impi­dan edu­car y orga­ni­zar en un espí­ri­tu revo­lu­cio­na­rio a los cam­pe­si­nos y a las gran­des masas de explo­ta­dos. Si no se dan esas con­di­cio­nes, los comu­nis­tas deben luchar en dichos paí­ses coit­tra la bur­gue­sía refor­mis­ta, a la que tam­bién per­te­ne­cen los héroes de la II Inter­na­cio­nal. En las colo­nias ya exis­ten par­ti­dos refor­mis­tas, y sus repre­sen­tan­tes se deno­mi­nan social­de­mó­cra­tas y socia­lis­tas. La dife­ren­cia men­cio­na­da ha que­da­do esta­ble­ci­da en todas las tesis, y gra­cias a esto, nues­tro pun­to de vis­ta, a mi enten­der, apa­re­ce for­mu­la­do aho­ra de un modo mucho más preciso.

Qui­sie­ra hacer una obser­va­ción más, rela­ti­va a los Soviets cam­pe­si­nos. La labor prác­ti­ca de los comu­nis­tas rusos en las anti­guas colo­nias del zaris­mo, en paí­ses tan atra­sa­dos como Tur­ques­tán, etc., ha plan­tea­do ante noso­tros el pro­ble­ma de cómo han de ser apli­ca­das la tác­ti­ca y la polí­ti­ca comu­nis­tas en las con­di­cio­nes pre­ca­pi­ta­lis­tas, pues el ras­go dis­tin­ti­vo más impor­tan­te de estos paí­ses es el domi­nio en ellos de las rela­cio­nes pre­ca­pi­ta­lis­tas, por lo que allí no cabe hablar siquie­ra de un movi­mien­to pro­le­ta­rio. En tales paí­ses casi no hay pro­le­ta­ria­do indus­trial. No obs­tan­te, tam­bién en ellos hemos asu­mi­do y debe­mos asu­mir el papel de diri­gen­tes. Nues­tro tra­ba­jo nos ha mos­tra­do que en esos paí­ses hay que ven­cer enor­mes difi­cul­ta­des, pero los resul­ta­dos prác­ti­cos nos han mos­tra­do asi­mis­mo que, pese a dichas difi­cul­ta­des, inclu­so que casi care­cen de pro­le­ta­ria­do, tam­bién se pue­de des­per­tar en las masas el deseo de tener ideas polí­ti­cas pro­pias y de desa­rro­llar su pro­pia acti­vi­dad polí­ti­ca. Esra tarea pre­sen­ta­ba para noso­tros más difi­cul­ta­des que para los cama­ra­das de Euro­pa Occi­den­tal, pues el pro­le­ta­ria­do de Rusia está abru­ma­do por el tra­ba­jo de orga­ni­za­ción del Esta­do. Se com­pren­de per­fec­ta­men­te que los cam­pe­si­nos, colo­ca­dos en una depen­den­cia semi­feu­dal, pue­dan asi­mi­lar muy bien la idea de la orga­ni­za­ción sovié­ti­ca y sean capa­ces de poner­la en prác­ti­ca. Es evi­den­te asi­mis­mo que las masas opri­mi­das, explo­ta­das no sólo por el capi­tal mer­can­tíl, sino tam­bién por los feu­da­les y por un Esta­do que se asien­ta sobre bases feu­da­les, pue­den apli­car igual­men­te esta arma, este tipo de orga­ni­za­ción en las con­di­cio­nes en que se encuen­tran. La idea de la orga­ni­za­ción sovié­ti­ca es una idea sen­ci­lla, capaz de ser apli­ca­da no sólo a las rela­cio­nes pro­le­ta­rias, sino tam­bién a las cam­pe­si­nas feu­da­les y semi­feu­da­les. Nues­tra expe­rien­cia en este aspec­to no es aún muy gran­de, pero los deba­tes en la Comi­sión, en los que par­ti­ci­pa­ron varios repre­sen­tan­tes de paí­ses colo­nia­les, nos han demos­tra­do de un modo abso­lu­ta­men­te irre­fu­ta­ble que en las tesis de la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta debe indi­car­se que los Soviets cam­pe­si­nos, los Soviets de los explo­ta­dos, son un ins­tru­men­to váli­do no sólo para los paí­ses capi­ta­lis­tas, sino tam­bién para los pai­ses con rela­cio­nes pre­ca­pi­ta­lis­tas, y que la pro­pa­gan­da de la idea de los Soviets cam­pe­si­nos, de los Soviets de tra­ba­ja­do­res, en todas par­tes, en los paí­ses atra­sa­dos y en las colo­nias, es un deber inde­cli­na­ble de los par­ti­dos comu­nis­tas y de quie­nes están dis­pues­tos a orga­ni­zar­los. Y don­de­quie­ra que las con­di­cio­nes lo per­mi­tan, debe­rán inten­tar sin pér­di­da de tiem­po la orga­ni­za­ción de Soviets del pue­blo trabajador.

Ante noso­tros apa­re­ce aquí la posi­bi­li­dad de rea­li­zar un tra­ba­jo prác­ti­co de gran inte­rés e impor­tan­cia. Nues­tra expe­rien­cia gene­ral en este terreno no es aún muy gran­de, pero poco a poco ire­mos acu­mu­lan­do mate­ria­les. Es indis­cu­ti­ble que el pro­le­ta­ria­do de los paí­ses avan­za­dos pue­de y debe ayu­dar a las masas tra­ba­ja­do­ras atra­sa­das, y que el desa­rro­llo de los paí­ses atra­sa­dos podrá salir de su eta­pa actual cuan­do el pro­le­ta­ria­do triun­fan­te de las repú­bli­cas sovié­ti­cas tien­da la mano a esas masas y pue­da pres­tar­les apoyo.

A este res­pec­to se enta­bla­ron en la Comi­sión unos deba­tes bas­tan­te vivos, y no sólo en torno a las tesis que lle­van mi fir­ma, sino aún más en torno a las tesis del cama­ra­da Roy, que él defen­de­rá aquí y en las que se han intro­du­ci­do por una­ni­mi­dad algu­nas enmiendas.

La cues­tión ha sido plan­tea­da en los siguien­tes tér­mi­nos: ¿pode­mos con­si­de­rar jus­ta la afir­ma­ción de que la fase capi­ta­lis­ta de desa­rro­llo de la eco­no­mía nacio­nal es inevi­ta­ble para los pue­blos atra­sa­dos que se encuen­tran en pro­ce­so de libe­ra­ción y entre los cua­les aho­ra, des­pués de la gue­rra, se obser­va un movi­mien­to en direc­ción al pro­gre­so? Nues­tra res­pues­ta ha sido nega­ti­va. Si el pro­le­ta­ria­do revo­lu­cio­na­rio vic­to­rio­so rea­li­za entre esos pue­blos una pro­pa­gan­da sis­te­má­ti­ca y los gobier­nos sovié­ti­cos les ayu­dan con todos los medios a su alcan­ce, es erró­neo supo­ner que la fase capi­ta­lis­ta de desa­rro­llo sea inevi­ta­ble para los pue­blos atra­sa­dos. En todas las colo­nias y en todos los paí­ses atra­sa­dos, no sólo debe­mos for­mar cua­dros pro­pios de lucha­do­res y orga­ni­za­cio­nes pro­pias de par­ti­do, no sólo debe­mos rea­li­zar una pro­pa­gan­da inme­dia­ta en pro de la crea­ción de Soviets cam­pe­si­nos, tra­tan­do de adap­tar­los a las con­di­cio­nes pre­ca­pi­ta­lis­tas, sino que la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta habrá de pro­mul­gar, dán­do­le una base teó­ri­ca, la tesis de que los paí­ses atra­sa­dos, con la ayu­da del pro­le­ta­ria­do de las nacio­nes ade­lan­ta­das, pue­den pasar al régi­men sovié­ti­co y, a tra­vés de deter­mi­na­das eta­pas de desa­rro­llo, al comu­nis­mo, sos­la­yan­do en su des­en­vol­vi­mien­to la fase capitalista.

Los medios que hayan de ser nece­sa­rios para que esto pue­den ser seña­la­dos de ante­mano. La expe­rien­cia prác­ti­ca nos los irá sugi­rien­do. Pero es un hecho fir­me­men­te esta­ble­ci­do que la idea de los Soviets es afín a todas las masas tra­ba­ja­do­ras de los pue­blos más leja­nos, que estas orga­ni­za­cio­nes, los Soviets, deben ser adap­ta­das a las con­di­cio­nes de un régi­men social pre­ca­pi­ta­lis­ta y que los par­ti­dos comu­nis­tas deben comen­zar inme­dia­ta­men­te a tra­ba­jar en este sen­ti­do en el mun­do entero.

Qui­sie­ra seña­lar, ade­más, la impor­tan­cia de que los par­ti­dos comu­nis­tas reali­cen su labor revo­lu­cio­na­ria no sólo en su pro­pio país, sino tam­bién en las colo­nias, y sobre todo entre las tro­pas que uti­li­zan las nacio­nes explo­ta­do­ras para man­te­ner some­ti­dos a los pue­blos de sus colonias.

El cama­ra­da Quelch, del Par­ti­do Socia­lis­ta Bri­tá­ni­co, se refi­rió a este pro­ble­ma en nues­tra Comi­sión. Dijo pue el obre­ro de filas inglés con­si­de­ra­ría una trai­ción ayu­dar a los sojuz­ga­dos cuan­do se suble­van con­tra el domi­nio inglés. Es ver­dad que la aris­to­cra­cia obre­ra de Ingla­te­rra y Nor­te­amé­ri­ca, imbui­da de un espí­ri­tu jin­goís­ta y cho­vi­nis­ta, repre­sen­ta un terri­ble peli­gro para el socia­lis­mo y cons­ti­tu­ye un vigo­ro­so apo­yo a la II Inter­na­cio­nal. Aquí nos halla­mos ante una tre­men­da trai­ción de los líde­res y obre­ros afi­lia­dos a esta Inter­na­cio­nal bur­gue­sa. En la II Inter­na­cio­nal tam­bién se dis­cu­tió la cues­tión colo­nial. El Mani­fies­to de Basi­lea se refi­rió a elle en tér­mi­nos ine­quí­vo­cos. Los par­ti­dos de la II Inter­na­cio­nal pro­me­tie­ron actuar revo­lu­cio­na­ria­men­te, pero no vemos por par­te de ellos nin­gu­na ver­da­de­ra labor revo­lu­cio­na­ria ni nin­gún apo­yo a las suble­va­cio­nes de los explo­ta­dos y depen­dien­tes con­tra las nacio­nes opre­so­ras, como tam­po­co lo vemos, a mi enten­der, entre la mayo­ría de los par­ti­dos que han aban­do­na­do la II y desean ingre­sar en la III Inter­na­cio­nal. Debe­mos decir­lo en voz alta, para que todos se ente­ren. Esto no pue­de ser refu­ta­do, y ya vere­mos si se hace algún inten­to de refutarlo.

Todas estas con­si­de­ra­cio­nes han ser­vi­do de base a nues­tras reso­lu­cio­nes, que, cier­ta­men­te, son dema­sia­do lar­gas, pero con­fío en que, pese a todo, resul­ta­rán úti­les y con­tri­bui­rán al desa­rro­llo y a la orga­ni­za­ción de una labor ver­da­de­ra­men­te revo­lu­cio­na­ria en los pro­ble­mas nacio­nal y colo­nial, que es, en el fon­do, nues­tro obje­ti­vo principal.

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