Alguien dirá que la deuda debe pagarse. En todo caso eso dependerá de cómo y quién la originó y para qué beneficio. En el caso griego, el pueblo está denunciando que la deuda se cuadriplicó con la dictadura de los Coroneles, que luego aumentó vertiginosamente a raíz de los Juegos Olímpicos de 2004, con proyectos megalómanos en los que empresas alemanas como Siemens sacaron cuantiosos beneficios sobornando a políticos; o con la compra sistemática de armamento a Francia, Alemania y EE UU, que hacen que Grecia sea el primer país de la UE en gasto militar en relación a su PIB. En este sentido, es significativo comprobar cómo mientras se recortan pensiones, sueldos y prestaciones sociales, la Troika no exige recortes en el gasto militar.
Por todo ello, la sociedad griega está reclamando la suspensión unilateral de pagos, acompañada de una auditoría de la deuda que permita conocer su origen, repudiar toda la deuda ilegítima y encausar a los responsables, tanto nacionales como extranjeros, que han llevado al país a la bancarrota. Tal y como están las cosas, ésta parece la única salida razonable y realmente democrática; es decir, la única que permitirá al pueblo griego recuperar el poder de su soberanía económica, social y política.
Ahora que un segundo rescate está encima de la mesa se defiende que es necesario ajustar todavía más la economía y profundizar las reformas estructurales para garantizar, dicen, la salud económica de Grecia (que no de su población, claro está). Ello, para poder alcanzar un nivel “sostenible” de deuda del 120% del PIB en el 2020. Si esta cifra es sostenible, ¿por qué no lo fue a finales de 2009, justo antes del primer rescate, cuando la deuda “tan sólo” era del 125%? ¿Todo ese costoso recorrido, en términos sociales, para llegar al mismo lugar de partida? (…)
En Grecia se está jugando más de lo que nos creemos. Lo que está en juego es la correlación de fuerzas entre el pueblo y la clase dominante mundial, que está aprovechando la crisis, que ella misma ha provocado, para hacernos perder los derechos conseguidos durante decenios. Ante ello, ¿nos quedaremos impasibles?