Joa­quín Pérez Bece­rra: «Mi encie­rro es una per­se­cu­ción cla­ra con­tra la libre expresión»

En la humil­de sede de la Aso­cia­ción Jai­me Par­do Leal, de Esto­col­mo, hay un hue­co difí­cil de lle­nar. El espa­cio que Joa­quín Pérez Bece­rra uti­li­za­ba para redac­tar las noti­cias que tan­to inco­mo­da­ban al gobierno colom­biano ha que­da­do vacío, aun­que no fal­tan otros refu­gia­dos polí­ti­cos e inclu­so perio­dis­tas sue­cos que con­ti­núen una labor infor­ma­ti­va legal en Escan­di­na­via e ile­gal en Colom­bia.La Agen­cia de Noti­cias Nue­va Colom­bia, más cono­ci­da como Ann­col, ha sido acu­sa­da des­de su fun­da­ción de ser órgano comu­ni­ca­cio­nal de las FARC. Qui­zá por ello, cuan­do en abril del año pasa­do el perio­dis­ta Pérez Bece­rra via­jó a Cara­cas, ter­mi­nó cap­tu­ra­do por la poli­cía vene­zo­la­na y pos­te­rior­men­te fue entre­ga­do a las auto­ri­da­des colom­bia­nas, quie­nes sin prue­ba algu­na lo tie­nen con­fi­na­do des­de hace diez meses en la cár­cel de La Pico­ta (Bogo­tá).

Pérez Bece­rra, con­ce­jal del muni­ci­pio de Corin­to por la Unión Patrió­ti­ca has­ta el ase­si­na­to de su mujer (y más de 3 mil 500 com­pa­ñe­ros de par­ti­do) es para el esta­blish­ment colom­biano la voz inter­na­cio­nal de la gue­rri­lla, tal como lo ha til­da­do recien­te­men­te el pre­si­den­te San­tos, quien para­dó­ji­ca­men­te tam­bién es perio­dis­ta (per­te­ne­cien­te a la fami­lia pro­pie­ta­ria del dia­rio más pode­ro­so del país, El Tiem­po).

La voz aca­lla­da

En entre­vis­ta rea­li­za­da des­de la cár­cel, por La Jor­na­da, Joa­quín Pérez Bece­rra demues­tra que sigue uti­li­zan­do las vías más auda­ces para dar sali­da a una voz aca­lla­da.

–¿Cómo ocu­rrió su arresto?

–Vivía en Sue­cia como refu­gia­do des­de 1995 y como ciu­da­dano sue­co des­de el año 2000. Tra­ba­ja­ba par­te de mi tiem­po en Ann­col, la agen­cia de noti­cias que fun­dé con otros sue­cos y colom­bia­nos, y via­ja­ba por Euro­pa con liber­tad. A pesar de todo el con­trol que hay en ese con­ti­nen­te, jamás tuve nin­gún pro­ble­ma allá. De hecho, antes de par­tir hacia Cara­cas la poli­cía ale­ma­na del aero­puer­to de Franc­fort con­tro­ló mi pasa­por­te, como al res­to de los pasa­je­ros, y me deja­ron embar­car con total nor­ma­li­dad, como siem­pre. Fue al ate­rri­zar en Vene­zue­la cuan­do, de pron­to, dicen que sur­ge de la nada una cir­cu­lar roja de Inter­pol y me arres­tan. En cues­tión de horas esta­ba sien­do entre­ga­do a las auto­ri­da­des colombianas.

–¿A qué cree que se debe la orden de apresarlo?

–Lo mío es una per­se­cu­ción cla­ra a la liber­tad de expre­sión. Quie­ren aca­llar voces alter­na­ti­vas y ocul­tar el con­flic­to. Ocul­tar las noti­cias y opi­nio­nes que salían de los refu­gia­dos que vivi­mos en Esto­col­mo. Noso­tros dába­mos otra visión del con­flic­to, una mira­da alter­na­ti­va a la que quie­ren impo­ner los medios del poder en Colombia.

–Según ten­go enten­di­do, la pági­na web de su agen­cia reci­bía una can­ti­dad con­si­de­ra­ble de visitas.

–Sí, era el por­tal sobre el con­flic­to más visi­ta­do. Era, ade­más, una dimen­sión de la gue­rra que la oli­gar­quía no pre­ten­de mos­trar, e incluía videos, tex­tos y audios, mucha infor­ma­ción dife­ren­te e intere­san­te. Tam­bién resul­ta­ba muy útil para medios e inves­ti­ga­do­res euro­peos que bus­ca­ban algo dife­ren­te a la ver­sión del Pala­cio de Nari­ño y los medios ofi­cia­lis­tas. Los perio­dis­tas de varios paí­ses del mun­do com­pa­ra­ban los pun­tos de vis­ta, y eso es lo que se ha que­ri­do cen­su­rar, la diver­si­dad de opiniones.

–Sue­cia fue el pri­mer país del mun­do en tener una ley en favor de la liber­tad de expre­sión y jamás cri­ti­có –mucho menos prohi­bió– Ann­col. ¿Por qué cree que su acti­vi­dad infor­ma­ti­va es legal en Sue­cia y no en Colombia?

–Nues­tra pági­na infor­ma­ti­va Ann­col es des­de 1996 una enti­dad per­fec­ta­men­te ins­cri­ta en el mar­co legal del país. Nos hemos movi­do des­de el prin­ci­pio en los pará­me­tros de la cons­ti­tu­ción sue­ca. En fin, todo nor­mal, pues en Sue­cia el perio­dis­mo no se cri­mi­na­li­za, y en Colom­bia sí.

–Tam­bién los acu­sa­ban de publi­car comu­ni­ca­dos de la guerrilla.

–No sólo se quie­re invi­si­bi­li­zar los comu­ni­ca­dos de la gue­rri­lla, que son de inte­rés infor­ma­ti­vo y de los que lue­go, polí­ti­cos inclui­dos, todo el mun­do habla, sino que se que­ría pri­var de voz a los movi­mien­tos cam­pe­si­nos, socia­les o popu­la­res que tam­bién tenían refle­jo en nues­tro por­tal. Ya con Sam­per y Pas­tra­na comen­zó el seña­la­mien­to, pero con Uri­be se acen­túo mucho más y así has­ta hoy. Uno de los pun­tos que más ner­vio­sos los ponían era el tema del nar­co­trá­fi­co y la infor­ma­ción sobre los víncu­los entre gobierno y para­mi­li­ta­res. Ade­más, todos, sena­do­res inclui­dos, nos leían.

–¿Se podría decir que era infor­ma­ción difí­cil de encon­trar den­tro de Colombia?

–Sí, por supues­to; ade­más lle­gó un momen­to en el que se con­vir­tió en algo muy gran­de y no sabían cómo parar­lo, por lo que deci­die­ron pasar a la ofen­si­va y judi­cia­li­zar­lo. En el momen­to en el que yo via­jé de Sue­cia a Vene­zue­la, su inte­li­gen­cia les infor­mó y en cues­tión de horas se inven­ta­ron una cir­cu­lar roja de Inter­pol que jamás exis­tió, y que curio­sa­men­te nun­ca fue acti­va­da en Euro­pa, sólo en el mis­mo momen­to de poner un pie en el aero­puer­to de Mai­que­tía (Vene­zue­la).

–Los hechos demues­tran que ni Sue­cia ni Ale­ma­nia supie­ron nada de una cir­cu­lar roja de Inter­pol, pues de exis­tir habrían de actuar. ¿Por qué ellos no y Vene­zue­la sí?

–Fue una deci­sión muy des­afor­tu­na­da de Cara­cas, y lo más terri­ble es que Ann­col y los refu­gia­dos de la Aso­cia­ción Jai­me Par­do Leal apo­ya­mos a muer­te el pro­ce­so boli­va­riano en Vene­zue­la, así como al pre­si­den­te Chá­vez, por lo que fue un gol­pe bajo que no espe­rá­ba­mos. Pres­tar­se a la gue­rra sucia de San­tos ha deja­do con muy mal sabor a muchas izquier­das del mun­do. Des­pués de esto, uno ya no sabe a qué atenerse…

–Estan­do en Cara­cas, días des­pués de su cap­tu­ra, recuer­do haber escu­cha­do a orga­ni­za­cio­nes popu­la­res ase­gu­rar que su entre­ga a Colom­bia sen­ta­ba un antes y un des­pués en las rela­cio­nes entre las bases boli­va­ria­nas y el gobierno de Mira­flo­res. ¿Lo per­ci­be usted así?

–Sí, y está cla­ro que San­tos y Chá­vez tie­nen algún tipo de acuer­do. Aho­ra son los mejo­res ami­gos, eso sig­ni­fi­ca que ahí hay algo. Tener com­pro­mi­sos con per­so­nas como San­tos, decir­se boli­va­riano y ceder a la pre­sión del régi­men colom­biano, no se entiende.

–Usted fue en un prin­ci­pio otra víc­ti­ma de la famo­sa, y supues­ta, compu­tado­ra del aba­ti­do coman­dan­te Raúl Reyes, ¿ver­dad?

–Sí, pero con las prue­bas que pre­sen­tan no tie­nen la más míni­ma cre­di­bi­li­dad, ya que cam­bian unas según se les caen otras. Comen­za­ron acu­sán­do­me de estar en unos correos de Reyes, que en reali­dad eran sim­ples docu­men­tos de Word, pero como aque­llo que­dó pro­ba­do que era men­ti­ra y fue recha­za­do has­ta por la Cor­te Supre­ma de Jus­ti­cia, pasa­ron a decir que apa­rez­co en las compu­tado­ras de Jor­ge Bri­ce­ño, lo cual es otro inten­to deses­pe­ra­do de invo­lu­crar­me en algo.

–La fis­ca­lía pre­sen­ta­rá las prue­bas defi­ni­ti­vas con­tra usted los días 14, 15 y 16 de este mes. ¿Qué espe­ra de ese paso pre­vio al jui­cio en el que todas las car­tas del Esta­do con­tra Ann­col y usted se pon­drán sobre la mesa?

–Sé de bue­na tin­ta que, como todo lo demás ha fra­ca­sa­do, van a traer a un tes­ti­go que la fis­ca­lía dice haber encon­tra­do no se sabe cómo. Un infor­man­te des­co­no­ci­do que dice que me ha vis­to reclu­tan­do para las FARC y no sé qué otras men­ti­ras. Yo ni sé quién es él, ni cuán­to le habrán dado o en qué mon­ta­jes andan. Tam­bién, a fal­ta de prue­bas sóli­das, es posi­ble que trai­gan a algún gue­rri­lle­ro rein­ser­ta­do o foto­mon­ta­jes, como sue­len hacer tan­tas veces.

–¿Lo ha con­tac­ta­do algu­na orga­ni­za­ción de defen­sa de la liber­tad de expre­sión, como la fran­ce­sa Repor­te­ros Sin Fron­te­ras o el esta­du­ni­den­se Comi­té Inter­na­cio­nal para la Defen­sa de los Periodistas?

–No.

–¿Sien­te que al til­dar­lo de terro­ris­ta lo han con­de­na­do sin jui­cio previo?

–Pare­ce que así es. Cuan­do cier­tos gobier­nos te acu­san de terro­ris­mo, has­ta los defen­so­res de los dere­chos huma­nos salen corriendo

Fuen­te: http://​www​.jor​na​da​.unam​.mx/​2​0​1​2​/​0​2​/​1​3​/​m​u​n​d​o​/​0​2​6​n​1​mun

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